En el principio era la palabra
 

AUTOPSIA A JUAN PABLO I

Aspectos médico-forenses

 

Luisa García Cohen, médico forense que dirigió el Servicio de Patología Forense en el Instituto Médico Legal de Las Palmas, me envía sus valiosas observaciones tras leer mi artículo “La crónica de Falasca. Apología curial”.  A sus observaciones, que aparecen en negrita, añado mi respuesta o comentario. El diálogo resultante completa y profundiza aspectos médico-forenses sobre la muerte de Juan Pablo I, uno de los grandes enigmas del siglo XX. El caso no se resuelve con una crónica sino con una autopsia. El diálogo ha sido publicado como anexo en el libro “Albino Luciani. Caso abierto” (Última Línea, Málaga).

-          Coágulo en el ojo. Habitualmente se da un informe de alta con el motivo de ingreso, los diagnósticos principales y secundarios, tratamiento pormenorizado, evolución y estado clínico al alta con sus respectivos diagnósticos y tratamiento pautado por el médico responsable o equipo. Para tener en cuenta una coagulopatía como antecedente a la hora de relacionarlo con el infarto que le es diagnosticado como causa de muerte, tiene que figurar como diagnóstico en el momento del alta, así como el tratamiento requerido, o (en caso de no necesitarlo) la fecha idónea de revisión y seguimiento.


-          Hay cartilla clínica del ingreso, como puede verse en la foto adjunta. El diagnóstico fue de “obstrucción de la vena central retiniana del ojo izquierdo”[1]. Por interés de la familia, una copia de la cartilla ha sido incorporada al proceso de beatificación, pero la cartilla clínica no la tuvo el Dr. Buzzonetti al hacer el diagnóstico. Según afirma el oculista Dr. Rama, “en septiembre del 78 tenía pensado dirigirse al Vaticano para pasar los informes a los médicos de Roma”, “el sábado posterior a la muerte”. Sin embargo, el 23 de septiembre, el Dr. Da Ros visitó al Papa y comentó después al Dr. Buzzonetti y al secretario Magee su “encargo oficial como médico personal del papa”, después comió con el papa y con los dos secretarios: “en esta ocasión, escribe Da Ros, se le presenta a Su Santidad el acuerdo que se ha de enviar a monseñor Caprio, según el deseo del papa”, “el Papa expresó el deseo de que yo continuara siendo su médico personal y de que fueran acordados, al respecto, algunos puntos con el Servicio Sanitario del Vaticano”[2]. Giuseppe Caprio era el sustituto de la Secretaría de Estado. Pues bien, el secretario Magee afirma que “se había elegido al Dr. Buzzonetti como médico personal del Papa Luciani” [3].

-          Un episodio de trombosis venosa retiniana, por muy leve que haya sido, es protocolario en toda Europa un riguroso seguimiento, pruebas complementarias, y tratamiento para estabilizar los estados patológicos predisponentes ya en su lugar de residencia, sobre todo por un oftalmólogo y un hematólogo.

-          Según el Dr. Rama, “controles ha habido siempre, dos o tres veces al año”. En la cartilla clínica hay una nota del doctor,  fechada en marzo del 78, que dice: “Repetidos controles oftalmológicos confirman la completa recuperación funcional, en el fondo de ojo no hay señales del pasado hecho trombótico”. Lina Petri, sobrina de Luciani y médico, declara lo siguiente: “Todos los análisis de laboratorio realizados en aquella ocasión son absolutamente normales (nada de hipertensión, nada de diabetes, ninguna patología vinculada a la alteración de los índices de triglicéridos o del colesterol, a enfermedades hepáticas, a enfermedades renales, ninguna patología de corazón, ninguna patología relevante a nivel pulmonar), todos los índices más que normales en una persona de su edad. La RX señala una aorto-esclerosis, no dice de qué entidad, en cualquier caso señal de un mínimo de patología vascular” [4]. Estos datos coinciden básicamente con el testimonio de Diego Lorenzi que Camilo Bassotto me entregó en mano: “Gozaba de una buena salud; ningún problema de dieta, comía de todo cuanto le ponían delante, no conocía problemas de diabetes o de colesterol; tenía sólo la tensión un poco baja”.

-          El tratamiento de la trombosis venosa central de la retina basado en la anticoagulación agrava peligrosamente la hemorragia retiniana que acompaña a la trombosis. Sin embargo, el tratamiento de fotocoagulación evita que siga sangrando. Si realmente aportan un ingreso en un servicio de oftalmología, con toda probabilidad podría tratarse de una ceguera pasajera como síntoma de una hipotensión ortostática que lo asustó.

-          Que el tratamiento estaba basado en anticoagulantes, lo afirma el Dr. Rama[5]. También lo afirma Lina Petri, la sobrina de Luciani: “La terapia establecida en el curso de la hospitalización fue sustancialmente a base de anticoagulantes para resolver la trombosis retínica en acto y prevenir la aparición de otras. Indico los fármacos prescritos. Complamín: es un hemocinético, esto es, mejora la viscosidad de la sangre, en la práctica la hace más fluida y por tanto resuelve y previene la formación de trombos. Persantin: es un antiagregante plaquetario, antitrombótico: impide que las plaquetas, agregándose entre sí, formen trombos. CVP duo: contra la fragilidad de los vasos capilares y hemorragias de la retina. Benexol B12, complejo de vitaminas B, y Trieffortil, que es un fármaco específico para quien sufre de hipotensión ortostática arterial”[6]. Según  Lina Petri, “el tío (cuando ingresa en el hospital en diciembre de 1975) dice no ver bien con el ojo izquierdo desde hace dos meses“[7], “con el tratamiento se resolvió en breve y positivamente con la recuperación de la vista y no dejó secuelas”[8], “de los análisis que se le hicieron resultó que estaba en buenas condiciones generales; llevó muy bien el tratamiento y fue dado de alta con terapia de mantenimiento”, “el tratamiento que eventualmente le era prescrito en los años sucesivos era muy simple: vitaminas”[9].

-          En cuanto a una coagulopatía, hereditaria o no, habría presentado síntomas más o menos graves a lo largo de toda su vida.

-          La sobrina Pía Luciani declara lo siguiente: “Al volver de Brasil, en 1975, el tío me dijo que en el avión hubo problemas de presurización y le apareció un punto rojo en el ojo”. La sobrina Lina Petri aporta otro dato. Entre los análisis requeridos en el hospital de Mestre figura también la oscilografía de los miembros inferiores, que entonces se usaba para valorar la situación de la circulación en las piernas.En el viaje a Brasil Luciani habla de problemas en el dorso del pie: “El 6 de noviembre, tras un largo viaje en avión, en posición sentada, edema del dorso del pie, sin dolor local, sin modificaciones del color de la piel, desaparecido espontáneamente dos días después. Fugaz repetición del fenómeno tres días después”[10]. Partidarios de la versión oficial han magnificado el problema. Se ha dicho que Luciani tenía los tobillos y las piernas muy hinchados. El Dr. Da Ros dice al respecto: “Para mí que no los tenía tan hinchados. Una persona que está todo el día sentada, que lleva una vida sedentaria, puede sufrir cierta disminución de las funciones del aparato circulatorio. Nos habíamos puesto de acuerdo para que todos los días diera un paseo por el jardín”[11].

-          Entre los factores asociados a la aparición de oclusión retiniana tenemos: edad de más de 65 años, enfermedades sistémicas que incluyen la hipertensión arterial, hiperlipidemia, diabetes mellitus, consumo de tabaco y obesidad. Factores oculares como glaucoma primario de ángulo abierto, hipermetropía y estados de viscosidad sanguínea. Ninguno de estos factores predisponentes se mencionan hasta ahora, y algunos se pueden negar a la vista de fotografías o filmaciones. ¿Realmente sufrió Luciani una trombosis venosa retiniana? ¿Se le trató con anticoagulantes?

-          Buenas preguntas. Los expertos distinguen entre trombo y émbolo. El trombo es un coágulo sanguíneo que se forma en un vaso y permanece allí. El émbolo es un coágulo que se desplaza desde el sitio donde se formó a otro lugar del organismo. Se distingue también entre obstrucción de la vena central de la retina (OVCR) y obstrucción de rama venosa de la retina (ORVR), es decir, de la venas pequeñas. “Debido a que las venas bloqueadas no pueden ser desbloqueadas, no existe una cura para OVCR. Muchas personas recuperan algo de visión incluso sin tratamiento. Sin embargo, inclusive si hay una recuperación de la visión, rara vez vuelve a la normalidad” (Elena M. Jiménez MD). La doctora Silvia Castro, de El Salvador, comenta: “Según los datos aportados, el tratamiento que Luciani recibió, básicamente,  fue un antiagregante plaquetario[12]y vitaminas”, “le apareció un punto rojo en el ojo” y el problema “no dejó secuelas”, “me queda la duda de que, en realidad, haya presentado un trombo”, “me parece que fue una hemorragia subconjuntival”. Esto ocurre cuando un vaso sanguíneo se rompe justo bajo la superficie transparente del ojo (conjuntiva). La conjuntiva no puede absorber la sangre rápidamente y esta queda bajo la superficie transparente. Puede parecer preocupante, aunque en general es inofensivo y se resuelve por sí solo en un par de semanas.

-          El episodio hipotensivo se suele presentar repentinamente cuando el sujeto se levanta bruscamente y se pone en pie desde la posición de sentado o echado, y a este suceso se le llama hipotensión ortostática. La bajada importante y brusca de la tensión arterial, produce vértigo, pitidos en los oídos, visión borrosa, defectos de percepción de los colores, ver manchas oscuras (escotomas), taquicardia, palidez, marcha vacilante, marcha insegura e inseguridad psicológica al tener que moverse, caídas, y síncopes. Normalmente se le alecciona para que realice otra estrategia postural para levantarse, y normalmente no requiere tratamiento. La hipotensión ortostática por lo tanto no es una enfermedad, a no ser que sea grave e invalidante.

-          Buena observación. El tío Albino,  dice Lina Petri, tendía a la tensión baja y esto le  causó algún episodio de malestar. Se lee en la cartilla clínica: “Hace unos seis meses (por tanto, en el verano de 1975) imprevista sensación de falta de equilibrio, de unas tres horas de duración. El paciente apareció, a las personas cercanas, más bien pálido”[13].

-          Dolor en el pecho. Según el secretario Lorenzi, el 28 de septiembre del 78, saliendo de su despacho, el Papa dijo que había notado un fuerte dolor en el pecho. Existen contradicciones sobre la hora del dolor: “en la primera hora de la tarde”, “pocos minutos antes de las 20.00”, “durante la cena”, e incluso uno que lo pone claramente en entredicho. Desde el punto de vista médico legal, tantas contradicciones me dicen que esto es mentira.

-          Fue el 2 de octubre de 1987 en un programa de la RAI 2 que enfrentó en un vivo debate a Lorenzi y a Yallop. Según Lorenzi, pocos minutos antes de las 20.00, el Papa tuvo un fuerte dolor en el pecho… Como me dijo Camilo Bassotto, “es un invento; un inexplicable, inconcebible invento”. Eduardo Luciani, tras la muerte de su hermano volvió de Australia esperando entender lo que verdaderamente había pasado: “Hablé en seguida con las monjas y después con los dos secretarios. Verifiqué que no había tenido particulares problemas de salud en los últimos días”[14]. Lo del dolor en el pecho se inventó después. La sobrina Lina Petri lo cuestiona también: “Don Diego aduce ahora que tuvo unos agudos dolores la noche que murió. Es algo que no encaja”[15].

-          El 9 de octubre del 78 se le pide al Dr. Buzzonetti una detallada relación que redacta y envía el mismo día. En ella consta que se acoge al secreto profesional, y detalla cómo llegó a formular su diagnóstico sobre la muerte de Juan Pablo I. Normalmente nunca se hacen públicos los datos contenidos en estos informes para preservar la intimidad del fallecido, sea quien sea, a no ser que la máxima autoridad lo decida para acallar habladurías.

-          La relación es verdaderamente reveladora por lo que deja al descubierto. Se la pide al doctor el sustituto de la Secretaría de Estado, Giuseppe Caprio. En ella se detallan los problemas que se encuentra el Dr. Buzzonetti al hacer el diagnóstico. La relación se hace pública solamente ahora, cuarenta años después, quizá porque el Dr. Buzzonetti muere el 20 de enero de 2017. Si estuviera vivo, quizá no se habría publicado.

-          Tu escrito refleja la desidia, la negligencia y la falta de humanidad con la que ha sido tratado Juan Pablo I. Yo presionaría para que se procediera a la exhumación del cadáver para una autopsia, realizada por especialistas en Anatomía Patológica y Medicina Legal y Forense de reconocido prestigio. 

-          Me parece justa tu sugerencia. El caso no se resuelve con una crónica sino con una autopsia. Ahora bien, hay un testimonio sobre la autopsia que una investigación rigurosa no puede eludir. Según Giovanni Gennari, “no es cierto que no se le hubiera hecho la autopsia. Precisamente por ella se supo que había muerto por la ingestión de una dosis fortísima de un vasodilatador”[16]. Afirma también Gennari: “La noticia de la muerte me la dio aquella mañana, antes de la 7, por teléfono un amigo que después añadió estos detalles”, “sor Vincenza descubre el drama: Juan Pablo I está muerto, como aún sentado en el lecho, con la luz encendida, un folio entre las manos, las gafas puestas, ningún signo particular de sufrimiento y un vaso sobre la mesilla”, “por lo que he podido saber, las cosas habrían sucedido así: El Papa no conseguía dormir aquella noche, estaba como inquieto por las resistencias de Colombo y de Villot y pensó tomar un calmante, después se acostó y esperó el sueño, teniendo entre las manos, sobre las rodillas, con las gafas puestas, aquel folio con el proyecto de cambios en la Curia y en Italia. Sin embargo, la dosis fue excesiva, y la bajada de la tensión fue tal que le llevó a la parada cardiaca”[17]. Según me dijo Gennari, el amigo era “un benedictino que trabajaba en la Secretaría de Estado con Benelli”, “un ilustre prelado vaticano”.                                     

-          La última ingesta o no ingesta de una taza de café: todo eso lo comentas a la perfección, y te felicito por la investigación que has hecho. Lo de dejarlo a la hora que lo dejaran en la sacristía es para partirse de risa.

-          Ciertamente, sorprende el lugar donde, según la apología curial, ha terminado el café: en la sacristía.

-          Inspección ocular del cadáver que se deduce de varios testigos: A las cinco es hallado semisentado sobre la cabecera de la cama, apoyado en dos almohadones, con la cabeza levemente inclinada hacia adelante. Expresión serena. Calor en la frente. Ojos cerrados. Labios entreabiertos,  o cerrados, o esbozando una sonrisa. Las gafas no se han desplazado. Los brazos abandonados (¿flacidez?) sobre los flancos, o sosteniendo unos folios con ambas manos en posición para una cómoda lectura, o es la mano derecha la que sujeta unos folios. La ropa de cama y las almohadas están perfectamente alisadas y en orden. El cuerpo tapado hasta el pecho. Toda la habitación está en orden, y no se observan signos de lucha o agonía. Se estima que la muerte ocurrió entre las dos y las tres de la madrugada del 29 de septiembre. En mi opinión, la muerte sucedió de tres y media a cuatro. Me baso en la palpación de calor en la frente y la flacidez del cuerpo. 

-          Sor Vincenza, la monja que descubre el cadáver, estima que la muerte se produjo “entre las dos y tres de la madrugada”, “la tibieza encontrada por mí sobre el rostro del Papa y sentida también por don Diego Lorenzi al vestirle, podría ser una confirmación de ello”[18]. Por su parte, Lorenzi afirma: “Cuando yo le encontré, partes de su cuerpo estaban aún templadas, su espalda y sus pies”, “el doctor, Magee y yo sacamos el cuerpo”, “no hubo problemas con el rigor mortis excepto con sus manos”, “yo recuerdo que palpé su espalda aún caliente y también sus pies. Le vestimos con su sotana blanca. Buzzonetti ató una pieza de seda en torno a su cabeza para colocar su mandíbula. Villot y el doctor estuvieron de pie juntos y redactaron el primer comunicado”[19]. Según los expertos, a una temperatura normal, el rigor mortis aparece a las 3-4 horas de la muerte y alcanza su efecto completo a las 12 horas.

-          Toda muerte va acompañada de una agonía más o menos intensa, y eso podría al principio no verse externamente, pero internamente el desastre congestivo mete miedo. No se habla del color de los labios ni de la cara en general, y como es algo que sí es muy muy llamativo en los infartos de miocardio, además del abotargamiento de la cara y del cuello, me atrevo a descartar una muerte por fallo cardíaco causado por un infarto masivo de miocardio secundario a la trombosis coronaria izquierda. Pues vamos a suponer que el infarto no es tan amplio y la lucha dura más tiempo. El color morado de la cara es imposible de disimular. Durante esta agonía muchos sostienen un combate desesperado por respirar (los pulmones se llenan de espuma y no entra aire) y la cama no habría quedado tan lisa. …En algunas publicaciones se dice que la sonrisa de un cadáver “fresquito” se produce siempre en los infartos de miocardio. En las más de 1000  autopsias hechas con un infarto de miocardio, nunca he observado el menor rictus elevador de las comisuras de los labios a modo de sonrisa, la rigidez cadavérica empieza aproximadamente en una media de 20 minutos, y son TODOS los músculos que se contraen, no solamente las manos o las mandíbulas.

-          El Dr. Buzzonetti llega a las 6:00 horas de la mañana  y encuentra así el cadáver: “Había manchas hipostáticas en las zonas posteriores del cuello, del tronco, de los miembros, de la espalda y de las zonas supero-anteriores del tórax a modo de esclavina. Ante la presión digital las manchas se atenuaban notablemente. Las bases de las uñas eran cianóticas. El rostro no era cianótico. Al tacto, las partes descubiertas –rostro y manos- estaban netamente frías. Frías, aunque en menor medida, estaban las zonas cubiertas, especialmente los miembros inferiores. Sólo las zonas dorsales y lumbares, apoyadas directamente sobre el lecho, mantenían una leve tibieza. Los miembros inferiores presentaban un edema uniforme en correspondencia de los pies y de las piernas y la epidermis correspondiente estaba tiesa y brillante, sin signos evidentes de flogosis. No había incontinencia urinaria ni fecal”[20]. Según los expertos, las manchas hipostáticas aparecen después de las 3 horas de paro cardíaco y a las 8 horas alcanzan su máxima intensidad y extensión.

-          Se habla de “una dosis fortísima de un vasodilatador recetado por teléfono por su ex médico personal de Venecia”, y de que no hubo lucha con la muerte, “como corresponde a una muerte provocada por sustancia depresora”.

-          Es el testimonio de la autopsia, tal y como lo publicó Giovanni Gennari. Sin embargo, según el Dr. Da Ros, él no recetó nada aquella tarde, el papa estaba bien: “Debían ser casi las nueve de la tarde. Hablé con el Papa, pero también con sor Vincenza”, “todo era normal”, “aquella tarde yo no le prescribí absolutamente nada, cinco días antes le había visto y para mí estaba bien. Mi llamada telefónica fue rutinaria. Nadie me llamó a mí”[21]. Me dijo el Dr. Rafael Cabrera: “¿Cómo se le pudo dar a un hipotenso una dosis fortísima de un vasodilatador? Si esto es así, no hay duda, es una acción criminal”, “esto encaja con la forma en que es hallado el cadáver: no ha habido lucha con la muerte, como corresponde a una muerte provocada por sustancia depresora y acaecida en profundo sueño”.

-          Se habla de Estrofanto, un tónico cardíaco que disminuye la frecuencia cardíaca y la tensión arterial. Se habla también del uso (¿cotidiano?) de Gratusminal, solución oral que se compone de Fenobarbital y Dietilamina, un fármaco indicado para estados convulsivos parciales o tónico-clónicos generalizados. En estados convulsivos se toman dosis crecientes de 15-60 gotas al día, reduciéndolas progresivamente hasta una dosis de mantenimiento de 5-40 gotas. La dosis máxima en adultos es de 250 gotas al día, fraccionada en 2-3 tomas o más. Los barbitúricos son adictivos y, por tanto, producen una dependencia de ellos. Suspenderlos (síndrome de abstinencia) puede ser mortal. La tolerancia a los efectos de alteración del estado anímico se desarrolla rápidamente con el consumo repetido: el enfermo se ve relajado, tranquilo, algo vacilante, muy sonriente y escasa capacidad de empatía, y poca o nula memoria de fijación. Sin embargo, la tolerancia a los efectos letales se desarrolla más lentamente y el riesgo de intoxicación grave aumenta con el consumo continuo. Dosis altas de Fenobarbital inducen un coma barbitúrico y la muerte con un examen externo de flacidez tal y como la describe uno de los testigos… ¿El Papa se automedicaba o alguien le daba su dosis de Estrofanto por las noches? La pregunta es obvia. Aprovechando que consume esta sustancia, le han dado dosis muy altas que en cuestión de dos horas le ha causado la muerte, y ha quedado tan tranquilito y flácido como se describe…  Después de un tiempo de haber empezado a medicarse con Fenobarbital, y habiendo aumentado lentamente la dosis, es POSIBLE que haya fallecido por una sobredosis finalmente alcanzada. ¿Por qué presumo un aumento lento de la dosis? Para que una sola sobredosis no le produzca náuseas, ataxias, vómitos, además de incontinencia de esfínteres. Ambos fármacos, el Estrofanto y el Fenobarbital, se potencian: uno baja el gasto cardíaco (baja mucho la tensión a altas dosis), sumado al Fenobarbital (disminuye todos los procesos neurológicos), Juan Pablo I pudo tomar esas “vitaminas naturales” sin sospechar que a altas dosis, o no tanto, le podían meter en un sueño mortal.

-          Cuando salió el libro de Cornwell (1989), en el que se supone que Luciani abandonó sus medicinas, me comentó Camilo Bassotto: “Hace unos días he hablado con el Dr. Da Ros. Obviamente, considera inconcebible y calumniosa la conclusión de Cornwell. Luciani era muy cuidadoso y no abandonaba nunca el medicamento. Además sor Vincenza, que era enfermera, llevaba el control de la medicación”. Como dije ya en mi libro “Se pedirá cuenta” (1990), la sobredosis pudo ser “puntual o progresiva”[22]. Para mí, el Dr. Da Ros y sor Vincenza son personas fieles al papa Luciani y están fuera de toda sospecha. Si hubo manipulación de la medicación o cambio de frasco, hay que pensar en otras personas. Por cierto, ¿dónde fue a parar el frasco de las gotas? Además, según dice Magee, dos timbres de emergencia a cada lado de su cama “se habían colocado aquella mañana”, “los habíamos estado probando esa mañana, mientras él tenía una audiencia privada”[23]. Por tanto, hubo personas extrañas que pudieron manipular la medicación.

-          Se habla del  “episodio de dolor localizado en el tercio superior de la zona esternal, sufrido por el S. Padre hacia las 19.30 del día de la muerte”, del diagnóstico que Buzzonetti acuerda telefónicamente con otro doctor, del comunicado oficial que no coincide exactamente con el certificado de defunción…

-          El secretario Magee habla también del dolor en el pecho, que el Papa habría tenido “en la primera parte de la tarde”… Lo del dolor en el pecho, ya sabemos que es un invento. El Dr. Buzzonetti se puso de acuerdo telefónicamente con el Dr. Fontana para formular el diagnóstico. El Dr. Fontana llegó hacia las 8.00 horas, examinó  el cadáver y firmó el certificado  de defunción juntamente con Buzzonetti. Según este certificado, el Papa falleció  “a las 23 horas por muerte imprevista de infarto agudo de miocardio”. Ahora bien, el certificado de defunción no concuerda exactamente con el comunicado oficial, que Buzzonetti entregó previamente a la Sala de Prensa del Vaticano (ver fotos adjuntas). En este comunicado oficial se anuncia “el deceso, ocurrido presumiblemente hacia las 23 horas de ayer, por muerte imprevista, referible a infarto agudo de miocardio”[24].

-          Se habla también de la necesidad de la autopsia antes de formular el certificado de muerte y de que se excluyó la posibilidad  de la autopsia “de modo categórico”.

-          La legislación vaticana, como la de muchos Estados, no permite formular la causa de muerte “con anotaciones que expresen probabilidad, duda, reserva o sospecha, salvo que el médico no pida la autopsia”. Por tanto, el Dr. Buzzonetti plantea la cuestión de la autopsia, pero la posibilidad de la misma la niega “de modo categórico” el Secretario general del Governatorato, el abogado  Vittorio Trocchi. Entonces el doctor retira la expresión de probabilidad que había incluido en el comunicado oficial: “muerte imprevista referible a infarto agudo de miocardio”, y firma el certificado de muerte sin expresión de duda alguna: “muerte imprevista por infarto agudo de miocardio”[25]. O sea, verdaderamente escandaloso. El certificado de muerte se dio a conocer sólo diez años después[26]. Sor Vincenza lo lamentó: “No ha sido redactado un verdadero certificado médico, oficial, sobre la verdadera causa de la muerte del Papa Luciani”, “como se hizo con el Papa Juan y con Pablo VI”[27]. Yallop lo denunció en 1984: “Hasta la fecha no se ha hecho público ningún certificado de defunción”. El director de prensa del Vaticano, Romeo Panciroli, dio esta explicación el 12 de octubre del 78: “Lo sucedido ha sido fielmente difundido en el comunicado del viernes 29 de septiembre, por la mañana. Este comunicado mantiene su validez y refleja con tanta exactitud el certificado de defunción firmado por el profesor Mario Fontana y el doctor Renato Buzzonetti que hace innecesaria su publicación”[28]. Sin embargo, una vez publicado, se ve la diferencia.

-          Sobre la hora de la muerte y la legalidad del embalsamamiento hay otro problema…

-          El Dr. Buzzonetti estima que la hora de la muerte se produjo “aproximadamente a las 23 horas del 28 de septiembre de 1978”. Por estos motivos: “la rigidez cadavérica difusa e intensa”, “las manchas hipostáticas difusas pero aún migrables”, “la temperatura de la piel notablemente fría con leve tibieza mantenida solamente en las zonas mayormente cubiertas y protegidas”[29]. En su relación, el doctor apenas dice nada del “rigor mortis”. Al parecer, hubo prisa por embalsamar el cadáver: “De acuerdo con las leyes italianas, Pablo VI no fue embalsamado hasta después de transcurridas las 24 horas de su fallecimiento”[30]. Lo dice Cornwell: “Si el papa hubiera estado en territorio italiano, se habría quebrantado la ley, ya que el proceso de conservación había empezado a las siete de la tarde del 29 de septiembre, aún dentro del periodo de observación de 24 horas que se requiere en Italia”. El investigador se puso en contacto con el jurista de la Ciudad del Vaticano, el abogado Trocchi, para preguntarle sobre el tema y éste respondió con brusquedad: “Pero Italia es Italia, y el Vaticano es un estado extranjero con sus propias leyes. Podemos hacer lo que queramos”[31].

-          Entre otras cosas, los cardenales preguntan a los médicos que embalsamaron el cuerpo de Luciani si la muerte imprevista es siempre natural. Se trata de una muerte inesperada, denominada súbita en España, al suponer ausencia de síntomas de enfermedad, o tratamiento médico. En estos casos no se presume JAMAS una muerte natural, puesto que no puedes firmar con certeza científica el mecanismo de la muerte, y es obligatoria la autopsia puesto que ipso facto la sospecha es de una muerte homicida. Es al menos lo que los forenses españoles hacemos de forma automática. Si la muerte no ha sido certificada por un médico que firme el certificado de muerte citando una enfermedad de base, una enfermedad o evolución como causa intermedia de muerte, y la presunción de la causa inmediata de la muerte, o que además no se encuentre un expediente de seguimiento médico formalizado y protocolizado, es obligatoria la realización de la autopsia, puesto que se convierte automáticamente en una muerte sospechosa de criminalidad.

-          Las preguntas de los cardenales y las respuestas del Dr. Gerin se conocen ahora, pero no se publicaron entonces. Las preguntas, al menos, manifiestan que entre los cardenales hubo serias dudas. En realidad, ni las preguntas ni las respuestas eran publicables. El sustituto de la Secretaría de Estado, Giuseppe Caprio, “después de los secretarios y las monjas del apartamento papal fue la persona que con más frecuencia estuvo al lado de Juan Pablo I durante aquellos 33 días de pontificado”. Desde su elección, “nos vimos dos o tres veces al día”, dice el cardenal Caprio al vaticanista Andrea Tornielli. Luego viene la pregunta clave: ¿Qué piensa del diagnóstico del doctor Buzzonetti y del comunicado que hablaba de muerte producida por un infarto agudo de miocardio? La respuesta del cardenal es significativa: “Yo, desde luego, no puedo juzgar lo que dijo Buzzonetti. Pero si yo hubiera estado presente no le habría llamado a él. No sabía nada; no tenía ninguna información sobre la salud del Papa, ni las medicinas que tomaba. Comprendo que este ‘famoso’ comunicado pudiera dar motivo a las discusiones”[32]. Cuarenta años después, la discusión sigue. El caso no se resuelve con una crónica sino con una autopsia realizada con todas las garantías por especialistas de reconocido prestigio. Es cuestión de transparencia y, sobre todo, de justicia: autopsia a Juan Pablo I. Si ya se le hizo, lo que falta es decirlo.

-          Una autopsia en toda regla se hace abriendo las tres cavidades: cráneo, tórax y abdomen. Existe la posibilidad de no abrir cavidades, y sí realizar una resonancia magnética de todo el cuerpo en un ambiente hospitalario, donde el disimulo y la ocultación resultan casi imposibles. Se trata de un estudio mucho más prolijo en detalles y características físicas de todo el conjunto de los restos mortales, sobre todo los que se observan por la densidad y la disposición de las estructuras. Se puede llegar a ampliar la imagen de tal forma que un estudio microscópico será prescindible. Con este sistema, los archivos de imagen y las propiedades físicas del cuerpo estudiado quedarían a disposición de cualquier otro especialista para una tercera opinión.

-          La propuesta de la resonancia magnética haría todo más fácil. Muchas gracias, Luisa, por tus valiosas observaciones que espero sean útiles para muchos. Deseo que sirvan también para que, en la inminencia de la beatificación, se vea (donde procede) la necesidad de reabrir el caso y aclarar definitivamente cómo murió el papa Luciani.  

Jesús López Sáez

                                                                                                                                                                   Julio 2018



[1] FALASCA, S., Papa Luciani. Cronaca di una morte, Piemme, Milano, 2017, 190,120.

[2]Ib., 187, 124,211.

[3]CORNWELL, J., A Thief in the Night. The Death of Pope John Paul I, Viking, London, 1989, 187.

[4]FALASCA, 187, 122, 188.

[5]YALLOP, D., In God’s Name, Corgi Books, London, 1985, 349-350.

[6] FALASCA, 188-189.

[7] Ib., 187.

[8] Ib., 120.

[9] Ib., 208-209.

[10] Ib., 123, 188.

[11] 30 Giorni 72, 1993, 54.

[12] Las plaquetas son uno de los elementos que conforman nuestra sangre y juegan un papel muy importante en su proceso de coagulación. Los niveles normales de las plaquetas en la sangre oscilan entre las 150.000 y las 450.000 por milímetro cúbico. Las plaquetas bajas pueden conducir a una hemorragia interna debido a que se ve afectado el proceso de coagulación de la sangre. Si se encuentran demasiado altas, puede ocurrir lo contrario, la formación de coágulos que desencadenan una trombosis, un infarto o un accidente cardiovascular.

[13] FALASCA, 189.

[14] Ib., 126.

[15] CORNWELL, 240.

[16] El País, 25-10-1987. Ver foto adjunta.

[17] Vatican insider, 25-8-2011.

[18] BASSOTTO, C., Il mio cuore è ancora a Venezia, Tip. Adriatica, Musile di Piave (Venezia), 1990, 212.

[19] CORNWELL, 76, 80.

[20] FALASCA, 100-101.

[21] 30 Giorni 72, 1993, 53-54.

[22] Se pedirá cuenta. Muerte y figura de Juan Pablo I., Ed. Orígenes, Madrid, 1990, 57-58.

[23] CORNWELL, 192.

[24] FALASCA, 191-192.

[25] Ib., 127-130.

[26]CORNWELL, 235, 281.

[27]BASSOTTO, 212.

[28]YALLOP, 345.

[29]FALASCA, 101.

[30]YALLOP, 326.

[31] CORNWELL, 234.

[32] 30 Giorni 72, 1993, 47-48.