Epílogo
Todo lo que hemos ido viendo se puede resumir en 40 preguntas.
Estos interrogantes marcan una línea de investigación,
ya hecha o por hacer. Además, son cuestiones que los responsables
vaticanos deben decididamente afrontar y adecuadamente responder para terminar
con un estado de cosas incompatible con la verdad y la justicia del evangelio.
La Iglesia y el mundo tienen derecho a saber.
Se trata de hacer justicia a Juan Pablo I, de proclamar su testimonio.
El testimonio de Albino Luciani es una brillante luz de nuestro tiempo
que ha de colocarse no bajo el celemín, sino sobre el candelero,
aunque con ello aparezcan también desconchados y grietas de la casa.
1. ¿De qué murió Juan Pablo I?
2. ¿Por qué se retrasó tanto (casi tres horas)
la noticia de su muerte?
3. ¿Por qué no se hizo la autopsia? ¿Tenía
la Iglesia algo que perder? Si se hizo la autopsia, como algunos sostienen,
¿por qué no se dijo?
4. Cuando fue encontrado el cadáver de Juan Pablo I, estaba
todavía tibio. ¿Por qué se dijo que murió probablemente
a las 23 horas del día anterior?
5. ¿Qué papeles tenía Juan Pablo I en las manos,
en el momento de morir?
6. Aparte de no presentar ningún síndrome cardiopático,
Luciani tenía la tensión baja, no fumaba nunca, raramente
bebía alcohol, comía parcamente. ¿En qué se
apoya el comunicado oficial para hablar de infarto?
7. Además, la forma en que se encuentra el cadáver no
responde al cuadro típico del infarto; se trata, más bien,
de una muerte dulce, en la que no ha habido lucha ni dolor. ¿Podría
responder a una muerte provocada por sustancia depresora y acaecida en
profundo sueño?
8. Si la luz estuvo encendida toda la noche y, además, el cadáver
del Papa estaba todavía tibio cuando fue encontrado, ¿no
encajan mejor estas circunstancias en un proceso sueño-coma-muerte,
desarrollado durante la noche?
9. ¿Por qué se intimidó a sor Vincenza a no decir
nada?
10. Diversos relatos dan el detalle de la sonrisa del cadáver.
¿Respondería también a una muerte dulce?
11. A mediodía del 29, el cadáver tenía un tono
rosáceo y el tono gris no apareció hasta el día
30 ¿Qué puede significar?
12. ¿A qué hora se realizó el embalsamamiento?
¿Hubo prisas por embalsamar el cadáver?
13. Juan Pablo I fue embalsamado sin extraerle sangre ni extirparle
las vísceras, mediante inyección de líquidos anti-pútridos.
¿Por qué se utilizó esta forma de embalsamar?
14. ¿Se llamó a los embalsamadores Ernesto y Renato Signoracci
al amanecer del día 29 y se los recogió a las 5 de la mañana
en un coche del Vaticano?
15. ¿Tomaba Juan Pablo I medicinas? ¿Cuáles eran?
16. Los hermanos Gusso, camareros de Juan Pablo I, vénetos y
amigos de Lorenzi, fueron destituidos, a pesar de la oposición del
propio Lorenzi ¿Estaba justificada dicha destitución? ¿Quiénes
los sustituyeron?
17. Algún día antes de morir ¿le dijo un médico
al Papa: 'Usted tiene el corazón a trozos'? ¿Quién
fue?
18. ¿Se le dió un vasodilatador a un hipotenso, como
Luciani?
19. ¿Interesaba a alguien la muerte de Juan Pablo I?
20. ¿Recibió amenazas de muerte en su mes de pontificado?
21. ¿Era recto y firme en cuestiones de dinero?
22. El asunto del Banco Ambrosiano le ha costado al Vaticano más
de 240 millones de dólares. ¿No manifiesta esto que entre
el IOR y el Ambrosiano había muchos intereses de por medio?
23. ¿Pretendió Juan Pablo I dar una nueva orientación
al IOR, más en consonancia con una Iglesia de los pobres? ¿Pretendió
terminar con la relación del IOR con el Banco Ambrosiano?
24. El Vaticano, al estar asociado con Sindona y con Calvi, miembros
de la P2, ¿no estaba también asociado, directa o indirectamente,
con Gelli y Ortolani, jefes de la P2?
25. ¿No resulta sorprendente la serie de asesinatos y atentados
violentos con fines intimidatorios, relacionados de una u otra forma con
la logia P2 (Alessandrini, Pecorelli, Ambrosoli, Varisco, Giuliano, Rosone)?
26. ¿No llama la atención la serie de muertes relacionadas
con la quiebra del Banco Ambrosiano y acaecidas en 1982, año en
que estalla la crisis de dicho banco (Calvi, Corrocher, Dellacha)?
27. Los cardenales Felici y Benelli, hombres de confianza de Juan Pablo
I, murieron en 1982; según algunos, cuando aún estaban cotejando
pruebas de las enmarañadas finanzas y relaciones del IOR. ¿Se
sabe con certeza de qué murieron?
28. El metropolita Nikodim de Leningrado murió repentinamente
hablando con Juan Pablo I, ¿se le hizo la autopsia?
29. Ortolani, brazo derecho de Gelli y Gentilhombre de su Santidad
desde 1963, ¿tenía fácil acceso a las dependencias
del Vaticano?
30. ¿Por qué desde 1978 utilizaba Gelli la clave "Luciani"
para llamar por teléfono a Calvi y pedirle dinero?
31. ¿Ha pagado el Vaticano una fuerte suma de dinero por el
maletín de Calvi?
32. ¿Se ha distorsionado la figura de Juan Pablo I?
33. ¿Fueron extraordinarias, como se dijo, las medidas de seguridad
tomadas durante el funeral de Juan Pablo I? ¿Se agudizaron los temores
de Juan Pablo II poco después de su instalación en el Vaticano?
¿Por qué adoptó especiales medidas de seguridad?
34. Si la muerte de Juan Pablo I se produjo por causas naturales, ¿no
hay demasiadas cosas que resultan inexplicables?
35. Si la muerte de Juan Pablo I se produjo de forma provocada, ¿se
entiende entonces todo?
36. ¿Qué significa la obstrucción (y aun la represión)
de la investigación sobre la muerte de Juan Pablo I?
37. ¿No es escandalosa la postura de muchos católicos
que no quieren saber nada de la muerte de Juan Pablo I?
38. Con la autopsia (y los sistemas auxiliares) aún hoy podría
descartarse el infarto o detectarse veneno de metales pesados. Por supuesto,
también podría verificarse si, en su momento, se hizo la
autopsia. ¿Estaría el Vaticano dispuesto a una exhumación
del cadáver?
39. ¿Estaría dispuesto el Vaticano a abrir los archivos
secretos para facilitar la investigación sobre la muerte de Juan
Pablo I?
40. Con la coherencia y convergencia de los datos e indicios, de que
se dispone en este momento, ¿estaría justificada una investigación
judicial en cualquier Estado de Derecho?
Si no se responde adecuadamente a estos interrogantes, la nueva evangelización
quedar desacreditada como vieja comedia, desgraciada y estéril.
De nada sirve decir que no hay pruebas, si se ha optado por la ocultación
y la oscuridad. Datos, indicios y signos abundan por doquier. Hoy día,
si se quiere conocer la verdad, hay datos suficientes, que ningún
juzgado del mundo despreciaría, que además son de dominio
público y que revelan a Juan Pablo I como mártir de la purificación
y renovación de la Iglesia. Como Juan el Bautista, bajo cuya protección
fue bautizado, Juan Pablo I encontró la muerte en el momento "oportuno",
solo e indefenso, en medio de una oscuridad eficazmente mantenida por intereses
ocultos. Las cosas no pueden quedar así.
Como dice el Señor, se pedirá cuenta (236).
* * *
Recientemente, del 10 al 17 de septiembre, he estado en Tenerife, dirigiendo
un curso de inspiración catecumenal en la parroquia de La Vera.
Precisamente, esos mismos días el cardenal bibliotecario y archivista
del Vaticano predicaba el quinario del Cristo de la Laguna; dada, además,
unas conferencias en un convento de Garachico, antigua capital de la isla.
Fui con un grupo de catequistas a la conferencia del sábado. El
tema era la misión de los laicos en la Iglesia de hoy. Tras la conferencia,
que fue en la capilla, no hubo diálogo, sino una misa solemne. La
primera lectura hablaba del "becerro de oro", ese falso dios ante el que
se postra el pueblo de Israel (237). En la homilía el cardenal habló
de la Virgen. Al parecer, sin inspirarse en el canto del Magnificat
Por supuesto, no esperábamos que revelase ningún secreto
vaticano.
Al día siguiente, de vuelta hacia Madrid, leí en el periódico
un artículo que me llamó la atención. Era de un sacerdote
que es, precisamente, hermano del cardenal. No sé por qué
sacaba a colación el lamento del poeta Neruda: "Busqué a
los sabios sacerdotes,/ los esperé después del rito,/ los
aceché cuando salían/ a visitar a Dios y al diablo./ Se aburrieron
con mis preguntas./ Ellos tampoco sabían mucho;/ eran sólo
administradores" (238).
No pude menos de recordar lo del día anterior. Pero también
lo de hace veinticinco años. El ahora cardenal daba un curso de
ecumenismo en la Universidad Pontificia de Salamanca. Respondiendo a mis
preguntas, comentó en el viejo claustro salmantino:
"Ciertamente, es importante el mandato de Pablo: tenete traditiones,
"mantened las tradiciones" (239); pero no podemos olvidar el encargo de
Cristo en la parábola de las minas: negotiamini dum venio, 'negociad
mientras yo vuelvo' (240). Lo decía convencido, entregado al servicio
de la renovación eclesial. No creo que el cardenal haya perdido
su talante abierto al diálogo ni tampoco su capacidad de negociar
en sentido evangélico. Como es obvio, le corresponde al Papa Juan
Pablo II la más alta responsabilidad de curar esa herida mal cerrada
de la muerte y figura de Juan Pablo I. Se dijo acertadamente en 1985: "Quizá
el Papa Wojtyla podría tomar la iniciativa de una clarificación
que diese al mundo la paz sobre la persona de Luciani. No se podrá
esconder indefinidamente la verdad" (241).
Roma tiene la palabra. ¿Acaso tiene algo que perder? ¿No
tiene mucho que ganar? Mientras llega el día en que venga el Señor,
también Roma ha de negociar con las minas recibidas; también
ha de dar testimonio de que cree en la luz y de que conviene vivir como
hijos de la luz, según el aviso de Pablo: "Vosotros, hermanos, no
vivís en la oscuridad, para que ese día os sorprenda como
ladrón" (242).