6. DISTORSION DE IMAGEN

 

Como queda dicho, el 4 de octubre del 85, la revista Vida Nueva publicó mi pliego sobre la muerte de Juan Pablo I . Lo envié a tres destinatarios especiales: Mario Senigaglia, que había sido secretario del patriarca Luciani, y dos cardenales. Uno de ellos Pironio, que vivia en Roma. El otro era el cardenal Hume , de Londres, el que definió a Juan Pablo I como “el candidato de Dios”.

 

Carta de presentación

No hace falta decir que, por diversos motivos, he seguido con viva atención las incidencias del tema. Pues bien, en septiembre de 1988, la revista 30 Giorni, del movimiento Comunión y Liberación, anunciaba la aparición del libro de John Cornwell , Como un ladrón en la noche.

Según la revista, en diciembre del 87 un periodista inglés llamaba a las puertas del Vaticano para presentar una petición que podría considerarse descarada: escribir un libro sobre la muerte de Juan Pablo I.  Sin embargo, el periodista  lo había previsto todo: “Había llegado a Roma con una carta de presentación del cardenal inglés Basil Hume ”.

 

No tenemos respuesta

El arzobispo John Foley , presidente de la Comisión de Medios de Comunicación Social, le dijo: “Estoy seguro, si un periodista serio intentase escribir la verdad sobre esa noche... yo podría abrirle las puertas del Vaticano”,  “somos más que sinceros sobre las circunstancias del momento. Algunos de nosotros pensamos que tendría que salir toda la verdad, más vale tarde que nunca. Ese debería ser el papel de la Comisión para las Comunicaciones Sociales. Deberíamos ser más honestos, estar más dispuestos a admitir nuestros fracasos y nuestros errores”.

“En todo el mundo, sigue diciendo Foley , millones de católicos van a los curas de su parroquia y dicen: ¿Padre, es verdad que el papa fue asesinado en el Vaticano? Y no tenemos ninguna respuesta”, “Si está interesado en realizar este trabajo por qué no me llama. En cualquier caso, ¿por qué no ir a la tumba de los papas y consultarlo usted mismo con él? Diga una pequeña oración al papa Luciani  al lado de su tumba”.

Foley  le dio la bendición. Por su parte, Cornwell  decidió visitar la tumba de Juan Pablo I,  que seguía atrayendo el interés por encima de todas las demás. Quienes pasaban en parejas o en grupos hacían breves comentarios: “Papa Luciani ... asesinado... ¡qué vergüenza!” [1] Y otros comentarios semejantes.

Además, el rector del Colegio Inglés de Roma, monseñor Kennedy , le dió toda clase de facilidades. De entrada, le llevó a la capilla del colegio. Quería enseñarle un cuadro de Durante Alberti, que tiene 400 años. Representa la Trinidad, con Dios Padre manteniendo el cuerpo muerto de Cristo, cuya sangre se derrama sobre un mapa de Inglaterra; Santo Tomás Becket  (obispo de Canterbury) y San Edmundo  miran hacia arriba. En tiempos de persecución, los estudiantes cantaban el Te Deum ante ese cuadro cada vez que llegaba al colegio la noticia de la muerte de otro mártir. En esta ocasión, a ninguno de los dos se le ocurrió cantar el himno de costumbre. Y no era la primera vez que Tomás Becket y el papa Luciani  aparecían relacionados [2] .

Sorprende que el autor no diga nada de la carta de presentación del cardenal Hume.  Marcinkus  lo confirma, cuando - sintiéndose atrapado, como metido en una trampa - le dice a Cornwell con un tono de voz de lo más macabro : “El padre Foley , el obispo Hume, me mandaron una nota y me hablaron [3] . Era público y notorio que Juan Pablo II había querido mandar a Marcinkus como nuncio a Londres (una salida honrosa para el presidente del IOR), pero el cardenal Hume se había opuesto a ello [4] .

 

Temores y prejuicios

A Cornwell  le interesaba el trabajo, pero temía ser considerado el hombre del Vaticano, un escritor fichado para proporcionar una determinada respuesta [5] . Se consideraba un intruso, pero le embargaba un sentimiento de curiosidad sobre la Iglesia posconciliar y sobre el Vaticano. Así pues, decidió enfrentarse a la historia de la muerte de Juan Pablo I,  aunque sabía que era poco probable que el libro resultara ser lo que el Vaticano esperaba.

El autor muestra especial interés en descartar los rumores de que el papa Luciani  hubiera sido asesinado “por uno de los suyos”, “por prelados de cierta categoría de la Iglesia Católica Romana”, es decir, desde dentro del Vaticano. Sin embargo, no presta atención a la posibilidad, mucho más probable, de que fuera asesinado desde fuera, por la mano larga de la logia P2, con su trasfondo de dinero y de poder.

Al terminar su obra, el autor cree haber conjurado su temor de ser considerado el hombre del Vaticano. A través de una serie de “encuentros intrigantes y a menudo desconcertantes, tanto dentro como fuera del Vaticano”, llega a una conclusión que le parece más vergonzosa y más trágica que cualquiera de las teorías de conspiración propuestas hasta la fecha [6] .

 

Apoyo papal

Tras una entrevista con el cardenal polaco Deskur , en la que se sintió sutilmente observado, Cornwell  fue recibido por el papa. Le dijo que estaba escribiendo un libro sobre Juan Pablo I.  Contestó Wojtyla , espaciando cada palabra:

“Ya lo sé. Me han hablado de esta iniciativa suya. Quiero que sepa que tiene mi apoyo y bendición en este trabajo suyo” [7] .

En el encuentro con el papa, el autor experimenta un agobiante sentido de decepción: “Una de las figuras más carismáticas del mundo, vista a distancia, parecía deshinchada tan de cerca” [8] .

 

Encuentros intrigantes

Sin duda, lo más interesante del libro es la serie de entrevistas que el autor realiza. Con ello, diversas personalidades (principalmente vaticanas) tienen la oportunidad de explicarse al respecto, después de diez largos años de silencio. He aquí algunas respuestas:

 

* Joaquín Navarro Valls , director de la Sala de Prensa del Vaticano, miembro del Opus Dei, periodista y doctor en medicina, dice no estar de acuerdo con el diagnóstico que dieron en su día los médicos vaticanos:

“Mire usted, la muerte fue instantánea y sin dolor. Tal forma de muerte no encaja con la teoría del infarto de miocardio... Hay documentos que atestiguan que Luciani  sufrió una embolia en el ojo en 1975. También sabemos que tenía los tobillos extraordinariamente hinchados... Lo que es más que probable es que sufriera una embolia pulmonar la noche en cuestión, y como resultado la muerte fue instantánea” [9] .

 

* Sin embargo, el Dr. Francis Roe , que ha sido jefe de cirugía vascular en el Hospital London de Connecticut, afirma que hay algo verdaderamente sospechoso en la forma en que fue hallado el cadáver de Juan Pablo I:

“Los cadáveres no están recostados, con una sonrisa y leyendo. Se sabe de gente que ha muerto mientras dormía, pero nunca he visto ni sabido de nadie que muriese de esta forma en el transcurso de una actividad como la lectura. Realmente encuentro difícil creer que estuviera leyendo en el momento justo anterior a su muerte. Pienso que habría tenido tiempo suficiente para notar que algo le estaba pasando. Habría sentido seguramente un dolor, y habría hecho algún esfuerzo para respirar, o para salir de la cama y pedir auxilio. Al menos habría habido unos breves momentos... He visto muchas muertes de esta clase, pero nunca he conocido a nadie que muriese sin inmutarse ante lo que le estaba pasando. En mi experiencia, la vida no se para así, de pronto. Y alguien con un fuerte ataque al corazón, o con una importante hemorragia cerebral se revuelve o reacciona de alguna manera, porque si es que el dolor no es fortísimo, el malestar es terrible. La sonrisa también me resulta sospechosa. La gente no sonríe, cuando está muerta: la sonrisa conlleva un control de los músculos faciales. Este control se pierde con la muerte y la cara vuelve a una posición de descanso” [10] .

El Dr. Francis Roe corrige al portavoz vaticano:

“Dicho sea de paso, su Navarro Valls habla de un émbolo en el ojo que ocasiona una posible embolia pulmonar. Muchos médicos cometen un error tan común como relacionar émbolos de esta manera, pero se producen a causa de dos razones muy diferentes, que no tienen nada que ver. El del ojo proviene de la arteria carótida en la parte del cuello. La embolia pulmonar es el resultado de coagulación venosa en la parte inferior del cuerpo” [11] .

 

* Por su parte, Marcinkus , que durante muchos años ha sido presidente del IOR y responsable de la seguridad del papa, dirige la conversación. Le dice a Cornwell:

“Este pobre hombre, el papa Juan Pablo I,  vino de Venecia, una diócesis pequeña, de gente mayor, no hay más que noventa mil personas en la ciudad y los sacerdotes son viejos. Y de repente lo meten en un sitio como éste, sin saber siquiera dónde está cada despacho. No tiene ni idea de a qué se dedica la Secretaría de Estado... La suya era una sonrisa muy nerviosa. Además, tenga en cuenta que no era persona de mucha salud... No tiene usted más que coger el periódico todos los días y ya verá cómo hay cantidad de gente joven que consigue un buen puesto y al poco tiempo se muere. Y no por eso va uno a pensar que los mataron. Pero a éste, porque no le hicieron la autopsia... Pero si nunca se les hace la autopsia” [12] .

Tras la única audiencia que tuvo con Juan Pablo I,  comentó el presidente del IOR con particular ojo clínico: “¡Qué barbaridad! ¡Parece agotado!” [13] .

Todo ello coincide básicamente con la imagen de Juan Pablo I que se dió en su momento: la de un pobre hombre aplastado por el peso del papado.

 

* El jesuita Francesco Farussi ,  entonces jefe de Radiogiornale en Radio Vaticana, da una imagen muy diferente del papa Luciani  y de su circunstancia:

“Mire, hay algo que está fuera de discusión por lo que a mí se refiere. Ese papa se ganó el afecto popular de la gente corriente. Se le consideraba aún más popular que Juan XXIII . Era incluso más piadoso, más modesto, más simple. Su muerte se presentó de forma tan irresoluble que la única explicación posible parecía ser que había sido envenenado... Le voy a decir algo, y esto no son palabras al viento: detrás de esto había una situación de importante seriedad. Aunque era un buen hombre, había rumores de que iba a limpiar el Vaticano. Se decía que iba a despedir a Marcinkus  y a desplazarle... Si se pudiera indagar tranquilamente en el Vaticano, todo el mundo le habría dicho en ese momento: después de la elección, Marcinkus ha cambiado por completo. Estaba deprimido y desesperado... Después está la sensación de que no quieren aclarar las cosas, por las razones que sean. Nunca hemos sabido, o nunca nos han dicho, lo que ha pasado exactamente. Así que cabe lugar para la sospecha. ¿Me explico?” [14] .

 

* Diego Lorenzi , religioso de la congregación de Don Orione, fue secretario de Luciani desde 1976 en Venecia y en Roma. Avisado por sor Vincenza, fue uno de los testigos que encontraron el cuerpo sin vida de Juan Pablo I.

Según Lorenzi , “su espalda estaba caliente, y también sus pies” [15] . Lorenzi telefoneó a Pía, sobrina del papa. Después al Dr. Da Ros , médico personal de Luciani ; él mismo cogió el teléfono: “No pudo creer lo que le estaba diciendo. El había visto al papa el domingo anterior y le había encontrado con muy buena salud” [16] .

El Dr. Da Ros  no quiso entrevistarse con Cornwell , a pesar de que éste tenía el apoyo papal para hacer su trabajo. Tampoco quiso el Dr. Rama , del Policlínico de Mestre.

Luciani  no estaba sobrecargado de trabajo antes de ser papa. Dice Lorenzi:

“No tuvo muchos compromisos en el mes de julio. Y la última semana de julio y la primera de agosto se había tomado un completo descanso con las religiosas de Venecia Lido. El cardenal Oddi  ha dicho recientemente en una entrevista que Luciani  estaba sobrecargado de trabajo antes de ser papa. Esto no es verdad. Y desde el 10 de agosto, cuando murió Pablo VI , hasta el 26 no tuvo compromisos oficiales” [17] .

A cerca de los embalsamadores, hermanos Signoracci, afirma Lorenzi:

“Todos los días, mientras que estuvo de cuerpo presente, vinieron con otros especialistas y alzaron pantallas y cerraron puertas. El primer día retiraron partes del cuerpo, posiblemente las vísceras, etc. Pero después de dos o tres días era irreconocible” [18] .

 

* El Dr. Buzzonetti , que con el Dr. Fontana  firmó el certificado de defunción, responde a la pregunta sobre cuándo vió al papa por última vez:

“Se lo puedo decir con toda exactitud. Ni el profesor Fontana  ni yo mismo fuimos llamados a prestar nuestros servicios profesionales al papa Juan Pablo I.  Le vi al final del cónclave. Estuve allí como suplente de Fontana. Después creo que le vi a distancia entre la multitud, en algún acto. Por último le vi muerto. Eso es todo” [19] .

Dice también Buzzonetti:

“Todos los aspectos clínicos de este asunto de Juan Pablo I están protegidos por dos secretos: el primero es el secreto profesional, del que nadie me puede disculpar, después está el secreto que conlleva mi cargo como vicedirector de la Sanidad de este Estado del Vaticano. Pero de todas formas no sé nada” [20] .

 

            * Según los embalsamadores, hermanos Arnaldo y Ernesto Signoracci, se embalsamó al papa prematuramente, sin esperar que pasaran las 24 horas que impone la legislación italiana y, además, antes de que se expusiera su cadáver:

“Pero hicimos lo mismo con el papa Juan. Empezamos el misma día que murió. No hay ningún problema, porque el Vaticano es un país extranjero... No están obligados por los magistrados italianos que imponen el límite de veinticuatro horas, especialmente en el caso de muerte repentina”.

“¿Antes de exponerlo? Sí, sin duda. Siempre se hace de antemano porque con las prendas que llevan no lo podríamos haber hecho, porque las habríamos manchado” [21] .

Cuando Cornwell  les pregunta si el papa pudo haber sido envenenado, responden así:

“Cualquier cosa es posible... Cualquier cosa... Pero escuche, no vimos ninguna señal... Dependería de la clase de veneno. Los somníferos no habrían dejado huella... Pero no nos pidieron muestras, y no tomamos ninguna. No hubo nada sospechoso” [22] .

 

* Lina Petri , sobrina del papa Luciani y doctora en medicina, cree poder afirmar que su tío tomaba anticoagulantes y añade:

“Al ser nombrado papa, con todo el ritmo de vida nuevo y apresurado, probablemente no estaba pendiente de tomarse las medicinas necesarias” [23] .

Sin embargo, el Dr. Da Ros  afirma que Luciani  era muy cuidadoso con las medicinas. Además, también sor Vincenza, que era enfermera, cuidaba de la medicación.

De la salud de su tío dice Lina: “No tenía una salud sorprendente, pero estaba lejos de ser un inválido. Tenía todos esos achaques comunes a una persona anciana... Pero algo drástico ocurrió en 1975. Entonces yo ya estaba en Roma, en el Gemelli. El se fue de viaje a Brasil para ver a unos obreros emigrantes italianos del Véneto. A su vuelta, tuvo un problema ocular, pérdida de visión. Ingresó en el hospital de Mestre con el profesor Rama , que le diagnosticó una embolia o trombosis en la arteria de la retina. Esto es significativo, porque indica que la sangre no circula bien; en las arterias y venas se forman ciertas sustancias que se coagulan en trombos y las taponan. Cuando sucede algo así indica que hay serios problemas de coagulación y de circulación. Indica que lo que sucedió en el ojo podría suceder en la pierna, el intestino o la arteria pulmonar. Si hay un precedente es serio, y hay que tener mucho cuidado, porque uno ya no se puede considerar una persona con buena salud” [24] .

Podemos recordar aquí lo que más arriba dice el Dr. Francis Roe  sobre la opinión de Navarro Valls , ”un émbolo en el ojo que ocasiona una posible embolia pulmonar”: “Muchos médicos cometen un error tan común, como relacionar émbolos de esta manera”.   

 

* John Magee , amigo de Marcinkus , secretario de Pablo VI  y de Juan Pablo I,  actualmente obispo de Cloyne (Irlanda), esta sorprendente declaración: “Le prometí al Santo Padre que permanecería en silencio. Sólo rompo el silencio ahora porque es expreso deseo del Santo Padre que lo haga” [25] .

“Cuando murió el papa, me dijeron que saliera del Vaticano y me trasladara al Instituto María Bambina, cerca de la plaza de San Pedro . El día después del funeral me entró un fuerte dolor en el corazón y fui a ver al Dr. Buzzonetti . Dijo que lo que tenía era estrés y debía acostarme. Después tuve una llamada por teléfono en mi habitación. Era un hombre de una agencia de noticias, que me dijo: ‘Corre una historia según la cual el papa fue asesinado y usted está en el centro del complot, ¿qué puede decir?’. Yo le colgué el teléfono. Más tarde, estaba yo cruzando el patio del convento y vi mucha gente, también colegiales, a la puerta. Cuando yo pasé, todos se quedaron mirándome, porque la persona que les hablaba me señalaba directamente a mí”. Esa persona decía: “¡He ahí el asesino!” [26] .

Quien hablaba así era Paolo Gusso . Los hermanos Gusso, Paolo y Guido, son vénetos, mayordomos de Juan Pablo I,  a quienes Magee  despidió, a pesar de la oposición del otro secretario, Diego Lorenzi . Dice Magee:

“Estos dos hombres introducían fotógrafos y otras personas en los aposentos privados sin decírselo al papa ni a mí... El papa y yo hablamos de esto y me dijo: ‘Ahora estoy en sus manos, ¿qué puedo hacer?’. Por consiguiente, me las ingenié para que se contratara a otro hombre más discreto, del Véneto, y pensé despedir a los hermanos Gusso [27] .

Paolo era muy amigo de Lorenzi  y lo continuó siendo.

Según Magee , en la mañana del 28 de septiembre se colocaron dos potentes timbres de emergencia, que habían estado allí en la época de Juan XXIII [28] . A este respecto, Hans Roggen , el oficial de guardia de aquella noche en el palacio vaticano, afirma que en ningún momento sonaron los timbres [29] . Lo mismo dice Lorenzi [30] .

 

* La hermana Irma Dametto , de las religiosas de Burdeos, confidente de Sor Vincenza, que atendió durante veinte años a Luciani , afirma lo siguiente:

“Ella decía que sufrió en Roma porque era tímido. Era tímido, aunque cuando realmente creía que había que hacer una cosa, no había nadie que le parase” [31] .

En una ocasión, sor Vincenza escuchó sin querer al secretario que le decía insistentemente, una y otra vez:

“¡Santo Padre, sea San Pedro !, ¡usted tiene la autoridad!, ¡no se deje amedrentar ni intimidar!” [32] .

 

La mayor distorsión

Lo peor del libro es el final. El autor parece ignorar la biografía de Juan Pablo I.  Además, con todo el respaldo vaticano, no ha conseguido una información médica elemental sobre el papa Luciani  y, sin embargo, se permite hacer la siguiente afirmación, que podría firmar cualquier hombre fichado por el Vaticano:

“Albino Luciani  no estaba preparado ni por la experiencia ni por su carácter para el papel de Pontífice. También es obvio que estaba enfermo de gravedad” [33] .

Pero Cornwell  va más allá. Ha de conjurar sus propios temores de pasar por un hombre del Vaticano. Y entonces supone que Juan Pablo I s e habría dejado morir, dejando de tomar los anticoagulantes (un lapso de 3-5 días hubiera sido decisivo), por considerarse un usurpador del solio pontificio:

“Juan Pablo estaba convencido de que el cónclave había cometido un error. El no había sido el elegido del Espíritu Santo. Era un usurpador, un papa mediocre, condenado” [34] .

Lo del descuido del Espíritu es opinión de Marcinkus , que conocía el papa Luciani  y que aparece en el informe de la persona de Roma. Dice también Cornwell :

“¿Descuidó tomar las medicinas que le salvaban la vida, como piensa su sobrina? ¿Cuál es la línea que divide el ‘abandonarse’, suicidio por deliberada negligencia, y la ‘resignación’ o el ‘abandono’ en sentido religioso, cuando una persona cree que la voluntad de Dios es que muera y abraza ansiosamente esta perspectiva?” [35] .

El jesuita Paolo Dezza , confesor del papa Luciani , comenta al respecto: “No es ése el hombre que yo he conocido. Me confiaba, ciertamente, las dificultades y las espinas de su pontificado. Sentía que el peso asumido era superior a sus fuerzas. Pero, al menos en los diálogos que tuvo conmigo, manifestaba siempre una habitual serenidad. Aun consciente de su frágil salud, ciertamente no preveía morir tan pronto” [36] .

Nos consta que hay desolación en el Vaticano por semejante distorsión, pero tras el apoyo papal dado al autor ¿cómo se explica el silencio del papa? Además, si el Vaticano está realmente interesado en que salga toda la verdad en torno a la muerte de Juan Pablo I ¿es que no tiene medios suficientes para hacerlo y hacerlo de forma creíble? ¿se puede confiar la investigación a un extraño o a un intruso? ¿se puede reducir la investigación a una tarea periodística, realizada a base de entrevistas? ¿es que no hay motivos para abrir los archivos secretos correspondientes? ¿estaría dispuesto el Vaticano a exhumar el cadáver?

Además, como dicen los forenses, los cadáveres también hablan si se les hace la pregunta adecuada. La autopsia es sólo una pieza del rompecabezas que puede aclarar la muerte de una persona. Cuando se trata de determinar la causa y las circunstancias, es preciso reunir una serie de datos, que no sólo aporta el forense, sino también otros peritos.

 

La novela del diario secreto

En agosto del  90, la revista Tiempo anunciaba la aparición de un libro de Ricardo de la Cierva, titulado El diario secreto de Juan Pablo I.  Una audiencia con el papa Juan Pablo II , en 1988, había impulsado al autor a escribir “una novela sobre uno de los períodos más tenebrosos de la Iglesia contemporánea: la muerte de Juan Pablo I”.

El autor comienza reconociendo el estupor general ante la noticia más inesperada que cabía imaginar: la muerte del papa recientemente elegido. Además, afirma que “en virtud de acuerdos que nunca se revelaron, todo el mundo se puso a mentir sobre la muerte del papa” [37] .

Todo el mundo, no. Ahora bien, cualquiera que se acerque al problema de la muerte del papa Luciani , tendrá que distinguir con sumo cuidado las palabras verdaderas de aquellas otras que no lo son. Tal precaución se impone también con este libro, que quiere presentarse “con todo el rigor de la investigación histórica y toda la amenidad de la novela”.

De entrada, resulta sorprendente que puedan hacerse afirmaciones como éstas: “una monja de la pequeña comunidad que cuidaba al papa declaró que el cadáver fue descubierto por el secretario irlandés; luego dijo que fue ella misma”. Y también, respecto a lo que el papa tenía en las manos: “la monja y Radio Vaticana dijeron al principio que se trataba de la Imitación de Cristo, libro predilecto de Juan Pablo” [38] .

Para el autor resulta clave la conversación que el cardenal Luciani  tuvo en Coimbra con sor Lucía  el 11 de julio de 1977. Sor Lucía le habría dicho: “Tendrás, señor patriarca, la corona de Cristo y los días de Cristo” [39] . Suponiendo que esto fuera así, encaja mucho mejor la expresión en el contexto de asesinato: la muerte de Cristo lo fue. Pero lo que no encaja nada es lo que el autor pone en boca de Luciani sobre el milagro del sol: “Casi me hizo verlo. Era un sol grande, blanco, que giraba y saltaba” [40] . El autor parece ignorar lo que el propio Luciani dice al hablar del tema en sus Obras completas: “Le pregunté por la famosa danza del sol. Ella no la vio” [41] .

Según el autor, una tarde romana y primaveral del 88 repasaba sus apuntes inconexos sobre el papa Juan Pablo I,  en medio de una meditación junto a su tumba, cuando encontró, entre esos apuntes, un “estúpido suelto” de Le Monde, que decía lo siguiente acerca de la primera homilía del papa Luciani : “¡Qué decepción! ¡Qué diferencia entre estos ejemplitos de catequesis barata y los vuelos de águila a que nos tenía acostumbrados ese gran papa de la inteligencia que era Pablo VI !”. Ante esa “obviedad estulta”, el autor no pudo reprimir la rabia y comenzó a escribir el libro. Precisamente esa mañana, dice, había terminado “la lectura de las Obras Completas, recién editadas, de Albino Luciani” [42] .

Por cierto, difícilmente podía haber terminado entonces semejante lectura: los cuatro primeros volúmenes fueron editados en 1988 y los cinco restantes en 1989. Se comprende que el autor ignore lo que comenta Luciani en el volumen octavo: que sor Lucía  no vio la famosa danza del sol.

 

Distorsión de imagen

De la Cierva  reconoce en el papa Luciani  “una cultura amplia y honda, verdaderamente universal”. Sin embargo, el autor participa claramente de la distorsión de su figura: Luciani es “un obispo enfermo y en gran parte fracasado... un hombre de otro tiempo, recomido de dudas íntimas sobre casi todos los problemas de la Iglesia y de la humanidad, muy capaz de plantearlos y de resolverlos en el plano personal gracias a una fe milagrosa que cada día se acrecienta, pero incapaz de proponer soluciones a gran escala fuera del plano de la catequesis elemental” [43] , un hombre cuyo libro predilecto es La imitación de Cristo [44] , un hombre que experimenta desde la conversación con sor Lucía  “los tirones de una doble conciencia, casi de una doble personalidad” [45] .

El autor afirma que en el cónclave el cardenal Luciani  piensa votar al conservador Siri [46] . Sin embargo, ya en 1980 su antiguo secretario Mario Senigaglia  manifestó lo siguiente: “Antes de partir para el cónclave, el patriarca Luciani no ocultó su pensamiento: tenía un candidato preciso, no pertenecía a la curia ni siquiera era italiano: era el cardenal Aloisio Lorscheider , presidente de la Conferencia Episcopal brasileña, que había conocido en Río de Janeiro en 1975” [47] . Para Luciani, había llegado “el momento de optar por el Tercer Mundo” [48] . En el cónclave, un único voto permaneció tenazmente ligado al cardenal brasileño, el de Luciani [49] . Sin embargo, De la Cierva  atribuye arbitrariamente a Juan Pablo I l a opinión de que la conferencia de Brasil sería “la peor orientada del mundo” [50] .

 

El trío de Mammón

Entre otras cosas, el autor supone también que el cardenal Benelli  no va a durar mucho y le hace decir: “Ya me falla el motor” [51] . Sin embargo, tanto él como Felici , hombres de confianza de Juan Pablo I,  murieron en 1982, el año en que estalla la quiebra del Banco Ambrosiano. Según se dijo, de infarto. Según algunos, cuando aún estaban cotejando pruebas de las enmarañadas finanzas y relaciones del IOR. Se impone, pues, la pregunta: ¿se sabe con certeza de qué murieron? ¿Se les hizo la autopsia? 

Por lo que se refiere a los problemas financieros del Vaticano, el autor reconoce abiertamente que fueron afrontados por Juan Pablo I:  “Existen pruebas claras de varias preocupaciones gravísimas del papa Luciani  sobre los problemas financieros de la Santa Sede durante aquellos últimos años” [52] . Reconoce también que años atrás el obispo Luciani tuvo que afrontar problemas semejantes: el escándalo Antoniutti  (Vitorio Véneto, 1962) y el asunto de la Banca Católica (Venecia, 1972).

Asimismo reconoce el autor la vinculación del IOR con el “trío de Mammón”: bajo el nombre del dios del dinero se esconde el triángulo de la mafia (Sindona ), el aventurerismo insaciable (Calvi ) y la masonería de Gelli , gran maestre de la logia P2 [53] .

El autor afirma que ya el domingo 27 de agosto el papa Luciani  encarga a Villot  un informe sobre las actividades vaticanas y, de modo especial, sobre “la situación del IOR y las repercusiones de sus actividades bancarias sobre las demás actividades económicas y sobre el buen nombre de la Iglesia” [54] .

El autor reconoce que el 23 de septiembre Juan Pablo I  “se dispone a pasar a la acción”. Lo hará “la semana próxima”, cuando complete su información y comunique los primeros nombramientos para la nueva etapa de la Iglesia [55] .  

El arzobispo Marcinkus  es presentado como “una personalidad noblota, educada en el juego limpio”, que cayó primero en las garras del banquero de la mafia (Sindona ) y, después, en las del aventurero insaciable (Calvi ), con quien colaboró en el montaje de compañías fraudulentas en el exterior [56] .

 

Amenazas contra Juan Pablo I

Aunque sea en forma novelada, el autor reconoce “la actuación masónica de un par de funcionarios medios en la Secretaría de Estado” [57] y la existencia de amenazas contra la persona del papa Luciani . Así, el 18 de septiembre un masón arrepentido, que se ha hecho amigo de Luciani, teme que ciertas asechanzas que se preparan contra los promotores y los investigadores principales del informe encargado por el gobierno italiano puedan amenazar también a la persona del papa [58] . Y el 25 de septiembre se recibe en el Vaticano el mensaje póstumo del masón arrepentido, que diría: “Estoy acosado. Que sepa el jefe que corre tanto peligro como yo. Están desesperados y van a atacar esta misma semana” [59] .

En una nota final, el libro recoge sumariamente - entre otros hechos - varios asesinatos cometidos en el terrible año 1979. Las víctimas son: el periodista Mino Pecorelli , denunciante de la infiltración masónica en la Iglesia; el abogado y fiscal Giorgio Ambrosoli , cuyo informe sobre los bancos de Sindona  y las implicaciones del IOR se empezó a filtrar en octubre de 1978; el teniente coronel Varisco, muy relacionado con la investigación de Ambrosoli; el investigador de la policía siciliana Boris Giuliano , que había concertado sus indagaciones con las de Ambrosoli ; el juez Emilio Alessandrini , que tenía muy avanzado el sumario sobre las actividades delictivas del Banco Ambrosiano. En efecto, “parecía que un ángel exterminador fuera segando las vidas de cuantos pretendían hacer luz sobre la turbia maraña entre la que se habían movido Sindona, Calvi  y el IOR” [60] .

 

La posición oficial

El autor sirve en bandeja la posición oficial: Juan Pablo I m uere de infarto de miocardio, o bien de derrame cerebral [61] ; en cualquier caso,  de muerte natural.

Afirma el autor que el 3 de octubre un equipo de médicos, presididos por los doctores Buzzonetti  y Da Ros , examinan el cadáver a requerimiento de la congregación general cardenalicia:  “No es una autopsia en regla, pero según los doctores el examen resulta más que suficiente para confirmar los primeros diagnósticos” [62] .

Bien, el que se hiciera algún tipo de autopsia coincide con lo que Diego Lorenzi , secretario de Juan Pablo I,  dice a Cornwell : “El primer día retiraron partes del cuerpo, posiblemente las vísceras, etc” [63] . Como ya sabemos, Giovanni Gennari  afirma que se le hizo la autopsia y que, por ella, se supo que había muerto por la ingestión de una dosis fortísima de un vasodilatador [64] . Ahora bien, si se hizo algún tipo de autopsia, ¿por qué no se dijo? ¿No eran comunicables los resultados?

Desde el punto de vista médico, el autor le coloca a Juan Pablo I opresión de mente y de pecho casi diaria [65] ; además, supone, por ejemplo, que el servicio médico del Vaticano estaba dirigido por el Dr. Buzzonetti , que dicho doctor había visitado al papa Luciani  varias veces, que le preocupaban sus coronarias [66] . Recordemos lo que el propio Dr. Buzzonetti dice a Cornwell : “Ni el profesor Fontana , que era jefe del Servicio Sanitario del Vaticano por aquel entonces y murió en 1979, ni yo mismo fuimos llamados a prestar nuestros servicios profesionales al papa Juan Pablo I” [67] . Recordemos también que el Dr. Da Ros , médico personal de Luciani , ha afirmado - según hemos visto - que el papa estaba bien y que él no recetó nada.

 

Según De la Cierva , el patriarca Luciani  había profetizado su propia muerte: “Desde su jornada de Fátima  él sabía que no disponía de años; se le escapó del alma durante su homilía de Navidad en la cátedra de San Marcos, y toda Venecia lo comentaba al día siguiente: “Que tengamos todos un feliz año 1978, o al menos los meses que Dios nos conceda de él” [68] .

En realidad, en la homilía de fin de año (no de Navidad) el patriarca Luciani  facilita a sus fieles un examen de conciencia, tomando como guía las “siete lámparas de la santificación” e incluyendo, además, el pensamiento de la muerte. Luciani se inspira aquí en los ejercicios espirituales que en 1955 siguió el patriarca Roncalli [69] . Al final, lo que dijo Luciani fue algo muy normal, exactamente esto: “Prometámosle (al Señor) hacer buen uso del año 1978, que quizá nos concede por entero” [70] .

Algo semejante dijo Luciani  a finales de 1973. Habiendo sugerido, entre otras, una oración (“Ayúdame a vivir el 1974 mejor que el 1973”), añade que dicha plegaria supone una condición: “Que el 1974 se nos conceda vivirlo; de hecho, somos tan poca cosa, que, a pocas horas de distancia de 1974, ni siquiera estamos seguros de llegar” [71] . Es la conciencia de la fragilidad humana.

En la felicitación navideña de 1977, el patriarca Luciani  dijo textualmente lo siguiente, utilizando la imagen marinera de “Dios a bordo”: “Sí, Dios a bordo de nuestras almas, de nuestras familias, de nuestras comunidades civiles y eclesiales nos viene muy bien para inspirar, para ayudar, para hacernos evitar los diversos escollos que aparezcan y para pasarlo felizmente primero durante 1978, después, durante el resto de la existencia, que el Señor nos concederá aún” [72] . Está en el volumen VIII que el autor parece no conocer.

Según Magee , Juan Pablo I decía constantemente que su pontificado iba a durar poco, que le iba a sustituir “el extranjero” [73] . Sin embargo, no hay por qué descartar que estas expresiones guarden relación con las grandes resistencias encontradas o con las “numerosas amenazas” de muerte que Juan Pablo I recibió desde los primeros días de su pontificado [74] .

 

Finalmente, el autor halaga a Juan Pablo II  con una vanidad, que no desentona en la colección Fábula en la que sale publicado el libro. Es la “wojtilización” del papa Luciani . Como la luna, Luciani no tendría luz propia sino aquella que recibe del sol:

- El cardenal de Polonia le descubre el misterio español de la Noche Oscura [75] , o le introduce en los misterios de España [76] y de América [77] .

- El cardenal de Cracovia está ya, con Luciani , en aquella famosa procesión en Premana (provincia de Como), en la que un niño comienza a decir (no sabe el autor a quién de los dos): “Mamá, mira el papa” [78] . La anécdota la comenta la autora alemana Regina Kummer  como propia de Luciani; Wojtyla  no va en la procesión [79] , pero el autor le pone en ella.

- El cardenal Wojtyla  se presenta de pronto en Venecia, al conocer los problemas que atribulan al patriarca Luciani : rechazo de los sacerdotes, división de los obispos italianos. Luciani, deprimido, le habría pedido a Wojtyla una parroquia en Polonia [80] . Pues bien, se trata de una anécdota publicada en 1981, en la que el interlocutor de Luciani es Wyszynski , no Wojtyla [81] ; además, la expresión habría que tomarla en sentido coloquial. Luciani dijo cosas parecidas a propósito de otros países, donde no se mezcle tanto la religión con la política: “Muchas veces he deseado ser obispo en Inglaterra o en Estados Unidos” [82] .

- En el cónclave el cardenal de Cracovia habría puesto sus votos a disposición del cardenal Luciani , con lo que así este se convierte en papa. Habría dicho Wojtyla : “Algunos hermanos me han honrado con su voto... Yo pido a mis votantes que entreguen su confianza al cardenal Albino Luciani” [83] .

- El 26 de septiembre, se lo inventa el autor, Wojtyla  aparece en Roma: recibe de Juan Pablo I l a famosa estola que Pablo VI  impusiera a Luciani  en Venecia; recibe también la única copia de su diario, varios documentos que ha de estudiar y comentar... En fin “trabajo para varios años” [84] .

 

Intoxicación del tema

Uno se pregunta qué es lo que el autor pretende con semejante mezcla de lo real y de lo ficticio, de lo verdadero y de lo falso, de la historia y de la fábula. Desde luego, con semejante ceremonia de la confusión no encaja el rigor de la investigación histórica. Se podrá decir que el autor no pretende hacer historia. De acuerdo, también se puede decir que la intoxicación de un tema no lo requiere.

Todo se entiende mejor a la luz de la denuncia que hace el periodista Pepe Rodríguez en su libro titulado La conspiración Moon . Sun Myung Moon  es un coreano con delirios mesiánicos: “no sólo quiere salvar las almas de los mortales, también pretende salvar sus vidas cotidianas”. Usando la bandera de la lucha anticomunista, es fundador de la Iglesia de la Unificación y así ha reunido una poderosa organización, que se desglosa en numerosos organismos dependientes, como CAUSA (Confederación de Asociaciones para la Unidad de las Sociedades Americanas) o AULA (Asociación para la Unidad Latinoamericana): “Moon es mucho más que una secta... es hoy, con su casi ilimitado poder financiero, la fuente más constante que riega la involución en el mundo occidental” [85] .

Entre otras cosas, llama la atención la asistencia a las reuniones de AULA de representantes de la Soberana Orden Militar de Malta, que incluye entre sus miembros a personajes como Licio Gelli  o Umberto Ortolani , jefes de la logia P2: “Y digamos, ya que estamos en ello, que la Soberana Orden Militar de Malta está estrechamente asociada al departamento de información del Vaticano y que es el más discreto y eficiente cauce de comunicación entre la CIA y el Vaticano. Lógicamente la Orden también es anticomunista” [86] . 

De una forma especial, en la época de Reagan , los hombres de Moon   se centran  en Latinoamérica [87] . Entre otros organismos, Moon  puso en marcha, a partir de 1973, la PWPA (Academia de Profesores para la Paz Mundial). Según Pepe Rodriguez ,  participa en tareas de coordinación de la Academia el catedrático de Historia y ex ministro de Cultura, Ricardo de la Cierva [88] .

En un artículo publicado en la revista Epoca, en agosto del 85, Ricardo de la Cierva presenta a Moon  como “un extraordinario hombre de nuestro tiempo”, víctima de “una continua campaña de rumores, calumnias y desinformación que tiene evidentemente su raíz en el carácter firme y efectivamente anticomunista del movimiento” [89] . De la Cierva  se refiere también al The Washington  Times (uno de los medios de comunicación de Moon) y dice: “El diario, dirigido por un gran amigo del Rey de España, el periodista internacional Arnaud de Borchgrave, ha rebasado ya los 300.000 ejemplares de tirada (su venta real está alrededor de los cien mil y pocos ejemplares) y hace opinión en la capital USA”.

Desde el Palacio de la Zarzuela nos confirmaron, dice Pepe Rodríguez, que la única relación que ha mantenido el Rey con Arnaud de Borchgrave ha sido la profesional, derivada de un par de lejanas entrevistas periodísticas. Por tanto, estamos ante una forma de instrumentalizar la figura del Rey, destinada a dar credibilidad a los hombres de Moon [90] .

El papa Juan Pablo II  recibió en audiencia especial  el 5 de diciembre del 85 a los participantes de la reunión de AULA en Roma. Sólo diez meses antes, el nuncio apostólico, monseñor Antonio Innocenti , había hecho circular un informe en el que prevenía a los católicos y autoridades eclesiásticas de las verdaderas intenciones de Moon  y de sus métodos para instrumentalizar personalidades prestigiosas: “Dicha secta (la Iglesia de la Unificación) trata de difundirse por todas partes y comprometer en sus actividades –para obtener mayor prestigio y respeto- a personalidades académicas y eclesiásticas de la Iglesia Católica” [91] . El papa, del que no podemos dudar que conocía éste y otros informes parecidos, tuvo que ceder a las presiones procedentes de Estados Unidos y posó en una memorable foto rodeado de los hombres de Moon [92] .  



[1] CORNWELL, 3-4.

[2] Ver YALLOP, 432 y Vida Nueva 1497 (1985), 30.

[3] CORNWELL, 98. Ver El País, 11-12-1985 y ABC, 12-12-1985.

[4] Ib., 62-63.

[5] Ib., 6.

[6] Ib. XIII-XIV.

[7] Ib., 126.

[8] Ibidem.

[9] Ib., 37.

[10] Ib., 148-149.

[11] Ib., 150.

[12] Ib., ver 52.

[13] Ib., ver 57.

[14] Ib., 160-161.

[15] Ib., 80.

[16] Ib., 74.

[17] Ib., 76.

[18] Ib., 80.

[19] Ib., 169.

[20] Ib. 170.

[21] Ib., 219.

[22] Ib., 221.

[23] Ib., 242.

[24] Ibidem.

[25] Ib., 183.

[26] Ib., 198.

[27] Ib., 188.

[28] Ib., ver 192.

[29] Ib., ver 206.

[30] Ib., 75.

[31] Ib.,167.

[32] Ib., ver 115.

[33] Ib., 262.

[34] Ib., 264.

[35] Ib., ver 265. El autor supone también que, en la noche del 28 de septiembre, los secretarios encuentran al papa muerto en el suelo, todavía vestido. Sienten miedo e inventan una muerte digna y repentina, en la cama: la muerte ha llegado como ladrón en la noche. Ver ib., 257-258.

[36] Ver entrevista a Paolo Dezza , en papa Luciani-Humilitas  3 (1999), 5.

[37] Ed. Planeta, Barcelona, 1990, 11.

[38] Ib., 11-12.

[39] Ib., 20.

[40] Ib., 301.

[41] LUCIANI, A., Opera omnia, VIII, 179.

[42] DE LA CIERVA, 14.

[43] Ib., 20.

[44] Ib., 12.

[45] Ib., 19.

[46] Ib., 30.

[47] Ver Corriere della Sera, 20-9-1980.

[48] Ibidem.

[49] Ver KUMMER, 566.

[50] DE LA CIERVA, 290.

[51] Ib., 31.

[52] Ib., 12.

[53] Ib., 245.

[54] Ib., 59.

[55] Ib., 328.

[56] Ib., 274-276.

[57] Ib., 138.

[58] Ib., 281.

[59] Ib., 343.

[60] Ib., 380.

[61] Ib., 373.

[62] DE LA CIERVA, 375.

[63] CORNWELL, 80.

[64] Ver lo que se dice al respecto en el capítulo 1.

[65] DE LA CIERVA, 288 y 278.

[66] Ib., 313. Ver certificado de defunción en CORNWELL, 221.

[67] CORNWELL, 169.

[68] DE LA CIERVA, 16. El mismo texto lo traduce mejor De la Cierva  más adelante: "Prometamos hacer bueno el año 1978, si se nos concede completo"(p.303).

[69] LUCIANI, VIII, 357. Ver Juan XXIII , Diario del alma, Ed. Cristiandad, Madrid, 1964, 365-367.

[70] LUCIANI, VIII, 361.

[71] LUCIANI, VI, 261.

[72] LUCIANI, VIII, 348. Ver KUMMER, 569.

[73] CORNWELL, 190.

[74] Ver THOMAS y MORGAN-WITTS, Pontífice, Ed. Plaza & Janés, Esplugues de Llobregat, 1983, 206.

[75] DE LA CIERVA, 15.

[76] Ib., 91.

[77] Ib., 137.

[78] Ib., 137.

[79] KUMMER, 555.

[80] DE LA CIERVA, 356.

[81] Publicada en Gente, 9-10-1981. Ver KUMMER, 546-547.

[82] KUMMER, 547.

[83] DE LA CIERVA, 39.

[84] Ib., 349-351.

[85] PEPE RODRIGUEZ, La conspiración Moon , Ed. B, Barcelona (1988), 11.

[86] Ib., 280-281.

[87] Ib., 12.

[88] Ib., 26.

[89] En la revista Epoca, 5-8-85.

[90] RODRIGUEZ, 242-243.

[91] Carta de 5-2-1985 a Ignacio Iglesias, presidente de la CONFER, Confederación española de Religiosos.

[92] RODRIGUEZ, 260.