2. NO ERA UN PAPA DEBIL E INDECISO

 

En octubre del 85, tras publicar un pliego en la revista Vida Nueva sobre la muerte y la figura de Juan Pablo I,  se lo envié a Mario Senigaglia , que durante años había sido secretario del patriarca Luciani . Por mi parte, quería contactar con la línea caliente de amigos fieles a la persona del papa Luciani, de quienes esperaba que estuvieran más allá de los fríos intereses de la institución. Estaba en juego no sólo la causa y las circunstancias de su muerte, sino también su figura y su testimonio. Es preciso decir que se trata de personas, cuyas voces  - durante cierto tiempo - han estado o han sido calladas.

 

Tenía un programa de cambios

Casi a vuelta de correo recibí una carta, no de Senigaglia , sino de Camilo Bassotto , que - así me decía - llevaba siete años trabajando en un libro sobre Albino Luciani , como hombre y como pastor. Vi en sus líneas las palabras de un amigo, que vibra por un problema que no debería dejar a nadie indiferente, sea creyente o no: “Las sombras y las sospechas crecen cada día. Quizá el papa Wojtyla  podría tomar la iniciativa de una clarificación que diese al mundo la paz sobre la persona de Luciani. No se podrá esconder indefinidamente la verdad” [1] .

En mayo del  87, aprovechando un encuentro europeo de catecumenado que tuvo lugar en Gazzada, al norte de Milán, me acerqué a Venecia y conocí personalmente a Camilo. Era, exactamente, el 13 de mayo. Conversamos ampliamente. Pude descubrir quién es Camilo: periodista veneciano, amigo personal de Juan Pablo I y  profundo conocedor de los archivos venecianos sobre el papa Luciani . Es el rostro visible de lo que podría llamarse la “fuente veneciana” en todo lo que se refiere a Juan Pablo I.

Camilo conserva recuerdos imborrables del papa desaparecido: aquella mañana de enero del 70 en Vittorio Véneto, en que conoce al nuevo patriarca de Venecia; aquella visita de Pablo VI , cuya preparación le fue confiada y en la que el papa coloca su estola en los hombros del patriarca Luciani ; aquel 29 de agosto, en que el papa Luciani recibe a quienes preparan la participación veneciana en el comienzo oficial de su pontificado; aquel 3 de septiembre, en que Juan Pablo I l e agradece lo que ha hecho por el papa y por Venecia; aquel 4 de octubre, en que Camilo da el último saludo al cuerpo muerto del papa Luciani; aquel anochecer en que, de vuelta hacia Venecia, comienza el largo camino que le lleva a la publicación de su libro sobre el papa [2] .

Juan Arias , que entonces era corresponsal de El País en Roma, acogió con gran sensibilidad la aportación de Camilo, “amigo personal” del papa Luciani , “persona de gran solvencia que había callado hasta ahora”.

Para Bassotto , dice Arias , es falsa la imagen del papa Juan Pablo I “ débil e indeciso”. Además, destaca que “Juan Pablo I preparaba una profunda reforma del Vaticano”: tenía un “programa de cambios”, “había preparado reformas espectaculares y cuatro encíclicas que podían cambiar el rostro del Vaticano” [3] .

El Vaticano recibió con respeto el libro de Camilo. En un artículo, que resulta significativo y que en su momento cordialmente celebramos, L’Osservatore Romano (del 17 y 18 de junio del 91) habló del “creciente interés” por el libro de Camilo, de la “riqueza humana y espiritual de la figura del papa Luciani ”, de la “lúcida y valiente creatividad”, de que gozó en los pocos días de su pontificado y que sólo la muerte prematura impidió realizar.

Sin duda, se ha querido reconocer la valiosa obra del amigo fiel, que con competencia, paciencia y amor ha defendido la figura de Albino Luciani  y ha salvado para la historia la fuente veneciana del papa Juan Pablo I.

No en vano buscamos en su momento la línea caliente de amigos fieles a la persona del papa Luciani . Existía y podía encontrarse. El propio papa dio la pista al comienzo de su pontificado: Mi corazón está aún en Venecia.

Mientras Camilo daba su último saludo al cuerpo muerto del papa Luciani , recordaba aquella noche de gran paz por la laguna, en la fiesta de la Asunción, cuando volvían de la isla de Torcello: “¡Qué diversos y qué dolorosos eran ahora mis pensamientos! Todo había pasado tan deprisa y todo tan extraordinario. Había estado cerca del papa Luciani en los momentos de la alegría y de la fiesta... En un momento había terminado todo. Es un misterio profundo. Nadie lo entenderá”.

Metido en estos pensamientos, se abandonó Camilo en la butaca del avión. Confusamente, aquella noche, le nació dentro el profundo deseo de comprender quién era verdaderamente Albino Luciani . Así nació su libro, que se convierte por derecho propio en testigo excepcional de la fuente veneciana.

En aquel viaje de vuelta hacia Venecia, cuando declinaba el día y se enterraba semejante esperanza, emprendía Camilo un largo y difícil camino que ahora hace historia, quizá porque, una vez más, camino de Emaús ardía el corazón. Aunque conoce, como pocos, la vida de Albino Luciani , no pretende hacer una biografía, sino dar a conocer su figura, con sus raíces humanas, culturales y religiosas, una figura marcada desde la infancia por el hilo de la providencia, una figura que ha sido gravemente distorsionada. Camilo quiere hacer justicia a Juan Pablo I.    

Son muchos los testimonios de toda edad, clase y condición, que Camilo ha ido recogiendo: de persona a persona, de sitio a sitio, de noticia a noticia. Importancia especial tienen aquellos que se refieren al mes de pontificado.

 

Estaba en el camino de la profecía

Muy importante es el testimonio de don Germano Pattaro , sacerdote y teólogo veneciano, profesor de ecumenismo, llamado por Juan Pablo I a  Roma como consejero.

De su testimonio emerge la figura de un papa profeta: un papa que no quiere ser jefe de Estado, que no quiere escoltas ni soldados, que se abandona totalmente al Señor, pase lo que pase; un papa que quiere la renovación de la Iglesia, sin olvidar las razones profundas que hicieron necesario el Concilio; un papa que no quiere gobernar solo, sino con los obispos; un papa que pide perdón por los pecados históricos de la Iglesia, como la Inquisición, el poder temporal de los papas, el odio a los judíos y la tolerancia ante las masacres de los indios, el racismo y las deportaciones de los pueblos africanos; un papa que reivindica la figura profética de quienes valientemente denunciaron el genocidio de aquellos pueblos; un papa que quiere hacer justicia a todos aquellos que en tierras de misión, en el Este y en América Latina, han sido encarcelados, torturados, exiliados o asesinados por causa de Cristo; un papa que denuncia fuertemente el sistema económico internacional; un papa que se pone al lado de quienes, de cualquier raza y religión, defienden los sacrosantos derechos del hombre; un papa que quiere promover en el Vaticano un gran instituto de caridad, donde poder hospedar a quienes duermen por las calles; un papa que quiere diez discursos menos y un testimonio más; un papa que sabe, a los pocos días de pontificado, quién será (y, además, pronto) su sucesor; un papa que no se deja intimidar, a pesar de las dificultades encontradas [4] .

Don Germano tuvo tres diálogos con Juan Pablo I:  “El papa Luciani  me hablaba con pleno dominio de sus pensamientos. Se veía que los tenía en el corazón. Formaban parte del patrimonio de sabiduría que había heredado del Concilio. Estaba en el camino de la profecía... Sabía que estaba en el surco bueno del Concilio y quería dar pruebas de ello. Vi al papa Luciani sereno, en paz, firme y decidido en sus propósitos. Tenía plena conciencia de ser él el papa” [5] .

Veamos algunos pensamientos confiados por el papa Luciani a don Germano:

 

-        Sobre la prudencia y la valentía: “Cuando llegas al puesto de responsabilidad al que he sido destinado se te abre el corazón, la mente y el espíritu a una mayor prudencia, a una caridad más vasta, a una humildad más profunda, pero también a un valor y a una libertad más fuerte. Sabes que todo depende de ti, todas las decisiones llevan tu firma. Entonces tu fe se convierte en total, tu abandono en Dios, absoluto, tu caridad sin límites, la prudencia y la valentía caminan juntas” [6] .

-        Sobre la conciencia que tiene Juan Pablo I de quién será (sin tardar mucho) su sucesor: “Me siento y soy más pobre que antes. Soy el instrumento de un designio de Dios que me supera y me trasciende. Por cuánto tiempo, no lo sé. Pero no será por mucho. Ya hay uno que tomará mi puesto. En el cónclave estaba sentado frente a mi. Pablo VI  lo había preconizado cuando le escuchó en las meditaciones tenidas en el Vaticano durante los ejercicios espirituales en la cuaresma de 1977” [7] .

-        Sobre el centro del mensaje cristiano: “Es sólo a Cristo a quien debemos presentar al mundo, sólo su palabra. Sólo él salvará a la humanidad. Desde la cruz dijo: Atraeré a todos hacia mí, a todos. Fuera de este nombre nunca seremos escuchados. Nuestras palabras son sólo un eco lejano de su palabra y a menudo son palabras muertas, porque son sólo nuestras” [8] .

-        Sobre el proyecto de Juan XXIII de renovación eclesial: “Hace falta redescubrir nuestra verdadera infancia evangélica, como decía Bernanos , para vivir la Iglesia en la pureza del corazón, privada lo más posible de arreos rituales y burocráticos. El papa Juan la mañana del 13 de noviembre de 1960 anunciaba al mundo: ‘La obra del nuevo Concilio Ecuménico tiende sólo y únicamente a hacer brillar en el rostro de la Iglesia de Jesús los rasgos más bellos y más puros de su origen y a presentarla, como su divino Fundador la quiso, sin mancha ni arruga’” [9] .

-        Sobre lo extraño que resulta (un cambio de piel) ver a un papa como jefe de Estado: “En mis viajes querría que todo se desarrollara en la sencillez y en la caridad. Cristo Jesús, Pedro y Pablo nunca fueron jefes de Estado. Sé y entiendo todas las razones históricas, de tradición y de oportunidad que pueden proporcionar prestigio a la Iglesia y al papa y ser de ayuda a las gentes donde viven y actúan los cristianos. Pero cómo se puede cambiar la piel de golpe, ponerse un vestido tan distinto, un título y un poder, intrínsecamente extraños a la misión del obispo y del pastor, como el de soberano de la Ciudad del Vaticano” [10] .

-        Sobre el testimonio de pobreza de la Iglesia y su función papal: “Sé muy bien que no seré yo el que cambie las reglas codificadas desde hace siglos, pero la Iglesia no debe tener poder ni poseer riquezas. Quiero ser el padre, el amigo, el hermano que va como peregrino y misionero a ver a todos, que va a llevar la paz, a confirmar a hijos y a hermanos en la fe, a pedir justicia, a defender a los débiles, a abrazar a los pobres, a los perseguidos, a consolar a los presos, a los exiliados, a los sin patria y a los enfermos” [11] .

-        Sobre la defensa de la persona del papa: “La persona del papa es defendida y protegida porque es preciosa como lo es la de cualquier otro hombre. El papa debe ser prudente y vigilante, no debe exponerse a los peligros y a las provocaciones. Como enviado del Señor debe abandonarse totalmente a él pase lo que pase. Yo no quiero escoltas ni soldados, como no deseo que los guardias suizos se arrodillen a mi paso y que ningún otro lo haga. Pedro a Cornelio  que se le había arrojado a los pies le dijo: Levántate, yo también soy un hombre” [12] .

-        Sobre la colegialidad de los obispos: “Deseo implicar cada vez más de forma concreta a los obispos y cardenales en el gobierno pastoral y en todos los grandes, vitales y universales problemas que tocan el patrimonio de la fe y de la vida de la Iglesia. La colegialidad debe expresarse también en la elección de los obispos en unión con las conferencias episcopales locales y los consejos presbiteriales diocesanos”. Y también: ”En mis viajes no pretendo turbar o disminuir en modo alguno la autonomía y la autoridad de los episcopados locales. Yo soy el hermano mayor de los obispos, les debo respeto, debo y quiero estar en comunión de amor con ellos” [13] .

-        Sobre la reconciliación con los judíos: “En nombre de Jesús tenemos que hacer las paces con los judíos para siempre. Por el camino del diálogo judío-cristiano ya se han dado muchos pasos. Hay todavía muchas sombras asentadas en los siglos. Hace falta transparencia de intenciones, claridad de ideas, humildad y buena voluntad de seguir. Han hecho falta los campos de exterminio nazis para despertar la conciencia de la humanidad y de los cristianos hacia los judíos. El holocausto es también un hecho religioso. Los judíos han sido matados también por su religión” [14] .

-        Sobre la actitud fraterna hacia las demás confesiones cristianas: “Tenemos que volver a mirar en lo más profundo la actitud y el pensamiento que tuvimos durante siglos hacia los hermanos de las Iglesias cristianas...  Durante siglos nos hemos ignorado y peleado. Todas las Iglesias cristianas, nosotros incluidos, hemos pecado en contra del amor y en contra del mandato de Cristo” [15] .

-        Sobre la actitud de los cristianos ante los genocidios: “Quiero revelarte otro pensamiento, madurado desde los primeros viajes a Africa y a Latinoamérica. Los cristianos en algunos momentos de la historia fuimos tolerantes frente a la matanza de indios, al racismo y a las deportaciones de los pueblos africanos. Se dice que fueron 50 millones los negros llevados por la fuerza como esclavos desde Africa a las Américas. Hubo, entonces, también hombres valientes que pusieron el grito en el cielo. Conozco uno de ellos, el dominico Las Casas , el padre de los indios del Amazonas, profeta no escuchado y perseguido. A sus denuncias del genocidio de aquellos pueblos no se sumaron las de las comunidades cristianas del tiempo, que no movieron un dedo para defender a aquellas gentes... Se dice, no se pueden juzgar los hechos de antaño con la sensibilidad de hoy. No es un problema de sensibilidad sino de verdad. La Iglesia es la conciencia crítica de hoy como de ayer. La Iglesia debe volver a encontrar su fuerza profética, su sí y su no evangélico, a la luz del sol, delante de todos” [16] .

-        Sobre la persecución que sufren muchos creyentes y los pecados históricos de la Iglesia: “Hoy en Latinoamérica, en Africa y en otros lugares junto con los hombres y las mujeres del pueblo son perseguidos también los sacerdotes, los misioneros y los obispos. La Iglesia vive, sufre y muere con ellos. Hoy la Iglesia, gracias a Dios, está libre por fin y para siempre de todo condicionamiento y atadura a aquellas razones que un tiempo se llamaban históricas. La Iglesia quiere y debe ser solamente el cuerpo de Cristo para el hombre y con el hombre. La Iglesia, reconociéndose pecadora en sus hombres y en sus instituciones, deplora con humildad los momentos difíciles y dolorosos de su camino en la historia, como la tristísima Inquisición y los tristísimos tiempos del poder temporal de los papas” [17] .

-        Sobre la importancia del testimonio papal:        “También el papa tiene que dar buen ejemplo en su casa. Me haré promotor de un gran instituto de caridad donde poder hospedar a todos los que duermen en las calles... El instituto tendrá un comedor diario, amplios servicios sanitarios, un almacén de vestidos, con asistencia de médicos y de monjas” [18] .

-        Don Germano escuchó al papa Luciani  palabras fuertes sobre la injusticia evidente del sistema económico internacional y sobre las fórmulas puestas en marcha por los países ricos que llevan a los pueblos pobres de Africa, Asia y Latinoamérica al hambre, a la rebelión, a la guerra: “El capitalismo liberal y el marxismo colectivista son dos formas de imperialismo contra los pueblos pobres del Tercer Mundo. Los pueblos ricos, y entre ellos se va colocando también Italia, son responsables de este juego infernal. Yo he visto de cerca el hambre y la miseria de los pueblos de Africa y América. Esos pueblos no podrían levantarse por sí solos. Los bienes de la tierra y las riquezas del mundo no son patrimonio exclusivo de quien las posee. La propiedad no es intocable. El Cristo de los pobres llama a la solidaridad del hombre con el hombre; es un deber que alcanza a todos, mujeres y hombres de todo el mundo. Aquellas pobres gentes gritan justicia delante de Dios”. Y añadía: “En cada rincón de la tierra crece en el hombre la sed de la paz, de la justicia y de la libertad. La Iglesia debe ponerse con sus luces al lado de todos aquellos, de cualquier raza y religión, que defienden estos sacrosantos derechos del hombre” [19] . 

 

Don Germano le dijo a Camilo en su último encuentro: “Muchos se maravillarán de mis ideas sobre Albino Luciani, obispo y papa. Debo decirte en plena conciencia que mis convicciones sobre Luciani han cambiado especialmente después de los tres diálogos que tuve con él. Es mi intención hablar y dar testimonio de ello, a pesar de que estoy seguro de que esto suscitará en muchos, aquí en Venecia y en Roma, profundo estupor. Mi testimonio contrasta sin duda con la opinión, difundida, por acá y por allá, de que Luciani  fuera un hombre muy insignificante y no imaginable para aquel puesto” [20] .

Don Germano murió en Venecia el 27 de septiembre de 1986, tras larga enfermedad, pero antes pudo leer y confirmar lo escrito por Camilo: “Yo te he dicho todo lo que recordaba; te dejo mis apuntes personales... Estoy contento de que me hayas dado la ocasión y el modo de decir todo mi pensamiento sobre Albino Luciani , hombre, sacerdote y pastor. Debemos decir todo con humildad, sencillez y claridad para dar testimonio y hacer justicia a Albino Luciani, obispo y papa” [21] .

 

Había tomado decisiones importantes y arriesgadas

Un testimonio fundamental es dado (con medidas de protección) once años después de los hechos por la llamada persona de Roma, que, con fecha de 14 de mayo del 89, fiesta de Pentecostés, y firmada a mano, envía a Camilo una carta con unos apuntes. Entre otras cosas, dice:

“Los apuntes que le adjunto son para usted. Había pensado tenerlos para mí. Me vino también la idea de publicarlos, pero el puesto que ocupo no me lo permite, al menos por ahora. El papa Luciani  me gratificaba con su benevolencia y, me atrevo a esperar, también con su estima. Por qué quiso hacerme partícipe de algunos pensamientos expresados por él al cardenal Villot , no lo sé. Ellos constituyen un auténtico compromiso, vivo y presente en su corazón hasta el último día. Yo sostengo que se debe hacer justicia y dar testimonio de Juan Pablo I” [22] .

He aquí algunos pensamientos que el papa Luciani  llevaba en el corazón y que, además, quería que fueran conocidos. Juan Pablo I p ensaba:

 

-                                revisar toda la estructura de la Curia, ese aparato que quería gobernar para no verse condicionado.

-                                publicar varias cartas pastorales: sobre la unidad de la Iglesia, la colegialidad de los obispos, la mujer en la Iglesia, la pobreza en el mundo.

-                                destituir al presidente del IOR y reformar íntegramente el banco vaticano, para que no se repitan experiencias dolorosas del pasado, que el papa Luciani  sufrió ya de obispo y que de ningún modo quiere que se repitan siendo papa.

-                                tomar abierta posición, incluso delante de todos, frente a la masonería y la mafia.

 

La persona de Roma comenta también lo que el cardenal Villot  dijo de Juan Pablo I a  personas de su confianza: “En las últimas audiencias, me puso al corriente de las intenciones y propósitos que pretendía realizar. Muchos otros los tenía en reserva. Quería a toda costa ser un pastor. Creo que habría asombrado a la Iglesia y al mundo. Quería una Iglesia humilde, pobre, evangélica, al servicio del hombre y quería que se viera. Me dijo también que la Iglesia no debe tener poder ni poseer riquezas. Pensaba dar forma institucional a la colegialidad de los obispos con el papa”. Dijo también: “En apariencia parecía sumiso. En sus intenciones tenía la firmeza de la roca de sus montañas” [23] .

Como consta al final del documento de la persona de Roma, Juan Pablo I dijo al cardenal Villot : “Eminencia, usted es el Secretario de Estado y es también Camarlengo de la Santa Romana Iglesia, usted sabe mejor que nadie que el papa tiene que actuar con prudencia y con paciencia, pero también con coraje y confianza. El riesgo lo ponemos todo en las manos de Dios, del Espíritu Santo y de Cristo Señor. Estos pensamientos que le confío, de momento brevemente, los llevo muy en el corazón. Usted me ayudará a realizarlos de forma adecuada” [24] .

A continuación, nos detenemos especialmente en las decisiones que nos parecen más importantes y arriesgadas, las que se refieren al IOR, a la masonería y a la mafia.

 

El presidente del IOR debe ser sustituido

Juan Pablo I, con firmeza ya demostrada en asuntos semejantes, quería poner orden en las finanzas vaticanas. Para ello pensaba destituir al obispo Paul C. Marcinkus , presidente del IOR, Instituto para las Obras de Religión, llamado también Banco del Vaticano. Una tarde, el secretario de Estado cardenal Villot  le habló del IOR en estos términos:

“El IOR es una piedra caliente que abrasa en las manos de todos. Alguno corre el riesgo de quemarse”.

Juan Pablo I le dijo claramente:

“En cuestiones de dinero la Iglesia debe ser transparente, debe obrar a la luz del sol. Va en ello su credibilidad. Se lo digo también a usted. La Iglesia no debe tener poder, ni debe poseer riquezas”.

Le dijo también Luciani a Villot:

“El presidente del IOR debe ser sustituido: cuando usted lo juzgue oportuno. Deberá hacerse de modo justo y con respeto de la dignidad de la persona. Un obispo no puede presidir y gobernar un banco. Aquella que se llama sede de Pedro y que se dice también santa, no puede degradarse hasta el punto de mezclar sus actividades financieras con las de los banqueros, para los cuales la única ley es el beneficio y donde se ejerce la usura, permitida y aceptada, pero al fin y al cabo usura. Hemos perdido el sentido de la pobreza evangélica; hemos hecho nuestras las reglas del mundo. Yo he padecido ya de obispo amarguras y ofensas por hechos vinculados al dinero. No quiero que esto se repita de papa. El IOR debe ser íntegramente reformado” [25] .

De tiempo atrás, la relación de Marcinkus  con Luciani  era tensa. Marcinkus no había recibido bien la elección del nuevo papa y el papa lo sabía. Luciani le dijo a Villot :

“Alguno aquí, en la ciudad del Vaticano, ha definido al papa actual como una figura insignificante. No es un descubrimiento. Siempre lo supe y nuestro Señor antes que yo. No fui yo quien quiso ser papa. Yo, como Albino Luciani, puedo ser una zapatilla rota, pero como Juan Pablo es Dios quien actúa en mí. Siento que necesitaré mucho coraje, mucha firmeza, gran humildad, mucha fe y mucha, mucha caridad. Un obispo, alto y robusto, siempre de esta casa, ha declarado que la elección del papa ha sido un descuido del Espíritu Santo. Puede ser. No sé entonces cómo ha ocurrido que más de cien cardenales han elegido a este papa por unanimidad y con entusiasmo” [26] .

 

Debemos plantarnos con valentía ante la masonería y la mafia

Otra decisión importante y arriesgada. Juan Pablo I p ensaba tomar abierta posición, incluso delante de todos, frente a la masonería y frente a la mafia. En el informe esta posición del papa aparece a continuación, después de hablar de la destitución de Marcinkus  y de la reforma integral del IOR. Le dijo a Villot :

“No se olvide que la masonería, cubierta o descubierta, como la llaman los expertos, no ha muerto jamás, está más viva que nunca. Como no ha muerto esa horrible cosa que se llama mafia. Son dos potencias del mal. Debemos plantarnos con valentía ante sus perversas acciones. Debemos vigilar todos, laicos, curas, y especialmente los párrocos y los obispos. Debemos proteger a las gentes de nuestras comunidades. Es un tema que un día afrontaremos con más claridad delante de todos [27] ”.

Todavía no se había publicado la lista de la logia Propaganda Dos, que en Italia constituía un Estado dentro del Estado. Fue en mayo del 81 y su publicación provocó la caída del gobierno italiano. Pero, sobre su mesa de trabajo, tenía el papa Luciani  una lista de presuntos masones vaticanos, elaborada por el periodista Mino Pecorelli , miembro arrepentido de la logia P2, que sería asesinado en marzo del 79 con  un  par de disparos (y una piedra en la boca, es decir, por hablar).

 

El mundo debe conocer la verdad

Sobre la forma en que fue hallado el cadáver de Juan Pablo I,  Camilo aporta un testimonio fundamental, de sor Vincenza, la religiosa que encontró muerto al papa Luciani . Camilo recibió este testimonio directamente de ella años antes de que, en agosto del 88, el obispo Magee  reconociera públicamente que no fue él, sino una monja quien encontró el cadáver:

“Juan Pablo estaba acomodado sobre el fondo del lecho, apoyado sobre los almohadones, la cabeza ligeramente inclinada hacia adelante, los ojos cerrados, los labios ligeramente abiertos, los brazos abandonados sobre los flancos. Una leve, levísima sonrisa, se había quedado sobre su rostro. En la mano derecha tenía unos folios, sobre el rostro tenía las gafas. Todo estaba en orden sobre el lecho y la estancia” [28] .

El cuerpo del papa estaba todavía ligeramente tibio, como si la vida hubiera terminado hacía poco. Lo mismo dice don Diego, secretario personal de Luciani . Sor Vincenza lamentaba que no se redactara un verdadero certificado médico, oficial, sobre la causa de la muerte, como se hizo con Pablo VI  y con el papa Juan. Así, decía, nadie sabrá de qué murió verdaderamente Juan Pablo I.  Ella opinaba que fue de embolia pulmonar, pero ni los antecedentes ni el cuadro encontrado avalan semejante dictamen. Opinaba también que el papa murió en la madrugada del 29 de septiembre, entre la una y las dos de la mañana. Sor Vincenza murió el 28 de junio de 1983 en San Donato de Lamon (Belluno).

El periodista Juan Arias  publicó en su día, básicamente, el relato de sor Vincenza, que fue desmentido por la sala de prensa del Vaticano: “La primera persona que se dio cuenta de la muerte de Juan Pablo I,  en la madrugada del viernes 29 de septiembre, no fue su secretario personal, el irlandés P. Magee , como declaró el Vaticano. De fuentes informativas de la mayor seriedad ha sido posible reconstruir la crónica de esta muerte. Le encontró muerto una monjita, la madre Vincenza, que el papa Luciani  se había traído de Venecia y que era su persona más fiel cuando era patriarca... le vio sentado en la cama con las gafas puestas y unos folios en la mano... Unos folios en los cuales había tomado apuntes de una larga conversación de dos horas con el secretario de estado, cardenal Villot , sobre una serie de cambios en la curia romana y en algunas diócesis de Italia” [29] .

Arias  informó también de la “prohibición absoluta de hacer declaraciones” impuesta a las monjas que asistían al papa, lo que ha sido confirmado por diversas fuentes [30] .

Se dijo que el papa murió leyendo el libro La imitación de Cristo, de Tomás de Kempis . Francesco Farussi , entonces director de Radiogiornale en Radio Vaticana, difundió la noticia y la desmintió después “por sugerencia de la Secretaría de Estado” [31] . Según don Germano Pattaro , “los apuntes que Luciani  muerto tenía en la mano, eran unas notas sobre la conversación de dos horas que el papa había tenido con el Secretario de Estado Villot  la tarde anterior” [32] .

El Dr. Ricardo Cabrera , forense del Instituto Nacional de Toxicología, afirma lo siguiente: “La forma en que se encuentra el cadáver no responde de suyo al cuadro propio del infarto de miocardio: no ha habido lucha con la muerte. No existe otra sintomatología que lo delate... El cuadro encontrado podría responder mejor a una muerte provocada por sustancia depresora y acaecida en profundo sueño” [33] .

 

Era un hombre físicamente fuerte

Cuando conocí a Mario Senigaglia , que había sido secretario del patriarca Luciani  en Venecia, le encontré temeroso y desconfiado. Se había publicado, en primera página, en dos periódicos locales del Véneto: “El papa traicionado por el ex secretario”, aunque al final del artículo se dijera algo distinto: “Don Mario acusa a Yallop  de haber distorsionado los documentos recibidos” [34] .

Senigaglia  estaba indignado con el investigador David Yallop y con su colaborador Philip Willan:  “Cuando un periodista inglés, presentado por amigos vaticanistas, me pidió ayuda para recoger material para un investigador que quería comprender la humanidad de Albino Luciani  y el encanto de su breve pontificado, comencé a escuchar, después a reflexionar y, por tanto, a responder a la petición de material. Su investigación parecía amplia y escrupulosa: las dos orillas de la vida de un hombre y de un personaje. Sabía que otros, como yo, le echaban una mano en la investigación. Me confié. Jamás habría imaginado tener que llorar el tiempo perdido por ayudar a un novelista, David Yallop , al que no interesaba ni el papa Luciani, ni la historia ni la investigación. Ha jugado con todos por una miserable novela de suspense, con el mal gusto de poner en boca de algunos vivos cosas no dichas o manipuladas y, de algunos muertos, interrogantes muy graves y no verificables” [35] .

Aunque se lo pregunté, no me confirmó si había recibido el pliego que le envié. Sin embargo, me comunicó lo que le dijo el patriarca Luciani , tras hablar con Benelli  del asunto de la Banca Católica del Véneto, que el obispo Marcinkus  había vendido a Roberto Calvi , principal administrador del Banco Ambrosiano de Milán: “Estoy liberado. Lo he dicho todo”. 

Recientemente, Senigaglia  ha confirmado su testimonio largo tiempo esperado, lo que le dijo a Yallop , sobre el estado de salud del patriarca Luciani : “El hombre, en el fondo, estaba sano. Tengo experiencia, por lo demás, de que era un hombre físicamente fuerte. Cada año íbamos a Pietralba para algún día de descanso... y nunca dejaba de hacer una escalada al Corno Bianco. Debíamos ir también en el verano de 1978, pero con la muerte de Pablo VI  cambió todo el programa” [36] .

 

Hicieron de mercaderes

Las amarguras y ofensas que Luciani  tuvo que padecer por hechos vinculados al dinero son múltiples: “En agosto de 1962 monseñor Luciani, que había sido consagrado obispo de Vitorio Véneto por el papa Juan XXIII  en diciembre de 1958, se vio en la necesidad de afrontar una desagradable situación determinada por la implicación de dos sacerdotes suyos en algunas especulaciones financieras de un empresario. El descubierto ascendía a dos mil millones de liras: el obispo se comprometió a pagar y no pidió la inmunidad eclesiástica de los dos sacerdotes, uno de los cuales fue condenado a un año de cárcel. Pero el episodio más grave, que está en el origen de la disidencia entre el futuro pontífice  y el IOR dirigido por el arzobispo Paul Casimir Marcinkus , es el de la Banca católica del Véneto. Con razón era considerada la banca de los curas: un consistente paquete de acciones estaba en posesión de las diócesis del Trivéneto y era administrado unitariamente por el IOR” [37] . 

“La Banca Católica, una de las más florecientes de Italia, concedía préstamos de bajo interés a los sacerdotes que tenían necesidad de fondos para restaurar sus iglesias o para la realización de obras de caridad. Pero en los primeros meses de 1972 el IOR de Marcinkus  vendió el 37% de las acciones de la Banca Católica al Ambrosiano de Roberto Calvi , miembro de la P-2: como intermediario había intervenido también Michele Sindona .  La operación, anunciada públicamente por  Calvi el 30 de marzo de 1972,  le rentó al IOR 45 millones de dólares”.

El patriarca de Venecia y los obispos de la región no fueron consultados: “La maniobra fue decidida en los salones romanos”, afirma el abogado Lorenzo Pellizzari , entonces presidente de la Cámara de Comercio de Vicenza. “El mismo ministro del Interior, el vicentino Mariano Rumor , fue tenido al margen de todo”. “!Para nosotros fue un verdadero rayo en cielo sereno!”, dijo a 30 Giorni un anciano dirigente del Véneto.

Los obispos vendieron las acciones poseídas por las diócesis y en señal de protesta la diócesis de Venecia  trasladó sus cuentas al Banco de San Marcos. “¡Vendiendo la cuota del IOR al masón Calvi  hicieron de mercaderes! No tuvieron ningún respeto por la naturaleza de estos ahorros y prescindieron de los obispos”, dice don Ennio Innocenti , sacerdote del clero veneciano, durante ocho años editorialista eclesiástico del Gazzettino de Venecia. En la columna fija que tenía en el diario, más de una vez atacó a la masonería y a ciertas operaciones financieras del IOR. Su colaboración con el diario cesó de improviso dos días después de la llegada del nuevo director Gustavo Selva , cuyo nombre aparecía en las listas de la P2 . “El patriarca Luciani  hablaba de manera resentida contra Marcinkus ”, afirma don Innocenti “por cómo había sido tratado por el presidente del IOR” [38] .

 

            Girolamo Bortignon, que fue obispo de Belluno y promovió a Luciani al episcopado, dijo de él: “Pastor manso y paciente, pero fuerte y decidido a alcanzar los justos objetivos pastorales”. Siendo ya papa, Luciani le rogó que fuera al Vaticano. Del encuentro entre ambos el viejo obispo comentó: “Son cosas que llevaré conmigo a la tumba”. Tras la muerte de Juan Pablo I, Bortignon confió a monseñor Anselmo Bernardi esta misteriosa frase: “Yo lo sé por qué ha muerto. Ha conocido los males de la Iglesia” [39] .

 



[1] Carta de Camilo (2-11-1985).

[2] C. BASSOTTO, Il mio cuore è ancora a Venezia, Tip. Adriatica, Musile di Piave (Venecia), 1990. Traducción española: Juan Pablo I.  Venecia en el corazón, Ed. Orígenes, Madrid, 1992. Mientras no se diga lo contrario, citamos la versión italiana.

[3] Ver El País, 29-1-1991.

[4] Ver mi presentación de la versión española, BASSOTTO, 12.

[5] BASSOTTO,  138. Es difícil no ver aquí (en cierto sentido, superándolas, actualizándolas) las palabras proféticas del pensador Antonio Rosmini (1797-1855), escritas en su obra más importante titulada Las cinco llagas de la Santa Iglesia (Ed. Península, Barcelona, 1968). Este libro, comenzado en 1832 y terminado el año siguiente, dormiría durante quince largos años en el escritorio del autor: “los tiempos no parecían propicios para publicar lo que había escrito más para alivio de su espíritu... que por otra razón” (n. 165). Era precisamente el sistema del emperador de Austria, José II, el que entonces maniataba a la Iglesia y el que resultaba denunciado por Rosmini. Gregorio XVI había valorado sus cualidades y méritos. Pío IX incluso pensó hacerle cardenal, pero su obra quedó incluida en el Indice de libros prohibidos durante más de cien años.  En marzo de 1966, la Congregación para la Doctrina de la Fe autorizó su publicación. Con el Concilio Vaticano II, Rosmini fue rehabilitado. En su opinión, estas eran las llagas que padecía la Iglesia:

-          el hecho de que el pueblo esté casi dividido y separado del clero “en un culto que no comprende” (n. 15);

-          la insuficiente educación del clero y del pueblo por parte de los obispos: “al principio de la Iglesia, la divina Escritura era el único texto de instrucción popular y eclesiástica”, “es Dios quien habla en él” (n. 38);

-          la desunión de los obispos, que debían ser “una sola cosa”  según el deseo de Cristo (n. 49), pero aparecen “cercados por el poder temporal”, como “pontífices nacionales”, “asalariados”,  ministros del príncipe: “ellos hacen sus guerras y sus paces” (nn. 62,70,72);

-          el abandono del nombramiento de los obispos en manos del poder temporal: “los ministros del altar se han convertido en ministros del Estado” (n. 100), “empleados del soberano” (n. 118), mientras que en los primeros siglos de la Iglesia el pueblo participaba en la elección de los obispos: “el mejor consejo, el consejo menos sujeto a engaño, era precisamente el de todo el cuerpo de los fieles” (n. 77);

-          la pérdida de sentido de los bienes eclesiásticos y de su verdadera función, “la comunión de bienes” (n. 142): los bienes de la Iglesia han de ser administrados por ella misma “bajo absoluta vigilancia”, “son de Dios y de los pobres” (n. 163).

                El libro de Las cinco llagas hace pensar en el espíritu y en los documentos del Vaticano II. Incluso va más allá, por ejemplo, en lo que se refiere a la participación del pueblo en la elección de los obispos: “Consta por la historia como un hecho indiscutible, que en todas las iglesias más ilustres del mundo, y de modo especial en las fundadas por los Apóstoles, en las iglesias de Roma, de Alejandría, de Antioquia, de Constantinopla, de Efeso, de Heraclea, de Corinto, de Tesalónica, de Cartago, y lo mismo puede decirse de todas las otras, durante muchos siglos el pueblo intervino ordinariamente en la elección de los obispos, y sin el voto o el consentimiento del pueblo el obispo no era considerado legítimo, sino intruso” (p. 287).

                Albino Luciani hizo su tesis doctoral sobre “el origen del alma humana según Antonio Rosmini” y la defendió el 27 de febrero de 1947 en la Universidad Gregoriana de Roma. El nuevo doctor fue crítico con el filósofo y teólogo italiano: “El estudio concienzudo de su obra, dice Luciani, me ha convencido – a mi pesar – que Rosmini, grande en otros aspectos, en este por mí examinado del origen del alma humana, no es grande” (Opera omnia I, 84). Es grande en su visión de la Iglesia,  necesitada de una profunda renovación. En este sentido, el mensaje de Rosmini habría de calar muy hondo en el futuro papa Luciani. Realmente, la semilla lanzada no muere sin dar  fruto,  pues “la palabra de Dios no vuelve de vacío” (n. 73, nota).

[6] BASSOTTO, 122.

[7] Ibidem.               

[8] Ib., 125.

[9] Ibidem.

[10] Ib., 127.

[11] Ibidem.

[12] Ibidem.

[13] Ibidem.

[14] Ib., 241 y 134.

[15] Ib., 135.

[16] Ibidem.

[17] Ib., 137.

[18] Ibidem.

[19] Ib., 145.

[20] Ib., 140.

[21] Ib., 146-147.

[22] Ib., 227.

[23] Ib., 247.

[24] Ib., 245.

[25] Ib., 237-239.

[26] Ib., 231.

[27] Ib., 239.

[28] Ib., 209.

[29] Ver El País, 6-10-1978.

[30] Ver El País, 8-10-1978.

[31] CORNWELL, 159 y 157.

[32] ZIZOLA,G., Il papa che non volle farsi re, en Epoca, 1982 (1988), 171.

[33] Se pedirá cuenta,34.

[34] SENIGAGLIA,M., Nel nome di Dio: collaborare non significa tradire, en Gente Veneta, 30-6-1984,8.

[35] Ibidem.

[36] Entrevista a M. Senigaglia  en Corriere delle Alpi, 26-8-1998, y en Papa Luciani-Humilitas 3 (1999),6.

[37] TORNIELLI, en Luciani  e 'La Cassa di Famiglia', en 30 Giorni, 7-7-1992.

[38] Ibidem. El artículo de 30 Giorni ha sido reproducido en el boletín Papa Luciani-Humilitas, enero 2000, 12-13.

[39] Il Gazzettino, 20-2-2002; ver KUMMER, 223