5. UN INFIERNO ENTRE DOS CONCLAVES

 

Con la perspectiva que ahora tenemos, se comprende perfectamente que el escándalo IOR-Ambrosiano, como espada de Damocles, gravitara sobre el cónclave que eligió a Juan Pablo I y, mucho más, sobre el cónclave que eligió a Juan Pablo II. Se comprende que el papa Luciani p asara un mes de infierno en el Vaticano. Se comprende que estuviera a punto de realizar cambios importantes que el propio Villot interpretó como una traición a la herencia de Pablo VI . Se comprende que triunfara finalmente el candidato de Villot, el papa extranjero. 

 

El balance del IOR

Cuando murió Pablo VI , en Castelgandolfo el 6 de agosto de 1978, el cardenal Villot , en función de camarlengo, mandó redactar para conocimiento de los cardenales algunos informes sobre diversos asuntos. Uno de ellos se refería a la situación financiera de la Santa Sede. El informe fue encargado al cardenal Vagnozzi , presidente de la Prefectura para los Asuntos Económicos [1] .El informe ofrecía un cuadro general pero simplificado de la situación. El cardenal Palazzini preguntó por qué no se presentaba el balance del IOR. Villot  respondió secamente, diciendo que el IOR no entraba dentro de las administraciones de la Santa Sede.

Años atrás, Villot  y Palazzini habían coincidido en la Congregación del Clero como Prefecto y Secretario respectivamente. Se produjo entre ambos una tensión, que desconcertó a los cardenales, carentes de información. Ello indujo al cardenal polaco Stephan Wyszynski  a cortar por lo sano: “No estamos aquí para ocuparnos de asuntos financieros”.

El cardenal polaco estaba ajeno a los mecanismos financieros del mundo occidental y no captaba los peligros aludidos por Palazzini, a quien apoyaba el cardenal Siri . Se nombró una comisión presidida por Antonio Samoré , la cual dos días después concluía que, según la reforma de la Curia establecida por Pablo VI , el IOR no estaba sometido a la Prefectura para los Asuntos Económicos.

 

El futuro papa

En principio , había dos candidaturas de entrada, la de Luciani  y la de Siri . El cardenal Felici se arriesgó a decir entonces: “Podría suceder que no sea elegido ninguno de los dos cardenales que gozan del apoyo de un cierto número de electores. Puede suceder que ni el patriarca de Venecia Albino Luciani, ni el cardenal de Génova Giuseppe Siri sucedan a Pablo VI [2] .

El cardenal Siri , delfín de Pío XII  y conservador, era el candidato del bloque curial. Se le acusaba de hostigar la renovación conciliar. Se decía en ambientes eclesiásticos: “La Curia romana ha perdido dos cónclaves, con Juan XXIII  y Pablo VI , pero no fallará el tercero” [3] .

En Venecia, en junio del 78, al final de un encuentro organizado por el Instituto de Historia social y religiosa del Véneto, personas del entorno de Luciani  lo daban por hecho: “Será el nuevo papa”. Lo decía una persona muy seria, informada y cercana al patriarca, y hablaba “como por una precisa indicación” [4] .

Parece que, a la hora de entrar en el cónclave, las posiciones estaban ya bastante delimitadas. Pironio  lo dio a entender. El cardenal brasileño Brandao  Vilela comentó: “Vamos a por un papa pastor, religioso, y puede ser Luciani [5] .

Sin embargo, había otra opción. Un día del verano de 1978, antes de la muerte de Pablo VI , el cardenal Villot confió  a su secretario: “He encontrado al futuro papa: será el cardenal Wojtyla” . Al decir esto, se frotaba las manos, gesto que le era familiar cuando se felicitaba por haber tomado una buena decisión o cuando le llegaban buenas noticias [6] .     

 

Milagro moral

Cuando fue elegido papa Albino Luciani , el 26 de agosto, los cardenales coincidían en una cosa: en haber palpado la acción del Espíritu : “Es una pena que no podamos contar lo que hemos vivido” (Tarancón),  “la elección la ha provocado literalmente el Espíritu Santo” (Suenens),  “hemos sido testigos de un auténtico milagro moral” (Pironio) [7] .

Según el cardenal belga Leo J. Suenens , hubo cuatro votaciones. En la última Luciani  obtuvo una mayoría real de más de las tres cuartas partes de los votos. La primera votación fue un tanteo; la segunda, un desahogo; la tercera aclaró el panorama y la cuarta “se saldó con un verdadero tres cuartos” [8] .

El guatemalteco  Mario Casariego precisa más: en la primera votación Siri  obtuvo 25 votos, Luciani  23, Pignedoli  18. En la tercera, Luciani obtuvo 70. Y en la cuarta 101, sobre un total de 111. El cardenal Corrado Bafile, que  leía los resultados, fue interrumpido por un clamoroso aplauso cuando Luciani alcanzó los 75 votos necesarios para la elección [9] .

Giovanni Benelli , promotor de la candidatura de Luciani, comentó lo siguiente : “El consenso se ha realizado sobre la plataforma del desarrollo del Concilio. Sería ridículo creer que se ha resuelto la reforma litúrgica dando la vuelta a los altares y permitiendo las guitarras. Se requiere algo muy distinto. Además, la colegialidad episcopal está por desarrollar. Lo mismo, la promoción del laicado, los derechos humanos” [10] .

El cardenal Pericle Felici se anticipó y expresó en un símbolo elocuente lo que le esperaba al nuevo papa: “Cuando era evidente que el peso del pontificado caería sobre sus espaldas, me permití hacerle el regalo de una humilde reproducción del Vía Crucis” [11] .

Como se sabe, Luciani  dio su voto al brasileño Aloisio Lorscheider , lo cual confirma su decidida voluntad de renovación [12] . Lo confirma también la declaración de varios cardenales:  Juan Pablo I a bría “una época de fuerte renovación en el interior de la Iglesia” (Pironio),  “amaba a los pobres y al Tercer Mundo”(Arns) [13] , “la sensación de que se trataba del hombre al que buscábamos era tan generalizada que no me cabe la menor duda de que es el candidato de Dios”(Hume) [14] .

No se aprecia bien el resultado del primer cónclave del 78, si se distorsiona la figura del papa Luciani  o si se ignora su proyecto de pontificado. Sin embargo, como dice Camilo Bassotto , amigo personal de Juan Pablo I,  la figura del papa Luciani ha sido “profunda y maliciosamente distorsionada” [15] .

 

Un mes de infierno

Juan Pablo I p asó un mes de infierno en el Vaticano. ”El error, dijo Benelli, ha sido la inmediata confirmación de los cargos de curia. El papa Luciani  debería haberse tomado tiempo y elegir a sus colaboradores con calma, de modo que no quedara prisionero de una estructura que respondía a la personalidad de su predecesor” [16] .

Una mañana, sor Vincenza  escuchó sin querer al secretario Diego Lorenzi , que le decía al papa insistentemente: “Santo Padre, ¡usted es Pedro! ¡Usted tiene la autoridad! ¡No se deje amedrentar ni intimidar!”. Sin embargo, dice sor Vincenza, “cuando él realmente creía que debía hacer una cosa, no había santo que pudiera detenerle” [17] .

“La Secretaría de Estado se le ha cerrado como un capullo”, comentó el cardenal Vagnozzi . “No sé cuánto durará este estado de cosas porque tiene sus ideas y querrá aplicarlas. Me han dicho que no quiere a Marcinkus : una vez vino a Roma para dar su opinión sobre la venta de la Banca Católica del Véneto y Marcinkus lo trató bruscamente. Veremos cómo terminará” [18] .

En el mes de pontificado de Juan Pablo I suceden  en el Vaticano muchas cosas que requieren mayor explicación: las amenazas de muerte que recibe; la muerte repentina de Nikodim, cuando hablaba con el papa, tras tomar una taza de café [19] ; la destitución de los hermanos Gusso , camareros pontificios, a pesar de la oposición del secretario Diego Lorenzi ; la instalación de timbres junto a la cama del papa en la mañana anterior a su muerte; la extraña anécdota de un médico que, algún día antes de morir, le dijo al papa: “Usted tiene el corazón destrozado” (el papa no le hizo ningún caso); la irrupción de un desconocido en los aposentos papales, al que se deja pasar por supuesto parecido con el Dr. Da Ros , que llegaba de Venecia. Habría que investigar tanto las diligencias como las negligencias; en suma, la seguridad del papa Luciani [20] .

El 28 de septiembre por la tarde, Juan Pablo I c omunica a Villot  su decisión de realizar cambios importantes; por ejemplo: Benelli sería el  nuevo secretario de Estado y Felici el  nuevo vicario de Roma. Según Giovanni Gennari , dijo Villot: “Usted es el papa. Es libre de decidir y yo obedeceré. Pero sepa que estos nombramientos significarían la traición a la herencia de Pablo VI ”. Además, el papa quiere cortar las relaciones del IOR con el Banco Ambrosiano; en consecuencia, Marcinkus  y sus colaboradores serían destituidos [21] .

Es curioso. En la única entrevista que tuvo con el papa Luciani, Marcinkus comentó: “¡Qué barbaridad¡ !Parece agotado!” [22] . Y el cardenal Ugo Poletti, que también iba a ser destituido de su puesto (vicario de Roma), dio muestra de su especial ojo clínico: “En la última audiencia que tuve con él, ocho días antes de su muerte, le encontré particularmente angustiado, tanto que yo mismo quedé afectado. Me quedó dentro un nudo de dolor y de preocupación por su resistencia física tal que, al amanecer del 29 de septiembre, cuando me enteré del luctuoso suceso, me sentí dolorido pero no sorprendido” [23] . 

El cardenal Giuseppe Caprio, sustituto de la Secretaría de Estado, conoció de cerca la firmeza del papa Luciani: “Su sonrisa no debe llevar a engaño. El escuchaba, se informaba, estudiaba. Pero, una vez tomada la decisión, no se volvía atrás, a menos que hubiera datos nuevos” [24] .

Hacia las 9 de la tarde Juan Pablo I habla por teléfono, según hemos visto, con el doctor Da Ros: “Todo era normal”. También habla por teléfono con el cardenal Colombo, arzobispo de Milán, el cual manifestará en la Radio Vaticana: “Juan Pablo I me ha hablado ampliamente con tono normalísimo, del cual era imposible deducir ningún malestar físico. En su saludo final pedía oraciones, y estaba lleno de serenidad y de esperanza” [25] . 

 

Santidad, ¿cómo está?

Es el título sorprendente de un artículo de la revista OP (Osservatore Politico), que tiene fecha de 26 de septiembre del 78 y sale con una semana de antelación. La revista, de una tirada limitada, está ligada a los servicios secretos. Su director es Mino Pecorelli .

Pecorelli  es miembro arrepentido de la logia P2. Su particular tipo de periodismo utiliza “delicadas informaciones tomadas del mundo político y financiero en artículos chantajistas escritos en un lenguaje hermético y alusivo, a menudo comprensible sólo por unos pocos iniciados pertenecientes a este o a aquel centro de poder” [26] .

El 20 de marzo del 79 Pecorelli  fue asesinado de un tiro en la boca. Su homicidio es “la  confirmación de la exactitud y de la importancia de las tesis defendidas en sus artículos” [27] .

En uno de ellos, Pecorelli  anuncia con cuatro años de antelación el asesinato del general Carlo Alberto Dalla Chiesa . Bajo la forma de “carta al director” (en OP, 17 de octubre de 1978), se afirma que el ministro del  Interior Cossiga  conocía la ubicación de la prisión de Aldo Moro  “porque un general de los carabineros se lo había comunicado con la máxima reserva”. Cossiga  había pedido instrucciones a la P2 y se había decidido no hacer nada. La carta concluía con esta previsión: “Se puede imaginar, querido director,... qué general de los carabineros será encontrado suicida con el clásico pistoletazo que lo resuelve todo”, “desgraciadamente el nombre del general  jefe de carabineros es conocido: amén”.

Según los expertos del lenguaje críptico de Pecorelli , se hacía referencia a Dalla Chiesa : ¿dónde, en efecto, se dice “amén” sino en la chiesa (iglesia)? [28] . 

Con la muerte de Pecorelli , muchas personas dieron un suspiro de alivio: “Enseguida se vio claro que las investigaciones serían dificilísimas. Muchos tendrían interés en eliminar a un hombre que sabía mucho y escribía mucho y que, aunque había estado inscrito en la P2, en la última fase de su vida libraba una dura batalla contra Licio Gelli [29] .

Esto supuesto, veamos el artículo titulado Santidad, ¿cómo está? Pregunta enigmáticamente por la salud del papa Luciani (cuando, según su médico personal, se encontraba perfectamente bien) y habla de los cambios que pensaba hacer:

 

“Juan Pablo I no goza de óptima salud, aunque en el fondo tenga la fibra notoriamente robusta del campesino véneto. Enfermedades viejas y nuevas se han sedimentado lentamente sobre su persona haciéndole fatigoso y difícil el sumo encargo del que le ha investido el Cónclave. Noticias filtradas por fuentes vénetas y vaticanas dicen que Albino Luciani , joven seminarista, sufrió una tuberculosis. Hoy está clínicamente curado, pero como dicen los médicos de la Escuela Salernitana, “una vez tísico, siempre tísico”. Aparte de esto, Su Santidad sufriría de graves y recurrentes trastornos en el aparato digestivo, mal que produce una monotonía casi ininterrumpida en su dieta alimenticia: patatas hervidas aliñadas con aceite. Parece que tal plato, extremadamente simple, requiera sin embargo tiempos y dosis precisas para ser tomado con un mínimo de gusto. Y el papa, en los primeros días de su vida romana, ha debido darse cuenta de que la cocina vaticana no tenía el toque justo. Por esto, ha hecho venir de Venecia a Roma a las hermanas que se ocupaban de su cocina de patriarca.

Otro inconveniente del que sufre el Pontífice es un fuerte y continuo mal en los ojos, para el que los médicos no encuentran ni explicación ni cura. Algunos lo atribuyen al solustro, esto es, al reflejo del agua en los canales venecianos que habría irritado las pupilas de modo profundo y quizá crónico. 

Mientras tanto, se hacen auspicios sobre su pontificado. ¿Promulgará encíclicas, expedirá bulas? ¿Hará viajes intercontinentales? Ciertamente, hay muchos sitios donde un papa podría ir: Líbano, Rodesia, Checoslovaquia, pero ya Albino Luciani  ha adelantado en su discurso inaugural, diciendo explícitamente que las cuestiones internas de los estados quedarán como tales también para la Iglesia.

¿Se contentará, entonces, con ser el papa de Italia? ¿O el obispo de Roma? En Venecia muchos recuerdan que, apenas tomó posesión de la sede patriarcal, hizo una limpia de monseñores y sacerdotes curiales, mandándoles a hacer de párrocos en la provincia. Con tal precedente, hoy en el Vaticano muchos tiemblan, y no solamente monseñores y sacerdotes, sino también obispos, arzobispos y cardenales” [30] .

 

Pecorelli recoge un ambiente que le es hostil al papa Luciani y que es alimentado por personas que van a ser removidas de sus cargos. Podemos reconocer aquí el runrún de Marcinkus, Poletti y compañía: “parece agotado”, “particularmente angustiado”, “tiene el corazón destrozado” [31] .

El runrún sobre la salud venía de lejos. Cuando en 1956 el obispo de Belluno, Gioacchino Muccin, propuso a Luciani como obispo, pocos meses después llegó la respuesta de Roma con dos objeciones: el estado de salud del candidato es precario y tiene poca voz. Estas objeciones eran demasiado inconsistentes para el obispo promotor. A propósito de la salud se hizo con un certificado de su médico y remitió la siguiente declaración: “Desde 1949 a 1956 no me resulta que Luciani haya estado un solo día en cama y, a pesar de su constitución menuda y frágil, ha dado siempre prueba de una resistencia al trabajo y de una fuerza de voluntad increíble, como raramente se encuentran en personas consideradas sanas y robustas”.

En 1945 y de nuevo en 1947 Luciani fue ingresado en un sanatorio por una posible tuberculosis: “Las pruebas que se le hicieron en ambos casos dieron resultado negativo y la enfermedad pulmonar fue diagnosticada como bronquitis” [32] .

En cuanto a la poca voz, dijo Muccin, “la objeción me parece inconsistente. No sé quién la habrá puesto. Sin embargo, si ha sido el sacerdote que se me ha dicho, la cosa es más que explicable teniendo en cuenta la sordera proverbial del venerable monseñor”. Según la biógrafa alemana Regina Kummer, el venerable monseñor podría ser Augusto Bramezza, que fue párroco de Canale d’Agordo.

El artículo enigmático de Pecorelli sobre la salud del papa Luciani resulta más significativo si tenemos en cuenta que dos semanas antes había publicado la reveladora historia de un papa, que muere asesinado tras un breve y tempestuoso pontificado.

 

Muerte anunciada

Con fecha 12 de septiembre, Pecorelli  había publicado otro número de OP en cuya portada se anunciaba un artículo titulado La gran logia vaticana. En él se decía que el 17 y el 25 de agosto la agencia de prensa Euroitalia había dado los nombres en código, el número de matrícula y la fecha de iniciación a la masonería de cuatro cardenales considerados muy papables: Sebastiano Baggio , Salvatore Pappalardo , Ugo Poletti , Jean Villot.

 “Lanzadas las redes por todas las pistas de la capital, decía Pecorelli , hemos permanecido en paciente espera. No hemos quedado defraudados. El lunes 28 de agosto nos hemos hecho con una lista de 121 masones: cardenales, obispos y altos prelados indicados por un número de matrícula y nombre codificado. Ciertamente, la lista puede ser apócrifa, incluso la firma de un cardenal hoy puede ser falsificada. En cualquier caso, el único modo de salir del turbio atasco y de los interrogantes, es someter la cuestión a la atención de los interesados... El papa Luciani  tiene ante sí una difícil tarea y una gran misión. Entre tantas, la de poner orden en las alturas del Vaticano. Publicando esta lista de eclesiásticos quizá afiliados a la masonería, pensamos ofrecer una pequeña contribución. O una lluvia de desmentidos o, en el silencio, la depuración” [33] . A continuación se añade la lista de presuntos masones.

En otro apartado, el mismo número de OP propone a sus lectores la extraña historia de un papa laico, Petrus Secundus, que muere asesinado tras un breve y tempestuoso pontificado. El papa “es periodista en un diario”. El arzobispo Luciani había confesado en una entrevista: “Si no hubiera sido obispo, hubiera querido ser periodista” [34] . Por lo demás, se hicieron famosos sus artículos en la revista Messaggero di sant’Antonio de Padua y en Il Gazzettino de Venecia.

El nuevo papa “toma el nombre de Pedro Segundo sólo porque rechaza cambiar de nombre, así como rechaza también aspectos importantes de la Iglesia que, forzado por las circunstancias, ha aceptado dirigir. Breve y tempestuoso es el pontificado de este papa que terminará asesinado por obra de fuerzas políticas adversas, alarmadas por sus denuncias e interesadas en anular los esfuerzos del papa Pedro por la renovación de la sociedad humana” [35] .

Su elección, dice Pecorelli, se produce “por aclamación y por mayoría casi unánime”. En el palacio Chigi, el presidente del Consiglio declaró: “En las próximas elecciones estamos perdidos”. Llegó el día del discurso papal:

-          “La elección de un laico al papado es un hecho insólito en los tiempos recientes, dijo el papa. A mí el acontecimiento me ha caído encima de improviso, dejándome turbado y lleno de aprehensión. Lo estoy todavía y a veces me pasa que me considero la víctima de un acto del cual sin embargo se me ve protagonista”.

-           The son of a bitch is fishing for solidarity, dijo en la Casa Blanca el presidente que seguía el discurso con sus consejeros.

-          “Pero vamos al grano, dijo el papa, pienso que ningún rey, ningún presidente, ningún emperador y ningún papa tienen derecho a comer si antes no han comprobado que todos sus súbditos, ciudadanos y seguidores pueden hacerlo...El presidente, el papa no podrán enviar embajadores ante los poderosos de la tierra si antes no han enviado sus mensajeros ante aquellos que sufren injusticia, que padecen tiranía, que gimen en las cadenas de las muñecas y de las mentes”.

-           “Está loco como Cristo y tan peligroso”, dijo el presidente del Consiglio, “en las próximas elecciones perderemos cuatro millones de votos”.

-          “Y ahora basta de palabras, concluyó el papa. El tiempo apremia y debemos pasar a los hechos. De todo corazón, os agradezco que me hayáis escuchado”.

-          “La Iglesia se está hundiendo”, dijo furioso un cardenal conservador, “y pierde toda influencia. La gente no cree ya en nada, y ahora ni el papa da ejemplo”.

El papa decidió comenzar un trabajo en el que había pensado a menudo desde los primeros días: “Se trataba de un trabajo ímprobo y lleno de peligros: hacer el censo de las riquezas de la Iglesia. No se trataba sólo de saber lo rica que era, sino de dividir lo que era fácilmente enajenable de lo que no lo era. La idea de Pedro era usar el beneficio para ciertos fines, a su parecer esenciales” [36] .

Suena ¿verdad? Lo publica el periodista Mino Pecorelli, siempre bien informado [37] . No lo olvidemos, el 12 de septiembre de 1978, quince días antes de la extraña muerte del papa Luciani.

 

Tú eres Pedro

Aquella tarde del 26 de agosto del 78 los medios de comunicación daban la noticia de la elección del cardenal Luciani , como nuevo papa, que había elegido el nombre de Juan Pablo I.  Era sábado. En la eucaristía de la comunidad, leímos las lecturas del domingo correspondiente [38] . El evangelio no podía ser más oportuno: Tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia [39] . Y también: El poder del infierno no prevalecerá contra ella.

A la luz de datos posteriores, también resulta oportuna la primera lectura de aquel día, un pasaje del profeta Isaías , que reflejaba las intenciones del nuevo papa y el temor de Marcinkus , el hombre que tenía en sus manos las llaves del palacio vaticano: Así dice el Señor a Sobna, mayordomo de palacio: Te echaré de tu puesto, te destituiré de tu cargo [40] . Como hemos visto por el testimonio de la persona de Roma y por otras fuentes, Juan Pablo I tenía pensada la destitución de Marcinkus.

En la mañana del 28 de septiembre, Juan Pablo I recibió a un grupo de obispos filipinos. Al darles la bienvenida, les recuerda un pasaje encontrado en el Breviario: “Este pasaje nos ha conmovido fuertemente. Se refiere a Cristo y fue citado por Pablo VI  durante su visita a Filipinas: Yo debo dar testimonio de su nombre: Jesús es el Cristo, el hijo de Dios vivo”. Era la confesión de Juan Pablo, la confesión de Pedro, en la que sería su última jornada.

La segunda lectura de aquel sábado 26 de agosto, de la carta a los romanos [41] , fue utilizada al servicio de la posición oficial por el cardenal decano, Carlo Confalonieri , en la homilía del funeral del papa Luciani : “Nos preguntamos: ¿Por qué tan pronto? El apóstol nos previene con la conocida exclamación, sorprendida y adorante: ¡Qué inescrutables son tus juicios y desconocidos tus caminos!” [42] . Pero el cardenal no decía nada de las circunstancias oscuras de la muerte de Juan Pablo I:  un diagnóstico sin fundamento (infarto agudo de miocardio y, además, instantáneo) dado por médicos que no conocían al papa como paciente, que ignoraron a su médico personal y que ni siquiera quisieron conocer su historial clínico. Además (oficialmente) sin la realización de la autopsia, (oficiosamente) con ella y con una medicación que nadie ha despachado y que mata al papa.

Como Juan el Bautista, bajo cuya protección fue bautizado, Juan Pablo I encontró la muerte “en el momento oportuno”, en medio de una oscuridad eficazmente mantenida por intereses ocultos. Su funeral fue pasado por agua: desde la consagración a la comunión un violento aguacero cayó sobre Roma: ¿Desde cuándo no se recuerda en Roma una cosa así? En el improvisado altar, el cardenal decano del Sacro Colegio tenía dificultades para leer las oraciones del misal, cuyas páginas agitaba la borrasca [43] .

El salmo propio del día de la elección lo fue también del día de la muerte: Te doy gracias, Señor, de todo corazón, pues tú has escuchado las palabras de mi boca, yo sé que tú siempre me escuchas [44] . Para el que cree, todo (la enfermedad, la muerte prematura, incluso la muerte violenta) se puede transfigurar en gloria de Dios y en gloria de Cristo [45] . El salmo dice también: Canten los caminos del Señor, porque la gloria del Señor es grande. Como es sabido, la humildad era un rasgo distintivo de la personalidad del papa Luciani  y, de hecho, se convirtió en su lema. El salmo recoge este detalle de identidad: El Señor ve al humilde. Habiendo sido truncado su ministerio papal, a pesar de todo, creemos que el poder del infierno no prevalece contra la Iglesia y sigue vigente la oración final del salmo: Señor, es eterno tu amor, no abandones la obra de tus manos.   

 

Llamados a juzgar

El 29 de septiembre, cuando los medios de comunicación daban la increíble noticia de la muerte de Juan Pablo I,  se leía en todas las iglesias un pasaje del libro de Daniel  que recoge el juicio de la historia, un mensaje de esperanza en medio de las dificultades del tiempo presente. Los creyentes son víctimas de poderes bestiales, pero la última palabra sobre la historia la tiene Dios: Miré y vi que colocaban unos tronos [46] . Lo dijo Jesús: Cuando el Hijo del hombre se siente en su trono de gloria, os sentaréis también vosotros en doce tronos para juzgar a las doce tribus de Israel [47] . El juicio se realiza ya en el presente. Estamos invitados a sentarnos con Aquel que juzga la historia.

La segunda lectura era del Apocalipsis, que significa revelación de lo que en el fondo está pasando: la lucha de Miguel (¿Quién como Dios?) contra el Dragón (los poderes del mal). Ellos lo vencieron con la sangre del Cordero y con la palabra del testimonio que dieron, pues no amaron tanto su vida como para rechazar la muerte” [48] . Tal cual.

El evangelio nos invitaba a ver cosas mayores: Veréis el cielo abierto y a los ángeles de Dios subir y bajar sobre el Hijo del hombre [49] .  Los muertos mueren para los hombres, no para Dios: para él todos viven, son como ángeles, son hijos de Dios, son hijos de la resurrección [50] . El salmo era el mismo del día de la elección de Albino Luciani  como papa, el que reza Jesús ante la tumba de su amigo Lázaro: Te doy gracias, Señor, de todo corazón... cuando te invoqué me escuchaste, aumentaste el valor en mi alma.        

 

Escasa seguridad

Una de las decisiones que tomó personalmente Juan Pablo II , pocos días después de comenzar su pontificado, no fue la de reforzar el Servicio Médico del Vaticano, sino (precisamente) la de crear un cuerpo de seguridad, el Servicio Secreto de Su Santidad (SSSS): cinco policías de élite, armados con pistolas extrachatas, encargados de asegurar la custodia personal del papa; y otro equipo de veinte, encargado de mezclarse con la multitud en las apariciones públicas del Sumo Pontífice [51] . En realidad, la seguridad del papa era escasa. Veamos un ejemplo.

En el verano del 68, durante la estancia del papa en Castelgandolfo, su apartamento vaticano fue sometido a los anuales trabajos de mantenimiento y de restauración. Entre otros, fueron llamados cuatro técnicos para controlar los teléfonos. Una monja acompañó a los cuatro hombres en la estancia donde estaba situada la centralita. Allí había una estantería que tenía a la vista unas cajas de cartón con inscripciones que indicaban el contenido: oro, plata, bronce. Después de comer, volvieron los cuatro y se llevaron 30 medallas de oro y preciosas cruces pectorales.

Pasado el verano, el secretario del papa Pasquale Macchi  descubrió el robo pero todos callaron. Convencidos de que nadie se había dado cuenta, los ladrones proyectaron repetir el golpe al año siguiente y estudiaron el modo de penetrar desde el exterior. Descartaron la puerta de hierro y cristales que cierra un lado de la tercera logia del palacio apostólico y la antigua escalera de caracol para evitar ponerse a la vista; descartaron también la posibilidad de utilizar el ascensor personal del papa que comunica el patio de San Dámaso con el apartamento pontificio por demasiado peligroso. Quedaba una última posibilidad: subir a la terraza (construida para permitir a Pablo VI  breves paseos, sin verse obligado a descender a los jardines) y usar el pequeño ascensor que la comunica con el apartamento pontificio.

El plan presentaba una sola dificultad: encontrar una llave que abriera la puerta del ascensor. Cuando, al fin, la encontraron, tuvieron ocasión de probarla dos veces, en marzo y junio del 69, aprovechando el hecho de haber sido llamados al apartamento para nuevos enlaces telefónicos. Favoreció la puesta en marcha del plan el octavo viaje del papa al exterior: Pablo VI  saldría de Castelgandolfo hacia Uganda el 31 de julio. Cuando ya el papa estaba en vuelo sobre Africa, tras haberse asegurado con repetidas llamadas de teléfono que la monja no estaba en el apartamento, tres de los cuatro técnicos pusieron en marcha el plan: entraron en el apartamento, atravesaron el estudio papal y llegaron al despacho de monseñor Macchi . En los cajones de un armario había innumerables estuches: medallas de oro y de plata, cruces pectorales con brillantes, plumas, relojes.

El robo fue descubierto con mucho retraso. Esta vez Macchi  lo dio a conocer. Pero, apenas la noticia comenzó a difundirse, se recurrió a un desmentido oficial que formalmente correspondía a la verdad: nada había sido robado en la estancia del papa. Hubo proceso vaticano, celebrado en 1974. Todo terminó con penas suaves para los tres imputados, pero sin resultado práctico alguno [52] .

Hay otros casos más recientes. El 20 de marzo de 1984, a las 7’30 de la mañana, unos ladrones asaltan un tren, el Milán-Lecce, estacionado en la Tiburtina, donde lo estaban equipando antes de salir de la estación central romana de Termini. Los bandidos rompen los cristales, inmovilizan a los empleados y buscan durante 40 minutos, hasta que por fin encuentran el saco de los correos vaticanos. Dan un grito de satisfacción y desaparecen como un rayo. Lo que más desconcierta es que al robo del 20 de marzo hay que añadir otro que tuvo lugar el 3 de marzo y otro más que tuvo lugar el 24 de febrero. Estos atracos fueron contra el furgón postal que todos los días y a diversas horas sale del Vaticano rumbo al aeropuerto de Fiumicino. También en noviembre del 82 los correos vaticanos sufrieron varios atracos extraños. No se llevaron los sacos llenos de valores, sino tres sobres lacrados. Los ladrones sabían lo que buscaban: documentos secretos. La noticia del atraco se llegó a saber simplemente porque los servidores del furgón tuvieron que recurrir a la casa de socorro [53] . 

A finales de septiembre del 86, tres individuos armados intentaron robar 100 millones de pesetas en el Vaticano. Se pensó que los ladrones pudieran tener algún cómplice dentro y que penetraran a través de una puerta secundaria situada en la parte trasera del recinto vaticano. Al parecer, poco antes de las ocho de la mañana penetró un coche Opel Azcona de color marrón - robado y con matrícula falsa -, en el que iban tres personas, una de ellas elegantemente vestida: “La guardia suiza que controla los accesos al interior de la ciudad no reparó en nada anormal, puesto que le fueron mostrados documentos falsos (no hay que olvidar que a esas horas hacen su entrada varios miles de personas, entre monseñores, empleados, trabajadores y personas con autorizaciones temporales)”. Los ladrones se dirigieron entonces a la sede del Governatorato, aparcaron el coche delante del edificio y se dirigieron a la caja. Desenfundadas las armas, exigieron al cajero que les entregase cuanto contenía la caja fuerte. El empleado les dijo que no podía hacerlo, puesto que la llave no le era entregada hasta las ocho. La escena fue contemplada por otro colega que accionó la alarma. Al verse sorprendidos, los delincuentes no tuvieron más remedio que optar por la huida. Con el coche se dirigieron hacia la estación ferroviaria, distante pocos metros, donde abandonaron el automóvil. Acto seguido y gracias a una escala previamente dispuesta, se descolgaron por los muros que dan al exterior del Vaticano. La preocupación que había en el Vaticano no era tanto por el dinero, sino por el hecho de que se pueda entrar “con tanta facilidad” [54] . Y no olvidemos que organizaciones poderosas, como la logia P2, son capaces de penetrar incluso en cárceles de máxima seguridad. Y en el Vaticano, como veremos después [55] , entraban por la puerta grande.

 

Muchos cardenales en la villa de Ortolani

En 1963 el abogado Umberto Ortolani  no tenía la notoriedad que en los años posteriores alcanzó como brazo derecho de Licio Gelli  al frente de la logia P2. Ortolani era entonces el hombre de confianza del cardenal Lercaro,  arzobispo de Bolonia. Era trámite obligado para contactar con el cardenal, alojado con ocasión del cónclave en una comunidad religiosa.

En la villa de Ortolani, en Grottaferrata, que ya había alojado durante la sesión conciliar a Lercaro y al cardenal alemán Frings , se celebró una reservada reunión de cardenales, de la que tuvo noticia el político Giulio Andreotti :

“En los días que precedieron al cónclave, una notable actividad se desarrolló en torno a los cardenales Frings  y Lercaro  que habían tenido un papel eminente en la primera sesión conciliar. Con gran sorpresa de los habitantes de Grottaferrata se tuvo, por ejemplo, una numerosa reunión de cardenales - italianos y extranjeros - a invitación del arzobispo de Colonia Frings. Uno de los participantes me dijo entre bromas y veras, que ya había mayoría canónica: no me especificó ni yo se lo pregunté quién era el beneficiario de la elección. Pero de una serie de datos me confirmé en la previsión del triunfo de Montini [56] . Por tanto, desde 1963, Ortolani  estaba muy metido en el mundo vaticano: en su villa de Grottaferrata se decidió prácticamente la elección de Montini. Aunque éste era un candidato claro, había otros. El propio Juan XXIII  había comentado al final de su vida: “Mis maletas están preparadas y estoy tranquilo pues quien venga después de mí llevará adelante lo poco de bueno que he hecho, sobre todo el concilio. Está Montini, Agagianian , y Lercaro” [57] .

La relación entre Gelli  y Ortolani   viene de lejos. Ambos se sienten bien en Sudamérica. En el período 1946-1948, Gelli se dedica a facilitar el traslado a Sudamérica de capitales y obras de arte por cuenta de jerarcas fascistas. Ortolani está asociado  a Gelli desde entonces. Pero, lejos de abandonar Italia, y gracias a la amistad que le une al cardenal Lercaro , Ortolani consigue introducirse en los círculos influyentes, sobre todo de la Democracia Cristiana: “Su pendulismo entre ambas costas del Atlántico le granjea en América, en la década de los años sesenta, los favores del dictador Perón , y en Italia los de Massimo Spada  (hombre de confianza del Vaticano para asuntos financieros) y de Amintore Fanfani , de la DC... Con su fiel Gelli, Ortolani llega incluso a establecer una repartición de los sectores de influencia: él se ocupa de las finanzas y de los asuntos oficiales; el jefe masón se reserva el cuidado de los contactos con los generales argentinos y uruguayos de derechas y, a través de ellos, la atención al comercio exterior de ambos países” [58] .

 

Esta vez no se nos escapará

En la primera congregación general que se tuvo la mañana siguiente tras la muerte del papa Luciani  no hubo ausencias: además de los cardenales de curia participaron otros tres presentes en Roma. Villot  expuso a los cardenales las dramáticas circunstancias de la muerte de Luciani:

“Dijo que los médicos solicitaban el examen necroscópico del cadáver para redactar el certificado de defunción. Algunos cardenales juzgaron oportuna la autopsia, considerándola práctica obligada ante la opinión pública mundial; otros rechazaron la petición por miedo a crear un precedente: en su opinión había que atenerse escrupulosamente a las prescripciones contenidas en las normas relativas a la Sede Vacante que no preveían investigaciones sobre la muerte del pontífice... Ninguno de los presentes se atrevió a formular un interrogante que realmente estaba en el ánimo de la mayoría” [59] .

            La repentina desaparición de Juan Pablo I p esó sobre los cardenales en los primeros días, pero después la atención general se fue centrando en el nuevo cónclave. La curia había perdido tres cónclaves: los de Juan XXIII , Pablo VI y , Juan Pablo I. ¿Perdería también el cuarto?

Se dijo entonces: “Esta vez la curia no está dispuesta a caer de nuevo en la trampa de una elección que después se les pueda escapar como ya estaba sucediendo con el papa Luciani . De hecho, si en el cónclave anterior los votos de la curia volcados en el tradicionalista Siri  fueron veinticinco, esta vez se sabe que son ya más de cincuenta” [60] .

Refiriéndose al cónclave anterior, pero apuntando hacia el siguiente, repetía el cardenal Palazzini: “El elegido ha sido glorificado pero el cónclave ha sido castigado” [61] . 

Se comentó que el elegido debía ser “un pastor”, pero también “un financiero”, “un buen administrador” :”Hace falta un papa que sea un buen administrador”, declaró el cardenal neoyorquino Terence J. Cooke , nada más llegar a Roma. “Pastores, vino a decir, lo somos todos” [62] .

“Ahora que el inepto ha muerto, escribe a principios de octubre de 1978 el cínico purpurado al Gran Maestro, es menester que la Hermandad se comprometa más esta vez a apoyar en el Cónclave su candidatura o, por lo menos, la de otro hermano”. Según la revista 30 Giorni, el texto está celosamente guardado por algunos altos prelados italianos, que garantizan su credibilidad [63] .                         

Los partidarios del cardenal Siri  decían: “Tocará al que salió segundo en la precedente elección”.

El cardenal Ratzinger  declaró que la izquierda italiana presionaba cada vez más abiertamente para elegir un papa favorable a ese pacto de gobierno entre católicos y comunistas llamado “compromiso histórico” [64] . ¿Se situaba Ratzinger en la clave opuesta? Los adversarios de la distensión querían un papa “que buscase no el diálogo, sino la confrontación Este-Oeste” [65] .

Loris Capovilla, que fue secretario de Juan XXIII y después arzobispo de Loreto, dijo en 1985 a Juan Arias: “Ustedes, periodistas, que piensan a veces que lo saben todo, no han sido aún capaces de adivinar quién es el que está detrás del cardenal Ratzinger, quién le azuza y le inspira”.

“¿Por qué no me lo dice?”, preguntó Arias.

“Hoy, no”, respondió el arzobispo [66] .

La elección del cardenal Wojtyla encajaba con la idea de una “Europa cristiana” sostenida por el episcopado alemán, en armonía con las instancias políticas de Alemania occidental. Además el apoyo de los electores alemanes (cuyas obras asistenciales Adveniat y Misereor disponen de grandes medios financieros) significaba asegurar al candidato ricas influencias [67] .

Ninguno de los cardenales alemanes participó en la reunión promovida por los cardenales de París y de Rennes, Marty  y Gouyon , celebrada en el colegio francés de Roma el 12 de octubre. Entre otros estaban presentes los brasileños Arns  y Lorscheider , el belga Suenens , el senegalés Thiandoum , los italianos Colombo  y Pappalardo : se acordó obstruir la candidatura de Siri .

Villot , que combatía las candidaturas de Siri  y de Benelli , orientó a algunos cardenales hacia la elección de un papa no italiano. Recordemos que, poco antes de la muerte de Pablo VI , se felicitaba por la candidatura de Wojtyla .

El nombre de Wojtyla  fue dado en la vigilia por algunos cardenales, apoyados por miembros del Opus Dei, muy activos tanto en favor de Wojtyla como en favor de Baggio .También el cardenal Pignedoli  conocía la candidatura de Wojtyla : “Me hablaron cuarenta y ocho horas antes de entrar en la Sixtina. La indicación venía del cardenal Colombo  y del arzobispo de Filadelfia, John Krol , de origen polaco”.

En la misa por la elección del papa, el cardenal camarlengo Villot  dijo a los electores: “Nada de milagro el resultado, sino fruto de la acción y de la oración de los hombres”. Como veremos más adelante, ya desde el año 1969 había campaña electoral a favor de Wojtyla .

En la primera votación del domingo 15 de octubre, el mayor número de votos fue para Siri , seguido de Benelli . En la segunda votación los votos de ambos aumentaron. Por la tarde, en la tercera Siri alcanzó 59 votos, Benelli poco más de 40. La cuarta votación manifestó que no había posibilidad de entendimiento.       

Ya por la noche, preguntó Koenig  a Wyszynski , cardenal primado de Polonia: “¿Y si eligiéramos a un papa polaco?”. “Soy necesario a mi país”, respondió el primado. Pero Koenig se refería a Wojtyla .

            En la quinta votación, al día siguiente, poco más de diez cardenales votaron a Wojtyla. Los demás continuaron votando a los dos italianos. En la sexta aumentaron los votos del candidato polaco.

            En la séptima se verificaron extremas resistencias. Solamente en la octava votación, Wojtyla alcanzó los 75 votos necesarios. La asamblea permaneció en silencio hasta el final del escrutinio:  91 votos para Wojtyla. Comentó el cardenal Casariego : “Los italianos han llevado al interior del cónclave las disputas de su país” [68] .

El inglés Cornwell  alude a una confidencia de sor Vincenza a la hermana Irma Dametto , según la cual el papa Luciani  habría dicho a sor Vincenza: “Mire, hermana, yo no desearía estar aquí en este sitio. El papa extranjero viene a ocupar mi lugar. Se lo he pedido al Señor”.

Algo semejante comenta Magee , amigo de Marcinkus  y secretario personal de Pablo VI , también de Juan Pablo I.  Una vez, le dijo Juan Pablo I: “¿Por qué me han elegido a mí? Debían elegir a otros más preparados que yo. Debían elegir al cardenal que en la Sixtina estaba de frente a mí”. Y algún día antes de morir añadió: “Yo me marcharé y él ocupará mi lugar”. El episodio se lo contó Magee al obispo de Belluno, Maffeo Ducoli , que a su vez dice: “Juan Pablo II , al cual le he comentado la cosa, me ha confirmado que, en el momento de la elección, él se encontraba casi de frente a Luciani ”.

En realidad, la frase firmada por Irma Dametto  es muy distinta, expresión típica de la humildad de Luciani : “Mira, sobre este sillón no debería estar yo, sino un papa extranjero ¡Se lo había pedido al Señor!” [69] .

De hecho, Luciani  dio su voto a un cardenal extranjero, el brasileño Lorscheider . De hecho también, según el testimonio de don Germano, Luciani sabía a los pocos días de pontificado quién sería (y, además, pronto) su sucesor: el cardenal Wojtyla [70] . Esto es realmente sorprendente y no puede dejar de extrañar. Como no puede dejar de extrañar lo que dice Magee: “Estaba constantemente hablando de la muerte siempre recordándonos que su pontificado iba a durar poco. Siempre diciendo que le iba a sustituir el extranjero. Todo esto era un gran enigma para nosotros entonces. Le dije: ¡Oh, Santo Padre, otra vez no¡ !Volver a este tema tan morboso!” [71] .

La referencia al extranjero manifiesta la conciencia por parte de Luciani  de que el acuerdo en torno a un papa italiano - en aquellas circunstancias - no resultaba viable. Pero no sólo eso, manifiesta las dificultades que está encontrando dentro del Vaticano y (¿por qué no?)  manifiesta también que se teme lo peor.

La referencia a Wojtyla , cuando Luciani había dado su voto a Lorscheider , muestra que la candidatura del papa polaco estaba presente y activa en el entorno vaticano del papa Luciani. Sin ir más lejos, en el cardenal Villot, secretario de Estado.

Juan Pablo I se temía lo peor, pero eso no quiere decir que no tuviera sus disposiciones y proyectos de futuro. Era plenamente consciente de ser el papa y pensaba ejercer. Como dice el cardenal Caprio, entonces número tres de la jerarquía vaticana: “De las disposiciones impartidas por él y de los proyectos que tenía para el futuro, todo lleva a pensar que él no se esperaba un fin tan próximo” [72] .

El Concilio Vaticano II fue para Luciani “escuela de conversión”. Como dice Luigi Incitti, Luciani se creyó el Concilio e iba aplicarlo, hasta en sus últimas consecuencias de tipo económico: “La revolución de Luciani pilló por sorpresa a los curiales desorientándolos, como les pasó con Juan XXIII y con el Concilio”. El papa Luciani con la aplicación del Concilio amenazaba el poder temporal de la Iglesia. Era, por tanto, ”un terremoto que había que evitar a toda costa”, también con el asesinato. Otro móvil, convergente con el anterior, “es de naturaleza económica”. Juan Pablo I fue envenenado, “porque estaba proyectando una radical reforma de la Banca Vaticana, degradando algunas importantes figuras curiales” [73] . El caso Luciani está reabierto.

 



[1] Ver B. LAI, I segreti del Vaticano, Ed. Laterza, Bari, 1984, 135-139.

[2] Ib., 151.

[3] Ver ZIZOLA, 163.

[4] Ibidem.

[5] Ver INFIESTA, 118.

[6] Ver A. WENGER, El cardenal Jean Villot , Edicep, Valencia, 1991, 368.

[7] Ver J. INFIESTA, Juan Pablo I,  alegría de los pobres, Ed. Paulinas, Madrid, 1978, 104.

[8] Ib., 95.

[9] Ver ZIZOLA, 163 y LAI, 156.

[10] ZIZOLA, 163.

[11] NICOLINI, G., Trenta tre giorni. Un pontificato, Ed. Velar, Roma, 1984, 129.

[12] Ver Corriere della Sera, 20-9-1980; también R. KUMMER, Albino Luciani , papa Giovanni Paolo I, Ed. Messaggero, Padova, 1988, 566.

[13] Ver INFIESTA, 282; también, P.M. LAMET, Esperamos a Juan Pablo II , en Vida Nueva  1149 (1978), 40.

[14] YALLOP, 28.

[15] Ver la entrevista que hice a Camilo Bassotto  sobre La figura del papa Luciani , en Alandar, abril 1993, 10-11.

[16] LAI, 158-159.

[17] Ver CORNWELL, 115.

[18] LAI, 159.

[19] Ver el detalle de la taza de café, tomado por Nikodim antes de morir, en WENGER, 327. Tras la muerte de Nikodim, metropolita de Leningrado y número dos de la Iglesia ortodoxa rusa, se produce en la Iglesia rusa una reacción anticatólica, que durará cerca de diez años; ver LECOMTE, Cómo el papa venció al comunismo, Ed. Rialp, Madrid, 318-319.

[20] Ver mi libro Se pedirá cuenta, 120.

[21] Ver YALLOP, 301 y 303-304; también GENNARI, Rivelato il problema che angosció Luciani  poco prima della morte, en Il Giornale Nuovo, 18-10-1981.

[22] CORNWELL, 57.

[23] NICOLINI, 131.

[24] Ib., 134.

[25] Ib., 76.

[26] WILLAN, 95.

[27] Ib., 101.

[28] Ib., 312-313.

[29] CIPRIANI, G., I mandanti. Il patto strategico tra massoneria, mafia e poteri politici, Editori Riuniti, Roma, 1993, 20-21.

[30] OP, 26 de septiembre 1978, 26.

[31] Ver KUMMER, 226-227.

[32] YALLOP, 348.

[33] OP, 12 de septiembre 1978, 2-3.

[34] INFIESTA, 22-23. Ver KUMMER, 164-197.

[35] Ib., 41.

[36] Ib., 43-46.

[37] Ver su predicción del asesinato de Aldo Moro en el capítulo 16.

[38] Domingo XXI del tiempo ordinario, ciclo A.

[39] Mt 11,28.

[40] Is 22,15.19.

[41] Rm 11,33-36.

[42] Ver Ecclesia 1905 (1978), 9.

[43] INFIESTA, 247-248, NICOLINI, 83,  y PEYREFITTE, 65. Algo parecido sucede un año después, en Canale d’Agordo, el 26 de agosto de 1979, aniversario de la elección de Juan Pablo I como papa. Invitado por el párroco don Rinaldo Andrich, Juan Pablo II celebra la misa en la plaza, una misa pasada por agua. El papa Wojtyla evoca la figura y la sonrisa de su predecesor: “Habría sonreído también hoy con esta lluvia”, “estoy conmovido por encontrarme en el riente (hoy también lloroso...pero son las lágrimas de la montaña) pueblo dolomítico donde él vio la luz”, ver KUMMER, 593 y Papa Luciani-Humilitas 3 (2001), 16.

[44] Ver Sal 138,1 y Jn 11,42. Al parecer, no se hicieron las oraciones habituales ante el cadáver, ver CORNWELL, 86.

[45] Ver Jn 11,4.40.

[46] Dn 7,9.

[47] Mt 19,28.

[48] Ap 12,7-12.

[49] Jn 1,51.

[50] Lc 20,34-38.

[51] Se pedirá cuenta, 94.

[52] Ver LAI, 122-126.

[53] Ver Vida Nueva, 1424 (1984).

[54] Ver Ya y El País, 1-10-1986.

[55] Ver capítulo 11.

[56] ANDREOTTI, G., A ogni morte di papa, Rizzoli, Milano, 1982, 105-106. Ver LAI, 82.

[57] LAI, 83.

[58] SISTI-MODOLO, 194-195.

[59] LAI, 163.

[60] Ver El País, 12-10-1978.

[61] LAI, 165.

[62] Ver El País, 13-10-1978.

[63] Ver 30 Giorni, 54 (1992), 48.

[64] Ibidem.

[65] Ver LECOMTE, 40.

[66] El País, 24-11-1985.

[67] Ver LAI, 179.

[68] Ib., 171-180.

[69] Ver Se pedirá cuenta, 57-58.

[70] Ver BASSOTTO,  122.

[71] CORNWELL, 190.

[72] NICOLINI, 134.

[73] Ver INCITTI, L’immolato Giovanni Paolo I, 30 y 126; Papa Luciani, una morte sospetta, 91-93.