6.
DISTORSION DE IMAGEN
Como
queda dicho, el 4 de octubre del 85,
la revista Vida Nueva publicó mi pliego sobre la muerte
de Juan Pablo I
. Lo envié a tres
destinatarios especiales: Mario Senigaglia, que había sido secretario
del patriarca Luciani, y dos cardenales. Uno de ellos Pironio, que
vivia en Roma. El otro era
el cardenal Hume
, de Londres, el
que definió a Juan Pablo I como “el candidato de Dios”.
Carta de presentación
No
hace falta decir que, por diversos motivos, he seguido con viva atención
las incidencias del tema. Pues bien, en septiembre de 1988, la revista
30 Giorni, del movimiento Comunión y Liberación,
anunciaba la aparición del libro de John Cornwell
, Como un ladrón en la noche. Según
la revista, en diciembre del 87 un periodista inglés llamaba a las
puertas del Vaticano para presentar una petición que podría considerarse
descarada: escribir un libro sobre la muerte de Juan Pablo I.
Sin embargo, el periodista
lo había previsto todo: “Había llegado a Roma
con una carta de presentación del cardenal inglés Basil Hume
”.
No tenemos respuesta
El arzobispo John
Foley
, presidente de la
Comisión de Medios de Comunicación Social, le dijo: “Estoy seguro,
si un periodista serio intentase escribir la verdad sobre esa noche...
yo podría abrirle las puertas del Vaticano”,
“somos más que sinceros sobre las circunstancias
del momento. Algunos de nosotros pensamos que tendría que salir toda
la verdad, más vale tarde que nunca. Ese debería ser el papel de la
Comisión para las Comunicaciones Sociales. Deberíamos ser más honestos,
estar más dispuestos a admitir nuestros fracasos y nuestros errores”. “En
todo el mundo, sigue diciendo Foley
, millones de católicos
van a los curas de su parroquia y dicen: ¿Padre, es verdad que el
papa fue asesinado en el Vaticano? Y no tenemos ninguna respuesta”,
“Si está interesado en realizar este trabajo por qué no me llama.
En cualquier caso, ¿por qué no ir a la tumba de los papas y consultarlo
usted mismo con él? Diga una pequeña oración al papa Luciani
al lado de su tumba”. Foley
le dio la bendición. Por su parte, Cornwell
decidió visitar la tumba de Juan Pablo I,
que seguía atrayendo el interés por encima de
todas las demás. Quienes pasaban en parejas o en grupos hacían breves
comentarios: “Papa Luciani
... asesinado...
¡qué vergüenza!”
[1]
Y otros comentarios semejantes. Además,
el rector del Colegio Inglés de Roma, monseñor Kennedy
, le dió toda clase
de facilidades. De entrada, le llevó a la capilla del colegio. Quería
enseñarle un cuadro de Durante Alberti, que tiene 400 años. Representa
la Trinidad, con Dios Padre manteniendo el cuerpo muerto de Cristo,
cuya sangre se derrama sobre un mapa de Inglaterra; Santo Tomás Becket
(obispo de Canterbury) y San Edmundo
miran hacia arriba. En tiempos de persecución,
los estudiantes cantaban el Te
Deum ante ese cuadro cada vez que llegaba al colegio la noticia
de la muerte de otro mártir. En esta ocasión, a ninguno de los dos
se le ocurrió cantar el himno de costumbre. Y no era la primera vez
que Tomás Becket y el papa Luciani
aparecían relacionados
[2]
. Sorprende
que el autor no diga nada de la carta de presentación del cardenal
Hume.
Marcinkus
lo confirma, cuando - sintiéndose atrapado,
como metido en una trampa - le dice a Cornwell con un tono de voz
de lo más macabro
: “El padre Foley
, el obispo Hume,
me mandaron una nota y me hablaron
”
[3]
. Era público y notorio que Juan Pablo II había
querido mandar a Marcinkus como nuncio a Londres (una salida honrosa
para el presidente del IOR), pero el cardenal Hume se había opuesto
a ello
[4]
.
Temores y prejuicios
A
Cornwell
le interesaba el trabajo, pero temía ser considerado
el hombre del Vaticano, un escritor fichado para proporcionar una
determinada respuesta
[5]
. Se consideraba un intruso, pero le embargaba un
sentimiento de curiosidad sobre la Iglesia posconciliar y sobre el
Vaticano. Así pues, decidió enfrentarse a la historia de la muerte
de Juan Pablo I,
aunque sabía que era poco probable que el libro
resultara ser lo que el Vaticano esperaba. El
autor muestra especial interés en descartar los rumores de que el
papa Luciani
hubiera sido asesinado “por uno de los suyos”,
“por prelados de cierta categoría de la Iglesia Católica Romana”,
es decir, desde dentro del Vaticano. Sin embargo, no presta atención
a la posibilidad, mucho más probable, de que fuera asesinado desde
fuera, por la mano larga de la logia P2, con su trasfondo de dinero
y de poder. Al
terminar su obra, el autor cree haber conjurado su temor de ser considerado
el hombre del Vaticano. A través de una serie de “encuentros intrigantes
y a menudo desconcertantes, tanto dentro como fuera del Vaticano”,
llega a una conclusión que le parece más vergonzosa y más trágica
que cualquiera de las teorías de conspiración propuestas hasta la
fecha
[6]
.
Apoyo papal
Tras
una entrevista con el cardenal polaco Deskur
, en la que se sintió
sutilmente observado, Cornwell
fue recibido por el papa. Le dijo que estaba
escribiendo un libro sobre Juan Pablo I.
Contestó Wojtyla
, espaciando cada
palabra: “Ya
lo sé. Me han hablado de esta iniciativa suya. Quiero que sepa que
tiene mi apoyo y bendición en este trabajo suyo”
[7]
.
En el encuentro con
el papa, el autor experimenta un agobiante sentido de decepción: “Una
de las figuras más carismáticas del mundo, vista a distancia, parecía
deshinchada tan de cerca”
[8]
.
Encuentros intrigantes
Sin
duda, lo más interesante del libro es la serie de entrevistas que
el autor realiza. Con ello, diversas personalidades (principalmente
vaticanas) tienen la oportunidad de explicarse al respecto, después
de diez largos años de silencio. He aquí algunas respuestas:
*
Joaquín Navarro Valls
, director de la
Sala de Prensa del Vaticano, miembro del Opus Dei, periodista y doctor
en medicina, dice no estar de acuerdo con el diagnóstico que dieron
en su día los médicos vaticanos: “Mire
usted, la muerte fue instantánea y sin dolor. Tal forma de muerte
no encaja con la teoría del infarto de miocardio... Hay documentos
que atestiguan que Luciani
sufrió una embolia en el ojo en 1975. También
sabemos que tenía los tobillos extraordinariamente hinchados... Lo
que es más que probable es que sufriera una embolia pulmonar la noche
en cuestión, y como resultado la muerte fue instantánea”
[9]
.
*
Sin embargo, el Dr. Francis Roe
, que ha sido jefe
de cirugía vascular en el Hospital London de Connecticut, afirma que
hay algo verdaderamente sospechoso en la forma en que fue hallado
el cadáver de Juan Pablo I:
“Los
cadáveres no están recostados, con una sonrisa y leyendo. Se sabe
de gente que ha muerto mientras dormía, pero nunca he visto ni sabido
de nadie que muriese de esta forma en el transcurso de una actividad
como la lectura. Realmente encuentro difícil creer que estuviera leyendo
en el momento justo anterior a su muerte. Pienso que habría tenido
tiempo suficiente para notar que algo le estaba pasando. Habría sentido
seguramente un dolor, y habría hecho algún esfuerzo para respirar,
o para salir de la cama y pedir auxilio. Al menos habría habido unos
breves momentos... He visto muchas muertes de esta clase, pero nunca
he conocido a nadie que muriese sin inmutarse ante lo que le estaba
pasando. En mi experiencia, la vida no se para así, de pronto. Y alguien
con un fuerte ataque al corazón, o con una importante hemorragia cerebral
se revuelve o reacciona de alguna manera, porque si es que el dolor
no es fortísimo, el malestar es terrible. La sonrisa también me resulta
sospechosa. La gente no sonríe, cuando está muerta: la sonrisa conlleva
un control de los músculos faciales. Este control se pierde con la
muerte y la cara vuelve a una posición de descanso”
[10]
. El
Dr. Francis Roe corrige al portavoz vaticano: “Dicho
sea de paso, su Navarro Valls habla de un émbolo en el ojo que ocasiona
una posible embolia pulmonar. Muchos médicos cometen un error tan
común como relacionar émbolos de esta manera, pero se producen a causa
de dos razones muy diferentes, que no tienen nada que ver. El del
ojo proviene de la arteria carótida en la parte del cuello. La embolia
pulmonar es el resultado de coagulación venosa en la parte inferior
del cuerpo”
[11]
.
*
Por su parte, Marcinkus
, que durante muchos
años ha sido presidente del IOR y responsable de la seguridad del
papa,
dirige la conversación.
Le dice a Cornwell: “Este
pobre hombre, el papa Juan Pablo I,
vino de Venecia, una diócesis pequeña, de gente
mayor, no hay más que noventa mil personas en la ciudad y los sacerdotes
son viejos. Y de repente lo meten en un sitio como éste, sin saber
siquiera dónde está cada despacho. No tiene ni idea de a qué se dedica
la Secretaría de Estado... La suya era una sonrisa muy nerviosa. Además,
tenga en cuenta que no era persona de mucha salud... No tiene usted
más que coger el periódico todos los días y ya verá cómo hay cantidad
de gente joven que consigue un buen puesto y al poco tiempo se muere.
Y no por eso va uno a pensar que los mataron. Pero a éste, porque
no le hicieron la autopsia... Pero si nunca se les hace la autopsia”
[12]
. Tras
la única audiencia que tuvo con Juan Pablo I,
comentó el presidente del IOR con particular
ojo clínico: “¡Qué barbaridad! ¡Parece agotado!”
[13]
. Todo
ello coincide básicamente con la imagen de Juan Pablo I que se dió
en su momento: la de un pobre hombre aplastado por el peso del papado.
*
El jesuita Francesco Farussi
, entonces jefe de Radiogiornale en Radio Vaticana, da una imagen muy diferente del papa
Luciani
y de su circunstancia: “Mire,
hay algo que está fuera de discusión por lo que a mí se refiere. Ese
papa se ganó el afecto popular de la gente corriente. Se le consideraba
aún más popular que Juan XXIII
. Era incluso más
piadoso, más modesto, más simple. Su muerte se presentó de forma tan
irresoluble que la única explicación posible parecía ser que había
sido envenenado... Le voy a decir algo, y esto no son palabras al
viento: detrás de esto había una situación de importante seriedad.
Aunque era un buen hombre, había rumores de que iba a limpiar el Vaticano.
Se decía que iba a despedir a Marcinkus
y a desplazarle... Si se pudiera indagar tranquilamente
en el Vaticano, todo el mundo le habría dicho en ese momento: después
de la elección, Marcinkus ha cambiado por completo. Estaba deprimido
y desesperado... Después está la sensación de que no quieren aclarar
las cosas, por las razones que sean. Nunca hemos sabido, o nunca nos
han dicho, lo que ha pasado exactamente. Así que cabe lugar para la
sospecha. ¿Me explico?”
[14]
.
*
Diego Lorenzi
, religioso de la
congregación de Don Orione, fue secretario de Luciani desde
1976 en Venecia y
en Roma. Avisado por sor Vincenza, fue uno de los testigos que encontraron
el cuerpo sin vida de Juan Pablo I.
Según
Lorenzi
, “su espalda estaba
caliente, y también sus pies”
[15]
. Lorenzi telefoneó a Pía, sobrina del papa. Después
al Dr. Da Ros
, médico personal
de Luciani
; él mismo cogió
el teléfono: “No pudo creer lo que le estaba diciendo. El había visto
al papa el domingo anterior y le había encontrado con muy buena salud”
[16]
. El
Dr. Da Ros
no quiso entrevistarse con Cornwell
, a pesar de que
éste tenía el apoyo papal para hacer su trabajo. Tampoco quiso el
Dr. Rama
, del Policlínico
de Mestre.
Luciani
no estaba sobrecargado de trabajo antes de ser
papa. Dice Lorenzi: “No
tuvo muchos compromisos en el mes de julio. Y la última semana de
julio y la primera de agosto se había tomado un completo descanso
con las religiosas de Venecia Lido. El cardenal Oddi
ha dicho recientemente en una entrevista que
Luciani
estaba sobrecargado de trabajo antes de ser
papa. Esto no es verdad. Y desde el 10 de agosto, cuando murió Pablo
VI
, hasta
el 26 no tuvo compromisos oficiales”
[17]
. A
cerca de los embalsamadores,
hermanos Signoracci, afirma Lorenzi: “Todos
los días, mientras que estuvo de cuerpo presente, vinieron con otros
especialistas y alzaron pantallas y cerraron puertas. El primer día
retiraron partes del cuerpo, posiblemente las vísceras, etc. Pero
después de dos o tres días era irreconocible”
[18]
.
*
El Dr. Buzzonetti
, que con el Dr.
Fontana
firmó el certificado de defunción, responde
a la pregunta sobre cuándo vió al papa por última vez: “Se
lo puedo decir con toda exactitud. Ni el profesor Fontana
ni yo mismo fuimos llamados a prestar nuestros
servicios profesionales al papa Juan Pablo I.
Le vi al final del cónclave. Estuve allí como
suplente de Fontana. Después creo que le vi a distancia entre la multitud,
en algún acto. Por último le vi muerto. Eso es todo”
[19]
. Dice
también Buzzonetti: “Todos
los aspectos clínicos de este asunto de Juan Pablo I están protegidos
por dos secretos: el primero es el secreto profesional, del que nadie
me puede disculpar, después está el secreto que conlleva mi cargo
como vicedirector de la Sanidad de este Estado del Vaticano. Pero
de todas formas no sé nada”
[20]
.
* Según los embalsamadores, hermanos
Arnaldo y Ernesto Signoracci, se embalsamó al papa prematuramente,
sin esperar que pasaran las 24 horas que impone la legislación italiana
y, además, antes de que se expusiera su cadáver: “Pero
hicimos lo mismo con el papa Juan. Empezamos el misma día que murió.
No hay ningún problema, porque el Vaticano es un país extranjero...
No están obligados por los magistrados italianos que imponen el límite
de veinticuatro horas, especialmente en el caso de muerte repentina”. “¿Antes
de exponerlo? Sí, sin duda. Siempre se hace de antemano porque con
las prendas que llevan no lo podríamos haber hecho, porque las habríamos
manchado”
[21]
. Cuando
Cornwell
les pregunta si el papa pudo haber sido envenenado,
responden así: “Cualquier
cosa es posible... Cualquier cosa... Pero escuche, no vimos ninguna
señal... Dependería de la clase de veneno. Los somníferos no habrían
dejado huella... Pero no nos pidieron muestras, y no tomamos ninguna.
No hubo nada sospechoso”
[22]
.
*
Lina Petri
, sobrina del papa
Luciani y doctora en medicina, cree poder afirmar que su tío tomaba
anticoagulantes y añade: “Al
ser nombrado papa, con todo el ritmo de vida nuevo y apresurado, probablemente
no estaba pendiente de tomarse las medicinas necesarias”
[23]
. Sin
embargo, el Dr. Da Ros
afirma que Luciani
era muy cuidadoso con las medicinas. Además,
también sor Vincenza, que era enfermera, cuidaba de la medicación. De
la salud de su tío dice Lina: “No tenía una salud sorprendente, pero
estaba lejos de ser un inválido. Tenía todos esos achaques comunes
a una persona anciana... Pero algo drástico ocurrió en 1975. Entonces
yo ya estaba en Roma, en el Gemelli. El se fue de viaje a Brasil para
ver a unos obreros emigrantes italianos del Véneto. A su vuelta, tuvo
un problema ocular, pérdida de visión. Ingresó en el hospital de Mestre
con el profesor Rama
, que le diagnosticó
una embolia o trombosis en la arteria de la retina. Esto es significativo,
porque indica que la sangre no circula bien; en las arterias y venas
se forman ciertas sustancias que se coagulan en trombos y las taponan.
Cuando sucede algo así indica que hay serios problemas de coagulación
y de circulación. Indica que lo que sucedió en el ojo podría suceder
en la pierna, el intestino o la arteria pulmonar. Si hay un precedente
es serio, y hay que tener mucho cuidado, porque uno ya no se puede
considerar una persona con buena salud”
[24]
. Podemos
recordar aquí lo que más arriba dice el Dr. Francis Roe
sobre la opinión de Navarro Valls
,
”un émbolo en el
ojo que ocasiona una posible embolia pulmonar”: “Muchos médicos cometen
un error tan común, como relacionar émbolos de esta manera”.
*
John Magee
, amigo de Marcinkus
, secretario de Pablo
VI
y de Juan Pablo I,
actualmente obispo de Cloyne (Irlanda), esta
sorprendente declaración: “Le prometí al Santo Padre que permanecería
en silencio. Sólo rompo el silencio ahora porque es expreso deseo
del Santo Padre que lo haga”
[25]
. “Cuando
murió el papa, me dijeron que saliera del Vaticano y me trasladara
al Instituto María Bambina, cerca de la plaza de San Pedro
. El día después
del funeral me entró un fuerte dolor en el corazón y fui a ver al
Dr. Buzzonetti
. Dijo que lo que
tenía era estrés y debía acostarme. Después tuve una llamada por teléfono
en mi habitación. Era un hombre de una agencia de noticias, que me
dijo: ‘Corre una historia según la cual el papa fue asesinado y usted
está en el centro del complot, ¿qué puede decir?’. Yo le colgué el
teléfono. Más tarde, estaba yo cruzando el patio del convento y vi
mucha gente, también colegiales, a la puerta. Cuando yo pasé, todos
se quedaron mirándome, porque la persona que les hablaba me señalaba
directamente a mí”. Esa persona decía: “¡He ahí el asesino!”
[26]
. Quien
hablaba así era Paolo Gusso
. Los hermanos Gusso,
Paolo y Guido, son vénetos, mayordomos de Juan Pablo I,
a quienes Magee
despidió, a pesar de la oposición del otro secretario,
Diego Lorenzi
. Dice Magee: “Estos
dos hombres introducían fotógrafos y otras personas en los aposentos
privados sin decírselo al papa ni a mí... El papa y yo hablamos de
esto y me dijo: ‘Ahora estoy en sus manos, ¿qué puedo hacer?’. Por
consiguiente, me las ingenié para que se contratara a otro hombre
más discreto, del Véneto, y pensé despedir a los hermanos Gusso
”
[27]
. Paolo
era muy amigo de Lorenzi
y lo continuó siendo. Según
Magee
, en la mañana del
28 de septiembre se colocaron dos potentes timbres de emergencia,
que habían estado allí en la época de Juan XXIII
[28]
. A este respecto, Hans Roggen
, el oficial de guardia
de aquella noche en el palacio vaticano, afirma que en ningún momento
sonaron los timbres
[29]
. Lo mismo dice Lorenzi
[30]
.
*
La hermana Irma Dametto
, de las religiosas
de Burdeos, confidente de Sor Vincenza, que atendió durante veinte
años a Luciani
, afirma lo siguiente: “Ella
decía que sufrió en Roma porque era tímido. Era tímido, aunque cuando
realmente creía que había que hacer una cosa, no había nadie que le
parase”
[31]
. En
una ocasión, sor Vincenza escuchó sin querer al secretario que le
decía insistentemente, una y otra vez: “¡Santo
Padre, sea San Pedro
!, ¡usted tiene la
autoridad!, ¡no se deje amedrentar ni intimidar!”
[32]
.
La mayor distorsión
Lo
peor del libro es el final. El autor parece ignorar la biografía de
Juan Pablo I.
Además, con todo el respaldo vaticano, no ha
conseguido una información médica elemental sobre el papa Luciani
y, sin embargo, se permite hacer la siguiente
afirmación, que podría firmar cualquier hombre fichado por el Vaticano: “Albino
Luciani
no estaba preparado ni por la experiencia ni
por su carácter para el papel de Pontífice. También es obvio que estaba
enfermo de gravedad”
[33]
. Pero
Cornwell
va más allá. Ha de conjurar sus propios temores
de pasar por un hombre del Vaticano. Y entonces supone que Juan Pablo
I s
e habría dejado morir,
dejando de tomar los anticoagulantes (un lapso de 3-5 días hubiera
sido decisivo), por considerarse un usurpador del solio pontificio: “Juan
Pablo estaba convencido de que el cónclave había cometido un error.
El no había sido el elegido del Espíritu Santo. Era un usurpador,
un papa mediocre, condenado”
[34]
. Lo
del descuido del Espíritu es opinión de Marcinkus
, que conocía el
papa Luciani
y que aparece en el informe de la persona de
Roma. Dice también Cornwell
: “¿Descuidó
tomar las medicinas que le salvaban la vida, como piensa su sobrina?
¿Cuál es la línea que divide el ‘abandonarse’, suicidio por deliberada
negligencia, y la ‘resignación’ o el ‘abandono’ en sentido religioso,
cuando una persona cree que la voluntad de Dios es que muera y abraza
ansiosamente esta perspectiva?”
[35]
. El
jesuita Paolo Dezza
, confesor del papa
Luciani
, comenta al respecto:
“No es ése el hombre que yo he conocido. Me confiaba, ciertamente,
las dificultades y las espinas de su pontificado. Sentía que el peso
asumido era superior a sus fuerzas. Pero, al menos en los diálogos
que tuvo conmigo, manifestaba siempre una habitual serenidad. Aun
consciente de su frágil salud, ciertamente no preveía morir tan pronto”
[36]
. Nos
consta que hay desolación en el Vaticano por semejante distorsión,
pero tras el apoyo papal dado al autor ¿cómo se explica el silencio
del papa? Además, si el Vaticano está realmente interesado en que
salga toda la verdad en torno a la muerte de Juan Pablo I ¿es que
no tiene medios suficientes para hacerlo y hacerlo de forma creíble?
¿se puede confiar la investigación a un extraño o a un intruso? ¿se
puede reducir la investigación a una tarea periodística, realizada
a base de entrevistas? ¿es que no hay motivos para abrir los archivos
secretos correspondientes? ¿estaría dispuesto el Vaticano a exhumar
el cadáver? Además,
como dicen los forenses, los cadáveres también hablan si se les hace
la pregunta adecuada. La autopsia es sólo una pieza del rompecabezas
que puede aclarar la muerte de una persona. Cuando se trata de determinar
la causa y las circunstancias, es preciso reunir una serie de datos,
que no sólo aporta el forense, sino también otros peritos.
La novela del diario secreto
En
agosto del 90, la revista
Tiempo anunciaba la aparición de un libro
de Ricardo de la Cierva, titulado El
diario secreto de Juan Pablo I.
Una audiencia con el papa Juan Pablo II
, en 1988, había
impulsado al autor a escribir “una novela sobre uno de los períodos
más tenebrosos de la Iglesia contemporánea: la muerte de Juan Pablo
I”. El
autor comienza reconociendo el estupor general ante la noticia más
inesperada que cabía imaginar: la muerte del papa recientemente elegido.
Además, afirma que “en virtud de acuerdos que nunca se revelaron,
todo el mundo se puso a mentir sobre la muerte del papa”
[37]
. Todo
el mundo, no. Ahora bien, cualquiera que se acerque al problema de
la muerte del papa Luciani
, tendrá que distinguir
con sumo cuidado las palabras verdaderas de aquellas otras que no
lo son. Tal precaución se impone también con este libro, que quiere
presentarse “con todo el rigor de la investigación histórica y toda
la amenidad de la novela”. De
entrada, resulta sorprendente que puedan hacerse afirmaciones como
éstas: “una monja de la pequeña comunidad que cuidaba al papa declaró
que el cadáver fue descubierto por el secretario irlandés; luego dijo
que fue ella misma”. Y también, respecto a lo que el papa tenía en
las manos: “la monja y Radio Vaticana dijeron al principio que se
trataba de la Imitación de Cristo, libro predilecto de Juan Pablo”
[38]
. Para
el autor resulta clave la conversación que el cardenal Luciani
tuvo en Coimbra con sor Lucía
el 11 de julio de 1977. Sor Lucía le habría
dicho: “Tendrás, señor patriarca, la corona de Cristo y los días de
Cristo”
[39]
. Suponiendo que esto fuera así, encaja mucho mejor
la expresión en el contexto de asesinato: la muerte de Cristo lo fue.
Pero lo que no encaja nada es lo que el autor pone en boca de Luciani
sobre el milagro del sol: “Casi me hizo verlo. Era un sol grande,
blanco, que giraba y saltaba”
[40]
. El autor parece ignorar lo que el propio Luciani
dice al hablar del tema en sus Obras
completas: “Le pregunté por la famosa danza del sol. Ella no la
vio”
[41]
. Según
el autor, una tarde romana y primaveral del 88 repasaba sus apuntes
inconexos sobre el papa Juan Pablo I,
en medio de una meditación junto a su tumba,
cuando encontró, entre esos apuntes, un “estúpido suelto” de Le Monde, que decía lo siguiente acerca
de la primera homilía del papa Luciani
: “¡Qué decepción!
¡Qué diferencia entre estos ejemplitos de catequesis barata y los
vuelos de águila a que nos tenía acostumbrados ese gran papa de la
inteligencia que era Pablo VI
!”. Ante esa “obviedad
estulta”, el autor no pudo reprimir la rabia y comenzó a escribir
el libro. Precisamente esa mañana, dice, había terminado “la lectura
de las Obras Completas, recién editadas, de Albino Luciani”
[42]
. Por
cierto, difícilmente podía haber terminado entonces semejante lectura:
los cuatro primeros volúmenes fueron editados en 1988 y los cinco
restantes en 1989. Se comprende que el autor ignore lo que comenta
Luciani en el volumen octavo: que sor Lucía
no vio la famosa danza del sol.
Distorsión de imagen
De
la Cierva
reconoce en el papa Luciani
“una cultura amplia y honda, verdaderamente
universal”. Sin embargo, el autor participa claramente de la distorsión
de su figura: Luciani es “un obispo enfermo y en gran parte fracasado...
un hombre de otro tiempo, recomido de dudas íntimas sobre casi todos
los problemas de la Iglesia y de la humanidad, muy capaz de plantearlos
y de resolverlos en el plano personal gracias a una fe milagrosa que
cada día se acrecienta, pero incapaz de proponer soluciones a gran
escala fuera del plano de la catequesis elemental”
[43]
, un hombre cuyo libro predilecto es La
imitación de Cristo
[44]
, un hombre que experimenta desde la conversación
con sor Lucía
“los tirones de una doble conciencia, casi de
una doble personalidad”
[45]
. El
autor afirma que en el cónclave el cardenal Luciani
piensa votar al conservador Siri
[46]
. Sin embargo, ya en 1980 su antiguo secretario
Mario Senigaglia
manifestó lo siguiente: “Antes de partir para
el cónclave, el patriarca Luciani no ocultó su pensamiento: tenía
un candidato preciso, no pertenecía a la curia ni siquiera era italiano:
era el cardenal Aloisio Lorscheider
, presidente de la
Conferencia Episcopal brasileña, que había conocido en Río de Janeiro
en 1975”
[47]
. Para Luciani, había llegado “el momento de optar
por el Tercer Mundo”
[48]
. En el cónclave, un único voto permaneció tenazmente
ligado al cardenal brasileño, el de Luciani
[49]
. Sin embargo, De la Cierva
atribuye arbitrariamente a Juan Pablo I l
a opinión de que
la conferencia de Brasil sería “la peor orientada del mundo”
[50]
.
El trío de Mammón
Entre
otras cosas, el autor supone también que el cardenal Benelli
no va a durar mucho y le hace decir: “Ya me
falla el motor”
[51]
. Sin embargo, tanto él como Felici
, hombres de confianza
de Juan Pablo I,
murieron en 1982, el año en que estalla la quiebra
del Banco Ambrosiano. Según se dijo, de infarto. Según algunos, cuando
aún estaban cotejando pruebas de las enmarañadas finanzas y relaciones
del IOR. Se impone, pues, la pregunta: ¿se sabe con certeza de qué
murieron? ¿Se les hizo la autopsia?
Por
lo que se refiere a los problemas financieros del Vaticano, el autor
reconoce abiertamente que fueron afrontados por Juan Pablo I:
“Existen pruebas claras de varias preocupaciones
gravísimas del papa Luciani
sobre los problemas financieros de la Santa
Sede durante aquellos últimos años”
[52]
. Reconoce también que años atrás el obispo Luciani
tuvo que afrontar problemas semejantes: el escándalo Antoniutti
(Vitorio Véneto, 1962) y el asunto de la Banca
Católica (Venecia, 1972). Asimismo
reconoce el autor la vinculación del IOR con el “trío de Mammón”:
bajo el nombre del dios del dinero se esconde el triángulo de la mafia
(Sindona
), el aventurerismo
insaciable (Calvi
) y la masonería
de Gelli
, gran maestre de
la logia P2
[53]
. El
autor afirma que ya el domingo 27 de agosto el papa Luciani
encarga a Villot
un informe sobre las actividades vaticanas y,
de modo especial, sobre “la situación del IOR y las repercusiones
de sus actividades bancarias sobre las demás actividades económicas
y sobre el buen nombre de la Iglesia”
[54]
. El
autor reconoce que el 23 de septiembre Juan Pablo I
“se dispone a pasar a la acción”. Lo hará “la
semana próxima”, cuando complete su información y comunique los primeros
nombramientos para la nueva etapa de la Iglesia
[55]
. El
arzobispo Marcinkus
es presentado como “una personalidad noblota,
educada en el juego limpio”, que cayó primero en las garras del banquero
de la mafia (Sindona
) y, después, en
las del aventurero insaciable (Calvi
), con quien colaboró
en el montaje de compañías fraudulentas en el exterior
[56]
.
Amenazas contra Juan Pablo I
Aunque
sea en forma novelada, el autor reconoce “la actuación masónica de
un par de funcionarios medios en la Secretaría de Estado”
[57]
y la existencia de amenazas contra la persona del
papa Luciani
. Así, el 18 de septiembre
un masón arrepentido, que se ha hecho amigo de Luciani, teme que ciertas
asechanzas que se preparan contra los promotores y los investigadores
principales del informe encargado por el gobierno italiano puedan
amenazar también a la persona del papa
[58]
. Y el 25 de septiembre se recibe en el Vaticano
el mensaje póstumo del masón arrepentido, que diría: “Estoy acosado.
Que sepa el jefe que corre tanto peligro como yo. Están desesperados
y van a atacar esta misma semana”
[59]
. En
una nota final, el libro recoge sumariamente - entre otros hechos
- varios asesinatos cometidos en el terrible año 1979. Las víctimas
son: el periodista Mino Pecorelli
, denunciante de
la infiltración masónica en la Iglesia; el abogado y fiscal Giorgio
Ambrosoli
, cuyo informe sobre
los bancos de Sindona
y las implicaciones del IOR se empezó a filtrar
en octubre de 1978; el teniente coronel Varisco, muy relacionado con
la investigación de Ambrosoli; el investigador de la policía siciliana
Boris Giuliano
, que había concertado
sus indagaciones con las de Ambrosoli
; el juez Emilio
Alessandrini
, que tenía muy avanzado
el sumario sobre las actividades delictivas del Banco Ambrosiano.
En efecto, “parecía que un ángel exterminador fuera segando las vidas
de cuantos pretendían hacer luz sobre la turbia maraña entre la que
se habían movido Sindona, Calvi
y el IOR”
[60]
.
La posición oficial
El
autor sirve en bandeja la posición oficial: Juan Pablo I m
uere de infarto de
miocardio, o bien de derrame cerebral
[61]
; en cualquier caso,
de muerte natural. Afirma
el autor que el 3 de octubre un equipo de médicos, presididos por
los doctores Buzzonetti
y Da Ros
, examinan el cadáver
a requerimiento de la congregación general cardenalicia: “No es una autopsia en regla, pero según los
doctores el examen resulta más que suficiente para confirmar los primeros
diagnósticos”
[62]
. Bien,
el que se hiciera algún tipo de autopsia coincide con lo que Diego
Lorenzi
, secretario de Juan
Pablo I,
dice a Cornwell
: “El primer día
retiraron partes del cuerpo, posiblemente las vísceras, etc”
[63]
. Como ya sabemos, Giovanni Gennari
afirma que se le hizo la autopsia y que, por
ella, se supo que había muerto por la ingestión de una dosis fortísima
de un vasodilatador
[64]
. Ahora bien, si se hizo algún tipo de autopsia,
¿por qué no se dijo? ¿No eran comunicables los resultados? Desde
el punto de vista médico, el autor le coloca a Juan Pablo I opresión
de mente y de pecho casi diaria
[65]
; además, supone, por ejemplo, que el servicio médico
del Vaticano estaba dirigido por el Dr. Buzzonetti
, que dicho doctor
había visitado al papa Luciani
varias veces, que le preocupaban sus coronarias
[66]
. Recordemos lo que el propio Dr. Buzzonetti dice
a Cornwell
: “Ni el profesor
Fontana
, que era jefe del
Servicio Sanitario del Vaticano por aquel entonces y murió en 1979,
ni yo mismo fuimos llamados a prestar nuestros servicios profesionales
al papa Juan Pablo I”
[67]
. Recordemos también que el Dr. Da Ros
, médico
personal de Luciani
,
ha afirmado - según
hemos visto - que el papa estaba bien y que él no recetó nada.
Según
De la Cierva
, el patriarca Luciani
había profetizado su propia muerte: “Desde su
jornada de Fátima
él sabía que no disponía de años; se le escapó
del alma durante su homilía de Navidad en la cátedra de San Marcos,
y toda Venecia lo comentaba al día siguiente: “Que tengamos todos
un feliz año 1978, o al menos los meses que Dios nos conceda de él”
[68]
. En
realidad, en la homilía de fin de año (no de Navidad) el patriarca
Luciani
facilita a sus fieles un examen de conciencia,
tomando como guía las “siete lámparas de la santificación” e incluyendo,
además, el pensamiento de la muerte. Luciani se inspira aquí en los
ejercicios espirituales que en 1955 siguió el patriarca Roncalli
[69]
. Al final, lo que dijo Luciani fue algo muy normal,
exactamente esto: “Prometámosle (al Señor) hacer buen uso del año
1978, que quizá nos concede por entero”
[70]
. Algo
semejante dijo Luciani
a finales de 1973. Habiendo sugerido, entre
otras, una oración (“Ayúdame a vivir el 1974 mejor que el 1973”),
añade que dicha plegaria supone una condición: “Que el 1974 se nos
conceda vivirlo; de hecho, somos tan poca cosa, que, a pocas horas
de distancia de 1974, ni siquiera estamos seguros de llegar”
[71]
. Es la conciencia de la fragilidad humana. En
la felicitación navideña de 1977, el patriarca Luciani
dijo textualmente lo siguiente, utilizando la
imagen marinera de “Dios a bordo”: “Sí, Dios a bordo de nuestras almas,
de nuestras familias, de nuestras comunidades civiles y eclesiales
nos viene muy bien para inspirar, para ayudar, para hacernos evitar
los diversos escollos que aparezcan y para pasarlo felizmente primero
durante 1978, después, durante el resto de la existencia, que el Señor
nos concederá aún”
[72]
. Está en el volumen VIII que el autor parece no
conocer. Según
Magee
, Juan
Pablo I decía constantemente que su pontificado iba a durar poco,
que le iba a sustituir “el extranjero”
[73]
. Sin embargo, no hay por qué descartar que estas
expresiones guarden relación con las grandes resistencias encontradas
o con las “numerosas amenazas” de muerte que Juan Pablo I recibió
desde los primeros días de su pontificado
[74]
.
Finalmente,
el autor halaga a Juan Pablo II
con una vanidad, que no desentona en la colección
Fábula en la que sale publicado el libro. Es la “wojtilización” del
papa Luciani
. Como la luna, Luciani
no tendría luz propia sino aquella que recibe del sol: -
El cardenal de Polonia le descubre el misterio español de la Noche
Oscura
[75]
, o le introduce en los misterios de España
[76]
y de América
[77]
. -
El cardenal de Cracovia está ya, con Luciani
, en aquella famosa
procesión en Premana (provincia de Como), en la que un niño comienza
a decir (no sabe el autor a quién de los dos): “Mamá, mira el papa”
[78]
. La anécdota la comenta la autora alemana Regina
Kummer
como propia de Luciani; Wojtyla
no va en la procesión
[79]
, pero el autor le pone en ella. -
El cardenal Wojtyla
se presenta de pronto en Venecia, al conocer
los problemas que atribulan al patriarca Luciani
: rechazo de los
sacerdotes, división de los obispos italianos. Luciani, deprimido,
le habría pedido a Wojtyla una parroquia en Polonia
[80]
. Pues bien, se trata de una anécdota publicada
en 1981, en la que el interlocutor de Luciani es Wyszynski
, no Wojtyla
[81]
; además, la expresión habría que tomarla en sentido
coloquial. Luciani dijo cosas parecidas a propósito de otros países,
donde no se mezcle tanto la religión con la política: “Muchas veces
he deseado ser obispo en Inglaterra o en Estados Unidos”
[82]
. -
En el cónclave el cardenal de Cracovia habría puesto sus votos a disposición
del cardenal Luciani
, con lo que así
este se convierte en papa. Habría dicho Wojtyla
: “Algunos hermanos
me han honrado con su voto... Yo pido a mis votantes que entreguen
su confianza al cardenal Albino Luciani”
[83]
. -
El 26 de septiembre, se lo inventa el autor, Wojtyla
aparece en Roma: recibe de Juan Pablo I l
a famosa estola que
Pablo VI
impusiera a Luciani
en Venecia; recibe también la única copia de
su diario, varios documentos que ha de estudiar y comentar... En fin
“trabajo para varios años”
[84]
.
Intoxicación del tema
Uno
se pregunta qué es lo que el autor pretende con semejante mezcla de
lo real y de lo ficticio, de lo verdadero y de lo falso, de la historia
y de la fábula. Desde luego, con semejante ceremonia de la confusión
no encaja el rigor de la investigación histórica. Se podrá decir que
el autor no pretende hacer historia. De acuerdo, también se puede
decir que la intoxicación de un tema no lo requiere. Todo
se entiende mejor a la luz de la denuncia que hace el periodista Pepe
Rodríguez en su libro titulado La
conspiración Moon
. Sun
Myung Moon
es un coreano con delirios mesiánicos: “no sólo
quiere salvar las almas de los mortales, también pretende salvar sus
vidas cotidianas”. Usando la bandera de la lucha anticomunista, es
fundador de la Iglesia de la Unificación y así ha reunido una poderosa
organización, que se desglosa en numerosos organismos dependientes,
como CAUSA (Confederación de Asociaciones para la Unidad de las Sociedades
Americanas) o AULA (Asociación para la Unidad Latinoamericana): “Moon
es mucho más que una secta... es hoy, con su casi ilimitado poder
financiero, la fuente más constante que riega la involución en el
mundo occidental”
[85]
. Entre
otras cosas, llama la atención la asistencia a las reuniones de AULA
de representantes de la Soberana Orden Militar de Malta, que incluye
entre sus miembros a personajes como Licio Gelli
o Umberto Ortolani
, jefes de la logia
P2: “Y digamos, ya que estamos en ello, que la Soberana Orden Militar
de Malta está estrechamente asociada al departamento de información
del Vaticano y que es el más discreto y eficiente cauce de comunicación
entre la CIA y el Vaticano. Lógicamente la Orden también es anticomunista”
[86]
. De
una forma especial, en la época de Reagan
, los hombres de
Moon
se centran
en Latinoamérica
[87]
. Entre
otros organismos, Moon
puso en marcha, a partir de 1973, la PWPA (Academia
de Profesores para la Paz Mundial). Según Pepe Rodriguez
, participa en tareas de coordinación de la Academia
el catedrático de Historia y ex ministro de Cultura, Ricardo de la
Cierva
[88]
. En
un artículo publicado en la revista Epoca,
en agosto del 85, Ricardo de la Cierva presenta a Moon
como “un extraordinario hombre de nuestro tiempo”,
víctima de “una continua campaña de rumores, calumnias y desinformación
que tiene evidentemente su raíz en el carácter firme y efectivamente
anticomunista del movimiento”
[89]
. De la Cierva
se refiere también al The Washington
Times (uno
de los medios de comunicación de Moon)
y dice: “El diario, dirigido por un gran amigo del Rey de España,
el periodista internacional Arnaud de Borchgrave, ha rebasado ya los
300.000 ejemplares de tirada (su venta real está alrededor de los
cien mil y pocos ejemplares) y hace opinión en la capital USA”. Desde
el Palacio de la Zarzuela nos confirmaron, dice Pepe Rodríguez, que
la única relación que ha mantenido el Rey con Arnaud de Borchgrave
ha sido la profesional, derivada de un par de lejanas entrevistas
periodísticas. Por tanto, estamos ante una forma de instrumentalizar
la figura del Rey, destinada a dar credibilidad a los hombres de Moon
[90]
. El
papa Juan Pablo II
recibió en audiencia especial el 5 de diciembre del 85 a los participantes
de la reunión de AULA en Roma. Sólo diez meses antes, el nuncio apostólico,
monseñor Antonio Innocenti
, había hecho circular
un informe en el que prevenía a los católicos y autoridades eclesiásticas
de las verdaderas intenciones de Moon
y de sus métodos para instrumentalizar personalidades
prestigiosas: “Dicha secta (la Iglesia de la Unificación) trata de
difundirse por todas partes y comprometer en sus actividades –para
obtener mayor prestigio y respeto- a personalidades académicas y eclesiásticas
de la Iglesia Católica”
[91]
. El papa, del que no podemos dudar que conocía
éste y otros informes parecidos, tuvo que ceder a las presiones procedentes
de Estados Unidos y posó en una memorable foto rodeado de los hombres
de Moon
[92]
.
[1]
CORNWELL,
3-4.
[2]
Ver
YALLOP, 432 y Vida Nueva
1497 (1985), 30.
[3]
CORNWELL,
98. Ver El País, 11-12-1985
y ABC, 12-12-1985.
[4]
Ib., 62-63.
[5]
Ib.,
6.
[6]
Ib.
XIII-XIV.
[7]
Ib.,
126.
[8]
Ibidem.
[9]
Ib.,
37.
[10]
Ib.,
148-149.
[11]
Ib.,
150.
[12]
Ib.,
ver 52.
[13]
Ib.,
ver 57.
[14]
Ib.,
160-161.
[15]
Ib.,
80.
[16]
Ib.,
74.
[17]
Ib.,
76.
[18]
Ib.,
80.
[19]
Ib.,
169.
[20]
Ib.
170.
[21]
Ib.,
219.
[22]
Ib.,
221.
[23]
Ib.,
242.
[24]
Ibidem.
[25]
Ib., 183.
[26]
Ib.,
198.
[27]
Ib.,
188.
[28]
Ib.,
ver 192.
[29]
Ib.,
ver 206.
[30]
Ib.,
75.
[31]
Ib.,167.
[32]
Ib.,
ver 115.
[33]
Ib.,
262.
[34]
Ib.,
264.
[35]
Ib.,
ver 265. El autor supone también que, en la noche del 28 de septiembre,
los secretarios encuentran al papa muerto en el suelo, todavía vestido.
Sienten miedo e inventan una muerte digna y repentina, en la cama:
la muerte ha llegado como ladrón en la noche. Ver ib., 257-258.
[36]
Ver
entrevista a Paolo Dezza
, en papa Luciani-Humilitas 3 (1999), 5.
[37]
Ed.
Planeta, Barcelona, 1990, 11.
[38]
Ib.,
11-12.
[39]
Ib.,
20.
[40]
Ib.,
301.
[41]
LUCIANI,
A., Opera omnia, VIII,
179.
[42]
DE
LA CIERVA, 14.
[43]
Ib.,
20.
[44]
Ib.,
12.
[45]
Ib.,
19.
[46]
Ib.,
30.
[47]
Ver
Corriere della Sera, 20-9-1980.
[48]
Ibidem.
[49]
Ver
KUMMER,
566.
[50]
DE
LA CIERVA, 290.
[51]
Ib.,
31.
[52]
Ib.,
12.
[53]
Ib.,
245.
[54]
Ib.,
59.
[55]
Ib.,
328.
[56]
Ib.,
274-276.
[57]
Ib.,
138.
[58]
Ib.,
281.
[59]
Ib.,
343.
[60]
Ib.,
380.
[61]
Ib.,
373.
[62]
DE
LA CIERVA, 375.
[63]
CORNWELL,
80.
[64]
Ver
lo que se dice al respecto en el capítulo 1.
[65]
DE
LA CIERVA, 288 y 278.
[66]
Ib.,
313. Ver certificado de defunción en CORNWELL, 221.
[67]
CORNWELL,
169.
[68]
DE
LA CIERVA, 16. El mismo texto lo traduce mejor De la Cierva
más adelante: "Prometamos hacer bueno el
año 1978, si se nos concede completo"(p.303).
[69]
LUCIANI,
VIII, 357. Ver Juan XXIII
, Diario del alma, Ed. Cristiandad, Madrid,
1964, 365-367.
[70]
LUCIANI,
VIII, 361.
[71]
LUCIANI,
VI, 261.
[72]
LUCIANI,
VIII, 348. Ver
KUMMER, 569.
[73]
CORNWELL,
190.
[74]
Ver
THOMAS y MORGAN-WITTS, Pontífice,
Ed. Plaza & Janés, Esplugues de Llobregat, 1983, 206.
[75]
DE
LA CIERVA, 15.
[76]
Ib.,
91.
[77]
Ib.,
137.
[78]
Ib.,
137.
[79]
KUMMER,
555.
[80]
DE
LA CIERVA, 356.
[81]
Publicada
en Gente, 9-10-1981. Ver
KUMMER, 546-547.
[82]
KUMMER,
547.
[83]
DE
LA CIERVA, 39.
[84]
Ib.,
349-351.
[85]
PEPE RODRIGUEZ, La conspiración Moon
, Ed. B, Barcelona (1988), 11.
[86]
Ib., 280-281.
[87]
Ib., 12.
[88]
Ib., 26.
[89]
En la revista Epoca, 5-8-85.
[90]
RODRIGUEZ, 242-243.
[91]
Carta de 5-2-1985 a Ignacio Iglesias,
presidente de la CONFER, Confederación española de Religiosos.
[92]
RODRIGUEZ, 260. |