17.
LA TENTACION DEL PODER
En
el Evangelio la prevención frente a los grandes de este mundo es máxima:
Los jefes de las naciones las dominan como
señores absolutos y los grandes las oprimen con su poder
[1]
. Un papa ha de tenerlo presente y dar ejemplo de
ello. Por tanto, es preciso reflexionar sobre la beligerancia política
del pontificado wojtiliano: ¿Debía un papa colaborar en el acoso occidental
al bloque del Este? ¿Debía aparecer como aliado del imperio? ¿Ha debilitado
el compromiso de la Iglesia en la liberación de los pobres? ¿Ha caído
en la tentación del poder?
El consejero americano
El
profesor Brzezinski
, que después sería
consejero de seguridad del presidente Carter
, asistió a la conferencia
que el cardenal Wojtyla
dio en 1976 en la universidad de Harvard. Después
tomaron un té y hablaron sobre Polonia y la situación mundial. Además,
mantuvieron correspondencia epistolar. Por supuesto, muy en su papel,
Brzezinski representó a Estados Unidos en la inauguración del pontificado
de Karol Wojtyla. Dos
años después, el consejero americano estableció un diálogo oficial
con el Vaticano. Lo hizo por medio del obispo checoslovaco Joseph
Tomko
, que en 1985 sería
nombrado cardenal y prefecto de la Congregación para la Evangelización
de los pueblos. E
n Estados Unidos
había “fuentes de financiación, equipamiento y apoyo organizativo,
sobre todo del movimiento sindical americano” para la causa de Solidaridad,
el nuevo movimiento polaco. Sin
revelar detalles particulares, el consejero informó a Tomko
de una operación encubierta de la CIA, autorizada
en secreto por Carter
, para enviar libros
y literatura anticomunista a la Europa del Este, donde prosperaba
el nacionalismo disidente. El
consejero y el obispo estudiaron cómo promover en Polonia los derechos
humanos básicos (económicos, políticos y religiosos) sin provocar
la represión por parte de los soviéticos. Este había sido el punto
central del encuentro del papa con el presidente Carter
el 21 de junio de 1980 en el Vaticano
. En
diciembre de 1980, el consejero americano telefoneó al papa para advertirle
de la amplia concentración de tropas que se producía en la frontera
de Polonia. Le pidió “se sirviera de sus obispos para conseguir que
los gobiernos de Europa occidental, con gran número de católicos,
apoyaran un ultimátum a los soviéticos, que los amenazara con el aislamiento
económico, político y cultural si intervenían en Polonia”. El papa
aceptó. Por su parte, los soviéticos enviaron al camarada Vadim Zagladin
a Roma para informar que de momento no habría
intervención
[2]
. La
colaboración entre Estados Unidos y el Vaticano se acentuó con el
presidente Ronald Reagan
. Casi todos los
hombres elegidos por Reagan al comienzo de su administración para
los puestos más importantes de política exterior eran católicos: Casey
, jefe de la CIA;
Alexander Haig
, secretario de Estado;
Vernon Walters
, general jubilado
y enviado internacional del presidente; Richard Allen
, consejero de seguridad
nacional; también su sucesor, William Clark
. Por lo demás, Reagan
mantuvo a Brzezinski
como asesor para Polonia, lo que implicaba un
trato directo con Juan Pablo II
.
Reagan buscó por
todos los medios establecer lazos estrechos con el papa y el Vaticano:
“Los quería como aliados”, explicó años más tarde
[3]
. Ya
en la primavera de 1981, Casey
y Clark
visitaban frecuentemente la residencia del nuncio
en Washington
, el arzobispo Pío
Laghi
. Por su parte, Laghi
entraba en la Casa Blanca “por la puerta de atrás” para tener encuentros
secretos con Clark, Casey y, más tarde, con el presidente. Pero, m
ás que cualquier
otro eclesiástico, era John Krol, arzobispo de Filadelfia de origen
polaco, quien informaba a la Casa Blanca sobre la situación general
de Solidaridad, sus necesidades y su relación con el episcopado polaco.
Hacía de intermediario entre la Casa Blanca, Polonia y el Vaticano.
Krol
estaba situado como nadie para vencer cualquier
resistencia que pudiera tener Wojtyla
en establecer lazos estrechos con el presidente
americano: “El histórico lazo radicado en el credo antimarxista que
se creó entre Estados Unidos y el Vaticano, entre una superpotencia
temporal y una superpotencia espiritual, implicaba notables ventajas
para ambas partes, especialmente en relación a Polonia y a América
central”
[4]
.
La CIA y el Vaticano
Antes
de salir hacia Roma, el 28 de noviembre de 1981, Vernon Walters
fue en coche a Langley (Virginia), para entrevistarse
con Bill Casey
, el jefe de la CIA. El
general Walters, el “creador de golpes de Estado”, acaba de fallecer
el 10 de febrero de 2002. Se ha dicho cáusticamente: “Fue quizá él
quien ayudó al Espíritu Santo para la elección de Wojtyla, y puede
que colaborase en la muerte del papa Luciani”, “se le atribuye la
caída del muro de Berlín (era embajador en Alemania), que tan catastrófica
ha sido para el mundo al quitar las últimas trabas del Imperio del
Bien, que ya no tiene inconveniente en ser el del Mal, si le conviene”
[5]
. La
visita de Walters
al papa se situaba dentro de las conversaciones
que el secretario de Estado Alexander Haig
mantenía con líderes políticos de todo el mundo.
Una adecuada información les convencería del hecho de que “la propia
seguridad estaba amenazada, ya fuera por comunistas, terroristas,
países vecinos, oposición interna, fundamentalistas islámicos, movimientos
nacionalistas o teólogos de la liberación”. Además,
los Estados Unidos podían ofrecer al papa “una cosa que probablemente
deseaba más que ninguna”, dice Walters
, “la percepción
de tener una relación estrecha y a alto nivel con el país más poderoso
del mundo”
[6]
. El
30 de noviembre, Walters
llegó al Vaticano acompañado de William Wilson
, jefe de la misión
USA en el Vaticano: “Santo Padre, le traigo los saludos del presidente
de los Estados Unidos”. Walters abrió un sobre que contenía algunas
fotos tomadas por satélite: “El presidente cree que usted debe saber
lo que estamos haciendo y por qué”. El papa examinó las fotos: los
astilleros navales de Danzig, armamento pesado, vehículos militares,
medios de transporte de tropas, tanques empleados por las fuerzas
de seguridad polacas, misiles programados para alcanzar el corazón
de Europa en pocos minutos. Otras fotos mostraban los sucesivos movimientos
de las fuerzas del Pacto de Varsovia que se dirigían hacia la frontera
polaca, desde sus cuarteles emplazados en la Unión soviética, Alemania
oriental y Checoslovaquia
[7]
. Walters
pasó al papa otra fotografía, en la que aparecían
tropas en el interior de Polonia, tropas polacas: “Si los soviéticos
la invaden, habrá guerra. Será una guerra limitada y de breve duración,
pero una guerra”. El papa no puso en duda la opinión de Walters. Sin
embargo, “según las indicaciones que obran en nuestro poder, será
difícil para la dirección soviética alcanzar el consenso en torno
a la invasión”, añadió el americano
. Tras la lenta sangría
de Afganistán, algunos jefes militares se opondrían a una nueva aventura
que supondría la pérdida de más vidas rusas. Wojtyla
asentía lentamente. Conocía a su gente. Y las
estimaciones de la CIA parecían aliviarle. Walters
explicó brevemente al papa que la administración
Reagan
estaba ya tomando una serie de medidas para
garantizar que Solidaridad continuara recibiendo ayuda de Estados
Unidos. Dijo también que
recientemente había hecho algunos viajes a América
Latina y a Africa. El papa
le pidió una valoración de la situación política
en Argentina y en Chile. Walters
comentó que Estados Unidos deseaba favorecer
en ambos países una transición pacífica a la democracia, pero había
que evitar que fuerzas de izquierda alineadas con Cuba y con la URSS
sacaran ventaja de la situación. Lo mismo valía para El Salvador y
Nicaragua. La teología de la liberación se estaba propagando en la
región. Tanto Estados Unidos como el Vaticano habrían de usar su poder
para reducir la importancia del fenómeno. El
papa pidió a Walters
que hablara ampliamente con el secretario de
Estado, cardenal Casaroli
. Sin embargo, Casaroli
tenía una visión del mundo muy diferente y recomendaba prudencia
[8]
.
Reagan y Wojtyla
El
7 de junio de 1982, Reagan llegó al Vaticano para tener una audiencia
con el papa, que debía hacer más personal la alianza secreta entre
ambos. Por un lado, Reagan poseía un poder estratégico (y secreto)
que el Vaticano no tenía. Por otro lado, Solidaridad era “una grieta
esencial en el muro de hierro”, Polonia y el papa eran “instrumentos
que Dios había misteriosamente elegido para sacudir la tierra”. En
fin, Reagan estaba decidido a ayudar lo que consideraba una santa
causa y había ordenado a los suyos no ahorrar recursos materiales
o intelectuales en sostenerla. Reagan
y Wojtyla
comentaron que ambos, con diferencia de seis
semanas, habían sido salvados de sendos atentados para jugar un papel
particular en el destino de Europa oriental.
Asimismo, los dos estuvieron de acuerdo en que no había ninguna
razón para mantener las divisiones artificiales creadas en Yalta,
al final de la II Guerra Mundial. Europa era una realidad única. “Había
que hacer algo”, comentó Reagan muchos años después, “Solidaridad
era el arma de que disponíamos para hacerlo”
[9]
. Durante
la audiencia, Reagan propuso al papa hacer más frecuentes las visitas
de Walters
y Casey
, oferta que el papa
aceptó inmediatamente. Un
día después, Reagan
anunció en Londres el fin del imperio soviético:
en Europa oriental habría repetidos estallidos contra la represión.
Polonia era el ejemplo y la misma Unión Soviética no quedaba libre
de esa realidad. Para Reagan, el bloque comunista estaba al borde
de la ruina. Tensiones intolerables se estaban manifestando en su
interior. Estados
Unidos simplemente presionaba sobre aquél sistema ruinoso, de modo
que se anticipara lo inevitable. En el periodo comprendido entre la
visita del presidente Reagan
al papa y la caída del muro de Berlín (1982-1989),
el gobierno de Estados Unidos invirtió más de 50 millones de dólares
en sostener el movimiento de Solidaridad. En
abril de 1984 se establecen relaciones diplomáticas entre Estados
Unidos y el Estado Vaticano. Por su parte, Richard Allen, que fue
consejero de seguridad del presidente Reagan, caracterizará la relación
de Reagan con el Vaticano como “una de las más grandes alianzas secretas
de todos los tiempos”
[10]
.
Polonia y la Europa del Este
“Era
una situación muy compleja”, dice Pío Laghi
, entonces delegado
apostólico en Washington. “Se trataba de insistir sobre los derechos
humanos en Polonia, sobre la libertad religiosa, y al mismo tiempo
mantener vivo Solidaridad sin provocar ulteriormente a las autoridades
comunistas”
[11]
. Los
contactos privados de Juan Pablo II
con los soviéticos crearon en Moscú la sensación
de que “el papa se afanaba por conseguir una evolución moderada -
y no un enfrentamiento- en Polonia”
[12]
. El
13 de enero de 1987, Juan Pablo II
y el general Jaruzelski
se entrevistaron en el despacho del papa. No
era la primera vez que se encontraban. Además, mantenían correspondencia
privada. En
el transcurso de aquella conversación Jaruzelski
mencionó a Gorbachov y así
“por primera vez,
juntó al papa y a Gorbachov, aunque sin su presencia física”. Dice
el general polaco: “Sencillamente, a causa de la posición que yo ocupaba
en la política de entonces, me convertí, por así decirlo, en el conducto
extraoficial y portador de ciertas opiniones de Gorbachov al papa
y del papa a Gorbachov. Pude hablar con cada uno de ellos acerca de
mi valoración de sus respectivas personalidades en el aspecto más
constructivo. Le dije al papa lo que sabía de Gorbachov y del papel
que estaba desempeñando, de cuáles eran sus intenciones, de qué dificultades
encontraba, de lo importante que era apoyarle, de cómo comprenderle
y de qué gran oportunidad era para Europa y para el mundo... aunque
no todo estuviera sucediendo tan bien como era de desear. Y al hablar
con Gorbachov procuré transmitirle la opinión del papa, por la que
estaba muy interesado”
[13]
. Si
en Polonia la intervención del Vaticano ha tenido una función moderadora,
no ha sido así en los difíciles momentos de la declaración de independencia
de Eslovenia y Croacia, y
tampoco antes: “Al igual que los ortodoxos, los responsables de la
Iglesia Católica han repetido comportamientos seculares de afirmación-exclusión
respectiva aplicados en anteriores momentos a lo largo de la historia”
[14]
. Afirma
el profesor De Diego García
, de la Universidad
Complutense, que el comportamiento alemán resultaría decisivo: “Desde
el comienzo del proceso político en Eslovenia y Croacia, y en especial,
a partir de sus declaraciones de independencia la opinión pública
alemana se mostró decididamente favorable a la secesión de las dos
repúblicas”, “según los alemanes no debía privarse a Croacia y Eslovenia
del derecho a la autodeterminación. La misma actitud que defendía
el Vaticano. Sin embargo, de esta prerrogativa no debían disfrutar
los serbios de Croacia o de Bosnia a la vista de la política de Bonn
y de la jerarquía católica”
[15]
. A
finales de 1991, el Vaticano tomó con rapidez inusual una decisión
de graves consecuencias, el reconocimiento diplomático de dos nuevos
Estados católicos en Europa, Eslovenia y Croacia. La medida vaticana
ha sido considerada como “parcialmente responsable de la disolución
de la Federación yugoslava, con la que la Santa Sede mantenía relaciones
diplomáticas normales, e incluso de la guerra que esta decisión de
independencia había impulsado de una forma fatal y previsible”
[16]
. Otro
asunto: el hecho suscitó perplejidad y escándalo. El 3 de octubre
del 98, Juan Pablo II beatificó al arzobispo de Zagreb, Alojzije Stepinac
(1898-1960), que desde el comienzo estuvo de
acuerdo con los objetivos generales del régimen fascista de Ante Pavelic
(1941-1945). Como anotó en su diario, Stepinac
creía que Pavelic era “un católico sincero”. El cardenal ofreció una
cena al dictador y a los demás dirigentes ustachis (los que se alzan).
El mismo día en que 250 serbios eran masacrados en Bjelovar, se leyó
desde los púlpitos una carta pastoral en la que Stepinac llamaba al
clero y a los fieles a colaborar con el caudillo. Mucho
se ha hablado de Stepinac
y de sus protestas finales contra la persecución
y las matanzas. El arzobispo escribió una carta a Pavelic
acerca de las conversiones (forzadas) y las
masacres. Como los demás obispos, comenta con entusiasmo las conversiones
en masa: “Nunca hubo una ocasión tan espléndida como ahora para que
ayudemos a Croacia a salvar incontables almas”. Deplora
las estrechas opiniones de las autoridades que atacan incluso a los
convertidos y “los cazan, como si fueran esclavos”. Señala algunas
matanzas conocidas de madres, chicas y niños de menos de ocho años,
que llevan a las montañas “y arrojan vivos... a profundas simas”.
Los
obispos (algunos se sientan en el parlamento croata) respaldan las
conversiones forzadas y se muestran incapaces de mantener una distancia
crítica ante el régimen
. Frecuentes emisiones
de la BBC alertan sobre la situación en Croacia. Por ejemplo, esta
del 16 de febrero de 1942: “Se están cometiendo las peores atrocidades
en los alrededores del arzobispado de Zagreb. Por las calles corren
ríos de sangre. Los ortodoxos están siendo convertidos por la fuerza
al catolicismo, y no oímos la voz del arzobispo oponiéndose. Se informa
que, por el contrario, participa en los desfiles nazis y fascistas”
[17]
. El
cardenal francés Eugène Tisserant
dijo a Nicola Russinovic
, representante croata
en el Vaticano, el 6 de marzo de 1942: “Yo sé que los propios franciscanos,
por ejemplo el padre Simic de Knin
, han participado
en los ataques contra la población ortodoxa, llegando a destruir sus
iglesias, como sucedió con la de Banja Luka. Sé que los franciscanos
de Bosnia y Herzegovina han actuado de forma abominable, y eso me
duele. Tales actos no deben ser cometidos por gente instruida, culta
y civilizada, y mucho menos por sacerdotes”. Pocos días después, el
27 de marzo, Tisserant dijo a Russinovic que, según las evaluaciones
alemanas, “350.000 serbios han desaparecido” y que “en un solo campo
de concentración hay 20.000 serbios”
[18]
. Las
cifras son casi increíbles. Según recientes recuentos, 487.000 serbios
ortodoxos y 27.000 gitanos fueron asesinados entre 1941 y 1945. Además,
murieron unos 30.000 de los 45.000 judíos: “Sacerdotes, siempre franciscanos,
participaron activamente en las masacres”
[19]
. Fue una campaña de “limpieza étnica”, un intento
de crear una Croacia católica “pura” mediante conversiones forzadas,
deportaciones y exterminios masivos. El
18 de mayo de 1941 el papa Pío XII
recibió en el Vaticano a Pavelic, el caudillo
ustachi de Croacia, en el momento en que se había puesto en marcha
el plan de genocidio contra los serbios ortodoxos
[20]
. Además,
en 1943 el papa “expresó su complacencia con
la carta personal que había recibido de nuestro poglavnic (caudillo)”
[21]
. En
1946, el arzobispo Stepinac
fue juzgado por colaboración en el exterminio
de enemigos políticos, realizado por el régimen fascista de Pavelic
. Condenado a 16
años de cárcel, por presiones de Estados Unidos, la pena se quedó
en arresto domiciliario. El gobierno de Tito sugirió al Vaticano el
traslado de Stepinac a Roma, pues diversas acusaciones podrían suponer
al arzobispo una cadena perpetua. El Vaticano le mantuvo en Croacia
y, además, le nombró cardenal
[22]
. Pues bien, ahora Juan Pablo II
le beatifica.
Los dictadores latinoamericanos
Desde
el principio, la administración Reagan
decidió que el gobierno sandinista de Nicaragua,
de inspiración marxista, debía ser derribado. Para conseguir este
objetivo, la CIA financió al ejército de la Contra, cuatro mil hombres
en gran parte partidarios de la vieja oligarquía de Somoza
, derribada por los
sandinistas en 1979 tras casi cuarenta años de dictadura sostenida
por Estados Unidos. Sin
embargo, en diciembre de 1982, el presidente Reagan
se vio obligado a dar paso a una ley que prohibía
a la CIA y al departamento de Defensa proporcionar armas, adiestramiento
o ayudas para derribar el gobierno de Nicaragua. No obstante, la CIA
y el presidente buscaron otros medios para financiar y ayudar a la
Contra. Los
resguardos bancarios suizos de Oliver North manifiestan que la Casa
Blanca pagó millones de dólares al agente secreto Monzer Al Kassar
para que suministrara armas a la Contra. Toda
una contradicción: un alto cargo norteamericano colaborando en tráfico
ilegal de armas con un agente secreto, considerado como uno de los
mayores traficantes de drogas
[23]
. Puesto
que la administración Reagan
no podía operar libremente en Nicaragua, entonces
se hizo aún más importante el papel de su principal aliado moral y
político en la zona: la Iglesia católica o, según el nombre dado por
la CIA, la Entidad. Pero en Nicaragua estaba también la llamada Iglesia
popular, aliada con los sandinistas y con una fuerte base popular,
sobre todo entre los pobres. Pues bien, “en 1981 la CIA comenzó a
financiar secretamente a las altas jerarquías de la Iglesia institucional”. Los
sandinistas acusaron al arzobispo de Managua Miguel Obando y Bravo
(que tiempo atrás había apoyado cautamente su
movimiento como único modo de contrarrestar la oligarquía de Somoza
) de ser un agente
pagado por la CIA. Se rechazó con firmeza la acusación. Aunque Obando
no fuera un agente suyo, la CIA terminó por considerarlo uno de sus
principales recursos, deseoso como estaba, tras la elección de Wojtyla
, de cooperar con
los esfuerzos americanos por desacreditar a los sandinistas. Dice
el almirante John Poindexter
, entonces vicedirector
del Consejo Nacional de Seguridad: “Teníamos al día a los obispos
sobre aquellas que para nosotros eran las intenciones del gobierno
nicaragüense y de las organizaciones de izquierda en El Salvador (otro
país donde los obispos de la Iglesia institucional recibían fondos).
En Nicaragua esto se hacía directamente a través del obispo”. A
principios de 1981, se descubre en la comisión de información del
Congreso que al menos 25.000 dólares de los fondos de la CIA habían
llegado a la diócesis de Obando. Temiendo que la cosa fuera de dominio
público y se convirtiera en descrédito del Vaticano y de Estados Unidos,
llamaron la atención a William Casey
, el jefe de la CIA,
el cual se comprometió a terminar con dicha financiación. Sin
embargo, inmediatamente después, Casey
encargó a Alan D. Fiers
encontrar otro modo de hacerlo. Fiers se dirigió
a la Casa Blanca, al teniente coronel Oliver North
, miembro del Consejo
Nacional de Seguridad, que le dio millares de dólares para no interrumpir
las ayudas de dinero a la Iglesia: “No se sabe cuántos centenares
de millares - o quizá de millones - de dólares llegaron secretamente
a la Entidad durante los años de la administración Reagan
, pero la Iglesia
de Wojtyla
se convirtió en aquel periodo en el principal
aliado ideológico del gobierno americano en la lucha contra los sandinistas”. La
Iglesia popular gozaba del apoyo de gran parte del pueblo: “Temiendo
que la Iglesia popular pudiera ser un antagonista demasiado fuerte
de los intereses estadounidenses en América central, sobre todo en
Nicaragua y en El Salvador, Casey
y William Clark
insistían en que el papa visitara Nicaragua.
Sugirieron a Pío Laghi
, representante del
pontífice en Washington
, que el papa manifestase
de modo inequívoco su apoyo a los obispos contra la Iglesia popular”. Dice
Jeanne Kirkpatrick
, embajadora ante
la ONU en tiempo de Reagan
: “Teníamos un interés
común en desalentar una cabeza de puente comunista en este hemisferio.
El papa es profundamente anticomunista y durante la administración
Reagan tenía una visión global sobre el comunismo semejante a la nuestra.
La cuestión de la Iglesia popular era un gran problema”.
El
papa aterrizó en Managua el 4 de marzo de 1983. La junta sandinista,
dirigida por Daniel Ortega
y legitimada por elecciones populares, había
inaugurado un vasto programa de reformas sociales: servicio sanitario
gratuito, campaña contra el analfabetismo, reforma agraria, vivienda.
Daniel
Ortega
dijo en el saludo inicial dado al papa que se
podía ser al mismo tiempo creyentes y revolucionarios, atacó la política
de la administración Reagan
y recordó la amarga historia de las siete intervenciones
militares estadounidenses en su país. Asimismo denunció que en los
tres últimos años 375 nicaragüenses habían muerto por agresiones externas;
entre ellos, diecisiete jóvenes asesinados por la Contra y sepultados
apenas dos días antes. Juan
Pablo II respondió que
deseaba contribuir a que terminaran los conflictos
sangrientos, el odio y las estériles acusaciones, para dejar espacio
a un genuino diálogo. Después,
en la celebración de la misa, Juan Pablo II
atacó a la Iglesia popular y ordenó a los fieles
obedecer a sus obispos. No hizo ninguna alusión a la situación política
del país ni mencionó la implicación de Estados Unidos o la guerra
de la Contra. Cuando el papa lanzó un nuevo ataque al marxismo, subrayando
que la Iglesia debía estar libre de distorsiones
ideológicas, los jóvenes sandinistas encargados del servicio
de orden comenzaron a gritar: “¡Poder al pueblo!”. La zona más cercana
al altar respondió: “¡Una sola Iglesia!”. Y otras voces replicaron:
“¡Iglesia popular!”. Juan Pablo II
definió el episodio como una profanación de
la eucaristía. El
presidente Reagan
y sus colaboradores podían estar tranquilos.
El compromiso del papa por una línea en sintonía con los intereses
de la Casa Blanca estaba asegurado. En El Salvador, Costa Rica, Guatemala
y Haití, durante la semana siguiente, Juan Pablo II
se atuvo a una línea antimarxista, evitando
lo que pudiera disturbar a la administración Reagan
[24]
.
Un
viaje muy distinto hizo dos años después Pedro Casaldáliga
, obispo de Sào Félix
do Araguaia, en el Estado de Mato Grosso (Brasil). Desde el 28 de
julio al 21 de septiembre de 1985 estuvo en Nicaragua para unirse
al ayuno de Miguel D’Escoto
, sacerdote y ministro
de relaciones exteriores de Nicaragua. El 27 de julio publicó un comunicado,
con la lista de 23 obispos y más de 200 entidades y personalidades
que se adhirieron a su gesto de solidaridad. Casaldáliga
peregrina “por la paz, por la no intervención
en Nicaragua y en Centroamérica, por la autodeterminación de esos
pueblos. Para sacudir la conciencia del Primer Mundo ante el drama
y los derechos conculcados de América Central y de todo el Tercer
Mundo. Para colaborar en la corresponsabilidad y en la credibilidad
de la Iglesia de Jesús en esa martirizada Centroamérica y en toda
América Latina”
[25]
. Cuando
llega el obispo, la Contra ha asesinado a ocho madres, que iban a
la montaña a llevar comida a sus hijos combatientes. “Antes de matarlas...,
a algunas de ellas, declara la superviviente Nubia Vargas, las agarraron,
las violaron y después les cortaron las piernas, se las destrozaron”. En
el funeral, con los féretros junto al altar, Casaldáliga
dice a la gente: “Os bendigo en la sangre de
Jesús y en la sangre de estas madres que yo declaro resucitadas”.
Por la tarde, concelebra otro
funeral por treinta soldados caídos en la flor de la juventud. El
30 de julio, Casaldáliga
escribe al presidente de los obispos de Nicaragua,
Miguel Obando y Bravo: “Mi actitud podrá ser conflictiva, también
lo es para mí. Siempre la causa del Reino nos exige ‘violencia’. Mi
intención, en todo caso, es sinceramente evangélica”. El
mismo día, el secretario de la Conferencia Episcopal Nicaragüense
firma un mensaje dirigido al presidente de los obispos brasileños,
Ivo Lorscheider
: “Los obispos de
Nicaragua creen que se lesiona gravemente la caridad y la comunión
eclesial cuando algunos obispos de Brasil hablan o actúan ignorando
la autoridad episcopal nicaragüense”. “Los
obispos nicaragüenses, dice Casaldáliga
, podrían - y deberían
– mantener su distancia, evangélicamente crítica, frente al proceso
político revolucionario. Creo, sin embargo, que no pueden dejar de
condenar abiertamente la agresión imperial de Reagan”. Así
lo hace el cardenal Paulo Evaristo Arns
, arzobispo de Sao
Paulo, en carta dirigida al querido amigo Miguel D’Escoto
, con fecha de 23
de julio: “Respeto mucho su decisión de realizar este ayuno inspirado
por su conciencia sacerdotal ante la realidad de muerte y destrucción
que existe en Nicaragua, como consecuencia de la guerra de agresión
que nos declaró el gobierno de los Estados Unidos”. El
obispo Casaldáliga
recibe la visita de Daniel Ortega y algunos
comandantes más: “Si algunos me vieran en medio de vosotros, bromea
el obispo, seguro que se escandalizarían... De todos modos, si el
papa puede encontrarse con Reagan, puedo yo encontrarme con vosotros”. En
el Tribunal Internacional de La Haya Nicaragua abrió un proceso contra
la Administración Reagan. El profesor de Derecho de la Universidad
de Harvard, Abram Chayes
, denunció en La
Haya que el gobierno de los Estados Unidos “concibió, creó y organizó”
las fuerzas mercenarias de la Contra. Sin embargo, los Estados Unidos
notificaron que no reconocían jurisdicción al Tribunal
[26]
. El
28 de noviembre, Sergio Méndez Arceo
, obispo emérito
de Cuernavaca (Méjico), y Pedro Casaldáliga
escriben en carta conjunta al cardenal Obando
y Bravo, arzobispo de Managua: “No
nos parece honrado – y lo creemos de gravísimas consecuencias para
el futuro de nuestra Iglesia – tratar peyorativamente como Iglesia
popular paralela y al servicio del comunismo todas esas comunidades
cristianas con sus agentes de pastoral – laicos, sacerdotes y religiosos
– y con centros de Pastoral tan altamente preparados y eficientes.
La sinceridad, a veces heroica, de tantos hermanos que forman esas
comunidades y los muchos mártires que, en esas comunidades de Nicaragua
y toda América Central, han derramado ya su sangre nos juzgarán un
día”
[27]
. Finalmente,
el obispo Casaldáliga
hace algunas precisiones importantes:
-
“La verdad está con Nicaragua. Nicaragua es la agredida:
por la política norteamericana de Reagan”.
-
“Un cristiano puede ser también marxista, siempre que
no haga del marxismo su filosofía de vida y utilice, relativizados,
los análisis y prospectivas marxistas”.
-
“Puedo caminar con Marx
, como compañero,
pero el Camino para mí es Jesucristo”
[28]
. Comentando
estas cosas (en casa de Jesús Martín, el 29 de agosto de 2001), nos
encontramos un pasaje del profeta Ezequiel que nos parece significativo
y que no podemos callar: En cuanto a tí, vil criminal, príncipe de Israel, cuya hora ha llegado
con la última culpa, así dice el Señor: La tiara se quitará, se depondrá
la corona, todo será transformado; lo humilde será elevado, lo elevado
será humillado. Ruina, ruina, ruina, esto es lo que haré con él, como
jamás la hubo, hasta que llegue aquel a quien corresponde el juicio
y a quien yo se lo entregaré
[29]
.
“Guatemala
es un prolongado martirio, prohibido para la opinión pública internacional”,
denuncia Casaldáliga
. “Se ha oido hablar
de El Quiché, de la política de aldea arrasada. Pero se ignora o se
olvida pasivamente el drama de verdadero exterminio que asola el país”,
“el 80 por ciento de la tierra cultivable pertenece al 2 por ciento
de la población”, “en Guatemala se da la mayor inversión privada de
los Estados Unidos en América Central”
[30]
. A
finales de febrero de 1999, el Informe Guatemala,
memoria del silencio atribuye a las Fuerzas Armadas la desaparición
de casi doscientas mil personas. El documento afirma que la doctrina
de la Seguridad Nacional y el anticomunismo, promovidos por Estados
Unidos en América Latina, fueron una de las causas de la guerra interna
de Guatemala
[31]
.
En
El Salvador, el arzobispo Oscar Romero
había sido asesinado en 1980 por instigación
de los servicios secretos militares salvadoreños porque se oponía
a la brutalidad del régimen. El papa le elogió definiéndolo como “celoso
pastor”, pero no como mártir. Dice Juan Arias
que Wojtyla
se irritó con él durante el primer viaje a América
Latina porque le habló del martirio del obispo Romero: “Eso aún había
que probarlo”
[32]
. En varias ocasiones monseñor Romero aludió a la
conversión que para él había supuesto la muerte del jesuita Rutilio
Grande, que fue asesinado el 12 de marzo de 1977
[33]
. En 1989, Ellacuría y cinco jesuitas más serían
también brutalmente asesinados, pero no son el modelo de santos que
promueve el Vaticano. Dice Jon Sobrino
: “Si se reflexiona
por qué mataron a los jesuitas y a dos sencillas mujeres que simbolizan
a todo el pueblo salvadoreño y latinoamericano, se comprenderá también
cómo vivieron, cómo fue su fe, su esperanza y su compromiso”, “la
teología de la liberación sigue siendo necesaria, pues la fe cristiana
tiene que responder hoy con credibilidad - y teológicamente, con racionalidad
- a la pregunta más antigua y más actual: ¿cómo decir a los pobres
de este mundo que Dios les quiere?”
[34]
. A
primeros de mayo de 1979 el arzobispo Romero
estuvo en Roma. Después de muchos días de espera,
Juan Pablo II
le concedió una breve audiencia. Monseñor Romero
presentó al papa un dossier que documentaba las sistemáticas violaciones
de derechos humanos en El Salvador, incluyendo el asesinato (entonces
reciente) del sacerdote Octavio Ortiz
y de cuatro jóvenes de su oratorio. Juan Pablo
II le dijo: “No me traiga muchas hojas, que no tengo tiempo de leerlas...
Y además, procure ir de acuerdo con el gobierno”. Monseñor Romero
salió de la audiencia llorando: “El papa no me ha entendido, no puede
entender, porque El Salvador no es Polonia”
[35]
. Según
Robert E. White, embajador norteamericano en El Salvador que fue destituido
por Reagan en 1981, Reagan ocultó las pruebas del asesinato de monseñor
Romero. Su gobierno mantuvo en secreto durante tres años la evidencia
que tenía sobre la conspiración y sabía los nombres de los salvadoreños
que vivían en Miami y que dirigían los llamados “escuadrones de la
muerte” con fondos, dinero sucio y otros apoyos
[36]
. En
vez de defender la causa de monseñor Romero (y de tantos mártires
latinoamericanos), Juan Pablo II establece relaciones diplomáticas
con Estados Unidos (en abril de 1984) y mantiene con Reagan “una de
las más grandes alianzas secretas de todos los tiempos”. En septiembre
de 1987 Juan Pablo II realiza su segundo viaje a Estados Unidos. El
viaje comienza (¡precisamente!) en Miami, donde es recibido por el
presidente Reagan y por el embajador de Estados Unidos ante el Vaticano,
Frank Shakespeare, de quien se dice que es miembro del Opus Dei y
Caballero de la Orden de Malta. Al parecer, la Administración americana
costea los gastos del viaje, cuyo presupuesto asciende a 7.000 millones
de pesetas, unos 42 millones de euros.
El
viaje de Juan Pablo II
a Chile en abril de 1987 formaba parte de una
estrategia para favorecer en diversos países de América Latina una
transición pacífica a la democracia. El papa quería garantizar, donde
fuera posible, la hegemonía política de los partidos democristianos
o de centroderecha, lo que correspondía exactamente a la visión de
Reagan
. En
Chile había contactos para negociar un acuerdo según el cual Pinochet
convocaría elecciones presidenciales o un referéndum.
Formaba parte del futuro acuerdo (se alcanzaría en 1989) que a Pinochet
le sería garantizada la inmunidad por los crímenes
de su régimen y quedaría con el mando de las fuerzas armadas. Wojtyla
favoreció esta estrategia nombrando a Juan Francisco
Fresno
arzobispo de Santiago. El cardenal Fresno era
mucho más diplomático
que su predecesor
el cardenal Silva Henríquez, crítico valiente del régimen y defensor
de las víctimas. Silva Henríquez había creado el vicariato de solidaridad
que daba ayuda material y asistencia legal a las personas perseguidas
por la dictadura y a las familias de los desaparecidos. Cuando
Juan Pablo II
llegó a Santiago el primero de abril, el general
Pinochet
se jactó de haber salvado el país del terrorismo
y de la violencia atea y marxista. El papa deseó una victoria del
perdón, de la misericordia y de la reconciliación. En un encuentro con los dirigentes
del vicariato de solidaridad, que le regalaron un álbum con las fotos
de 758 desaparecidos, el papa declaró: “¡Los detenidos desaparecidos
los llevo siempre en mi corazón!”. Pero durante los seis días de la
visita los mencionó sólo de pasada y citó sólo una vez la tortura,
en Punta Arenas, a 650 kilómetros de la capital. Juan
Pablo II
fue el segundo jefe de Estado (después del presidente
de Uruguay) en visitar a Pinochet
en su residencia oficial, el palacio de la Moneda,
donde en 1973 el presidente Salvador Allende
fue asesinado. Cuando el general invitó al papa
a salir al balcón para recibir el saludo de los simpatizantes del
régimen, Juan Pablo II aceptó. Claramente satisfecho, Pinochet oró
con el papa en la capilla del palacio
[37]
. Unos años después, en 1994, el cardenal Sodano
enviaría una calurosa carta, con una foto dedicada
del papa, al general Pinochet con ocasión de la celebración de sus
bodas de oro
[38]
. Pero las atenciones al dictador no se quedaron
ahí. El
Vaticano dio “un paso diplomático” en favor del general Pinochet
, detenido en Londres
el 16 de octubre de 1998 por los crímenes contra la humanidad cometidos
durante la represión de su dictadura. El portavoz vaticano quiso aclarar
que la iniciativa se realizó “a petición del Gobierno chileno”. Según
se supo después, la gestión se hizo desde la Secretaría de Estado.
El secretario de Estado, cardenal Sodano
, que fue nuncio
en Santiago de Chile entre los años 1978-1988 durante la dictadura
militar, explicó después que hizo la gestión “por motivos humanitarios”
[39]
. Recientemente,
la publicación de distintos documentos vinculan a Estados Unidos con
el golpe de Estado contra el socialista Salvador Allende
. Entre los documentos
aparece un memorándum del entonces asesor de Seguridad Nacional, Henry
Kissinger, al presidente Richard Nixon
, en el cual se habla
abiertamente de “un plan de acción clandestina”. El presidente Nixon
dio la orden de “hacer todo lo posible” para derrocar a Allende
[40]
. El
testimonio que el 25 de enero de 2001 dio el general retirado Joaquín
Lagos Osorio
ante las pantallas de la Televisión Nacional
de Chile conmocionó a los chilenos. En octubre de 1973, este alto
ex oficial estaba a cargo de la Primera División del Ejército, con
asiento en la ciudad de Antofagasta. En dicha zona se ejecutó a 56
detenidos políticos por orden de un alto general que viajó al norte
de Chile especialmente delegado por Pinochet
. Ante las cámaras
de televisión, el general Lagos expresó su dolor por las matanzas
realizadas en Copiapó, Calama y Antofagasta e insistió en que Pinochet
es el gran responsable de estos sucesos. Lagos
dio detalles del estado en que se encontraban los cadáveres de los
ejecutados en el momento de entregarlos a sus familiares: “Me daba
vergüenza verlos. Si estaban hechos pedazos. De manera que yo quería
armarlos, por lo menos dejarlos en una forma humana. Sí, les sacaban
los ojos con cuchillos, les quebraban las piernas... Al final les
daban el golpe de gracia. Se ensañaron... Se los mataba de modo que
murieran lentamente. O sea, a veces, los fusilaban por partes. Primero,
las piernas; después, los órganos sexuales; después, el corazón. En
ese orden disparaban las ametralladoras”
[41]
. Lagos
pasó a retiro en 1974, a pocos meses de las matanzas del norte de
Chile.
Las
palabras de condena contra la violencia que Juan Pablo II
no había públicamente pronunciado en Chile bajo
el yugo de la dictadura, las pronunció en un país que acababa de volver
a la democracia: Argentina. Apenas llegado, el 6 de abril de 1987,
dijo a Raúl Alfonsín
, el primer presidente
elegido democráticamente tras el fin de la dictadura militar (1976-1983),
que los derechos humanos debían ser garantizados “también en situaciones
de extrema conflictividad, huyendo de la frecuente tentación de responder
a la violencia con la violencia”
[42]
. Bajo
la dictadura militar argentina, los obispos estaban profundamente
comprometidos con el régimen militar: “La noche previa al golpe de
Estado del 24 de marzo de 1976, el ex general Jorge Rafael Videla
y los miembros de la Junta Militar que encabezaría
la dictadura se reunieron con la máxima jerarquía de la Iglesia católica
de la época antes de iniciar, con su bendición, la guerra sucia de
la represión ilegal, que provocó el secuestro, la tortura, el asesinato
y la desaparición de unos treinta mil ciudadanos, entre ellos 200
bebés nacidos en cautiverio”
[43]
. El capellán jefe de las fuerzas armadas,
el obispo José Miguel Medina
, aún en el cargo
a la llegada de Juan Pablo II
, había llegado en
el pasado hasta justificar la tortura. El clero había quedado también
callado cuando el obispo Enrique Angelelli
, mal visto por el
régimen, murió en un accidente que, según muchos, fue provocado. Durante
la visita del papa el premio Nobel de la paz en 1980, Adolfo Pérez
Esquivel,
denunció al obispo Medina
y a quienes “habían quedado en silencio cuando,
con la excusa de defender la civilización católica, la dictadura había
masacrado a la gente”. Sin embargo, el papa no dijo una sola palabra
sobre el compromiso de la Iglesia con los militares y no quiso encontrarse
con las Madres de la Plaza de Mayo, que habían visto a sus seres queridos
desaparecer. En el discurso a los obispos incluso pareció defender
implícitamente su comportamiento: “Sé de vuestras sufridas intervenciones
que salvaron vidas”. Sólo en el último día de su visita a Argentina
insertó una brevísima alusión a los desaparecidos en un discurso a
los jóvenes. Unos
años después, María Ignacia Cercos
, esposa del periodista
desaparecido Julián Delgado
, denunció en el
diario Página 12 que “el
Nuncio Apostólico (en Argentina) Pío Laghi
(1974-1980) conocía todo lo que pasaba en la
Escuela de Mecánica (de la Armada, uno de los principales centros
de tortura ubicado en Buenos Aires), podía averiguar los nombres de
quienes estaban secuestrados y el comandante en jefe de la Armada,
Armando Lambruschini
, le consultó si
debía dejar con vida a un grupo de desaparecidos que recibió de Massera
- almirante y ex miembro de la junta militar
dictatorial - al asumir el cargo”
[44]
. Emilio
Mignone
, padre de la desaparecida
Mónica María Candelaria
, dará el siguiente
testimonio: “Vi a monseñor Laghi
tres veces. En la primera ocasión, me dijo que
estábamos en manos de un gobierno de criminales. Referí estas palabras
al almirante Massera
, cuando fui a verle
por la desaparición de mi hija, y el almirante me respondió: ‘Me extraña
que Laghi hable así: juego con él a tenis cada quince días’. La segunda
vez, monseñor Laghi expresó opiniones más atenuadas, y la tercera
- encontrándose ya en Estados Unidos, fuera de Argentina - me dijo
que había actuado con mucho miedo”
[45]
. En
la actualidad, Pio Laghi
es prefecto emérito de la Congregación para
la educación católica, patrono de la soberana orden militar de Malta,
y miembro del Consejo de cardenales y obispos de la Secretaría de
Estado. Otro
testimonio. Se llama Elías y pide que se omita su apellido. Es argentino,
hijo de padre desaparecido. Sabe por un militar de la Armada, atormentado
por su pasado, cómo terminó su padre. Llevaron a los detenidos a los
calabozos de la Escuela Superior de Mecánica de la Armada (ESMA),
les torturaron y horas más tarde acabaron en el Atlántico. Antes de
embarcar, un capellán se dirigió a los condenados. Les habló de Dios
y de la necesidad de separar la cizaña del trigo. A pocos metros les
esperaba un autobús de ventanas ciegas. En su interior esposados y
medio desnudos, dos decenas de jóvenes eran atendidos por sanitarios
vestidos con bata blanca. Los condenados recibieron una inyección
sedativa y, una vez producido el efecto, el capellán subió al autobús.
Uno a uno les hizo la señal de la cruz en la frente y en nombre de
Dios les perdonó sus pecados. El militar identificó al capellán (padre
Andrés, con dos muelas de oro) y añadió el lugar donde ejercía su
ministerio: Valparaíso (Chile), barrio de la Magdalena, iglesia del
Carmen. Aquel
domingo la misa de once estaba llena. Elías tuvo la oportunidad de
mirar por primera vez al hombre que había hecho la señal de la cruz
en la frente de su padre antes de ser arrojado al océano. El cura
hablaba de Dios y de su naturaleza compasiva. El rito terminó y Elías
se acercó a la sacristía. Dio los buenos días y, sin esperar respuesta,
dijo que era de Buenos Aires. Agregó que su padre había estado detenido
en la ESMA. El cura palideció y se fijó en las manos desnudas del
hombre que tenía delante. Hubo un instante de silencio. El padre Andrés
negó con la cabeza y masculló algo así como que no había estado jamás
en la ESMA y que llevaba muchos años en Chile. Lo repitió una y otra
vez. Entre sudores, habló durante ocho o diez segundos, pero Elías
contempló dos muelas de oro en el interior de su boca. Era suficiente
[46]
.
El
15 de enero de 1992, el Vaticano se hizo notar nombrando nuncio en
Haití a Lorenzo Baldassari, cuando el país estaba dirigido por el
general Cedras
, autor de un golpe
de Estado en septiembre de 1991. El golpe había obligado a exiliarse
al presidente legítimo, el primero elegido democráticamente (en diciembre
de 1990), Jean-Bertrand Aristide
. El Vaticano fue
entonces “el único Estado que envió un embajador ante el régimen usurpador
y dictatorial de Raúl Cedras”
[47]
.
El
21 de enero de 1998 Juan Pablo II
llegó a Cuba con un doble mensaje: Que Cuba
se abra al mundo, que el mundo se abra a Cuba.
El 24 de enero, en
Santiago,
el papa
hizo un llamamiento para liberar a los prisioneros
políticos. Defendiendo la libertad religiosa, “la Iglesia defiende
la libertad de cada individuo, de las familias, de las diferentes
unidades sociales, que están viviendo estas realidades como un derecho
a su propia esfera de autonomía y soberanía”. El
25 de enero, en la plaza de la Revolución de la Habana, se celebró
la misa de clausura de la visita papal. Juan Pablo II
criticó el embargo económico de Cuba por parte
de Estados Unidos, reiterando que los embargos económicos son injustos,
ya que los sufre el pueblo. Era sólo una frase de una homilía que
duró media hora. Cuba, dijo el papa, tiene un alma cristiana que le
ha otorgado “una vocación universal”, una vocación de “superar su
aislamiento” y de “abrirse al mundo”, “es el momento de iniciar nuevos
caminos”
[48]
.
Panamá
era “la mejor terminal para los tráficos de Calvi
y de Marcinkus
”, el paraíso fiscal
de las llamadas “sociedades panameñas”. Los Estados Unidos exigían
informes de todo lo que ocurría en Panamá, especialmente sobre el
reciclaje de dinero sucio, la más floreciente de las actividades económicas
locales. Así fue como Manuel Antonio Noriega
, que en 1983 se
haría con el poder, “reunió un archivo impresionante acerca de millares
de hombres de negocios y de sociedades que operaban en su paraíso
fiscal, incluida la ficha que concernía a Calvi, al banco Ambrosiano
y a Marcinkus”. Desde 1983 Noriega lo controlaba todo: “Sus abultados
archivos constituían una especie de seguro para el porvenir. Y los
recordó en vísperas de la Navidad de 1989”. El
5 de febrero de 1988, en dos tribunales de Florida (en Tampa y en
Miami), se habían lanzado gravísimas acusaciones, todas relacionadas
con el tráfico de drogas: asociación ilícita, extorsión, importación
de estupefacientes en combinación con el cártel de Medellín. El presidente
George Bush
puso en marcha la operación “Causa Justa” que
consistía en derrocar a Noriega
. Pero este se refugió
en la nunciatura. Los Estados Unidos le comunicaron a través del Vaticano,
que no le harían ningún daño. Al final, terminó en la cárcel de Miami.
Juan
Sebastián Laboa
había sido nombrado nuncio el 18 de diciembre
de 1982 y había preparado el viaje del papa Wojtyla
a Centroamérica, en marzo de 1983. Según los
autores Coen y Sisti, “la carta secreta de Noriega
se llamaba IOR, y era un as en la manga que
el dictador tenía desde mucho tiempo atrás, desde que, en el bufete
Arosemena, Noriega y Castro
, fueron constituidas
las ocho sociedades panameñas parcialmente responsables de la quiebra
del Ambrosiano”
[49]
. En este mismo sentido, se dijo que tenía “en un
puño al Vaticano con algún documento relativo a las sociedades panameñas
del IOR”. “Ridículo, absolutamente ridículo” fue el desmentido del
portavoz vaticano, Joaquín Navarro Valls
. Pero su intervención
pareció demasiado débil
[50]
. Como
ya hemos visto, el 1 de julio de 1991 estalló el escándalo de la Banca
de Crédito y Comercio Internacional, la caja fuerte del terrorismo
y del tráfico mundial de armas, la banca personal de Manuel Antonio
Noriega
. El juez italiano
Carlo Palermo, de Trento,
lo investigó
. Al final, la investigación
se le quitó y fue transferida a Venecia, perdiendo por el camino casi
todos los principales imputados: “Es importante recordar que los imputados
principales estarán después implicados en los asuntos Calvi-Ambrosiano
y en el atentado contra el papa Wojtyla
”
[51]
. Es una pista en la que no se ha querido profundizar.
La
política vaticana ha dado numerosos signos de la dirección que prefería
adoptar, apoyándose en el Opus Dei y en otros movimientos conservadores.
En 1991 escribía Leonardo Boff
: “La estrategia
romana debilita el compromiso de las Iglesias latinoamericanas a favor
de la liberación de los pobres, frente a las denuncias y las desapariciones
políticas, los asesinatos de campesinos y la opresión de los trabajadores”,
“el cristianismo será liberador o, por el contrario, cómplice del
mantenimiento de la injusticia y, por lo tanto, expuesto al desprecio
del pueblo consciente”
[52]
. Dice
también el teólogo brasileño sobre el pontificado de Juan Pablo II
: “No quiero hablar
de lo positivo, porque son tantos los aduladores de la institución,
que ya lo harán por oficio y posiblemente por convicción. Yo quiero
hablar del escándalo que este pontificado ha provocado en muchos cristianos
y, peor aún, en muchos de los pobres que están en comunidades y acompañan
el caminar de la Iglesia”, “yo no querría estar en la piel del papa
para enfrentar el juicio de los pobres, porque ellos serán nuestros
jueces en la tarde de la vida. Pido misericordia para el papa Wojtyla
, que Dios y los
pobres tengan misericordia de él. Cuando él aparezca delante del juez
supremo, sé que los pobres van a gritar: él no entendía, tenía una
experiencia personal mala, ha conocido sólo dictaduras y totalitarismos,
el nazismo, el estalinismo y, al final, el romanismo, y es víctima
de todo eso”
[53]
.
En
enero de 1991, el papa Wojtyla se opone a la guerra americana en el
Golfo Pérsico. Considera que no es una guerra justa, hace diversas
llamadas a los presidentes George Bush
y Sadam Hussein
para que eviten la guerra, opina que las potencias
occidentales no han hecho intentos apropiados para negociar una solución
pacífica con Irak, después que este país invadiera Kuwait en agosto
de 1990. Finalmente, condena los “deplorables bombardeos”: “el enorme
empleo de medios y armas hace pensar en consecuencias muy graves”. En
octubre de 1993 dice el papa: “He comprendido lo que es la explotación
y, al instante, me he puesto al lado de los pobres, de los desheredados,
de los oprimidos, de la gente marginada y sin defensa. Los poderosos
de este mundo no siempre ven con buenos ojos un papa de este tipo.
A veces, lo ven incluso con malos ojos por la cuestión referente a
los principios morales. Reclaman, por ejemplo, que se le deje vía
libre para el aborto, la contracepción o el divorcio... algo que el
papa no puede hacer, porque su misión, que le ha sido confiada por
Dios, consiste en defender a la persona, su dignidad y sus derechos
fundamentales, el más importante de los cuales es el derecho a la
vida”. Entre
junio y septiembre de 1994 se observa un aumento de la tensión en
las relaciones entre el Vaticano y Estados Unidos a propósito del
problema demográfico mundial. Recibido en audiencia en Roma, el presidente
Bill Clinton
constata todo lo que le separa del Vaticano,
lanzado en ese momento a plena campaña en la Conferencia de la ONU
reunida en El Cairo sobre el tema “Población y desarrollo”
[54]
.
El sueño de Compostela
En
diversas ocasiones y lugares, desde los primeros días de su pontificado,
el papa Wojtyla
no deja de predicar la “vocación cristiana de
Europa”, denunciando la situación de crisis en que se encuentra:
-
El papa dice que Europa va mal y presiente “en esta
sociedad cada vez más secularizada una marcha hacia el fracaso y hacia
un caos cada vez mayor” (Spira, 1987). No puede seguirse ignorando
la caída de la natalidad o el envejecimiento de la población o considerarlos
como una solución al problema del desempleo.
-
El hombre europeo de hoy “es un hombre entregado a
la tarea de edificar la ciudad terrestre, que ha perdido de vista
o excluido voluntariamente de su horizonte la ciudad de Dios” (Roma,
1985).
-
“La refundación de la cultura europea, dice el papa,
es la empresa urgente y decisiva de nuestro tiempo”, “hay que intentar
reconstruir Europa en su verdadera identidad que es, en su raíz originaria,
una identidad cristiana” (Rávena, 1986).
-
Hacer “nacer una Europa unida desde el Atlántico a
los Urales” (Spira, 1987), he ahí el auténtico modo de honrar “la
herencia de los antepasados”. Pero
fue en 1982 en Santiago de Compostela donde Juan Pablo II
dirige a Europa una interpelación, que se ha
llamado el sueño de Compostela:
“Yo, obispo de Roma y Pastor de la Iglesia universal, desde Santiago
de Compostela dirijo mi grito de amor hacia ti, vieja Europa. Reencuéntrate
a ti misma, sé tú misma, redescubre tus orígenes. Vuelve a vivificar
tus raíces. Revístete con estos valores auténticos que han construido
la gloria de tu historia... Todavía puedes ser un lazo de civilización
y un aliento de progreso para el mundo. Los otros continentes te miran
y esperan de ti la respuesta que Santiago dio a Cristo: Sí, puedo”. Para
unos emocionante, para otros patético. A pesar de todo, Europa occidental
(y, en general, Occidente) será “el único modelo con credibilidad
a los ojos de los pueblos del Este comunista”
[55]
.
La pirámide superior
A
finales de 1943, gran parte de Italia estaba todavía ocupada por las
tropas nazis y por las tropas aliadas y ya Estados Unidos había comenzado
a combatir al que sería el futuro adversario, el comunismo. La Oficina
de Servicios Estratégicos (OSS), dirigida por H. Stuart Hughes
, enviaba a Washington
periódicos informes sobre el partido comunista
italiano (PCI), provincia por provincia. En el mismo período ya eran
financiadas las primeras formaciones anticomunistas, mientras los
antiguos fascistas, tanto en Italia como en el resto de Europa, eran
reclutados en aquellas redes clandestinas que, terminada la guerra,
representarán el armazón de Gladio
[56]
, una red de resistencia de la OTAN dispuesta a
entrar en acción en caso de invasión del bloque comunista o de una
subversión comunista dentro de Italia. Se la llamaba también Organización
X y Rosa de los vientos. La
Italia contemporánea es un Estado nacido en el área de influencia
norteamericana y, sin embargo, un país que tenía el partido comunista
más fuerte de Europa y en el que la izquierda tenía la posibilidad
de llegar, por elección democrática, al gobierno.
*
La única fuerza política capaz de contener el avance comunista era
la Democracia cristiana (DC). En realidad,
Estados Unidos desconfió siempre de la DC, vinculada a la política
vaticana. Pero ¿qué peso electoral tenían los demás partidos? Aunque
la DC ha sido un conjunto de partidos reunidos bajo un único símbolo,
el ala atlántica ha estado siempre bien representada. Además,
los Estados Unidos encontraron un fuerte apoyo en el Vaticano. El
papa Pío XII
contribuyó con un radio-mensaje en 1947: “Quien
dé su propio apoyo o los propios servicios a quienes rechazan a Dios
es un desertor y un traidor”. En las iglesias católicas se exponía
el siguiente aviso: “La autoridad de la Iglesia ha condenado el comunismo
porque es marxista, esto es, materialista y ateo. Por tanto es pecado
grave: afiliarse al partido comunista y a los partidos que hacen causa
común con él; favorecerlo de cualquier modo, también sólo con el voto;
leer y difundir su prensa. Así pues, no se puede recibir la absolución
si no están arrepentidos y firmemente decididos a no recaer más en
las mismas faltas antes referidas. El Señor ilumine y conceda a los
culpables en materia tan grave el pleno arrepentimiento, porque está
en peligro la misma salvación eterna”
[57]
. El
8 de febrero de 1948, el profesor Luigi Gedda
, presidente de Acción
Católica, fundó una organización conocida como Comités cívicos, que
se proponía hacer votar a todos los electores anticomunistas, con
la bendición del Vaticano y de la CIA. La organización reclutó cerca
de 300.000 agentes provenientes de 22.000 parroquias. Un informe de
la CIA sobre la acción de Gedda atestiguaba que la organización fue
un factor decisivo durante las elecciones, tanto que se estableció
mantenerla después como “cuerpo ejemplar y permanente de la propaganda
anticomunista”
[58]
. Gracias
al apoyo decisivo de la Iglesia, la DC logró la mayoría absoluta en
las elecciones de 1948: 305 escaños sobre 574. Entonces los jóvenes
democristianos, encuadrados en una clandestina organización armada,
pudieron deponer las armas. 44 años después, ya como presidente de
Estado, Francesco Cossiga
reconoció que estuvo integrado en “formaciones
de jóvenes democristianos armados, armados por los Carabinieri, para
defender las sedes del partido en el caso de que los comunistas, perdidas
las elecciones, hubieran intentado un golpe de Estado”. ¿Y si las
hubieran ganado? Es posible que la DC “se hubiera convertido en un
cuerpo armado dispuesto a arrastrar a Italia a una guerra civil para
impedir que los comunistas gobernaran”
[59]
. Sin
embargo, la desconfianza de Estados Unidos hacia la DC ha permanecido
siempre: “Más allá de la búsqueda provincial de consenso, la fiabilidad
democristiana ha sido siempre una cuestión abierta y ha favorecido
el arraigo de una doble lealtad dentro de las mismas instituciones.
Los servicios secretos, por ejemplo, debían responder de su acción
sobre todo en la sede atlántica. Los generales dependían de los mandos
de la OTAN antes que del gobierno nacional. Y lo mismo se diga de
cadenas anómalas de comandos que se han manifestado también funcionales,
a partir del fin de los años sesenta, para promover la estrategia
de la tensión”
[60]
.
*
Otra expresión de los poderes fácticos en Italia es la masonería. La masonería es el único partido real y efectivo que la
clase burguesa ha tenido durante mucho tiempo. Esta afirmación sigue
siendo básicamente aplicable a otros países, como Estados Unidos e
Inglaterra, donde la masonería tiene una influencia directa en la
determinación de las opciones políticas y económicas. La tradicional
vocación profana de la masonería ha sufrido una brusca aceleración
con el comienzo de la estrategia de la tensión y la masonería italiana
ha sido llamada a desempeñar su papel de coordinación en medio de
los diferentes sectores anticomunistas. Es
preciso destacar la profunda reconversión atlántica de las logias
y el ascenso del más “americano” de todos los masones, Licio Gelli
, gran elector de
Ronald Reagan
y de George Bush
, nombrado
desde 1971 secretario de la logia P2. Ya en 1971 una reunión de la
P2 abordaba la siguiente cuestión: “la amenaza del Partido Comunista
Italiano, de acuerdo con el clericalismo, de cara a la conquista del
poder”. La amenaza era tanto más grave cuanto que, según Gelli, en
Italia no había una clase dirigente capaz de gobernar los conflictos. En
declaración a la Comisión antiterrorista, el general Gianadelio Maletti
, que fue jefe del
servicio D del SID y afiliado a la P2, definirá la Logia de Gelli
como “un centro de irradiación americana”. Maletti
dirá también: “La sumisión italiana a los servicios secretos americanos
era total”, “ciertamente, incluso el asesinato de Aldo Moro
, como la misma acción
de las Brigadas Rojas, fueron sin duda alimentadas por los servicios
USA. Dejando simplemente hacer”
[61]
. A
finales de los años setenta, existían lazos orgánicos entre mafia,
masonería y servicios secretos. Aunque negados con obstinación en
los ochenta, asuntos como el de Michele Sindona
o del presidente del Banco Ambrosiano, Roberto
Calvi
, debían hacer intuir
que existían mecanismos muy complejos puestos en acción: “A finales
de los años setenta, asesinado Aldo Moro
y con la P2 en su esplendor, las logias se han
abierto directamente a los mafiosos. Y se han convertido cada vez
más en espacios que poco o nada tenían que ver con la proclamada utopía masónica”
[62]
. En
un servicio de la TV italiana (Tg1, 28 junio - 2 de julio de 1990),
el periodista Ennio Remondino
reveló aspectos de la dimensión internacional
de la P2: “El ex colaborador de la CIA Richard Brenneke
afirmaba que Gelli
y la P2 habían trabajado para la CIA recibiendo
a cambio enormes sumas que el mismo Brenneke sostenía haber entregado
alguna vez personalmente al jefe masón, dinero utilizado para alimentar
el terrorismo de los años setenta, para asuntos inconfesables (tráfico
de droga y armas), y sobre todo para desestabilizar el cuadro político
italiano. Como apoyo a sus declaraciones, el ex agente de la CIA había
entregado a Remondino numerosos documentos, incluyendo nombres de
sociedades utilizadas para la financiación, como Amitalia, con números
de cuentas corrientes en la Unión de Bancos Suizos de Zurich, documentos
que el periodista había entregado a la autoridad judicial de Roma”
[63]
.
*
Otro poder fáctico en Italia es la mafia. Sus tradiciones están profundamente
arraigadas en los doscientos años de ocupación extranjera de Sicilia.
La mafia se originó en grupos tribales que adoptaron de sus jefes
árabes la visión según la cual la vida es barata, el asesinato por
venganza es honrado y la justicia posible sólo para el que tiene dinero
y amigos influyentes. En cada ciudad, el “padrone” llenaba el hueco
de la injusticia social: “La violencia de Mussolini
, la segunda guerra
mundial y la invasión estadounidense de Sicilia hicieron de la mafia
el verdadero centro de poder de la isla. Más tarde la mafia transfirió
el poder a la Democracia Cristiana, cuyos miembros accedieron a proteger
los intereses de la mafia. Con el tiempo, esta decisión llevó a que
el ala derecha de los democristianos fuera sinónimo de la mafia”
[64]
. Preparando
el desembarco en Sicilia durante la segunda guerra, la inteligencia americana hizo un pacto con los jefes de la mafia. La petición de ayuda a la mafia podía
ser justificada por exigencias de tipo militar, por lo demás comprensibles
en tiempo de guerra: conquistar rápidamente Sicilia con el menor derramamiento
de sangre. Pero no fue así. El acuerdo para el desembarco se tradujo
en un pacto estratégico. La Cosa Nostra fue legitimada como organización
anticomunista, tenía un territorio que administrar y le fue concedida
amplia impunidad. En los protocolos secretos del tratado de paz, a
la isla se le reservó un estatuto especial, que preveía una amplia
sustracción de soberanía al Estado italiano que, por lo demás, no
tenía pleno poder en el resto de la península. Sicilia era estratégicamente
indispensable a las exigencias militares de la Alianza Atlántica:
“En 1948, con la victoria de la Democracia Cristiana, desapareció
toda duda sobre la permanencia de Italia en la órbita atlántica y
era oportuno asignar a la nueva clase dirigente un Estado íntegro
y, sobre todo, una reserva de votos a utilizar en el mantenimiento
del poder. Entonces el ejército separatista fue rápidamente desarmado,
la mafia pasó en bloque a la Democracia Cristiana y Giuliano
(el comandante separatista) fue asesinado por
los sicarios de Cosa Nostra”
[65]
. Hasta la caída del muro de Berlín, el pacto entre
la mafia y el Estado italiano, establecido bajo el paraguas atlántico,
no ha sido seriamente puesto en discusión. El
general Carlo Alberto Dalla Chiesa fue
nombrado prefecto de Palermo
el 30 de abril de 1982. Escribe en su diario
el día 6 de abril: “Ayer también el honorable Andreotti
me ha pedido que fuera y naturalmente, dada
su presencia electoral en Sicilia, se ha manifestado por vía indirecta
interesado en el problema. He sido muy claro y le he asegurado que
no tendré miramientos para esa parte del electorado a la que pertenecen
sus grandes electores”
[66]
. El 3 de septiembre de 1982, el general Dalla Chiesa,
su mujer y un agente fueron acribillados a balazos en Palermo.
Poco
después, el 20 de noviembre, el papa Wojtyla viajó por primera vez
a Palermo y se requerían medidas especiales de seguridad. Pues bien,
conducía el coche del papa (un descapotable blanco) un constructor
siciliano aficionado a las carreras de automóviles, llamado Angelo
Siino
. Nueve horas duró
el servicio. Entonces era un ilustre desconocido, pero sólo diez años
después sería un “importantísimo referente de los corleoneses”, una
especie de ministro de relaciones públicas del jefe de la mafia Totò
Riina. Lo comenta Enzo Mignosi
, corresponsal en
Palermo del Corriere della Sera
[67]
. El 9 de mayo posterior, en su segunda visita siciliana,
gritaría el papa en Agrigento: “Mafiosos, convertíos”
[68]
. Cesare
Caselli
es el fiscal que llevó a Giulio Andreotti ante
los tribunales por sus relaciones con la mafia. A principios de mayo
de 1999, durante un acto celebrado en el Vaticano, Andreotti también
estuvo presente. Cuando saludó ante las cámaras al papa y se arrodilló
ante él, éste lo bendijo de una forma tan aparente que días después
la Fiscalía de Perugia se vio obligada a indicar al Vaticano que no
es conveniente dejarse impresionar por un gesto de este tipo. La sentencia
dictada el 23 de octubre de 1999 en Palermo absolvió a Andreotti “por
falta de pruebas”
[69]
.
*
Todo (la P2, la corrupción y el pacto entre mafia, masonería, política
y finanzas, con el auxilio de los servicios secretos) se hacía en
función de la estrategia política, es decir, en función de las exigencias
de la pirámide superior que eran las de mantener a Italia dentro de
los límites de Yalta. El tratado de Yalta (1945) establece la división
de Europa en dos bloques geopolíticos. Según esto, los americanos
no habrían interferido en la invasión soviética de Checoslovaquia
o de Hungría, pero no habrían tolerado la invasión de un país occidental
ni tampoco la entrada de un partido comunista en el gobierno del mismo. Así
pues, en la cumbre de la pirámide están los Estados
Unidos. El 1 de mayo
del 81, el vicesecretario de Asuntos de Estado Lawrence
Eagleburger puso
las cartas sobre la mesa, respondiendo a una pregunta del semanario
Il Tempo sobre la opinión de la administración Reagan
acerca de una posible participación comunista
en el gobierno italiano: “Nosotros y nuestros aliados creemos en la
democracia. Estamos convencidos de que los comunistas no comparten
este valor”, “los Estados Unidos, tanto durante la administración
republicana como durante la demócrata, se han opuesto siempre a la
participación del partido comunista en cualquier forma de gobierno.
Querríamos que la influencia comunista fuera reducida a la mínima
expresión en cada gobierno de Europa occidental. Esta convicción ha
sido siempre firme y clara desde
la posguerra, y no tenemos intención de modificarla”. Igualmente,
el candidato demócrata a la presidencia de Estados Unidos, el senador
Henry Jackson
, advertía el 3 de marzo de 1976 sobre las consecuencias
irreparables de un eventual acceso al poder del partido comunista:
“He estudiado a fondo el problema y puedo decir que los Estados Unidos
no se quedarían mano sobre mano. Quede bien claro que, si se quieren evitar
consecuencias desastrosas, los comunistas italianos no deben llegar
al gobierno”
[70]
. William
Colby
, que fue jefe de
la CIA entre 1973 y 1976, ha declarado en sus memorias haber sido
enviado en los años cincuenta a Italia para dirigir “la que sin duda
era la mayor operación política asumida por la CIA hasta entonces,
prevenir el avance comunista en Italia en las elecciones de 1958,
e impedir así que la OTAN fuese amenazada políticamente por una quinta
columna subversiva, el PCI”
[71]
. El
31 de octubre de 1974 el entonces jefe del SISMI, general Vito Miceli
, fue arrestado bajo
acusación de intento de golpe de
Estado. La orden de captura, firmada por el juez Tamburino
, mencionaba la existencia
de una organización de seguridad que, en realidad, operaba “para prevenir
cambios en la política interna e internacional”. El juez dijo que
la organización recurría a
“acciones secretas, violentas e ilegales” que amenazaban
la soberanía popular. Miceli
se defendió apelando a su fidelidad a los deberes institucionales,
de los que no podía hablar porque estaban cubiertos por el secreto
de Estado, aunque afirmó que la organización en cuestión, conocida
desde entonces como “SID paralelo”, había sido creada en virtud de
acuerdos secretos con Estados Unidos y al interior de las estructuras
de la OTAN
[72]
. El
crecimiento electoral del partido comunista en Italia correspondió
a su progresivo alejamiento ideológico de Moscú y a la opción del
eurocomunismo. Al crecimiento parabólico del PCI siguió paso a paso
un aumento de la actividad terrorista en Italia: “En 1969 hubo 398 atentados, que
subieron a 595 en 1972 y a
1353 en 1976. Con todo, el ápice
subversivo se alcanzó en el trienio siguiente: 1926 atentados
en 1977, 2379 en 1978, 2513 en 1979. Después de 1980 (1502 atentados),
las cifras descendieron lentamente a 634 en 1981, 347 en 1982, hasta
descender por debajo del centenar
en 1984”
[73]
. Pero
Yalta terminó, el muro de Berlín se ha venido abajo y las exigencias
estratégicas han cambiado. Los hombres políticos, que hasta entonces
dirigían los destinos de Italia, se han visto envueltos en investigaciones
judiciales, que han señalado su muerte política. Tal es el caso de
Giulio Andreotti
, Bettino Craxi
y Arnaldo Forlani
.
El delito Moro
Fue
el 16 de marzo de 1978, el mismo año (y el mismo escenario) de Juan
Pablo I,
“el año de Europa”, que para el secretario de
Estado norteamericano Henry Kissinger significaba situarse “en el
contexto de la política americana”
[74]
. El presidente de la DC, Aldo Moro
, se dirige a la
Cámara de los diputados, donde esa misma mañana tendrá lugar la votación
para la investidura del nuevo gobierno. Un comando, vestido con uniformes
de piloto civil, le espera en vía Fani: mata a los hombres de su escolta
y secuestra a Moro, artífice del nuevo gobierno en el que por primera
vez el partido comunista de Italia llega al poder. Las
Brigadas Rojas asumen la responsabilidad del secuestro y exigen la
liberación de trece presos como condición del rescate. De otro modo,
Moro
será ejecutado. En otros casos y con final feliz,
la DC ha negociado con los terroristas
[75]
. Ahora rechaza cualquier negociación. La misma
actitud mantiene el PCI. El 9 de mayo, tras 55 días de secuestro,
Moro es ejecutado. Su cuerpo es dejado en vía Caetani, cerca de las
sedes de la DC y del PCI, en el maletero de un coche. El
periodista Mino Pecorelli
, que tuvo estrechos
contactos con los servicios secretos italianos, anunció de diversas
maneras el trágico destino de Moro
. Veamos algunos
ejemplos: *
El 19 de noviembre de 1967, en el semanario Il
nuovo mondo d’oggi, publica un artículo titulado Debía matar a Moro
. Decía
que en 1964, en la época del primer gobierno en el que participaban
los socialistas, el teniente coronel Roberto Potestá
habría sido elegido, tras un coloquio con un
ex ministro de Defensa que actuaba de acuerdo con otras personalidades
políticas, para dirigir un comando que “debía poner fuera de combate
a la escolta de Moro, entonces presidente del Consejo; Moro sería
hecho prisionero y trasladado a una localidad desconocida; el plan
preveía la eliminación del presidente Moro y una maniobra para hacer
que la culpa recayera sobre elementos de izquierda”
[76]
. *
El 13 de septiembre de 1975 Pecorelli
escribe en su agencia de prensa (OP): “Un funcionario
del séquito de Ford, de visita en Roma, llegó a decir: Lo veo negro.
Hay una Jacqueline en el futuro de vuestra península”.
*
El 15 de marzo de 1978, el día antes del secuestro, Pecorelli
publica el siguiente mensaje, necrológico y
sibilino: “A 2022 años de las Idus de marzo el genio de Roma honra
a César 44 a.C.- 1978 d.C. Precisamente en las Idus de marzo de 1978
el gobierno Andreotti
presta juramento en las manos de Leone Giovanni.
¿Debemos esperar un Bruto? ¿Quién será?”. *
Pecorelli
está informado de las cartas que escribe Moro
desde su zulo, incluso antes de ser publicadas.
Así, por ejemplo, el 18 de abril informa de la carta en la que se
dice a los hombres de la DC: “mi sangre recaerá sobre vosotros”. *
El 2 de mayo denuncia:
“La emboscada de vía Fani lleva el sello de un lúcido superpoder.
La captura de Moro
representa una de las más grandes operaciones
políticas cumplidas en los últimos decenios en un país industrial,
integrado en el sistema occidental. El objetivo primario es, sin más,
el de alejar al partido comunista del área del poder en el momento
en que se da el último paso, la directa participación en el gobierno
del país. Es un hecho que se quiere que no suceda”. Y también: “El
cerebro director que ha organizado la captura de Moro no tiene nada
que ver con las Brigadas Rojas tradicionales. El comando de vía Fani
expresa de forma insólita pero eficaz la nueva estrategia política
italiana”. *
El 17 de octubre dice: “El ministro de policía lo sabía todo, sabía
incluso donde estaba preso, en la parte del ghetto”. Y añade enigmáticamente:
“¿Por qué no ha hecho nada? El ministro no podía decidir nada sobre
dos pies; debía escuchar más alto y aquí está la cuestión. ¿Cuánto
más alto?”. El
16 de enero de 1979 Pecorelli
anuncia nuevas revelaciones, pero dos meses
después es asesinado: dos disparos y una piedra en la boca, por hablar.
Alberto
Franceschini, uno de los fundadores de las Brigadas Rojas, que no
participó en el secuestro porque estaba en la cárcel, dijo en L’Unità el 6 de agosto de 1991: “En cierto momento comencé a preguntarme:
¿A quién estamos haciendo el juego? Mis dudas comenzaron cuando sectores
de la DC comenzaron a visitarnos en la cárcel. Pensábamos que venían
buscando hacer conjuntamente un poco de luz. Sin embargo no: me di
cuenta de que venían donde nosotros para conseguir silencios”
[77]
. El
brigadista Prospero Gallinari
reconoce que
contaron con tutela
externa: “Entonces había quien debía buscarnos y, sin embargo, no
lo hacía porque era de la P2, porque les convenía la muerte de Moro”
[78]
. Además,
inflitrados en las Brigadas Rojas los hubo desde el comienzo. El general
Giovanni Romeo, jefe del Departamento D del servicio secreto militar
en los años 1975-1978, dice a la comisión parlamentaria antiterrorista:
“Cuando todos hablaban de afrontar el terrorismo mediante infiltraciones,
el Departamento D ya lo había hecho”
[79]
. Mario
Moretti
, considerado como
el director del secuestro, llamó por teléfono a casa de Moro
y le dijo a la hija: “Habéis sido un poco engañados
y estáis razonando sobre un equívoco... El problema es político, y
debe intervenir la DC... Nosotros ya hemos tomado una decisión, en
las próximas horas sucederá lo inevitable”
[80]
. El
28 de marzo de 1978 un anónimo informador dio pistas que con mucho
retraso (cuarenta días después) conducirán a la localización de la
tipografía de las Brigadas Rojas
[81]
, dirigida por Moretti
. El jefe de policía,
Antonio Fariello, dijo a la comisión que prefirió esperar para sorprender
también a Moretti. Sin embargo, en la tipografía se descubrió que
la máquina impresora procedía de los servicios secretos (del RUS,
Raggruppamento Unità Speciali)
[82]
. En
abril de 1979, el juez paduano Pietro Calogero
recibe testimonios que implican en la actividad
subversiva a los dirigentes del Instituto Hyperion, una “escuela de
lenguas”, fundada en París en 1974 por Corrado Simioni
, Giovanni Mulinaris
, Duccio Berio
, Franco Troiano
, Françoise Tuscher
e Innocente Salvoni
. Los dirigentes
de la escuela habían obtenido el beneplácito del servicio secreto
francés y gozaban también del apoyo del dominico Felix Andrew Morlion
, fundador del servicio
secreto vaticano Pro Deo y agente de la CIA. El Instituto Hyperion
tiene (o tenía) sede en París
[83]
. A
comienzos de 1978, el Instituto abrió una sede en Roma
[84]
, en el mismo edificio donde funcionaban algunas sociedades
de cobertura del SISMI. Y abrió otra en Milán. Ambas sedes fueron
cerradas tras el asunto Moro
. Entre las fotos
difundidas tras el secuestro, dos testigos reconocen a Innocente Salvoni
(miembro del Hyperion) como uno de los brigadistas de vía Fani, pero
el coronel Antonio Cornacchia
(hombre de la P2) declara infundados ambos testimonios. El
22 de febrero de 1982 Michele Galati
atestigua ante el juez de Venecia, Dragone,
que “eran frecuentes los contactos entre Moretti
, Vanni Mulinaris
y Corrado Simioni” en Italia o en Francia
[85]
. En
noviembre de 1992, Simioni (con el abad Pierre, tío de Françoise Tuscher,
la mujer de Salvoni) es recibido en audiencia privada por el papa
Wojtyla
[86]
. En el material secuestrado tras el arresto de
Valerio Morucci y Adriana Faranda, brigadistas que participaron en
la operación Moro
, se encontró la
dirección y el número de teléfono de Marcinkus
, presidente del
IOR, así como el número del padre Morlion
[87]
. El
9 de abril de 1985, Nara Lazzarini
(secretaria de Licio Gelli
) declaró al juez
Libero Mancuso
, del tribunal de
Bolonia, que la misma mañana de la masacre de vía Fani el jefe de
la P2 recibió a dos personas en el Hotel Excelsior de Roma y durante
el coloquio oyó decir: “Lo más está hecho. Ahora veremos las reacciones”. La
comisión parlamentaria antiterrorista pidió al ministerio del Interior
la documentación correspondiente al secuestro de Moro
y a los intentos realizados para salvarle, pero
el ministro Vincenzo Scotti respondió: “No hay documentación referente
a los llamados comités de crisis instituidos durante el secuestro
del honorable Moro ni documentación de la que puedan sacarse los nombres
de efectivos participantes en los citados comités. De un atento examen
de las actas existentes en este despacho, se han encontrado copias
de apuntes en su momento tomados por ‘expertos’, y precisamente por
los profesores Ferracuti, Silvestri, Pieczenik, Conte Micheli
”
[88]
. Franco
Ferracuti
es un criminólogo afiliado a la P2, Stefano
Silvestri
es un estudioso de problemas militares, Giulia
Conte Micheli
es grafóloga y Steve Pieczenik
es jefe del Servicio de antiterrorismo del Departamento
de Estado americano, hombre de confianza de Henry Kissinger
. El experto americano,
llamado secretamente por el ministro del Interior (Cossiga
) sin que ni siquiera
la embajada americana se enterara, aconsejó mantener firme el “punto
estratégico” sintetizado en el slogan: “Ninguna concesión, ningún
chantaje, ninguna negociación”. Había que “demostrar que Moro
no era indispensable a la actividad de gobierno”,
había que “disminuir la importancia de Moro y demostrar a través de
la prensa que él no era directamente responsable de lo que estaba
escribiendo y que, en efecto, había sufrido un lavado de cerebro”
[89]
. En
1974, siendo ministro de Exteriores, Moro
acompañó al presidente Leone en su visita a
Estados Unidos. El encuentro con Kissinger fue muy duro y Moro estuvo
a punto de dejar la política. Su mujer refirió a la comisión parlamentaria
lo que le dijo al respecto: “Es una de las poquísimas veces en que
mi marido me relata con precisión lo que le habían dicho sin revelarme
el nombre de la persona... Ahora intento repetirlo como lo recuerdo:
Honorable... usted debe dejar a un lado su plan político para llevar
todas las fuerzas de su país a colaborar directamente. Aquí, o deja
usted de hacer su plan o lo pagará caro. Entiéndalo usted como quiera”
[90]
. En este contexto, Moro dijo a una alumna suya,
María Luisa Familiari, estas significativas palabras: “¿Pero crees
que yo no sé que puedo terminar como Kennedy
?”
[91]
. Francesco
Cossiga
era el ministro del Interior durante el secuestro
de Moro
. Numerosos consejeros
y colaboradores suyos estaban afiliados a la logia P2. En su memorial
desde la prisión, Moro le dedica palabras críticas:
su posición le es
“evocada por sugestión y, en cierto modo, inconscientemente impuesta”,
“tiene el límite de tener colaboradores externos al ministerio”.
[92]
Sin embargo, las palabras más duras son para Andreotti:
“director frío, impenetrable, sin dudas, sin pálpitos, sin un momento
de piedad humana”, “del cual todos los demás son obedientes ejecutores
de sus órdenes”. Se
le ha descrito a Moro
como un hombre débil, plegado a sus carceleros
con el llamado “síndrome de Estocolmo”. Incluso se ha expresado abiertamente
la necesidad de olvidar a Moro en un artículo que empieza así: “Habríamos
preferido no oir hablar más de Moro”
[93]
. Mientras a Moro
se le presenta como “un ser despreciable” que
“cuanto antes debe ser olvidado”, sus asesinos son rehabilitados públicamente:
“Han tenido valentía e ideales”, “tenían fines políticos no del todo
innobles y eran militantes que hay que respetar y en cierto modo premiar
con procedimientos de clemencia”
[94]
. El
31 de octubre de 2000, Juan Pablo II
proclama a santo Tomás Moro
(1478-1535), que pagó con su vida la fidelidad
a la propia conciencia, “patrón de los políticos y gobernantes”. El
papa Wojtyla
ha aceptado la propuesta planteada en 1985 por
el entonces presidente de la República Italiana, Francesco Cossiga
, y dos de sus antecesores,
devotos del santo inglés. “La elección de Moro
, aseguró Cossiga
que presentó al nuevo patrón en el Vaticano, encuentra un consenso
general entre los políticos, sean católicos o anglicanos, e incluso
entre los agnósticos”
[95]
. Pues bien, lo que sorprende es que el patrocinador
y presentador haya sido Cossiga, que tuvo tan cerca a Moro, Aldo Moro,
moderno ejemplo de honestidad política. Todo ello ha sido celebrado
en el contexto del jubileo de los políticos, en cuya preparación ha
trabajado un grupo de 260 diputados y senadores italianos presididos
por Andreotti
[96]
. Un
dato más. En los días del secuestro de Moro
, Tina Anselmi
le dijo al patriarca Luciani
: “¿Sabe que sus
palabras le confortaron mucho al honorable Moro antes del fatal 16
de marzo?”. “¿Qué palabras?”. “Aquellas que usted me dirigió a mí
y que yo tuve ocasión de transmitir a Moro en los días de laboriosas
y extenuantes negociaciones para el nuevo gobierno”. Luciani
intenta recordar: “Sí, hablé con Anselmi, pero
fue poca cosa: destaqué solamente que los obispos no pretenden interferir en la política ordinaria
ni poner dificultades a los políticos especialmente cuando, en situaciones
delicadas o difíciles, ellos deben elegir el mal menor... Diciendo
esto a Anselmi, no pensé en
Moro
; si mis pobres palabras,
referidas, le han dado una gota de alivio antes de que, pobrecillo,
se le viniera encima ese mar de angustias, estoy contento; sin embargo,
casi me avergüenzo de mencionarlas, ahora que su largo viacrucis ha
desembocado trágicamente en un suplicio bárbaro y cruel. Consumado
ahora el martirio de Moro, sólo podemos orar, para que su sangre,
como la de los antiguos mártires, sea semilla de buenos y leales ciudadanos
en el terreno de esta atormentada Italia”
[97]
. Finalmente,
en un libro que lleva por título Secreto
de Estado Giovanni Pellegrino
, presidente de la
comisión antiterrorista desde 1994, se queja de haber encontrado muchas
dificultades en su trabajo. A los jueces les ha pasado lo mismo: “Siempre
que un magistrado encontraba una pista que, de los posibles ejecutores
materiales podía llevar a los niveles más altos, se le obligaba a
detenerse ante el secreto de Estado impuesto por el Gobierno”
[98]
.
Sin aprender la lección
El
27 de marzo de 1995, en Loreto, el cardenal Ruini
pronunció su epitafio sobre los cuarenta años
de confusión de la Iglesia con el poder
político: “El proceso que, en el espacio de algunos años ha
visto diluirse el compromiso unitario organizado de los católicos
italianos en el ámbito político, parece prácticamente concluido. El
objetivo de no confundir Iglesia y política es ahora, al menos en
apariencia, más fácil de realizar”. Ruini
, presidente de la
Conferencia Episcopal Italiana, llegaba a esta conclusión con el sentimiento
de una derrota política personal. Precisamente en el mismo lugar diez
años antes (Loreto, 1985), todos los esfuerzos se habían concentrado
en asegurar al catolicismo “un papel dirigente y una fuerza atractiva”,
siguiendo la recomendación del papa Wojtyla
: “El episcopado
había renovado su apoyo a la democracia cristiana en el peor momento:
cuando este partido, tras haberse quedado obsoleta su función anticomunista
oficial, se vio arrastrado por la crisis de todo el sistema político
que gobernaba Italia desde hacía 40 años y en el preciso momento en
que, gracias a las investigaciones de la magistratura, se percibía
la amplitud de la corrupción y la criminalidad en la que habían caído
enormes sectores de la clase dirigente, incluida su fracción católica,
con la bendición de la Iglesia”. Sin
aprender la lección de la historia, Ruini
había insistido en el cambio de la democracia
cristiana en un partido diferente y “limpio” (cuya dirección fue inmediatamente
confiada a algunos responsables de Comunión y Liberación) y su intervención
tuvo el efecto de estrechar todavía más los lazos entre la Iglesia
y la política: “Estos dirigentes sellaron, de hecho, en el mes de
marzo de 1995, una alianza política con la derecha de Berlusconi
y de Fini
, provocando así
la explosión de la democracia cristiana y, por consiguiente, la disolución
de todo el sistema político-religioso que se apoyaba en ella”. Era
el momento de recordar el principio defendido por el cardenal Lercaro
, uno de los padres
del Vaticano II: “La Iglesia no puede ni debe ser el árbitro de las
disputas políticas. Pero tampoco puede ser neutral ante el mal, venga
de donde venga. Su camino no es la neutralidad, sino la profecía.
Y, por lo tanto, debe emitir su juicio”. En
las elecciones de 2001, Berlusconi ha ganado por mayoría absoluta.
Concentra un poder sin precedentes y controla los medios de comunicación,
tanto públicos como privados. Quedan pocos medios independientes.
Con más de media docena de sumarios abiertos por diversos casos de
corrupción, es el hombre más rico de Italia. Lo
denuncia el periodista e investigador alemán Jürgen Roth
: “Bettino Craxi
, entonces presidente
de la nación y de los socialistas italianos, fue corrompido con millones
de dólares de la P2. De acuerdo con los planes de la P2, en sus cuatro
años en el cargo aseguró mediante decretos del Gobierno, entre otras
cosas, el imperio mediático del miembro de la P2 Berlusconi”. Pero
no sólo esto. Desde principios de agosto de 1997, E.S. (se dan sólo
las iniciales) se ocupa de transportar dinero en metálico de diferentes
empresas del imperio de Berlusconi desde Milán a Liechtenstein, a
un conocido banco privado: “No se trata de unos garbanzos, sino de
cantidades diarias de unos cinco millones de francos suizos. Supuestamente,
el dinero procede de negocios de drogas y armas de la Cosa Nostra”
[99]
. Hans
See
, profesor de criminalidad
económica, describe el sistema del paraíso fiscal como sigue: “Liechtenstein
es el cuarto oscuro del sistema financiero internacional, sobre todo
del hampa financiera. Dentro pueden desarrollarse proyectos al margen
de los sistemas democráticos”
[100]
. Pues
bien, el cardenal Martini
, arzobispo de Milán,
no compartía la línea definida por el Vaticano y por Ruini
: “Hemos gastado
muchas energías en edificar el cristianismo: es la hora de hacer cristianos”.
A Martini le parecía inaceptable que se pretendiese combatir la secularización
con una Iglesia que terminaba por revestirse con el hábito político
de esta secularización y que se arriesgaba a dar la impresión de querer
subirse al carro del vencedor del momento. Desde
su cátedra de Milán, para la que Juan Pablo II
le nombró el 29 de diciembre de 1979, Martini
encarna la opción por otra forma de visibilidad
de la Iglesia, una concepción no mundana de su eficacia en el tiempo.
Sólo una Iglesia capaz de reencontrar su alma, de concentrarse en
sus propias fuentes, de liberarse del poder, podría recobrar la fuerza
necesaria para anunciar todavía, en la sociedad secularizada, “la
palabra de Dios de tal forma que el mundo sea transformado y renovado
por ella”. Tras dos milenios de predicación cristiana, la “conversión
del corazón” se impone con la mayor evidencia. “Una vuelta a los orígenes
del cristianismo”, dice Martini, tal es el sentido de la encrucijada
capital que vivimos. De ahí la principal inspiración de su programa:
“Servir a la palabra de Dios de tal forma que suscite, interprete,
purifique y salve la aventura histórica de la libertad humana”
[101]
.
[1]
Ver Mt 20,25.
[2]
BERNSTEIN-POLITI,
266-268.
[3]
Ib.,
270.
[4]
Ib.,
275-278.
[5]
La expresión es de Eduardo Haro Tecglen, ver El País, 16-2-2002.
[6]
Ib.,
330-331.
[7]
Ib.,
335-336.
[8]
Ib.,
336-341.
[9]
Ib.,
369-373.
[10]
Ib., 279.
[11]
Ib.,
373.
[12]
SZULC, 360.
[13]
Ib., 400-401.
[14]
DE
DIEGO GARCIA,E., La desintegración
de Yugoslavia, Actas, Madrid, 1993, 107.
[15]
Ib., 131.
[16]
ZIZOLA, El sucesor, 136.
[17]
Ib., 286-287.
Ver FALCONI, C., The Silence
of Pius XII, Londres, 1970, 304.
[18]
Ib., 290. Ver FALCONI, 388.
[19]
Ib., 284. Ver FALCONI, 266.
[20]
PEREZ PELLON, J., Wojtyla,
el último cruzado, Ed. Temas de Hoy, Madrid, 1994, 280.
[21]
ZIZOLA, El sucesor, 290-291. Ver FALCONI, 344-346.
[22]
Ver El País, 12-8-1998.
[23]
Ver ROTH, 122-123.
[24]
BERNSTEIN-POLITI,
376-383.
[25]
CASALDALIGA, P., Nicaragua,
combate y profecía, Ayuso-Misión Abierta, Madrid, 1986, 20-35.
[26]
Ib., 122.
[27]
Ib., 172.
[28]
Ib., 28 y 178-179.
[29]
Ez 21, 30-34.
[30]
CASALDALIGA, 79-80.
[31]
Ver
Arcadio ALONSO FERNANDEZ, Tierra
de nuestra tierra. Juan Alonso Fernandez. Un martir asturiano en
el Quiche, Ed. Verbo Divino, Estella, 2001, 168.
[32]
ARIAS, Un Dios para el papa, 17.
[33]
ROMERO, O.A., ¡Cese la represión!, Editorial Popular, Madrid, 1980, 10.
[34]
ELLACURIA,I. Y SOBRINO,J., Mysterium liberationis I, Ed. Trotta, Madrid,
1990, 9 y 12.
[35]
Ver DISCEPOLI, All'ombra del papa infermo, 42.
[36]
Ya, 4-2-1984.
[37]
Ver
BERNSTEIN POLITI, 478-480.
[38]
ZIZOLA, 137.
[39]
Ver El País, 20 y 21-2-1999.
[40]
Ver El País, 14 y 15-11-2000.
[41]
Ibidem.
[42]
Ver
BERNSTEIN-POLITI, 481-482.
[43]
Ver el informe de Carlos Ares en El País, 10-9-2000.
[44]
Vida
Nueva, 29-4-1995.
[45]
DISCEPOLI, All'ombra del papa infermo, 30.
[46]
Ver Iñaki MARTINEZ, Los sudores
del capellán, en El País,
10-4-1998.
[47]
ZIZOLA, 136.
[48]
WEIGEL, 1076-1081.
[49]
COEN-SISTI, 125-138.
[50]
DE ANGELIS, Le guide di Mafia connection, II, 450-451.
[51]
Ib.,
I, 173.
[52]
ZIZOLA, El sucesor, 256.
[53]
Ver El Mundo, 1-9-1996.
[54]
ZIZOLA, El sucesor, 292-293; también SZULC, 446.
[55]
LUNEAU,R., El sueño de Compostela. ¿Hacia una restauración de una Europa cristiana?,
Ed. DDB,
Bilbao, 1993, 41.
[56]
CIPRIANI,5.
[57]
FLAMIGNI, I fantasmi del passato, Ed. Kaos, Milán, 2001, 10. El título del libro
es una réplica a la siguiente frase: "Dejemos a un lado los
fantasmas del pasado... Pongamos una piedra sobre el pasado"
(Francesco Cossiga
, 1990).
[58]
WILLAN,
38-39. Ver RAY S. CLINE, The
CIA under Reagan
, Bush
and Casey
, Acropolis
Books, Washington
, 1981,122-125.
[59]
FLAMIGNI, I fantasmi del passato, 10-11.
[60]
WILLAN,7.
[61]
Declaración de 21 de diciembre de
1993 y 3 de marzo de 1997; entrevista de Daniele Mastrogiacomo,
La Repubblica, 6 de agosto de 2000; ver
FLAMIGNI, I fantasmi del passato,
93-94.
[62]
WILLAN,13.
[63]
FLAMIGNI, I fantasmi del passato, 225.
[64]
DI FONZO, 291-292.
[65]
WILLAN,
6.
[66]
TRIBUNALE DI PALERMO, 229.
[67]
MIGNOSI, E., Il Signore sia
coi boss. Storie di preti fedeli alla mafia e di padrini timorosi
du Dio, Ed. Arbor, Palermo, 1993, 44.
[68]
Ib., 47.
[69]
Ver ROTH, 26-27.
[70]
WILLAN,
243.
[71]
Ib.,
24.
[72]
Ib.,
32-33.
[73]
Ib., 21.
[74]
BISCIONE, F., Il memoriale di Aldo Moro
rinvenuto in via Monte Nevoso a Milano, Roma, 1993, 102.
[75]
. Por ejemplo, en los casos de Mario
Sois (1974), Giovanni D’Urso (1980), Ciro Cirillo (1981), el asunto
de los palestinos. Ver carta de Moro
a Erminio Pennacchini, subsecretario del ministerio de Gracia y Justicia,
FLAMIGNI, La tela di ragno,
Ed. Kaos, Milán, 1993, 274-275.
[76]
Ver L'Europeo, 25-10-1993; ver el libro de Alfredo Carlo MORO, magistrado
y hermano de Aldo, Storia
di un delitto annunciato. Le ombre del caso Moro
, Editori Riuniti, Roma, 1998, 20-25.
[77]
Ib., 40-41.
[78]
Ver L'Unità, 3-12-1990.
[79]
CpiS, vol. 6, 63.
[80]
COMMISIONE PARLAMENTARE D'INCHIESTA
MORO (CpiM), vol. 29, 441-442. Ver FLAMIGNI, La tela di ragno, 279.
[81]
En la vía Pío Foá, 31.
[82]
Ver CpiM, relación, 46 ss.
[83]
En
Quai de la Tournelle, 27.
[84]
En vía Nicotera, 26.
[85]
Ver FLAMIGNI, La tela di ragno, 173-175.
[86]
Ver L'Espresso, 28-3-1993.
[87]
CpiM, investigación en el domicilio
de Morucci y Faranda, 20.
[88]
Carta del ministro del Interior Scotti
(23-1-1992) a la comisión parlamentaria, citada por FLAMIGNI, La tela di ragno, 310.
[89]
Ib., 319-320.
[90]
CpiM, vol. 5, 5-6.
[91]
FLAMIGNI, Il mio sangue ricadrá su di loro, Milán, 1997, 23.
[92]
CpiS, vol. 1, 78-79.
[93]
M.FINI, en L'Europeo, 26-10-1990.
[94]
G. STELLA, Ombre Rosse, en Sette, suplemento
del Corriere della Sera,
13-2-1997. Ver MORO, 272-273.
[95]
Ver El País, 27-10-2000.
[96]
Ver Vida Nueva, 11-11-2000.
[97]
LUCIANI, Ritrovato il corpo dell'on. Aldo Moro
, en Il Gazzettino, 11-5-1978; ver Opera omnia, VIII, Ed. Messaggero, Padua, 1989, 502-503.
[98]
Ver Giovanni FASANELLA e Claudio SESTIERI
con Giovanni PELLEGRINO, Segreto
di Stato. La verità da Gladio al caso Moro
, Ed. Einaudi, Turín, 2000, 110 y 111.
[99]
ROTH, 71 y 93.
[100]
Ib., 95.
[101]
ZIZOLA, El sucesor, 199-203. |