PROLOGO

 

Desbordando toda previsión, en febrero de 1991 los medios de comunicación seguían haciéndose eco de mi libro sobre la muerte y la figura de Juan Pablo I,  Se pedirá cuenta [1] , que había sido publicado en el mes de diciembre. Desde su residencia romana en la Casa Internacional del Clero, el responsable de la sección española en la Secretaría de Estado, antiguo compañero de estudios e incluso amigo, no pudo aguantar más. El funcionario vaticano me envió una carta que considero impertinente y de la que extraigo unos párrafos suficientemente significativos:

 

“Querido amigo Jesús: Te escribo perfectamente consciente de la inutilidad de la petición que con mi carta quiero hacerte. Si has desoído a tantas personas con mucho más peso y méritos que yo ¿por qué habrías de hacerme caso a mí? Pero déjame que te diga también yo, con todo el amor de hermano en el sacerdocio y compañero de estudios en Salamanca y Roma, que no, que estás equivocado, que el papa Juan Pablo I murió sencillamente por su frágil salud, por causas perfectamente naturales, y no asesinado en el Vaticano, como tú quieres concluir en las páginas que has escrito. Es sólo pena, pena honda lo que me produce ver tu nombre suscribiendo medias verdades que tanto mal pueden acarrear a la Iglesia de Cristo, a la única Iglesia por la que tú y yo trabajamos para que Cristo sea conocido y amado. Si un enemigo de Cristo o de la Iglesia suscribiera tu tesis, no me produciría ninguna sorpresa. Pero que sea un sacerdote, ¡por favor! Deja que firme esas páginas un aprendiz de detective sin escrúpulos y ávido de dinero o renombre. Pero que no sea un discípulo del Señor, uno puesto por la Iglesia para edificar a los hermanos y llevarles a la verdad. Seguramente pensarás que en lugar de decirte que estás equivocado, pida a la Santa Sede que te dé pruebas de que el papa Juan Pablo I murió de muerte natural y no asesinado, como tú sostienes. También seguramente supondrás que la Santa Sede no va a sentarse en el banquillo de los acusados para responder a las medias verdades que tú has ido recogiendo de aquí y de allá. Tampoco a mí la Santa Sede me ha dado razones, como si tuviera que explicarme que el papa murió de muerte natural. Cierto que, por mi posición, sí que he podido oír a personas que estuvieron en contacto aquellos días con el papa y que excluyen de modo categórico que hubiera algún tipo de violencia en su muerte. Pero estas personas seguramente a ti tampoco te iban a convencer, aunque oyeras la verdad de sus labios”.

“Adelante, Jesús, con tus desgarres a la túnica de Cristo. La Iglesia a la que tú atacas no se va a defender; ni va a arrojarte de su seno como a un hijo renegado. Rezará, rezará mucho por ti; como lo haría tu madre, fiel y sencilla hija de la Iglesia, si te viera obcecado en esta batallita que quedaría en simple aventura quijotesca, si no estuvieran de por medio cosas tan serias como la veracidad de la Iglesia; de esta Iglesia tuya y mía, que tiene una autoridad, a la que tú conscientemente desobedeces. Hubiera dado cualquier cosa para que vieras la cara de dolor de esta ‘autoridad de la Iglesia’, cuando hace meses presenté un breve resumen de tu manuscrito. Pero no importa, adelante. Esta autoridad está acostumbrada a sufrir por calumnias, por infidelidades, incluso por disparos a bocajarro un 13 de mayo. Con la técnica de ilaciones y medias verdades te aseguro que podría hacerse otro libro en el que se probara que el último eslabón de la conjura que quiso asesinar al papa un 13 de mayo fueron las consabidas intrigas vaticanas. Poder, dinero, droga, sexo, lo que quieras” [2] . 

 

Graves responsabilidades

No puedo menos de hacer un comentario. Por lo visto, aquí la única postura acertada y coherente es la de mi viejo amigo. Además, sin pruebas ni razones, dando por supuesto que la Santa Sede no tiene por qué dar explicaciones a nadie, ni a la Iglesia ni al mundo. Y estamos (no lo olvidemos) ante un acontecimiento histórico, no dogmático, pero dogmáticamente interpretado: ¿De qué murió Juan Pablo I?  De muerte natural, se dice. ¿Cuál fue realmente su figura? La de un pobre hombre aplastado por el peso del papado, un enfermo, se dice también. Y de ese círculo no se puede salir.

Del atentado contra Juan Pablo II hablaremos más adelante, pero una cosa quiero anticipar: lo que nunca ha quedado claro es de dónde vinieron los tiros, lo que es fundamental para entender el sentido de aquel enigmático acontecimiento.

En cuanto a las “ilaciones”, que mi interlocutor parece menospreciar, el Diccionario de la Real Academia las define así: “acción y efecto de inferir una cosa de otra”, “trabazón razonable y ordenada de las partes de un discurso”, “enlace o nexo del consiguiente con sus premisas”. La palabra, por tanto, tiene varios significados y todos positivos. Me pregunto si mi antiguo compañero de estudios tiene problemas con la lógica y por qué.

En cuanto a las “medias verdades”, podría decirme en cada caso dónde está la otra mitad y, sobre todo, por qué diabólica razón hacer justicia a Juan Pablo I s ignifica atacar a la Iglesia. Además, no es ni media verdad identificar a la Iglesia con el Estado Vaticano o con su Secretaría de Estado. La Iglesia es Comunidad, no Estado.

He de decir que, para resistir a fuertes presiones, he tenido muy presente esa lección de nuestra historia que ahora se quiere olvidar, como dice Valente, “los padecimientos y exilios que en ceremoniales y liturgias suelen cubrirse con una insuficiente y pálida escayola” , la cruz de fray Juan: encarcelado, excomulgado [3] , despojado de dignidades y cargos, muerto en una suerte de exilio interior, “cuando sólo ser su amigo era delito”.

No quiero pasar por alto la referencia a mi madre, que murió en 1956 y de la que me despedí en el momento de marchar al seminario. Ahora me acompaña, de otra forma, en esta aventura que mi viejo amigo llama quijotesca. Para mí es sencillamente un compromiso, que asumo en conciencia, libre y plenamente, aunque me suponga marginación y conflicto. Como dice San Pablo : Lo que me ha sucedido ha contribuido más bien al progreso del Evangelio; de tal forma que se ha hecho público en todo el pretorio y entre todos los demás, que me hallo en cadenas por Cristo [4] .  

La carta llegó el 27 de febrero. Hice mía la oración de la primera lectura del día, del profeta Jeremías , a quien las viejas instituciones denunciadas quieren hacer callar: Señor, oye cómo me acusan [5] .

No dudo de que el antiguo compañero, hoy flamante nuncio y además arzobispo [6] , escribía con sinceridad, pero también con sinceridad le respondí el 24 de marzo:

 

“Amigo Francisco-Javier: A finales de febrero, recibí tu carta. Me alegró tener noticias tuyas, aunque - como puedes suponer - no estamos precisamente de acuerdo. Quizá, de haber esperado algunos días, ni siquiera tú mismo hubieras escrito las mismas cosas. De todos modos, comprendo que, por tu posición o por lo que sea, digas lo que dices” [7] .

 

¿Qué había pasado mientras tanto? Precisamente, a finales de febrero Juan Pablo II  pidió a la Secretaría de Estado el libro Se pedirá cuenta. Allí tenían solamente un borrador, pero el papa quería el libro publicado. Entonces desde la Secretaría de Estado llamaron al Colegio Español de Roma. No había ningún ejemplar en la biblioteca. En todo el Colegio sólo había un ejemplar y había cola para leerlo. Un matrimonio de la comunidad de Ayala [8] se lo había enviado a un sacerdote, que estaba ampliando estudios en Roma. El propio sacerdote llevó el libro a la Secretaría de Estado. Exactamente, el día 27, el mismo día en que recibíamos aquí la carta. De esta forma llegó al papa el ejemplar que quería y que, tres meses después, devolvió. Al tanto de todo esto, le dije también al responsable de la sección española en la Secretaría de Estado:

“Aprovecho esta ocasión para enviarte dos ejemplares del libro, uno para ti y otro para que, si te parece, se lo ofrezcas al papa. Al fin y al cabo, él tiene ahora la gravísima responsabilidad de hacer justicia a Juan Pablo I.  En el pontificado actual, aunque haya sido lentamente, se han dado pasos importantes: pago de más de 240 millones de dólares por la responsabilidad contraída en la quiebra del Ambrosiano, reforma del IOR, cese de Marcinkus ... Sin embargo, aún subsisten responsabilidades muy graves: se ha ocultado a la Iglesia y al mundo la verdadera causa de la muerte de Juan Pablo I, se ha distorsionado su figura, otras muertes están por aclarar... Finalmente, no te preocupes por lo que llamas desgarres de la túnica de Cristo o de la Iglesia. Aquí lo que se rasga es el vestido viejo y lo que importa, según el Evangelio, es el vestido nuevo. Lo demás son remiendos. A tu disposición, un cordial saludo en el Señor, que sube a Jerusalén y purifica el templo”. 

 

Escribí la carta en domingo de ramos, fiesta que evoca la subida de Jesús a Jerusalén y la denuncia del templo. Frente a las leyes del pensamiento único y de la obediencia debida o ciega (tan peligrosas en la sociedad y en la Iglesia, como bien sabemos en nuestro tiempo), los creyentes decimos otra cosa desde hace veinte siglos: Hemos de obedecer a Dios antes que a los hombres [9] .

 

Cualquiera puede juzgar

Desde entonces, no ha pasado el tiempo en vano. La historia no se para de repente, como si no hubiera pasado nada antes, como si no pasara nada después. En estos años han pasado muchas cosas al respecto, y también otras que no podemos dejar de considerar:

 

-        En primer lugar, nada de frágil salud en Juan Pablo I:  con ocasión de una entrevista que se me hizo y que sólo en parte se publicó, el médico personal de Juan Pablo I, Dr. Da Ros , dijo, tras quince años de silencio, que el papa estaba bien y que él no recetó nada aquella noche. Además, ¿se le hizo o no se le hizo autopsia al papa Luciani ? Siempre se dijo que no. Sin embargo, aportamos un testimonio a favor de la misma, según la cual  el papa murió por la ingestión de una dosis fortísima de un vasodilatador recetada por teléfono por su médico personal de Venecia. Ahora bien, el propio médico ha dicho públicamente que él no recetó nada. Así pues, ¿hubo un medicamento que mató al papa y que su médico no recetó?

-        Camilo Bassotto , amigo personal del papa Luciani, ha dado a conocer la fuente veneciana [10] , que reivindica la figura de Juan Pablo I y  publica el testimonio de personas amigas que habían estado calladas y que en su momento se decidieron a hablar. Por ejemplo, don Germano Pattaro , su consejero teológico, que afirma que el papa estaba en el camino de la profecía; la llamada persona de Roma, que atestigua que Juan Pablo I había tomado decisiones tan importantes y arriesgadas como éstas: cortar la vinculación del IOR (el banco vaticano) con el Banco Ambrosiano, destituir a Marcinkus (presidente del IOR) y hacer frente con valentía (delante de todos) a la masonería y a la mafia; sor Vincenza Taffarel , la religiosa que descubrió el cadáver y que relata cómo lo encontró.

-        La persona de Roma entregó a Camilo Bassotto  (para que lo publicara, pero sin firma) su testimonio. El testimonio es muy importante, quizá el que más, pero importa no sólo el mensaje, sino también el mensajero. Hemos investigado quién es la persona de Roma : en nuestra opinión, el cardenal Pironio, ya fallecido.

-        Juan Pablo I quería terminar con el escándalo del IOR, el banco vaticano, y con la conexión IOR-Ambrosiano. En 1992 se constata un hecho importante: los responsables del Ambrosiano y de la logia P2 son condenados con muchos años de cárcel en el juicio por la quiebra fraudulenta del banco. Los responsables del IOR, implicados en la quiebra, consiguieron escapar a la orden de captura. Se apeló a los Pactos de Letrán y a la soberanía del Estado vaticano. No obstante, para zanjar la cuestión, el Vaticano pagó “voluntariamente” más de 240 millones de dólares a los acreedores del Ambrosiano.

-        Se comprende perfectamente que el escándalo IOR-Ambrosiano, como espada de Damocles, gravitara sobre el cónclave que eligió a Juan Pablo I y, mucho más, sobre el cónclave que eligió a Juan Pablo II. Se comprende que el papa Luciani p asara un mes de infierno en el Vaticano. Se  comprende que estuviera a punto de realizar cambios importantes que el cardenal Villot, secretario de Estado, interpretó como una traición a la herencia de Pablo VI . Se comprende que Juan Pablo I fuera eliminado y que su muerte fuera anunciada (crípticamente) por un periodista, Mino Pecorelli, que sería asesinado unos meses después. Se comprende que triunfara finalmente el candidato de Villot, el papa extranjero. 

-        A la muerte de Luciani se difunde (como un dogma) la tesis oficial: infarto agudo de miocardio. Se difunde también la distorsión de su figura: no estaba capacitado para ser papa. En 1989 una publicación, en principio apoyada por Juan Pablo II , consuma la mayor distorsión ; nos consta que hubo desolación en el Vaticano, pero ¿cómo explicar el silencio del papa Wojtyla? En 1990 otra publicación, también apoyada (en cierto modo) por el papa, oficia la ceremonia de la confusión: una novela, hecha por un conocido historiador, mezcla astutamente datos verdaderos y falsos. ¿Qué se pretende con ello? Se distorsiona la figura del papa Luciani  y se sirve en bandeja la tesis oficial: muerte natural de un hombre enfermo, no capacitado para ser papa.

-        Según la misteriosa visión de una monja, el papa Juan Pablo I f ue asesinado. El tema no tendría mayor importancia, podría despacharse como una cosa rara, una alucinación. Pero la visión en cuestión aparece en el último libro del teólogo suizo Hans Urs Von Balthasar  (Erika, 1988), que la califica teológicamente como “revelación privada”. Además, poco después, Juan Pablo II  le nombra cardenal. ¿Nos podría explicar el papa Wojtyla su lógica más profunda?

-        El atentado contra Juan Pablo II , el 13 de mayo de 1981, es un enigma realmente endiablado. Se han dado diversas explicaciones: la pista búlgara,  que lleva al bloque del Este, a Bulgaria y al antiguo KGB soviético ; la pista atlántica, diametralmente opuesta, que lleva al grupo terrorista de los Lobos Grises, de extrema derecha, grupo vinculado con los servicios secretos occidentales y con la CIA, pero también con la mafia y con el tráfico de armas y de drogas; la pista italiana, compatible con la anterior, que considera el atentado un “asunto interno italiano”. Los búlgaros acusados fueron puestos en libertad por insuficiencia de pruebas; además, hoy se sabe que Juan Pablo II tuvo un papel moderador en la crisis polaca; también se sabe que miembros de los servicios secretos italianos vinculados a la logia P2 desviaron la investigación echando la culpa a los búlgaros y a los rusos. Y no se ha querido llegar al fondo de la cuestión, tampoco en el Vaticano.

-        El tan traído y llevado secreto de Fátima  ¿ha sido conocido y utilizado por los responsables del atentado? ¿ha sido manipulado al servicio de la “auto-santificación” de Juan Pablo II ? En medio de tanta beatificación y canonización (con casos que suscitan perplejidad y escándalo) ¿se le ha hurtado a Juan Pablo I l a gloria del martirio? Se requiere un atento discernimiento.

-        Emanuela Orlandi, hija de un empleado vaticano, desapareció en Roma el 22 de junio de 1983. El hecho se produce dos años después del atentado contra Juan Pablo II, un año después de la quiebra del Ambrosiano y del asesinato de su presidente, y un año antes de que el IOR pagara por la responsabilidad contraída en la quiebra del Ambrosiano una suma importante. El caso es complejo, pero ¿conecta con los demás enigmas vaticanos que marcan el pontificado de Juan Pablo II?

-        Un enigma más: el 4 de mayo de 1998 aparecen muertos en el Vaticano el comandante de la Guardia suiza, Alois Estermann , su mujer Gladys Meza  y el cabo Cédric Tornay . Según la sentencia vaticana, en un arrebato de locura Tornay asesinó a los esposos Estermann y después se suicidó. Sin embargo, las cosas no están claras. Un grupo de eclesiásticos y laicos vaticanos da otra explicación: para ellos se trata de un triple asesinato, resultado de una sorda lucha de poder entre dos grupos (masonería-Opus Dei) que se disputan el control de la seguridad del Vaticano. Asimismo, la familia del cabo Tornay hace una investigación, según la cual el guardia suizo fue asesinado.

-        Pero ¿se puede hablar de masonería dentro del Vaticano? ¿No parece una acusación increíble, lanzada por instituciones conservadoras que no han aceptado la renovación del Concilio? Sin embargo, los hechos llevan a preguntarse: ¿existe en el Vaticano un poder oculto que, en determinadas circunstancias, está por encima del papa? ¿Se ha convertido el Vaticano, como el viejo templo denunciado por Jesús, en casa de mercado [11] y en cueva de bandidos? [12]

-        Los hechos llevan también a plantear qué papel juega el Opus Dei en el pontificado de Karol Wojtyla . Frente a la oposición de muchos obispos, Juan Pablo II  convierte en prelatura al Opus y, con rapidez inusual, beatifica y canoniza a su fundador. Se impone la pregunta: ¿a cambio de qué? Además, ¿se está haciendo el Opus con el control del Vaticano?

-        El papa Wojtyla  se ha caracterizado por una posición cerrada en diversos temas relacionados, de uno u otro modo, con la sexualidad, como la secularización de los sacerdotes, la ordenación de casados, la ordenación de mujeres o la regulación de la natalidad. A la hora de hacer balance de su pontificado, ¿cómo juzgar esas actitudes a la luz de la palabra de Dios?

-        Otra cuestión: suele decirse que Juan Pablo II es conservador en lo eclesial y avanzado en lo social. Pero ¿es esto así? ¿Su doctrina social no da para más que para apoyar un capitalismo liberal, aunque sea reformado? ¿Dónde y en qué circunstancias se produce su encuentro con el movimiento obrero?

-        Ya en 1969, en su primer viaje a América del Norte, el cardenal Wojtyla  recibe un consejo misterioso: visitar todas las ciudades norteamericanas donde los cardenales tengan sedes. Asimismo, los periodistas Carl Bernstein  y Marco Politi , en su libro titulado Su Santidad [13] , han dado a conocer la particular relación del papa Wojtyla con una mujer polaca, casada en Estados Unidos, profesora de filosofía, que tuvo un especial empeño en presentar a Wojtyla como el líder católico que necesitaba el mundo. La profesora puso a los pies del cardenal los eficaces recursos del país más poderoso de la tierra y, por este procedimiento tan poco ordinario, Wojtyla fue promovido y preconizado papa en Estados Unidos, ya en 1976. ¿Se produjo una campaña electoral a favor de Wojtyla ya en vida de Pablo VI ? ¿Continuó durante el breve pontificado de Juan Pablo I?  ¿Cómo se explica (según el testimonio de don Germano Pattaro, su consejero teológico ) que Juan Pablo I supiera ya, a los pocos días de pontificado, quién iba a ser (y además pronto) su sucesor?

-        Es preciso reflexionar sobre la beligerancia política del presente pontificado: ¿Debía un papa colaborar en el acoso occidental al bloque del Este? ¿Debía aparecer ante el mundo como aliado del imperio? ¿Ha debilitado el compromiso de la Iglesia en la liberación de los pobres? ¿Ha caído en la tentación del poder?

-        Hay que reflexionar también sobre qué tipo de renovación promueve el papa Wojtyla: ¿Ha confundido  la renovación eclesial (sueño de Juan XXIII ) con la renovación imperial (viejo sueño medieval)? ¿Encaja su biografía en el marco de la renovación imperial más que en el marco de la renovación eclesial?

-        Tras los atentados del 11 de septiembre, Estados Unidos declara la guerra a Afganistán, donde (al parecer) se encuentra el principal sospechoso Osama Ben Laden. ¿Cuál es la posición de Juan Pablo II al respecto?

-        Febrero y marzo de 2003. Estados Unidos y países aliados (entre ellos, España) preparan la guerra contra Irak y la desencadenan. ¿Qué posición mantiene el papa? ¿Cambia su actitud con relación a la guerra? ¿En qué contexto se produce ese cambio? ¿Se dan hechos que contradicen ese cambio?

-        Finalmente, abordamos el declive físico del papa Wojtyla. C omienza con el tumor de colon, que se le extirpa en 1992. ¿Es cierto que t odo cambia con esa enfermedad? ¿Existe claramente un antes y un después? ¿Qué significa esa enfermedad? ¿Se produce, en el fondo, un impresionante chequeo papal?

                       

Cualquiera puede juzgar. La historia que va de Juan Pablo I a Juan Pablo II  debe ser puesta a la luz del sol, delante de todos. No podemos comulgar con piedras de molino. La crítica es un servicio eclesial, que ayuda a tomar conciencia de lo que nunca debió suceder y que abre una alternativa de cambio y de renovación.

Lo anunciamos (hace años) de palabra y por escrito: “Se pedirá cuenta. Más aún, se está pidiendo ya. Para quien quiera escuchar, Dios habla de muchas maneras en la historia humana”, “le corresponde al papa Juan Pablo II la más alta responsabilidad de curar esa herida mal cerrada de la muerte y figura de Juan Pablo I” [14] .

El presente libro es un juicio crítico sobre el papa Wojtyla. Al final de su largo pontificado, al papa se le pide cuenta: de la causa de Juan Pablo I y de otros asuntos, también importantes. Es normal que los creyentes lo hagan a la luz de la palabra de Dios [15] . Los no creyentes pueden hacerlo a la luz de la propia conciencia. En cualquier caso, como dice San Pablo , mediante la manifestación de la verdad, nos encomendamos a toda conciencia humana delante de Dios [16] .

Apelamos al derecho y al deber de manifestar lo que en conciencia creemos que desfigura el rostro de la Iglesia. Acerca de sus defectos, en cuanto que está formada por hombres, dijo el Concilio: “Debemos tomar conciencia de ellos y combatirlos con firmeza para que no lesionen la difusión del Evangelio” [17] .

En los primeros tiempos se consideraba normal. Pedro justifica su conducta ante la comunidad de Jerusalén por su acogida dada al centurión Cornelio [18] . Y en Antioquia, cuando Pedro cede a la presión (involutiva) del legalismo judeocristiano, Pablo se le enfrenta cara a cara, porque era digno de reprensión [19] . Estaba en juego la legítima libertad cristiana [20] . 

En medio de la tensión eclesial que supone la publicación del presente libro, se me ruega que no lo publique. Que lo envíe incluso a todos los cardenales, pero que no lo publique:  “causaría daño a gente sencilla”. Sin embargo, el daño a la gente sencilla lo produce el hecho denunciado (en general, conocido por otros medios), no la denuncia del hecho. Además, así lo creo, dicha denuncia es necesaria, es un derecho y un deber, supone un gesto que muchos agradecerán.

Se me dice también: “Si es una reprensión de Pedro, díselo a Pedro”, “si es una corrección fraterna, díselo al interesado”. Ser papa es un hecho público. Pablo corrige a Pedro y nos enteramos todos. Por lo demás, la historia ya es larga. Primero fue el pliego sobre la muerte de Juan Pablo I: se armó mucho revuelo, pero no hubo cambio alguno. Después fue el libro Se pedirá cuenta: lo leyó el papa, pero no hizo nada. Ahora llega El día de la cuenta. En cada uno de los tres casos, informé primero al obispo de Avila, diócesis a la que pertenezco. Llega un momento en el que no hay que esperar más: Díselo a la comunidad [21] , díselo a la Iglesia, díselo a quien te quiera escuchar.

En realidad, nunca pensé escribir este libro. Entendí que debía hacerlo en julio de 1992, escuchando la palabra de Dios que se leía en todas las iglesias el día de la operación del papa. Me pareció impresionante, una palabra de juicio. Comprendí la difícil papeleta que me tocaba, la acepté y empecé a escribir.

Se me dice que lo que pretendo con mi libro “sólo podría hacerlo un concilio”, pero lo mío es sólo una “reprensión de Pedro”. Se me dice que “no es serio”, pero respondo con una pregunta: el libro aporta un conjunto de datos ¿cuál de ellos no es cierto? Se me dice que “no hay pruebas”, pero durante muchos años hemos constatado represión de la investigación y miedo en los testigos. ¿Acaso hay que comulgar con esto?

En general, lo que hay es miedo. Lo dijo Santa Catalina de Siena en el siglo XIV. Los ministros de Dios, que no denuncian los males de la Iglesia por “temor servil”, son malos pastores. No tienen perro, el perro de la conciencia, o no les ladra. Ya lo denunció el profeta Isaías: Sus vigías son perros mudos, que no pueden ladrar [22] . No  comprenden que el Señor les pedirá cuenta “en el último extremo de la muerte” [23] .

Quiero precisar que no se trata de analizar todo el pontificado de Juan Pablo II. El libro se centra en la causa de Juan Pablo I y en otros asuntos, también importantes. Eso sí, todo ello repercute en la visión del pontificado. Asimismo, no se juzgan intenciones, sino hechos. Sólo el Señor sondea el corazón [24] .   

            A comienzos del tercer milenio, al papa se le pide una forma de ejercer su función [25] , realmente evangélica y ecuménica: proclamar la palabra de Dios, toda la palabra y nada más que la palabra, sin imponerla por la fuerza.

Lo decíamos hace tres años: “Ante el futuro cónclave que elija al sucesor, es hora de reflexionar sobre qué papa necesita la Iglesia Católica y qué papa puede abrir un horizonte de esperanza para el mundo. En 1958, tras el largo pontificado de Pío XII  (1939-1958), todo parecía atado y bien atado. Sin embargo, se produjo un cambio de péndulo y vino la renovación conciliar: Juan XXIII , Pablo VI,  Juan Pablo I ( 1958-1978). Ahora, ciertamente, nadie espera un cambio semejante. Sin embargo, es necesario y hay que gritarlo”.

Primer semestre de 2002. El obispo de Avila, Adolfo González, amenaza con retirarme las licencias ministeriales “en cuanto aparezca (el libro) a la venta”, pues, dice, “contribuye a difamar la persona y el pontificado del Santo Padre” [26] . El obispo auxiliar de Madrid, Eugenio Romero, me hace un estudio crítico, que le agradezco, pero no lo firma.  Por mi parte, le presento mis observaciones. Asimismo, envío el manuscrito al papa. Tengo acuse de recibo de la Secretaría de Estado.

Más noticias. El caso de la muerte de Juan Pablo I, reabierto en la Fiscalía de Roma, está en fase preliminar. El obispo de Avila es trasladado a Almería. Pedro Casaldáliga, obispo de Sâo Félix do Araguaia, me envía una carta de amistad y comunión: “Todo tu material es importante para la historia y para la purificación de la Iglesia”. 34 obispos latinoamericanos piden al papa que convoque un nuevo concilio. De momento, dadas las circunstancias, el libro sale en edición privada. Es el 26 de junio de 2002.

Precisamente, ese día se leía en todas las iglesias este pasaje: El sacerdote Helcías me ha dado un libro [27] . Se refería al manuscrito hallado en el templo el año 622 a.C. Era nada menos que el libro de la Ley. En otro tiempo había sido considerado peligroso y, por ello, había circulado de forma clandestina. El pasaje resultaba significativo. Desde entonces, El día de la cuenta ha ido de mano en mano y ha llegado lejos.

Con fecha 2 de agosto de 2002, el cardenal brasileño Aloisio Lorscheider me envía la siguiente carta:

 

“Rev.mo P. Jesús López Sáez: Recibí el libro ‘El día de la cuenta. Juan Pablo II a examen’.

Agradecido por su gentileza, le aseguro mi oración por su vida y por el éxito en sus actividades.

Reciba un abrazo muy fraterno y la bendición de Aloisio, cardenal Lorscheider, Arzobispo de Aparecida (Brasil)”.

 

El 13 de agosto, el obispo Pedro Casaldáliga escribe:

 

“Querido Jesús: Acabo de recibir tu libro. Veo que sabes conjugar lo valiente con lo cortés. Me parece muy bien que de momento la edición sea para uso privado. Me parece muy bien también que hayas enviado ejemplares a esos cardenales.

Todo sea por la causa del Reino y para un testimonio más limpio por parte de la Iglesia. Seguiremos unidos en ese servicio y en esa esperanza.

Para ti y tu comunidad un fuerte abrazo, siempre pascual. Pedro Casaldáliga”. 

 

2 de abril de 2005. La edición privada se agota. La vida de Juan Pablo II, también. No lo podíamos imaginar. En el día de su muerte, en el día de la cuenta,  escuchamos con atención el pasaje que se lee en todas las iglesias, como propio de la liturgia del día, el que toca: ¿Puede aprobar Dios que os obedezcamos a vosotros en vez de a él? [28] . Dicho de otro modo: Hemos de obedecer a Dios antes que a los hombres.

El pasaje en cuestión aparece al final de mi carta a Juan Pablo II (23-3-2002), como puede verse en el Apéndice y al final del presente libro. Se lo anunciamos entonces. Ahora no podemos sino dar gracias: Es el Señor quien lo ha hecho, ha sido un milagro patente [29] . Comentando este salmo en la eucaristía de la comunidad, nos llega la noticia del fallecimiento. Nos llega en buen momento. Podemos decir que mejor imposible. Estamos reunidos, en oración, vigilantes. Pase lo que pase, ha llegado el momento de la edición pública. El que pueda entender, que entienda.



[1] Puede encontrarse en internet: www.comayala.es

[2] Carta de 18-2-1991.

[3] Un nuncio, Felipe Sega, excomulgó a fray Juan. Ver mi catequesis publicada con motivo del IV Centenario de su muerte: Al encuentro de San Juan de la Cruz , Asociación Comunidad de Ayala, Madrid 1991.

[4] Flp 1,12-13.

[5] Jr 18,19. Se leía ese día también el salmo 31: Pero yo confío en ti, Señor. Y este pasaje del Evangelio: Mirad que subimos a Jerusalén y el Hijo del hombre será entregado a los sumos sacerdotes y escribas (Mt 20,18).

[6] En 1994 fue nombrado arzobispo titular de Peñafiel y nuncio en Tanzania.

[7] Carta de 24-3-1991.

[8] Mariano y Vito.

[9] Hch 5,29.

[10] Ver C. BASSOTTO, Il mio cuore é ancora a Venezia, Tip. Adriatica. Musile di Piave (Venezia), 1990.

[11] Jn 2,16.

[12] Mc 11,17.

[13] BERNSTEIN-POLITI, Sua Santità, Rizzoli, Milán, 1996. Traducción española: Su Santidad, Ed. Planeta, Barcelona, 1996.

[14] Se pedirá cuenta, Orígenes, Madrid, 1990, 125-126.                

[15] DV 10.

[16] 2 Co 4,2.            

[17] GS 43.

[18] Hch 11, 1-18.

[19] Ga 2, 11.

[20] Ga 5, 1-12.

[21] Mt 18, 17.

[22] Is 56, 10.

[23] SANTA CATALINA DE SIENA, El Diálogo,BAC, Madrid, 1980, nn. 129 y 119.

[24] Jr 17, 10.

[25] Ver JUAN PABLO II, Ut unum sint, 95.

[26] Carta de 26-1-2002.

[27] 2 Re 22, 10.

[28] Hch 4,19

[29] Sal 118.