11.
UN ENIGMA MAS
Ciertamente,
no pensaba estar allí. Por diversos motivos, mi proyectado viaje a
Roma, que en principio iba a ser en octubre del 97, se había ido aplazando.
El caso es que en junio del 98
me encontraba allí, un mes después de la masacre, hablando con
uno de los primeros testigos. Sin pretenderlo, se me ponía delante
un enigma más del pontificado de Wojtyla
.
Masacre en el Vaticano
El
4 de mayo del 98, poco después de las nueve de la noche, en el apartamento
del nuevo comandante de la Guardia suiza, aparecen tres muertos encharcados
en sangre: el comandante Alois Estermann
, su
mujer Gladys Meza
y el vicecabo Cédric Tornay
. El
macabro hallazgo lo hace una religiosa que vive en el piso inferior.
Su identidad no se da a conocer. Joaquín
Navarro Valls
(portavoz vaticano), Giovanni Battista Re
(sustituto de la Secretaría de Estado) y Pedro
López Quintana
(asesor para asuntos generales) aparecen en
el lugar del suceso. Por el apartamento van y vienen prelados, funcionarios
y guardias. Llegan también tres dirigentes del Cuerpo de Vigilancia
(la policía del Estado vaticano): el inspector Camilo Cibin
, el
primer superintendente Raúl Bonarelli
, y
otro. La
confusión es enorme: “Alguien ya se ha encargado de hacer desaparecer
cuatro vasitos posados sobre una mesita, y alguien más ha trajinado
en torno a los cadáveres. Llega un funcionario del Governatorato
[1]
con
una Polaroid y fotografía la escena, pero esas fotos desaparecerán
y serán sustituidas por otras sacadas más tarde por un fotógrafo de
L’Osservatore Romano (estas últimas serán
las oficiales, en las actas de la
investigación vaticana)”
[2]
. La
policía italiana ni siquiera es informada del suceso: “Del Vaticano
no ha llegado al gobierno italiano ninguna petición de colaboración”,
dice el 6 de mayo el ministro del Interior Giorgio Napolitano
[3]
.Un
policía italiano manifiesta: “¿Por qué no hemos intervenido? Allí
dentro se ha armado un lío tremendo, han sucedido cosas extrañas,
digamos particulares... Los colegas del Inspectorado vaticano (destacamento
de la policía italiana en el Vaticano) se han enterado inmediatamente
del triple homicidio, pero una vez llegados al lugar del suceso han
sido invitados a quitarse de en medio. Es la primera vez que nos tratan
así. Mucha prisa, demasiado nerviosismo, un vaivén de gente extraña
jamás vista antes. Ni siquiera nos han dado las gracias. La cosa apesta”
[4]
.
Versión demasiado perfecta
Poco
después de la medianoche, el portavoz vaticano informa en su comunicado:
“
Los cadáveres han
sido encontrados poco después de las 21 horas por una inquilina del
apartamento contiguo, alertada por fuertes ruidos. Un primer reconocimiento
superficial permite afirmar que los tres han muerto
por disparos de arma de fuego. Bajo el cuerpo del vicecabo
se ha encontrado el arma reglamentaria del mismo. Las investigaciones
están dirigidas por el juez único de la Ciudad del Vaticano, abogado
Gianluigi Marrone, el cual ha dispuesto la inmediata práctica de la
autopsia, que será llevada a cabo mañana por la mañana, en el Estado
de la Ciudad del Vaticano, por los profesores Piero Fucci
y Giovanni Arcudi
, asesores
médico-forenses de la dirección de los Servicios Sanitarios del Vaticano.
Los datos hasta ahora existentes permiten suponer un arrebato de locura
del vicecabo Tornay”. Según
el portavoz, el vicecabo Tornay
, hacia
las 21 horas, se habría presentado en el apartamento del nuevo comandante
de la Guardia suiza y “en un momento de locura” habría matado con
la pistola de ordenanza al matrimonio Estermann
, después
se habría suicidado: “el Vaticano tiene la certeza moral de que los
hechos se han desarrollado así”. Por
tanto, antes de que se hiciera la autopsia, antes de que se completara
la necesaria investigación sobre el lugar del suceso, antes de que
se realizaran las necesarias pruebas periciales, antes de recoger
los pertinentes testimonios, el portavoz vaticano difunde una “verdad”,
basada en una “certeza moral”, que condena al vicecabo ya desde el
comienzo.
El capellán del Cuerpo
Alois Jehle, que ha asumido la función de comandante, reúne a las
siete a toda la Guardia Suiza en el patio de armas y repite la versión
oficial de los hechos.
Finalmente les ordena
prestar un especial juramento: no deberán contar nada que pueda poner
en dificultad al Cuerpo ni a la autoridad judicial vaticana
[5]
. Poco
después, en conferencia de prensa, el portavoz vaticano descarta cualquier
trama sentimental: “Ha sido un gesto de locura, un imprevisto arrebato
del vicecabo Tornay
”. El
portavoz dice que los tres cuerpos “estaban vestidos”, pero no precisa
cómo; habla de choques por razones disciplinares del joven suboficial
con el coronel Estermann
, presenta
a Tornay como un soldado rebelde dedicado a “sistemáticas infracciones
disciplinares”, hasta el punto de que “el 12 de febrero pasado el
coronel le mandó una carta de amonestación, corrigiéndole de modo
cortés pero firme: Tornay una noche no había vuelto al cuartel”. El
portavoz habla también de una medalla que Estermann le habría negado
a Tornay
y de una “carta de despedida” que hacia las
19’30 (hora y media antes del delito) Tornay habría entregado a un
compañero. La carta ha sido entregada al juez Marrone, el cual a su
vez la entregará a los padres del joven. Así
pues, la versión oficial no ha esperado a los informes de la autopsia:
“Los datos de la autopsia no cambiarán esta explicación, que es mucho
más que una hipótesis”, dijo el portavoz
[6]
. Corrado
Augias
, en
el diario italiano La Repubblica,
comenta que la versión del portavoz vaticano es “demasiado perfecta”:
“Demasiado esmeradas sus respuestas, demasiado rápidas, demasiado
completas, demasiado unívoco el cuadro que dejan emerger. Cédric mata
a los esposos Estermann
y luego, víctima de su propio impulso, vuelve
el arma contra sí mismo. Al caer esconde con el cuerpo la pistola;
basta girar el cadáver para tener la prueba inatacable de que los
hechos se han desarrollado exactamente de ese modo: un doble homicidio
seguido de suicidio. Puede incluso que ésta sea la verdad, pero de
momento queda la sospecha de que se trate de una reconstrucción demasiado
perfecta. En tantos suicidios el arma es encontrada incluso a varios
metros de distancia del cadáver porque los movimientos descompuestos
de un hombre que acaba de matar y que se va a matar dan lugar a reacciones
incontroladas, bien conocidas por los investigadores; tanto más si
ese hombre es presa de un arrebato de locura”
[7]
. “Hay
otro elemento que no encaja”, dice Francesco Grignetti
en el diario italiano La Stampa: “¿Por qué el cabo asesino habría matado también a la mujer
del coronel? Uno que tiene la intención de matarse no se preocupa
de los testigos”
[8]
. Además,
todo se desarrolla en pocos segundos, se comenta también: “Quiere
decir que ha disparado una persona (¿o más?) muy experta en matar.
Es difícil, condenadamente difícil, matar y matarse con tan fulmínea
precisión, sin que ninguno quede herido agonizando sobre el pavimento,
arrastrándose hacia un teléfono, pero qué: los tres fríos y secos
al instante, como en una fotografía”
[9]
. El
6 de mayo el antiguo
comandante de la Guardia Suiza, coronel Roland Buchs
, llamado
urgentemente por el Vaticano, asume interinamente (hasta el 30 de
julio) el mando del Cuerpo. Por orden
suya, esa misma mañana “los tres féretros fueron colocados uno junto
a otro” en la pequeña iglesia de San Martín y San Sebastián, lo que
parece “un desafío a la Secretaría de Estado”. El
8 de mayo, el coronel Buchs firma un comunicado (en tres lenguas)
en el que expresa implícitas reservas sobre la versión oficial: “El
hecho que ha provocado este gran horror sigue siendo misterioso. Sólo
Dios conoce la respuesta a nuestras preguntas”. El portavoz vaticano
rechaza difundir el comunicado del coronel
, lo
que es interpretado como una orden precisa de la Secretaría de Estado
[10]
.
Resultados de la autopsia
El
6 de mayo, por la tarde, el
portavoz vaticano da a conocer los “resultados de la autopsia”: “El
cuerpo del comandante Estermann
presentaba heridas de arma de fuego provocadas
por dos proyectiles. Uno ha penetrado en la cara - pómulo izquierdo
- interesando la columna cervical y la médula espinal. El otro ha
penetrado en la región deltoidea izquierda y ha salido por la espalda
izquierda para entrar de nuevo en el cuerpo sobre el lado lateral
izquierdo del cuello, con decurso hacia la derecha, y penetrar en
el canal medular a nivel de las primeras vértebras, cortando el canal
medular y los tejidos cerebrales. El cuerpo de la señora Gladys Meza
presentaba un único orificio en la espalda izquierda,
en dirección hacia la derecha, por un proyectil que ha alcanzado la
columna vertebral. El cuerpo del vicecabo Cédric Tornay
presentaba un agujero de salida en la parte
inferior del hueso occipital, por un disparo que ha penetrado por
la boca. Están en curso ulteriores comprobaciones tanto instrumentales
como de laboratorio”. El
comunicado de la autopsia suscita perplejidad y desconcierto. No hay
ninguna certeza de que el arma del vicecabo haya sido el arma del
triple delito, ni de que haya sido Tornay
quien haya realizado los disparos homicidas.
Dada la potencia del arma, un arma de guerra “Sig 75”, es bastante
improbable que tras el disparo suicida el cuerpo del vicecabo pueda
haber caído hacia delante, quedando el arma bajo el cuerpo. Además
¿por qué razón el ejército del papa ha permanecido sin comandante
durante meses (hecho nunca acaecido antes en la historia del Cuerpo),
y pocas horas después del disputado nombramiento el oficial designado
ha sido asesinado?
[11]
. Ante
los fieles reunidos en la plaza de San Pedro
el papa lee un texto que le ha preparado la
Secretaría de Estado. Pide al Señor que acoja junto a Sí las almas
de los esposos Estermann. P
ara
Cédric Tornay
, “que
ahora se encuentra ante el juicio de Dios”, pide misericordia. Carta de despedida
En
la tarde del 7 de mayo la madre de Cédric
, Muguette
Baudat
, recibe
del juez vaticano la carta que el vicecabo habría entregado a un compañero
menos de dos horas antes de la masacre. El texto original de la presunta
carta, manuscrito en francés, incluye lugar y fecha, pero no tiene
firma. Sin embargo, en el curso de la mañana alguien del Vaticano
hace llegar a varios periodistas italianos el texto escrito a máquina
en francés: tiene firma, pero no incluye lugar ni fecha. La
señora Baudat comenta: “Para mí esta no es la carta de uno que va
a matar, ni de uno que se mata: es la carta de uno que va a hacer
algo grave. Por lo demás, es una carta muy extraña. Por ejemplo, Cédric
nombra a sus hermanas Sara y Melinda
, pero
no a sus hermanos, Iván de 12 años y Joel
de 10, que son hijos nacidos del segundo matrimonio
con mi ex marido. Cédric los quería mucho, pero en la carta no los
nombra. ¿Por qué? Quizá porque en el Vaticano se ignoraba que Cédric
tuviera también dos hermanos”. Además,
“tras mi divorcio, Cédric me dirigía sus cartas indicando mi apellido
de soltera, Baudat
. Sin
embargo, en este sobre está escrito el apellido de mi segundo marido,
el apellido con el que soy conocida en el Vaticano. ¿Por qué?”. “La
escritura parece la de Cédric, pero hay diferencias. Haré analizar
esta carta por la policía científica suiza, pero digo desde ahora
que hay diferencias... Estas no son las palabras que habría usado
mi hijo. Los errores de gramática son los suyos, esos los reconozco.
Pero hay un grave error de cálculo, que Cédric nunca habría cometido:
escribe ‘después de 3 años, 6 meses y 6 días’; Cédric se había enrolado
el 1 de diciembre de 1994, el 4 de mayo habían pasado sólo 3 años,
5 meses y 3 días... Quizá la carta había sido escrita para algo que
debía suceder más tarde, el 7 de junio, y la fecha del 4 de mayo ha
sido puesta en un segundo momento”
[12]
. El
vicecabo Tornay
pensaba dejar en junio la Guardia pontificia, pues había encontrado un trabajo en
Suiza. El sábado 9 de mayo el juez entrega la instrucción al Promotor
de justicia del Vaticano, Nicola Piccardi
.
Lucha de poder
La
curia vaticana presenta la masacre como una locura, de la que se debe
tomar nota para una oportuna reforma del Cuerpo:
-
“Será oportuno tal vez revisar algunas cosas, quizá
en la preparación de los guardias, pero sin correr el riesgo de que
el Cuerpo pierda su antigua pátina y sus características históricas”
(cardenal Virgilio Noé
).
-
“Cada transformación necesita su tiempo” (cardenal
Pío Laghi
).
-
“Quizá habrá que pensar en nuevas formas de instrucción
y preparación de acuerdo con los tiempos, pero sin olvidar nunca el
papel histórico de la Guardia Suiza pontificia” (cardenal Pietro Palazzini).
-
“Los cambios se tienen que hacer con delicadeza” (cardenal
Paul Augustin Mayer
). Según
el colectivo “Discípulos de la verdad”, son suaves palabras que ocultan
una sorda lucha de poder por el control de la Guardia pontificia:
“La facción del Opus Dei quiere hacerse con esta área de poder vaticano,
en cuanto que tenía - y tiene - la intención de transformar la Guardia
Suiza pontificia en un selecto Cuerpo de elite. Sin embargo, el clan
masónico, que controla (y utiliza a su gusto mediante el ‘núcleo especial’
interno) el Cuerpo de la Vigilancia, pretende desmantelar la Guardia
Suiza, también para anular el plan del Opus Dei”. Estermann
era el candidato del Opus para dirigir la Guardia
Suiza. El nuevo comandante pretendía, a su vez, “liquidar el enorme
poder acumulado en pocos años por el Cuerpo de Vigilancia y acabar
con el control que éste ejerce sobre la Guardia Suiza, quitando así
a la antigua Gendarmería toda competencia en materia de seguridad”
[13]
. Es
público y notorio que el Opus Dei “está desde hace años empeñado en
una oculta misión: la de hacerse con el control de todos los mecanismos
de poder de la Iglesia de Roma. Es una escalada al poder que empezó
con la llegada al trono de Pedro del papa Wojtyla
, y
que se aceleró después del atentado sufrido por el Santo Padre el
13 de mayo de 1981”
[14]
. Dice
un funcionario de la embajada de Venezuela, en la que trabajaba Gladys
Meza
: “Gladys
sufría mucho por todos los obstáculos con que tropezaba el nombramiento
de su marido como comandante de la Guardia Suiza”
[15]
. Según
una fuente que ocupa un alto puesto entre los jesuitas, “Estermann
y su esposa eran miembros del Opus Dei, como
el español Navarro Valls
. Entraron
hace diez años con el fin de facilitar su promoción, según se afirma.
Ambos poseían diplomas de teología y pertenecían a los grupos especiales
de oración de la organización. El comandante de la Guardia suiza sabe
quién va y quién viene en la Ciudad del Vaticano; sabe quién asiste
a las reuniones; tiene acceso exclusivo a gran cantidad de información
secreta sobre los cardenales, su estado de salud, los rumores sobre
sus vidas privadas. Una extraordinaria afirmación que circula entre
los vaticanólogos más veteranos pero a la que no conviene dar demasiado
crédito es que Estermann tenía poder suficiente para inclinar el resultado
de la elección de un nuevo papa hacia el candidato preferido del Opus
Dei, que es de extrema derecha. Por eso fue eliminado, en una muerte
arreglada para parecer una venganza particular”
[16]
. Nombrado
el 2 de junio de 1998, el coronel Pius Segmüller
asumió el mando efectivo de la Guardia el 1
de agosto. En marzo de 1999, se ha creado un “Comité de seguridad”,
una especie de servicio secreto vaticano concebido e impuesto por
el grupo presuntamente masónico, para “coordinar mejor y hacer más
eficaces las actividades relativas a la seguridad y prevención”
[17]
.
Poder oculto
La
penetración masónica en el Vaticano comenzó a principio de los años
setenta, bajo el pontificado de Pablo VI
, y
fue consolidada con las tramas financieras tendidas por el obispo
norteamericano Paul Casimir Marcinkus
(presidente del IOR, el banco vaticano) y por
los banqueros Michele Sindona
y Roberto Calvi
, ambos
afiliados a la logia masónica P2. Un papel importante lo tuvo el financiero
Umberto Ortolani
, amigo
personal de Pablo VI y segundo de a bordo de la logia P2. “Con la llegada al Trono de Pedro del papa Luciani
, en
el verano de 1978, la confraternidad masónica ya ramificada en la
Curia romana corrió el riesgo de ser descubierta y derrotada. Pero
la imprevista y misteriosa muerte del Pontífice, y la elección del
papa Wojtyla
, el
cual confirmó a monseñor Marcinkus
al frente de las finanzas vaticanas a pesar
del colosal escándalo IOR-Ambrosiano, permitió a la masonería eclesiástica
mantener y aumentar el propio poder. Hoy la ‘Logia vaticana’ ramificada
en el Palacio de la Iglesia es una hermandad de poder a la que se
adhieren también cardenales, obispos, prelados y laicos totalmente
extraños a la obediencia masónica propiamente dicha. De hecho, se
ha transformado en una sociedad oculta que se opone al integrismo
oscurantista y a las aspiraciones hegemónicas del Opus Dei, y que
- en un equilibrio entre conservación y modernidad - se propone sobre
todo controlar y gestionar el enorme poder político y financiero del
Vaticano. Protegida por el secreto tanto como la del Opus, resulta
difícil individuar con certeza los miembros que la componen”
[18]
.
La escalada de Estermann
La
escalada del Opus comienza con el pontificado de Wojtyla
y se acelera tras el atentado sufrido por el
papa el 13 de mayo de 1981: “Desde entonces, la penetración del Opus
Dei en el palacio apostólico de la Iglesia ha sido inexorable, se
ha perseguido a toda costa y por cualquier medio y sólo la ha frenado
el otro destacado y viejo clan del poder oculto en el Vaticano: el
de la masonería”
[19]
. Alois
Estermann
era el candidato del Opus destinado a controlar
la Guardia Suiza: “Durante muchos meses, intrigando en el seno de
la Secretaría de Estado, el clan masónico había paralizado su candidatura,
precisamente para impedir que el ejército pontificio acabara bajo
el control del Opus Dei y se potenciara su función”
[20]
. El
1 de julio de 1980 Estermann
, con
25 años, fue nombrado capitán de la Guardia suiza: por primera vez
en la historia un joven soldado entraba directamente en el Cuerpo
con el grado de oficial. El
13 de mayo de 1981, día del atentado contra el papa, Estermann
estaba a una cierta distancia. No hizo de escudo
con su cuerpo, como se ha dicho: “Una falsedad absoluta, alimentada
por una fotografía hábilmente distribuida (Estermann cerca del papa
herido), que será fundamental para la futura carrera del militar”. El
27 de octubre de 1982 la Sala de Prensa del Vaticano informó que el
capitán Estermann
había sido elegido para escoltar al papa durante
su visita pastoral a España (31 octubre-9 noviembre) con la función
de garantizar la seguridad: “Una promoción sorprendente y sin precedentes
en la historia del Cuerpo: Estermann había ingresado hacía apenas
dos años y ya se le encomendaba una tarea de semejante prestigio y
responsabilidad”. En
abril de 1983 Estermann
fue ascendido y se convirtió de hecho en el
tercero en la línea de mando de la Guardia Suiza. Un ascenso inaudito,
considerando que Estermann había ingresado en el Cuerpo apenas tres
años antes. Y un ascenso inesperado, teniendo en cuenta que, por regla
general, a ese grado “sólo podían acceder los oficiales casados, y
Estermann era soltero”
[21]
. El
30 de julio de 1989 Estermann
fue ascendido a teniente coronel y se le nombró
responsable administrativo y económico del Cuerpo: tenía más poder
e influencia que el propio comandante Buchs
. Estermann
siguió escoltando al papa en sus viajes, encargándose del servicio
de seguridad junto con el inspector general del Cuerpo de Vigilancia,
Camilo Cibin
: “Las
relaciones entre la Guardia Suiza y la Vigilancia vaticana no eran
buenas y las que reinaban entre Estermann y Cibin eran glaciales.
Problemas de carácter, pero, sobre todo, rivalidades de poder”, “una
guerra que en el campo de batalla verá enfrentarse
a los dos acérrimos enemigos: Estermann en representación del ejército
pontificio y el nuevo hombre fuerte de la Vigilancia Raúl Bonarelli
”
[22]
.
La madre de Cédric
Un
mes después del crimen, la madre de Cédric
, señora
Baudat, afirma en una entrevista concedida al semanario italiano Panorama
[23]
que
son muchos los misterios y las mentiras del Vaticano: “Primero, para
explicar los homicidios, hablaron de los muchos castigos sufridos
por Cédric y de la medalla denegada. Ahora han cambiado la versión
y dicen que fue el cansancio, el estrés. Pero aquel día él estaba
muy tranquilo y nada cansado. El capellán de la Guardia me dijo que
aquella tarde se había cruzado con Cédric y que lo había visto muy
furioso contra Estermann
. Después
supe por los amigos de mi hijo que eso no era cierto. Me mintieron
desde el principio. En un primer momento, desde el Vaticano me dijeron
que no fuera a Roma: no podía ver a Cédric pues su aspecto era terrible
por el disparo en la cabeza. Luego, ante mi insistencia, objetaron
que en Roma hacía calor y que el cuerpo estaba en proceso de descomposición.
¿No tienen ustedes cámaras frigoríficas en sus mortuorios?, les grité.
Entonces intentaron bloquearme diciendo que los hoteles estaban llenos.
Un comportamiento extraño y muy poco religioso para con una madre”.
-
Usted
dice que Cédric el 4 de mayo no estaba alterado. ¿Cómo puede afirmarlo?
-
Aquella mañana habíamos hablado por teléfono, desde
las 12’35 hasta las 13. Cédric estaba feliz. Decía haber encontrado
trabajo en Suiza, un puesto en un banco. Pensaba regresar en junio.
Me dijo: Estoy contento porque desde París viene el padre Iván y trae
buenas noticias.
-
¿Quién
es el padre Iván?
-
No lo había oído nombrar antes, ignoro su apellido.
Lo vi por primera vez el 6 de mayo en la capilla ardiente en el Vaticano.
Yo estaba con mi amiga Cathy
. El
estaba sentado junto al féretro de Cédric, lloraba y se lamentaba.
Me indicaron que era su padre espiritual. Entonces me acerqué con
Cathy. El padre lloraba inconteniblemente. Paradójicamente, intenté
consolarlo yo. Decía que todo era culpa suya, que aquella tarde debía
haber estado allí para impedir que Cédric hiciera lo que hizo. Después,
sin dejar de llorar, dijo levantando la voz: ¡Lo han asesinado, lo
han asesinado!.
-
¿Asesinado?
¿Y usted qué hizo?
-
Le pregunté: ¿Quién, quién lo ha asesinado? Pero estaba
turbado, no respondía. Intenté sacudirlo, pero no conseguí nada. En
aquel momento fue más fuerte que yo: me encontraba mal y me aparté.
Nos citamos en los locales de la Guardia.
-
¿Y qué
sucedió?
-
Unas horas después nos vimos de nuevo en presencia
de Cathy
. El
cura insistía en decir que habían matado a Cédric. Decía que tenía
las pruebas en una cartera que no quería soltar. Decía que estaba
en peligro, que tenía que protegerse para protegernos también a nosotros.
El
cura en cuestión, dice la señora Muguette, “es francés, sobre los
35 años, lleva sotana, puede que sea un tradicionalista”.
-
¿Qué
contenía su cartera negra?
-
No tengo ni idea, pero desde entonces no he dejado
de atar cabos y recordar detalles. Recuerdo lo que mi hijo me dijo
en otoño: Estoy haciendo con dos amigos una investigación sobre el
Opus Dei en la Guardia.
-
¿El
Opus Dei? ¿Y usted qué dijo?
-
Le dije sólo: Ten cuidado.
-
¿Sabe
usted quiénes eran los dos amigos?
-
Dos guardias. Cédric me dijo su nombre, pero no quiero
comprometerlos.
-
¿Pero
le explicó de qué se trataba?
-
No se lo pregunté.
No lo pensé, pero sé que él temía al Opus. Y decía que Estermann
formaba parte de él. La
madre de Cédric seguirá buscando: “Aunque tarde treinta años, dice,
encontraré la verdad sobre la muerte de mi hijo. La verdadera”.
Víctimas de una maquinación
El
4 de enero de 1999, desde Vollèges, la señora Baudat
escribe esta carta: “Hoy
sabemos que los tres muertos del 4 de mayo de 1998 son las víctimas
de una maquinación. Es evidente que las resistencias observadas en
el bloqueo del camino de la justicia y de la verdad, proceden del
miedo de ver anulada la versión oficial. Ocho
meses después de la tragedia, la justicia civil del Vaticano (en la
cual todavía me atrevo a creer) aún no ha cerrado las investigaciones.
No se ha pronunciado ninguna sentencia. Queda solamente la acusación
contenida en la versión oficial, acordada y proclamada antes de que
empezara la instrucción judicial. Estaba dispuesta a admitir la culpabilidad
de Cédric, pero después de todos los disimulos y de todas las contradicciones
y mentiras de los primeros días he entendido poco a poco que la verdad
era distinta, oculta y probablemente inconfesable. La
verdad os hará libres
[24]
. Sí,
tenemos derecho a la verdad, el Santo Padre tiene derecho a la verdad,
la Guardia Suiza pontificia tiene derecho a la verdad, la Iglesia
tiene derecho a la verdad, todos los amigos de Cédric tienen derecho
a la verdad. Quien no desea la verdad, es que la teme. Tras
haber recibido, el pasado septiembre, un ‘mensaje’ y unos ‘avisos’,
dirigí una súplica personal al Santo Padre. No recibí respuesta. Supongo
que el papa ni siquiera vio mi carta; si la hubiera visto, me habría
contestado o habría mandado que lo hicieran. El
Vaticano guarda silencio y, desde el 18 de septiembre, mis abogados
esperan una respuesta a su petición de acceso al expediente de la
instrucción. Puesto que ya obran en su poder dos documentos de importancia
fundamental, han ordenado la realización de contrapruebas periciales
con el propósito de dar la batalla, de un modo u otro, y conseguir
que la verdad aflore a la superficie”. La
carta fue publicada el 8 de febrero en el diario italiano Il Messaggero con gran relieve
[25]
. Sentencia vaticana
Ese
mismo día, el Vaticano informa que, con fecha 5 de febrero, el juez
instructor del tribunal vaticano, abogado Gianluigi Marrone, ha acogido
la tesis del promotor de justicia, profesor Nicola Piccardi
, según
la cual “no se debe promover acción penal (contra nadie), habiendo
llegado a la conclusión de que los cónyuges Estermann
han sido asesinados por el vicecabo Cédric Tornay
, el
cual a continuación se quitó la vida”. Asimismo,
el Vaticano publica nueve páginas de extractos, cuidadosamente seleccionados
y sembrados de omitidos,
pertenecientes al documento judicial. Según el documento vaticano,
el día 7 de mayo un señor de Orvieto, amigo de los Estermann
, declaró:
“La
tarde del 4 de mayo de 1998 a las 20’46 llamé por teléfono a casa
de los Estermann
para felicitarle por su nombramiento... Me respondió
la señora Gladys, con la cual mantuve durante unos minutos una grata
y tranquila conversación... Hablé luego con Alois que, como de costumbre,
se mostró más reservado que su esposa, pero la conversación fue agradable
y la mantuve con ambos en español. Hablamos de la ceremonia del juramento
y del modo de estar presente yo, mi mujer y nuestra hija de 4 años,
de quien los Estermann eran padrinos... También hablamos de la situación
atmosférica, yo tenía mis dudas pues había escuchado que las previsiones
no eran buenas. Sin embargo, Alois confiaba que el 6 de mayo sería
un hermoso día. En ese momento sentí como una interrupción, como si
el micrófono se apoyara en el pecho o en algo blando. Poco después
oí voces a lo lejos, una me pareció la de la esposa, después otro
rumor y un golpe seco a los que siguieron, a escasa distancia, otro
golpe seco y otros golpes más lejanos... Lo digo francamente. No pensé
en disparos, aunque el primero parecía un disparo de revólver. Pensé
que habría surgido algún problema, quizá una visita importante, y
habría caído el auricular con cierta violencia. Por tanto colgué pensando
que hablaríamos en un momento más oportuno”. Sobre
la presencia de una cuarta persona (o más) dice el magistrado vaticano: “Conviene
señalar que no es fácil acceder desde el exterior al cuartel de los
suizos, pues hay que superar un primer control del Cuerpo de Guardia
de los mismos suizos en la puerta de Santa Ana, y un segundo control
de los agentes del Cuerpo de Vigilancia situado inmediatamente después.
Es, por tanto, extremadamente improbable que unos extraños pudieran
entrar en el cuartel sin ser vistos, incluso a una hora tan tardía”. El
magistrado vaticano descarta la posibilidad de que se haya hecho desde
dentro
. Además,
se puede entrar desde fuera con toda facilidad, teniendo una persona
de contacto dentro. En
la tarde del 4 de mayo el vicecabo Tornay
hizo la guardia en la entrada del palacete de
oficiales. Este servicio habría terminado a las 19 horas. El
documento vaticano dice que “una eventual cuarta persona pudiera ser
un residente en el cuartel de los suizos”, pero “fácilmente habría
sido visto en el interior del cuartel”. Concediendo mucho, la pretendida
cuarta persona no habría tomado parte en la dinámica de los hechos
delictivos, también porque - como se verá enseguida - los disparos
salen todos de la pistola reglamentaria del vicecabo y el examen químico-físico
de los residuos de los disparos (llamado guante de parafina) ha establecido
que “fue el propio Tornay
quien empuñó la pistola y apretó el gatillo”.
Como mucho, por tanto, se habría tratado de “un testigo que permaneció
inactivo y que, tras el hecho delictivo, huyó del apartamento o bien
se escondió en otra habitación de dicho apartamento”. El
capitán Roman Fringeli
, que
residía en el tercer piso, cierto tiempo después de la masacre “dejó
el Cuerpo, y se dice que fue inducido a hacerlo”. Y la religiosa,
que descubrió la masacre, ha sido trasladada después a Suiza
[26]
.
En cuanto
a la presencia de cuatro vasos, dice el documento vaticano que “ni
del reconocimiento ni de los detallados servicios fotográficos resulta
que hubiera vasos posados en unos muebles”. Sin
embargo, el juez único ha llegado al lugar del suceso “casi dos horas
después del descubrimiento de los cadáveres, esto es, después de que
otros habían hecho desaparecer los cuatro vasos, y habían investigado
cuidadosamente no sólo el apartamento sino también el despacho del
comandante, así como la propia habitación del vicecabo Tornay
”
[27]
. El
magistrado vaticano intenta explicar “por qué Tornay
cayó hacia delante y no hacia atrás, incluso
teniendo en cuenta el modesto retroceso del disparo” y “por qué la
pistola fue encontrada bajo el cuerpo del vicecabo”
[28]
. Sin
embargo, la pistola en cuestión es un arma de gran potencia perforante:
cerca de 2.600 baros de presión a la salida del cañón. Por tanto,
no se puede atribuir al disparo un modesto retroceso; además, en caso
de autoagresión, se suelta el arma. La
posibilidad de que la mano de Tornay
, tras
su muerte, haya sido utilizada por una cuarta persona para hacer un
disparo al vacío ni siquiera se toma en consideración. La
autopsia, dice el magistrado vaticano,
permitió descubrir en el cráneo de Tornay
un quiste del tamaño de un huevo de pichón,
que “había deformado la parte anterior del lóbulo frontal cerebral
izquierdo y había erosionado parcialmente la bóveda craneal”. Esta
alteración podría afectar a la función cognitiva y provocar “trastornos
de comportamiento”.
Sin
embargo, antes de dejar el Cuerpo, el anterior comandante Buchs
le había dado a Tornay un certificado de profesionalidad
y le había confirmado que recibiría la medalla
[29]
. Según
el documento vaticano, las pruebas periciales químico-tóxicológicas
“evidenciaron la presencia en la orina, no en la sangre, de rastros
de un derivado de la cánnabis”. Y en la inspección realizada el 19
de mayo (quince días después de los hechos) en la habitación del vicecabo
se encontró un estuche con 24 colillas, en las que aparecen “claros
rastros de derivados de la cánnabis”. Por tanto, “no se puede excluir
que Tornay
fuera un consumidor crónico de droga”. Sin
embargo, tras la masacre, la habitación del vicecabo “ha sido visitada
muchas veces, por muchas personas, en horario nocturno. ¿Y qué verificaciones
se han hecho para establecer que aquellos cigarrillos los hubiera
fumado efectivamente Tornay?”
[30]
. El
magistrado vaticano recoge una llamada por teléfono (a las 20’30)
a una chica, que encontró al vicecabo no sólo desilusionado, sino
“fatigado y agitado”.
Cédric dijo a la
chica: “Eres la última persona que saludo... Mañana regreso a mi país”. El
magistrado habla también de una bronco-pulmonía
y de una situación de estrés. Además, están
los “acontecimientos exteriores”: las “malas noticias” del nombramiento
de Estermann,
la denegación de la medalla, “la frustrada llegada
de (omitido) y de los periodistas que habría debido traer consigo”.
Todo ello había de provocar en Tornay “un grave estado de ansiedad,
pues cada vez parecía menos probable el cumplimiento de la super-noticia
del puesto de trabajo en Suiza”. Este
oscuro pasaje del documento vaticano se refiere al siguiente hecho:
“El padre Iván Bertorello
(omitido en el texto) había prometido a algunos
guardias suizos - entre ellos a Tornay
- hacerles aparecer en un reportaje de denuncia
(con entrevistas y foto) que una revista francesa pretendía dedicar
al ejército pontificio menospreciado por el Vaticano. Pero el día
establecido no aparecieron ni los enviados de la revista ni el padre
Bertorello”
[31]
. Tras
la marcha de Roland Buchs
, anterior
comandante de la Guardia suiza, Bertorello
comenzó a frecuentar el cuartel de la Guardia
suiza con el fin de recoger información de dentro: “Disponía de un
dossier en el que estaban fichados todos los miembros del Cuerpo:
material y documentación que no podía proceder sino de la Secretaría
de Estado o del Cuerpo de Vigilancia”. Bertorello
afirmó delante de la madre de Tornay
y de su amiga Cathy
que el vicecabo había sido asesinado, que tenía
las pruebas y que por ello él mismo corría peligro. Sin embargo, “interrogado
por el magistrado vaticano algunos días después, el padre Bertorello
se limitó a desmentirse a sí mismo, negando todo, y rápidamente abandonó
Roma para ir a un destino secreto”
[32]
.
Estado de indefensión
Desde
Vollèges, el pequeño pueblo del Vallese donde reside, la señora Baudat
denuncia: “Mi hijo no estaba drogado en absoluto,
no tenía ningún tumor cerebral, y no tenía ninguna pulmonía, tanto
es así que el 4 de mayo trabajó todo el día. La carta que se dice
habría escrito es falsa: la hemos hecho analizar por un grafólogo
y ha concluido que se trata de una falsificación. Los tres muertos
del 4 de mayo han sido víctimas de una maquinación”
[33]
. El
mismo día en que se hace pública la sentencia, el 8 de febrero de
1999, se hace oficial la promoción de Raúl Bonarelli
como subinspector del Cuerpo de Vigilancia:
en el fondo, sucesor del inspector Camilo Cibin
, ya
octogenario: “Un ascenso verdaderamente singular y una doble coincidencia.
Bonarelli estuvo y sigue estando implicado en la investigación relativa
al secuestro de Emanuela Orlandi
[34]
:
la magistratura italiana le investigó - y aún le investiga - por falso
testimonio y desviación de las investigaciones. Y la noche del 4 de
mayo de 1998, como funcionario superior de la Vigilancia, Bonarelli
dirigió personalmente la investigación técnica y las comprobaciones
en el apartamento de los Estermann
después de la masacre, y ha seguido de cerca
las pruebas técnicas y balísticas de la instrucción judicial. Una
función por lo menos inoportuna: en el Vaticano es de sobra conocida
la profunda enemistad que existía entre Estermann y Bonarelli”
[35]
. El
promotor de justicia del Vaticano se ha pasado 267 días instruyendo
el caso “sin tolerar siquiera la colaboración de los abogados encargados
de defender a la persona previamente calificada como culpable”
[36]
. Finalmente,
se ha procurado hacer desaparecer el lugar mismo de la masacre: “en
marzo de 1999 ha sido completamente reestructurado”
[37]
. Todo
esto se denuncia en el libro titulado Mentiras
y crímenes en el Vaticano
[38]
, cuyos autores son un grupo de eclesiásticos
y de seglares del Vaticano (Discípulos de la Verdad) que se han sentido
en la obligación de no seguir avalando con su silencio la versión
oficial. Lo
dijimos hace unos años, a propósito de la ocultación y represión que
se dio en torno a la muerte de Juan Pablo I:
“Ciertamente no es ésta la imagen de una Iglesia
renovada que pueda evangelizar al mundo de hoy. Además, no se protege
de ese modo la vida de los papas; al contrario, de ese modo el Vaticano
puede pasar a la historia como el lugar del crimen perfecto”
[39]
. Como
ya queda dicho, un mes después de los hechos tuve la oportunidad de
hablar en la farmacia vaticana con José Luis Martinez Gil, hermano
de San Juan de Dios, que resultó ser uno de los primeros testigos
de la masacre. El motivo de mi visita era preguntarle si efectivamente
podía confirmar que en la farmacia vaticana no se despachó nada en
todo el mes para Juan Pablo I.
Me lo confirmó. Al hermano se le veía nervioso:
“Aquí se oye todo”, me dio a entender poniendo su dedo índice en el
oído. Quedamos para el día siguiente por la tarde. Era el 7 de junio,
precisamente la fecha que aparece implícitamente citada en la carta
de Cédric. Quedamos en una cafetería cercana, donde podíamos hablar
con más libertad. Teniendo unos amigos comunes
[40]
, la
conversación se desarrolló en un clima cordial. Por supuesto, hablamos
de lo que había sucedido un mes antes, de la masacre de la Guardia suiza. Me dijo que había sido (tras la monja)
uno de los primeros testigos. Estaba todavía impresionado. Además,
le tocó estar allí durante horas. Como era de esperar, dijo que la
versión oficial era la buena y que no había que buscar más. Le llegó
la hora y se marchó. Tenía que atender, como enfermero, al papa. Según
informa Rubén Amón, corresponsal de El Mundo en Roma, “una
prueba pericial realizada al cadáver demuestra que Tornay fue golpeado
antes de la ejecución. La violenta extirpación de los incisivos centrales
confirma que una mano ajena le introdujo el cañón de la pistola en
la boca antes de apretar el gatillo. Además, la trayectoria de la
bala y la mecánica del suceso contradicen que Tornay disparase el
arma”. “Hemos
iniciado una investigación paralela porque nos cuesta trabajo creer
que mi hijo fuera un asesino y un suicida”, señala Muguette Baudat.
“No entendemos por qué no se nos ha facilitado una copia del informe
forense pese a haberlo solicitado tantas veces y por qué existe una
oposición tan fuerte a la idea de reabrir el caso”. La
madre del guardia suizo ha decidido recurrir a un gabinete especializado
en causas de resonancia internacional, el estudio Brossolet-Verges.
De momento, ha encomendado un examen forense alternativo a un especialista
de la Universidad de Lausana, Thomas Crompecher, cuyo informe deja
en evidencia las conclusiones del Vaticano. No existe la menor constancia
de que Tornay padeciera un tumor, ni puede demostrarse que el guardia
suizo hubiera utilizado la pistola de trabajo, una Sting 75, para
quitarse la vida. El orificio de salida de la bala comprende únicamente
7 milímetros, es decir, 2’41 menos de cuantos requieren los proyectiles
que se alojan en la cámara de una Sting 75. Sin olvidar que esta pistola
resulta tan robusta y pesada que no puede accionarse con sólo tres
dedos desde la distancia que consta en el informe vaticano. “No
se trata de especulaciones, sino de pruebas”, señala el abogado Luc
Brossolet. “Tenemos el derecho a confrontar nuestro informe con el
del Vaticano. De otro modo, nos sentiremos obligados a pensar que
detrás de este crimen se hallan otros misterios a los cuales no se
le quiere dar respuesta. Cédric Tornay fue asesinado”
[41]
.
[1]
Sede de la administración que gobierna
la ciudad del Vaticano.
[2]
DISCEPOLI, 12.
[3]
La
Repubblica, 6-5-1998.
[4]
Il
Giornale, 6-5-1998.
[5]
Ib., 19.
[6]
ABC,
6-5-1998.
[7]
La
Repubblica, 6-5-1998.
[8]
La
Stampa, 6-5-1998.
[9]
Paolo Guzzanti, ibidem.
[10]
DISCEPOLI, 31 y 34.
[11]
Ib., 26-28.
[12]
Ib., 38-41.
[13]
Ib., 46-47.
[14]
Ib., 53-54.
[15]
Ib., 48.
[16]
CORNWELL, J., Las tinieblas del Vaticano, en El
País,10-5-1998.
[17]
DISCEPOLI, 73.
[18]
Ib., 58-59.
[19]
Ib., 53.
[20]
Ib., 55.
[21]
Ib., 129-131.
[22]
Ib., 157.
[23]
Ib., 61-65. La entrevista fue realizada
por Anna Maria Turi, Panorama,
18-6-1998.
[24]
Jn 8,32.
[25]
DISCEPOLI, 72.
[26]
Ib., 164.
[27]
Ib., 76-83.
[28]
Ib., 88-90.
[29]
Ib., 173.
[30]
Ib., 94.
[31]
Ib., 96.
[32]
Ib., 173-174.
[33]
Ib., 98.
[34]
Hija de un ujier del Vaticano. Ver
lo que se dice al respecto en el capítulo anterior.
[35]
DISCEPOLI, 100-101.
[36]
Ib., 200.
[37]
Ib., 111.
[38]
En la traducción española hecha por Ediciones B, Barcelona, 2000.
En el original italiano es Bugie
di sangue in Vaticano, Ed. Kaos, Milán, 1999.
[39]
Se
pedirá cuenta, 107.
[40]
Francisco
y Pilar.
[41]
El Mundo, 3-5-2002. |