10.
LA DESAPARICIÓN DE EMANUELA ORLANDI
Emanuela
Orlandi, hija de un empleado vaticano, desapareció en Roma el 22 de
junio de 1983. Se han dado diversas explicaciones: es una desaparecida
más, un caso de trata de blancas, el intento de sacar a Agca de la
cárcel; un arma de presión y de chantaje, vinculado al atentado contra
el papa y al escándalo IOR-Banco Ambrosiano; el trágico resultado
de una lucha de poder dentro del Vaticano. La desaparición se produce
dos años después del atentado contra el papa, uno después de la quiebra
del Ambrosiano y del asesinato de su presidente, y uno antes de que
el IOR pagara más de 240 millones de dólares a los acreedores del
Banco Ambrosiano. El caso es complejo y endiablado: ¿tiene algo en
común con los demás enigmas vaticanos que marcan el pontificado de
Juan Pablo II?
Se temía un nuevo atentadoEmanuela
tenía quince años. El curso del liceo lo había terminado con alguna
mala nota. Dos días por la tarde, frecuentaba una escuela de música,
situada en el palacio de San Apollinare, junto a la plaza Navona.
Iba con entusiasmo, no sólo porque le gustaba la música, sino porque
se sentía atraída por un estudiante de guitarra cuatro años mayor:
Alberto Laurenti. Aquella
tarde, Emanuela telefoneó a casa, preguntando por su madre: “No está”,
respondió su hermana Federica. Comentó que un señor le había hecho
una propuesta de trabajo, distribuir productos de Avon el sábado de
la siguiente semana: “Me ha prometido 375 mil liras”, “a la salida
de clase viene para saber si mamá me da o no el permiso”. La cantidad
ofrecida por un trabajo de dos o tres horas no era creíble. Federica,
que en cierta ocasión había trabajado para Avon, dijo a su hermana
que olvidara el asunto y que volviera en seguida a casa. Pero Emanuela
no volvió. El
día después, Juan Pablo II regresaba al Vaticano en vuelo desde Cracovia.
El periodista polaco Jacek Palkiewicz, amigo del papa y en aquella
ocasión miembro de su séquito, percibió un imprevisto nerviosismo
en el ambiente y preguntó qué pasaba: “Se temía un nuevo atentado
contra el papa”
[1]
. El
día 25, un tal Pierluigi llama por teléfono a la familia Orlandi.
Aporta detalles referentes a Emanuela.
Dice que se ha escapado de casa porque llevaba una vida gris
y monótona, pero que volvería al final del verano. El
día 26, hacia las 23’45, se presentan en casa de los Orlandi dos agentes
del SISDE, Servicio para la Información y la Seguridad Democrática,
el servicio secreto civil italiano. Son Mario Vulpiani y Giulio Gangi.
“Me dijeron que eran del SISDE y que investigaban la trata de blancas”, comenta
Ercole, el padre de Emanuela. “Vulpiani dijo que era originario de
Torano, el pueblecito de nuestras vacaciones de verano, y Gangi añadió
que también él frecuentaba Torano. Esta coincidencia con el pueblo
de nuestras vacaciones me impresionó mucho, pero no tenía ningún motivo
para sospechar... Sin embargo, Gangi no me dijo que en Torano había
conocido a Emanuela ni que allí había conocido mucho a mi sobrina
Mónica; noté sólo que mi cuñado Mario, cuando lo vio fuera de los
escalones de casa, en la plaza de San Egidio, exclamó: ¡Ah, eres tú!,
y entendí que los dos se conocían”. Los
agentes dijeron que era necesario aplicar al teléfono un aparato para
registrar las llamadas y así lo hicieron. Después pidieron echar un
vistazo a la habitación y a las cosas de Emanuela, incluidos sus diarios.
Más que un vistazo, fue un verdadero registro, que se repitió en días
sucesivos. “Si se llevaron algo, yo no lo puedo saber... Obviamente
me fiaba, nadie los controlaba, nosotros estábamos desesperados y
teníamos algo muy distinto en la cabeza”, afirma Ercole Orlandi. El
día 28 llama un tal Mario, que dice tener un bar cerca del puente
Vittorio. El bar lo frecuenta una chica, que se ha escapado de casa,
harta de la rutina familiar. Piensa volver al final de verano para
la boda de una hermana. El
3 de julio, ante los fieles congregados en la plaza de San Pedro,
dice Juan Pablo II: “Elevo al Señor mi plegaria para que Emanuela
pueda volver pronto, incólume, y abrazar a sus seres queridos que
la esperan con pena indecible”
[2]
.
El americano
El
5 de julio, un hombre con acento anglosajón (en adelante, el americano)
telefonea al Vaticano. Afirma tener como rehén a Emanuela: “Para la
devolución de la chica el papa tiene que obtener del gobierno italiano
la liberación de Agca antes del 20 de julio”, “otras informaciones
han sido dadas por elementos de la organización que responden a los
nombres de Pierluigi y Mario”, “los sucesivos contactos tendrán como
reconocimiento un código de tres cifras: 158”. El
americano llama también a la familia Orlandi. El tío de Emanuela,
Mario Meneguzzi, escucha una cinta grabada. Entre otras cosas, se
dice siete veces: “Tendría que hacer el tercer curso de liceo este
año”. Mario reconoce la voz de su sobrina. Se añade: “Funcionarios del Vaticano no dejarán
de ponerse en contacto con usted”. El
6 de julio, Ercole se dirige al prefecto de la Casa pontificia, Dino
Monduzzi, para saber si ha llegado una llamada relacionada con su
hija. El prefecto se lo pregunta al sustituto de la Secretaría de
Estado, Martínez Somalo. Este lo niega. Sólo ante la insistencia de
Monduzzi, Martínez Somalo admite la llamada: “Pero no se ha entendido
absolutamente nada de lo que decían o querían”, minimiza el alto prelado. El
mismo día, un joven llama a la redacción de Ansa, la agencia nacional
de información: “Hemos tenido un contacto con la Secretaría vaticana,
un mensaje que el Vaticano ha ocultado”. En la plaza del Parlamento,
en un contenedor de basura, “encontrareis la prueba de que la chica
está en nuestras manos”. El
redactor de Ansa va al lugar indicado y encuentra una fotocopia que
reproduce el carné de la escuela de música, el recibo de una tasa
de examen, el número de teléfono de la familia Orlandi, y una frase
escrita: “Con mucho afecto, vuestra Emanuela”. El
7 de julio, una nueva llamada del americano aporta diversos detalles
sobre la joven desaparecida, entre ellos el de su interés por un compañero
de música (Alberto), que la familia ignoraba. El
día 8, un desconocido con acento meridional llama a casa de una compañera
de música, Laura Casagrande, con un mensaje que debe llegar a Ansa:
“Nos hemos llevado a la ciudadana Emanuela Orlandi sólo por pertenecer
al Estado del Vaticano”, “funcionarios vaticanos e investigadores
de la República italiana tienden a desacreditar la verdadera naturaleza
de la petición, reduciendo negativamente el tiempo disponible para
nuestras negociaciones”, “no somos una organización revolucionaria
o terrorista, no nos hemos definido nunca como tales. Nos consideramos
sólo personas interesadas en liberar a Agca”, “el plazo termina el
20 de julio”. Un
hombre con acento extranjero pregunta a la agencia Ansa si Laura les
ha enviado el mensaje: “Es la prueba de que Emanuela está bien. Es
ella quien nos ha dado el número de teléfono de la amiga”. El individuo
dice “en confianza” que Agca, una vez obtenida la libertad “con sus
medios y si quiere, debería dirigirse a una ciudad de Alemania oriental,
Brandeburgo”. El
mismo día, escoltado por un grupo de agentes, Agca comparece en el
patio de la jefatura de policía de Roma. Delante de una muchedumbre
de periodistas, fotógrafos y teleoperadores Agca se manifiesta contra
el secuestro de Emanuela: “Yo estoy en contra de esta acción criminal”.
Dice también: “He cometido el atentado con la complicidad de Antonov,
he estado muchas veces en Bulgaria. El atentado contra el papa fue
organizado por el KGB”
[3]
. Los
abogados defensores de Antonov, Giuseppe Consolo y Adolfo La Russa,
protestan enérgicamente por esa rueda de prensa concedida a un detenido,
condenado a cadena perpetua y en estado de pretendido aislamiento
[4]
. El
10 de julio, los redactores del Paese Sera reciben tres llamadas.
El comunicante, con acento anglosajón, dice que la organización no
está interesada en un rescate, sino en la liberación de Agca. En la
capilla del aeropuerto pueden encontrar un escrito de Emanuela dirigido
a sus padres. En efecto, sobre el altar, hay una fotocopia con el
reverso del carné de la escuela de música y un mensaje escrito a mano:
“Queridos mamá y papá, no os preocupéis por mi, yo estoy bien”
[5]
. El
11 de julio, en un lugar no precisado, se produce un encuentro entre
Vincenzo Parisi, vicedirector del SISDE, y Dino Monduzzi, prefecto
de la Casa pontificia. Años después, Parisi (admitiendo que el encuentro
permaneció reservado durante diez años) manifestará que sobre el caso
Orlandi se había desplegado “una sofisticada operación de desinformación
y desviación”
[6]
, a la que los
ambientes vaticanos no eran ajenos. Interrogado sobre aquél encuentro,
Monduzzi dirá que nunca se produjo. El
14 de julio una llamada para Carla De Blasio, amiga de Emanuela, contiene
un mensaje que debe llegar a Ansa: “En la plaza de San Pedro, en dirección
de la ventana del Ángelus, dejamos una cinta, dirigida a determinados
peritos que han considerado falsa la primera”. Informados por la madre
de Carla, los redactores de Ansa van a la plaza de San Pedro, pero
no encuentran nada. El
17 de julio una llamada a la redacción de Ansa informa sobre una cinta
envuelta en un manifiesto que está en la escalinata que va de la calle
de la Dataria a la plaza del Quirinal: “La cinta, de la que hablamos
a la señora De Blasio, fue recogida por funcionarios del Vaticano.
La de esta tarde es una respuesta a los peritos que han examinado
la primera cinta”. La
cinta está grabada por las dos caras. En la primera, en medio de gemidos
y lamentos, se perciben frases como éstas: “Pero ¿por qué me hace
esto?... Oh Dios, pero ¿qué es? ¡Sangre! Me siento mal, Dios mío,
me hace daño”. “Es la voz de Emanuela”, dice su tío. En la otra cara
se repiten afirmaciones de anteriores mensajes. El
18 de julio, a través de la agencia Ansa, se recuerda el vencimiento
del plazo. El
día 19, el americano habla por teléfono con el secretario de Estado,
cardenal Casaroli. Pide que los diarios romanos publiquen íntegramente
un comunicado grabado en cinta. Se denuncia la distorsión de los investigadores
italianos y la labor de cobertura de la diplomacia vaticana. Se pide
la liberación de Agca “independientemente de su toma de posición pública”
[7]
. Después,
el americano llama a Ansa. Informa de la conversación con el cardenal
Casaroli y recuerda el vencimiento del plazo. Llama también a la familia
Orlandi. Los diarios deben publicar el comunicado. El
20 de julio, al final de la audiencia general, Juan Pablo II reza
un Ave María en latín por la joven desaparecida. Inmediatamente después,
un violinista interpreta el Ave María de Schubert. A
mediodía, una llamada con acento extranjero ordena a los frailes de
la iglesia de Santa Francisca Romana que entreguen un mensaje a Ansa.
Entre otras cosas, se dice: “yendo a la supresión del 20 de julio,
no perdemos la esperanza en la voluntad de cuantos pueden adoptar
un gesto último y resolutorio”. Una llamada a la redacción de Ansa
comprueba que los frailes han transmitido el mensaje y avisa: “El
de hoy es el último mensaje antes del vencimiento del ultimátum”. El
21 de julio, dos cartas idénticas llegan a la redacción de Ansa y
del Messaggero. Las cartas, sin firma y escritas en alemán,
vienen de Francfort y en el sello figura la fecha de 17 de
julio: “Advertimos nuevamente a las autoridades italianas y al Vaticano.
¡Liberad inmediatamente a Mehmet Ali Agca, Sedar Celebi y demás amigos
nuestros! ¡En caso contrario seguirán otras acciones punitivas como
con Emanuela Orlandi! También vosotros sois alcanzables”
[8]
. Celebi es presidente
de la Federación de los idealistas emigrantes turcos con sede en Francfort,
donde la organización de los Lobos Grises, de extrema derecha, tiene
sólido asentamiento. El
22 de julio el tío de Emanuela anuncia que, en adelante, todas las
comunicaciones relacionadas con el caso deben hacerse al abogado Gennaro
Egidio. Diez años después, Ercole Orlandi dirá que el nombre del abogado
se lo había sugerido el agente del SISDE Gianfranco Gramendola, el
cual lo desmentirá. Sin embargo, Ercole replica: “Para demostrar que
es verdadero lo que digo, bastaría verificar que nosotros a Egidio
no le hemos pagado ni una lira, y que la cuestión económica ya estaba
arreglada antes de que me hicieran firmar el documento preparado por
el SISDE para el nombramiento del abogado”
[9]
. El
25 de julio el diario La Stampa recuerda que el abogado Egidio,
experto en cuestiones financieras y en derecho internacional, ha sido
consejero del IOR en la corte de Londres por la quiebra del Banco
Ambrosiano. Un
mes antes, ante el tribunal inglés, el abogado Egidio había asistido
a Ugo Flavoni, anticuario romano que se hallaba en apuros. El 18 de
junio de 1982, el día en Calvi apareció colgado, el empresario sardo
Flavio Carboni se encontró con el anticuario en el aeropuerto londinense
de Gatwick para entregarle la cartera de Calvi, llena de documentos
importantes, y un manojo de llaves
[10]
. El
27 de julio, al terminar la audiencia general, Juan Pablo II invita
a los fieles a rezar un Ave María por la desaparecida Emanuela. Recuerda
Ercorle Orlandi: “Aquel mismo día el Santo padre, antes de partir
en helicóptero hacia Castelgandolfo, me hizo llamar a través de monseñor
Monduzzi. Wojtyla nos abrazó, se puso a llorar y nos dijo que nuestra
hija había sido raptada por una organización internacional de terroristas.
Pero, contrariamente a lo que a menudo se dice en los periódicos,
no habló del KGB”
[11]
.
Frente Turkes
El
4 de agosto, llega a la redacción milanesa de Ansa el comunicado de
un grupo llamado Frente Turkes. En mal italiano, dice que Emanuela
será ejecutada el día 30 de octubre, si antes no se produce la liberación
de Agca. Como prueba de tener a la chica en su poder, se dan estos
detalles: en el año 1974 tuvo crisis de rechazo a la leche; sus amigos
son tres jóvenes, cabellos negros; a la edad de 13 años y medio, crisis
nerviosa; fue a la iglesia el 22 de abril; seis lunares en la espalda.
Comenta
María, la madre de Emanuela: “La leche no le ha gustado nunca, pero
no recuerdo que haya tenido crisis de rechazo. Emanuela tiene aquí
en el Vaticano cuatro o cinco amigos, todos con pelo oscuro. De niña
no ha sido nunca nerviosa y, por tanto, no ha tenido crisis de nervios.
Ella iba mucho a la iglesia, pero el 22 de abril era viernes, y en
ese día de la semana no iba nunca. Y no he contado nunca cuantos lunares
tenía en la espalda, pero tenía muchos”. Después se supo que el 22
de abril había estado en la iglesia. Era el aniversario de la muerte
del cardenal Felici, titular de la iglesia de San Apollinare, y formó
parte del coro. La
embajada turca en Roma y las autoridades de Ankara dijeron que el
Frente Turkes era completamente desconocido. Sin embargo, quizá no
tanto, si se piensa en Alparsan Turkes, jefe del Partido del movimiento
nacionalista, cuyas formaciones paramilitares son los Lobos Grises.
El partido fue disuelto tras el golpe de Estado del general Kenan
Evren. Sin embargo, la CIA era favorable a una alianza entre los partidarios
del general Evren y el partido de Turkes. Celebi, protector de Agca,
era el hombre de confianza de Turkes
[12]
. El
8 de agosto llega a Ansa un segundo comunicado del Frente Turkes,
en el que se pide que el papa diga el domingo las siguientes palabras:
“Ali Agca es un ser humano como Emanuela Orlandi, como tal (debe ser)
tratado”. Se aconseja la difusión por televisión del comunicado. Si
los padres quieren datos sobre Emanuela, pregunten
cosas que sólo ellos y Emanuela saben. El
10 de agosto, se produce la fuga de Licio Gelli, gran maestro de la
logia P2, de la cárcel suiza de Champ Dollon, donde está recluido
desde el 13 de septiembre. El
13 de agosto un tercer comunicado del Frente Turkes dice que “no publicar
el mensaje favorece a quienes quieren la eliminación de Emanuela”.
Dan este detalle: “cenó el 20 de junio en casa de familiares muy cercanos”.
Se manifiestan contra Kenan Evren, presidente de Turquía. El
28 de agosto, Juan Pablo II pide por Emanuela Orlandi y por Mirella
Gregori, chica italiana que también había sido secuestrada (el 7 de
mayo en Roma). Y añade: “como siempre, pido también por la persona
de mi agresor”. El papa no pronuncia las palabras dictadas por el
Frente Turkes, pero menciona a Agca. Ese
mismo día corre la noticia de una carta escrita a máquina de Emanuela
a sus padres. Se considera totalmente falsa.
El
1 de septiembre, llega a la redacción milanesa de Ansa una carta anónima,
enviada desde la ciudad suiza de Olten, seguramente por una persona
de lengua turca: “Los que han secuestrado a Emanuela Orlandi son de
la organización cultural turca que está en Suiza. El plan del secuestro
ha sido preparado por el presidente de la misma organización. También
el plan del atentado contra el papa ha sido realizado por ellos: Serdar
Celebi, Agca, Omer Bagci, el presidente de la organización turca en
Suiza Ilyas Kaya ...Yo cumplo con mi deber. Depende de vosotros creer
o no este mensaje. En mi opinión Emanuela puede estar también en Suiza.
Saludos. Dirección de la organización Lobos Grises en Olten: Turk
Kultur Ocgi, Tannwalt Str. 40, CH 4600- Olten. El autor del aviso
G.F.B.T.B”
[13]
. Domingo
4 de septiembre. En el furgón de un equipo de televisión que está
en Castelgandolfo para grabar las palabras del papa, se encuentran
dos folios manuscritos. Se denuncia la distorsión informativa del
Vaticano y se afirma que, tras los mensajes del Frente Turkes, está
la dirección de funcionarios vaticanos e italianos. Ese
mismo día, el americano llama a la redacción romana de Ansa. En un
contenedor de basura de la calle Porta Angelica, en una bolsa amarilla,
han dejado un mensaje: una cinta grabada, la fotocopia de una página
de música con escritos, teléfonos y direcciones de amigas de Emanuela
y cuatro misteriosas piedras pequeñas. El mensaje grabado desmiente los comunicados
del Frente Turkes. La operación Agca ha terminado “a todos los efectos”.
Las últimas palabras del americano a los redactores de Ansa son enigmáticas:
“Me han dicho que les diga que en las cercanías de la basílica de
Santa Francesca Romana el pontífice celebra el vía crucis”. El
mensaje es trágico. Se rastrea la zona de la basílica, por si estuviera
allí el cuerpo de Emanuela, pero no se encuentra nada. Ese
mismo día, llegan dos nuevas llamadas a la redacción de Ansa. En la
primera, se atribuye a la “razón de Estado” la responsabilidad del
vía crucis de Emanuela porque no se ha aceptado el plazo del 20 de
julio fijado para la liberación de Agca. En la segunda, se comunica
que, en la actual situación, los mensajes no serían enviados a la
opinión pública sino a eminentes personajes del Vaticano. Se dice
también: “el papa ha tenido una actitud negativa”, “la operación Agca
ha terminado”. El
8 de septiembre, la madre de Mirella, la chica italiana también desaparecida,
recibe una carta, en la que se pide una intervención pública del presidente
de la República Sandro Pertini. Cuatro días después, un desconocido,
con acento extranjero, llama por teléfono al bar de los Gregori, insistiendo
en lo mismo. El
22 de septiembre llega a la redacción milanesa de Ansa el cuarto comunicado
del Frente Turkes: “No todo está perdido”, dicen. Y aportan datos
referentes a Emanuela que “no deben por ninguna razón ser revelados
a la prensa”. La familia confirma que los datos son exactos. Se manifiestan
de nuevo contra el presidente turco, Kenan Evren.
Mafia ítaloamericana
El
24 de septiembre, una llamada a la agencia Ansa da a conocer un mensaje
dejado en la iglesia de la calle Regina Margherita. El mensaje lleva
una firma que aparece por primera vez: Phoenix. Es un aviso para P
y M, esto es, Pierluigi y Mario: “uno de ellos ha cometido el error
de jactarse de haber tomado parte en el traslado que ha sido muy simple
y rápido con la ayuda de una persona amiga. El segundo acto – farsa
turca – no se relaciona directamente con el primero. El traslado de
la menor Emanuela Orlandi ha sido efectuado por otros fines”, “en
la eventualidad de una fallida o irregular obediencia de cuanto se
ha pedido se cumplirá la sentencia”
[14]
. El
27 de septiembre llega una carta escrita a mano, que viene de Boston
y está dirigida a Richard Roth, corresponsal en Roma de la CBS, que
ha firmado todos los servicios transmitidos en Estados Unidos sobre
el caso Orlandi. En el mensaje se repiten las peticiones de liberación
de los detenidos Agca, Celebi y Bagci. El
mismo día, llega una carta con fecha 19 de septiembre, enviada desde
Phoenix (USA) a la redacción del telediario 2. En ella se dice que
han decidido poner fin a esa “jactanciosa farsa turca” que ha durado
mucho tiempo. Además dan un claro aviso de tipo mafioso: “Pierluigi,
es muy peligroso estar en ese restaurante con la espalda hacia la
puerta, porque hay muchas corrientes de aire; un viejo amigo nuestro
ha tenido un feo final delante de un plato de espaguetis. Queremos
generosamente recordar a Mario que en el pinar hay mucho espacio para
aumentar la vegetación. La persona amiga que ha traicionado puede
remediar las propias culpas, porque es mejor una confesión hoy que
la muerte mañana. A todos los elementos implicados les es útil recordar
que en cualquier parte son localizables. Orden N.Y.A.D.C.”.
Phoenix
es la ciudad donde suelen encontrarse los capos de las familias mafiosas.
El mensaje podría haber sido enviado por la mafia ítaloamericana. El
4 de octubre, una semana después de la carta enviada al periodista
Richard Roth, los peritos revelan que la carta es auténtica y ha sido
escrita por la misma mano que escribió el mensaje dejado el 4 de septiembre
en el furgón de TV en Castelgandolfo. El
8 de octubre llega el cuarto mensaje de Phoenix: “Es cosa nuestra
poner fin a la situación Orlandi. Recibidas ulteriores y detalladas
informaciones dirigimos nuestro personal aviso a los directos responsables
para que restablezcan inmediatamente las condiciones naturales de
libertad de la menor Emanuela Orlandi. En la eventualidad de una fallida
obediencia de cuanto se pide extirparemos de raíz esa pseudo-organización
que, además de ser culpable de otras situaciones, es causa de desagradables
inconvenientes. Las decisiones tomadas en el consejo de Phoenix son
irrevocables y nuestra paciencia ha llegado al límite”. El mensaje
se encuentra en el confesionario de la iglesia de la plaza de San
Silvestre, según informa un cronista de la redacción romana del Corriere
della Sera. El
mismo día, el presidente de la República Sandro Pertini recibe a la señora Gregori, madre de Mirella. Días después, recibe también
al abogado Egidio. El
20 de octubre el presidente Pertini concede a la Agencia Ansa una
entrevista, en la que manifiesta: “He mantenido siempre una línea
de extrema firmeza en la lucha contra el terrorismo, contraria a toda
negociación o concesión”, “hoy, sin alejarme de esta línea, ante la
angustiosa petición de las familias, y en particular de la señora
Gregori, madre de Mirella, dirijo mi invitación a los raptores a que
dejen inmediatamente a estas muchachas, y formulo el deseo de que
un rayo de piedad ilumine su ánimo”. El
22 de octubre, las familias Gregori y Orlandi, a través del abogado
Egidio, piden el silencio de la prensa en todo lo referente a la desaparición
de las muchachas. El
13 de noviembre, avisando a un diario romano, un nuevo mensaje de
Phoenix es dejado en el centro de Roma, en la cuesta de San Sebastianello.
Según el mensaje, Emanuela ha sido asesinada y los responsables han
cometido “una grave injusticia a una joven vida” y “una falta de respeto
y de obediencia”
[15]
. En
la vigilia de la Navidad, el papa visita a los padres de Emanuela.
Pocos días después, el 27 de diciembre, visita a Agca en la cárcel
romana de Rebibbia: “Lo que nos hemos dicho es un secreto entre él
y yo”, dice el papa.
Informe secreto
Un
informe secreto, con fecha de 14 de noviembre de 1983, que se conocerá
sólo doce años después, analiza los mensajes sobre la desaparición
de Emanuela recibidos entre el 5 de julio y el 24 de octubre. El informe
fue redactado en gran parte por Vincenzo Parisi, entonces director
en funciones del SISDE, servicio secreto civil italiano. Son,
en total, 34 mensajes. De ellos, 6 proceden seguramente de mitómanos,
4 son de difícil atribución, 8 comunicados (cuatro cada uno) son firmados
por dos supuestos grupos (Frente Turkes y Phoenix), los 16 restantes
“provienen con mucha probabilidad del grupo que ha realizado y gestionado
directamente el secuestro, o bien que ha conseguido ponerse en contacto
con los verdaderos responsables de la desaparición de Emanuela Orlandi”. Desde
el punto de vista temporal, el informe distingue cuatro periodos.
El primero (que podemos situar entre el 22 de junio y el 5 de julio)
se caracteriza por “la ausencia de cualquier tipo de reivindicación
de un presunto secuestro”. Dos personajes (Pierluigi y Mario) intentan
acreditar la hipótesis de una fuga de Emanuela. El
segundo periodo (del 5 al 22 de julio) se caracteriza por la presencia
de anónimos interlocutores que se declaran portavoces de una “organización”
que intenta obtener, mediante el secuestro de la chica, “la liberación
de Agca”. En
el tercer periodo (del 22 de julio al 4 de septiembre) se interrumpen
los contactos y, al final, “aparece el primer documento (manuscrito)
redactado por el presunto portavoz de la organización”. En
el último periodo (el cuarto), los mensajes llegan “en gran parte
mediante cartas enviadas desde Boston y nunca mediante cintas grabadas”.
El
análisis de las 16 comunicaciones, atribuidas a los presuntos secuestradores
de la Orlandi, permite pensar que “casi seguramente han sido producidas
por una misma mente”. El informe traza un retrato robot del director
del secuestro: “Extranjero, verosímilmente de cultura anglosajona;
nivel intelectual y cultural elevadísimo; conocedor de la lengua latina
y, sucesivamente, de la italiana; perteneciente (o inserto) en el
mundo eclesial; formalista, irónico, preciso y ordenado en el modo
de comportarse, frío, calculador, lleno de sí, seguro del propio rol
y de la propia fuerza, sexualmente amorfo; ha vivido largo tiempo
en Roma, conoce bien sobre todo las zonas de la ciudad que representan
algo para su actividad; bien informado sobre las reglas jurídicas
italianas y sobre la estructura logística del Vaticano”. El
informe considera “del todo
plausible” la hipótesis de que la dirección del secuestro de Emanuela
estuviera “dentro de la jerarquía y del ordenamiento eclesiástico”,
es decir, dentro del Vaticano
[16]
. Interpretaciones diversas
La desaparición de Emanuela es un caso complejo. Más aún, endiablado.
Se han dado interpretaciones
diversas. Veamos algunas:
·
El viejo político italiano Giulio Andreotti minimiza el
caso de Emanuela: “Es una de las muchas chicas desaparecidas en Italia
después de la guerra: único caso entre los habitantes del Vaticano.
Desgraciadamente en este tipo de acontecimientos el misterio es casi
siempre insuperable”
[17]
.
·
El juez Severino Santiapichi no cree que se trate de un
caso de trata de blancas: “Los carabineros me dijeron que a Emanuela
se la habían llevado a Arabia. Basta haber estado un par de veces
en aquel país para saber que las chicas no hay que raptarlas porque
las hay a millares, y además espléndidas, que van por dinero”
[18]
.
·
El juez Fernando Imposimato, defensor de la pista búlgara,
afirma que la desaparición de Emanuela está vinculada con el atentado
contra el papa: “El atentado al Papa fue inspirado por el KGB, preparado
por los servicios secretos búlgaros con la colaboración de aquellos
turcos y perpetrado por turcos de extrema derecha”, “en una primera
fase, Agca no sólo se había mostrado disponible a colaborar con los
investigadores italianos, sino que había contado lo de los búlgaros.
Después, desapareció Emanuela Orlandi y Agca asumió actitudes de loco,
comenzó a hablar del tercer secreto de Fátima porque había captado
el mensaje en código lanzado por sus cómplices”
[19]
.
·
Francesco Salerno, consultor legal de la Prefectura de Asuntos
Económicos de la Santa Sede, declaró ante los jueces Priore y Rando
que la desaparición de Emanuela podía constituir “un elemento de presión
en los ambientes estrechamente vinculados al Sumo Pontífice”. Salerno
tuvo ocasión de manifestar su convicción a monseñor Re, entonces asesor
de la Secretaría de Estado. Pero a monseñor Re la cosa le pareció
“irrelevante”. Dijo que “no le parecía necesario una verificación
en esa dirección”
[20]
.
·
El juez Ilario Martella, que recibió una serie de amenazas
contra su hijo y su nuera mientras investigaba el atentado contra
el papa, afirma en una entrevista que existe una relación entre aquel
atentado y el secuestro de Emanuela: “Tras la desaparición de Emanuela
hay un hecho tan grave que probablemente sólo el tribunal de la historia
estará en condición de juzgar”. Y, dirigiéndose a su interlocutor,
añade: “Si le dijera las cosas que he descubierto se le pondría la
piel de gallina, como se me puso a mi. Hay elementos en las actas
de la instrucción (judicial) que deben quedar reservados, porque son
cosas que hacen pensar”. Habla también de “una pista muy misteriosa
que lleva muy alto”
[21]
.
·
El juez instructor Adele Rando expresará “el fundado convencimiento”
de que el móvil político-terrorista (pista búlgara) había sido en
realidad “una hábil operación de disimulación del efectivo móvil del
secuestro Orlandi”, un “móvil probablemente destinado a permanecer
desconocido”
[22]
.
·
El profesor Francesco Bruno, colaborador del Sisde y consultor
del ministerio del Interior italiano, la desaparición de Emanuela
sirvió para lanzar un nuevo aviso al papa. Lo mismo sucedió, cuando
el atentado: “Enseguida se vio claro que el atentado debía servir
de advertencia y que venía del Occidente, no del Este”. Pero Wojtyla
no se dio por enterado. Entonces “los mismos que habían armado la
mano de Agca inteligentemente proyectan la única acción capaz de condicionarlo:
raptar a Emanuela Orlandi”, “en el caso Orlandi, el chantaje es aún
más fuerte, afecta a la vida de una jovencita, la hija de un hombre
vecino del Papa”. Según el profesor, Emanuela está muerta: “Ha sido
asesinada inmediatamente después del secuestro, y muy probablemente
han sido eliminados también los ejecutores”
[23]
, “sólo con la
supresión inmediata de Emanuela tras el secuestro se explica por qué
los raptores no han dado nunca alguna prueba de que estuviera viva”,
“se puede imaginar que hayan intervenido elementos de la banda de
la Magliana, cuyos componentes terminan después asesinados. Como Enrico
de Pedis, que – mira por donde –está sepultado en una iglesia. En
la iglesia adyacente a la escuela de música de Emanuela”
[24]
.
El crimen organizado
Al
final de los años sesenta, Marsella es la encrucijada del tráfico
de droga entre la mafia siciliana y la americana. Pero a comienzos
de los setenta la policía francesa desmantela los laboratorios de
refinación ubicados en torno a la ciudad portuaria, y la mafia marsellesa
se traslada a Italia y, especialmente, a Roma. En
1972 también se refugia en la capital romana Giuseppe (Pippo) Calò,
jefe mafioso siciliano. Buscado en su tierra, en Roma llegará a ser
intocable, representante de la nueva mafia empresarial, en cuyo ámbito
las bandas sicilianas se encuentran con una acumulación extraordinaria
de capital, debido al tráfico internacional de sustancias estupefacientes.
La mafia se constituye en empresa, con una presencia agresiva y penetrante
en aquellos sectores donde mayor y más rápido es el nivel de beneficios:
la construcción tradicional y la del sector turístico. El jefe mafioso
utilizará dos falsos nombres (Mario Aglialoro y Mario Salamandra),
lo que dificultará su identificación En
torno a Pippo Calò se estrecha un círculo de delincuentes romanos,
como Domenico Balducci, cazador de financiación. Balducci contacta
con el empresario sardo Flavio Carboni, que ostenta como convincentes
credenciales sus buenas relaciones con altos prelados vaticanos y
con dirigentes democristianos
[25]
. Sin embargo,
al propio tiempo, Carboni pertenece a la banda de la Magliana: es
“el ecónomo de la banda”
[26]
. Asentados
en Roma, los marselleses negocian con el círculo de Pippo Calò. Este
dirige una compleja organización que está tejiendo “estrechos vínculos
con la derecha subversiva, ambientes de los servicios secretos y de
la masonería”
[27]
. A
mitad de los años setenta, disminuye la hegemonía de los marselleses
y crece la de los capos romanos: “Hasta entonces los romanos, dedicados
a delitos como robos, atracos y extorsiones, habían dejado a elementos
extranjeros, como los marselleses, llevar los negocios más lucrosos,
desde el tráfico de estupefacientes a los secuestros de personas.
Una vez que toman conciencia de la fuerza que deriva del vínculo asociativo, los romanos
se apropian del comercio criminal, abandonando definitivamente el
papel marginal que habían tenido”
[28]
. Entre
las organizaciones criminales de Roma destacan tres, conocidas por
el barrio en el que operan: la de Trastevere-Testaccio, de la que
forman parte Enrico De Pedis y Danilo Abbrucciati; la de Acilia-Ostia,
que tiene fuertes lazos con la nueva camorra organizada por Raffaele
Cutolo; y la banda de la Magliana, que presenta una
particularidad importante: “tiene contactos con los servicios
secretos, con los que colabora en operaciones inconfesables”. Los
miembros de la banda de la Magliana aparecen en las investigaciones
relativas a la P2, a la mafia, a la camorra, a los servicios secretos,
al terrorismo negro y en aquellas que tratan de oscuros episodios
de la historia italiana, como el secuestro de Aldo Moro, el asesinato
del periodista Mino Pecorelli, y otros
[29]
. Casi
todos los miembros de la banda mueren asesinados. Enrico De Pedis
lo es el 2 de febrero de 1990. Le entierran en Roma, en el cementerio
del Verano. Pero sólo un mes después, le es reconocido un privilegio
que el derecho canónico reserva a papas, cardenales y obispos. Y su
cadáver es trasladado a la cripta de la basílica de San Apollinare,
junto a la plaza Navona. La iglesia forma parte de un complejo de
cuatro plantas, en el que da sus cursos de formación (filosofía, teología,
derecho canónico, ciencias de la información) el Pontificio Ateneo
de la Santa Cruz, del Opus Dei: “Fue el cardenal vicario del papa,
Ugo Poletti, el 10 de marzo de 1990, quien concedió el nihil obstat
para la sepultura de Enrico De Pedis solicitado por monseñor Piero
Vergari, entonces rector de la basílica”
[30]
. Poder oculto
Ercole
Orlandi manifestará desolación e impotencia: “Somos víctimas de una
oscura razón de Estado”, “nuestra hija ha sido raptada por una organización
tan eficaz, tan potente, que no tenía miedo de los investigadores
italianos”. “Es una madeja complicadísima. En una de sus llamadas,
el americano nos dijo: Es inútil que registréis o intentéis interceptar
esta comunicación, puedo hacer aparecer la llamada en quince sitios
distintos”. En una ocasión, los investigadores llegaron a descifrar
las primeras cuatro cifras del aparato de donde parecía hacerse la
llamada y, fuera por lo que fuera, correspondían a las del número
telefónico de la embajada de EE UU
[31]
. El
profesor Francesco Bruno comenta al respecto: “Quien llevó toda la
operación de Emanuela Orlandi era un aparato dotado de tecnologías
y de sagacidad táctica no común. Profesionales de altísimo nivel.
Maestros en el arte de la simulación y de la intoxicación de las informaciones”,
“quien lo ha hecho ha demostrado un conocimiento específico de los
mecanismos internos del Vaticano, de los aspectos psicológicos de
la cuestión y de los lugares e iglesias de Roma donde hacer encontrar
los mensajes. Pero estoy también convencido de que en el Vaticano
ha habido una quinta columna”
[32]
. Sólo
una organización con mucho poder es capaz de crear la confusión judicial, desviar la investigación e intoxicar la información.
Sin embargo, el crimen perfecto no existe. Mucho menos, si se cometen
varios en el mismo lugar: ¿tendrán todos ellos algo en común? La desaparición
de Emanuela ¿tendrá algo en común con los demás enigmas vaticanos que
marcan el pontificado de Juan Pablo II? Un punto
en común parece ser el escándalo IOR-Ambrosiano, sus negocios comunes
y su ruptura posterior, tras la detención de Calvi en mayo de 1981.
Como Sindona, Calvi fue banquero del papa, de la P2 y de la mafia,
una mezcla extraña y explosiva. Pero se explica: “En el mundo de la
banca internacional quienes parecen enemigos a la luz del día, a menudo
aparecen como aliados al amparo de la noche”, “el ala derecha de la
Democracia Cristiana... ha sido la protectora de los intereses del
Vaticano en Italia. Sin embargo, desde 1947, los democristianos han
sido también socios de la mafia. Ello no significa que el Vaticano
o los democristianos no condenen las acciones de la mafia”. Significa
que tienen intereses comunes
[33]
. Dentro
de ese marco, no se puede dejar de considerar (entre otros) un asunto
grave, inconfesable, investigado por el juez de Trento Carlo Palermo.
Como
ya se ha indicado
[34]
, el 24 de noviembre de
1982, el juez Palermo anunció órdenes de detención contra doscientas
personas de diversas nacionalidades, que trabajaban para el círculo
de traficantes de armas y drogas más importante descubierto en nuestra
época: “Miles de millones de dólares, bancos poderosos, hombres de
reputación inatacable, masones, militares de alta graduación, financieros
vaticanos, terroristas, asesinos, servicios de inteligencia del Este
y del Oeste”
[35]
. Los principales imputados
“serán después implicados en los asuntos Calvi-Ambrosiano y en el
atentado contra el papa Wojtyla”
[36]
. Dice
el juez Palermo: “Hace ocho años en mi investigación sobre armas y
droga habían emergido los mismos nombres de hoy, en coordinación con
una misteriosa sociedad, Tgs. Me dijo la (Guardia de) Finanza: Tgs significa Theodore G. Schackley, ex jefe de la CIA
en Roma y director de todas las acciones encubiertas de la CIA en
los años 70. Siguiendo esa pista, aparecieron los nombres de otros
bancos y también las huellas de la P2”
[37]
. En el
curso de su investigación, en abril de 1985, el juez Palermo sufrió
un atentado en Trapani (Sicilia), donde su colega Giacomo Ciaccio
Montalto había sido asesinado en los primeros meses de 1983. Como
ya se ha denunciado, es “una de las más amargas verdades” del actual
orden (en realidad, desorden) internacional. En el mercado clandestino
de armas y drogas, el uso de personal especializado en el ejercicio
de la violencia se hace necesario por diversos motivos: proteger inversiones
y mercancías no tuteladas por las leyes y las instituciones oficiales,
disuadir a competidores agresivos, exigir créditos, eliminar testigos
y opositores, obtener el respeto de los contratos
[38]
. En
el atentado contra el papa no se puede olvidar el cambio de actitud
asumido por el Vaticano en relación al asunto Calvi-Ambrosiano . Flavio
Carboni declaró ante el juez Rosario Priore: “Hasta el momento de
la detención de Calvi, el Vaticano, plenamente consciente de la estrategia
del Banco Ambrosiano, había apoyado la actuación del banquero, que
le había aportado considerables beneficios. En la obstrucción de tal
estrategia, Calvi situaba las causas del atentado contra el papa”
[39]
. Detenido
en la cárcel de Lodi, Calvi dijo a su mujer y a su hija que había
que presionar al IOR, el banco del Vaticano. Se lo puso en un papel:
“Este proceso se llama IOR”
[40]
. Anna Calvi oyó
decir a su padre (levantando la voz), durante un fin de semana de
mayo de 1982, que “los curas tenían que hacer honor a sus compromisos,
porque de lo contrario él revelaría todo lo que sabía”
[41]
. Con
la desaparición de Emanuela ¿estamos ante un nuevo elemento de presión
sobre el papa? En
Ginebra, el 25 de mayo de 1984, el complicado asunto del IOR-Banco
Ambrosiano llega a una conclusión financiera. El IOR se compromete
a entregar como “contribución voluntaria” a los liquidadores del Banco
Ambrosiano la cantidad de más de 240 millones de dólares. Aún
habrá nuevos mensajes del Frente Turkes (21 de agosto y 22 de noviembre
de 1984). Se pone como condición para la liberación de Emanuela la
extradición de Agca a un país como Costa Rica o Panamá. Como prueba
de que tienen a la joven, aportan detalles particulares, que son sustancialmente
confirmados por sus padres
[42]
. Como
ya se indicado, el Tribunal de Primera Instancia de Roma, presidido
por el magistrado Severino Santiapichi, en noviembre de 1986 dicta
sentencia absolutoria a favor de los búlgaros “por insuficiencia de
pruebas”
[43]
. El
proceso de Agca, asistido por la abogado Marina Magistrelli, se cerrará
el 13 de junio de 2000 con el indulto firmado por el presidente Carlo
Azeglio Ciampi. Pero Emanuela no ha aparecido. El antiguo
juez instructor Germain Sengelin revela otra amarga verdad, que conviene
recordar: “Los agentes con poder de decisión política no tienen ningún
interés en combatir el crimen organizado cuando se puede recurrir
a la razón de Estado”
[44]
.
Complicidad dentro
del Vaticano
El
13 de noviembre de 1986 el juez instructor Ilario Martella pidió colaboración
a las autoridades vaticanas “porque aparece de absoluta utilidad y
necesidad, de cara a la justicia, conocer si efectivamente han llegado
al Estado de la Ciudad del Vaticano... mensajes telefónicos o escritos
referidos a la desaparición de las dos muchachas”. La
Secretaría de Estado respondió que “ninguna investigación judicial
se había hecho por la Magistratura vaticana, tratándose de hechos
sucedidos fuera del territorio del Estado”: “Las noticias referidas
al caso, ocasionalmente llegadas a los despachos de la Santa Sede,
fueron transmitidas en su momento al fiscal doctor Sica”. Pero de
esas noticias no se encontrará ni rastro. Asimismo,
el 2 de marzo de 1994, el juez instructor Adele Rando pedirá al Vaticano
documentos pertinentes a la desaparición de Emanuela, así como poder
escuchar a los altos prelados que se han ocupado del asunto: Casaroli,
Sodano, Re, Martinez Somalo, Monduzzi. Las autoridades vaticanas
rechazan la petición. Aducen el pretexto de que no se habían formulado
preguntas concretas. Además, “la posibilidad de la presencia de la
Autoridad judicial italiana no está contemplada en los acuerdos concordatarios”
[45]
. En
el curso de la investigación, el juez Rosario Priore interrogó a Ercole
Orlandi, por un episodio relacionado con su función de empleado de
la Casa pontificia, que se produjo tres días antes del atentado contra
el papa. Domingo
10 de mayo de 1981. El papa visita por la tarde la parroquia romana
de Santo Tomás de Aquino. En dos de las fotos sacadas por el fotógrafo
vaticano Arturo Mari, entre el público, en el sector reservado a los
invitados, se distinguía a Ali Agca. Del hecho se dieron cuenta algunos
parroquianos después del atentado. Dos de ellos declaran ante el juez
Priore: “Mirando
con atención las fotos, noté la semejanza de una persona captada en
el lugar de la ceremonia con la foto del agresor del papa, mostrada
en los telediarios. Tal semejanza no fue notada sólo por mi, también
por mi mujer y por mi cuñada”, “la misma tarde, o el día después,
se presentó en mi casa un policía que dijo ser de la Digos (policía
antiterrorista) y nos pidió en depósito la foto en la que aparecía
la persona semejante al agresor”, “me dijo que no hablara con nadie
del hecho”, dice Daniele Petrocelli. Su señora precisa: “Las fotos
en las que se veía al agresor eran dos”, “después de algún mes me
fue devuelta por la Digos sólo una foto”, “en aquella ocasión me dijeron
que la persona semejante al agresor había sido identificada por un
hombre de la Vigilancia de la Santa Sede”. Francesco
Salerno, consultor legal de la Prefectura de Asuntos económicos, declaró al juez Priore acerca de las fotos:
“Recuerdo que Mari (el fotógrafo pontificio) me habló de fotografías
en las que aparecía el agresor del Pontífice, fotografías tomadas
en ocasiones precedentes al atentado”, “él me dijo que había fotografías
previas al atentado con la imagen de Agca”
[46]
. El
párroco de la iglesia, don Tondini, declaró que los invitados por
parte de la Prefectura de la Casa pontificia habían sido cerca de
veinte, algunos de ellos extranjeros, y que el prefecto de la Casa
pontificia, Dino Monduzzi, no había dado a la parroquia la lista nominal
de los invitados. Por
su parte, Ercole Orlandi declara ante el juez Priore: “Por lo que
se refiere a la entrega de invitaciones a las ceremonias y a las audiencias,
debo decir que tengo una buena memoria, y por tanto me habría acordado
del nombre Agca si le hubiera entregado una invitación de tal género”,
“a no ser que la petición hubiera sido hecha por otros o bajo falso
nombre”, “he enviado en diversas ocasiones invitaciones a la (pensión)
Isa de la calle Cicerone, como se envían a otros albergues o pensiones
de Roma”. El
22 de julio de 1993, el periódico romano Il tempo publica una
larga declaración de Vittoria Arzenton Gregori, la madre de Mirella.
La señora relata lo que unos días antes, el 1 de julio, había declarado
al magistrado, un episodio que se remonta al 15 de diciembre de 1985
y que afecta a un funcionario de la Vigilancia vaticana: “En
diciembre de 1985 el Papa visitó la parroquia de San Giuseppe, en
vía Nomentana, donde me casé y donde han sido bautizadas y confirmadas
mis hijas. El párroco en aquella ocasión quiso que mi marido y yo
nos encontrásemos con el Pontífice y dispuso todo para ser recibidos
por él. Nos dijo que no pasáramos por la iglesia, sino que atravesáramos
la sacristía, subiéramos hacia arriba, pasáramos una antecámara y
entráramos en la estancia donde el Papa nos esperaba. Así lo hicimos.
Pero, al hacer este trayecto, tropezamos con un señor que yo conocía
bien, aunque sólo de vista. Era un tipo de 35-40 años, moreno, de
aspecto agradable, que estaba todas las tardes sentado en el bar junto
a la puerta de nuestra casa”. “Entre
nosotros y el bar había un negocio de alimentación. Este local era
llevado por los padres de la mejor amiga de Mirella, Sonia De Vito.
Mirella y Sonia bromeaban mucho con ese señor, que pienso habitase
cerca. Yo, saliendo de casa, le sorprendía muchas veces cambiando
cuatro palabras, y por esto también él me conocía bien, y sabía que
yo era la madre de Mirella porque me veía con mi hija. Más aún, notando
que estaba allí todas las tardes, yo me preguntaba qué tipo de trabajo
pudiera tener”. “Entonces,
encontrándonos casualmente en la parroquia de San Giuseppe, yo le
hice una señal de saludo, pero él palideció y giró la cabeza a un
lado como para no hacerse reconocer. Al mismo tiempo no pude contener
un movimiento de sorpresa y de rabia. Ese comportamiento no me gustó.
Capté que el hombre quería evitarme, desaparecer”, “tras la audiencia
papal, aquel hombre había desaparecido, no lo volví a ver. No se volvió
a sentar allí fuera en el bar”, “esto me ha hecho reflexionar. He
deducido que el único lazo que podía haber entre el Vaticano y mi
hija era aquel hombre, aquel hombre que hablaba con Sonia De Vito,
la amiga del alma de mi hija que no ha querido nunca decir toda la
verdad sobre la última conversación tenida con ella. Sí, aquel hombre
era un gran amigo de Sonia”. Tras
aquel fortuito encuentro, la señora Gregori indagó la identidad del
personaje y averiguó que se trataba de Raúl Bonarelli, superintendente
mayor de la Vigilancia vaticana. Parroquiano de San Giuseppe, habitaba
con su familia en el barrio, en la calle Alessandria. El
13 de octubre de 1993, la juez instructora Adele Rando interrogó a
Bonarelli. Este confirmó haber acompañado al papa en la visita a la
parroquia de San Giuseppe, pero negó lo afirmado por la señora Gregori
y excluyó haberse entretenido con Mirella y con Sonia. Entonces el
juez instructor le puso en confrontación con la madre de Mirella.
Sorprendentemente, la señora Gregori no reconoció en el hombre que
tenía delante al individuo que se sentaba en el bar. Sin embargo,
el careo llegaba con ocho años de retraso, la fisonomía podía haber
cambiado y los recuerdos podían haberse debilitado. Además, la señora
estaba ya gravemente enferma. De hecho, murió poco después
[47]
. Un
dato importante. La juez instructora Adele Rando dispone que, antes
de ser interrogado, sea interceptado el teléfono de casa de Bonarelli.
En una de las llamadas grabadas, el superintendente de la policía
vaticana pregunta a su jefe (probablemente, el comandante de la Vigilancia
vaticana, Camilo Cibin) qué debía decir a los magistrados sobre el
caso Orlandi: “Nada, responde el jefe, nosotros no sabemos nada, sabemos
lo que dicen los periódicos, lo que se ha publicado fuera. El caso
ha quedado fuera de (nuestra) competencia... pertenece al orden italiano”.
Insiste Bonarelli: “Ah, ¿eso debo decir?”. Responde el jefe: “Eh...
¿qué sabemos nosotros? Si tú dices: Yo no he indagado ... El Servicio
ha indagado dentro... esta es una cosa que ha ido después... no decir
que ha ido a la Secretaría de Estado”. De
la llamada interceptada se deducen dos cosas: 1) sobre el caso de
Emanuela se hizo en el Vaticano una investigación reservada cuyos
resultados fueron entregados a la Secretaría de Estado; 2) la Vigilancia
vaticana estaba empeñada en boicotear con silencios, omisiones y mentiras
la investigación de la magistratura italiana. Con
fecha de 19 de diciembre de 1997, la juez Adele Rando concluye en
el proceso de instrucción sobre la desaparición de Emanuela que Bonarelli
es sospechoso del delito de secuestro de persona, incluso de dos personas.
La investigación de la magistratura italiana al respecto está, al
menos formalmente, aún abierta
[48]
. La
sospecha de una pista vaticana la tiene también el padre de Emanuela:
“Creo que los raptores tenían un espía que les informaba sobre los
ciudadanos del Vaticano”, “quizá podía ser uno que nosotros conocíamos
o veíamos todos los días”, “no es fácil moverse en el Vaticano pidiendo
información, si no se es conocido”
[49]
. El
7 de octubre de 1997, Pietro Orlandi, hermano de Emanuela, declaró
en una entrevista al Corriere della Sera: “Ellos han estado
siempre cercanos con la plegaria, pero no basta”. En realidad, “el
Vaticano no ha ayudado a una ciudadana suya”
[50]
. En
efecto, no basta con rezar. El jefe del Estado vaticano tiene que
hacer justicia a una ciudadana suya y no puede entorpecer la investigación
del secuestro. En el fondo ¿qué es lo que oculta? En los diversos
enigmas que marcan su pontificado se constata
la misma actitud, el intento de cerrar toda investigación sobre
el delito y de poner una losa sobre la búsqueda de la verdad: la extraña
muerte de Juan Pablo I, que había decidido hacer frente (con valentía,
delante de todos) a la masonería y a la mafia; el escándalo IOR-Ambrosiano;
el atentado que sufrió el propio Juan Pablo II; el asesinato de Calvi;
la desaparición de Emanuela; el triple crimen de la Guardia Suiza;
el tráfico internacional de armas y de drogas cuyos principales imputados,
según el juez Palermo, están implicados en los asuntos Calvi-Ambrosiano
y en el atentado contra el papa Wojtyla
[51]
.
[1]
NICOTRI, P., Mistero vaticano. La scomparsa di Emanuela Orlandi,
Kaos Edizioni, Milano, 2002, 13-27.
[2]
NICOTRI, 31-37; ver FORTICHIARI, A., E’viva. La scomparsa di
Emanuela Orlandi. Un’inchiesta, Marco Tropea Editore, Milano
2003, 7-22.
[3]
NICOTRI, 39-50; FORTICHIARI, 27-33.
[4]
FORTICHIARI, 33.
[5]
NICOTRI, 53; FORTICHIARI, 34.
[6]
Sentenza istruttoria del giudice istruttore del Tribunale di
Roma Adele Rando, 19 dicembre 1997, p. 84;
NICOTRI, 54.
[7]
NICOTRI, 56-64; FORTICHIARI, 34-38.
[8]
NICOTRI, 67; FORTICHIARI, 46.
[9]
NICOTRI, 69; ver FORTICHIARI, 53-54..
[10]
Ver PIAZZESI-BONSANTI, 187; A
cura di ALMERIGHI, M., I banchieri di Dio. Il caso Calvi, Ed.
Riuniti, Roma, 2002, 139-140.
[11]
NICOTRI, 71-74.
[12]
PALERMO, 89-99.
[13]
NICOTRI, 73-86; FORTICHIARI, 70-81.
[14]
NICOTRI, 86-94.
[15]
NICOTRI, 94-99; FORTICHIARI, 70-94.
[16]
Ver Il Messaggero, 7-5-1995; FORTICHIARI, 101-105;
NICOTRI, 100 y 178-181.
[17]
Ver Corriere della Sera, 6-5-1998; FORTICHIARI, 255.
[18]
FORTICHIARI, 69.
[19]
Ver el semanario del Corriere della Sera, Sette, 22-5-1997;
FORTICHIARI, 238-239.
[20]
NICOTRI, 194.
[21]
Ver Il Messaggero, 20-6-1993; FORTICHIARI, 182; NICOTRI,
53.
[22]
Sentenza istruttoria del giudice istruttore Adele Rando,
p. 90. NICOTRI, 117.
[23]
Ver entrevista en Il Messaggero, 23-3-1995; NICOTRI, 190-191.
[24]
FORTICHIARI, 190-193 y 270-271.
[25]
Sentenza-ordinanza del giudice istruttore di Roma Otello Lupacchini,
13 agosto 1994; GIANNI FLAMINI, La banda della Magliana,
Kaos Edizioni, Milano, 2002, 11-12.
[26]
Declaración de Antonio Mancini, capo de la banda de la Magliana,
al fiscal de Roma (21-4-1994). Ver ALMERIGHI, 87.
[27]
Sentenza-ordinanza del giudice istruttore di Roma Gianfranco
Viglietta, 25 giugno 1986; FLAMINI, 12-13.
[28]
Sentenza-ordinanza del giudice istruttore di Roma Lupacchini,
cit.; FLAMINI, 18.
[29]
Sentenza-ordinanza del giudice istruttore di Bologna Leonardo Gras,
3
agosto 1994; FLAMINI, 21-22; FORTICHIARI, 193-194.
[30]
FORTICHIARI, 194-195.
[31]
Ver L’ Indipendente, 10 y 11-4-1994; FORTICHIARI, 202.
[32]
Ib., 193.
[33]
Capítulo 4, Banquero del papa, de la P2 y de la mafia.
[34]
Capítulo 8, Pista atlántica.
[35]
STERLING, 121-122.
[36]
Ver artículo de Carlo Palermo en el semanario Avvenimenti, 2-10-1991;
DE ANGELI, Le guide di Mafia connection, I, 173.
[37]
ROTH, 25; DE ANGELI, Le guide di Mafia connection, 111, 663-664.
[38]
DE ANGELI, Le guide di Mafia connection, 111, 691-693; ver
PINO ARLACCHI, Armi e droga. L’ atto d’accusa del giudice Carlo
Palermo, Editori Riuniti, Roma.
[39]
NICOTRI, 141.
[40]
Capítulo 4, Calvi en la cárcel.
[41]
Capítulo 4, La quiebra del Banco Ambrosiano.
[42]
NICOTRI, 109-110.
[43]
Ver capítulo 8, Insuficiencia de pruebas.
[44]
ROTH, 35; ver Capítulo 4, Secreto
de Estado.
[45]
NICOTRI, 161-161.
[46]
NICOTRI, 127-135; FORTICHIARI, 222-225.
[47]
NICOTRI, 166 y 174-177
[48]
NICOTRI, 166-168; FORTICHIARI,
247-248.
[49]
Entrevista a Ercole Orlandi en 30 Giorni, mayo 1992. NICOTRI,
181.
[50]
NICOTRI, 192.
[51]
Capítulo 8, Pista atlántica. |