7. REUNION Y CATEQUESIS

1. Todos los aspectos fundamentales que hemos ido viendo (constantes de la evangelización, etapas, proceso catecumenal, confesión de fe, experiencia de fe, comunidad, fuentes y lenguajes de la catequesis) tienen que ver con la reunión catecumenal o comunitaria. San Pablo consideró importante lo que sucede en la reunión de la comunidad. Por eso escribe a los corintios: Cuando os reunís, cada cual puede tener un salmo, una instrucción, una revelación, un discurso en lengua, una interpretación; pero que todo sea para edificación...Si no hay quien interprete, guárdese silencio en la asamblea. Hable cada cual consigo mismo y con Dios(1 Co 14,26-28; ver DGC 140-144).

2. Una pregunta que suele hacer quien se acerca a la comunidad (o a un grupo) es esta: ¿Qué hacéis cuando os reunís? ¿Cómo son vuestras reuniones? Una cosa importante es ésta: no podemos ignorar las cuestiones o situaciones de los participantes, si no queremos responder a preguntas que no se hacen o a problemas que no existen. Por ejemplo, en el encuentro de Pedro y Cornelio, se asume el interrogante (Hch 10,21.29). Una catequesis que acoge cada interrogante o cada situación tiene su impacto en el grupo. Lejos de ser repetitiva y conservadora, implica una renovación permanente, que permite una lectura de la vida, experiencia e historia de cada uno, a la luz de la Palabra de Dios, en una comunidad.

3. Esto supuesto, con la adaptación necesaria en cada caso, puede utilizarse el esquema de reunión que San Pablo propone a la comunidad de Corinto. En él se conjugan diversos elementos:

-salmo: oración a partir de aquello que más llama la atención y que está en relación con los acontecimientos personales, sociales o eclesiales.

-instrucción: escucha de la Palabra de Dios dicha ya, recogida en la Escritura y en la Tradición viva de la Iglesia.

-revelación: escucha de la Palabra de Dios dicha hoy, en una circunstancia concreta.

-discurso en lengua: comunicación realizada en otros lenguajes que necesitan interpretación, para que puedan ser entendidos.

4. También puede utilizarse este esquema, que es semejante al de ver, juzgar y actuar, incluyendo explícitamente estos dos elementos: la dimensión actual de la Palabra y la oración:

-información: de lo más importante, acontecido desde la última reunión.

-escucha: de la Palabra de Dios, dicha ya o dicha hoy.

-oración: desde lo escuchado, desde lo vivido, con un salmo, con propias palabras, con una canción.

-acción: brota de la escucha de la Palabra. Como dice Jesús, se trata de escuchar la Palabra y cumplirla (Mc 8,21). Insiste en ello Santiago: Poned por obra la Palabra y no os contentéis sólo con oirla, engañándoos a vosotros mismos (St 1,22). 5. No todos los elementos se dan en todas las reuniones ni tampoco se dan necesariamente todos desde el principio. Así, por ejemplo, en un momento dado, a petición de uno de sus discípulos, les inicia Jesús en la oración (Lc 11,1). Por supuesto, es fundamental la participación y la comunicación, realizada libremente y al nivel que cada uno quiera expresarse. Recordemos aquí que, originalmente, homilía significa conversación. No es un monólogo sino un diálogo. ¿Y si hay silencio? Hay quienes piensan que en el silencio no pasa nada, que es simplemente vacío. Hay quienes se angustian, no aguantan el silencio. Hay que ver lo que significa. Puede significar bloqueo, tensión, falta de comunicación, pero también reflexión, escucha, contemplación. En muchos casos, en el silencio se gesta la Palabra.

6. Desde el punto de vista de la instrucción, poco a poco desarrollamos un conjunto de catequesis, que facilitan la iniciación en el misterio de Cristo y la confesión personal de toda la fe de la Iglesia, lo que implica una entrega del Evangelio (y de la Biblia) y una entrega del Credo; facilitan también la iniciación en la justicia del Evangelio, proclamada en el sermón de la montaña, lo que implica un proceso de conversión del hombre viejo al hombre nuevo; además, facilitan la iniciación en la oración cristiana, cuyo modelo es la forma de orar de Jesús; finalmente, facilitan la iniciación en la misión evangelizadora de Jesús, que sigue diciendo: Id y haced discípulos (Mt 28,19).

7. Todo ello al servicio de la Palabra de Dios dicha hoy, que ha de tener siempre prioridad y que puede desplazar lo que previamente pudiéramos tener previsto o programado. La Palabra de Dios, viva y eficaz, puede llegar de muchas maneras: en acontecimientos personales, sociales y eclesiales, que sean significativos y elocuentes (señales); en las lecturas bíblicas del día (o del domingo); en experiencias semejantes a la de San Agustín, San Francisco, Santa Teresa, San Juan de la Cruz, Bartolomé de las Casas...

8. Poco a poco, dentro de su sencillez, se puede ir comprendiendo la complejidad, la riqueza y la variedad de la pedagogía catecumenal. He aquí algunas claves más importantes. Es una pedagogía de la escucha de la Palabra de Dios que se hace acontecimiento (dar la palabra a la Palabra); de la relación, de la comunicación, del grupo (dar la palabra al grupo);

de la experiencia (dar la palabra a los acontecimientos); de la experiencia de fe (dar la palabra a los testigos); de la información y documentación necesaria (dar la palabra a los datos objetivos: doctrinales, científicos, jurídicos, etc.); del discernimiento personal, pastoral, comunitario (dar la palabra a la luz); de la acción: compromiso, testimonio, liberación, superación de situaciones infrahumanas, evangelización (dar la palabra a las obras); de la confesión de fe, recapitulada en el símbolo de la fe (dar la palabra al Credo); de la oración: iniciación en la oración viva y espontánea, conversación con un Dios que habla (dar la palabra a los salmos, en el espíritu del Padre Nuestro); de la celebración: dimensión festiva de la Palabra de Dios cumplida en los acontecimientos (dar la palabra a la fiesta).

9. Es muy importante el papel de quien lleva el grupo, de quien instruye en la Palabra (Ga 6,6). Su función es la de ser guía. Cuando Felipe oyó al eunuco leer al profeta Isaías, le dijo: ¿Entiendes lo que vas leyendo? El contestó: ¿Cómo lo puedo entender si nadie me hace de guía (Hch 8,30-31). Felipe le guía no sólo en el sentido de las Escrituras, sino también en el sentido de los acontecimientos. Todo lo que ha sucedido ese día tiene una clave: la Buena Nueva de Jesús (8,35). Quien lleva el grupo aclarará brevemente el objetivo y el plan de la reunión, facilitará a cada uno la posibilidad de expresarse, procurará un equilibrio entre las distintas claves de la pedagogía catecumenal, seguirá el proceso personal de cada uno, facilitará la evaluación periódica del grupo.

10. ¿Y cómo poner en marcha un grupo? Un grupo puede comenzar de muchas maneras. Es fundamental compartir la propia experiencia de fe. Se puede empezar por un núcleo inicial, que va asimilando lo fundamental (Mc 4,34), que va siendo comunidad que escucha la Palabra de Dios en los acontecimientos (Mc 2,2), que está abierto a la incorporación de nuevos miembros (Hch 2,47). Para empezar, no hacen falta muchos: donde dos o tres se reúnen en su nombre, allí está el Señor en medio de ellos (Mt 18,20). Es muy importante la relación personal, la invitación, la llamada (Mc 10,49). En las parroquias puede hacerse una convocatoria general, que incluya estos elementos: información (de lo que se pretende), testimonio (lo que ha supuesto personalmente), invitación (llamada). Los caminos, por los que se llega al encuentro de Cristo, son muy diversos. Las señales del Evangelio (Mt 11,5), vividas por personas, grupos o comunidades, significan para muchos el comienzo de su proceso de evangelización.

* ¿Qué elementos de la reunión aparecen más en nuestra catequesis? ¿Cuáles aparecen menos? ¿Hay algún elemento que podemos o debemos introducir?