3. CATEQUESIS Y CONFESION DE FE

1. La confesión de fe a la que conduce el evangelio no es un grito irracional del espíritu, sino una palabra articulada y resumida en el símbolo de la fe, en el Credo. Así, el proceso catecumenal entraña una pedagogía de la confesión de fe, recapitulada en el símbolo de la fe. Se trata, en el fondo, de desarrollar lo que está implícito en el anuncio inicial del evangelio (evangelización primera). El kerygma (anuncio inicial) es un credo germinal y el Credo es un kerygma desarrollado. El Credo tiene raíces evangélicas. La relación profunda entre Evangelio (Sagrada Escritura), catequesis (proceso catecumenal) y Credo (confesión de fe) fue puesta de relieve por el Sínodo de la catequesis (1977): La catequesis tiene su origen en la confesión de fe y conduce a la confesión de fe...A lo largo de esta preparación, los catecúmenos reciben el Evangelio (Sagrada Escritura) y su expresión eclesial, que es el símbolo de la fe (MPD 8;DGC 66,82,83 y 85).

2. Al propio tiempo, la confesión de fe en la que culmina el proceso de evangelización no es una palabra fragmentada y parcial, sino completa y total. El proceso de evangelización inicia no sólo en la experiencia de fe, sino también en la confesión personal de toda la fe de la Iglesia. Como dice San Pablo: He sido constituído servidor de la Palabra para transmitiros todo el mensaje completo (Col 1,25).

3. Realmente, desde el principio, los cristianos sintieron la necesidad de una fórmula apostólica que resumiera la fe de la Iglesia. Los resúmenes kerygmáticos (Hch 2,14-39;3,13-26;4,10-12;5,30-32;10,36-43;13,17-41;1 Co 15,1-7) son un punto de referencia fundamental que preserva y condensa la tradición contenida en la experiencia de la Iglesia naciente. Cuando (entre los años 50 y 150) fueron apareciendo los primeros escritos cristianos, un resumen siguió siendo necesario. Lo mismo sucede cuando (a mediados del siglo II) se fue seleccionando cierto número de escritos para incluirlos en el canon del Nuevo Testamento, el canon era todavía demasiado amplio; era preciso extraer lo esencial. Se requería una regla de fe sencilla que asegurara la unidad de la confesión de fe, según aquello: Un solo Señor, una sola fe, un solo bautismo (Ef 4,5).

4. Los primeros cristianos consideraban como lo esencial de su fe la confesión de Cristo. La fe en Dios se daba por supuesta. Era lo que los cristianos tenían en común con los judíos. Cuando se trataba de proclamar la confesión central de la fe cristiana, se proclamaba la fe en Cristo. Esta confesión primitiva se expresa en fórmulas breves: Jesús es el Señor (1 Co 12,3), Jesús es el Cristo (1 Jn 2,22), Jesús es el Hijo de Dios (Hch 8,37). El símbolo del pez es también una breve confesión de fe: la palabra griega ICHTHYS (pez) corresponde a las iniciales de esta confesión de fe: Iesoûs, Christós, Theoû Yiòs, Sotér (Jesús, Cristo, Hijo de Dios, Salvador). De hecho, la mayoría de las confesiones de fe del Nuevo Testamento tienen un solo artículo, en el que se expresa brevemente la fe en Cristo.

5. Junto a la fe en Cristo, se enunciaba frecuentemente una confesión de Dios que estaba en relación con la confesión judía de la unicidad de Dios, el Dios vivo confesado en el credo de Israel: Escucha, Israel: El Señor nuestro Dios es solamente uno. Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma, con todas tus fuerzas (Dt 6,4s). Esta fe en Dios, central en Israel, lo era también en Jesús (Mt 22,37) y en la Iglesia naciente, que repite confiadamente la oración de Jesús: Abba, Padre (Rm 8,15;Ga 4,6). El artículo primero, tal y como se formuló primitivamente en el siglo II, consistía en esta afirmación escueta: creo en Dios Padre todopoderoso. Con todo, la verdad básica y primordial, siguiendo el modelo de la fórmula bautismal (Mt 28,19), es la fe en Dios Padre, que se refiere a la relación especial con Jesús, el Hijo. El otro título, todopoderoso, que debió de agregársele muy pronto, manifiesta la relación de Dios Padre con la creación. En el Símbolo de los Apóstoles se dirá: creador del cielo y de la tierra.

6. Confesar la fe es creer en Jesús que dio testimonio (padeció) ante Poncio Pilato. En la primera carta a los corintios, aparecen las principales afirmaciones que los símbolos posteriores incluirán en el artículo segundo. A saber: que Cristo murió por nuestros pecados, según las Escrituras; que fue sepultado, que resucitó al tercer día, según las Escrituras; que se apareció a Cefas y luego a los Doce (1 Co 15,3ss). La expresión descendió a los infiernos, incluída en el símbolo de los Apóstoles, ha recibido diversas explicaciones a lo largo de los siglos. En el doble movimiento descendente-ascendente del misterio pascual, junto a la muerte y sepultura, el descenso a los infiernos representa el fondo abismal de la humillación de Cristo, su punto más bajo y profundo. Es el reverso total de su "increíble" exaltación (Flp 2,6-11). Desde el principio, a Jesús Resucitado se le aplican atributos divinos: subió a los cielos y está sentado a la derecha del Padre (1 P 3,22;Rm 8,34;Col 3,1;Ef 2,6;Hb 1,3;Hch 2,31ss;5,30s;Sal 110,1). Es lo que el procesado Jesús había anunciado a Caifás: veréis al Hijo del hombre sentado a la derecha del Poder y venir sobre las nubes del cielo (Mc 14,62). Los cristianos que en siglo I y II proclamaron estas palabras entendieron que Cristo había derrotado los poderes que estaban contra él. La conclusión que se sacaba de su victoria se proclamaba en la cláusula que viene a continuación: vendrá a juzgar. En el artículo segundo se incluirán también los datos evangélicos sobre el origen de Jesús (Mt 1-2;Lc 1-2). San Lucas advierte que lo ha investigado todo desde los orígenes (1,3). El Símbolo de los Apóstoles dirá brevemente: Jesús fue concebido por obra y gracia del Espíritu Santo, nació de Santa María Virgen.

7. En el Nuevo Testamento, las fórmulas de tres artículos son pocas, pero no faltan. Por ejemplo, en este saludo de Pablo: La gracia del Señor Jesucristo, el amor de Dios y la comunión del Espíritu Santo estén con todos vosotros (2 Co 13,13; ver 1 Co 6,11 y 12,4ss;2 Co 1,21s;Ga 3,11-14;1 Ts 5,18s;1 P 1,2;Hb 10,29). Por la influencia que tendrá en la elaboración de los credos, es especialmente importante la que aparece al final del evangelio de San Mateo: Id, pues, y haced discípulos de todas las gentes bautizándolas en el nombre del Padre, y del Hijo y del Espíritu Santo (Mt 28,19). Como los demás, el artículo tercero se fue formando poco a poco. Primero fue la referencia al Espíritu. Después, fueron asociándose esos artículos que resumen la obra del Espíritu: la Iglesia, la comunión de los santos, el perdón de los pecados, la resurrección de los muertos, la vida eterna. Todo ello cumplido en la Iglesia.

8. Confesar la fe tiene una dimensión eclesial: implica creer a la Iglesia. La Iglesia es misterio de comunión, vivido en comunidad. La comunión de los santos es una cláusula adicional, que aparece en las últimas décadas del siglo IV. Tradicionalmente significa vinculación fraterna de todos los creyentes, a quienes desde el principio se les llama santos (Rm 1,7;Flp 1,1). Se incluye a aquellos que ya están con el Señor (Flp 1,23).

9. El perdón de los pecados es parte de la buena noticia del evangelio. En el bautismo cristiano, bautismo en el Espíritu, se perdonan los pecados. Es lo que anuncia Pedro: Convertíos y que cada uno de vosotros se haga bautizar en el nombre de Jesucristo para remisión de vuestros pecados (Hch 2,38). Pablo se lo recuerda a los corintios: Vosotros fuísteis lavados, santificados, justificados (1 Co 6,11).

10. La resurrección de los muertos es también parte de la buena noticia del evangelio. Lo dice Pablo: Si los muertos no resucitan, tampoco Cristo resucitó (1 Co 15,16). No sabemos el cómo ni en qué consiste el cuerpo espiritual del que habla San Pablo (15,44), el cuerpo resucitado. Creemos que es a imagen y semejanza de Jesús, el primogénito de entre los muertos (Col 1,18). Creemos también que seremos los mismos y en plenitud, una plenitud que no podemos imaginar (1 Co 2,9). En ambiente de polémica, se usa el término carne, más provocativo. La expresión vida eterna añade un matiz a la simple resurrección: excluye el que se vuelva a morir.

* ¿Facilita nuestra catequesis la confesión personal de toda la fe de la Iglesia?