PROLOGO
Desbordando
toda previsión, en febrero de 1991 los medios de comunicación seguían
haciéndose eco de mi libro sobre la muerte y la figura de Juan Pablo
I,
Se pedirá
cuenta
[1]
, que había sido publicado en el mes de diciembre.
Desde su residencia romana en la Casa Internacional del Clero, el
responsable de la sección española en la Secretaría de Estado, antiguo
compañero de estudios e incluso amigo, no pudo aguantar más. El funcionario
vaticano me envió una carta que considero impertinente y de la que
extraigo unos párrafos suficientemente significativos:
“Querido
amigo Jesús: Te escribo perfectamente consciente de la inutilidad
de la petición que con mi carta quiero hacerte. Si has desoído a tantas
personas con mucho más peso y méritos que yo ¿por qué habrías de hacerme
caso a mí? Pero déjame que te diga también yo, con todo el amor de
hermano en el sacerdocio y compañero de estudios en Salamanca y Roma,
que no, que estás equivocado, que el papa Juan Pablo I
murió sencillamente
por su frágil salud, por causas perfectamente naturales, y no asesinado
en el Vaticano, como tú quieres concluir en las páginas que has escrito.
Es sólo pena, pena honda lo que me produce ver tu nombre suscribiendo
medias verdades que tanto mal pueden acarrear a la Iglesia de Cristo,
a la única Iglesia por la que tú y yo trabajamos para que Cristo sea
conocido y amado. Si un enemigo de Cristo o de la Iglesia suscribiera
tu tesis, no me produciría ninguna sorpresa. Pero que sea un sacerdote,
¡por favor! Deja que firme esas páginas un aprendiz de detective sin
escrúpulos y ávido de dinero o renombre. Pero que no sea un discípulo
del Señor, uno puesto por la Iglesia para edificar a los hermanos
y llevarles a la verdad. Seguramente pensarás que en lugar de decirte
que estás equivocado, pida a la Santa Sede que te dé pruebas de que
el papa Juan Pablo I murió de muerte natural y no asesinado, como
tú sostienes. También seguramente supondrás que la Santa Sede no va
a sentarse en el banquillo de los acusados para responder a las medias
verdades que tú has ido recogiendo de aquí y de allá. Tampoco a mí
la Santa Sede me ha dado razones, como si tuviera que explicarme que
el papa murió de muerte natural. Cierto que, por mi posición, sí que
he podido oír a personas que estuvieron en contacto aquellos días
con el papa y que excluyen de modo categórico que hubiera algún tipo
de violencia en su muerte. Pero estas personas seguramente a ti tampoco
te iban a convencer, aunque oyeras la verdad de sus labios”. “Adelante,
Jesús, con tus desgarres a la túnica de Cristo. La Iglesia a la que
tú atacas no se va a defender; ni va a arrojarte de su seno como a
un hijo renegado. Rezará, rezará mucho por ti; como lo haría tu madre,
fiel y sencilla hija de la Iglesia, si te viera obcecado en esta batallita
que quedaría en simple aventura quijotesca, si no estuvieran de por
medio cosas tan serias como la veracidad de la Iglesia; de esta Iglesia
tuya y mía, que tiene una autoridad, a la que tú conscientemente desobedeces.
Hubiera dado cualquier cosa para que vieras la cara de dolor de esta
‘autoridad de la Iglesia’, cuando hace meses presenté un breve resumen
de tu manuscrito. Pero no importa, adelante. Esta autoridad está acostumbrada
a sufrir por calumnias, por infidelidades, incluso por disparos a
bocajarro un 13 de mayo. Con la técnica de ilaciones y medias verdades
te aseguro que podría hacerse otro libro en el que se probara que
el último eslabón de la conjura que quiso asesinar al papa un 13 de
mayo fueron las consabidas intrigas vaticanas. Poder, dinero, droga,
sexo, lo que quieras”
[2]
.
Graves responsabilidades
No
puedo menos de hacer un comentario. Por lo visto, aquí la única postura
acertada y coherente es la de mi viejo amigo. Además, sin pruebas
ni razones, dando por supuesto que la Santa Sede no tiene por qué
dar explicaciones a nadie, ni a la Iglesia ni al mundo. Y estamos
(no lo olvidemos) ante un acontecimiento histórico, no dogmático,
pero dogmáticamente interpretado: ¿De qué murió Juan Pablo I?
De muerte natural, se dice. ¿Cuál fue realmente
su figura? La de un pobre hombre aplastado por el peso del papado,
un enfermo, se dice también. Y de ese círculo no se puede salir. Del
atentado contra Juan Pablo II hablaremos más adelante, pero una cosa
quiero anticipar: lo que nunca ha quedado claro es de dónde vinieron
los tiros, lo que es fundamental para entender el sentido de aquel
enigmático acontecimiento. En
cuanto a las “ilaciones”, que mi interlocutor parece menospreciar,
el Diccionario de la Real Academia las define así: “acción y efecto
de inferir una cosa de otra”, “trabazón razonable y ordenada de las
partes de un discurso”, “enlace o nexo del consiguiente con sus premisas”.
La palabra, por tanto, tiene varios significados y todos positivos.
Me pregunto si mi antiguo compañero de estudios tiene problemas con
la lógica y por qué. En
cuanto a las “medias verdades”, podría decirme en cada caso dónde
está la otra mitad y, sobre todo, por qué diabólica razón hacer justicia
a Juan Pablo I s
ignifica atacar a
la Iglesia. Además, no es ni media verdad identificar a la Iglesia
con el Estado Vaticano o con su Secretaría de Estado. La Iglesia es
Comunidad, no Estado. He
de decir que, para resistir a fuertes presiones, he tenido muy presente
esa lección de nuestra historia que ahora se quiere olvidar, como
dice Valente, “los padecimientos y exilios que en ceremoniales y liturgias
suelen cubrirse con una insuficiente y pálida escayola”
, la cruz de fray
Juan: encarcelado, excomulgado
[3]
, despojado de dignidades y cargos, muerto en una
suerte de exilio interior, “cuando sólo ser su amigo era delito”.
No
quiero pasar por alto la referencia a mi madre, que murió en 1956
y de la que me despedí en el momento de marchar al seminario. Ahora
me acompaña, de otra forma, en esta aventura que mi viejo amigo llama
quijotesca. Para mí es sencillamente un compromiso, que asumo en conciencia,
libre y plenamente, aunque me suponga marginación y conflicto. Como
dice San Pablo
: Lo que me ha sucedido ha contribuido más bien
al progreso del Evangelio; de tal forma que se ha hecho público en
todo el pretorio y entre todos los demás, que me hallo en cadenas
por Cristo
[4]
. La
carta llegó el 27 de febrero. Hice mía la oración de la primera lectura
del día, del profeta Jeremías
, a quien las viejas
instituciones denunciadas quieren hacer callar: Señor, oye cómo me acusan
[5]
. No
dudo de que el antiguo compañero, hoy flamante nuncio y además arzobispo
[6]
, escribía con sinceridad, pero también con sinceridad
le respondí el 24 de marzo:
“Amigo
Francisco-Javier: A finales de febrero, recibí tu carta. Me alegró
tener noticias tuyas, aunque - como puedes suponer - no estamos precisamente
de acuerdo. Quizá, de haber esperado algunos días, ni siquiera tú
mismo hubieras escrito las mismas cosas. De todos modos, comprendo
que, por tu posición o por lo que sea, digas lo que dices”
[7]
.
¿Qué
había pasado mientras tanto? Precisamente, a finales de febrero Juan
Pablo II
pidió a la Secretaría de Estado el libro Se pedirá cuenta. Allí tenían solamente
un borrador, pero el papa quería el libro publicado. Entonces desde
la Secretaría de Estado llamaron al Colegio Español de Roma. No había
ningún ejemplar en la biblioteca. En todo el Colegio sólo había un
ejemplar y había cola para leerlo. Un matrimonio de la comunidad de
Ayala
[8]
se lo había enviado a un sacerdote, que estaba
ampliando estudios en Roma. El propio sacerdote llevó el libro a la
Secretaría de Estado. Exactamente, el día 27, el mismo día en que
recibíamos aquí la carta. De esta forma llegó al papa el ejemplar
que quería y que, tres meses después, devolvió. Al tanto de todo esto,
le dije también al responsable de la sección española en la Secretaría
de Estado: “Aprovecho
esta ocasión para enviarte dos ejemplares del libro, uno para ti y
otro para que, si te parece, se lo ofrezcas al papa. Al fin y al cabo,
él tiene ahora la gravísima responsabilidad de hacer justicia a Juan
Pablo I.
En el pontificado actual, aunque haya sido lentamente,
se han dado pasos importantes: pago de más de 240 millones de dólares
por la responsabilidad contraída en la quiebra del Ambrosiano, reforma
del IOR, cese de Marcinkus
... Sin embargo,
aún subsisten responsabilidades muy graves: se ha ocultado a la Iglesia
y al mundo la verdadera causa de la muerte de Juan Pablo I, se ha
distorsionado su figura, otras muertes están por aclarar... Finalmente,
no te preocupes por lo que llamas desgarres de la túnica de Cristo
o de la Iglesia. Aquí lo que se rasga es el vestido viejo y lo que
importa, según el Evangelio, es el vestido nuevo. Lo demás son remiendos.
A tu disposición, un cordial saludo en el Señor, que sube a Jerusalén
y purifica el templo”.
Escribí
la carta en domingo de ramos, fiesta que evoca la subida de Jesús
a Jerusalén y la denuncia del templo. Frente a las leyes del pensamiento
único y de la obediencia debida o ciega (tan peligrosas en la sociedad
y en la Iglesia, como bien sabemos en nuestro tiempo), los creyentes
decimos otra cosa desde hace veinte siglos: Hemos
de obedecer a Dios antes que a los hombres
[9]
.
Cualquiera puede juzgar
Desde
entonces, no ha pasado el tiempo en vano. La historia no se para de
repente, como si no hubiera pasado nada antes, como si no pasara nada
después. En estos años han pasado muchas cosas al respecto, y también
otras que no podemos dejar de considerar:
-
En primer lugar, nada de frágil salud en Juan Pablo
I:
con ocasión de una entrevista que se me hizo
y que sólo en parte se publicó, el médico personal de Juan Pablo I,
Dr. Da Ros
, dijo, tras quince
años de silencio, que el papa estaba bien y que él no recetó nada
aquella noche. Además, ¿se le hizo o no se le hizo autopsia al papa
Luciani
? Siempre se dijo
que no. Sin embargo, aportamos un testimonio a favor de la misma,
según la cual
el papa murió por la ingestión de una dosis
fortísima de un vasodilatador recetada por teléfono por su médico
personal de Venecia. Ahora bien, el propio médico ha dicho públicamente
que él no recetó nada. Así pues, ¿hubo un medicamento que mató al
papa y que su médico no recetó?
-
Camilo Bassotto
, amigo personal
del papa Luciani, ha dado a conocer la fuente veneciana
[10]
, que reivindica la figura de Juan Pablo I y
publica el testimonio de personas amigas que
habían estado calladas y que en su momento se decidieron a hablar.
Por ejemplo, don Germano Pattaro
, su consejero teológico,
que afirma que el papa estaba en el camino de la profecía; la llamada
persona de Roma, que atestigua
que Juan Pablo I había tomado decisiones tan importantes y arriesgadas
como éstas: cortar la vinculación del IOR (el banco vaticano) con
el Banco Ambrosiano, destituir a Marcinkus (presidente del IOR) y
hacer frente con valentía (delante de todos) a la masonería y a la
mafia; sor Vincenza Taffarel
, la religiosa que
descubrió el cadáver y que relata cómo lo encontró.
-
La persona de Roma
entregó a Camilo
Bassotto
(para que lo publicara, pero sin firma) su testimonio.
El testimonio es muy importante, quizá el que más, pero importa no
sólo el mensaje, sino también el mensajero. Hemos investigado quién
es la persona de Roma
: en nuestra opinión,
el cardenal Pironio, ya fallecido.
-
Juan Pablo I quería terminar con el escándalo del IOR,
el banco vaticano, y con la conexión IOR-Ambrosiano. En 1992 se constata
un hecho importante: los responsables del Ambrosiano y de la logia
P2 son condenados con muchos años de cárcel en el juicio por la quiebra
fraudulenta del banco. Los responsables del IOR, implicados en la
quiebra, consiguieron escapar a la orden de captura. Se apeló a los
Pactos de Letrán y a la soberanía del Estado vaticano. No obstante,
para zanjar la cuestión, el Vaticano pagó “voluntariamente” más de
240 millones de dólares a los acreedores del Ambrosiano.
-
Se comprende perfectamente que el escándalo IOR-Ambrosiano,
como espada de Damocles, gravitara sobre el cónclave que eligió a
Juan Pablo I y, mucho más, sobre el cónclave que eligió a Juan Pablo
II. Se comprende que el papa Luciani p
asara un mes de infierno
en el Vaticano. Se
comprende que estuviera a punto de realizar
cambios importantes que el cardenal Villot, secretario de Estado,
interpretó como una traición a la herencia de Pablo VI
. Se
comprende que Juan Pablo I fuera eliminado y que su muerte fuera anunciada
(crípticamente) por un periodista, Mino Pecorelli, que sería asesinado
unos meses después. Se comprende que triunfara finalmente el candidato
de Villot, el papa extranjero.
-
A la muerte de Luciani se difunde (como un dogma) la
tesis oficial: infarto agudo de miocardio. Se difunde también la distorsión
de su figura: no estaba capacitado para ser papa. En 1989 una publicación,
en principio apoyada por Juan Pablo II
, consuma la mayor
distorsión
; nos consta que
hubo desolación en el Vaticano, pero ¿cómo explicar el silencio del
papa Wojtyla? En 1990 otra publicación, también apoyada (en cierto
modo) por el papa, oficia la ceremonia de la confusión: una novela,
hecha por un conocido historiador, mezcla astutamente datos verdaderos
y falsos. ¿Qué se pretende con ello? Se distorsiona la figura del
papa Luciani
y se sirve en bandeja la tesis oficial: muerte
natural de un hombre enfermo, no capacitado para ser papa.
-
Según la misteriosa visión de una monja, el papa Juan
Pablo I f
ue asesinado. El
tema no tendría mayor importancia, podría despacharse como una cosa
rara, una alucinación. Pero la visión en cuestión aparece en el último
libro del teólogo suizo Hans Urs Von Balthasar
(Erika,
1988), que la califica teológicamente como “revelación privada”. Además,
poco después, Juan Pablo II
le nombra cardenal. ¿Nos podría explicar el
papa Wojtyla su lógica más profunda?
-
El atentado contra Juan Pablo II
, el 13 de mayo de
1981, es un enigma realmente endiablado. Se han dado diversas explicaciones:
la pista búlgara, que lleva
al bloque del Este, a Bulgaria y al antiguo KGB soviético
; la pista atlántica,
diametralmente opuesta, que lleva al grupo terrorista de los Lobos
Grises, de extrema derecha, grupo vinculado con los servicios secretos
occidentales y con la CIA, pero también con la mafia y con el tráfico
de armas y de drogas; la pista italiana, compatible con la anterior,
que considera el atentado un “asunto interno italiano”. Los búlgaros
acusados fueron puestos en libertad por insuficiencia de pruebas;
además, hoy se sabe que Juan Pablo II tuvo un papel moderador en la
crisis polaca; también se sabe que miembros de los servicios secretos
italianos vinculados a la logia P2 desviaron la investigación echando
la culpa a los búlgaros y a los rusos. Y no se ha querido llegar al
fondo de la cuestión, tampoco en el Vaticano.
-
El tan traído y llevado secreto de Fátima
¿ha sido conocido y utilizado por los responsables
del atentado? ¿ha sido manipulado al servicio de la “auto-santificación”
de Juan Pablo II
? En medio de tanta
beatificación y canonización (con casos que suscitan perplejidad y
escándalo) ¿se le ha hurtado a Juan Pablo I l
a gloria del martirio?
Se requiere un atento discernimiento.
-
Emanuela Orlandi, hija de un empleado vaticano, desapareció
en Roma el 22 de junio de 1983. El hecho se produce dos años después
del atentado contra Juan Pablo II, un año después de la quiebra del
Ambrosiano y del asesinato de su presidente, y un año antes de que
el IOR pagara por la responsabilidad contraída en la quiebra del Ambrosiano
una suma importante. El caso es complejo, pero ¿conecta con los demás
enigmas vaticanos que marcan el pontificado de Juan Pablo II?
-
Un enigma más: el 4 de mayo de 1998 aparecen muertos
en el Vaticano el comandante de la Guardia suiza, Alois Estermann
, su mujer Gladys
Meza
y el cabo Cédric Tornay
. Según la sentencia
vaticana, en un arrebato de locura Tornay asesinó a los esposos Estermann
y después se suicidó. Sin embargo, las cosas no están claras. Un grupo
de eclesiásticos y laicos vaticanos da otra explicación: para ellos
se trata de un triple asesinato, resultado de una sorda lucha de poder
entre dos grupos (masonería-Opus Dei) que se disputan el control de
la seguridad del Vaticano. Asimismo, la familia del cabo Tornay hace
una investigación, según la cual el guardia suizo fue asesinado.
-
Pero ¿se puede hablar de masonería dentro del Vaticano?
¿No parece una acusación increíble, lanzada por instituciones conservadoras
que no han aceptado la renovación del Concilio? Sin embargo, los hechos
llevan a preguntarse: ¿existe en el Vaticano un poder oculto que,
en determinadas circunstancias, está por encima del papa? ¿Se ha convertido
el Vaticano, como el viejo templo denunciado por Jesús, en casa de mercado
[11]
y en
cueva de bandidos?
[12]
-
Los hechos llevan también a plantear qué papel juega
el Opus Dei en el pontificado de Karol Wojtyla
. Frente a la oposición
de muchos obispos, Juan Pablo II
convierte en prelatura al Opus y, con rapidez
inusual, beatifica y canoniza a su fundador. Se impone la pregunta:
¿a cambio de qué? Además, ¿se está haciendo el Opus con el control
del Vaticano?
-
El papa Wojtyla
se ha caracterizado por una posición cerrada
en diversos temas relacionados, de uno u otro modo, con la sexualidad,
como la secularización de los sacerdotes, la ordenación de casados,
la ordenación de mujeres o la regulación de la natalidad. A la hora
de hacer balance de su pontificado, ¿cómo juzgar esas actitudes a
la luz de la palabra de Dios?
-
Otra cuestión: suele decirse que Juan Pablo II es conservador
en lo eclesial y avanzado en lo social. Pero ¿es esto así? ¿Su doctrina
social no da para más que para apoyar un capitalismo liberal, aunque
sea reformado? ¿Dónde y en qué circunstancias se produce su encuentro
con el movimiento obrero?
-
Ya en 1969, en su primer viaje a América del Norte,
el cardenal Wojtyla
recibe un consejo misterioso: visitar todas
las ciudades norteamericanas donde los cardenales tengan sedes. Asimismo,
los periodistas Carl Bernstein
y Marco Politi
, en su libro titulado
Su Santidad
[13]
, han dado a conocer la particular relación
del papa Wojtyla con una mujer polaca, casada en Estados Unidos, profesora
de filosofía, que tuvo un especial empeño en presentar a Wojtyla como
el líder católico que necesitaba el mundo. La profesora puso a los
pies del cardenal los eficaces recursos del país más poderoso de la
tierra y, por este procedimiento tan poco ordinario, Wojtyla fue promovido
y preconizado papa en Estados Unidos, ya en 1976. ¿Se produjo una
campaña electoral a favor de Wojtyla ya en vida de Pablo VI
? ¿Continuó
durante el breve pontificado de Juan Pablo I?
¿Cómo se explica (según el testimonio de don
Germano Pattaro, su consejero teológico
) que Juan Pablo
I supiera ya, a los pocos días de pontificado, quién iba a ser (y
además pronto) su sucesor?
-
Es preciso reflexionar sobre la beligerancia política
del presente pontificado: ¿Debía un papa colaborar en el acoso occidental
al bloque del Este? ¿Debía aparecer ante el mundo como aliado del
imperio? ¿Ha debilitado el compromiso de la Iglesia en la liberación
de los pobres? ¿Ha caído en la tentación del poder?
-
Hay que reflexionar también sobre qué tipo de renovación
promueve el papa Wojtyla: ¿Ha confundido
la renovación eclesial (sueño de Juan XXIII
) con la renovación
imperial (viejo sueño medieval)? ¿Encaja su biografía en el marco
de la renovación imperial más que en el marco de la renovación eclesial?
-
Tras los atentados del 11 de septiembre, Estados Unidos
declara la guerra a Afganistán, donde (al parecer) se encuentra el
principal sospechoso Osama Ben Laden. ¿Cuál es la posición de Juan
Pablo II al respecto?
-
Febrero y marzo de 2003. Estados Unidos y países aliados
(entre ellos, España) preparan la guerra contra Irak y la desencadenan.
¿Qué posición mantiene el papa? ¿Cambia su actitud con relación a
la guerra? ¿En qué contexto se produce ese cambio? ¿Se dan hechos
que contradicen ese cambio?
-
Finalmente, abordamos el declive físico del papa Wojtyla.
C
omienza con el tumor
de colon, que se le extirpa en 1992. ¿Es cierto que t
odo cambia con esa
enfermedad? ¿Existe claramente un antes y un después? ¿Qué significa
esa enfermedad? ¿Se produce, en el fondo, un impresionante chequeo
papal?
Cualquiera
puede juzgar. La historia que va de
Juan Pablo I a Juan Pablo II
debe ser puesta a la luz del sol, delante de
todos. No podemos comulgar con piedras de molino. La crítica es un
servicio eclesial, que ayuda a tomar conciencia de lo que nunca debió
suceder y que abre una alternativa de cambio y de renovación. Lo anunciamos (hace años) de palabra
y por escrito: “Se pedirá cuenta. Más aún, se está pidiendo ya. Para
quien quiera escuchar, Dios habla de muchas maneras en la historia
humana”, “le corresponde al papa Juan Pablo II la más alta responsabilidad
de curar esa herida mal cerrada de la muerte y figura de Juan Pablo
I”
[14]
. El presente libro es un juicio
crítico sobre el papa Wojtyla. Al final de su largo pontificado, al
papa se le pide cuenta: de la causa de Juan Pablo I y de otros asuntos,
también importantes. Es
normal que los creyentes lo hagan a la luz de la palabra de Dios
[15]
. Los no creyentes pueden hacerlo a la luz de la
propia conciencia. En cualquier caso, como dice San Pablo
, mediante la manifestación de la verdad, nos encomendamos
a toda conciencia humana delante de Dios
[16]
. Apelamos
al derecho y al deber de manifestar lo que en conciencia creemos que
desfigura el rostro de la Iglesia. Acerca de sus defectos, en cuanto
que está formada por hombres, dijo el Concilio: “Debemos tomar conciencia
de ellos y combatirlos con firmeza para que no lesionen la difusión
del Evangelio”
[17]
. En
los primeros tiempos se consideraba normal. Pedro justifica su conducta
ante la comunidad de Jerusalén por su acogida dada al centurión Cornelio
[18]
. Y en Antioquia, cuando Pedro cede a la presión (involutiva)
del legalismo judeocristiano, Pablo se le enfrenta cara a cara, porque
era digno de reprensión
[19]
. Estaba en juego la legítima libertad cristiana
[20]
. En
medio de la tensión eclesial que supone la publicación del presente
libro, se me ruega que no lo publique. Que lo envíe incluso a todos
los cardenales, pero que no lo publique:
“causaría daño a gente sencilla”. Sin embargo, el daño a la
gente sencilla lo produce el hecho denunciado (en general, conocido
por otros medios), no la denuncia del hecho. Además, así lo creo,
dicha denuncia es necesaria, es un derecho y un deber, supone un gesto
que muchos agradecerán. Se
me dice también: “Si es una reprensión de Pedro, díselo a Pedro”,
“si es una corrección fraterna, díselo al interesado”. Ser papa es
un hecho público. Pablo corrige a Pedro y nos enteramos todos. Por
lo demás, la historia ya es larga. Primero fue el pliego sobre la
muerte de Juan Pablo I: se armó mucho revuelo, pero no hubo cambio
alguno. Después fue el libro Se pedirá cuenta: lo leyó el papa,
pero no hizo nada. Ahora llega El día de la cuenta. En cada
uno de los tres casos, informé primero al obispo de Avila, diócesis
a la que pertenezco. Llega un momento en el que no hay que esperar
más: Díselo a la comunidad
[21]
, díselo a la Iglesia, díselo a quien te quiera escuchar. En
realidad, nunca pensé escribir este libro. Entendí que debía hacerlo
en julio de 1992, escuchando la palabra de Dios que se leía en todas
las iglesias el día de la operación del papa. Me pareció impresionante,
una palabra de juicio. Comprendí la difícil papeleta que me tocaba,
la acepté y empecé a escribir. Se
me dice que lo que pretendo con mi libro “sólo podría hacerlo un concilio”,
pero lo mío es sólo una “reprensión de Pedro”. Se me dice que “no
es serio”, pero respondo con una pregunta: el libro aporta un conjunto
de datos ¿cuál de ellos no es cierto? Se me dice que “no hay pruebas”,
pero durante muchos años hemos constatado represión de la investigación
y miedo en los testigos. ¿Acaso hay que comulgar con esto? En
general, lo que hay es miedo. Lo dijo Santa Catalina de Siena en el
siglo XIV. Los ministros de Dios, que no denuncian los males de la
Iglesia por “temor servil”, son malos pastores. No tienen perro, el
perro de la conciencia, o no les ladra. Ya lo denunció el profeta
Isaías: Sus vigías son perros mudos, que no pueden ladrar
[22]
. No comprenden
que el Señor les pedirá cuenta “en el último extremo de la muerte”
[23]
. Quiero
precisar que no se trata de analizar todo el pontificado de Juan Pablo
II. El libro se centra en la causa de Juan Pablo I y en otros asuntos,
también importantes. Eso sí, todo ello repercute en la visión del
pontificado. Asimismo, no se juzgan intenciones, sino hechos. Sólo
el Señor sondea el corazón
[24]
. A
comienzos del tercer milenio, al papa se le pide una forma de ejercer
su función
[25]
, realmente evangélica y ecuménica: proclamar la
palabra de Dios, toda la palabra y nada más que la palabra, sin imponerla
por la fuerza. Lo
decíamos hace tres años: “Ante el futuro cónclave que elija al sucesor,
es hora de reflexionar sobre qué papa necesita la Iglesia Católica
y qué papa puede abrir un horizonte de esperanza para el mundo. En
1958, tras el largo pontificado de Pío XII
(1939-1958), todo parecía atado y bien atado.
Sin embargo, se produjo un cambio de péndulo y vino la renovación
conciliar: Juan XXIII
, Pablo VI,
Juan Pablo I (
1958-1978). Ahora,
ciertamente, nadie espera un cambio semejante. Sin embargo, es necesario
y hay que gritarlo”. Primer
semestre de 2002. El obispo de Avila, Adolfo González, amenaza con
retirarme las licencias ministeriales “en cuanto aparezca (el libro)
a la venta”, pues, dice, “contribuye a difamar la persona y el pontificado
del Santo Padre”
[26]
. El obispo auxiliar de Madrid, Eugenio Romero, me hace
un estudio crítico, que le agradezco, pero no lo firma.
Por mi parte, le presento mis observaciones. Asimismo, envío
el manuscrito al papa. Tengo acuse de recibo de la Secretaría de Estado.
Más
noticias. El caso de la muerte de Juan Pablo I, reabierto en la Fiscalía
de Roma, está en fase preliminar. El obispo de Avila es trasladado
a Almería. Pedro Casaldáliga, obispo de Sâo Félix do Araguaia, me
envía una carta de amistad y comunión: “Todo tu material es importante
para la historia y para la purificación de la Iglesia”. 34 obispos
latinoamericanos piden al papa que convoque un nuevo concilio. De
momento, dadas las circunstancias, el libro sale en edición privada.
Es el 26 de junio de 2002. Precisamente,
ese día se leía en todas las iglesias este pasaje: El sacerdote
Helcías me ha dado un libro
[27]
. Se
refería al manuscrito hallado en el templo el año 622 a.C. Era nada
menos que el libro de la Ley. En otro tiempo había sido considerado
peligroso y, por ello, había circulado de forma clandestina.
El pasaje resultaba significativo. Desde entonces, El día de la
cuenta ha ido de mano en mano y ha llegado lejos. Con
fecha 2 de agosto de 2002, el cardenal brasileño Aloisio Lorscheider
me envía la siguiente carta:
“Rev.mo
P. Jesús López Sáez: Recibí el libro ‘El día de la cuenta. Juan Pablo
II a examen’. Agradecido
por su gentileza, le aseguro mi oración por su vida y por el éxito
en sus actividades. Reciba
un abrazo muy fraterno y la bendición de Aloisio, cardenal Lorscheider,
Arzobispo de Aparecida (Brasil)”.
El
13 de agosto, el obispo Pedro Casaldáliga escribe:
“Querido
Jesús: Acabo de recibir tu libro. Veo que sabes conjugar lo valiente
con lo cortés. Me parece muy bien que de momento la edición sea para
uso privado. Me parece muy bien también que hayas enviado ejemplares a
esos cardenales. Todo
sea por la causa del Reino y para un testimonio más limpio por
parte de la Iglesia. Seguiremos unidos en ese servicio y en esa esperanza. Para
ti y tu comunidad un fuerte abrazo, siempre pascual. Pedro Casaldáliga”.
2 de abril de 2005.
La edición privada se agota. La vida de Juan Pablo II, también. No
lo podíamos imaginar. En el día de su muerte, en el día de la cuenta, escuchamos con atención el pasaje que se lee en todas las iglesias,
como propio de la liturgia del día, el que toca: ¿Puede aprobar
Dios que os obedezcamos a vosotros en vez de a él?
[28]
. Dicho
de otro modo: Hemos de obedecer a Dios antes que a los hombres. El pasaje en cuestión
aparece al final de mi carta a Juan Pablo II (23-3-2002), como puede
verse en el Apéndice y al final del presente libro. Se lo anunciamos
entonces. Ahora no podemos sino dar gracias: Es el Señor quien
lo ha hecho, ha sido un milagro patente
[29]
. Comentando
este salmo en la eucaristía de la comunidad, nos llega la noticia
del fallecimiento. Nos llega en buen momento. Podemos decir que mejor
imposible. Estamos reunidos, en oración, vigilantes. Pase lo que pase,
ha llegado el momento de la edición pública. El que pueda entender,
que entienda.
[1]
Puede encontrarse en internet: www.comayala.es
[2]
Carta de 18-2-1991.
[3]
Un nuncio, Felipe Sega, excomulgó
a fray Juan. Ver mi catequesis publicada con motivo del IV Centenario
de su muerte: Al encuentro
de San Juan de la Cruz
, Asociación Comunidad de Ayala, Madrid 1991.
[4]
Flp 1,12-13.
[5]
Jr 18,19. Se leía ese día también
el salmo 31: Pero yo confío
en ti, Señor. Y este pasaje del Evangelio:
Mirad que subimos a Jerusalén y el Hijo del hombre será entregado
a los sumos sacerdotes y escribas (Mt 20,18).
[6]
En 1994 fue nombrado arzobispo titular
de Peñafiel y nuncio en Tanzania.
[7]
Carta de 24-3-1991.
[8]
Mariano y Vito.
[9]
Hch 5,29.
[10]
Ver C. BASSOTTO, Il mio cuore é ancora a Venezia, Tip. Adriatica.
Musile di Piave (Venezia), 1990.
[11]
Jn 2,16.
[12]
Mc 11,17.
[13]
BERNSTEIN-POLITI,
Sua Santità, Rizzoli,
Milán, 1996. Traducción española: Su
Santidad, Ed. Planeta,
Barcelona, 1996.
[14]
Se pedirá cuenta, Orígenes, Madrid, 1990, 125-126.
[15]
DV 10.
[16]
2 Co 4,2.
[17]
GS 43.
[18]
Hch 11, 1-18.
[19]
Ga 2, 11.
[20]
Ga 5, 1-12.
[21]
Mt 18, 17.
[22]
Is 56, 10.
[23]
SANTA CATALINA DE SIENA, El Diálogo,BAC, Madrid, 1980, nn.
129 y 119.
[24]
Jr 17, 10.
[25]
Ver JUAN PABLO II, Ut unum sint, 95.
[26]
Carta de 26-1-2002.
[27]
2 Re 22, 10.
[28]
Hch 4,19
[29]
Sal 118. |