1. EVANGELIZACION Y CATEQUESIS

 

1. La relación entre evangelización y catequesis es un aspecto fundamental. En el fondo, están implicadas estas cuestiones: ¿Qué significa evangelización? ¿Qué significa catequesis? ¿Cómo se sitúa la catequesis en el conjunto de la misión evangelizadora de la Iglesia? Punto de partida: En la catequesis que conocemos ¿qué relación se da (a nivel de objetivos, contenidos, método) entre evangelio y catequesis?

2. La evangelización es un desafío permanente. Supone nada menos que participar en la misma misión de Jesús (Jn 20,21). Y en la misión de la Iglesia, que existe para evangelizar (EN 14). Es algo que nos desborda. Por ello, viene bien recordar el aviso de Pablo: Inmaduro es nuestro saber e inmaduro nuestro evangelizar (1 Co 13,9).

3. La evangelización se realiza no sólo con palabras, sino también con obras. Jesús anuncia una Palabra que se cumple, una Palabra acompañada de señales y signos: enseña y cura, dice y hace. A la pregunta de los discípulos de Juan el Bautista, responde con el lenguaje de los hechos (Mt 11,5;DGC 32,38 y 39). Para quien busca la luz o busca a Dios, quizá a tientas (Hch 17,27), la respuesta no está en las nubes de los razonamientos teóricos. La respuesta es la experiencia de fe. Lo dijo Pablo VI: En el fondo ¿hay otra forma de evangelizar que no sea el comunicar a otro la propia experiencia de fe? (EN 46).

4. La evangelización es un proceso vivo y complejo, con elementos diversos que es preciso integrar: Renovación de la humanidad, testimonio, anuncio explícito, adhesión del corazón, entrada en la comunidad, acogida de los signos, iniciativas de apostolado (EN 24). En ese proceso se dan unas constantes vitales que hay que cuidar (ver CC 21), si queremos transmitir todos el mismo evangelio en la diversidad de tiempos, situaciones y culturas (ver Mc 2,1-12; Hch 2,36-47; AG 11-15; CC 27; DGC 46 y 47).

5. Cuando evangeliza Jesús, anuncia que el reino de Dios está en acción, que llega en su propia persona: quien se encuentra con él experimenta la cercanía de Dios (Mc 1,15). Para Jesús, evangelizar es sembrar la Palabra (Mt 13,3). La semilla es la Palabra de Dios y el campo es el mundo, la vida del hombre. Igualmente la Iglesia, continuando la misión de Jesús, anuncia una Palabra viva y eficaz (Hb 4,12), no una palabra de hombre, sino la Palabra de Dios que permanece operante en medio de vosotros (1 Ts 2,13). En desplazamiento continuo, al aire libre (Mt 5,2), en las casas (Mc 2,1), en las sinagogas (1,21), en el templo (Lc 19,47;DGC 14ss), Jesús no tiene otra fuerza que la Palabra que siembra y prende en la tierra, la Palabra que se cumple en la historia. Jesús enseña a la muchedumbre por medio de parábolas. A sus discípulos les dedica, a solas, una enseñanza especial, en la cual les manifiesta abiertamente los secretos del reino de Dios (Mc 4,10-11).

6. Junto a la acción de Dios, Jesús anuncia la necesaria conversión del hombre (Mc 1,15; ver Hch 2,38). Y lo hace en medio de un mundo donde parece triunfar la experiencia contraria: Dios no actúa, el hombre no puede cambiar. Jesús anuncia la felicidad, la dicha, la bienaventuranza. Su programa aparece proclamado en el sermón de la montaña (Mt 5). Es la carta magna de la comunidad cristiana. El evangelio es anunciado como gracia a quienes, por sí mismos, ni siquiera pueden cumplir la ley. La conversión se hace posible gratuitamente, de balde, porque el reino de Dios está en acción (ver DGC 53).

7. Jesús evangeliza con la fuerza del Espíritu (Lc 4,14;DGC 43). La acción del Espíritu es una realidad que brota a raudales como fruto de su Pascua, tal como lo prometió (Jn 15,26-27;16,7-15;Hch 2,38). La experiencia de fe se hace posible en la dinámica del Espíritu. Dice San Agustín: Si en la actualidad la presencia del Espíritu Santo no se manifiesta con semejantes señales (como entonces), ¿cómo será posible que sepa cada uno que ha recibido el Espíritu? La evangelización apostólica apela a la experiencia del Espíritu como a un hecho al que se puede remitir: lo que estáis viendo y oyendo (Hch 2,33). Si el mensaje parece increíble (Hch 13,41), lo cierto es que es anunciado en medio de un reto: somos testigos (2,32) y, además, cualquiera puede serlo.

8. El perdón y la justificación total de parte de Dios es parte esencial de la buena noticia del evangelio. Quien comienza a creer y comienza a cambiar, ya está juzgado favorablemente por Dios (Mc 2,5). Lo proclama Pedro el día de Pentecostés (Hch 2,38). Lo proclama Pablo: No pesa condena alguna sobre los que están unidos a Cristo Jesús (Rm 8,21). Y también Juan: El que cree en él no será juzgado (Jn 3,18).

9. A petición de uno de sus discípulos, Jesús les enseña a orar (Lc 11,1-13). El discípulo dialoga con Dios, con un Dios vivo que dialoga con el hombre. La oración se transforma en celebración de las maravillas de Dios, percibidas en las señales del evangelio: Jamás hemos visto cosa igual (Mc 2,12).

10. Para llevar adelante su misión, Jesús no se identifica con ninguno de los grupos sociales y religiosos de su tiempo: saduceos, zelotes, fariseos, esenios, escribas. Jesús anuncia el evangelio a los pobres, la muchedumbre sometida por los poderosos y los ricos. La enseñanza de Jesús no es abstracta: donde hay opresión, hay Palabra de liberación. Como aquel día, en la sinagoga de Nazaret (Lc 4,18-19;ver DGC 103).

11. Cuando evangeliza, Jesús no está solo, comparte su misión. Ahí están los doce (Mt 10,1) y, más allá de este círculo íntimo, está el grupo que sigue a Jesús (Mt 8,22), están los setenta y dos (Lc 10,1), están las mujeres que acompañan a Jesús (Lc 8,1-3). La comunidad es la nueva familia del discípulo, el lugar donde recibe la enseñanza especial del evangelio, el centro de operaciones desde donde se difunde el evangelio recibido. En los Hechos de los Apóstoles, quien se convierte a Cristo se incorpora a la comunidad (Hch 2,47).

12. Jesús comienza a evangelizar por la periferia del mundo judío, por Galilea, pero su destino final es Judea, Jerusalén, el templo. El templo está manchado, el templo debe ser purificado; más aún, el templo debe ser sustituído (Mc 11,17;Jn 2,13.22;4,24). La denuncia del templo determina el proceso que se sigue contra Jesús. Se le condena como blasfemo (Mt 26,65), como subversivo (Mt 27,37). Evangelizar significa también participar del conflicto que lleva a Jesús a la cruz: Anunciamos a un Cristo crucificado (1 Co 1,23).

13. Lo que pasó después es proclamado por Pedro el día de Pentecostés como el centro del mensaje cristiano: Sepa con certeza toda la casa de Israel que Dios ha constituído Señor y Cristo a este Jesús a quien vosotros habéis crucificado (Hch 2,36). Jesús, condenado y ejecutado por la turbia justicia de los hombres, ha sido constituído Señor de la historia. ¡Lo mismo que Dios! El reino de Dios se manifiesta en la persona de Jesús, constituído Señor.

14. La Iglesia naciente recibe del Señor Resucitado la misión de hacer discípulos de todos los pueblos. Los discípulos son enviados a evangelizar. No se trata sólo de una evangelización primera, sino -al menos- de una evangelización básica, fundamental. Han de hacer discípulos bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, y enseñándoles a guardar todo lo que yo os he mandado (Mt 28,19-20;DGC 34). He aquí, de forma concisa y lapidaria, una síntesis de la iniciación cristiana primitiva y, por tanto, de la catequesis correspondiente (originariamente, postbautismal).

15. El proceso de evangelización tiene unas etapas, que es preciso identificar. Comienza con el anuncio primero del evangelio (siembra de la Palabra) y se cumple de forma básica y fundamental en la catequesis (crecimiento y maduración, que produce fruto). La relación que se da entre evangelización y catequesis es profunda. Son como el grano y la espiga (ver Mc 4,1-20;CC 26-29). La catequesis, para bautizados o para quienes se preparan a recibir el bautismo, implica una entrega viva del evangelio y de todo el evangelio a los hombres (DGC 78,105 y 111).

* Identificar las constantes de la evangelización en una experiencia concreta. Hacer lo mismo con las etapas.

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