5.
UN INFIERNO ENTRE DOS CONCLAVES
Con
la perspectiva que ahora tenemos, se comprende perfectamente que el
escándalo IOR-Ambrosiano, como espada de Damocles, gravitara sobre
el cónclave que eligió a Juan Pablo I y, mucho más, sobre el cónclave
que eligió a Juan Pablo II. Se comprende que el papa Luciani p
asara un mes de infierno
en el Vaticano. Se comprende que estuviera a punto de realizar cambios
importantes que el propio Villot interpretó como una traición a la
herencia de Pablo VI
. Se comprende que
triunfara finalmente el candidato de Villot, el papa extranjero.
El balance del IOR
Cuando
murió Pablo VI
, en
Castelgandolfo el 6 de agosto de 1978, el cardenal Villot
, en función de camarlengo,
mandó redactar para conocimiento de los cardenales algunos informes
sobre diversos asuntos. Uno de ellos se refería a la situación financiera
de la Santa Sede. El informe fue encargado al cardenal Vagnozzi
, presidente de la
Prefectura para los Asuntos Económicos
[1]
.El informe ofrecía un cuadro general pero simplificado
de la situación. El cardenal Palazzini preguntó por qué no se presentaba
el balance del IOR. Villot
respondió secamente, diciendo que el IOR no
entraba dentro de las administraciones de la Santa Sede. Años
atrás, Villot
y Palazzini habían coincidido en la Congregación
del Clero como Prefecto y Secretario respectivamente. Se produjo entre
ambos una tensión, que desconcertó a los cardenales, carentes de información.
Ello indujo al cardenal polaco Stephan Wyszynski
a cortar por lo sano: “No estamos aquí para
ocuparnos de asuntos financieros”. El
cardenal polaco estaba ajeno a los mecanismos financieros del mundo
occidental y no captaba los peligros aludidos por Palazzini, a quien
apoyaba el cardenal Siri
. Se nombró una comisión
presidida por Antonio Samoré
, la cual dos días
después concluía que, según la reforma de la Curia establecida por
Pablo VI
, el
IOR no estaba sometido a la Prefectura para los Asuntos Económicos.
El futuro
papa
En
principio
, había dos candidaturas
de entrada, la de Luciani
y la de Siri
. El cardenal Felici
se arriesgó a decir entonces: “Podría suceder que no sea elegido ninguno
de los dos cardenales que gozan del apoyo de un cierto número de electores.
Puede suceder que ni el patriarca de Venecia Albino Luciani, ni el
cardenal de Génova Giuseppe Siri sucedan a Pablo VI
”
[2]
. El
cardenal Siri
, delfín de Pío XII
y conservador, era el candidato del bloque curial.
Se le acusaba de hostigar la renovación conciliar. Se decía en ambientes
eclesiásticos: “La Curia romana ha perdido dos cónclaves, con Juan
XXIII
y Pablo VI
, pero
no fallará el tercero”
[3]
. En
Venecia, en junio del 78, al final de un encuentro organizado por
el Instituto de Historia social y religiosa del Véneto, personas del
entorno de Luciani
lo daban por hecho: “Será el nuevo papa”. Lo
decía una persona muy seria, informada y cercana al patriarca, y hablaba
“como por una precisa indicación”
[4]
. Parece
que, a la hora de entrar en el cónclave, las posiciones estaban ya
bastante delimitadas. Pironio
lo dio a entender. El cardenal brasileño Brandao
Vilela comentó: “Vamos a por un papa pastor,
religioso, y puede ser Luciani
”
[5]
. Sin
embargo, había otra opción. Un día del verano de 1978, antes de la
muerte de Pablo VI
, el cardenal Villot
confió
a su secretario: “He encontrado al futuro papa:
será el cardenal Wojtyla”
. Al decir esto,
se frotaba las manos, gesto que le era familiar cuando se felicitaba
por haber tomado una buena decisión o cuando le llegaban buenas noticias
[6]
.
Milagro moral
Cuando
fue elegido papa Albino Luciani
, el 26 de agosto,
los cardenales coincidían en una cosa: en haber palpado la acción
del Espíritu
: “Es una pena que
no podamos contar lo que hemos vivido” (Tarancón),
“la elección la ha provocado literalmente el
Espíritu Santo” (Suenens),
“hemos sido testigos de un auténtico milagro
moral” (Pironio)
[7]
. Según
el cardenal belga Leo J. Suenens
, hubo cuatro votaciones.
En la última Luciani
obtuvo una mayoría real de más de las tres cuartas
partes de los votos. La primera votación fue un tanteo; la segunda,
un desahogo; la tercera aclaró el panorama y la cuarta “se saldó con
un verdadero tres cuartos”
[8]
. El
guatemalteco
Mario Casariego precisa más: en la primera votación
Siri
obtuvo 25 votos, Luciani
23, Pignedoli
18. En la tercera, Luciani obtuvo 70. Y en la
cuarta 101, sobre un total de 111. El cardenal Corrado Bafile, que
leía los resultados, fue interrumpido por un
clamoroso aplauso cuando Luciani alcanzó los 75 votos necesarios para
la elección
[9]
. Giovanni
Benelli
, promotor de la
candidatura de Luciani, comentó lo siguiente
: “El consenso se
ha realizado sobre la plataforma del desarrollo del Concilio. Sería
ridículo creer que se ha resuelto la reforma litúrgica dando la vuelta
a los altares y permitiendo las guitarras. Se requiere algo muy distinto.
Además, la colegialidad episcopal está por desarrollar. Lo mismo,
la promoción del laicado, los derechos humanos”
[10]
. El
cardenal Pericle Felici se anticipó y expresó en un símbolo elocuente
lo que le esperaba al nuevo papa: “Cuando era evidente que el peso
del pontificado caería sobre sus espaldas, me permití hacerle el regalo
de una humilde reproducción del Vía Crucis”
[11]
. Como
se sabe, Luciani
dio su voto al brasileño Aloisio Lorscheider
, lo cual confirma
su decidida voluntad de renovación
[12]
. Lo confirma también la declaración de varios cardenales:
Juan Pablo I a
bría “una época de
fuerte renovación en el interior de la Iglesia” (Pironio),
“amaba a los pobres y al Tercer Mundo”(Arns)
[13]
, “la sensación de que se trataba del hombre al
que buscábamos era tan generalizada que no me cabe la menor duda de
que es el candidato de Dios”(Hume)
[14]
. No
se aprecia bien el resultado del primer cónclave del 78, si se distorsiona
la figura del papa Luciani
o si se ignora su proyecto de pontificado. Sin
embargo, como dice Camilo Bassotto
, amigo personal
de Juan Pablo I,
la figura del papa Luciani ha sido “profunda
y maliciosamente distorsionada”
[15]
.
Un mes de infierno
Juan
Pablo I p
asó un mes de infierno
en el Vaticano.
”El error, dijo Benelli,
ha sido la inmediata confirmación de los cargos de curia. El papa
Luciani
debería haberse tomado tiempo y elegir a sus
colaboradores con calma, de modo que no quedara prisionero de una
estructura que respondía a la personalidad de su predecesor”
[16]
. Una
mañana, sor Vincenza
escuchó sin querer al secretario Diego Lorenzi
, que le decía al
papa insistentemente: “Santo Padre, ¡usted es Pedro! ¡Usted tiene
la autoridad! ¡No se deje amedrentar ni intimidar!”. Sin embargo,
dice sor Vincenza, “cuando él realmente creía que debía hacer una
cosa, no había santo que pudiera detenerle”
[17]
. “La
Secretaría de Estado se le ha cerrado como un capullo”, comentó el
cardenal Vagnozzi
. “No sé cuánto durará
este estado de cosas porque tiene sus ideas y querrá aplicarlas. Me
han dicho que no quiere a Marcinkus
: una vez vino a
Roma para dar su opinión sobre la venta de la Banca Católica del Véneto
y Marcinkus lo trató bruscamente. Veremos cómo terminará”
[18]
. En
el mes de pontificado de Juan Pablo I suceden
en el Vaticano muchas cosas que requieren mayor
explicación: las amenazas de muerte que recibe; la muerte repentina
de Nikodim, cuando hablaba con el papa, tras tomar una taza de café
[19]
; la destitución de los hermanos Gusso
, camareros pontificios,
a pesar de la oposición del secretario Diego Lorenzi
; la instalación
de timbres junto a la cama del papa en la mañana anterior a su muerte;
la extraña anécdota de un médico que, algún día antes de morir, le
dijo al papa: “Usted tiene el corazón destrozado” (el papa no le hizo
ningún caso); la irrupción de un desconocido en los aposentos papales,
al que se deja pasar por supuesto parecido con el Dr. Da Ros
, que llegaba de
Venecia. Habría que investigar tanto las diligencias como las negligencias;
en suma, la seguridad del papa Luciani
[20]
. El
28 de septiembre por la tarde, Juan Pablo I c
omunica a Villot
su decisión de realizar cambios importantes;
por ejemplo: Benelli sería el
nuevo secretario de Estado y Felici el
nuevo vicario de Roma. Según Giovanni Gennari
, dijo Villot: “Usted
es el papa. Es libre de decidir y yo obedeceré. Pero sepa que estos
nombramientos significarían la traición a la herencia de Pablo VI
”. Además,
el papa quiere cortar las relaciones del IOR con el Banco Ambrosiano;
en consecuencia, Marcinkus
y sus colaboradores serían destituidos
[21]
. Es
curioso. En la única entrevista que tuvo con el papa Luciani, Marcinkus
comentó: “¡Qué barbaridad¡ !Parece agotado!”
[22]
. Y el cardenal Ugo Poletti, que también iba a ser
destituido de su puesto (vicario de Roma), dio muestra de su especial
ojo clínico: “En la última audiencia que tuve con él, ocho días antes
de su muerte, le encontré particularmente angustiado, tanto que yo
mismo quedé afectado. Me quedó dentro un nudo de dolor y de preocupación
por su resistencia física tal que, al amanecer del 29 de septiembre,
cuando me enteré del luctuoso suceso, me sentí dolorido pero no sorprendido”
[23]
. El
cardenal Giuseppe Caprio, sustituto de la Secretaría de Estado, conoció
de cerca la firmeza del papa Luciani: “Su sonrisa no debe llevar a
engaño. El escuchaba, se informaba, estudiaba. Pero, una vez tomada
la decisión, no se volvía atrás, a menos que hubiera datos nuevos”
[24]
. Hacia
las 9 de la tarde Juan Pablo I habla por teléfono, según hemos visto,
con el doctor Da Ros: “Todo era normal”. También habla por teléfono
con el cardenal Colombo, arzobispo de Milán, el cual manifestará en
la Radio Vaticana: “Juan Pablo I me ha hablado ampliamente con tono
normalísimo, del cual era imposible deducir ningún malestar físico.
En su saludo final pedía oraciones, y estaba lleno de serenidad y
de esperanza”
[25]
.
Santidad, ¿cómo está?
Es
el título sorprendente de un artículo de la revista OP (Osservatore Politico), que tiene fecha de 26 de septiembre del 78
y sale con una semana de antelación. La revista, de una tirada limitada,
está ligada a los servicios secretos. Su director es Mino Pecorelli
. Pecorelli
es miembro arrepentido de la logia P2. Su particular
tipo de periodismo utiliza “delicadas informaciones tomadas del mundo
político y financiero en artículos chantajistas escritos en un lenguaje
hermético y alusivo, a menudo comprensible sólo por unos pocos iniciados
pertenecientes a este o a aquel centro de poder”
[26]
. El
20 de marzo del 79 Pecorelli
fue asesinado de un tiro en la boca. Su homicidio
es “la confirmación de la
exactitud y de la importancia de las tesis defendidas en sus artículos”
[27]
. En
uno de ellos, Pecorelli
anuncia con cuatro años de antelación el asesinato
del general Carlo Alberto Dalla Chiesa
. Bajo la forma de
“carta al director” (en OP, 17 de octubre de 1978), se afirma que
el ministro del Interior Cossiga
conocía la ubicación de la prisión de Aldo Moro
“porque un general de los carabineros se lo
había comunicado con la máxima reserva”. Cossiga había pedido instrucciones a la P2 y se había decidido no hacer
nada. La carta concluía con esta previsión: “Se puede imaginar, querido
director,... qué general de los carabineros será encontrado suicida
con el clásico pistoletazo que lo resuelve todo”, “desgraciadamente
el nombre del general jefe
de carabineros es conocido: amén”. Según
los expertos del lenguaje críptico de Pecorelli
, se hacía referencia
a Dalla Chiesa
: ¿dónde, en efecto,
se dice “amén” sino en la chiesa
(iglesia)?
[28]
. Con
la muerte de Pecorelli
, muchas personas
dieron un suspiro de alivio: “Enseguida se vio claro que las investigaciones
serían dificilísimas. Muchos tendrían interés en eliminar a un hombre
que sabía mucho y escribía mucho y que, aunque había estado inscrito
en la P2, en la última fase de su vida libraba una dura batalla contra
Licio Gelli
”
[29]
. Esto
supuesto, veamos el artículo titulado Santidad,
¿cómo está? Pregunta enigmáticamente por la salud del papa Luciani
(cuando,
según
su médico personal, se encontraba perfectamente bien) y habla de los
cambios que pensaba hacer:
“Juan
Pablo I no goza de óptima salud, aunque en el fondo tenga la fibra
notoriamente robusta del campesino véneto. Enfermedades viejas y nuevas
se han sedimentado lentamente sobre su persona haciéndole fatigoso
y difícil el sumo encargo del que le ha investido el Cónclave. Noticias
filtradas por fuentes vénetas y vaticanas dicen que Albino Luciani
, joven seminarista,
sufrió una tuberculosis. Hoy está clínicamente curado, pero como dicen
los médicos de la Escuela Salernitana, “una vez tísico, siempre tísico”.
Aparte de esto, Su Santidad sufriría de graves y recurrentes trastornos
en el aparato digestivo, mal que produce una monotonía casi ininterrumpida
en su dieta alimenticia: patatas hervidas aliñadas con aceite. Parece
que tal plato, extremadamente simple, requiera sin embargo tiempos
y dosis precisas para ser tomado con un mínimo de gusto. Y el papa,
en los primeros días de su vida romana, ha debido darse cuenta de
que la cocina vaticana no tenía el toque justo. Por esto, ha hecho
venir de Venecia a Roma a las hermanas que se ocupaban de su cocina
de patriarca. Otro
inconveniente del que sufre el Pontífice es un fuerte y continuo mal
en los ojos, para el que los médicos no encuentran ni explicación
ni cura. Algunos lo atribuyen al solustro,
esto es, al reflejo del agua en los canales venecianos que habría
irritado las pupilas de modo profundo y quizá crónico.
Mientras
tanto, se hacen auspicios sobre su pontificado. ¿Promulgará encíclicas,
expedirá bulas? ¿Hará viajes intercontinentales? Ciertamente, hay
muchos sitios donde un papa podría ir: Líbano, Rodesia, Checoslovaquia,
pero ya Albino Luciani
ha adelantado en su discurso inaugural, diciendo
explícitamente que las cuestiones internas de los estados quedarán
como tales también para la Iglesia. ¿Se
contentará, entonces, con ser el papa de Italia? ¿O el obispo de Roma?
En Venecia muchos recuerdan que, apenas tomó posesión de la sede patriarcal,
hizo una limpia de monseñores y sacerdotes curiales, mandándoles a
hacer de párrocos en la provincia. Con tal precedente, hoy en el Vaticano
muchos tiemblan, y no solamente monseñores y sacerdotes, sino también
obispos, arzobispos y cardenales”
[30]
.
Pecorelli
recoge un ambiente que le es hostil al papa Luciani y que es alimentado
por personas que van a ser removidas de sus cargos. Podemos reconocer
aquí el runrún de Marcinkus, Poletti y compañía: “parece agotado”,
“particularmente angustiado”, “tiene el corazón destrozado”
[31]
.
El
runrún sobre la salud venía de lejos. Cuando en 1956 el obispo de
Belluno, Gioacchino Muccin, propuso a Luciani como obispo, pocos meses
después llegó la respuesta de Roma con dos objeciones: el estado de
salud del candidato es precario y tiene poca voz. Estas objeciones
eran demasiado inconsistentes para el obispo promotor. A propósito
de la salud se hizo con un certificado de su médico y remitió la siguiente
declaración: “Desde 1949 a 1956 no me resulta que Luciani haya estado
un solo día en cama y, a pesar de su constitución menuda y frágil,
ha dado siempre prueba de una resistencia al trabajo y de una fuerza
de voluntad increíble, como raramente se encuentran en personas consideradas
sanas y robustas”. En
1945 y de nuevo en 1947 Luciani fue ingresado en un sanatorio por
una posible tuberculosis: “Las pruebas que se le hicieron en ambos
casos dieron resultado negativo y la enfermedad pulmonar fue diagnosticada
como bronquitis”
[32]
. En
cuanto a la poca voz, dijo Muccin, “la objeción me parece inconsistente.
No sé quién la habrá puesto. Sin embargo, si ha sido el sacerdote
que se me ha dicho, la cosa es más que explicable teniendo en cuenta
la sordera proverbial del venerable monseñor”. Según la biógrafa alemana
Regina Kummer, el venerable monseñor podría ser Augusto Bramezza,
que fue párroco de Canale d’Agordo. El
artículo enigmático de Pecorelli sobre la salud del papa Luciani resulta
más significativo si tenemos en cuenta que dos semanas antes había
publicado la reveladora historia de un papa, que muere asesinado tras
un breve y tempestuoso pontificado.
Muerte anunciada
Con
fecha 12 de septiembre, Pecorelli
había publicado otro número de OP en cuya portada
se anunciaba un artículo titulado La
gran logia vaticana. En él se decía que el 17 y el 25 de agosto
la agencia de prensa Euroitalia
había dado los nombres en código, el número de matrícula y la fecha
de iniciación a la masonería de cuatro cardenales considerados muy
papables: Sebastiano Baggio
, Salvatore Pappalardo
, Ugo Poletti
, Jean Villot.
“Lanzadas las redes por todas las pistas de
la capital, decía Pecorelli
, hemos permanecido
en paciente espera. No hemos quedado defraudados. El lunes 28 de agosto
nos hemos hecho con una lista de 121 masones: cardenales, obispos
y altos prelados indicados por un número de matrícula y nombre codificado.
Ciertamente, la lista puede ser apócrifa, incluso la firma de un cardenal
hoy puede ser falsificada. En cualquier caso, el único modo de salir
del turbio atasco y de los interrogantes, es someter la cuestión a
la atención de los interesados... El papa Luciani
tiene ante sí una difícil tarea y una gran misión.
Entre tantas, la de poner orden en las alturas del Vaticano. Publicando
esta lista de eclesiásticos quizá afiliados a la masonería, pensamos
ofrecer una pequeña contribución. O una lluvia de desmentidos o, en
el silencio, la depuración”
[33]
. A continuación se añade la lista de presuntos
masones. En
otro apartado, el mismo número de OP propone a sus lectores la extraña
historia de un papa laico, Petrus
Secundus, que muere asesinado tras un breve y tempestuoso pontificado.
El papa “es periodista en un diario”. El arzobispo Luciani había confesado
en una entrevista: “Si no hubiera sido obispo, hubiera querido ser
periodista”
[34]
. Por lo demás, se hicieron famosos sus artículos en la
revista Messaggero di sant’Antonio de Padua y en
Il Gazzettino de Venecia. El
nuevo papa “toma el nombre de Pedro Segundo sólo porque rechaza cambiar
de nombre, así como rechaza también aspectos importantes de la Iglesia
que, forzado por las circunstancias, ha aceptado dirigir. Breve y
tempestuoso es el pontificado de este papa que terminará asesinado
por obra de fuerzas políticas adversas, alarmadas por sus denuncias
e interesadas en anular los esfuerzos del papa Pedro por la renovación
de la sociedad humana”
[35]
. Su
elección, dice Pecorelli, se produce “por aclamación y por mayoría
casi unánime”. En el palacio Chigi, el presidente del Consiglio declaró:
“En las próximas elecciones estamos perdidos”. Llegó el día del discurso
papal:
-
“La elección de un laico al papado es un hecho insólito
en los tiempos recientes, dijo el papa. A mí el acontecimiento me
ha caído encima de improviso, dejándome turbado y lleno de aprehensión.
Lo estoy todavía y a veces me pasa que me considero la víctima de
un acto del cual sin embargo se me ve protagonista”.
-
The son of a bitch is fishing for solidarity,
dijo en la Casa Blanca el presidente que seguía el discurso con sus
consejeros.
-
“Pero vamos al grano, dijo el papa, pienso que ningún
rey, ningún presidente, ningún emperador y ningún papa tienen derecho
a comer si antes no han comprobado que todos sus súbditos, ciudadanos
y seguidores pueden hacerlo...El presidente, el papa no podrán enviar
embajadores ante los poderosos de la tierra si antes no han enviado
sus mensajeros ante aquellos que sufren injusticia, que padecen tiranía,
que gimen en las cadenas de las muñecas y de las mentes”.
-
“Está loco
como Cristo y tan peligroso”, dijo el presidente del Consiglio, “en
las próximas elecciones perderemos cuatro millones de votos”.
-
“Y ahora basta de palabras, concluyó el papa. El tiempo
apremia y debemos pasar a los hechos. De todo corazón, os agradezco
que me hayáis escuchado”.
-
“La Iglesia se está hundiendo”, dijo furioso un cardenal
conservador, “y pierde toda influencia. La gente no cree ya en nada,
y ahora ni el papa da ejemplo”. El
papa decidió comenzar un trabajo en el que había pensado a menudo
desde los primeros días: “Se trataba de un trabajo ímprobo y lleno
de peligros: hacer el censo de las riquezas de la Iglesia. No se trataba
sólo de saber lo rica que era, sino de dividir lo que era fácilmente
enajenable de lo que no lo era. La idea de Pedro era usar el beneficio
para ciertos fines, a su parecer esenciales”
[36]
. Suena
¿verdad? Lo publica el periodista Mino Pecorelli, siempre bien informado
[37]
. No lo olvidemos, el 12 de septiembre de 1978, quince
días antes de la extraña muerte del papa Luciani.
Tú eres Pedro
Aquella
tarde del 26 de agosto del 78 los medios de comunicación daban la
noticia de la elección del cardenal Luciani
, como
nuevo papa, que había elegido el nombre de Juan Pablo I.
Era sábado. En la eucaristía de la comunidad,
leímos las lecturas del domingo correspondiente
[38]
. El
evangelio no podía ser más oportuno: Tú
eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia
[39]
. Y también: El poder del infierno no prevalecerá
contra ella. A
la luz de datos posteriores, también resulta oportuna la primera lectura
de aquel día, un pasaje del profeta Isaías
, que
reflejaba las intenciones del nuevo papa y el temor de Marcinkus
, el
hombre que tenía en sus manos las llaves del palacio vaticano: Así dice el Señor a Sobna, mayordomo de palacio:
Te echaré de tu puesto, te destituiré de tu cargo
[40]
. Como hemos visto por el testimonio
de la persona de Roma y por otras fuentes, Juan Pablo I tenía pensada
la destitución de Marcinkus. En
la mañana del 28 de septiembre, Juan Pablo I recibió a un grupo de
obispos filipinos. Al darles la bienvenida, les recuerda un pasaje
encontrado en el Breviario: “Este pasaje nos ha conmovido fuertemente.
Se refiere a Cristo y fue citado por Pablo VI
durante su visita a Filipinas: Yo debo dar testimonio de su nombre: Jesús
es el Cristo, el hijo de Dios vivo”. Era la confesión de Juan
Pablo, la confesión de Pedro, en la que sería su última jornada. La
segunda lectura de aquel sábado 26 de agosto, de la carta a los romanos
[41]
, fue
utilizada al servicio de la posición oficial por el cardenal decano,
Carlo Confalonieri
, en
la homilía del funeral del papa Luciani
: “Nos
preguntamos: ¿Por qué tan pronto? El apóstol nos previene con la conocida
exclamación, sorprendida y adorante: ¡Qué inescrutables son tus juicios
y desconocidos tus caminos!”
[42]
. Pero
el cardenal no decía nada de las circunstancias oscuras de la muerte
de Juan Pablo I:
un diagnóstico sin fundamento (infarto agudo
de miocardio y, además, instantáneo) dado por médicos que no conocían
al papa como paciente, que ignoraron a su médico personal y que ni
siquiera quisieron conocer su historial clínico. Además (oficialmente)
sin la realización de la autopsia, (oficiosamente) con ella y con
una medicación que nadie ha despachado y que mata al papa. Como
Juan el Bautista, bajo cuya protección fue bautizado, Juan Pablo I
encontró la muerte “en el momento oportuno”, en medio de una oscuridad
eficazmente mantenida por intereses ocultos. Su funeral fue pasado
por agua: desde la consagración a la comunión un violento aguacero
cayó sobre Roma: ¿Desde cuándo no se recuerda en Roma una cosa así?
En el improvisado altar, el cardenal decano del Sacro Colegio tenía
dificultades para leer las oraciones del misal, cuyas páginas agitaba
la borrasca
[43]
. El
salmo propio del día de la elección lo fue también del día de la muerte:
Te doy gracias, Señor, de todo corazón, pues
tú has escuchado las palabras de mi boca, yo sé que tú siempre me
escuchas
[44]
. Para el que cree, todo (la enfermedad,
la muerte prematura, incluso la muerte violenta) se puede transfigurar
en gloria de Dios y en gloria de Cristo
[45]
. El salmo dice también: Canten los caminos del Señor, porque la gloria
del Señor es grande. Como
es sabido, la humildad era
un rasgo distintivo de la personalidad del papa Luciani
y, de hecho, se convirtió
en su lema. El salmo recoge este detalle de identidad: El Señor ve al humilde. Habiendo sido truncado su ministerio papal,
a pesar de todo, creemos que el poder del infierno no prevalece contra
la Iglesia y sigue vigente la oración final del salmo: Señor, es eterno tu amor, no abandones la obra de tus manos.
Llamados a juzgar
El
29 de septiembre, cuando los medios de comunicación daban la increíble
noticia de la muerte de Juan Pablo I,
se leía en todas las iglesias un pasaje del
libro de Daniel
que recoge el juicio de la historia, un mensaje
de esperanza en medio de las dificultades del tiempo presente. Los
creyentes son víctimas de poderes bestiales, pero la última palabra
sobre la historia la tiene Dios:
Miré y vi que colocaban unos tronos
[46]
. Lo dijo
Jesús: Cuando el Hijo del hombre
se siente en su trono de gloria, os sentaréis también vosotros en
doce tronos para juzgar a las doce tribus de Israel
[47]
. El juicio se realiza ya en el presente.
Estamos invitados a sentarnos con Aquel que juzga la historia. La
segunda lectura era del Apocalipsis, que significa revelación de lo
que en el fondo está pasando: la lucha de Miguel (¿Quién
como Dios?) contra el Dragón (los poderes del mal). Ellos lo vencieron con la sangre del Cordero y con la palabra del testimonio
que dieron, pues no amaron tanto su vida como para rechazar la muerte”
[48]
. Tal cual. El
evangelio nos invitaba a ver cosas mayores:
Veréis el cielo abierto y a los ángeles de Dios subir y bajar
sobre el Hijo del hombre
[49]
. Los
muertos mueren para los hombres, no para Dios: para él todos viven,
son como ángeles, son hijos de Dios, son hijos de la resurrección
[50]
. El
salmo era el mismo del día de la elección de Albino Luciani
como papa, el que reza Jesús ante la tumba de
su amigo Lázaro: Te doy gracias, Señor, de todo corazón... cuando
te invoqué me escuchaste, aumentaste el valor en mi alma.
Escasa seguridad
Una
de las decisiones que tomó personalmente Juan Pablo II
, pocos días después
de comenzar su pontificado, no fue la de reforzar el Servicio Médico
del Vaticano, sino (precisamente) la de crear un cuerpo de seguridad,
el Servicio Secreto de Su Santidad (SSSS): cinco policías de élite,
armados con pistolas extrachatas, encargados de asegurar la custodia
personal del papa; y otro equipo de veinte, encargado de mezclarse
con la multitud en las apariciones públicas del Sumo Pontífice
[51]
. En realidad, la seguridad del papa era escasa.
Veamos un ejemplo. En
el verano del 68, durante la estancia del papa en Castelgandolfo,
su apartamento vaticano fue sometido a los anuales trabajos de mantenimiento
y de restauración. Entre otros, fueron llamados cuatro técnicos para
controlar los teléfonos. Una monja acompañó a los cuatro hombres en
la estancia donde estaba situada la centralita. Allí había una estantería
que tenía a la vista unas cajas de cartón con inscripciones que indicaban
el contenido: oro, plata, bronce. Después de comer, volvieron los
cuatro y se llevaron 30 medallas de oro y preciosas cruces pectorales. Pasado
el verano, el secretario del papa Pasquale Macchi
descubrió el robo pero todos callaron. Convencidos
de que nadie se había dado cuenta, los ladrones proyectaron repetir
el golpe al año siguiente y estudiaron el modo de penetrar desde el
exterior. Descartaron la puerta de hierro y cristales que cierra un
lado de la tercera logia del palacio apostólico y la antigua escalera
de caracol para evitar ponerse a la vista; descartaron también la
posibilidad de utilizar el ascensor personal del papa que comunica
el patio de San Dámaso con el apartamento pontificio por demasiado
peligroso. Quedaba una última posibilidad: subir a la terraza (construida
para permitir a Pablo VI
breves paseos, sin verse obligado a descender
a los jardines) y usar el pequeño ascensor que la comunica con el
apartamento pontificio. El
plan presentaba una sola dificultad: encontrar una llave que abriera
la puerta del ascensor. Cuando, al fin, la encontraron, tuvieron ocasión
de probarla dos veces, en marzo y junio del 69, aprovechando el hecho
de haber sido llamados al apartamento para nuevos enlaces telefónicos.
Favoreció la puesta en marcha del plan el octavo viaje del papa al
exterior: Pablo VI
saldría de Castelgandolfo hacia Uganda el 31
de julio. Cuando ya el papa estaba en vuelo sobre Africa, tras haberse
asegurado con repetidas llamadas de teléfono que la monja no estaba
en el apartamento, tres de los cuatro técnicos pusieron en marcha
el plan: entraron en el apartamento, atravesaron el estudio papal
y llegaron al despacho de monseñor Macchi
. En los cajones
de un armario había innumerables estuches: medallas de oro y de plata,
cruces pectorales con brillantes, plumas, relojes. El
robo fue descubierto con mucho retraso. Esta vez Macchi
lo dio a conocer. Pero, apenas la noticia comenzó
a difundirse, se recurrió a un desmentido oficial que formalmente
correspondía a la verdad: nada había sido robado en la estancia del
papa. Hubo proceso vaticano, celebrado en 1974. Todo terminó con penas
suaves para los tres imputados, pero sin resultado práctico alguno
[52]
. Hay
otros casos más recientes. El 20 de marzo de 1984, a las 7’30 de la
mañana, unos ladrones asaltan un tren, el Milán-Lecce, estacionado
en la Tiburtina, donde lo estaban equipando antes de salir de la estación
central romana de Termini. Los bandidos rompen los cristales, inmovilizan
a los empleados y buscan durante 40 minutos, hasta que por fin encuentran
el saco de los correos vaticanos. Dan un grito de satisfacción y desaparecen
como un rayo. Lo que más desconcierta es que al robo del 20 de marzo
hay que añadir otro que tuvo lugar el 3 de marzo y otro más que tuvo
lugar el 24 de febrero. Estos atracos fueron contra el furgón postal
que todos los días y a diversas horas sale del Vaticano rumbo al aeropuerto
de Fiumicino. También en noviembre del 82 los correos vaticanos sufrieron
varios atracos extraños. No se llevaron los sacos llenos de valores,
sino tres sobres lacrados. Los ladrones sabían lo que buscaban: documentos
secretos. La noticia del atraco se llegó a saber simplemente porque
los servidores del furgón tuvieron que recurrir a la casa de socorro
[53]
. A
finales de septiembre del 86, tres individuos armados intentaron robar
100 millones de pesetas en el Vaticano. Se pensó que los ladrones
pudieran tener algún cómplice dentro y que penetraran a través de
una puerta secundaria situada en la parte trasera del recinto vaticano.
Al parecer, poco antes de las ocho de la mañana penetró un coche Opel
Azcona de color marrón - robado y con matrícula falsa -, en el que
iban tres personas, una de ellas elegantemente vestida: “La guardia
suiza que controla los accesos al interior de la ciudad no reparó
en nada anormal, puesto que le fueron mostrados documentos falsos
(no hay que olvidar que a esas horas hacen su entrada varios miles
de personas, entre monseñores, empleados, trabajadores y personas
con autorizaciones temporales)”. Los ladrones se dirigieron entonces
a la sede del Governatorato, aparcaron el coche delante del edificio
y se dirigieron a la caja. Desenfundadas las armas, exigieron al cajero
que les entregase cuanto contenía la caja fuerte. El empleado les
dijo que no podía hacerlo, puesto que la llave no le era entregada
hasta las ocho. La escena fue contemplada por otro colega que accionó
la alarma. Al verse sorprendidos, los delincuentes no tuvieron más
remedio que optar por la huida. Con el coche se dirigieron hacia la
estación ferroviaria, distante pocos metros, donde abandonaron el
automóvil. Acto seguido y gracias a una escala previamente dispuesta,
se descolgaron por los muros que dan al exterior del Vaticano. La
preocupación que había en el Vaticano no era tanto por el dinero,
sino por el hecho de que se pueda entrar “con tanta facilidad”
[54]
. Y no olvidemos que organizaciones poderosas, como
la logia P2, son capaces de penetrar incluso en cárceles de máxima
seguridad. Y en el Vaticano, como veremos después
[55]
, entraban por la puerta grande.
Muchos cardenales en la villa de Ortolani
En
1963 el abogado Umberto Ortolani
no tenía la notoriedad que en los años posteriores
alcanzó como brazo derecho de Licio Gelli
al frente de la logia P2. Ortolani era entonces
el hombre de confianza del cardenal Lercaro,
arzobispo de Bolonia. Era trámite obligado para
contactar con el cardenal, alojado con ocasión del cónclave en una
comunidad religiosa. En
la villa de Ortolani, en Grottaferrata, que ya había alojado durante
la sesión conciliar a Lercaro y al cardenal alemán Frings
, se celebró una
reservada reunión de cardenales, de la que tuvo noticia el político
Giulio Andreotti
: “En
los días que precedieron al cónclave, una notable actividad se desarrolló
en torno a los cardenales Frings
y Lercaro
que habían tenido un papel eminente en la primera
sesión conciliar. Con gran sorpresa de los habitantes de Grottaferrata
se tuvo, por ejemplo, una numerosa reunión de cardenales - italianos
y extranjeros - a invitación del arzobispo de Colonia Frings. Uno
de los participantes me dijo entre bromas y veras, que ya había mayoría
canónica: no me especificó ni yo se lo pregunté quién era el beneficiario
de la elección. Pero de una serie de datos me confirmé en la previsión
del triunfo de Montini
”
[56]
. Por tanto, desde 1963, Ortolani
estaba muy metido en el mundo vaticano: en su
villa de Grottaferrata se decidió prácticamente la elección de Montini.
Aunque éste era un candidato claro, había otros. El propio Juan XXIII
había comentado al final de su vida: “Mis maletas
están preparadas y estoy tranquilo pues quien venga después de mí
llevará adelante lo poco de bueno que he hecho, sobre todo el concilio.
Está Montini, Agagianian
, y Lercaro”
[57]
. La
relación entre Gelli
y Ortolani
viene de lejos. Ambos se sienten bien en Sudamérica.
En el período 1946-1948, Gelli se dedica a facilitar el traslado a
Sudamérica de capitales y obras de arte por cuenta de jerarcas fascistas.
Ortolani está asociado a Gelli
desde entonces. Pero, lejos de abandonar Italia, y gracias a la amistad
que le une al cardenal Lercaro
, Ortolani consigue
introducirse en los círculos influyentes, sobre todo de la Democracia
Cristiana: “Su pendulismo entre ambas costas del Atlántico le granjea
en América, en la década de los años sesenta, los favores del dictador
Perón
, y en Italia los
de Massimo Spada
(hombre de confianza del Vaticano para asuntos
financieros) y de Amintore Fanfani
, de la DC... Con
su fiel Gelli, Ortolani llega incluso a establecer una repartición
de los sectores de influencia: él se ocupa de las finanzas y de los
asuntos oficiales; el jefe masón se reserva el cuidado de los contactos
con los generales argentinos y uruguayos de derechas y, a través de
ellos, la atención al comercio exterior de ambos países”
[58]
.
Esta vez no se nos escapará
En
la primera congregación general que se tuvo la mañana siguiente tras
la muerte del papa Luciani
no hubo ausencias: además de los cardenales
de curia participaron otros tres presentes en Roma. Villot
expuso a los cardenales las dramáticas circunstancias
de la muerte de Luciani: “Dijo
que los médicos solicitaban el examen necroscópico del cadáver para
redactar el certificado de defunción. Algunos cardenales juzgaron
oportuna la autopsia, considerándola práctica obligada ante la opinión
pública mundial; otros rechazaron la petición por miedo a crear un
precedente: en su opinión había que atenerse escrupulosamente a las
prescripciones contenidas en las normas relativas a la Sede Vacante
que no preveían investigaciones sobre la muerte del pontífice... Ninguno
de los presentes se atrevió a formular un interrogante que realmente
estaba en el ánimo de la mayoría”
[59]
.
La repentina desaparición de Juan Pablo
I p
esó sobre los cardenales
en los primeros días, pero después la atención general se fue centrando
en el nuevo cónclave. La curia había perdido tres cónclaves: los de
Juan XXIII
, Pablo VI y
, Juan
Pablo I. ¿Perdería también el cuarto? Se
dijo entonces: “Esta vez la curia no está dispuesta a caer de nuevo
en la trampa de una elección que después se
les pueda escapar como ya estaba sucediendo con el papa Luciani
. De hecho, si en
el cónclave anterior los votos de la curia volcados en el tradicionalista
Siri
fueron veinticinco, esta vez se sabe que son
ya más de cincuenta”
[60]
. Refiriéndose
al cónclave anterior, pero apuntando hacia el siguiente, repetía el
cardenal Palazzini: “El elegido ha sido glorificado pero el cónclave
ha sido castigado”
[61]
. Se
comentó que el elegido debía ser “un pastor”, pero también “un financiero”,
“un buen administrador” :”Hace falta un papa que sea un buen administrador”,
declaró el cardenal neoyorquino Terence J. Cooke
, nada más llegar
a Roma. “Pastores, vino a decir, lo somos todos”
[62]
. “Ahora
que el inepto ha muerto, escribe a principios de octubre de 1978 el
cínico purpurado al Gran Maestro, es menester que la Hermandad se
comprometa más esta vez a apoyar en el Cónclave su candidatura
o, por lo menos, la de otro hermano”.
Según la revista 30 Giorni, el texto está celosamente guardado por
algunos altos prelados italianos, que garantizan su credibilidad
[63]
.
Los
partidarios del cardenal Siri
decían: “Tocará al que salió segundo en la precedente
elección”. El
cardenal Ratzinger
declaró que la izquierda italiana presionaba
cada vez más abiertamente para elegir un papa favorable a ese pacto
de gobierno entre católicos y comunistas llamado “compromiso histórico”
[64]
. ¿Se situaba Ratzinger en la clave opuesta? Los
adversarios de la distensión querían un papa “que buscase no el diálogo,
sino la confrontación Este-Oeste”
[65]
. Loris
Capovilla, que fue secretario de Juan XXIII y después arzobispo de
Loreto, dijo en 1985 a Juan Arias: “Ustedes, periodistas, que piensan
a veces que lo saben todo, no han sido aún capaces de adivinar quién
es el que está detrás del cardenal Ratzinger, quién le azuza y le
inspira”. “¿Por
qué no me lo dice?”, preguntó Arias. “Hoy,
no”, respondió el arzobispo
[66]
. La
elección del cardenal Wojtyla encajaba con la idea de una “Europa
cristiana” sostenida por el episcopado alemán, en armonía con las
instancias políticas de Alemania occidental. Además el apoyo de los
electores alemanes (cuyas obras asistenciales Adveniat
y Misereor disponen de grandes medios financieros)
significaba asegurar al candidato ricas influencias
[67]
. Ninguno
de los cardenales alemanes participó en la reunión promovida por los
cardenales de París y de Rennes, Marty
y Gouyon
, celebrada en el
colegio francés de Roma el 12 de octubre. Entre otros estaban presentes
los brasileños Arns
y Lorscheider
, el belga Suenens
, el senegalés Thiandoum
, los italianos Colombo
y Pappalardo
: se acordó obstruir
la candidatura de Siri
. Villot
, que combatía las
candidaturas de Siri
y de Benelli
, orientó a algunos
cardenales hacia la elección de un papa no italiano. Recordemos que,
poco antes de la muerte de Pablo VI
, se
felicitaba por la candidatura de Wojtyla
. El
nombre de Wojtyla
fue dado en la vigilia por algunos cardenales,
apoyados por miembros del Opus Dei, muy activos tanto en favor de
Wojtyla como en favor de Baggio
.También el cardenal
Pignedoli
conocía la candidatura de Wojtyla
: “Me hablaron cuarenta
y ocho horas antes de entrar en la Sixtina. La indicación venía del
cardenal Colombo
y del arzobispo de Filadelfia, John Krol
, de origen polaco”. En
la misa por la elección del papa, el cardenal camarlengo Villot
dijo a los electores: “Nada de milagro el resultado, sino fruto de la
acción y de la oración de los hombres”. Como veremos más adelante,
ya desde el año 1969 había campaña electoral a favor de Wojtyla
. En
la primera votación del domingo 15 de octubre, el mayor número de
votos fue para Siri
, seguido de Benelli
. En la segunda votación
los votos de ambos aumentaron. Por la tarde, en la tercera Siri alcanzó
59 votos, Benelli poco más de 40. La cuarta votación manifestó que
no había posibilidad de entendimiento.
Ya
por la noche, preguntó Koenig
a Wyszynski
, cardenal primado
de Polonia: “¿Y si eligiéramos a un papa polaco?”. “Soy necesario
a mi país”, respondió el primado. Pero Koenig se refería a Wojtyla
.
En la quinta votación, al día siguiente,
poco más de diez cardenales votaron a Wojtyla. Los demás continuaron
votando a los dos italianos. En la sexta aumentaron los votos del
candidato polaco. En la séptima se verificaron extremas
resistencias. Solamente en la octava votación, Wojtyla alcanzó los
75 votos necesarios. La asamblea permaneció en silencio hasta el final
del escrutinio: 91 votos para
Wojtyla. Comentó el cardenal Casariego
: “Los italianos
han llevado al interior del cónclave las disputas de su país”
[68]
. El
inglés Cornwell
alude a una confidencia de sor Vincenza a la
hermana Irma Dametto
, según la cual el
papa Luciani
habría dicho a sor Vincenza: “Mire, hermana,
yo no desearía estar aquí en este sitio. El papa extranjero viene
a ocupar mi lugar. Se lo he pedido al Señor”. Algo
semejante comenta Magee
, amigo de Marcinkus
y secretario personal de Pablo VI
, también
de Juan Pablo I.
Una vez, le dijo Juan Pablo I: “¿Por qué me
han elegido a mí? Debían elegir a otros más preparados que yo. Debían
elegir al cardenal que en la Sixtina estaba de frente a mí”. Y algún
día antes de morir añadió: “Yo me marcharé y él ocupará mi lugar”.
El episodio se lo contó Magee al obispo de Belluno, Maffeo Ducoli
, que a su vez dice:
“Juan Pablo II
, al cual le he comentado
la cosa, me ha confirmado que, en el momento de la elección, él se
encontraba casi de frente a Luciani
”. En
realidad, la frase firmada por Irma Dametto
es muy distinta, expresión típica de la humildad
de Luciani
: “Mira, sobre este
sillón no debería estar yo, sino un papa extranjero ¡Se lo había pedido
al Señor!”
[69]
. De
hecho, Luciani
dio su voto a un cardenal extranjero, el brasileño
Lorscheider
. De hecho también,
según el testimonio de don Germano, Luciani sabía a los pocos días
de pontificado quién sería (y, además, pronto) su sucesor: el cardenal
Wojtyla
[70]
. Esto es realmente sorprendente y no puede dejar
de extrañar. Como no puede dejar de extrañar lo que dice Magee: “Estaba
constantemente hablando de la muerte siempre recordándonos que su
pontificado iba a durar poco. Siempre diciendo que le iba a sustituir
el extranjero. Todo esto
era un gran enigma para nosotros entonces. Le dije: ¡Oh, Santo Padre,
otra vez no¡ !Volver a este tema tan morboso!”
[71]
. La
referencia al extranjero manifiesta la conciencia por parte de Luciani
de que el acuerdo en torno a un papa italiano
- en aquellas circunstancias - no resultaba viable. Pero no sólo eso,
manifiesta las dificultades que está encontrando dentro del Vaticano
y (¿por qué no?)
manifiesta también que se teme lo peor. La
referencia a Wojtyla
, cuando Luciani
había dado su voto a Lorscheider
, muestra que la
candidatura del papa polaco
estaba presente y
activa en el entorno vaticano del papa Luciani. Sin ir más lejos,
en el cardenal Villot, secretario de Estado. Juan
Pablo I se temía lo peor, pero eso no quiere decir que no tuviera
sus disposiciones y proyectos de futuro. Era plenamente consciente
de ser el papa y pensaba ejercer. Como dice el cardenal Caprio, entonces
número tres de la jerarquía vaticana: “De las disposiciones impartidas
por él y de los proyectos que tenía para el futuro, todo lleva a pensar
que él no se esperaba un fin tan próximo”
[72]
. El
Concilio Vaticano II fue para Luciani “escuela de conversión”. Como
dice Luigi Incitti, Luciani se creyó el Concilio e iba aplicarlo,
hasta en sus últimas consecuencias de tipo económico: “La revolución
de Luciani pilló por sorpresa a los curiales desorientándolos, como
les pasó con Juan XXIII y con el Concilio”. El papa Luciani con la
aplicación del Concilio amenazaba el poder temporal de la Iglesia.
Era, por tanto, ”un terremoto que había que evitar a toda costa”,
también con el asesinato. Otro móvil, convergente con el anterior,
“es de naturaleza económica”. Juan Pablo I fue envenenado, “porque
estaba proyectando una radical reforma de la Banca Vaticana, degradando
algunas importantes figuras curiales”
[73]
. El caso Luciani está reabierto.
[1]
Ver
B. LAI, I segreti del Vaticano,
Ed. Laterza, Bari, 1984, 135-139.
[2]
Ib.,
151.
[3]
Ver
ZIZOLA, 163.
[4]
Ibidem.
[5]
Ver
INFIESTA, 118.
[6]
Ver
A. WENGER, El cardenal Jean
Villot
, Edicep,
Valencia, 1991, 368.
[7]
Ver
J. INFIESTA, Juan Pablo I,
alegría de
los pobres, Ed. Paulinas, Madrid, 1978, 104.
[8]
Ib.,
95.
[9]
Ver
ZIZOLA, 163 y LAI, 156.
[10]
ZIZOLA,
163.
[11]
NICOLINI, G., Trenta tre giorni.
Un pontificato, Ed. Velar, Roma, 1984, 129.
[12]
Ver
Corriere della Sera, 20-9-1980; también
R. KUMMER, Albino Luciani
, papa Giovanni Paolo I, Ed.
Messaggero, Padova, 1988, 566.
[13]
Ver
INFIESTA, 282; también, P.M. LAMET, Esperamos
a Juan Pablo II
, en
Vida Nueva 1149 (1978), 40.
[14]
YALLOP, 28.
[15]
Ver
la entrevista que hice a Camilo Bassotto
sobre La
figura del papa Luciani
, en
Alandar, abril 1993, 10-11.
[16]
LAI, 158-159.
[17]
Ver CORNWELL,
115.
[18]
LAI, 159.
[19]
Ver
el detalle de la taza de café, tomado por Nikodim antes de morir,
en WENGER, 327. Tras la muerte de Nikodim, metropolita de Leningrado
y número dos de la Iglesia ortodoxa rusa, se produce en la Iglesia
rusa una reacción anticatólica, que durará cerca de diez años; ver
LECOMTE, Cómo el papa venció
al comunismo, Ed. Rialp, Madrid, 318-319.
[20]
Ver
mi libro Se pedirá cuenta,
120.
[21]
Ver
YALLOP, 301 y 303-304; también GENNARI, Rivelato
il problema che angosció Luciani
poco prima
della morte, en Il Giornale
Nuovo, 18-10-1981.
[22]
CORNWELL, 57.
[23]
NICOLINI, 131.
[24]
Ib., 134.
[25]
Ib., 76.
[26]
WILLAN,
95.
[27]
Ib., 101.
[28]
Ib., 312-313.
[29]
CIPRIANI,
G., I mandanti. Il patto strategico tra massoneria, mafia e poteri
politici, Editori Riuniti, Roma, 1993, 20-21.
[30]
OP,
26 de septiembre 1978, 26.
[31]
Ver KUMMER, 226-227.
[32]
YALLOP, 348.
[33]
OP, 12 de septiembre 1978, 2-3.
[34]
INFIESTA, 22-23. Ver KUMMER, 164-197.
[35]
Ib., 41.
[36]
Ib., 43-46.
[37]
Ver su predicción del asesinato de Aldo Moro en el capítulo 16.
[38]
Domingo XXI del tiempo ordinario,
ciclo A.
[39]
Mt 11,28.
[40]
Is 22,15.19.
[41]
Rm 11,33-36.
[42]
Ver Ecclesia 1905 (1978), 9.
[43]
INFIESTA, 247-248, NICOLINI, 83,
y PEYREFITTE, 65. Algo parecido sucede un año después, en
Canale d’Agordo, el 26 de agosto de 1979, aniversario de la elección
de Juan Pablo I como papa. Invitado por el párroco don Rinaldo Andrich,
Juan Pablo II celebra la misa en la plaza, una misa pasada por agua.
El papa Wojtyla evoca la figura y la sonrisa de su predecesor: “Habría
sonreído también hoy con esta lluvia”, “estoy conmovido por encontrarme
en el riente (hoy también lloroso...pero son las lágrimas de la
montaña) pueblo dolomítico donde él vio la luz”, ver KUMMER, 593
y Papa Luciani-Humilitas
3 (2001), 16.
[44]
Ver Sal 138,1 y Jn 11,42. Al parecer,
no se hicieron las oraciones habituales ante el cadáver, ver CORNWELL,
86.
[45]
Ver Jn 11,4.40.
[46]
Dn 7,9.
[47]
Mt 19,28.
[48]
Ap 12,7-12.
[49]
Jn 1,51.
[50]
Lc 20,34-38.
[51]
Se pedirá cuenta, 94.
[52]
Ver
LAI, 122-126.
[53]
Ver Vida Nueva, 1424 (1984).
[54]
Ver
Ya y El
País, 1-10-1986.
[55]
Ver capítulo 11.
[56]
ANDREOTTI,
G., A ogni morte di papa,
Rizzoli, Milano, 1982, 105-106. Ver LAI, 82.
[57]
LAI, 83.
[58]
SISTI-MODOLO, 194-195.
[59]
LAI,
163.
[60]
Ver
El País, 12-10-1978.
[61]
LAI,
165.
[62]
Ver
El País, 13-10-1978.
[63]
Ver
30 Giorni, 54 (1992), 48.
[64]
Ibidem.
[65]
Ver
LECOMTE, 40.
[66]
El País, 24-11-1985.
[67]
Ver
LAI, 179.
[68]
Ib.,
171-180.
[69]
Ver
Se pedirá cuenta, 57-58.
[70]
Ver BASSOTTO,
122.
[71]
CORNWELL, 190.
[72]
NICOLINI, 134.
[73]
Ver INCITTI, L’immolato Giovanni Paolo I, 30 y 126; Papa
Luciani, una morte sospetta, 91-93. |