UN NUEVO E IMPORTANTE MANUSCRITO DE SAN JUAN DE LA CRUZ

 

En el reciente Congreso sanjuanista internacional celebrado en Roma (22-25 de abril), el profesor José Guillermo García Valdecasas dio a conocer una copia manuscrita de la segunda redacción del "Cántico espiritual" desconocida hasta ahora. Su proximidad cronológica a la muerte del santo poeta hace del hallazgo un eslabón seguramente importante en la transmisión del segundo "Cántico" y puede poner punto final a la larga polémica sobre la autoría sanjuanista del mismo.

 

¿A DONDE TE ESCONDISTE?

Está visto que debo hacer público cómo encontré este códice del "Cántico espiritual". En principio, preferiría callarme una historia que casi nadie va a creerse. Así pensaba hacerlo cuando me personé con él en Roma. No había contado yo con el fervor carmelita de quienes, en la alegría del hallazgo, le preguntaban algo muy parecido a su primer verso: "¿A dónde te escondiste... ?" Tuve que contarlos de palabra, y ahora en letras de molde. Sea: de perdidos, al río.

Hace dos décadas viajé de Sevilla a Madrid para incorporarme a unas oposiciones que no quiero recordar. Quizá porque estaba padeciendo agresiones muy superiores a mis fuerzas, perdí el norte del sentido común y di en el inexplicable antojo de buscar por pueblos muy apartados de mi ruta un libro antiguo. No uno determinado, sino cualquiera que tuviese algún interés. En vano pregunté de pueblo en pueblo hasta que el anoche dejó desiertas las calles; por fin, a media mañana del día siguiente, me encontré en un ejido - así lo llaman aquellos andaluces - ante un breve montón de libros viejos. Supe que formaban parte de las basuras de un convento cuyas monjas habían hecho limpieza del desván, y que iban a ser quemados.

 

OBRILLA INSIGNIFICANTE

Como ya llevaban sobrado tiempo a la intemperie, a esas alturas del otoño los habrían destruido la lluvia a no ser por una anómala sequía que mereció no sé cuántos insultos de los lugareños. Eran libros religiosos: si a las monjas les habían parecido carentes de interés, excuso decir a mí. Pero en lo alto del montón hallé, abierta cara al cielo, una obra anónima ("Declaración de las canciones...") escrita a pluma. Mentiría si dijera que le atribuí algún valor literario o histórico: son demasiados frecuentes las copias manuscritas de libros impresos que hacían las monjas para ahorrarse el gasto o por entretenerse sus ocios con una ocupación devota. Si puedo decir que el volumen, en su extraña pulcritud, me pareció hecho con santa paciencia, con amor y piedad; razones bastantes para redimirlo de una guerra campestre. Lo adquirí por treinta y cinco pesetas. Lo eché al maletero y, ya recobrada la sensatez, emprendí con prisa mi urgente viaje.

Quizá no habría vuelto a fijarme en aquel libro de no ser porque, al llegar a Madrid tarde y con sueño, aún alcancé a mi padre en la biblioteca y, a falta de algo más interesante que referirle -por no aludir a mi conducta perturbada-, le hable de aquella sequía catastrófica. Me miró con estupor: ya sabía él que allí, finalmente, llovía a cántaros. Por la hora de sus noticias, en aquellos pagos había caído un verdadero diluvio a los pocos minutos de marcharme.

Estas y otras coincidencias me quitaron el sueño. Seguía sin explicarme la transitoria enajenación mental que me había apartado de mi camino en las circunstancias menos oportunas, y todo con el único resultado práctico de salvar -eso sí, en el último minuto- una obrilla insignificante. De manera que me vestí y bajé al coche a ver en qué consistía. Eran las dos de la mañana cuando me dispuse a leer la página por donde se había abierto. Unos versos saltaban a la vista en medio de la prosa:

 

"Pues ya si en el ejido
de hoy más no fuere vista ni hallada,
diréis que me he perdido:
que andando enamorada
me hice perdidiza y fui ganada
."

 

Ya se comprenderá cómo pude quedarme, y a dónde se fue el sueño. No sólo lo del ejido correspondía a los hechos con sobrecogedora exactitud, sino que tenía en las manos una obra conocida mucho después como "Cántico espiritual", y sus fechas eran clarísimas: 1584 el texto originario, 1593 la presente copia. Aunque algunos autores que consulté de inmediato lo creyeran imposible, constaba de cuarenta canciones. Treinta y siete años antes de su primera edición, copiaba el "Cántico" extenso. Pese a los muy célebres estudiosos foráneos que lo retaban una superchería urdida por los editores de 1630.

Me temo que las descalzas y los descalzos españoles han sufrido un calvario interminable a propósito de este libro; y también que, dada su mansedumbre, no lo van a decir. Pues lo digo yo, por si acaso. La sistemática acusación de haber sustituido el texto de San Juan con un vil apócrifo, amándolo como lo aman, les tocaba a la honra y en lo más sensible. Porque siempre permanecieron apegados a este "cántico B", con sus cuarenta canciones y su primacía en la tradición española, aunque allende los Pirineos lo pusieron a caer de un burro. Pero, a falta de un manuscrito de fecha temprana que confirmara su autenticidad, les ha tocado sufrir muy altivos desprecios de Dom Chevalier y su poderosa escuela. Recuérdese, por ejemplo, la suficiencia de Jean Krynen cuando, hace medio siglo, puso nombre al supuesto falsario (Tomás de Jesús) y a su inspirador (Antolinez).

 

Aún más mortificante debió de hacérsele al Carmelo español el triunfo de esa tesis en nuestra patria. También aquí se cerraron filas académicas contra el 'Cántico" extenso. Dígalo mi códice, que no encontró modo de hacerse presente ni aún como noticia. Cuando lo ofrecí, hubo consulta de doctores y me fue devuelto con el dictamen "no interesa". Era evidente que se equivocaban y me dispuse a estudiarlo yo en espera de tiempos más propicios. No supe que en el "Teresianum" de Roma se fraguaba una formidable reivindicación de este "Cántico B". La erudita y admirable edición del "Cántico espiritual" por Eulogio Pacho en 1981 se ceñían estrictamente la versión A: En apariencia, ninguneaba cualquier otra. Creí que mi códice aún debería esperar mejores tiempos.

 

EL CONGRESO SANJUANISTA

El duque de Soria, que lo había leído en mi casa muchos años atrás, me llamó para cerciorarse de mi presencia en el congreso sanjuanista que la fundación de su título patrocinaba en Roma. Suyo es el mérito de la iniciativa, como también de los profesores Yndurain y García de la Concha, que le respaldaron permitiéndome irrumpir inopinadamente en el congreso.

No entraba en mis cálculos volverme a Bolonia sin el códice. En parte, por seguir estudiándolo hasta ultimar una publicación; de otro lado (y ríase quien quiera) porque, visto como se las arregla de bien para permanecer incólume, tenerlo conmigo siempre me pareció un seguro de vida inmejorable. Así lo pensaba yo en el "Teresianum" mientras refería ante un público predominantemente carmelita las peripecias de un manuscrito ignoto del "Cántico B" fechado en 1593. Pero cuando lo saqué del bolsillo, se descerrajó una ovación tan imponente que hube de dejarlo en la mesa y ponerme yo también a aplaudir. Entonces pensé, y al cabo dije, que si aquel libro me pudo llamar como a insignificante recadero, ahora viajaba hasta allí con la debida deferencia para encontrar al padre Eulogio Pacho. Y al punto vi que todos los presentes se alegraban tanto como él, con una generosidad de deslumbrante hermosura.

José Guillermo García Valdecasas (ABC, 4 mayo 1991)


 

MIL GRACIAS DERRAMANDO

 

Casi todas estas estrofas (salvo la última) fueron compuestas por San Juan de la Cruz en la cárcel de Toledo, entre diciembre de 1577 y agosto de 1578. Tenía fray Juan 35 años. En efecto, "estando en la cárcel y comenzando a cantar aquella canción: Adonde te escondiste, Amado", le pareció "que le había hablado Dios y le había dicho: Aquí estoy contigo. Yo te libraré de todo mal". Esto le consoló tanto que "le parecía estaba en la gloria".

¿Adónde te escondiste.
Amado, y me dejaste con gemido?
Como el ciervo huiste,
habiéndome herido;
salí tras ti clamando, ¡y eras ido!
Pastores, los que fuerdes
allá por las majadas al otero,
si por ventura vierdes
aquel que yo más quiero,
decidle que adolezco, peno y muero.
Y todos cuantos vagan
de ti me van mil gracias refiriendo,
y todos más me llagan,
y déjame muriendo
un no sé qué quedan balbuciendo.
¿Por qué, pues has llagado
aqueste corazón, no le sanaste?
Y, pues me le has robado,
¿por qué así dejaste
y no tomas el robo que robaste?
Descubre tu presencia,
y máteme tu vista y hermosura.
Mira que la dolencia
de amor, que no se cura
sino con la presencia y la figura.


LA FONTE

 

En la soledad de la cárcel, aunque es de noche, San Juan de la Cruz compone también el poema de La fonte que mana y corre. Entre cuatro paredes, vive fray Juan lo que anunciaron los profetas (Is 55,1), lo que se canta en los salmos (Sal 42,2), lo que ofrece Jesús a todos aquellos que tienen sed de Dios: "De su seno correrán ríos de agua viva" (Jn 7,38).

¡Como busca la cierva,
aunque es de noche!
¡Como busca la cierva,
te busca mi alma,
aunque es de noche!
Aunque es de noche,
aunque es de noche,
¡Como busca la cierva,
te busca mi alma,
aunque es de noche!
¿ Oh, todos los sedientos
aunque es de noche!
¡Oh, todos los sedientos,
aunque es de noche!
¡Oh, todos los sedientos,
venid por agua,
aunque es de noche!
Aunque es de noche,
aunque es de noche,
¡Oh, todos los sedientos,
venid por agua,
aunque es de noche!
Aunque es de noche,
aunque es de noche.

 

 

BIBLIOGRAFIA

CRlSOGONO DE JESUS, Vida y obras de San Juan de la Cruz, BAC, Madrid.
GlL DE MURO, E. T., Así era Fray Juan de la Cruz, Ed. Monte Carmelo, Burgos.
LOPEZ DIAZ-OTAZU, Ana Mª, Aproximación a San Juan de la Cruz de la mano de Santa Teresa, Narcea, Madrid.
PACHO, E., San Juan de la Cruz, Proyecto espiritual, Ed. Monte Carmelo, Burgos.
RUIZ SALVADOR, F., Introducción a San Juan de la Cruz. El hombre, los escritos, el sistema, BAC, Madrid.
WOJTYLA, K., La Fe según San Juan de la Cruz, BAC, Madrid.
YNDURAIN, D., San Juan de la Cruz. Poesía, CATEDRA, Madrid.