En el principio era la palabra
 

LA RESPUESTA DE FRANCISCO

Lo que oculta una beatificación

El pasado 11 de marzo Martín Valmaseda me envió un correo diciendo: “Amigo Jesús, recordarás al que suscribe que trabajó contigo en equipos de catequesis de la diócesis hace la tira de años. He estado 25 años en Guatemala. Estoy aquí y allí siguiendo tus tres libros sobre Juan Pablo I. Deseo que sea un momento propicio la presencia de Francisco, aunque tenga el obstáculo de las jerarquías que tiene”.

El día siguiente respondí: “Si no recuerdo mal, coincidimos en un curso de verano en Ávila en julio de 1973 y luego en el equipo del catecismo Con vosotros está, quizá también en equipos de la catequesis diocesana. Sin duda, el efecto Francisco se nota y, probablemente, se deba a él la publicación (restringida, para estudiosos, no se vende en las librerías) de la biografía oficial del proceso de beatificación de Juan Pablo I”. Con fecha 12 de marzo, le envío mi libro El papa que mataron a Francisco, con carta adjunta. ¡Ojalá no sea así!, temo que quede condicionado por el aparato vaticano.

En la biografía oficial del proceso de beatificación de Juan Pablo I, el papa Luciani, aparecen omisiones notables, que en su momento denunciamos. También aparece un dato ocultado durante cuarenta años, un dato tan grave como la denegación de la autopsia al doctor Renato Buzzonetti que tenía que hacer el diagnóstico y firmar el certificado de defunción de Juan Pablo I, al propio tiempo que se marginaba a su médico personal Antonio Da Ros, el cual (quince años después) rompió su silencio para decir, entre otras cosas, que el papa Luciani estaba bien de salud.

El arzobispo Marcinkus era el presidente del Banco Vaticano y el papa Luciani quería terminar con los negocios vaticanos. Como Jesús de Nazaret, quería echar a los mercaderes del templo. Estaba en juego la credibilidad de la Iglesia. Marcinkus ya murió, pero quedan dos amigos suyos: el secretario irlandés John Magee, el que se inventó lo del dolor en el pecho, y el mayordomo Ángelo Gugel, puesto por el irlandés el 3 de septiembre, el que le dio la pastilla, cuando su enfermera era sor Vincenza y su médico personal Da Ros no recetó nada aquella tarde, porque ‘el Papa estaba bien’. El secretario y el mayordomo deberían ser seriamente interrogados.

En mi libro analizo detenidamente la figura de Marcinkus. Es una pieza clave. El mafioso Anthony Raimondi afirma en su libro When the bullet hits the bone (Nueva York, 2019) que el banquero vaticano fue el autor material del asesinato. Decidieron “poner Valium en el té del papa” para dormirle y luego le pusieron “cianuro de potasio con el cuentagotas”, colocándoselo “entre los labios, mientras él estaba inconsciente" (pp 146-148). Según. Raimondi, él acompañó a Marcinkus. Ahora bien, la pregunta es: ¿para qué quiere Marcinkus a un mafioso sino para que haga el trabajo sucio? En mi opinión, el mafioso fue el autor material y Marcinkus el autor intelectual.

En mi carta, le digo al Papa: “Juan Pablo I será beatificado el 4 de septiembre de 2022. Se le beatifica por su “santidad ordinaria”, pero se oculta cómo murió y por qué. Se le beatifica, pero no se le hace justicia. ¿Cómo calificar una beatificación que encubre un asesinato?  Mientras tanto, la gente sigue diciendo: “El papa que mataron”, “en América Latina la mayor parte de los obispos están absolutamente a favor de la muerte provocada” (Loris Serafini) y el mundo contempla una vez más el escándalo vaticano”.

Buena noticia. El día 4 de abril hubo respuesta de la Secretaría de Estado. No nos parece sólo una respuesta educada. Hay algo más. La Secretaría de Estado responde en nombre del Papa. Sus palabras son de agradecimiento, comunión y apoyo. Esto no había sucedido en cuarenta años. Obviamente, el lenguaje es vaticano. Mientras yo hablo en términos de fraternidad evangélica (Hermano Francisco), la respuesta habla de “Santo Padre” y de “filial adhesión”. Además, yo no he implorado -como se dice- la Bendición Apostólica, aunque la respuesta incluye una bendición papal, que -ciertamente- agradezco. 

Aunque algunos promotores de la beatificación consideren mi trayectoria como un ataque al Papa y a la Iglesia, nada de esto se percibe en las palabras del Papa. Por mi parte, le he dicho con respeto lo que creí que debía decir. Ciertamente, no me hago ilusiones de que el Vaticano pueda parar la beatificación ni de que pueda cambiar el sentido de la misma, reconociendo a Juan Pablo I como mártir de la purificación y renovación de la Iglesia. Por tanto, si las cosas siguen así, no iremos a esa beatificación: se le beatifica “por su santidad ordinaria”, es decir, porque era bueno, pero se oculta cómo murió y por qué. A esa fiesta no vamos.

 

Jesús López Sáez

Pascua de 2022