En el principio era la palabra
 

- EL EVANGELIO DE JUAN Hemos visto su gloria Volviendo a las fuentes, abordamos el evangelio de Juan. Detrás de cada evangelio (Marcos, Mateo, Lucas, Juan) hay un apóstol y hay una comunidad o una red de comunidades, las comunidades de Pedro, Santiago, Pablo, Juan. El evangelio de Juan es distinto. Desde el prólogo al epílogo, pasando por las señales, los diálogos y la hora final, el evangelio sigue el rastro de la palabra de Dios. Por supuesto, el discípulo siente la ausencia de Jesús, pero vive su misteriosa presencia. Con él su comunidad lo atestigua: Hemos visto su gloria (Jn 1,14). En la foto, papiro 52, hacia el año 125 (Biblioteca John Rylands, Manchester). Es el testimonio más antiguo del evangelio de Juan (Jn 18,31-33 y 37-38). Algunos interrogantes. De entrada, nos encontramos con un problema: “La mayoría de los estudiosos dudan que alguno de los cuatro Evangelios canónicos haya sido escrito por un testigo ocular del ministerio público de Jesús” (Brown, 16). ¿Es esto así?, ¿quién es el autor del evangelio de Juan?, ¿cuándo lo compuso?, ¿dónde?, ¿quién es el otro discípulo...

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COMUNIDAD DE AYALA, 50 AÑOS Volviendo a las fuentes   Al celebrar los 50 años de la Comunidad de Ayala,  parece oportuno recordar algunos acontecimientos más importantes de su historia, así como también algunos antecedentes que la han hecho posible. Lo dijo Pablo VI: En el fondo ¿hay otra forma de anunciar el Evangelio que no sea el comunicar la propia experiencia de fe? (EN 46). Además, "es bueno dar gracias al Señor y cantar a su nombre, publicar su amor por la mañana y su lealtad por las noches" (Sal 92). Muchos lo intentaron. Por aproximaciones sucesivas, hemos ido buscando la comunidad perdida de los Hechos de los Apóstoles. Por ahí era posible la renovación profunda de una Iglesia, que -siendo vieja y estéril como Sara (Rm 4,19)- podía volver a ser fecunda. En realidad, para eso fue convocado el Concilio, “para devolver al rostro de la Iglesia de Cristo todo su esplendor, revelando los rasgos más simples y más puros de su origen” (Juan XXIII, 13 de noviembre 1960). En la foto, pintura mural, comida eucarística, Catacumbas de San Calixto, Roma (Cordon...

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INFORME SECRETO  Decisiones de Juan Pablo I En mayo del 89, la llamada "persona de Roma" envió a Camilo Bassotto (en la foto), periodista veneciano y amigo de Juan Pablo I, una carta con unos apuntes. En realidad, era un informe secreto. Este informe recoge decisiones importantes y arriesgadas, que Juan Pablo I había tomado. Se lo había comunicado al cardenal Villot, Secretario de Estado. Pero también se lo comunicó a la persona de Roma. Fue una medida prudente. De este modo nos hemos enterado. Juan Pablo I había decidido destituir al presidente del IOR (Instituto para Obras de Religión, el banco vaticano), reformar íntegramente el IOR, hacer frente a la masonería (cubierta o descubierta) y a la mafia. Es decir, había decidido  terminar con los negocios vaticanos, echar a los mercaderes del templo.  El informe debía ser publicado, pero sin firma. El autor del mismo no podía hacerlo, pues, así decía, "el puesto que ocupo no me lo permite, al menos por ahora". Camilo lo publicó en su libro "Il mio cuore è ancora a Venezia" (1990).  

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 PILAR BELLOSILLO

Hemos encontrado lo que buscábamos

 

Cuando murió Pilar Bellosillo (1913-2003), se recordó justamente en periódicos y revistas su impresionante trayectoria al servicio de la Iglesia y de la sociedad. Fue presidenta nacional de Jóvenes y de Mujeres de Acción Católica, promotora de la Campaña contra el Hambre, presidenta de la Unión Mundial de Organizaciones Femeninas Católicas (UMOFC), auditora del Concilio Vaticano II y del III Sínodo de Obispos, presidenta de las Organizaciones Internacionales Católicas, miembro del Grupo de Enlace Femenino Ecuménico y de la Comisión creada por Pablo VI para el estudio de la Mujer en la Sociedad y en la Iglesia. Sin embargo, hay una etapa importante de la vida de Pilar que no suele aparecer en las reseñas: su etapa comunitaria. Son 25 años, un cuarto de siglo, años de madurez y plenitud. Cuando se integró en la Comunidad de Ayala, hay que decirlo, quedaba atrás la crisis dura y dolorosa de los movimientos de Acción Católica.

1. La crisis del apostolado seglar

Ángel Vegas (1912-2002), que fue vicepresidente de Jóvenes y de Hombres de Acción Católica, recoge datos importantes de la crisis del apostolado seglar. En el mes de junio de 1966 se celebró en Madrid una asamblea de la Acción Católica Española (A.C.E.) que llevaba por título La A. C. según el Concilio. Como se dijo en la revista Ecclesia, “la A.C.E. se revisa profundamente a la luz del Concilio”. En el informe-resumen leído en la sesión de clausura de la asamblea se subrayó que “la vocación del apóstol cristiano planteaba una exigencia de proyección sobre el mundo, de compromiso en la solidaridad con los hombres y sus problemas, y de exigencia en la construcción de un mundo más justo y acorde con el plan de Dios”. También se afirmó que la realización de este cometido apostólico tropezaba con varios obstáculos, el principal de los cuales radicaba en que “las estructuras eclesiásticas y la orientación pastoral no estaban inspiradas en la concepción conciliar del seglar”, que asumía la presencia de un laicado activo y responsable.

La Comisión Permanente del Episcopado no aprobó las conclusiones de la asamblea. Además, acusó a la A.C. de “temporalismo” y de escaso sentido jerárquico. Como era de esperar, la impresión en la opinión pública fue la de una total desautorización de la A.C. por parte de la jerarquía eclesiástica. Recordemos que, en esa época, cuatro obispos eran Procuradores en Cortes y un arzobispo era miembro del Consejo del Reino. Cabría preguntarse, dice Ángel Vegas, si esta situación no revela un claro “temporalismo” y una cierta pretensión de poder. El 2 de julio de 1966, en Ecclesia, la Comisión Permanente del Episcopado afirmaba en una Declaración que la Iglesia española no tenía motivo alguno para emitir juicio sobre las instituciones político-sociales vigentes en España. Además, hacía una clara defensa del sistema sindical español.

La situación era crítica. Al consiliario de la JOC Ramón Torrella, que luego fue arzobispo de Tarragona, le fueron retiradas las licencias para el ejercicio de su sacerdocio en la diócesis de Madrid por su actitud disconforme con la interpretación jerárquica del apostolado seglar. En el Vaticano quisieron tener información directa de los hechos acaecidos. Este fue el motivo de la “importantísima audiencia” que Pablo VI concedió a Pilar Bellosillo, entonces presidenta de la UMOFC y antigua presidenta de las mujeres de A.C. Pilar dio un completo informe de la situación creada por la falta de acogida de la jerarquía a los deseos de renovación conciliar de la A.C. en el marco de la situación social y política española[1].

En los primeros meses del año 1968, el equipo de seglares que se había elegido para dialogar con la jerarquía en aquellos momentos difíciles le pidió a Pilar que informase directamente a Pablo VI de lo que estaba ocurriendo en España: “Ella había sido encargada de informar al Papa de la situación y de transmitirle la postura de los dirigentes nacionales de la Acción Católica española que estaban dispuestos a dimitir colectivamente si no se lograba un entendimiento.  Empezó por decirle que no quería comprometerle ni pedía su aprobación. Pilar, que no esperaba una respuesta directa, pensaba que el Papa podía haber desaprobado la conducta de los dirigentes españoles, pero no fue así. Por el contrario, se sintió absolutamente acogida y tratada con gran respeto. Salió de la entrevista con mucha paz”. A partir de aquel momento, comenzaron los nombramientos de obispos auxiliares jóvenes, de espíritu conciliar[2].

Es justo mencionar las intervenciones, no siempre eficazmente secundadas, del cardenal don Vicente Enrique y Tarancón en la Conferencia Episcopal Española. Al referirse a lo que había pasado a los seglares “a los cuales, prácticamente, en todo hemos dejado fuera”, reparó especialmente en la crisis de la A.C., “de la que aún estamos pagando las consecuencias”: “Recuerdo que en la Permanente algunos obispos habíamos insistido en que asistieran los seglares. Pero nos quedamos en minoría (fuimos 13) cuando se votó el documento de los seglares en la Plenaria. El documento fue un gran fracaso y una fuente de problemas que tuvimos que rehacer en dirección casi contraria dos años después[3].

2. La Comunidad de Ayala

 Desde 1976 los viajes de Pilar se hicieron cada vez menos frecuentes y tuvo que acostumbrarse a otro ritmo de vida. Venía muy cansada de su trabajo anterior y, sobre todo, de la última experiencia en la Comisión Pontificia para el Estudio de la Mujer en la Sociedad y en la Iglesia con su carta de dimisión al Papa el 8 de septiembre de 1974. El 26 de noviembre hubo respuesta a través del nuncio de Bélgica: “Sería muy perjudicial, desde muchos puntos de vista, que los cinco miembros dimitiesen. El mensaje procede del mismo Santo Padre”. Aquella misma noche notificaron que “las cinco” estarían presentes en la próxima sesión y solicitaron disponer de un espacio para presentar las objeciones del grupo. La sesión final de la Comisión tuvo lugar del 26 al 31 de enero de 1976. La mayoría de sus miembros rechazó la nota de la minoría. El “grupo de las cinco” tomó la decisión de no hacer pública la nota. Y esto no ocurrió hasta 1987[4]: “Pilar nunca se quejó ni comentó nada con su familia que sólo mucho más tarde tuvo conocimiento de sus preocupaciones y disgustos. Su salud, que nunca fue muy buena, se deterioró seriamente y pasó casi dos años en un estado de debilitamiento grande”[5].

Tras un tiempo de recuperación y de búsqueda, Pilar vive la renovación del Concilio en la Comunidad de Ayala. Recordamos su llegada a la misma. Lo guardamos como precioso tesoro. No podemos callarlo ni tampoco dejar que se recorte su figura. En 1985, Pilar comentó al cardenal Pironio su llegada a la Comunidad con estas palabras:

"Empiezo por decirle cómo llegó un momento en que nosotras, cuando yo dejé todas mis actividades y tuve mi crisis de salud, estábamos buscando una
comunidad viva, cómo la encontraron mis hermanos, Carmen y Paco, y cómo
venían a casa, porque yo entonces tenía muy poca actividad, casi no me
movía, para comunicarme lo que estaban viviendo. Y a mí me impresionaba,
porque decían lo mismo que aquellos primeros discípulos que encontraron a
Jesús, decían a los otros: Hemos encontrado lo que buscábamos".

En efecto, como dicen Mary Salas y Teresa Rodríguez de Lecea, “cuando estuvo un poco mejor, Pilar se integró en esta comunidad. Allí trabajó con gozo porque pudo vivir la síntesis de lo que había descubierto en el Concilio: la Iglesia como pueblo de Dios en marcha guiado por el Espíritu; la importancia de escuchar la palabra de Dios; el valor de los laicos y por tanto también de las mujeres; el ecumenismo práctico que enseña a valorar la parte de verdad que hay en las otras Iglesias cristianas.

Ella que desde muy joven había estado atenta a la llamada de Dios la descubre ahora a través de la Palabra que medita atentamente. Tiene siempre a mano la Biblia y agradece a los protestantes que hayan sabido mantenerla en el centro de su atención. Expresa también su agradecimiento a los ortodoxos por su valoración de la acción del Espíritu.

Reafirmada en sus convicciones, Pilar se muestra dispuesta a evangelizar a los otros. Evangelizar y evangelización son palabras que repite con frecuencia en esta época de su vida. Lo que ella ha descubierto quiere comunicarlo, no como un acto de proselitismo sino como una propuesta. Esta es también una palabra que repite”[6].

En su conversación con el cardenal Pironio Pilar compartió también “la experiencia más fuerte”, “para mí ha sido un cambio en mi vida”, “mi experiencia de Oseas 2”, donde se dice: “La llevaré al desierto y le hablaré al corazón“ (Os 2,16). Dice Pilar: “A medida que comparto con él mi experiencia, se experimenta la presencia del Espíritu y yo siento también una experiencia de concordancia, de comprensión profunda, de comunión, que nos impresiona, yo creo, a los dos. En algún momento incluso hacemos algún comentario un poco jocoso. Le digo: monseñor, para nosotros a veces las cosas pueden ser, como en este caso, o pueden parecernos frivolidades más o menos pasajeras, pero el Señor utiliza palabras fuertes. El habla de prostitución, porque efectivamente lo suyo es tan grande, su amor es tan grande, su fidelidad es tan grande, que verdaderamente lo nuestro son verdaderas prostituciones”.

Pilar fue socia fundadora de la Asociación Pública de Fieles Comunidad de Ayala, erigida canónicamente por decreto del cardenal arzobispo de Madrid, don Ángel Suquía, con fecha 24 de marzo de 1987. Inicialmente, nos constituimos como Asociación Privada de Fieles el 8 de febrero de 1987. El entonces obispo auxiliar de Madrid Agustín García Gasco nos dijo que el cardenal Suquía prefería que fuese Pública, lo que asumimos haciendo los cambios pertinentes en los Estatutos. En el Consejo Episcopal de Madrid se tuvo en cuenta que la Comunidad de Ayala había dado solución en la persona de Pilar a la crisis de los movimientos de A. C. También Ángel Vegas, que fue dirigente de A.C. se incorporó a la Comunidad. Pilar fue vocal del Consejo Rector de la Asociación durante los trienios 1987-1990 y 1990-1993. Por tanto, durante seis años fue dirigente de la Asociación de Fieles Comunidad de Ayala. Pilar fue nombrada “Consejera de honor” el 9 de diciembre de 1993, “esperando seguir contando con su don de consejo”.

Pilar había sido auditora del Concilio Vaticano II. En la segunda etapa (1964), Pablo VI había llamado como auditores a un grupo de seglares, pero todos eran varones. Entre ellos, estaba Joaquín Ruiz Giménez, presidente de la organización internacional Pax Romana, y Ramón Sugranyes de Franch, presidente de las Organizaciones Internacionales Católicas. En la tercera etapa (1965), Pablo VI incorporó a un grupo de 22 mujeres como auditoras. Entre ellas, fue designada Pilar Bellosillo, presidenta de la UMOFC. Los tres auditores dieron una conferencia en el Colegio Español de Roma, a la que asistió Jesús López, entonces residente en el Colegio y estudiante de Teología en la Universidad Gregoriana  

Comenta Pilar en 1984: “Al diluirse su identidad a lo largo de los siglos, la Iglesia pierde algo que le es esencial y que la constituye: su tensión evangelizadora. Así se ha visto amortiguado y como velado su núcleo vital, que en ocasiones resulta difícil descubrir a causa de los excesivos ritualismos, legalismos y formalismos. Pablo VI, en su exhortación apostólica sobre el mundo contemporáneo, ha dicho que hay que evangelizar a la Iglesia por dentro, para que pueda evangelizar hacia fuera. Resulta muy significativo que en la etapa posconciliar se haya celebrado un Sínodo sobre la Evangelización (1974) y otro sobre la Catequesis (1977). Felizmente, estas van siendo ya prioridades pastorales en todo el mundo”.

Pilar denuncia también el fenómeno de masificación de las Parroquias: “Porque la Iglesia, Pueblo de Dios, en la que todos son responsables de su misión, se congrega y se vive en la comunidad de talla humana. En ella, cada creyente puede vivir su fe en su dimensión personal y comunitaria, encarnada en el acontecer diario. Y la comunidad, por otra parte, es el lugar privilegiado de la catequesis y foco permanente de evangelización”, “sin duda alguna, el esfuerzo pastoral, la inversión más valiosa, hay que ponerlos, no en apuntalar lo que declina de la Iglesia de cristiandad, sino en ese renuevo que apunta” (Is 43,19)[7].  

3. Experiencia de Gonzalo

Esta experiencia está tomada de las notas de Pilar que conservamos en el archivo de la Comunidad. Fue un hecho muy duro y doloroso: “suicidio de Gonzalo”, su sobrino, que estaba cumpliendo el servicio militar: “La angustia lo mató: no se sentía capaz de afrontar la vida”. Era un “muchacho creyente”.

Pilar llamó a Jesús por teléfono: “Jesús López pasó allí la tarde”. Esto dio lugar a que “esta experiencia fuera vivida con la Comunidad”, “Jesús por la mañana se encontró el pasaje de la resurrección del hijo de la viuda de Naim” (Lc 7, 11-17). Jesús, en el cuarto de Gonzalo, además de leer el pasaje de la resurrección del hijo de la viuda, le salió y leyó allí mismo: “No se turbe vuestro corazón… En la casa de mi padre hay muchas moradas” (Jn 14,1-3).

Dice Pilar: “Al llegar Jesús al Catecumenado, contó todo lo sucedido y salió el salmo 86, oración en la contrariedad”: “Da tu fuerza a tu siervo, salva al hijo de tu sierva. Haz conmigo un signo de bondad”, “todo ello culminará en la Eucaristía del sábado 17”, “en el comentario de la Palabra, Jesús repite, para los que no lo conocen, los hechos resumidos, y unos y otros van interviniendo: Jesús y Mary Paz, en Santa María del Tiétar tienen el mismo salmo 86, en La Fortuna hacen una explicación detallada del pasaje del hijo de la viuda de Naím. Abren al azar la Biblia y sale el mismo pasaje”, “la Eucaristía del sábado fue de Gloria y Resurrección. Jesús resucita vivo entre nosotros, Gonzalo también”, es “el primer día que me integro en la Comunidad y llevo 3 años”, “me ha evangelizado Gonzalo, Gonzalo (es) algo nuestro.”

Pilar saca algunas consecuencias: “La Comunidad hace suyo el acontecimiento”, es una “experiencia de fe vivida en Comunidad”. Todo ello se produce en medio de “las pruebas por las que está pasando la Comunidad”. Contrapone cómo se vivía el suicidio en la Iglesia antes y cómo se vive ahora, con “la medicina” del Evangelio. Para que no se entienda mal, aclara: “Nuestra experiencia no justifica, ni hace apología del suicidio”, proclamamos “el valor de la vida (como) regalo de Dios”, “para nosotros la Palabra de Dios que se nos ha dado, en un acontecimiento como el que hemos vivido, ha sido de Resurrección”, “como Jesús con la viuda de Naím, al verla tuvo compasión de ella y le dijo: no llores…. Joven, a ti te lo digo, levántate … y Él se lo dio a su madre, así también Él ha levantado a Gonzalo de su muerte, le ha resucitado y se lo ha entregado a sus padres…Gonzalo está vivo”. Es una “experiencia de comunión de los santos”.

Pilar vive la señal del Evangelio: “los muertos resucitan” (Mt 11,5), son “como ángeles”, son “hijos de Dios, siendo hijos de la resurrección”, Dios es “un Dios de vivos y no de muertos, porque para él todos viven” (Lc 20, 36-38). Como dice Pablo: “Se siembra un cuerpo natural, resucita un cuerpo espiritual” (1 Co 15, 44). Frente a lo que dice Marta (la resurrección el último día), Jesús le anuncia en presente: “Yo soy la resurrección y la vida; el que cree en mí, aunque muera, vivirá, y todo el que vive y cree en mí, no morirá jamás. ¿Crees esto?” (Jn 11,25).

4. Evangelización y catequesis

Cada vez más, Pilar se centra en el mundo de la evangelización y de la catequesis. En 1977 participa en el Sínodo de la catequesis. En el verano de 1979, asiste a cursos de iniciación y profundización en el catecumenado de adultos, organizados por el Secretariado Nacional de Catequesis. En el verano de 1980 forma parte del equipo responsable de dichos cursos. En el curso 1980-1981 participa en el Servicio de Animadores del Catecumenado de Adultos en la Vicaría II de Madrid. En 1981 participa en Jornadas Diocesanas sobre Catequesis de Adultos y Catecumenado en Soria, los días 22 y 24 de octubre. En 1982 participa en el Curso de Iniciación al Catecumenado en León, del 27 de junio al 3 de julio. En los años 1980-1983 colabora en el Proyecto Catecumenal (I-II), publicado por el Secretariado Nacional de Catequesis. En 1983 participa en un encuentro de grupos en Lisboa, del 2 al 5 de junio, y en 1984 en el Curso de Iniciación al Catecumenado de Adultos en Córdoba, del 2 al 6 de julio.

En 1987 Pilar Bellosillo y Ángel Vegas plantean en la parroquia de San Jerónimo la necesidad de “iniciar un proceso de evangelización de adultos de inspiración catecumenal. Este proceso se enmarcaría en el contexto más amplio de una segunda evangelización, necesaria en nuestro país”, “en el Sínodo de los Laicos se está planteando la necesidad de una revitalización de las parroquias, de modo que vayan siendo comunidades vivas y no simples estructuras administrativas”. Coherentes con ello, presentan al Consejo Pastoral de la Parroquia la propuesta de un proyecto catecumenal que incluiría estos pasos: convocatoria general, realizada en las misas dominicales; cursillo intensivo, de 4 días, 2 horas diarias, en el que se presenta el proceso catecumnenal; reunión semanal durante el curso para todos los que deseen seguir el proceso. (29 de octubre). Así nació el grupo de San Jerónimo.

¿Por qué ahora la Iglesia da tanta importancia a la evangelización? Responde Pilar: “Sintetizando al máximo lo que ha supuesto el Concilio, podríamos enunciarlo así: El Concilio recupera la Iglesia, comunidad viva que nace en Pentecostés, Iglesia esencialmente evangelizadora, y esto en el siglo XX. Todo el desarrollo, que ha tenido la doctrina conciliar ha sido en función de este núcleo: Iglesia, comunidad evangelizadora. Si insistimos en esto, es porque esto es el fundamento.

La Iglesia española ha promovido últimamente dos grandes congresos[8]. Como recordaréis, en las encuestas preparatorias aparecieron estos datos. Un 94% de bautizados y un 11% de evangelizados. El abismo entre estos datos es impresionante. No tiene que extrañarnos que los obispos declararan entonces a España, país de misión,

Para nosotros ¿qué significa evangelizar? Podríamos responder así: “El anuncio de Cristo a los que en realidad no le conocen, aunque vivan en un ambiente impregnado sociológicamente de cristianismo. Un bautizado adulto y responsable no debería pasar por la Iglesia sin haber sembrado, al menos una vez, el árbol de la fe cristiana en un desierto”, “la evangelización exige seguir un proceso catecumenal que tiene su dinámica y su pedagogía. El catecumenado es a modo de piscina de Siloé, en la que hay que meterse, hay que mojarse” (1 de julio 1990).

5. Viaje de Pilar a Roma

Pilar fue invitada por el cardenal Pironio (entonces presidente del Consejo de Laicos) a la conmemoración del Decreto conciliar sobre Apostolado Seglar que se iba a celebrar en noviembre de 1985 (del 16 al 22). Nos pareció providencial. En ese contexto, Pilar fue enviada a Roma por la comunidad con una misión especial, comprometida y delicada: entregar personalmente al cardenal Pironio el pliego de Jesús López sobre la muerte (provocada) de Juan Pablo I[9]. Se había publicado el mes anterior y se había levantado un tremendo revuelo en la curia romana.  

En el libro sobre Pilar, se dice que “pudo hablar largamente con el cardenal Pironio, al cual expuso su experiencia en la comunidad”, “Pilar rememoró sus experiencias del Concilio y a través de la conversación con el cardenal Pironio se reafirmó en sus opciones eclesiales. Habló con él de la escucha de la Palabra y llegó a una comunicación profunda”, que ella califica de “sensación de concordancia, de comprensión profunda, de comunión, que nos impresiona yo creo a los dos”[10]. Sin embargo, no se dice que fue enviada por la Comunidad, tampoco se dice para qué fue enviada, no se dice nada del pliego sobre Juan Pablo I.

Pilar comentó ampliamente su viaje a Roma en la celebración de la Comunidad. Veamos el texto completo, que recogimos en audio y por escrito:

“(Quiero dar gracias) por todo lo que he vivido durante mi estancia estos días en Roma. Y además quiero especificarlo. (Por haber ido) a la misión que se me enviaba, desde esta comunidad. Por haber vuelto a Roma, viviendo la renovación de la Iglesia desde la comunidad. Por haber podido comprobar que la renovación está en marcha en todo el mundo, porque asistí a las sesiones del Consejo de los Laicos, y esto ya no lo puede parar nadie. Por haber vuelto a encontrar a tantos amigos y descubrir que los vínculos de amistad y comunión están ahí, incluso más reforzados. Por haber podido saludar al Papa, y allí yo tuve la experiencia de que no estaba sola y esto ha tenido para mí una significación muy profunda y muy grande. Por monseñor Pironio, porque ha sido una gracia el estar con él durante unos días. Y por María, que ha estado presente en todo. Y de un modo especial, pienso en nuestros hermanos del mundo, y especialmente en nuestros hermanos del Líbano.

Voy a tratar de compartir con vosotros todo lo que yo he vivido en Roma. Y quisiera empezar por hablar de las señalesque desde el comienzo del viaje me llamaron la atención. Hay señales que yo califico de adversas. Por ejemplo, la primera, que el avión se retrasaba bastante en salir, más de una hora. Llega un momento en que el comandante nos comunica que tiene problemas técnicos y que no saben lo que podrá durar el arrancar. Después, ya volando sobre Barcelona, nos da el parte y nos anuncia que sobre el Mediterráneo encontraremos turbulencias y, efectivamente, en la segunda mitad del Mediterráneo danzamos bastante, que no es nada agradable. Pero cuando ya nos acercábamos a la costa de Italia y vamos bajando ya para tomar tierra, nos metemos en una tormenta fuerte. Estaba todo negro, oscuro, el avión va bajando, no se ve el suelo, tarda en verse, y volamos entre truenos y relámpagos. Yo he volado bastante en mi vida, pero pocas veces me he encontrado en una tormenta de esta categoría. Luego, ya llegamos al edificio del aeropuerto y allí vienen todas las formalidades de recoger las maletas. Viene el primer envío de maletas, esa plataforma rulante nos la va presentando, y en la primera vuelta no encuentro mi maleta. Viene el segundo envío, y en la segunda vuelta tampoco, y al final me doy cuenta que hay un pequeño grupo de viajeros y que todos estamos un poco escamados porque aquello tarda excesivamente. Yo pensaba: en mi maleta llevo toda la documentación. Por fin, se empieza a movilizar alguno de ellos con alguno de los encargados de los equipajes y él, efectivamente, se da cuenta que la cosa tarda, se mete por allí debajo y al fin aparecen las maletas. Después también me parece una señal un poco adversa: la acogida en la residencia. Yo aquella residencia no la conocía, era la primera vez que iba. La encontré como fría, todo me pareció negativo. Luego después he visto que las monjas eran majas, eran simpáticas, pero que la organización no era buena. Empiezan por decirme que allí no se cena, pregunto a la hora de la cena, tengo que salir fuera y el barrio está muy solitario, está muy oscuro. La residencia está a la espalda de San Pedro, en plena colina del Vaticano. Tengo delante de mi habitación las murallas, por donde se asoman los pinos, tan característicos de toda aquella zona. Es una zona aislada, hay que bajar una enorme escalinata para poder llegar a zona comercial.

Pero también hay señales positivas, que me impresionaron mucho. Lo primero, que ya me encuentro con el número ocho por duplicado[11], tanto en la puerta por la que yo debía entrar en el avióncomo por el asiento que me correspondió: el ocho, por duplicado. Después, en el avión, como tardaron en emprender el vuelo, nos ponen música y en un momento dado, de repente, yo me doy cuenta que aquella música me suena. Era ese Padre nuestro que nosotros cantamos con la boca cerrada (na-na-na..., no permitas que caigamos en tentación, oh Señor). Me impresionó mucho. Me doy cuenta que el Padre me viene a decir: estoy ahí, te acojo y te protejo. Me siento protegida por el Padre, por el Señor y por el Espíritu. La experiencia me produce una alegría y una paz indescriptibles. Y hay otra señal que también es impresionante. La víspera de mi viaje murió una prima nuestra, una criatura angelical, y fui a despedirme de la familia y sentí el impulso, en ese momento, de encomendarme a ella. No me pareció una casualidad el que, en cierto modo, coincidiera su muerte con este viaje, para mi tan importante, a Roma, y entonces yo le pedí que fuera mi ángel en esta empresa. Y lo que me asombró fue que en un avión que iba lleno, completamente lleno -cuando yo me paseé hasta el final comprobé que habría un asiento, o dos, vacíos- muy grande, justamente detrás de mí había dos señores que iban hablando, que hablaron bastante, y que en un momento preciso -se ve que estaban viendo el periódico- se encuentran con la esquela de esta prima mía y resulta que conocen a la familia y comentan una serie de datos. Verdaderamente eran amigos y nos conocían. Aquello me impresionó y me doy cuenta que miángel bueno, en la empresa se me hacía presente. Esto me produjo una alegría, una paz y una confianza muy grande.

Bueno, ya amanezco el domingo por la mañana, entonces me dispongo a ir a misa a San Pedro y no me doy cuenta que hay dentro una celebración muy solemne porque el Papa está beatificando a tres beatos y me es imposible entrar en la Basílica. Entonces participo en la eucaristía en la iglesia de Santa Ana, que es una parroquia que, muchos recordareis, está a la entrada de la ciudad del Vaticano. La homilía es buena, es una eucaristía que me gusta, que me reconforta. Vuelvo a la plaza, está llena de gente, van a ser las doce y se espera que salga el Papa a la ventana, y así sucede. Comenta desde allí lo más característico de los tres beatos y después reza el ángelus. Yo poco a poco me voy retirando en busca de una trattoria por aquel barrio para comer, y voy meditando en lo que todo esto, después de diez años que no he vuelto a Roma, supone para mí, especialmente para la mejor comprensión, por lo que estoy viviendo, de lo que supone la renovación de la Iglesia. Vuelvo después de comer a la residencia y me encuentro una carta del Consejo de los Laicos con una invitación de monseñor Pironio para ir a cenar mañana con el Consejo de los Laicos; mañana, que es lunes, es el gran día de la fiesta de la conmemoración de la proclamación del Decreto de Apostolado Seglar. Por la tarde - estamos en domingo- espero a mis amigas; cuando hablé con ellas por teléfono, desde Madrid, me dijeron que vendrían por la tarde a buscarme para cenar juntas.  Pasan las horas y no llega nadie.  Oigo el teléfono, que llama varias veces insistentemente, pero nadie responde, nadie lo coge.  Las comunicaciones en la residencia desde luego no funcionan bien.  Efectivamente, son mis amigas que no consiguen comunicar conmigo y no se deciden a venir a buscarme.  Compruebo que siguen las cosas adversas, me encuentro un poco sola, me voy a la capilla y le digo al Señor que El está por encima de los que hacen resistencias.  Tal vez Él quiere esos espacios de soledad y de oración.  Tal vez Él quiere que ore por Roma, desde Roma.  Le pido que vaya disponiendo el plan como Él lo quiere y que yo me deje conducir por El.  Antes de acostarme me encuentro con el Salmo 40: doy gracias al Señor por lo que me dice y por lo que me significa.  Por supuesto que antes de ir a Roma he pedido a mis ángeles del cielo que me protegieran. Pienso en mis padres, los siento muy cerca; pienso en Paco, pienso en Luis, pienso en Gonzalo.  Y amanece el lunes por la mañana; me levanto pronto y participo en la Eucaristía de las monjas.  Es el gran día del festejo que ya he mencionado y es el motivo por el que yo he sido invitada a ir a Roma.  Voy pronto a San Pedro; el acto se celebra en la sala del Sínodo que ya muchos de vosotros conocéis porque lo hemos visto en televisión

Allí, la acogida de tantos buenos amigos, como encuentro, es impresionante; estoy emocionada porque encuentro un verdadero cariño por parte de todos. Allí están Cristina y Emma, las que tenían que haberme venido a buscar la víspera, y entonces me explican todo. Y van llegando personalidades: cardenales, obispos, representantes de otros dicasterios, algunas compañeras mías auditoras, todo el Consejo de los Laicos en pleno porque el Consejo iniciaba con este acto las reuniones de su asamblea anual. Y, al fin, llega monseñor Pironio, cariñosísimo. Me dice: “Puede usted, tal vez, aportar algún testimonio, porque hay coloquio”. Entonces, mientras transcurre la sesión de acuerdo al programa, intervienen varios auditores; voy preparando algunas notas, y tomo las ideas fundamentales de mi artículo del Ya[12]. El último en hablar es el cardenal Suenens, que me gusta mucho. Intervienen varios en el coloquio y nos dicen que sólo tenemos tres minutos. Entonces lo que hago es, a modo de píldoras - de lo que voy a decir -  y Suenens me ha preparado el camino. Él nos dice que se trata de volver a la Iglesia de Hechos: al Cenáculo, al primer Pentecostés, que así se lo dijo Juan XXIII a los obispos, e inicio mi intervención por mi experiencia en la Comunidad. Realmente el camino me lo había preparado Suenens. Empiezo por decirle: señor cardenal, me gustaría mucho tener su texto, porque me ha gustado muchísimo, y termino mi intervención hablando de la purificación del templo -expresamente dejo un poquito más de tiempo para poder decir algo de este tema-. Cuando ya se termina el acto, monseñor Pironio sale a esperar al Papa; estaba previsto que llegaría, que nos iba a dirigir la palabra para clausurar el acto. El Papa nos habla y después, como es costumbre en él, habla espontáneamente con los que estamos allí; dice: “¿Qué podemos rezar? He comprobado en mis viajes que lo que todos, en cualquier lugar del mundo, rezan juntos, es el Padre Nuestro en latín, de modo que, si les parece, vamos a rezarlo”. Y entonces lo rezamos con él. Al final nos dicen que el Santo Padre querría saludar a todos pero que esto no es posible, que bajáramos y fuéramos pasando los auditores que estábamos allí y los miembros del Consejo de los Laicos. Cuando llega mi turno, me presenta el cardenal Pironio, y yo completo la presentación diciendo al Papa: Santo Padre, estuvimos juntos en el primer Consejo de los Laicos, cuando vuestra Santidad era cardenal. Y él entonces ya me sitúa: “Ah, claro, usted es la de Madrid”. Me reconoce. Hablamos unos momentos; le digo que tenemos puesta una gran esperanza en el Sínodo y que pedimos mucho para que el Espíritu esté ahí.

En mis notas veo que he apuntado que ha sido un encuentro cordial, sencillo, sin prisas. Me quedo contenta y pido por él. Llega la cena, a la que se me había invitado; una cena deliciosa y sustanciosa, no sólo por lo que comimos, sino por lo que supuso la conversación y la compañía. A mí, tal vez por mi edad, me colocaron en la mesa cardenalicia, a la derecha del cardenal Pironio; enfrente estaba el cardenal Suenens y, a su lado, el obispo de Évora y algunos otros representantes del Consejo de los Laicos. Efectivamente, fue delicioso porque Suenens nos deleitó contándonos anécdotas de Juan XXIII y él nos decía: “nos pasaríamos así tiempo y tiempo”. Y luego entramos en una conversación más profunda, hablando de la situación de la Iglesia. Se notaba que hay preocupación, sobre todo de cara al Sínodo, qué podría dar el Sínodo. Allí hablamos a fondo de todo, con mucha confianza; verdaderamente hablamos en el Espíritu. Se hablaba de la Teología de la Liberación; monseñor Pironio dijo lo que en algunas otras ocasiones también hemos dicho nosotros: que “Roma debería haber interrogado a los pastores que viven en las comunidades de América Latina; haber recurrido a los pastores, cómo viven la fe sus cristianos”. Y monseñor Pironio añade: “Yo pertenezco al CELAM desde el principio, yo conozco la Teología de la Liberación desde el principio; yo vivo aquí, en Roma, encima del Santo Oficio, es decir, de la actual Congregación de la Doctrina de la Fe; nadie me preguntó nada, todo se hizo desde abajo”.  Hablamos también de los signos, de los acontecimientos preocupantes que yo menciono en mi artículo del Ya. Cuando digo que todo esto nos preocupa, y me refiero a todo lo ocurrido con la Teología de la Liberación y sus teólogos, con la Compañía de Jesús y el padre Arrupe, y del asunto tan penoso de las Carmelitas. Y entonces monseñor Pironio me dice: “Pilar: yo todo esto lo he vivido en mi propia carne” porque, efectivamente, él era entonces el Prefecto de la Congregación de los Religiosos.  Suenens nos habla de su experiencia en todo este movimiento de comunidades pentecostales, carismáticas, y habla de Parey-Le-Monial, de la gran concurrencia de cristianos, de que hay verdaderas conversiones y vuelve a decir lo que dijo por la mañana, en el acto de la mañana: que hay que vivir la Iglesia de Hechos. El ya no habla, dice, “no hablo de la Iglesia del Concilio; yo hablo de la Iglesia de los Hechos:  de la Iglesia del Cenáculo y de la Iglesia del primer Pentecostés, la Iglesia habitada por el Espíritu. Como les dijo Juan XXIII: el Concilio deberá ser un segundo Pentecostés”.

Entonces le digo a monseñor Pironio, en uno de estos momentos, que quiero estar con él, que tal vez será difícil porque yo no sabía que tenía las sesiones del Consejo de los Laicos. Además, durante esos días hay una reunión también de cardenales. Pero él me dice que, desde luego, me puede recibir, que como el miércoles empiezan las reuniones de grupos en el Consejo de los Laicos, que él por la tarde está libre y que desde luego me recibirá, y entonces me da hora para el miércoles sobre las cinco y cuarto, pero me dice que antes yo le llame para confirmarlo.

Llega el martes, 19. Me resulta muy simpático el que me inviten a participar en las reuniones del Consejo de los Laicos. Yo, por supuesto, aprovecho la ocasión, porque es para mí un regalo, pues los informes de los representantes de todos los continentes, que en esta ocasión tratan de la formación de los laicos, porque están preparando la aportación del Consejo al próximo sínodo sobre los seglares y estos informes me revelan lo que yo he dicho en otra ocasión: que ya está en marcha en todo el mundo la renovación de la Iglesia. Unos y otros hablan de catecumenados de adultos, hablan de evangelización, hablan de comunidades vivas.  Quedo muy impresionada de todas estas aportaciones y estoy completamente convencida que esta fuerza de Dios, que ya está actuando en su Iglesia por todo el mundo, no la puede parar nadie, y por eso tengo mucha más esperanza en lo que pueda ser el Sínodo y en lo que pueda dar el Sínodo.

Y llega el miércoles, día en que me recibe el cardenal Pironio, a las 5´30 en su casa. La mañana la paso en el Consejo de los Laicos y es un trabajo muy interesante porque ya son los grupos los que se reúnen y participo en uno de ellos. Después voy a comer a mi residencia porque quiero estar tranquila la primera parte de la tarde y espero, en oración y recogimiento, el momento de la entrevista. Y aunque tengo recogida toda la Palabra que me fui encontrando en esos días -pero por no hacerme larga no os la doy en este momento- sí quiero deciros la Palabra que me encontré la víspera, el martes por la noche, en Ezequiel, 43, Retorno de Yahvé: La gloria de Yahvé entró en la casa, éste es el lugar de mi trono, donde se posa la planta de mis pies. Aquí habitaré en medio de los hijos de Israel; y la casa de Israel, así como sus reyes, no contaminarán más mi santo nombre con sus prostituciones y con los cadáveres de sus reyes... De ahora en adelante alejaré de mí sus prostituciones y los cadáveres de sus reyes, y yo habitaré en medio de ellos, para siempre. Me impresionó mucho esta Palabra, y a continuación me encontré con Corintios, 15: Lamuerte es absorbida en la victoria.

Al llegar a casa de monseñor Pironio, tengo que esperar un ratito; me acompaña una religiosa colombiana, pues en su casa vive una pequeña comunidad. Y llega monseñor. Yo le llevo un dossier que hemos preparado aquí, antes de salir a Roma; en él está el número de Vida Nueva en el que aparece el pliego y, además, varios ejemplares del pliego; va también el número que salió, precisamente, el mismo viernes, la víspera de mi viaje, con la nota desautorizando el pliego, sin posibilidad de réplica. Y le llevo algún documento más, especialmente los dos textos de Jesús: España, país de misión y el de Escuchar la Palabra, objetivo catecumenal. Lo que hice, para llevar un poco de orden, y no mezclar las cosas, es que reservé el presentarle el dossier después de haberle explicado todo lo concerniente al pliego. Y empiezo diciéndole que se trata, lo que quiero comunicarle, de la publicación de un pliego sobre la muerte de Juan Pablo I, escrito por Jesús López. Y entonces leo el curriculum de Jesús, lo llevaba también preparado. Voy a leeros lo que le dije sobre toda la génesis de este pliego, un poco resumida, se me habían dado todos los datos el viernes en casa:

Es un tema relacionado con la purificación del templo. Se ha considerado que esto es un servicio prestado a la Iglesia, realizado en conciencia y de forma comprometida, y desde un discernimiento a la escucha de la Palabra. Su autor, Jesús López, hubiera preferido la tradición oral, pero lo ha escrito porque se le dirigió la Palabra. Ha habido una experiencia muy fuerte de la Palabra, contrastada montones de veces. Se ha vivido en la Comunidad la presenciade Juan Pablo I; comparamos su muerte con la de santo Tomás Becket. Experiencia suficientemente contrastada, especialmente la Palabra de Jeremías 36 (toma un rollo de escribir), y de Apocalipsis 1 (escríbelo en un libro). Que la Palabra nos impulsa -ha impulsado a Jesús- a juzgar, e impulsa a decirlo. Y en ese momento llega la invitación de Roma –me llega a mí- para participar en esta conmemoración del lunes: la celebración de la promulgación del Decreto de Apostolado Seglar. Nos parece que esto no es una casualidad porque en la Comunidad - especialmente Jesús López- creemos que monseñor Pironio lo puede comprender y que a él se le puede decir. Entonces yo le puedo decir a monseñor Pironio -se lo digo así- que la primera motivación de mi viaje a Roma ha sido precisamente ésta: el poder estar con él y el poder compartir con él esta experiencia, y comunicársela. En el pliego, en el texto, se ha cogido lo que es más valioso del libro de Yallop, y hay una segunda parte de reinterpretación de la figura de Juan Pablo I, situada en el contexto eclesial actual, a la luz de la Palabra. “Si no hubiera sido por la Palabra - dice expresamente Jesús López - no nos metemos en este berenjenal”. Ella nos ha dicho que se escriba (Isaías 36); que se conozca (Salmo 79); que se escriba (Apocalipsis 1); que se celebre (Salmo 81). Insisto, si no hubiera sido por la Palabra, no se hubiera dicho nada.

Una vez que termino la presentación, le presento ya el dossier: el número de Vida Nueva, con el texto, y el último número de Vida Nueva, con la desautorización (la nota desautorizando este pliego y sin posibilidad de réplica). Creemos que aquí se ha producido un avasallamiento de la libertad de expresión de una institución como Vida Nueva. Si se quiere replicar, hay que acudir a un medio laico. Pero hay unas últimas noticias, me han llamado desde Madrid para comunicármelas y es que el obispo Yanes ha dicho que si vuelve a hablar de ello (si persiste en esa línea) Jesús se tendrá que ir de la Conferencia Episcopal donde trabaja. Esta última noticia se la comento a monseñor, diciéndole que la he sabido por teléfono, y él me hace un gesto como diciendo: Claro.

Monseñor me escucha cuando revisa todo el dossier, me escucha con mucha atención y me hace algunas preguntas para aclarar o fijar algún detalle. Le indico, de lo que hay en el dossier, los dos textos de Jesús: Escuchar laPalabra, objetivo catecumenal, y España, país de misión y le digo que los lea porque son estupendos, puede comprender muchas cosas. El, entre otras cosas, revisa ese triángulo que ha dibujado Jesús con los tres números de Vida Nueva: el del pliego, el comentario del director de Vida Nueva, en otro número hablando de las otras cárceles, y el tercero, el del viernes (el de la desautorización sin posibilidad de réplica).

Pero lo que en verdad le interesa a monseñor es que yo le hable de cómo vivimos la Comunidad,porque creoque es esto lo que le importa, para su valoración de lo que ledejamos ahí. Él no me pregunta sobre el tema, porque él me ha dicho que lo va a leer atentamente todo. Lo quiere leer y lo quiere asimilar. Pero es aquí donde verdaderamente me interpela y yo veo que esto es lo que le interesa. Y es ahí donde él entra, impresionado, cuando le comunico nuestras experiencias de la Comunidad. Empiezo por decirle cómo llegó un momento en que nosotras, cuando yo dejé ya todas mis actividades y tuve mi crisis de salud, estábamos buscando una comunidad viva, cómo la encontraron mis hermanos, Carmen y Paco, y cómo venían a casa, porque yo entonces tenía muy poca actividad, casi no me movía, para comunicarme lo que estaban viviendo. Y a mí me impresionaba, porque me decían lo mismo que aquellos primeros discípulos que encontraron a Jesús, decían a los otros: hemos encontrado lo que buscábamos.

Entonces yo le dije: monseñor, yo puedo y quiero compartir con usted la experiencia más fuerte -porque para mí ha sido un cambio en mi vida- de Palabra que yo he tenido, y le comuniqué concretamente mi experiencia de Oseas 2. A medida que comparto con él mi experiencia, se experimenta la presencia del Espíritu y yo siento también una experiencia de concordancia, de comprensión profunda, de comunión, que nos impresiona, yo creo, a los dos. En algún momento incluso hacemos algún comentario un poco jocoso. Le digo: monseñor, para nosotros a veces las cosas pueden ser, como en este caso, o pueden parecernos frivolidades más o menos pasajeras, pero el Señor utiliza palabras fuertes. El habla de prostitución, porque efectivamente lo suyo es tan grande, su amor es tan grande, su fidelidad es tan grande, que verdaderamente lo nuestro son verdaderas prostituciones.

Hablamos de lo que es escuchar. Yo le digo: monseñor, ¿verdad que no es lo mismo oír que escuchar? El Señor lo explica a los apóstoles, cuando les explica la parábola del sembrador. Hablamos de que Dios sigue hablando hoy, de que nos habla por los acontecimientos, de que Él va iluminando nuestra propia historia y le va dando un sentido. Hablamos de la coincidencia de que el mismo día 18 se conmemoraba también la Dei Verbum, la Palabra, de cómo habría podido vivir la Iglesia tantos siglos con la Palabra encadenada. Recordábamos a Santa Teresa, lo que ella sufrió cuando le prohibieron leer la Biblia, y el Señor le dice: Espera, hija, que yo te daré libro vivo. Que gracias a la Dei Verbum tenemos la Lumen gentium (Luz de las gentes, constitución sobre la Iglesia). Que esta Iglesia, aquí en Roma, teme la libertad del Espíritu. Cuando el Señor prometió el Espíritu a los apóstoles, les dijo que El les iría revelando muchas cosas, hasta llegar a revelarles toda la verdad, que ahora no podrían con todo ello. Que el Espíritu haría las cosas nuevas, y las está haciendo, y aquí en Roma no las comprenden, porque aparecen realidades inéditas, y habrá muchas realidades inéditas, nuevas, si se escucha y se vive la Palabra, y si se deja libre al Espíritu. ¿Qué pasaría si en Roma, en lugar de tanta ley y tanta teología de hombres, se escuchara la Palabra y se discerniera a la luz de la Palabra? De todo esto hablamos. Era como un río que fluía, que fluía sin parar. Fue inolvidable, será ya inolvidable. Entonces monseñor -había pasado bastante tiempo- me dice: Pilar ¿quiere usted que recemos tres avemarías, que recemos a María? Y me dijo algo que no olvidaré nunca: Porque María acoge la Palabra y nos la entrega.

Yo por eso quiero terminar también diciendo que la presencia de María ha sido también impresionante. Después de esta entrevista, al día siguiente, el jueves, fui a participar en una eucaristía, buscaba una eucaristía, y entré en una iglesia que hay en la vía de la Conciliazione, que desemboca en la plaza de San Pedro, y es una iglesia que yo he frecuentado mucho cuando iba a Roma, tiene una advocación de la Virgen que no recuerdo cuál. Se estaba preparando todo para la eucaristía. La celebraron dos sacerdotes, una concelebración, y mi asombro fue al ver que la misa era en honor de María. Yo desde luego me doy cuenta que aquella celebración era para mí. La palabra, la recuerdo, no la olvidaré, la primera palabra, era aquella de Bienaventurada tú, porque has creído. El salmo fue el 45, el epitalamio real, que también ha sido una palabra que ha estado presente en todos estos acontecimientos, y el evangelio quiénes son mi madre y mis hermanos. Doy gracias al Señor por este regalo que me revela una vez más que María estaba en todo lo que hemos vivido. Por eso yo ahora quisiera que se cantara el Magnificat. Y quiero también deciros, no lo quiero olvidar, el último encargo de monseñor Pironio para todos nosotros: que pidamos mucho por el Sínodo”.

Lo decimos claramente. En la historia de Juan Pablo I, un testimonio fundamental es el de la llamada “persona de Roma”, que, con fecha 14 de mayo de 1989, fiesta de Pentecostés, envió a Camilo Bassotto una carta con unos apuntes, en los que recogía decisiones importantes y arriesgadas que había tomado Juan Pablo I, por ejemplo, destituir al presidente del IOR (Instituto para Obras de Religión, el Banco Vaticano), reformar íntegramente al IOR y tomar abierta posición, incluso “delante de todos”, frente a la masonería y la mafia.

Camilo publicó el testimonio de la persona de Roma en su libro Il mio cuore è ancora a Venezia[13].  Un análisis interno del documento llevó a Jesús López a pensar que el perfil de la persona de Roma encajaba perfectamente con el cardenal Pironio y así se lo hizo saber al mismo en carta de 24-12-1990. El cardenal no contestó explícitamente a la carta, pero le envió a Jesús (desde 1991 a 1994) felicitaciones de Navidad que conserva como preciado tesoro. El análisis interno del documento puede verse en el libro El día de la cuenta [14].

Jesús López lo denunció en su amplio artículo La biografía del Papa Luciani, que fue enviado al Postulador de la Causa de Juan Pablo I, cardenal Beniamino Stella, con fecha 28-2-2019, y que el cardenal agradeció con fecha 18-3-2019. Entre otras cosas, se hacían estas preguntas: ¿Es que no ha podido la Postulación localizar la carta de la persona de Roma? ¿Es que no ha podido investigar el legado de Camilo Bassotto? Desde la primera carta (2-11-1985) hasta la última (20-1-2002), Jesús tiene una amplia correspondencia con él que cita en sus libros y en la web de la Comunidad: ¿Es que no interesa a la Postulación? El testimonio de la “persona de Roma” (para nosotros el cardenal Pironio) afecta al proceso de beatificación de Juan Pablo I y, también, al de Pilar Bellosillo. No se entiende por qué no se tiene en cuenta.

6. Nueva vida de Pilar

En carta del 25 de septiembre de 1997 Jesús López comunicó al cardenal Pironio (entre otras cosas, por si no lo sabía) la penosa enfermedad que sufría Pilar, enfermedad que le impedía recordar y, en realidad, comunicarse. Le decía: "Sólo una nueva vida nos puede devolver a la Pilar que conocimos". Sin embargo, cuando en su casa orábamos en grupo, sucedió más de una vez, Pilar recuperaba la coherencia, volvía a la realidad. En cierto sentido, la escucha de la Palabra la recuperaba para la comunicación y la comunión.

El 7 de julio de 2002, con el envío del libro El día de la cuenta, en el que aparece el relato de su particular viaje a Roma, pusimos a Pilar y a su hermana la dedicatoria que procedía y que cabía esperar: "para Pilar y Carmen, que en su momento encontraron lo que buscaban".

Pilar murió día 2 de enero de 2003. El día 4 tuvo lugar su entierro en Derroñadas (Soria) y ese mismo día (al atardecer) celebramos en la comunidad, como dice el Concilio (SC 81), la “dimensión pascual” de la muerte de Pilar, su presencia nueva, en esa dimensión en la que vive ya con el Señor Resucitado. Precisamente ese día se leía en todas las iglesias el pasaje del evangelio (Jn 1,35-42) en el que aquellos primeros discípulos, que encontraron a Jesús, decían a los otros: Hemos encontrado lo que buscábamos.No nos pareció casualidad, sino palabra viva de Dios que nos devolvía a la Pilar que conocimos.

Si para Pilar el encuentro con la Comunidad supuso el regalo que el Señor le hacía a su fidelidad y entrega a lo largo de su vida, permitiéndola vivir la renovación de la Iglesia volviendo a las fuentes. según se dice en Hechos 2 y según propone el Concilio Vaticano II como modelo de renovación eclesial, para la Comunidad de Ayala ella supuso con su incorporación un regalo inmenso. Llegó con la sabiduría que proviene del espíritu de Dios y nos entregó lo que en lo más profundo llevaba en su corazón, la comunión con la Iglesia, aunque esta Iglesia haya vivido “tantos siglos con la Palabra encadenada” y en Roma se tema “a la libertad del Espíritu”.

La apertura del proceso de beatificación de Pilar nos la comunicó Araceli Cavero, dirigente de Acción Católica, en la visita que nos hizo el 14 de mayo de 2018. Le dijimos que la Comunidad de Ayala no promovía el proceso de beatificación, pero que aportaba la información pertinente. Para nosotros ya era santa. En los primeros tiempos, los santos se consideraban tales por aclamación popular. Para evitar abusos, los obispos tomaron la responsabilidad de declarar santos en sus respectivas diócesis. En 1634 el Papa Urbano VIII, en la Constitución apostólica Caelestis Ierusalem del 6 de julio, reservó el poder de beatificar y canonizar a la Santa Sede.

El proceso de las causas de los santos supone el “reconocimiento otorgado por la Iglesia católica de la entrada de una persona muerta en el cielo y la capacidad de interceder en favor de personas que rezan en su nombre”. Hay cinco pasos en el proceso: 1. Postulación, en la que se presenta y da a conocer la intención de elevar a la santidad a una persona y se recaban datos biográficos y testimonios. 2. La persona es declarada “sierva de Dios”. 3. La persona es declarada “venerable”. 4. La persona es beatificada, si se prueba la existencia de un milagro debido a su intercesión. 5. La persona es canonizada como santa, si se prueba la existencia de un segundo milagro. No se requiere un milagro en el caso de quien es declarado mártir por la Iglesia.

Contamos con la “comunión de los santos”. Sin embargo, en las listas oficiales ni están todos los que son ni son todos los que están: “en la Iglesia un santo no lo es todo, ni está nadie obligado a venerarlo”[15]. Ahí está el refrán que dice: “Este santo no es de mi devoción”. Tenemos una actitud crítica ante estos procesos. En algunos casos, nos parecen “actos de política eclesiástica” y, además, suscitan “perplejidad y escándalo”.   

La Asociación Pública de Fieles Comunidad de Ayala ni promueve ni promociona el proceso de beatificación de Pilar Bellosillo, aunque facilitó la información pertinente a Araceli Cavero, dirigente de Acción Católica, el 14 de mayo de 2018. Para nosotros ya es santa. Además, no podemos dejar que se recorte su figura. Entendemos que, para que la memoria de su figura sea plena, ha de incluir el debido testimonio de lo que ha supuesto su pertenencia a la Comunidad de Ayala. En consecuencia, es preciso transmitir y difundir los datos y experiencias contenidos en el presente documento, que el Consejo Rector hace suyo en su integridad.

  

Madrid, 23 de abril de 2021.

           

Asociación Pública de Fieles COMUNIDAD DE AYALA

 

 

 

 


[1] VEGAS PÉREZ, A., La crisis del apostolado seglar en España, en RUÍZ GIMÉNEZ, J., Iglesia, Estado y Sociedad en España. 1930-1982, Ed. Arcos Vergara, Barcelona, 1984, 250-257.

[2] MARY SALAS LARRAZÁBAL y TERESA RODRÍGUEZ DE LECEA, Pilar Bellosillo. Nueva imagen de mujer en la Iglesia, San Pablo, Madrid, 2021, 82.

[3]  VEGAS PÉREZ, 257.

[4]  SALAS-RODRÍGUEZ, 186-195,

[5] Ibídem, 222.

[6] Ibídem, 224-225.

[7] PILAR BELLOSILLO, El Concilio, en RUÍZ GIMÉNEZ, Iglesia, Estado y Sociedad en España, 1930-1982, Arcos Vergara, Barcelona,1984, 241.

[8] Congreso de Evangelización (Madrid, 9-14 de septiembre de 1985) y Congreso Nacional de Catequistas (Madrid, 12-13 de abril de 1986).

[9] LÓPEZ SÁEZ, J., La incógnita Juan Pablo I, en Vida Nueva 1497 (1985).

[10] SALAS-RODRIGUEZ, 225.

[11] En la Comunidad de Ayala el aniversario de Exuperancia Sáez, madre de Jesús López, es una fecha significativa. Murió el 8 de febrero de 1956.

[12] PILAR BELLOSILLO, La Iglesia ante un desafío histórico, en Ya, 4-1-1981.

[13] BASSOTTO, C., Il mio cuore è ancora a Venezia, Tip. Adriatica, Musile di Piave (Venezia), 1990, 227-247.

[14] LÓPEZ SÁEZ, J. El día de la cuenta. Juan Pablo II a examen, Meral Ediciones, Madrid, 2005, 74-75.

[15] GONZALEZ DE CARDEDAL, O., Contexto de una beatificación, en Diario 16, 17-5-1992.