10. LA DESAPARICIÓN DE EMANUELA ORLANDI

 

Emanuela Orlandi, hija de un empleado vaticano, desapareció en Roma el 22 de junio de 1983. Se han dado diversas explicaciones: es una desaparecida más, un caso de trata de blancas, el intento de sacar a Agca de la cárcel; un arma de presión y de chantaje, vinculado al atentado contra el papa y al escándalo IOR-Banco Ambrosiano; el trágico resultado de una lucha de poder dentro del Vaticano. La desaparición se produce dos años después del atentado contra el papa, uno después de la quiebra del Ambrosiano y del asesinato de su presidente, y uno antes de que el IOR pagara más de 240 millones de dólares a los acreedores del Banco Ambrosiano. El caso es complejo y endiablado: ¿tiene algo en común con los demás enigmas vaticanos que marcan el pontificado de Juan Pablo II?  

 

Se temía un nuevo atentado

Emanuela tenía quince años. El curso del liceo lo había terminado con alguna mala nota. Dos días por la tarde, frecuentaba una escuela de música, situada en el palacio de San Apollinare, junto a la plaza Navona. Iba con entusiasmo, no sólo porque le gustaba la música, sino porque se sentía atraída por un estudiante de guitarra cuatro años mayor: Alberto Laurenti.

Aquella tarde, Emanuela telefoneó a casa, preguntando por su madre: “No está”, respondió su hermana Federica. Comentó que un señor le había hecho una propuesta de trabajo, distribuir productos de Avon el sábado de la siguiente semana: “Me ha prometido 375 mil liras”, “a la salida de clase viene para saber si mamá me da o no el permiso”. La cantidad ofrecida por un trabajo de dos o tres horas no era creíble. Federica, que en cierta ocasión había trabajado para Avon, dijo a su hermana que olvidara el asunto y que volviera en seguida a casa. Pero Emanuela no volvió.

El día después, Juan Pablo II regresaba al Vaticano en vuelo desde Cracovia. El periodista polaco Jacek Palkiewicz, amigo del papa y en aquella ocasión miembro de su séquito, percibió un imprevisto nerviosismo en el ambiente y preguntó qué pasaba: “Se temía un nuevo atentado contra el papa” [1] .

El día 25, un tal Pierluigi llama por teléfono a la familia Orlandi. Aporta detalles referentes a Emanuela.  Dice que se ha escapado de casa porque llevaba una vida gris y monótona, pero que volvería al final del verano.

El día 26, hacia las 23’45, se presentan en casa de los Orlandi dos agentes del SISDE, Servicio para la Información y la Seguridad Democrática, el servicio secreto civil italiano. Son Mario Vulpiani y Giulio Gangi. “Me dijeron que eran del SISDE  y que investigaban la trata de blancas”, comenta Ercole, el padre de Emanuela. “Vulpiani dijo que era originario de Torano, el pueblecito de nuestras vacaciones de verano, y Gangi añadió que también él frecuentaba Torano. Esta coincidencia con el pueblo de nuestras vacaciones me impresionó mucho, pero no tenía ningún motivo para sospechar... Sin embargo, Gangi no me dijo que en Torano había conocido a Emanuela ni que allí había conocido mucho a mi sobrina Mónica; noté sólo que mi cuñado Mario, cuando lo vio fuera de los escalones de casa, en la plaza de San Egidio, exclamó: ¡Ah, eres tú!, y entendí que los dos se conocían”.

Los agentes dijeron que era necesario aplicar al teléfono un aparato para registrar las llamadas y así lo hicieron. Después pidieron echar un vistazo a la habitación y a las cosas de Emanuela, incluidos sus diarios. Más que un vistazo, fue un verdadero registro, que se repitió en días sucesivos. “Si se llevaron algo, yo no lo puedo saber... Obviamente me fiaba, nadie los controlaba, nosotros estábamos desesperados y teníamos algo muy distinto en la cabeza”, afirma Ercole Orlandi.

El día 28 llama un tal Mario, que dice tener un bar cerca del puente Vittorio. El bar lo frecuenta una chica, que se ha escapado de casa, harta de la rutina familiar. Piensa volver al final de verano para la boda de una hermana. 

El 3 de julio, ante los fieles congregados en la plaza de San Pedro, dice Juan Pablo II: “Elevo al Señor mi plegaria para que Emanuela pueda volver pronto, incólume, y abrazar a sus seres queridos que la esperan con pena indecible” [2] .

 

El americano

El 5 de julio, un hombre con acento anglosajón (en adelante, el americano) telefonea al Vaticano. Afirma tener como rehén a Emanuela: “Para la devolución de la chica el papa tiene que obtener del gobierno italiano la liberación de Agca antes del 20 de julio”, “otras informaciones han sido dadas por elementos de la organización que responden a los nombres de Pierluigi y Mario”, “los sucesivos contactos tendrán como reconocimiento un código de tres cifras: 158”.

El americano llama también a la familia Orlandi. El tío de Emanuela, Mario Meneguzzi, escucha una cinta grabada. Entre otras cosas, se dice siete veces: “Tendría que hacer el tercer curso de liceo este año”. Mario reconoce la voz de su sobrina.  Se añade: “Funcionarios del Vaticano no dejarán de ponerse en contacto con usted”.

El 6 de julio, Ercole se dirige al prefecto de la Casa pontificia, Dino Monduzzi, para saber si ha llegado una llamada relacionada con su hija. El prefecto se lo pregunta al sustituto de la Secretaría de Estado, Martínez Somalo. Este lo niega. Sólo ante la insistencia de Monduzzi, Martínez Somalo admite la llamada: “Pero no se ha entendido absolutamente nada de lo que decían o querían”, minimiza el alto prelado.

El mismo día, un joven llama a la redacción de Ansa, la agencia nacional de información: “Hemos tenido un contacto con la Secretaría vaticana, un mensaje que el Vaticano ha ocultado”. En la plaza del Parlamento, en un contenedor de basura, “encontrareis la prueba de que la chica está en nuestras manos”.          

El redactor de Ansa va al lugar indicado y encuentra una fotocopia que reproduce el carné de la escuela de música, el recibo de una tasa de examen, el número de teléfono de la familia Orlandi, y una frase escrita: “Con mucho afecto, vuestra Emanuela”.

El 7 de julio, una nueva llamada del americano aporta diversos detalles sobre la joven desaparecida, entre ellos el de su interés por un compañero de música (Alberto), que la familia ignoraba.

El día 8, un desconocido con acento meridional llama a casa de una compañera de música, Laura Casagrande, con un mensaje que debe llegar a Ansa: “Nos hemos llevado a la ciudadana Emanuela Orlandi sólo por pertenecer al Estado del Vaticano”, “funcionarios vaticanos e investigadores de la República italiana tienden a desacreditar la verdadera naturaleza de la petición, reduciendo negativamente el tiempo disponible para nuestras negociaciones”, “no somos una organización revolucionaria o terrorista, no nos hemos definido nunca como tales. Nos consideramos sólo personas interesadas en liberar a Agca”, “el plazo termina el 20 de julio”.

Un hombre con acento extranjero pregunta a la agencia Ansa si Laura les ha enviado el mensaje: “Es la prueba de que Emanuela está bien. Es ella quien nos ha dado el número de teléfono de la amiga”. El individuo dice “en confianza” que Agca, una vez obtenida la libertad “con sus medios y si quiere, debería dirigirse a una ciudad de Alemania oriental, Brandeburgo”.

El mismo día, escoltado por un grupo de agentes, Agca comparece en el patio de la jefatura de policía de Roma. Delante de una muchedumbre de periodistas, fotógrafos y teleoperadores Agca se manifiesta contra el secuestro de Emanuela: “Yo estoy en contra de esta acción criminal”. Dice también: “He cometido el atentado con la complicidad de Antonov, he estado muchas veces en Bulgaria. El atentado contra el papa fue organizado por el KGB” [3] .

Los abogados defensores de Antonov, Giuseppe Consolo y Adolfo La Russa, protestan enérgicamente por esa rueda de prensa concedida a un detenido, condenado a cadena perpetua y en estado de pretendido aislamiento [4] .

El 10 de julio, los redactores del Paese Sera reciben tres llamadas. El comunicante, con acento anglosajón, dice que la organización no está interesada en un rescate, sino en la liberación de Agca. En la capilla del aeropuerto pueden encontrar un escrito de Emanuela dirigido a sus padres. En efecto, sobre el altar, hay una fotocopia con el reverso del carné de la escuela de música y un mensaje escrito a mano: “Queridos mamá y papá, no os preocupéis por mi, yo estoy bien” [5] .

El 11 de julio, en un lugar no precisado, se produce un encuentro entre Vincenzo Parisi, vicedirector del SISDE, y Dino Monduzzi, prefecto de la Casa pontificia. Años después, Parisi (admitiendo que el encuentro permaneció reservado durante diez años) manifestará que sobre el caso Orlandi se había desplegado “una sofisticada operación de desinformación y desviación” [6] , a la que los ambientes vaticanos no eran ajenos. Interrogado sobre aquél encuentro, Monduzzi dirá que nunca se produjo.

El 14 de julio una llamada para Carla De Blasio, amiga de Emanuela, contiene un mensaje que debe llegar a Ansa: “En la plaza de San Pedro, en dirección de la ventana del Ángelus, dejamos una cinta, dirigida a determinados peritos que han considerado falsa la primera”. Informados por la madre de Carla, los redactores de Ansa van a la plaza de San Pedro, pero no encuentran nada.

El 17 de julio una llamada a la redacción de Ansa informa sobre una cinta envuelta en un manifiesto que está en la escalinata que va de la calle de la Dataria a la plaza del Quirinal: “La cinta, de la que hablamos a la señora De Blasio, fue recogida por funcionarios del Vaticano. La de esta tarde es una respuesta a los peritos que han examinado la primera cinta”.

La cinta está grabada por las dos caras. En la primera, en medio de gemidos y lamentos, se perciben frases como éstas: “Pero ¿por qué me hace esto?... Oh Dios, pero ¿qué es? ¡Sangre! Me siento mal, Dios mío, me hace daño”. “Es la voz de Emanuela”, dice su tío. En la otra cara se repiten afirmaciones de anteriores mensajes.

El 18 de julio, a través de la agencia Ansa, se recuerda el vencimiento del plazo.

El día 19, el americano habla por teléfono con el secretario de Estado, cardenal Casaroli. Pide que los diarios romanos publiquen íntegramente un comunicado grabado en cinta. Se denuncia la distorsión de los investigadores italianos y la labor de cobertura de la diplomacia vaticana. Se pide la liberación de Agca “independientemente de su toma de posición pública” [7] .

Después, el americano llama a Ansa. Informa de la conversación con el cardenal Casaroli y recuerda el vencimiento del plazo. Llama también a la familia Orlandi. Los diarios deben publicar el comunicado.

El 20 de julio, al final de la audiencia general, Juan Pablo II reza un Ave María en latín por la joven desaparecida. Inmediatamente después, un violinista interpreta el Ave María de Schubert.

A mediodía, una llamada con acento extranjero ordena a los frailes de la iglesia de Santa Francisca Romana que entreguen un mensaje a Ansa. Entre otras cosas, se dice: “yendo a la supresión del 20 de julio, no perdemos la esperanza en la voluntad de cuantos pueden adoptar un gesto último y resolutorio”. Una llamada a la redacción de Ansa comprueba que los frailes han transmitido el mensaje y avisa: “El de hoy es el último mensaje antes del vencimiento del ultimátum”.

El 21 de julio, dos cartas idénticas llegan a la redacción de Ansa y del Messaggero. Las cartas, sin firma y escritas en alemán, vienen de Francfort y en el sello figura la fecha de 17 de julio: “Advertimos nuevamente a las autoridades italianas y al Vaticano. ¡Liberad inmediatamente a Mehmet Ali Agca, Sedar Celebi y demás amigos nuestros! ¡En caso contrario seguirán otras acciones punitivas como con Emanuela Orlandi! También vosotros sois alcanzables” [8] . Celebi es presidente de la Federación de los idealistas emigrantes turcos con sede en Francfort, donde la organización de los Lobos Grises, de extrema derecha, tiene  sólido asentamiento.

El 22 de julio el tío de Emanuela anuncia que, en adelante, todas las comunicaciones relacionadas con el caso deben hacerse al abogado Gennaro Egidio. Diez años después, Ercole Orlandi dirá que el nombre del abogado se lo había sugerido el agente del SISDE Gianfranco Gramendola, el cual lo desmentirá. Sin embargo, Ercole replica: “Para demostrar que es verdadero lo que digo, bastaría verificar que nosotros a Egidio no le hemos pagado ni una lira, y que la cuestión económica ya estaba arreglada antes de que me hicieran firmar el documento preparado por el SISDE para el nombramiento del abogado” [9] .

El 25 de julio el diario La Stampa recuerda que el abogado Egidio, experto en cuestiones financieras y en derecho internacional, ha sido consejero del IOR en la corte de Londres por la quiebra del Banco Ambrosiano.

Un mes antes, ante el tribunal inglés, el abogado Egidio había asistido a Ugo Flavoni, anticuario romano que se hallaba en apuros. El 18 de junio de 1982, el día en Calvi apareció colgado, el empresario sardo Flavio Carboni se encontró con el anticuario en el aeropuerto londinense de Gatwick para entregarle la cartera de Calvi, llena de documentos importantes, y un manojo de llaves [10] .

El 27 de julio, al terminar la audiencia general, Juan Pablo II invita a los fieles a rezar un Ave María por la desaparecida Emanuela. Recuerda Ercorle Orlandi: “Aquel mismo día el Santo padre, antes de partir en helicóptero hacia Castelgandolfo, me hizo llamar a través de monseñor Monduzzi. Wojtyla nos abrazó, se puso a llorar y nos dijo que nuestra hija había sido raptada por una organización internacional de terroristas. Pero, contrariamente a lo que a menudo se dice en los periódicos, no habló del KGB” [11] .

 

Frente Turkes

El 4 de agosto, llega a la redacción milanesa de Ansa el comunicado de un grupo llamado Frente Turkes. En mal italiano, dice que Emanuela será ejecutada el día 30 de octubre, si antes no se produce la liberación de Agca. Como prueba de tener a la chica en su poder, se dan estos detalles: en el año 1974 tuvo crisis de rechazo a la leche; sus amigos son tres jóvenes, cabellos negros; a la edad de 13 años y medio, crisis nerviosa; fue a la iglesia el 22 de abril; seis lunares en la espalda.

Comenta María, la madre de Emanuela: “La leche no le ha gustado nunca, pero no recuerdo que haya tenido crisis de rechazo. Emanuela tiene aquí en el Vaticano cuatro o cinco amigos, todos con pelo oscuro. De niña no ha sido nunca nerviosa y, por tanto, no ha tenido crisis de nervios. Ella iba mucho a la iglesia, pero el 22 de abril era viernes, y en ese día de la semana no iba nunca. Y no he contado nunca cuantos lunares tenía en la espalda, pero tenía muchos”. Después se supo que el 22 de abril había estado en la iglesia. Era el aniversario de la muerte del cardenal Felici, titular de la iglesia de San Apollinare, y formó parte del coro.

La embajada turca en Roma y las autoridades de Ankara dijeron que el Frente Turkes era completamente desconocido. Sin embargo, quizá no tanto, si se piensa en Alparsan Turkes, jefe del Partido del movimiento nacionalista, cuyas formaciones paramilitares son los Lobos Grises. El partido fue disuelto tras el golpe de Estado del general Kenan Evren. Sin embargo, la CIA era favorable a una alianza entre los partidarios del general Evren y el partido de Turkes. Celebi, protector de Agca, era el hombre de confianza de Turkes [12] .

El 8 de agosto llega a Ansa un segundo comunicado del Frente Turkes, en el que se pide que el papa diga el domingo las siguientes palabras: “Ali Agca es un ser humano como Emanuela Orlandi, como tal (debe ser) tratado”. Se aconseja la difusión por televisión del comunicado. Si los padres quieren datos sobre Emanuela, pregunten  cosas que sólo ellos y Emanuela saben.

El 10 de agosto, se produce la fuga de Licio Gelli, gran maestro de la logia P2, de la cárcel suiza de Champ Dollon, donde está recluido desde el 13 de septiembre.

El 13 de agosto un tercer comunicado del Frente Turkes dice que “no publicar el mensaje favorece a quienes quieren la eliminación de Emanuela”. Dan este detalle: “cenó el 20 de junio en casa de familiares muy cercanos”. Se manifiestan contra Kenan Evren, presidente de Turquía.

El 28 de agosto, Juan Pablo II pide por Emanuela Orlandi y por Mirella Gregori, chica italiana que también había sido secuestrada (el 7 de mayo en Roma). Y añade: “como siempre, pido también por la persona de mi agresor”. El papa no pronuncia las palabras dictadas por el Frente Turkes, pero menciona a Agca.

Ese mismo día corre la noticia de una carta escrita a máquina de Emanuela a sus padres. Se considera totalmente falsa. 

El 1 de septiembre, llega a la redacción milanesa de Ansa una carta anónima, enviada desde la ciudad suiza de Olten, seguramente por una persona de lengua turca: “Los que han secuestrado a Emanuela Orlandi son de la organización cultural turca que está en Suiza. El plan del secuestro ha sido preparado por el presidente de la misma organización. También el plan del atentado contra el papa ha sido realizado por ellos: Serdar Celebi, Agca, Omer Bagci, el presidente de la organización turca en Suiza Ilyas Kaya ...Yo cumplo con mi deber. Depende de vosotros creer o no este mensaje. En mi opinión Emanuela puede estar también en Suiza. Saludos. Dirección de la organización Lobos Grises en Olten: Turk Kultur Ocgi, Tannwalt Str. 40, CH 4600- Olten. El autor del aviso G.F.B.T.B” [13] .

Domingo 4 de septiembre. En el furgón de un equipo de televisión que está en Castelgandolfo para grabar las palabras del papa, se encuentran dos folios manuscritos. Se denuncia la distorsión informativa del Vaticano y se afirma que, tras los mensajes del Frente Turkes, está la dirección de funcionarios vaticanos e italianos.

Ese mismo día, el americano llama a la redacción romana de Ansa. En un contenedor de basura de la calle Porta Angelica, en una bolsa amarilla, han dejado un mensaje: una cinta grabada, la fotocopia de una página de música con escritos, teléfonos y direcciones de amigas de Emanuela y cuatro misteriosas piedras pequeñas.

 El mensaje grabado desmiente los comunicados del Frente Turkes. La operación Agca ha terminado “a todos los efectos”. Las últimas palabras del americano a los redactores de Ansa son enigmáticas: “Me han dicho que les diga que en las cercanías de la basílica de Santa Francesca Romana el pontífice celebra el vía crucis”.

El mensaje es trágico. Se rastrea la zona de la basílica, por si estuviera allí el cuerpo de Emanuela, pero no se encuentra nada.

Ese mismo día, llegan dos nuevas llamadas a la redacción de Ansa. En la primera, se atribuye a la “razón de Estado” la responsabilidad del vía crucis de Emanuela porque no se ha aceptado el plazo del 20 de julio fijado para la liberación de Agca. En la segunda, se comunica que, en la actual situación, los mensajes no serían enviados a la opinión pública sino a eminentes personajes del Vaticano. Se dice también: “el papa ha tenido una actitud negativa”, “la operación Agca ha terminado”.

El 8 de septiembre, la madre de Mirella, la chica italiana también desaparecida, recibe una carta, en la que se pide una intervención pública del presidente de la República Sandro Pertini. Cuatro días después, un desconocido, con acento extranjero, llama por teléfono al bar de los Gregori, insistiendo en lo mismo. 

El 22 de septiembre llega a la redacción milanesa de Ansa el cuarto comunicado del Frente Turkes: “No todo está perdido”, dicen. Y aportan datos referentes a Emanuela que “no deben por ninguna razón ser revelados a la prensa”. La familia confirma que los datos son exactos. Se manifiestan de nuevo contra el presidente turco, Kenan Evren. 

 

Mafia ítaloamericana

El 24 de septiembre, una llamada a la agencia Ansa da a conocer un mensaje dejado en la iglesia de la calle Regina Margherita. El mensaje lleva una firma que aparece por primera vez: Phoenix. Es un aviso para P y M, esto es, Pierluigi y Mario: “uno de ellos ha cometido el error de jactarse de haber tomado parte en el traslado que ha sido muy simple y rápido con la ayuda de una persona amiga. El segundo acto – farsa turca – no se relaciona directamente con el primero. El traslado de la menor Emanuela Orlandi ha sido efectuado por otros fines”, “en la eventualidad de una fallida o irregular obediencia de cuanto se ha pedido se cumplirá la sentencia” [14] .

El 27 de septiembre llega una carta escrita a mano, que viene de Boston y está dirigida a Richard Roth, corresponsal en Roma de la CBS, que ha firmado todos los servicios transmitidos en Estados Unidos sobre el caso Orlandi. En el mensaje se repiten las peticiones de liberación de los detenidos Agca, Celebi y Bagci.

El mismo día, llega una carta con fecha 19 de septiembre, enviada desde Phoenix (USA) a la redacción del telediario 2. En ella se dice que han decidido poner fin a esa “jactanciosa farsa turca” que ha durado mucho tiempo. Además dan un claro aviso de tipo mafioso: “Pierluigi, es muy peligroso estar en ese restaurante con la espalda hacia la puerta, porque hay muchas corrientes de aire; un viejo amigo nuestro ha tenido un feo final delante de un plato de espaguetis. Queremos generosamente recordar a Mario que en el pinar hay mucho espacio para aumentar la vegetación. La persona amiga que ha traicionado puede remediar las propias culpas, porque es mejor una confesión hoy que la muerte mañana. A todos los elementos implicados les es útil recordar que en cualquier parte son localizables. Orden N.Y.A.D.C.”.  

Phoenix es la ciudad donde suelen encontrarse los capos de las familias mafiosas. El mensaje podría haber sido enviado por la mafia ítaloamericana.

El 4 de octubre, una semana después de la carta enviada al periodista Richard Roth, los peritos revelan que la carta es auténtica y ha sido escrita por la misma mano que escribió el mensaje dejado el 4 de septiembre en el furgón de TV en Castelgandolfo.

El 8 de octubre llega el cuarto mensaje de Phoenix: “Es cosa nuestra poner fin a la situación Orlandi. Recibidas ulteriores y detalladas informaciones dirigimos nuestro personal aviso a los directos responsables para que restablezcan inmediatamente las condiciones naturales de libertad de la menor Emanuela Orlandi. En la eventualidad de una fallida obediencia de cuanto se pide extirparemos de raíz esa pseudo-organización que, además de ser culpable de otras situaciones, es causa de desagradables inconvenientes. Las decisiones tomadas en el consejo de Phoenix son irrevocables y nuestra paciencia ha llegado al límite”. El mensaje se encuentra en el confesionario de la iglesia de la plaza de San Silvestre, según informa un cronista de la redacción romana del Corriere della Sera.

El mismo día, el presidente de la República Sandro Pertini recibe a  la señora Gregori, madre de Mirella. Días después, recibe también al abogado Egidio.

El 20 de octubre el presidente Pertini concede a la Agencia Ansa una entrevista, en la que manifiesta: “He mantenido siempre una línea de extrema firmeza en la lucha contra el terrorismo, contraria a toda negociación o concesión”, “hoy, sin alejarme de esta línea, ante la angustiosa petición de las familias, y en particular de la señora Gregori, madre de Mirella, dirijo mi invitación a los raptores a que dejen inmediatamente a estas muchachas, y formulo el deseo de que un rayo de piedad ilumine su ánimo”.

El 22 de octubre, las familias Gregori y Orlandi, a través del abogado Egidio, piden el silencio de la prensa en todo lo referente a la desaparición de las muchachas.

El 13 de noviembre, avisando a un diario romano, un nuevo mensaje de Phoenix es dejado en el centro de Roma, en la cuesta de San Sebastianello. Según el mensaje, Emanuela ha sido asesinada y los responsables han cometido “una grave injusticia a una joven vida” y “una falta de respeto y de obediencia” [15] .

En la vigilia de la Navidad, el papa visita a los padres de Emanuela. Pocos días después, el 27 de diciembre, visita a Agca en la cárcel romana de Rebibbia: “Lo que nos hemos dicho es un secreto entre él y yo”, dice el papa.

 

Informe secreto

Un informe secreto, con fecha de 14 de noviembre de 1983, que se conocerá sólo doce años después, analiza los mensajes sobre la desaparición de Emanuela recibidos entre el 5 de julio y el 24 de octubre. El informe fue redactado en gran parte por Vincenzo Parisi, entonces director en funciones del SISDE, servicio secreto civil italiano.

Son, en total, 34 mensajes. De ellos, 6 proceden seguramente de mitómanos, 4 son de difícil atribución, 8 comunicados (cuatro cada uno) son firmados por dos supuestos grupos (Frente Turkes y Phoenix), los 16 restantes “provienen con mucha probabilidad del grupo que ha realizado y gestionado directamente el secuestro, o bien que ha conseguido ponerse en contacto con los verdaderos responsables de la desaparición de Emanuela Orlandi”.

Desde el punto de vista temporal, el informe distingue cuatro periodos. El primero (que podemos situar entre el 22 de junio y el 5 de julio) se caracteriza por “la ausencia de cualquier tipo de reivindicación de un presunto secuestro”. Dos personajes (Pierluigi y Mario) intentan acreditar la hipótesis de una fuga de Emanuela.

El segundo periodo (del 5 al 22 de julio) se caracteriza por la presencia de anónimos interlocutores que se declaran portavoces de una “organización” que intenta obtener, mediante el secuestro de la chica, “la liberación de Agca”.

En el tercer periodo (del 22 de julio al 4 de septiembre) se interrumpen los contactos y, al final, “aparece el primer documento (manuscrito) redactado por el presunto portavoz de la organización”.

En el último periodo (el cuarto), los mensajes llegan “en gran parte mediante cartas enviadas desde Boston y nunca mediante cintas grabadas”.

El análisis de las 16 comunicaciones, atribuidas a los presuntos secuestradores de la Orlandi, permite pensar que “casi seguramente han sido producidas por una misma mente”. El informe traza un retrato robot del director del secuestro: “Extranjero, verosímilmente de cultura anglosajona; nivel intelectual y cultural elevadísimo; conocedor de la lengua latina y, sucesivamente, de la italiana; perteneciente (o inserto) en el mundo eclesial; formalista, irónico, preciso y ordenado en el modo de comportarse, frío, calculador, lleno de sí, seguro del propio rol y de la propia fuerza, sexualmente amorfo; ha vivido largo tiempo en Roma, conoce bien sobre todo las zonas de la ciudad que representan algo para su actividad; bien informado sobre las reglas jurídicas italianas y sobre la estructura logística del Vaticano”.

El informe considera  “del todo plausible” la hipótesis de que la dirección del secuestro de Emanuela estuviera “dentro de la jerarquía y del ordenamiento eclesiástico”, es decir, dentro del Vaticano [16] .

 

Interpretaciones diversas

            La desaparición de Emanuela es un caso complejo. Más aún, endiablado. Se han dado  interpretaciones diversas. Veamos algunas:

·                           El viejo político italiano Giulio Andreotti minimiza el caso de Emanuela: “Es una de las muchas chicas desaparecidas en Italia después de la guerra: único caso entre los habitantes del Vaticano. Desgraciadamente en este tipo de acontecimientos el misterio es casi siempre insuperable” [17] .

·                           El juez Severino Santiapichi no cree que se trate de un caso de trata de blancas: “Los carabineros me dijeron que a Emanuela se la habían llevado a Arabia. Basta haber estado un par de veces en aquel país para saber que las chicas no hay que raptarlas porque las hay a millares, y además espléndidas, que van por dinero” [18] .

·                           El juez Fernando Imposimato, defensor de la pista búlgara, afirma que la desaparición de Emanuela está vinculada con el atentado contra el papa: “El atentado al Papa fue inspirado por el KGB, preparado por los servicios secretos búlgaros con la colaboración de aquellos turcos y perpetrado por turcos de extrema derecha”, “en una primera fase, Agca no sólo se había mostrado disponible a colaborar con los investigadores italianos, sino que había contado lo de los búlgaros. Después, desapareció Emanuela Orlandi y Agca asumió actitudes de loco, comenzó a hablar del tercer secreto de Fátima porque había captado el mensaje en código lanzado por sus cómplices” [19] .

·                           Francesco Salerno, consultor legal de la Prefectura de Asuntos Económicos de la Santa Sede, declaró ante los jueces Priore y Rando que la desaparición de Emanuela podía constituir “un elemento de presión en los ambientes estrechamente vinculados al Sumo Pontífice”. Salerno tuvo ocasión de manifestar su convicción a monseñor Re, entonces asesor de la Secretaría de Estado. Pero a monseñor Re la cosa le pareció “irrelevante”. Dijo que “no le parecía necesario una verificación en esa dirección” [20] .

·                           El juez Ilario Martella, que recibió una serie de amenazas contra su hijo y su nuera mientras investigaba el atentado contra el papa, afirma en una entrevista que existe una relación entre aquel atentado y el secuestro de Emanuela: “Tras la desaparición de Emanuela hay un hecho tan grave que probablemente sólo el tribunal de la historia estará en condición de juzgar”. Y, dirigiéndose a su interlocutor, añade: “Si le dijera las cosas que he descubierto se le pondría la piel de gallina, como se me puso a mi. Hay elementos en las actas de la instrucción (judicial) que deben quedar reservados, porque son cosas que hacen pensar”. Habla también de “una pista muy misteriosa que lleva muy alto” [21] .

·                           El juez instructor Adele Rando expresará “el fundado convencimiento” de que el móvil político-terrorista (pista búlgara) había sido en realidad “una hábil operación de disimulación del efectivo móvil del secuestro Orlandi”, un “móvil probablemente destinado a permanecer desconocido” [22] .

·                           El profesor Francesco Bruno, colaborador del Sisde y consultor del ministerio del Interior italiano, la desaparición de Emanuela sirvió para lanzar un nuevo aviso al papa. Lo mismo sucedió, cuando el atentado: “Enseguida se vio claro que el atentado debía servir de advertencia y que venía del Occidente, no del Este”. Pero Wojtyla no se dio por enterado. Entonces “los mismos que habían armado la mano de Agca inteligentemente proyectan la única acción capaz de condicionarlo: raptar a Emanuela Orlandi”, “en el caso Orlandi, el chantaje es aún más fuerte, afecta a la vida de una jovencita, la hija de un hombre vecino del Papa”. Según el profesor, Emanuela está muerta: “Ha sido asesinada inmediatamente después del secuestro, y muy probablemente han sido eliminados también los ejecutores” [23] , “sólo con la supresión inmediata de Emanuela tras el secuestro se explica por qué los raptores no han dado nunca alguna prueba de que estuviera viva”, “se puede imaginar que hayan intervenido elementos de la banda de la Magliana, cuyos componentes terminan después asesinados. Como Enrico de Pedis, que – mira por donde –está sepultado en una iglesia. En la iglesia adyacente a la escuela de música de Emanuela” [24] .

 

El crimen organizado

Al final de los años sesenta, Marsella es la encrucijada del tráfico de droga entre la mafia siciliana y la americana. Pero a comienzos de los setenta la policía francesa desmantela los laboratorios de refinación ubicados en torno a la ciudad portuaria, y la mafia marsellesa se traslada a Italia y, especialmente, a Roma.

En 1972 también se refugia en la capital romana Giuseppe (Pippo) Calò, jefe mafioso siciliano. Buscado en su tierra, en Roma llegará a ser intocable, representante de la nueva mafia empresarial, en cuyo ámbito las bandas sicilianas se encuentran con una acumulación extraordinaria de capital, debido al tráfico internacional de sustancias estupefacientes. La mafia se constituye en empresa, con una presencia agresiva y penetrante en aquellos sectores donde mayor y más rápido es el nivel de beneficios: la construcción tradicional y la del sector turístico. El jefe mafioso utilizará dos falsos nombres (Mario Aglialoro y Mario Salamandra), lo que dificultará su identificación

En torno a Pippo Calò se estrecha un círculo de delincuentes romanos, como Domenico Balducci, cazador de financiación. Balducci contacta con el empresario sardo Flavio Carboni, que ostenta como convincentes credenciales sus buenas relaciones con altos prelados vaticanos y con dirigentes democristianos [25] . Sin embargo, al propio tiempo, Carboni pertenece a la banda de la Magliana: es “el ecónomo de la banda” [26] .

Asentados en Roma, los marselleses negocian con el círculo de Pippo Calò. Este dirige una compleja organización que está tejiendo “estrechos vínculos con la derecha subversiva, ambientes de los servicios secretos y de la masonería” [27] .

A mitad de los años setenta, disminuye la hegemonía de los marselleses y crece la de los capos romanos: “Hasta entonces los romanos, dedicados a delitos como robos, atracos y extorsiones, habían dejado a elementos extranjeros, como los marselleses, llevar los negocios más lucrosos, desde el tráfico de estupefacientes a los secuestros de personas. Una vez que toman conciencia de la fuerza  que deriva del vínculo asociativo, los romanos se apropian del comercio criminal, abandonando definitivamente el papel marginal que habían tenido” [28] .

Entre las organizaciones criminales de Roma destacan tres, conocidas por el barrio en el que operan: la de Trastevere-Testaccio, de la que forman parte Enrico De Pedis y Danilo Abbrucciati; la de Acilia-Ostia, que tiene fuertes lazos con la nueva camorra organizada por Raffaele Cutolo; y la banda de la Magliana, que presenta una  particularidad importante: “tiene contactos con los servicios secretos, con los que colabora en operaciones inconfesables”.

Los miembros de la banda de la Magliana aparecen en las investigaciones relativas a la P2, a la mafia, a la camorra, a los servicios secretos, al terrorismo negro y en aquellas que tratan de oscuros episodios de la historia italiana, como el secuestro de Aldo Moro, el asesinato del periodista Mino Pecorelli, y otros [29] .

Casi todos los miembros de la banda mueren asesinados. Enrico De Pedis lo es  el 2 de febrero de 1990. Le entierran en Roma, en el cementerio del Verano. Pero sólo un mes después, le es reconocido un privilegio que el derecho canónico reserva a papas, cardenales y obispos. Y su cadáver es trasladado a la cripta de la basílica de San Apollinare, junto a la plaza Navona. La iglesia forma parte de un complejo de cuatro plantas, en el que da sus cursos de formación (filosofía, teología, derecho canónico, ciencias de la información) el Pontificio Ateneo de la Santa Cruz, del Opus Dei: “Fue el cardenal vicario del papa, Ugo Poletti, el 10 de marzo de 1990, quien concedió el nihil obstat para la sepultura de Enrico De Pedis solicitado por monseñor Piero Vergari, entonces rector de la basílica” [30] .

 

Poder oculto

Ercole Orlandi manifestará desolación e impotencia: “Somos víctimas de una oscura razón de Estado”, “nuestra hija ha sido raptada por una organización tan eficaz, tan potente, que no tenía miedo de los investigadores italianos”. “Es una madeja complicadísima. En una de sus llamadas, el americano nos dijo: Es inútil que registréis o intentéis interceptar esta comunicación, puedo hacer aparecer la llamada en quince sitios distintos”. En una ocasión, los investigadores llegaron a descifrar las primeras cuatro cifras del aparato de donde parecía hacerse la llamada y, fuera por lo que fuera, correspondían a las del número telefónico de la embajada de EE UU [31] .

El profesor Francesco Bruno comenta al respecto: “Quien llevó toda la operación de Emanuela Orlandi era un aparato dotado de tecnologías y de sagacidad táctica no común. Profesionales de altísimo nivel. Maestros en el arte de la simulación y de la intoxicación de las informaciones”, “quien lo ha hecho ha demostrado un conocimiento específico de los mecanismos internos del Vaticano, de los aspectos psicológicos de la cuestión y de los lugares e iglesias de Roma donde hacer encontrar los mensajes. Pero estoy también convencido de que en el Vaticano ha habido una quinta columna” [32] .

Sólo una organización con mucho poder es capaz de crear la confusión judicial,  desviar la investigación e intoxicar la información. Sin embargo, el crimen perfecto no existe. Mucho menos, si se cometen varios en el mismo lugar: ¿tendrán todos ellos algo en común? La desaparición de Emanuela ¿tendrá algo en común con los demás enigmas vaticanos que marcan el pontificado de Juan Pablo II?

Un punto en común parece ser el escándalo IOR-Ambrosiano, sus negocios comunes y su ruptura posterior, tras la detención de Calvi en mayo de 1981. Como Sindona, Calvi fue banquero del papa, de la P2 y de la mafia, una mezcla extraña y explosiva. Pero se explica: “En el mundo de la banca internacional quienes parecen enemigos a la luz del día, a menudo aparecen como aliados al amparo de la noche”, “el ala derecha de la Democracia Cristiana... ha sido la protectora de los intereses del Vaticano en Italia. Sin embargo, desde 1947, los democristianos han sido también socios de la mafia. Ello no significa que el Vaticano o los democristianos no condenen las acciones de la mafia”. Significa que tienen intereses comunes [33] .

Dentro de ese marco, no se puede dejar de considerar (entre otros) un asunto grave, inconfesable, investigado por el juez de Trento Carlo Palermo. Como ya se ha indicado [34] , el 24 de noviembre de 1982, el juez Palermo anunció órdenes de detención contra doscientas personas de diversas nacionalidades, que trabajaban para el círculo de traficantes de armas y drogas más importante descubierto en nuestra época: “Miles de millones de dólares, bancos poderosos, hombres de reputación inatacable, masones, militares de alta graduación, financieros vaticanos, terroristas, asesinos, servicios de inteligencia del Este y del Oeste” [35] . Los principales imputados “serán después implicados en los asuntos Calvi-Ambrosiano y en el atentado contra el papa Wojtyla” [36] .

Dice el juez Palermo: “Hace ocho años en mi investigación sobre armas y droga habían emergido los mismos nombres de hoy, en coordinación con una misteriosa sociedad, Tgs. Me dijo la (Guardia de) Finanza: Tgs significa Theodore G. Schackley, ex jefe de la CIA en Roma y director de todas las acciones encubiertas de la CIA en los años 70. Siguiendo esa pista, aparecieron los nombres de otros bancos y también las huellas de la P2” [37] .

En el curso de su investigación, en abril de 1985, el juez Palermo sufrió un atentado en Trapani (Sicilia), donde su colega Giacomo Ciaccio Montalto había sido asesinado en los primeros meses de 1983.

Como ya se ha denunciado, es “una de las más amargas verdades” del actual orden (en realidad, desorden) internacional. En el mercado clandestino de armas y drogas, el uso de personal especializado en el ejercicio de la violencia se hace necesario por diversos motivos: proteger inversiones y mercancías no tuteladas por las leyes y las instituciones oficiales, disuadir a competidores agresivos, exigir créditos, eliminar testigos y opositores, obtener el respeto de los contratos [38] .

En el atentado contra el papa no se puede olvidar el cambio de actitud asumido por el Vaticano en relación al asunto Calvi-Ambrosiano . Flavio Carboni declaró ante el juez Rosario Priore: “Hasta el momento de la detención de Calvi, el Vaticano, plenamente consciente de la estrategia del Banco Ambrosiano, había apoyado la actuación del banquero, que le había aportado considerables beneficios. En la obstrucción de tal estrategia, Calvi situaba las causas del atentado contra el papa” [39] .

Detenido en la cárcel de Lodi, Calvi dijo a su mujer y a su hija que había que presionar al IOR, el banco del Vaticano. Se lo puso en un papel: “Este proceso se llama IOR” [40] . Anna Calvi oyó decir a su padre (levantando la voz), durante un fin de semana de mayo de 1982, que “los curas tenían que hacer honor a sus compromisos, porque de lo contrario él revelaría todo lo que sabía” [41] .      

Con la desaparición de Emanuela ¿estamos ante un nuevo elemento de presión sobre el papa?

En Ginebra, el 25 de mayo de 1984, el complicado asunto del IOR-Banco Ambrosiano llega a una conclusión financiera. El IOR se compromete a entregar como “contribución voluntaria” a los liquidadores del Banco Ambrosiano la cantidad de más de 240 millones de dólares.

Aún habrá nuevos mensajes del Frente Turkes (21 de agosto y 22 de noviembre de 1984). Se pone como condición para la liberación de Emanuela la extradición de Agca a un país como Costa Rica o Panamá. Como prueba de que tienen a la joven, aportan detalles particulares, que son sustancialmente confirmados por sus padres [42] .

Como ya se indicado, el Tribunal de Primera Instancia de Roma, presidido por el magistrado Severino Santiapichi, en noviembre de 1986 dicta sentencia absolutoria a favor de los búlgaros “por insuficiencia de pruebas” [43] .

El proceso de Agca, asistido por la abogado Marina Magistrelli, se cerrará el 13 de junio de 2000 con el indulto firmado por el presidente Carlo Azeglio Ciampi. Pero Emanuela no ha aparecido.

El antiguo juez instructor Germain Sengelin revela otra amarga verdad, que conviene recordar: “Los agentes con poder de decisión política no tienen ningún interés en combatir el crimen organizado cuando se puede recurrir a la razón de Estado” [44] .

 

Complicidad dentro del Vaticano

El 13 de noviembre de 1986 el juez instructor Ilario Martella pidió colaboración a las autoridades vaticanas “porque aparece de absoluta utilidad y necesidad, de cara a la justicia, conocer si efectivamente han llegado al Estado de la Ciudad del Vaticano... mensajes telefónicos o escritos referidos a la desaparición de las dos muchachas”.

La Secretaría de Estado respondió que “ninguna investigación judicial se había hecho por la Magistratura vaticana, tratándose de hechos sucedidos fuera del territorio del Estado”: “Las noticias referidas al caso, ocasionalmente llegadas a los despachos de la Santa Sede, fueron transmitidas en su momento al fiscal doctor Sica”. Pero de esas noticias no se encontrará ni rastro.

Asimismo, el 2 de marzo de 1994, el juez instructor Adele Rando pedirá al Vaticano documentos pertinentes a la desaparición de Emanuela, así como poder escuchar a los altos prelados que se han ocupado del asunto: Casaroli, Sodano, Re, Martinez Somalo, Monduzzi.

Las autoridades vaticanas rechazan la petición. Aducen el pretexto de que no se habían formulado preguntas concretas. Además, “la posibilidad de la presencia de la Autoridad judicial italiana no está contemplada en los acuerdos concordatarios” [45] .

En el curso de la investigación, el juez Rosario Priore interrogó a Ercole Orlandi, por un episodio relacionado con su función de empleado de la Casa pontificia, que se produjo tres días antes del atentado contra el papa.

Domingo 10 de mayo de 1981. El papa visita por la tarde la parroquia romana de Santo Tomás de Aquino. En dos de las fotos sacadas por el fotógrafo vaticano Arturo Mari, entre el público, en el sector reservado a los invitados, se distinguía a Ali Agca. Del hecho se dieron cuenta algunos parroquianos después del atentado. Dos de ellos declaran ante el juez Priore:

“Mirando con atención las fotos, noté la semejanza de una persona captada en el lugar de la ceremonia con la foto del agresor del papa, mostrada en los telediarios. Tal semejanza no fue notada sólo por mi, también por mi mujer y por mi cuñada”, “la misma tarde, o el día después, se presentó en mi casa un policía que dijo ser de la Digos (policía antiterrorista) y nos pidió en depósito la foto en la que aparecía la persona semejante al agresor”, “me dijo que no hablara con nadie del hecho”, dice Daniele Petrocelli. Su señora precisa: “Las fotos en las que se veía al agresor eran dos”, “después de algún mes me fue devuelta por la Digos sólo una foto”, “en aquella ocasión me dijeron que la persona semejante al agresor había sido identificada por un hombre de la Vigilancia de la Santa Sede”.

Francesco Salerno, consultor legal de la Prefectura de Asuntos económicos,  declaró al juez Priore acerca de las fotos: “Recuerdo que Mari (el fotógrafo pontificio) me habló de fotografías en las que aparecía el agresor del Pontífice, fotografías tomadas en ocasiones precedentes al atentado”, “él me dijo que había fotografías previas al atentado con la imagen de Agca” [46] .

El párroco de la iglesia, don Tondini, declaró que los invitados por parte de la Prefectura de la Casa pontificia habían sido cerca de veinte, algunos de ellos extranjeros, y que el prefecto de la Casa pontificia, Dino Monduzzi, no había dado a la parroquia la lista nominal de los invitados.

Por su parte, Ercole Orlandi declara ante el juez Priore: “Por lo que se refiere a la entrega de invitaciones a las ceremonias y a las audiencias, debo decir que tengo una buena memoria, y por tanto me habría acordado del nombre Agca si le hubiera entregado una invitación de tal género”, “a no ser que la petición hubiera sido hecha por otros o bajo falso nombre”, “he enviado en diversas ocasiones invitaciones a la (pensión) Isa de la calle Cicerone, como se envían a otros albergues o pensiones de Roma”.

El 22 de julio de 1993, el periódico romano Il tempo publica una larga declaración de Vittoria Arzenton Gregori, la madre de Mirella. La señora relata lo que unos días antes, el 1 de julio, había declarado al magistrado, un episodio que se remonta al 15 de diciembre de 1985 y que afecta a un funcionario de la Vigilancia vaticana:

“En diciembre de 1985 el Papa visitó la parroquia de San Giuseppe, en vía Nomentana, donde me casé y donde han sido bautizadas y confirmadas mis hijas. El párroco en aquella ocasión quiso que mi marido y yo nos encontrásemos con el Pontífice y dispuso todo para ser recibidos por él. Nos dijo que no pasáramos por la iglesia, sino que atravesáramos la sacristía, subiéramos hacia arriba, pasáramos una antecámara y entráramos en la estancia donde el Papa nos esperaba. Así lo hicimos. Pero, al hacer este trayecto, tropezamos con un señor que yo conocía bien, aunque sólo de vista. Era un tipo de 35-40 años, moreno, de aspecto agradable, que estaba todas las tardes sentado en el bar junto a la puerta de nuestra casa”.

“Entre nosotros y el bar había un negocio de alimentación. Este local era llevado por los padres de la mejor amiga de Mirella, Sonia De Vito. Mirella y Sonia bromeaban mucho con ese señor, que pienso habitase cerca. Yo, saliendo de casa, le sorprendía muchas veces cambiando cuatro palabras, y por esto también él me conocía bien, y sabía que yo era la madre de Mirella porque me veía con mi hija. Más aún, notando que estaba allí todas las tardes, yo me preguntaba qué tipo de trabajo pudiera tener”.

“Entonces, encontrándonos casualmente en la parroquia de San Giuseppe, yo le hice una señal de saludo, pero él palideció y giró la cabeza a un lado como para no hacerse reconocer. Al mismo tiempo no pude contener un movimiento de sorpresa y de rabia. Ese comportamiento no me gustó. Capté que el hombre quería evitarme, desaparecer”, “tras la audiencia papal, aquel hombre había desaparecido, no lo volví a ver. No se volvió a sentar allí fuera en el bar”, “esto me ha hecho reflexionar. He deducido que el único lazo que podía haber entre el Vaticano y mi hija era aquel hombre, aquel hombre que hablaba con Sonia De Vito, la amiga del alma de mi hija que no ha querido nunca decir toda la verdad sobre la última conversación tenida con ella. Sí, aquel hombre era un gran amigo de Sonia”.

Tras aquel fortuito encuentro, la señora Gregori indagó la identidad del personaje y averiguó que se trataba de Raúl Bonarelli, superintendente mayor de la Vigilancia vaticana. Parroquiano de San Giuseppe, habitaba con su familia en el barrio, en la calle Alessandria.

El 13 de octubre de 1993, la juez instructora Adele Rando interrogó a Bonarelli. Este confirmó haber acompañado al papa en la visita a la parroquia de San Giuseppe, pero negó lo afirmado por la señora Gregori y excluyó haberse entretenido con Mirella y con Sonia. Entonces el juez instructor le puso en confrontación con la madre de Mirella. Sorprendentemente, la señora Gregori no reconoció en el hombre que tenía delante al individuo que se sentaba en el bar. Sin embargo, el careo llegaba con ocho años de retraso, la fisonomía podía haber cambiado y los recuerdos podían haberse debilitado. Además, la señora estaba ya gravemente enferma. De hecho, murió poco después [47] .

Un dato importante. La juez instructora Adele Rando dispone que, antes de ser interrogado, sea interceptado el teléfono de casa de Bonarelli. En una de las llamadas grabadas, el superintendente de la policía vaticana pregunta a su jefe (probablemente, el comandante de la Vigilancia vaticana, Camilo Cibin) qué debía decir a los magistrados sobre el caso Orlandi: “Nada, responde el jefe, nosotros no sabemos nada, sabemos lo que dicen los periódicos, lo que se ha publicado fuera. El caso ha quedado fuera de (nuestra) competencia... pertenece al orden italiano”. Insiste Bonarelli: “Ah, ¿eso debo decir?”. Responde el jefe: “Eh... ¿qué sabemos nosotros? Si tú dices: Yo no he indagado ... El Servicio ha indagado dentro... esta es una cosa que ha ido después... no decir que ha ido a la Secretaría de Estado”.

De la llamada interceptada se deducen dos cosas: 1) sobre el caso de Emanuela se hizo en el Vaticano una investigación reservada cuyos resultados fueron entregados a la Secretaría de Estado; 2) la Vigilancia vaticana estaba empeñada en boicotear con silencios, omisiones y mentiras la investigación de la magistratura italiana.

Con fecha de 19 de diciembre de 1997, la juez Adele Rando concluye en el proceso de instrucción sobre la desaparición de Emanuela que Bonarelli es sospechoso del delito de secuestro de persona, incluso de dos personas. La investigación de la magistratura italiana al respecto está, al menos formalmente, aún abierta [48] .

La sospecha de una pista vaticana la tiene también el padre de Emanuela: “Creo que los raptores tenían un espía que les informaba sobre los ciudadanos del Vaticano”, “quizá podía ser uno que nosotros conocíamos o veíamos todos los días”, “no es fácil moverse en el Vaticano pidiendo información, si no se es conocido” [49] .

El 7 de octubre de 1997, Pietro Orlandi, hermano de Emanuela, declaró en una entrevista al Corriere della Sera: “Ellos han estado siempre cercanos con la plegaria, pero no basta”. En realidad, “el Vaticano no ha ayudado a una ciudadana suya” [50] .

En efecto, no basta con rezar. El jefe del Estado vaticano tiene que hacer justicia a una ciudadana suya y no puede entorpecer la investigación del secuestro. En el fondo ¿qué es lo que oculta? En los diversos enigmas que marcan su pontificado se constata  la misma actitud, el intento de cerrar toda investigación sobre el delito y de poner una losa sobre la búsqueda de la verdad: la extraña muerte de Juan Pablo I, que había decidido hacer frente (con valentía, delante de todos) a la masonería y a la mafia; el escándalo IOR-Ambrosiano; el atentado que sufrió el propio Juan Pablo II; el asesinato de Calvi; la desaparición de Emanuela; el triple crimen de la Guardia Suiza; el tráfico internacional de armas y de drogas cuyos principales imputados, según el juez Palermo, están implicados en los asuntos Calvi-Ambrosiano y en el atentado contra el papa Wojtyla [51] .

 



[1] NICOTRI, P., Mistero vaticano. La scomparsa di Emanuela Orlandi, Kaos Edizioni, Milano, 2002, 13-27.

[2] NICOTRI, 31-37; ver FORTICHIARI, A., E’viva. La scomparsa di Emanuela Orlandi. Un’inchiesta, Marco Tropea Editore, Milano 2003, 7-22.

[3] NICOTRI, 39-50; FORTICHIARI, 27-33.

[4] FORTICHIARI, 33.

[5] NICOTRI, 53; FORTICHIARI, 34.

[6] Sentenza istruttoria del giudice istruttore del Tribunale di Roma Adele Rando, 19 dicembre 1997, p. 84;  NICOTRI, 54.

[7] NICOTRI, 56-64; FORTICHIARI, 34-38.

[8] NICOTRI, 67; FORTICHIARI, 46.

[9] NICOTRI, 69; ver FORTICHIARI, 53-54..

[10] Ver PIAZZESI-BONSANTI, 187;  A cura di ALMERIGHI, M., I banchieri di Dio. Il caso Calvi, Ed. Riuniti, Roma, 2002, 139-140.

[11] NICOTRI, 71-74.

[12] PALERMO, 89-99.

[13] NICOTRI, 73-86; FORTICHIARI, 70-81.

[14] NICOTRI, 86-94.

[15] NICOTRI, 94-99; FORTICHIARI, 70-94.

[16] Ver Il Messaggero, 7-5-1995; FORTICHIARI, 101-105; NICOTRI, 100 y 178-181.

[17] Ver Corriere della Sera, 6-5-1998; FORTICHIARI, 255.

[18] FORTICHIARI, 69.

[19] Ver el semanario del Corriere della Sera, Sette, 22-5-1997; FORTICHIARI, 238-239.

[20] NICOTRI, 194.

[21] Ver Il Messaggero, 20-6-1993; FORTICHIARI, 182; NICOTRI, 53.

[22] Sentenza istruttoria del giudice istruttore Adele Rando, p. 90. NICOTRI, 117.

[23] Ver entrevista en Il Messaggero, 23-3-1995;  NICOTRI, 190-191.

[24] FORTICHIARI, 190-193 y 270-271.

[25] Sentenza-ordinanza del giudice istruttore di Roma Otello Lupacchini, 13 agosto 1994; GIANNI FLAMINI, La banda della Magliana, Kaos Edizioni, Milano, 2002, 11-12.

[26] Declaración de Antonio Mancini, capo de la banda de la Magliana, al fiscal de Roma (21-4-1994). Ver ALMERIGHI, 87.

[27] Sentenza-ordinanza del giudice istruttore di Roma Gianfranco Viglietta, 25 giugno 1986; FLAMINI, 12-13.

[28] Sentenza-ordinanza del giudice istruttore di Roma Lupacchini, cit.; FLAMINI, 18.

[29] Sentenza-ordinanza del giudice istruttore di Bologna Leonardo Gras, 3 agosto 1994; FLAMINI, 21-22; FORTICHIARI, 193-194.

[30] FORTICHIARI, 194-195. 

[31] Ver L’ Indipendente, 10 y 11-4-1994; FORTICHIARI, 202.

[32] Ib., 193.

[33] Capítulo 4, Banquero del papa, de la P2 y de la mafia.

[34] Capítulo 8, Pista atlántica.

[35] STERLING, 121-122.

[36] Ver artículo de Carlo Palermo en el semanario Avvenimenti, 2-10-1991; DE ANGELI, Le guide di Mafia connection, I, 173.

[37] ROTH, 25; DE ANGELI, Le guide di Mafia connection, 111, 663-664.

[38] DE ANGELI, Le guide di Mafia connection, 111, 691-693; ver PINO ARLACCHI, Armi e droga. L’ atto d’accusa del giudice Carlo Palermo, Editori Riuniti, Roma.

[39] NICOTRI, 141.

[40] Capítulo 4, Calvi en la cárcel.

[41] Capítulo 4, La quiebra del Banco Ambrosiano.

[42] NICOTRI, 109-110.

[43] Ver capítulo 8, Insuficiencia de pruebas.

[44] ROTH, 35; ver Capítulo 4,  Secreto de Estado.

[45] NICOTRI, 161-161.

[46] NICOTRI, 127-135; FORTICHIARI, 222-225.

[47] NICOTRI, 166 y 174-177

[48] NICOTRI, 166-168;  FORTICHIARI, 247-248.

[49] Entrevista a Ercole Orlandi en 30 Giorni, mayo 1992. NICOTRI, 181.

[50] NICOTRI, 192.

[51] Capítulo 8, Pista atlántica.