En el principio era la palabra
 
EL SECUESTRO DE EMANUELA

Recado para Wojtyla     

Octubre, 2022. Se estrena la serie documental “La chica del Vaticano” (Netflix). Dirigida por Marc Lewis, aborda el secuestro de Emanuela, de 15 años, hija de un empleado vaticano, desaparecida el 22 de junio de 1983. Se emite también un documental del mismo director, titulado “La desaparición de Emanuela Orlandi” (Dkiss). Con esta ocasión, parece oportuno abordar y actualizar algunos aspectos de este trágico caso, uno de los grandes enigmas del pontificado de Wojtyla.

Es importante el contexto. El secuestro se produce dos     años después del atentado contra el papa (1981); un año después del asesinato de Roberto Calvi y de la quiebra del Banco Ambrosiano (1982); el año en que se estanca la Comisión entre Italia  y la Santa Sede, creada para examinar la responsabilidad del Banco Vaticano en la quiebra del Ambrosiano (1983); un año antes de que el Banco Vaticano pagara más de 240 millones de dólares a los acreedores del Banco Ambrosiano (1984).

Del terrible caso se han dado diversas versiones. Veamos algunas:

* El político italiano Giulio Andreotti minimizó el asunto: “Es una de las muchas chicas desaparecidas en Italia después de la guerra: único caso entre los habitantes del Desgraciadamente en este tipo de acontecimientos el misterio es casi insuperable”.

*El juez Ferdinando Imposimato, defensor de la pista búlgara del atentado contra el papa, afirmó lo siguiente: “El atentado al Papa fue inspirado por el KGB, preparado por los servicios secretos búlgaros con la colaboración de los turcos y realizado por extremistas de derecha turcos, Oral Celic y Ali Agca”. Emanuela “vive perfectamente integrada en una comunidad islámica. Seguramente ha vivido largo tiempo en París” (Fortichiari, E’viva, 255 y 238-239).

*El cardenal Silvio Oddi manifestó a la periodista Anna Marí Turi: “Puedo decir sólo lo que escuché en ambiente eclesiástico, y que muchos saben. Emanuela, aquella tarde, terminada la lección de música volvió a casa, a la Ciudad del Vaticano. Fue vista llegar a bordo de un automóvil de lujo, que no atravesó la puerta de Santa Ana”, “la chica pasó delante de los guardias suizos y se dirigió hacia su habitación. Allí se entretuvo cierto tiempo. Bajó, subió a bordo del coche y se marchó” (Il Tempo, 22-7-1993).

*Francesco Salerno, consultor legal de la Prefectura de Asuntos Económicos de la Santa Sede, declaró ante los jueces Rosario Priore y Adele Rando que la desaparición de Emanuela podía constituir “un elemento de presión en los ambientes estrechamente vinculados al Sumo Pontífice”. Salerno manifestó su convicción a monseñor Re, entonces asesor de la Secretaría de Estado, pero al monseñor la cosa le pareció “irrelevante”, “no le pareció necesaria una verificación en esa dirección” (Nicotri, Mistero vaticano, 194).

*Juan Pablo II visita a la familia Vigilia de Navidad, 1983, seis meses después del secuestro. En el pasillo de la casa se asoman las cámaras. El día 24 se dice en L’Osservatore Romano: “Juan Pablo II ha querido encontrarse con esta familia tan probada para asegurarles el consuelo de su presencia”. El papa les lleva una “cesta de regalos”. No la abren: “La  abrirán con Emanuela”. Los ojos de todos están fijos en él: “Existe el terrorismo nacional y el terrorismo internacional. El de Emanuela es un caso de terrorismo internacional”, les dice el papa   mirando al suelo. El mensaje está medido. Los secuestradores son nacionales,  incluso locales. Hay una “pista romana”. Tres días después, el papa visita a su agresor en la cárcel. Le acompañan el cardenal Ugo Poletti y el ministro de Justicia Mino Martinazzoli, pero el papa se entrevista a solas con su agresor: “Lo que nos hemos dicho es un secreto entre él y yo” (Fortichiari, 106-107).

* Al comienzo de su pontificado, el papa Francisco dijo a Pietro Orlandi delante de la parroquia de Santa Ana: “Emanuela está en el cielo”. A Pietro se le heló la sangre: “Yo espero que Emanuela esté viva”. El papa repitió: “Emanuela está en el cielo”. Tras aquella frase, no hubo más. Dice Pietro: “Mi padre siempre había confiado en que los investigadores y el Vaticano nos ayudaran a recuperar a Emanuela. Antes de morir (en 2004) dijo: me han traicionado aquellos a los que serví”.

* En 2016 la periodista Raffaella Fanelli entrevista a Maurizio Abbatino, conocido como Crispino y Freddo. El mafioso, que fue jefe de la Banda de la Magliana y colaborador de la justicia, revela lo que estaba detrás del secuestro de Emanuela. Cuando estuvo preso en Villa Gina otro miembro de la Banda, Claudio Sicilia, le puso al corriente. “Dijo que era por dinero que la mafia le había dado a De Pedis, había acabado en las arcas del Vaticano y nunca había sido devuelto” (Netflix). La periodista es autora del libro La verità del Freddo (2018).

Recado para Wojtyla

Tras comentar el caso con un agente de los servicios secretos, el periodista Andrea Purgatori publicó en el Corriere della Sera (25-7-1983) que “había algo más detrás del caso de Emanuela”, “no había trama terrorista” ni de búlgaros ni del KGB, esto “sólo era un señuelo para desviar la atención de un secreto que se guardaba dentro del Vaticano”: un “chantaje financiero” al Vaticano. Al día siguiente, la Oficina de Prensa vaticana lo negó, dijo que era “una especulación”, “un ataque al Vaticano”. Dice el periodista: “El mismo día, mi editor me dijo que ya no era necesario que cubriera el caso y que podía dar un paso atrás. Por un lado, me sentí indignado. Por otro, estaba orgulloso. Pensaba que iba en la dirección correcta”.

* Primera llamada de los secuestradores, el día 22. Se ha ocultado durante cuarenta años. Carlo María Viganó, en sus funciones de secretario del Sustituto de la Secretaría de Estado, atendió la primera llamada de los secuestradores, el mismo día del secuestro: “El texto de la primera llamada telefónica sobre la desaparición está en los archivos” (La Repubblica, 1-11- 2019). Viganó dice al periodista Aldo María Valli: “Hablamos de la tarde de aquel 22 de  junio de 1983 y nos referíamos, en concreto, a lo que sucedió en el Vaticano, en los despachos de la Secretaría de Estado”, “recibí también yo algunas llamadas de aquel que   los medios llamaban el Americano”, “el interlocutor se limitaba a decir que quería hablar  únicamente con el cardenal Casaroli y ese fue el motivo por el que se creó una línea Por nuestra parte, se hizo todo lo posible para que este interlocutor pudiera hablar con Casaroli”. En el primer documental se dice que “había llegado una llamada anónima de un hombre que había dejado un mensaje en el cual revindicaba la autoría del secuestro de Emanuela Orlandi”. La voz anónima llamó a Romeo Panciroli, jefe de la Oficina de Prensa del Vaticano. A las 8 de la tarde, Panciroli llamó a la Secretaría de Estado y contestó Viganò. Comenta Purgatori: “Si esta llamada telefónica ocurrió de verdad, indicaba que ellos eran realmente los secuestradores, porque la desaparición no se denunció a la a la policía hasta el día siguiente. Lo que significaba que el Vaticano estaba informado sin decir nada a la familia”.

* Wojtyla con Walesa, el día 23. Precisamente en esos días (del 16 al 23 de junio), el papa Wojtyla realizaba su segundo viaje a Polonia, donde había enviado “flujo de dinero” al sindicato polaco Solidaridad a través del Banco Vaticano y del Banco Ambrosiano. Polonia estaba bajo la “ley marcial”: “El último día de su visita Wojtyla se reunió con Lech Walesa (en privado, tal como insistió el gobierno polaco) y con los intelectuales que estaban secretamente en contacto con los clandestinos de Solidaridad”, “el Papa quería ver a Walesa el primer día, luego el segundo, después el tercero, y no fue hasta el séptimo cuando se reunió con él en los montes Tatras” (Bernstein-Politi, 396, 401-402).

El encuentro de Wojtyla con Walesa, escribe el periodista José Comas, “duró menos de 20 minutos”, tuvo lugar “el último día de su visita a Polonia”, “el Papa evitó responder a las cuestiones políticas que le planteó el líder del sindicato prohibido de Solidaridad”, “Walesa es un estorbo para la jerarquía católica en su entendimiento con el régimen de Varsovia”.

El jefe polaco de Seguridad, general Straszewski, que estaba a cierta distancia, afirma lo siguiente: el encuentro “duró de 13 a 15 minutos”, “tras el intercambio de saludos y buenos deseos, Walesa tomó la palabra y se quejó del destino del sindicato independiente de Solidaridad y de las represiones que sufren los sindicalistas. El papa no respondió a las palabras de Walesa y se limitó a acariciar a sus hijos y bendecirlos. Después el papa respondió a Walesa sin tocar el tema planteado”, “una comida en común, que estaba prevista en un lugar cercano, no llegó a celebrarse. El papa dijo que estaba cansado” (El País, 25-7-1983).

Ciertamente, era extraño. En el vuelo de regreso al Vaticano. el periodista polaco Jacek Palkiewicz, amigo del papa y miembro de su séquito, percibió un imprevisto nerviosismo y preguntó qué pasaba. Le dijeron: “Se temía un nuevo atentado contra el papa” (Nicotri, 13-27). El día después, el director de L’Osservatore Romano, Virgilio Levi, escribió un editorial titulado “Honor al sacrificio” y dio a entender que el papa había apartado a Walesa de la escena política. Pues bien, el día siguiente, Eduardo Martínez Somalo, Sustituto de la Secretaría de Estado, convocó al director del periódico vaticano en su despacho y le dijo: “Se necesita un gesto”. El director lo entendió y presentó su dimisión: “El Papa continuaba apoyando el liderazgo de Walesa” (Bernstein-Politi, 400-401).

* Chantaje inconfesable. Entonces, ¿qué es lo que pasaba? Wojtyla sabía, desde el día anterior, que Emanuela había desaparecido y podía sospechar por qué. Se le había enviado un recado, se le estaba haciendo un chantaje El papa había enviado “canales” de dinero para Solidaridad: “Al menos 200 millones de dólares”, dice el periodista Ferruccio Pinotti, del Corriere della Sera. Al propio tiempo, el dinero que los mafiosos habían invertido en el Banco Vaticano (para blanquear) no había retornado.

Obviamente, todos los medios hablaban de la desaparición de Emanuela. Sin embargo, el papa Wojtyla no dijo nada hasta once días después, el 3 de julio ante los fieles congregados en la plaza de San Pedro: “Comparto la ansiedad y el angustioso temblor de los padres de Emanuela, sin perder la esperanza en el sentido de humanidad de quien tenga responsabilidad en este caso”. El 10 de julio añadió: “Por mi parte, puedo asegurar que se está haciendo todo cuanto es humanamente posible por contribuir a la feliz solución del doloroso asunto”.

Declara la amante del gánster

En el libro Segreto criminale (2010), la periodista italiana Raffaella Notariale recoge ampliamente el testimonio de Sabrina Minardi sobre el secuestro de Emanuela. El periodista Miguel Mora define a Sabrina como “amante del gánster”, Enrico de Pedis, conocido como Renato, y “querida del obispo”, Paul Marcinkus (El País, 10- 10-2010). Sabrina fue amante del gánster durante los años 1982-1984.

En la casa del mar. Dice Sabrina: “Emanuela Orlandi fue secuestrada y llevada a la casa de mis  padres en Torvaianica, cerca de Roma. Renato me  dijo que el apartamento le servía para una noche, que era una emergencia, pero al final la tuvo allí un par de semanas”. Sus padres quieren pasar  algún día en el mar y no sabe cómo hacerles cambiar de plan: “Por tanto, aviso a Renato”.

Apartamento de Monteverde. Por un tiempo la   llevaron al apartamento de Monteverde, en la zona del Gianicolo, cerca del Vaticano. El apartamento tiene un sótano que Minardi describe a los investigadores: “En Monteverde estaba una que hacía la limpieza a Daniela Mobili (la dueña), se ocupaba un poco de todo, se llamaba Assunta”, “en el sótano estuvo Emanuela un tiempo”, “a veces bajé yo, entré, la chica estaba allí, me preocupaba de que no la hicieran daño” (Notariale, 77, 229, 10, 286, 303), ”la chica llegó al Gianicolo en un coche  conducido por un tal Sergio, chófer de De Pedis. Con ellos iba la mujer de la limpieza del  apartamento”, “yo llegué al bar del Gianicolo con mi coche, después Renato me dijo que  tomara otro coche, que era un BMW y que acompañara a esta chica”, “tenía que acompañarla hasta la gasolinera del Vaticano, allí habría un coche matrícula Ciudad del Vaticano con alguien que la estaba esperando”, “durante el trayecto, la identifiqué como Emanuela Orlandi”, “estaba trastornada, confusa. Se sentía que no estaba bien: lloraba, reía. Aunque el trayecto ha sido breve, me parece que hablaba de un tal Paolo”, “allí (en la gasolinera) estaba un señor que tenía el aspecto de un sacerdote, con sotana. Bajó del Mercedes negro, yo hice bajar a la chica”, “la dejé marchar pensando que volvía a su casa”.

Como veremos, Marco Fassoni Accetti, uno de los secuestradores de Emanuela, dice “haber utilizado para sí, como alias, precisamente ese nombre: Paolo”. También utilizaba “hábitos talares”. En la foto, Accetti con sotana, saliendo de una iglesia romana el día de Pascua de 1979 (Peronaci, 253 y 371).

* Un favor a Marcinkus. Renato dijo a su amante que “detrás estaba monseñor Marcinkus”, que “habían raptado a la chica por dar un mensaje a alguien”, “a alguien por encima de ellos”,“si no nos dan una cosa, nosotros reaccionamos”. Dice Sabrina: “El favor a los Testaccini (el ala más violenta de la Banda de la Magliana) se lo pidió Marcinkus, que vino a ver a Orlandi en la casa de Torvaianica. Yo sentí que ella se puso a gritar, yo estaba fuera de casa, quería intervenir, pero De Pedis me lo impidió”, “me gritó diciéndome que me ocupara de mis asuntos” (Notariale, 209, 289, 286, 376).

* Dos sacos en la hormigonera: “Un día Renato me llevó a comer al restaurante Pippo l’Abbruzzese, en Torvaianica. Tenía una cita con Sergio, decía que era mejor terminar con todo: Así hacemos desaparecer todas las pruebas”, “cuando salimos fuera, …vuelta por aquí, vuelta por allá… nos acercamos a una obra”, “llegó Sergio con dos sacos”, “puso en marcha la hormigonera y echó los dos sacos dentro”, “yo quería saber, pero él me dijo  que me ocupara de mis asuntos”, “en uno de los sacos, me dijo hacia las cinco, seis de la mañana, estaba Emanuela Orlandi”, “pocos días después intentaron raptar a mi hija, llamé inmediatamente a Renato y me dijo: Si te olvidas de todo lo que has visto, no le pasará nada a tu hija”. La obra “estaba cerca de primeros auxilios, pero han construido mucho desde entonces, no puedo saber el edificio exacto”, “he llevado a los policías, pero no les  ha bastado ver la zona”.

Pregunta la periodista italiana: “¿Es posible que sea tan complicado ir a recuperar los trámites y contar las obras abiertas?”, “¿cuántas podía haber en una zona tan limitada?

¿Es posible que yo tenga que sugerir ciertas cosas?” (Notariale, 292-296, 210, 306).

* Dinero para Marcinkus: “Hubo un periodo en que Renato llevaba siempre grandes bolsas de dinero a Esas de Vuitton. Me las daba para que yo las llevase a monseñor Marcinkus”, “para contar el dinero yo debía hacer todos los montones y recuerdo que una vez contó mil millones (de liras) y el día después lo llevamos a Marcinkus”, “éste le ponía en el mercado exterior el dinero procedente de los negocios de la mafia”. Renato “estaba inscrito en la P2”, “en el archivo secreto”. Ese dinero habría llegado al IOR a través de Marcinkus y no habría vuelto porque terminó también en el bolsillo de Solidaridad por voluntad expresa de Juan Pablo II (Notariale, 157, 276, 83, 35).

* Ambiente de sexo: “No sé qué le habrían dicho a monseñor, si le habrían dicho o no que yo era una chica alegre y cariñosa con quien era generoso, en suma, que él quería estar conmigo”. El monseñor “fue muy directo. No usó preámbulos”, “no sabes cuántas chicas le he llevado a Marcinkus”, “a Poletti lo conocí con Renato. Era un contexto de Yo había llevado dos chicas a Marcinkus, estaba Renato, estaba Poletti. Y él, el cardenal, tenía mucha confianza con Renato. Se veía claramente. Grandes sonrisas, charlaban amablemente” (Notariale, 114-116).

* Sepultado en la basílica. Siete sicarios acribillaron a Enrico de Pedis en la Vía del Peregrino, el 2 de febrero de 1990 (El País, 10-10-2010). El cardenal Poletti autorizó la sepultura del mafioso en la basílica de San Apollinare. Con fecha 6-3-1990 lo solicitó el rector de la basílica, Pietro Vergari, por este motivo: “Ha sido un gran benefactor”. Con fecha 10-3-1990 el cardenal dio el permiso correspondiente. En 2012, tras una fuerte polémica, los restos del mafioso fueron exhumados, incinerados y echados al mar.

* Verificaciones y desmentidos. En agosto de 2008 se encuentra el BMW que, según Sabrina, fue utilizado en el secuestro de Emanuela. Lleva trece años abandonado en el centro de Roma, en el aparcamiento de Villa En la época de matriculación (1981) el propietario del coche es Flavio Carboni, empresario sardo, brazo derecho de Roberto Calvi y cajero de la Banda de la Magliana. El empresario dice “no recordar, porque en esa época poseía varios coches de esa marca puestos a su nombre o al de sus empresas” (Notariale, 219, 147, 149). El último propietario del coche fue miembro de la Banda de la Magliana (Corriere della Sera, 14-8-2008).

Sergio, el chófer del gánster, lo niega todo, niega “incluso haber conocido a De Pedis”. Los policías revisan el apartamento donde había estado Emanuela. Aunque ha sido reformado, la descripción de Minardi les sirve “como un mapa”. Derribando un muro, los  policías descubren una estancia con baño. Allí, según Sabrina, estuvo secuestrada Emanuela y allí se constata un mayor consumo de energía eléctrica en los meses que siguen a su desaparición. Sin embargo, la dueña del apartamento, Daniela Mobili, declara: “No soy yo la carcelera (de Emanuela). Cuando desapareció, yo estaba en prisión” (La Repubblica, 26-6-2008), añade que “presentará una denuncia por calumnia”. La mujer de la limpieza, identificada por los magistrados como Assunta Constantini, desmiente lo que dice Sabrina (Notariale, 279, 303, 223, 281).

El portavoz vaticano Federico Lombardi considera infamantes y sin fundamento las acusaciones de Sabrina contra Marcinkus, “muerto hace tiempo e imposibilitado de defenderse” (24-6-2008). Sin embargo, la periodista recuerda que, con fecha 25 de febrero de 1987, los magistrados de la Fiscalía de Milán firman un mandato de captura por participación en la bancarrota fraudulenta del Banco Ambrosiano contra los dirigentes del IOR, Paul Marcinkus, Luigi Mennini y Pellegrino de Strobel, pero “nadie los juzga en virtud del artículo 11 de los Pactos Lateranenses” (Notariale, 220-221).

La periodista Irene Hernández Velasco recoge en el diario El Mundo otras opiniones. El juez Otelo Lupacchini, que ha investigado la Banda de la Magliana y el caso Calvi, considera plausible que el secuestro lo hiciera la Banda de la Magliana "por encargo de Cosa Nostra", para así presionar al Vaticano e intentar recuperar el dinero que Calvi les había hecho perder con la quiebra del Banco Ambrosiano (El Mundo, 29-6-2008).

Por su parte, el juez Rosario Priore comenta: “Aquí en Roma a finales de los años setenta había una fuerte necesidad de enviar dinero, como muchas veces se ha dicho, sin ningún desmentido, para la causa polaca”, “la Banda de la Magliana, que no ha perdido nunca sus orígenes de asociación de usureros, no donaba, sino que daba en préstamo. Y por tanto quería recuperar su dinero. No podía recurrir a tribunales; tenía que emplear otros medios, otros medios de presión” (íbidem).

* Algunas cuestiones. Se afirma que Sabrina Minardi “no precisa lugares ni fechas”, que “es drogadicta”, que “se desdice”. Se puede entender que ha pasado mucho tiempo y que tiene miedo. Es función de la policía hacer las verificaciones Es lo que reclama la periodista Notariale a propósito de los sacos echados en la hormigonera.

El secuestro de Emanuela ¿fue un favor que pidió Marcinkus? Esto es algo que dijo De Pedis a Sabrina, pero no resulta creíble. El arzobispo Marcinkus estaba en el punto de mira por el flujo de dinero enviado a Solidaridad. Y, claro, por encima del arzobispo estaba el papa Wojtyla.

En uno de los sacos, echados en la hormigonera, ¿estaba Emanuela? También es algo que dijo De Pedis a Sabrina, pero necesitaría verificación. El documento sobre gastos del Vaticano con Emanuela (en Londres, durante catorce años) lo desmiente.

Sabrina lo afirma: Marcinkus “vino a ver a Orlandi en la casa de Torvaianica. Yo sentí que ella se puso a gritar, yo estaba fuera de casa”. ¿Cómo es posible? ¿Por la estrecha relación que tenía con el gánster? ¿Porque sabía perfectamente el motivo del chantaje y de dónde venía?

Hay algo más. Una amiga de Emanuela lo revela en el primer documental: “Íbamos juntas al colegio. Nos hicimos muy amigas. La última vez que la vi fue un día que Emanuela me llamó, la semana antes de que pasara todo, 15 de junio, miércoles. Me dijo: Escucha, tenemos que vernos. Tengo que contarte un secreto”. No se trataba de ningún novio: “Por su aspecto estaba rígida, asustada, incluso avergonzada. Emanuela me dijo que, mientras paseaba por los jardines del Vaticano, alguien muy cercano al Papa (en la imagen aparece el arzobispo Marcinkus) la había estado molestando. A mí me bastó, de verdad, con solo mirarla para entender lo que quería decir. ¿Que la estaba acosando sexualmente? Por supuesto. No creo que ella hubiera confiado algo así a su familia. Creo que es importante decir esto, porque antes no lo hice”.

El 22 de julio, un mes después de la desaparición de Emanuela, la familia encomendó el caso al abogado Gennaro Egidio: “Fue un agente del Sisde quien nos lo aconsejó”, “cuando en el Vaticano digáis que os habéis dirigido al abogado Egidio, estarán contentos”, “además no tendréis que pagar nada”, dice Ercole, el padre de Emanuela (Fortichiari, 53-54).

Declara un cómplice

La declaración se presentó por escrito. Por tanto, es un memorial. Aparece en el libro Il Ganglio, publicado en junio de 2014 por Fabrizio Peronaci, periodista del Corriere della Sera. Marco Fassoni Accetti (en adelante, MFA), treinta años después de los hechos, se acusa de haber participado en los secuestros de Emanuela Orlandi y de Mirella Gregori. Se da la circunstancia  de que MFA atropelló al niño uruguayo José Garramón, hijo de un diplomático. El niño había sido previamente secuestrado. Fue a la peluquería, que estaba cerca de su casa, y murió atropellado en    el pinar de Castel Porziano, a 20 kilómetros de Roma. El Ganglio es un grupo de poder, una célula dentro  del Vaticano que deja tras de sí una estela siniestra: secuestros, muertes, chantajes. A comienzos de verano de 2013, MFA entregó su memorial en el despacho del Procurador adjunto de Roma, Giancarlo Capaldo.

* Identidad del personaje. El extraño personaje conecta así con el autor del libro: “Buenas tardes. Soy MFA, desearía hablar de los conocidos eventos de 1983”. Para dar plena veracidad a cuanto ha comunicado ya a la autoridad judicial, dice: “He localizado la flauta de la chica, custodiada por mí”. Dice también: “En los años sesenta, cursé la enseñanza elemental en el colegio San Eugenio”, “desde 1967 hice la enseñanza media en el colegio San Giuseppe”, “el director espiritual y mi confesor era don Pierluigi Celata, que precisamente en aquellos años empezaba a formar parte del servicio diplomático del Estado Ciudad del Vaticano”.

Otros datos. Nacido en Trípoli (Libia), es “hijo de un constructor”, “inscrito en una logia masónica vinculada a la P2”. Su padre, Aldo, declara el día después del trágico atropello del niño uruguayo: “Considero a Marco falto de todo sentido práctico, completamente incapaz de cualquier trabajo manual. Extremadamente fantasioso, concentra su interés en querer escribir espectáculos teatrales y poesías, en el hobby de la fotografía, en la música”. No terminó los estudios de bachillerato superior. Crecido y formado en centros religiosos, pasó “de la experiencia de colegial al repudio del orden establecido”, “maduró un fuerte anticlericalismo”. Según dice, descubrió “su ser natural de izquierda”, optando por “un comunismo que entonces parecía aún justo y posible”.

¿Comunista MFA? Más bien, parece un “hijo de papá” que no le ha salido como su padre hubiera querido: “Vivíamos bien, no nos interesaba el dinero”, dice. Participó en 1972 en una manifestación por la libertad religiosa en Lituania: “Mis amigos sacerdotes me reprocharon el haberme unido a una realidad de derecha, pero reconocieron mi idealismo”. Estos sacerdotes estaban relacionados con monseñor Backis, lituano que vivió en Francia, pero que hacia 1973-1974 entró en el Consejo para Asuntos Públicos de la Iglesia. Se presenta como “fotógrafo de arte y autor cinematográfico independiente” (Peronaci, 10-11, 22-24, 47-48 y 51).

* Tenso encuentro. Lógicamente, es tenso el encuentro entre el secuestrador y Pietro, el hermano de Éste recuerda la entonación, las pausas, el fingido acento extranjero, la voz del que llamaba más veces y dictaba las condiciones del rescate, llamado por los Orlandi “el Americano” porque intercalaba palabras inglesas en un mal italiano. Pietro le pregunta si él era el Americano. Responde: “Esto no puedes preguntármelo, corresponde a la Fiscalía averiguarlo, también a través de una pericia fónica, si la consideran necesaria. Yo me limito a decir, y te lo confirmo, que he participado en la preparación del secuestro y he sido uno de los principales telefonistas”, “los nombres de mis compañeros no los doy”.

Dice MFA: “Yo en aquel tiempo formaba parte de un grupo, compuesto también de eclesiásticos, que se oponía a otro dentro del Vaticano”. Los temas de confrontación eran muchos. Por ejemplo, en 1983 salió un documento de la Congregación de la Doctrina de la Fe sobre la condena de la masonería, “cuando en el Código de Derecho Canónico, entonces reformado, se había quitado”. Estaba “la gestión combatida por nosotros del IOR de monseñor Marcinkus y del doctor Macioce, que era el verdadero ‘dominus’ y aspiraba a ocupar su puesto”.

Otros detalles: “En 1979, con la muerte del cardenal Villot y el nuevo gobierno de la Iglesia, monseñor Backis es nombrado subsecretario del Consejo”, “en su coche, un Fiat, pusimos un micrófono”, “se forma una especie de Ganglio interno, que busca inspirar las opciones de la Secretaría dirigida por monseñor Silvestrini”, “estas pocas personas se habían unido a un creativo como yo, que conseguía visualizar, codificar” (Peronaci, 32, 54 y 176).

Pero, ¿por qué la secuestraron? Dice MFA: “Todo comienza a finales de 1981, con la promesa que los servicios secretos italianos hicieron a Agca de liberarlo en dos años mediante un secuestro”, “en realidad, a nosotros sólo nos interesaba que el turco retirase las falsas acusaciones a la delegación búlgara de complicidad en el atentado al papa”, “mientras tanto, las chicas a implicar eran dos, una con ciudadanía vaticana y la otra italiana”, “a través de dos quinceañeras, evocamos escenarios de pedofilia, no concretos y reales”, “pero capaces de asustar a ciertos adversarios nuestros, no extraños a tales asuntos”. El turco se retractó el 28 de junio: “De improviso, sin aparentes motivos, Agca comienza a hacer el loco y declara falsa la pista búlgara por él mismo sugerida”.

MFA escribe un número, 158: “este era el código que habíamos usado para las comunicaciones reservadas con el Vaticano”. Dice haber hablado “muchísimas veces” con Emanuela: “La primera vez cuando contacté con ella a la salida de clase”, “cuando salía del lugar al que la llevamos, la hacíamos poner una peluca. La encontré con cierta regularidad desde el 22 de junio hasta el fin de aquel año, 1983. No se movió de Roma y del litoral, donde habitó en dos apartamentos. Muchas veces durmió en una caravana”, “entre nosotros se estableció también un cierto afecto”, “su desaparición debía prolongarse por un día, máximo dos, pero después la cosa se complicó”, “queríamos que la cúpula del IOR (el Banco Vaticano) asumiera la responsabilidad del crack del Ambrosiano”, “¿y sabes qué sucedió en mayo de 1984? Fue firmado el acuerdo de Ginebra, por el cual el IOR hubo de pagar”. Exactamente, fueron 240,9 millones de dólares.

Según MFA, “no fue un verdadero secuestro”: “Si hubiera sido un asesino, no sería el hombre que soy y no me habría presentado para aclarar mi responsabilidad. Emanuela, aquella tarde delante del Senado, sabía que encontraría a alguien y que no volvería a casa, pero estaba tranquila, convencida de que todo se resolvería pronto”, “hicimos una señal en el asfalto, una cruz con el yeso, y le dijimos que debía pararse en ese punto durante unos segundos, el tiempo de hacerle una fotografía en la que apareciera también, pero ella no lo sabía, el famoso coche, la BMW con De Pedis. Esa foto serviría para comunicar a otros: ¿Veis qué podemos hacer? La chica está a dos pasos del boss, antes de desaparecer”, “debía ser un fuerte elemento de presión”. Enrico De Pedis era el jefe de la Banda de la Magliana.

Las cosas se complicaron: “La tarde del 22 de junio, la policía rechazó formalizar la denuncia”, “la primera noche, llevamos a Emanuela a Villa Lante della Rovere, un centro religioso que alquilaba habitaciones”, “la presentamos como Fátima, una joven iraní. A Mirella la dimos el nombre de Rosi”, “el día después sucedió otra cosa. Nos llegó la noticia de que la Comisión entre la Santa Sede y el Estado Italiano, creada para examinar los hechos del IOR no había llegado a una conclusión. La decisión se aplazaba. La parte mía, sobre todo los laicos, desconfió y decidió retenerla”.

Pietro pregunta: ¿Emanuela está viva? MFA responde: “Por lo que yo sé, sí. Tras ser arrestado por haber atropellado a un chico en el pinar de Castel Porziano, se me dijo que había sido llevada a Francia, cerca de París”, “estuve en la cárcel más de un año, después en arresto domiciliario, y no he sabido más” (Peronaci, 46, 51, 194, 10 y 25-43).

* Algunas cuestiones. MFA dice no ser un asesino.  Sin embargo, atropelló al niño uruguayo José Garramón, previamente secuestrado. Fue a la peluquería, cerca de su casa, y murió atropellado en  el pinar de Castel Porziano, a 20 kilómetros de Roma. ¿Cómo se explica esto? Sorprende que en ninguno de los documentales aparezca el caso Garramón. Es un caso clave para valorar la responsabilidad global de MFA. En el primer documental,

Pietro niega que MFA sea el Americano, pues, dice, este les habló de un problema físico que en los primeros días del secuestro tuvo Emanuela (se hizo daño en la muñeca) y MFA no lo recuerda. El periodista Andrea Purgatori comenta: MFA “no tiene que ver con el secuestro”. Me parece aventurado afirmarlo.

La investigación judicial tuvo que ocuparse del programa en directo, “Telefono giallo”, dirigido por el periodista Corrado Augias. Al finalizar la emisión del 27 de octubre de 1987, llamó una persona con acento “americano”, quería hablar con el abogado Egidio, presente en el estudio, y presentó como credenciales dos palabras decisivas: “Código 158”. Esto es, el código -entonces no hecho público- utilizado en 1983 por los secuestradores para contactar con la Secretaría de Estado vaticana. La comunicación se interrumpió. Precisamente en la eventualidad de que el Americano apareciera, los magistrados habían dispuesto el control de la líneas telefónicas del programa. Los “carabinieri”, en colaboración con la sociedad telefónica Sip, estaban preparados para registrar las llamadas e individuar el aparato en cuestión: “La pericia fónica estableció que el Americano de las llamadas de 1983 y el hombre que había llamado al ‘Teléfono giallo’ citando el códice secreto, eran la misma persona” (Nicotri, 158).

Sobre la prueba de la voz, dice Peronaci, “los indicios son serios, pero un área de indefinición permanece”. Según MFA, “pretendía ser una parodia del abogado Macioce, hombre fuerte del IOR”, el telefonista encargado de efectuar esas llamadas “se inspiraba con la voz en el doctor Macioce”. Un trozo de conversación se ha hecho público. Hablan el Secretario de Estado y el Americano. La confrontación entre las voces de MFA y del Americano están en un audio realizado por Corriere.it (Peronaci, 80, 249 y 321-322).

Gran imitador. La voz del segundo telefonista, Mario, fue registrada por los Orlandi. En uno de sus encuentros, MFA le pidió a Peronaci que dejara el móvil en el suelo, para estar seguro de que no grababa, resopló varias veces, estiró el diafragma, se frotó la nariz soplando, cerró los ojos para concentrarse y comenzó a hablar velozmente: “Impresionante. El mismo timbre. El mismo intercalar del que se llamaba Mario, cuya voz registrada la he escuchado más de una vez”, dice Peronaci.

Siendo de un miembro de la mala vida, su hablar debía aparecer “sucio” y analfabeto.  El 25 de julio de 1999, “buscando hacer fortuna en USA”, MFA muestra sus dotes poco comunes de imitador. Hace de sosia del actor italiano Roberto Benigni y lo hace con éxito. Se le llama The impostor. El 24 de agosto dice el Corriere della Sera: “Vaya donde vaya, The impostor triunfa”, “su imitación de Benigni es tan impecable que nadie sospecha el truco” (Peronaci, 236-237 y 311-312).

Extraña coincidencia. La abuela del niño José Garramón vive en Montevideo cerca de la  villa de Licio Gelli, jefe de la logia P2. La madre del niño, María Laura, está convencida de que “la extraña coincidencia tiene que ver con la muerte de     su hijo”, “nosotros, a pesar de la presencia en Italia   de nuestro abogado, no hemos sabido nada del proceso de Casación, del cual se ha ocupado, tutelando al imputado un famoso abogado que entonces era consultor del Secretario de Estado” (Il   Tempo, 22-12-2014). El niño estaba inscrito en el mismo colegio (titularidad distinta) donde MFA hizo la enseñanza elemental. El padre del niño es diplomático y entre los planes del Ganglio estaba “el secuestro del hijo de un diplomático” (Peronaci, 289 y 284).

* Chantaje al Vaticano. El Ganglio ve con preocupación creciente el flujo de dinero que el IOR envía al sindicato polaco Solidaridad. El Ganglio tiene al arzobispo Marcinkus “en el punto de mira”. Con el papa polaco, Marcinkus “se encuentra a sus anchas”. En el verano de 1979, el Ganglio aumenta la vigilancia sobre los recursos destinados al sindicato polaco: “en el punto de mira aparece el IOR, por el flujo de dinero que va a Solidaridad”. El secuestro de dos chicas y un chico fue propuesto por el Ganglio “para chantajear a Marcinkus”. El mensaje filtrado en el Vaticano era este: la operación deriva de una alianza criminal entre De Pedis y la mafia siciliana -los corleoneses presentes en la capital con el cajero Giuseppe Caló, llamado Pippo, rey del reciclado del dinero sucio- y los buenos oficios de comerciantes ligados a la masonería. El presidente del IOR aparece en escena, pero “en cuanto víctima de la extorsión realizada con el secuestro” (Peronaci, 70, 159, 133 y 163).

En el punto de mira está también el prelado checoslovaco Pavel Hnilica. El Ganglio le detesta “por su actividad de recogida de fondos en función anti-soviética”: “Enviaba financiación (a través de su fundación Pro fratribus, con sede en Grottaferrata) al núcleo radical polaco que se estaba formando en la Alemania federal”. Para intentar detener el flujo de dinero que se envía a Polonia, el Ganglio lanza la voz de que el KGB quiere matar al papa: “Fuimos nosotros quienes hicimos rebotar en Francia la voz de que el KGB quisiera matar al papa”, “información como siempre postiza y tendente a obtener, a través de la amenaza, el bloqueo de financiación a la célula radical polaca” (Peronaci, 81, 77- 78, 110-111, 84 y 63).

Flavio Carboni, brazo derecho de Calvi, declara lo siguiente: “Por cuenta de monseñor Marcinkus –él lo desmiente, pero yo lo confirmo-, Calvi financió a Solidaridad. La última vez fue un pago de veinte millones de dólares que Calvi anticipó a través de una operación extranjero-extranjero (con respecto a Italia)”, “el dinero era depositado en Austria y Suiza por un sacerdote polaco vinculado a Lech Walesa; no quiero dar su nombre”, “únicamente diré que ese sacerdote está vinculado a Casimir Przydatek, uno de los polacos más influyentes en el Vaticano de Wojtyla” (Domènech, Marcinkus, 184).

La desaparición de Emanuela estaría vinculada al complejo asunto Roberto Calvi-Banco Ambrosiano-Banco Vaticano. Emanuela habría terminado “en préstamo” a una organización que habría gestionado su secuestro con el fin de chantajear al Vaticano: “Los periodistas de los más autorizados diarios nacionales, por ejemplo Andrea        Purgatori, en el Corriere della Sera del 25 de julio de 1983, encuentran comprensible la disponibilidad del Secretario de Estado Agostino Casaroli para abrir una línea directa y secreta con los secuestradores, aunque no hayan probado disponer del rehén” (Fortichiari, 57-58).

* Juan Pablo II cambia de bando. Lo peor se veía venir. Hacia la Pascua de 1981, el ministro de Economía italiano Beniamino Andreatta avisó al cardenal Casaroli, Secretario de Estado: “Pude expresarle mi preocupación por la conexión IOR-Ambrosiano”, “le dije al cardenal que temía que se llegase a situaciones análogas a las que se dieron en su momento entre Sindona y el IOR”. El mensaje del ministro fue este: “Libraos de Calvi lo más rápidamente posible” (Coen-Sisti, Marcinkus, el banquero de Dios, 150).

En la primavera de 1981, con ocasión de la presentación del balance anual del IOR, el cardenal Casaroli se niega a aprobarlo, si no puede estudiar los documentos con antelación. Entonces Juan Pablo II cambia su posición en el asunto IOR-Ambrosiano. Según Flavio Carboni, brazo derecho de Calvi, sobre el asunto Calvi dijo el papa: “Que caiga todo. Dejemos que se encargue el cardenal Casaroli”.

Aquel mes de mayo fue tremendo. El 13 de mayo, el papa sufre el brutal atentado. El 20, Calvi es detenido. Ese mismo día se publican las listas de la logia P2. El ministro Andreatta diría después en el Parlamento el 8 de octubre de 1982: “El contencioso Ambrosiano-IOR es una de las causas fundamentales de la caída del Banco Ambrosiano” (Domènech, 190-191 y 213).

El empresario sardo Flavio Carboni declaró ante el juez Rosario Priore: “Hasta el momento de la detención de Calvi (20-5-1981), el Vaticano, plenamente consciente de la estrategia del Banco Ambrosiano, había apoyado la actuación del banquero, que le había aportado considerables beneficios. En la obstrucción de tal estrategia, Calvi situaba las causas del atentado contra el Papa”, “él no conseguía explicarse por qué tras su arresto la actitud del grupo IOR, adoptando una línea común a la del cardenal Agostino Casaroli, había cambiado radicalmente en relación a él”, lo que era “contraproducente para los intereses del Vaticano”. En el Vaticano había “una lucha de poder” entre dos bandos: “el encabezado por monseñor Marcinkus, el potente presidente del IOR comprometido -también a través de Calvi- en la estrategia de  anticomunista político-financiera querida por Juan Pablo II; y el dirigido por el cardenal Agostino Casaroli, el Secretario de Estado hostil a la política exterior wojtyliana de confrontación abierta con los Países del Este, el cual pretendía conseguir el control del IOR y por esto se oponía al rescate del Banco Ambrosiano”  (Nicotri, 141-142).

Frente a la posición de Casaroli, Marcinkus no quería pagar los más de 240 millones de dólares devueltos por el Banco Vaticano a los acreedores del Ambrosiano: “prefería hacer frente a las demandas civiles con que amenazaban los banqueros acreedores antes que vaciar las arcas del IOR. El motivo era sencillo: si el Vaticano pagaba a los banqueros extranjeros, no sólo Marcinkus salía derrotado, sino que, sobre todo, se derrumbaría su imperio” (Coen-Sisti, 245).

* Muerte de un periodista. En junio de 2013, el periodista Dino Marafioti preparó un programa dedicado al treinta aniversario de la desaparición de Fue el primero en mostrar el rostro de MFA y en grabar sus relevantes declaraciones. Dice Peronaci: “Lo conocí a comienzos de junio junto con Pietro Orlandi. Fijamos la cita frente a la puerta de Santa Ana. Los guardias suizos miraban con sospecha la cámara de grabación. Quería filmar desde el exterior la casa de Emanuela, el trozo de calle que ella hacía, recoger nuevos testimonios sobre un caso increíblemente arraigado en la conciencia colectiva”, “lo recuerdo orgulloso, casi entusiasta por lo que su trabajo –una hora y 13 minutos cara a cara con el supertestigo indagado- podía aportar a la solución de uno de los misterios de Italia. Pensaba volver a ocuparse del asunto, con documentales y servicios, también con un libro”.

Pues bien, la mañana del 17 de agosto, el periodista apareció muerto en su habitación del barrio Marconi, tras haber ingerido alcohol y barbitúricos. En su último post escribía: “Hoy finalmente he entendido que todos somos diversos. Uno tiene belleza, otro talento, otro dinero, y después estoy yo, que tengo ansia”. Llama la atención el enlace al video musical de Simon & Garfunkel The sound of silence, presentado por él con una frase seca: “No way out”. No hay salida. El mismo trozo había sido introducido como banda sonora en una grabación de la manifestación por Emanuela, que tuvo lugar el 22 de junio de 2013, 30 aniversario de su desaparición.

El periodista contó a un amigo que “llevaba un tiempo viendo bajo su casa un coche Station Wagon, con una mujer sentada dentro, ocupada en peinar con insistencia y ostentación una muñeca, cuando le veía salir”. Episodio inquietante, comenta Peronaci: “¿Era una alusión a su empeño en el caso Orlandi? El gesto, peinar una muñeca, remite a una expresión popular romana que indica un comportamiento inútil, de incapaces, y suena a provocación, a reto”.

Según el informe de la policía, fue un “suicidio”. Sin embargo, cabe la pregunta: “¿Cuál era el motivo del ansia? El programa realizado pocas semanas antes es un documento significativo y una de esas coincidencias que hacen pensar”. También hace pensar el mensaje enigmático de la mujer peinando a la muñeca (Peronaci, 49-50).

* El papa en el punto de mira. El Ganglio se hace “cómplice del atentado al sumo pontífice”. Precisa MFA: “Queríamos cambiar el intento de homicidio en algo diverso, un aviso, un acto no mortal”, “el Ganglio se tomó la molestia de contactar a los idealistas turcos, es decir, a la organización paramilitar y filonazi de los Lobos Grises de Agca”. MFA buscó pensiones y hoteles al agresor

Según el juez Carlo Palermo, en el atentado al papa hubo “una complicidad criminal vinculada a ambientes de la masonería católica”, “es la pista de matriz occidental, con enganches en la masonería, en el terrorismo y en las mafias”, “Bulgaria es al KGB como Turquía es a la CIA” (Peronaci, 12, 94-99 y 107-108).

El 24 de noviembre de 1982, el juez Carlo Palermo anuncia órdenes de detención contra doscientas personas de diversas nacionalidades, que trabajan para el círculo de traficantes de armas y drogas más importante de todos los descubiertos en nuestra época. Los principales imputados “serán después implicados en los asuntos Calvi-Ambrosiano y en el atentado contra el papa Wojtyla”.

Dice el juez Palermo: “En mi investigación sobre armas y drogas habían emergido los mismos nombres de hoy, en coordinación con una misteriosa sociedad, TGS. Me dijo la (Guardia de) Finanza: TGS significa Theodore G. Schackley, ex jefe de la CIA en Roma y director de todas las acciones encubiertas de la CIA en los años 70. Siguiendo esa pista, aparecieron los nombres de otros bancos y también las huellas de la P2” (De Angeli, Le guide di Mafia Connection, III, 663-664).

Según el juez Palermo, “no se ha prestado suficiente atención al dominico belga Félix Morlion, durante muchos años “agente de la CIA” en el Vaticano, “vecino de casa del búlgaro Antonov, acusado por Ali Agca de ser uno de los mandantes del atentado al Papa”. La CIA pretendió confirmar la pista búlgara: “Las declaraciones recogidas entonces en la prensa de personajes como Kissinger, Brzezinski, Clines, se basaron todas en el presupuesto, enteramente por demostrar, de la complicidad en el atentado de los servicios secretos de los países del bloque soviético” (Palermo, 104-112).

El Tribunal de Primera Instancia de Roma, en noviembre de 1986, dicta sentencia absolutoria a favor de los búlgaros “por insuficiencia de pruebas”. Agca    había    sido    “dirigido”    por    servicios occidentales, los cuales le habían proporcionado nombres y costumbres de los funcionarios búlgaros a acusar. Agca “se equivocó en la descripción de la casa de Antonov, que sin embargo correspondía al piso de abajo, de Félix Morlion, un dominico  al servicio de la CIA” (Peronaci, 109).

Según el profesor Francesco Bruno, colaborador del SISDE y consultor del ministerio del Interior italiano, la desaparición de Emanuela sirvió para lanzar un nuevo aviso al papa. Lo mismo sucedió con el atentado: “Enseguida se vio claro que el atentado debía servir de advertencia y que venía del Occidente, no del Este”. Pero Wojtyla no se dio por enterado. Entonces “los mismos que habían armado la mano de Agca proyectan inteligentemente la única acción capaz de condicionarlo: raptar a Emanuela Orlandi”, “ha sido asesinada inmediatamente después del secuestro”, “sólo con la supresión inmediata de Emanuela tras el secuestro se explica por qué los raptores no han dado nunca alguna prueba de que estuviera viva”, “se puede imaginar que hayan intervenido elementos de la banda de la Magliana, cuyos componentes terminan después asesinados” (Nicotri, 190- 191; Fortichiari, 190-193 y 270-271).

El 2 de marzo de 1994, el juez instructor Adele Rando pide al Vaticano documentos pertinentes a la desaparición de Emanuela, así como poder escuchar a los altos prelados que se han ocupado del asunto: Casaroli, Sodano, Re, Martínez Somalo, Monduzzi. Las autoridades vaticanas rechazan la petición: “La posibilidad de la presencia de la Autoridad judicial italiana no está contemplada en los acuerdos concordatarios” (Nicotri, 160-161).

* Manipulación del mensaje de Fátima. Según MFA, el Ganglio se hace cómplice de manipular “uno de los secretos más venerados de la cristiandad”, el secreto de Fátima. La fecha del atentado contra el papa es elegida: el 13 de mayo. A partir de ahí, se desarrolla la “pista búlgara” del mismo. De este modo, el móvil del atentado pasa de ser un vergonzoso “chantaje económico” al papa Wojtyla a una gloriosa causa, la “lucha contra el comunismo” del papa polaco. El mito lo completa el propio Wojtyla: “Una mano disparó, otra mano desvió la bala” (Lecomte, 161).

La manipulación continúa. Tres años después del atentado, coincidiendo con el segundo viaje de Juan Pablo II a Polonia, se produce el secuestro de dos chicas que no han vuelto  a aparecer y la extraña muerte de un chico, previamente secuestrado. Según MFA, el Ganglio elige “dos chicas jóvenes y un chico aún más joven, de modo que evocaran las figuras del episodio de Fátima”, Lucía, Jacinta y Francisco, “el uso de esta simbología extrema debía contribuir al condicionamiento de monseñor Hnilica, amenazándolo con revelar su actividad de financiación ilícita”, “un eclesiástico nuestro había tomado el texto  del tercer secreto de Fátima de otro prelado de la Congregación de la Doctrina de la Fe” (Peronaci, 73 y 338). Para ellos Hnilica es un fanático difusor del mensaje de Fátima y un canalizador del dinero enviado a Solidaridad.

* Diversos mensajes, informe secreto. Según un informe secreto, redactado en gran parte por Vincenzo Parisi, entonces director en funciones del SISDE, servicio secreto civil italiano, en total, hubo 34 De ellos, 6 proceden seguramente de mitómanos, 4 son de difícil atribución, 8 comunicados (cuatro cada uno) son firmados por dos supuestos grupos (Frente Turkes y Phoenix), los 16 restantes “provienen con mucha probabilidad del grupo que ha realizado y gestionado directamente el secuestro, o bien que ha conseguido ponerse en contacto con los verdaderos responsables de la desaparición de Emanuela Orlandi”.

El análisis de las 16 comunicaciones, atribuidas a los presuntos secuestradores de Emanuela, permite pensar que “casi seguramente han sido producidas por una misma mente”. El informe traza un retrato robot del director del secuestro: “Extranjero, verosímilmente de cultura anglosajona; nivel intelectual y cultural elevadísimo; conocedor de la lengua latina y, sucesivamente, de la italiana; perteneciente (o inserto) en el mundo eclesial; formalista, irónico, preciso y ordenado en el modo de comportarse, frío, calculador, lleno de sí, seguro del propio rol y de la propia fuerza, sexualmente amorfo; ha vivido largo tiempo en Roma, conoce bien sobre todo las zonas de la ciudad que representan algo para su actividad; bien informado sobre las reglas jurídicas italianas y sobre la estructura logística del Vaticano”.

El informe considera “del todo plausible” la hipótesis de que la dirección del secuestro de Emanuela estuviera “dentro de la jerarquía y del ordenamiento eclesiástico”, es decir, dentro del Vaticano (Il Messaggero, 7-5-1995). Sin embargo, la mayoría de los rasgos (incluso el de extranjero, pues el Americano finge un acento extranjero), encaja bien con la personalidad de MFA.

El 19 de julio, el Americano llamó varias veces a la línea reservada en el Vaticano. Dijo ser un “colombo” de la organización, en alusión a Macioce, de los Cavalieri di Colombo, Caballeros de Colón. Finalmente, conecta con el cardenal Casaroli.

El 27 de septiembre llega una carta enviada desde Phoenix (USA) a la redacción del Telediario 2. En ella se dice que han decidido poner fin a esa “jactanciosa farsa turca” que ha durado mucho tiempo. Además, dan un claro aviso de tipo mafioso: “Pierluigi, es muy peligroso estar en ese restaurante con la espalda hacia la puerta, porque hay muchas corrientes de aire; un viejo amigo nuestro ha tenido un feo final delante de un plato de espaguetis. Queremos generosamente recordar a Mario que en el pinar hay mucho espacio para aumentar la vegetación” (Nicotri, 61 y 95-96; Fortichiari, 92).

El grupo Phoenix amenaza a Pierluigi y a Mario. La referencia al restaurante hace pensar en Pippo l’Abbruzzese, el restaurante frecuentado por De Pedis en Torvaianica. La referencia al pinar remite precisamente al pinar de Castel Porziano.

El 8 de octubre llega un nuevo mensaje del grupo Phoenix. Contiene otro aviso a los responsables del secuestro de Emanuela: “Es cosa nuestra poner fin a la situación Orlandi”. La expresión “cosa nuestra” es una referencia a la mafia (Fortichiari, 93-94).

* Anillo de conjunción. Según la juez Adele Rando, hay un “anillo de conjunción” entre el secuestro de Mirella y el de Emanuela. Reivindicó la desaparición de Mirella el mismo desconocido telefonista del caso Orlandi conocido como el Americano: el mismo que hacía todas las llamadas por Emanuela dando pruebas de ser el verdadero secuestrador y que telefoneó el 24 de octubre de 1983 al corresponsal en Roma de la CBS. Según las pericias fónicas, el Americano telefoneó al bar del padre de Mirella y dictó un minucioso elenco de efectos personales de Mirella en el momento del secuestro: “El Americano trató en nombre de los secuestradores de Mirella y de Emanuela”, “incluso consiguió de la Secretaría de Estado vaticana un hilo directo con monseñor Casaroli” (Fortichiari, 172- 173).

El 1 de julio de 1993 la madre de Mirella, María Vittoria Arzenton, declaró haber reconocido en el funcionario de la Vigilancia vaticana Raúl Bonarelli la persona que muchas veces había visto entretenerse con su hija y con la amiga de la hija, Sonia De Vito, en el bar de vía Nomentana llevado por los De Vito. La juez Adele Rando llamó (a declarar) a Bonarelli el 13 de octubre, controlando al mismo tiempo el teléfono de su casa. En una de las llamadas se escuchó la siguiente conversación entre el jefe de la Vigilancia vaticana (Camilo Cibin) y Bonarelli:

Jefe: “¿Qué sabes de Orlandi? ¡Nada! ¡Nosotros no sabemos nada! Sabemos lo que dicen los periódicos… De un hecho que ha sucedido fuera de competencia… del orden italiano”.

Bonarelli: “¡Ah, eso debo decir?”.

.Jefe: “¿Qué sabemos nosotros?”. Si tú dices: yo no he investigado… La Oficina ha indagado dentro… esto es una cosa que ha ido después… No decir que ha ido a la Secretaría de Estado” (Nicotri, 165-167).

Por su parte, el juez Ilario Martella dice al periodista Aldo de Luca: “Tras la desaparición de Emanuela hay un hecho tan gordo que probablemente solo el tribunal de la historia podrá juzgar”, “si le dijese las cosas que he descubierto, se le pondría la piel de gallina, como me pasó a mí. Hay elementos en las actas de instrucción que deber quedar reservados porque son cosas que hacen pensar… y una línea muy misteriosa que lleva muy alto” (Il Messaggero, 20-6-1993).

* El Ganglio y la logia P2. MFA habla del Ganglio como “grupo de poder cubierto dentro de la Santa Sede” (Peronaci, 45). Pero, ¿de qué grupo se trata?, ¿tiene que ver con la logia P2?, ¿se evita nombrarla? Según el diccionario, ganglio es un agregado celular que forma un órgano pequeño, la célula es el elemento de menor tamaño que puede considerarse Según la masonería, “la Logia es la célula primaria de la Orden”.

MFA es “hijo de un constructor”, “inscrito en una logia masónica vinculada a la P2”. Se opone al documento de la Congregación de la Doctrina de la Fe sobre la condena de la masonería. El Ganglio es financiado por la “masonería inglesa”, “la Gran Logia de Londres”. Las acciones del Ganglio son “secretas” (Peronaci, 11, 32. 60 y 91).

El Ganglio y la P2 están bajo la misma obediencia, la Gran Logia de Londres. El presidente del Banco Ambrosiano Roberto Calvi motivará así su adhesión a la logia P2: “En efecto di mi adhesión a la P2 de Licio Gelli… el cual se presentaba como hombre de iniciativas importantes como jefe de la Institución P2, y solía presentar sus iniciativas en el campo de los negocios como tomadas bajo la égida de la Gran Logia Madre de Londres” (Flamigni, 287).

El secuestrador de Emanuela, Enrico de Pedis, “estaba inscrito en la P2”, “en el archivo secreto” (Sabrina Minardi).

Parece clara la connivencia entre el Ganglio y los servicios secretos italianos. Según MFA, “todo comienza a finales de 1981 con la promesa que los servicios secretos italianos hicieron a Agca de liberarlo en dos años mediante un secuestro” (Peronaci, 32- 33). Precisamente fueron los servicios secretos italianos los que “instruyeron” a Agca sobre la pista búlgara.

El secuestro de Emanuela está relacionado con el “asunto IOR” y con la “comisión entre la Santa Sede y el Estado italiano, creada para examinar los hechos del IOR” (Peronaci, 40). Al final, el resultado de la comisión es una transacción. El acuerdo se firma en Ginebra el 25 de mayo de 1984. El IOR pagó más de 240 millones de dólares.

El 20 de febrero de 1987, los magistrados de Milán Antonio Prizzi y Renato Bricchetti firman órdenes de arresto contra los responsables del IOR, Paul Marcinkus, Pellegrino De Stroebel y Luigi Mennini. El IOR “es responsable de distracción, ocultación y, en cualquier caso, de destrucción” del patrimonio del Banco Ambrosiano. La orden fue anulada el 6 de junio de 1988 por el Tribunal Constitucional, que confirmó la inmunidad del Vaticano garantizada por el Tratado de Letrán.

Unos sacan dinero por un lado (el Vaticano) y otros lo sacan por otro (la logia P2).

El saqueo del Ambrosiano por parte de la P2 vino sobre todo a través de las sociedades de Lima, Managua, Panamá y Nassau y mediante operaciones muy tortuosas. El Tribunal de Milán escribirá “impresionantes cifras objeto de la distracción consumada por Gelli y Ortolani con perjuicio del Banco Ambrosiano”, cuantificadas por Gelli en “82 millones y 370 mil dólares; más 2 millones y 450 mil francos suizos”, y por Ortolani en “223 millones y 903 mil dólares; más 15 millones y 154 mil francos suizos”, “enormes cantidades destinadas a financiar también la actividad oculta de la Logia secreta, en Italia y en el extranjero” (Flamigni, Trame atlantiche, 320-321).

La quiebra del Ambrosiano fue “el culmen de años de correrías financieras, también por cuenta de las finanzas vaticanas, de Michele Sindona y de Roberto Calvi, llamados ‘los banqueros de Dios’, ambos afiliados a la P2 y ambos muertos en circunstancias oscuras” (Pinotri, 21). En el juicio por la quiebra del Banco Ambrosiano (1992), las principales condenas caen sobre los jefes de la P2: 18 años y medio de cárcel para Licio Gelli y 19 para Umberto Ortolani (El País, 17-4-1992).

El senador Attilio Bastianini dijo en la Comisión parlamentaria de investigación sobre la P2: “La P2 ha sido un hecho grave, más grave de lo que la opinión pública pueda imaginar. Todos los más inquietantes escándalos de la Italia contemporánea (la carrera y la caída de Sindona, la quiebra del Banco Ambrosiano y las relaciones con el IOR, el suicidio y el homicidio de Calvi, el asesinato de Pecorelli…) están marcados de algún modo por la presencia de hombres de la P2” (Doc. XXIII, n.2-bis/5, Roma, 1984).

El Ganglio estrecha un pacto con el jefe de la Banda de la Magliana, Enrico De Pedis: “El capo estaba interesado en recuperar el dinero prestado a través del Ambrosiano y el Ganglio le hizo creer que el secuestro de dos chicas era un camino eficaz para convencer a los jefes del IOR a pagar” (Peronaci, 150-152).

Una atenta lectura de los comunicados del grupo Phoenix manifiesta que muchos  términos usados “son claramente masónicos”. Por ejemplo, “irregular obediencia”, también la expresión final “Order NY-ADC”. Y las cuatro piedrecitas encontradas en septiembre de 1983 en el interior de un sobre amarillo tienen significado masónico (Roberto Calvi fue encontrado con piedras en el bolsillo), “si no se sigue esta pista, la única que prácticamente nadie ha seguido, el caso Gregori-Orlandi permanecerá por siempre sin solución” (Peronaci, 362).

La pregunta es: ¿Por qué no se sigue esa pista? El juez Ferdinando Impossimato necesitó muchos años para reconocer que Italia era “la República de las masacres impunes” (2012). En el trágico caso Aldo Moro, dice el juez, “el general Carlo Alberto Dalla Chiesa encontró la prisión cuatro días después del secuestro, el 20 de marzo”, pero “llegó la orden de dos hombres políticos de que él no debía irrumpir”. Estando allí cuatro militares (Santovito, Musumeci, Maletti y otro), “llegaron dos hombres políticos, Andreotti y Cossiga”. Cossiga le hizo creer a Dalla Chiesa que “una irrupción de los carabineros podía llevar a la muerte de Aldo Moro”. Le dijo: “De momento, no lo puedes hacer”. El 8 de agosto de 2009, el juez recibió este testimonio: “Yo soy un ex carabinero, me encontraba bajo la prisión de Aldo Moro, fui llevado allí por Dalla Chiesa, debíamos irrumpir y el 7 de mayo nos dieron la orden de que debíamos marchar” (You Tube, 30-10-2013).

* Se archiva la investigación. Pietro critica al  procurador jefe: “Emanuela sigue siendo un tabú no  sólo en el Tengo la triste sensación de que  al procurador jefe no le importa la cuestión, menos aún llegar a la verdad. Hace dos años un magistrado  dijo públicamente, y me sorprendió positivamente, ‘en el Vaticano hay personas aún vivas que saben lo que sucedió’. Esta declaración fue frenada en seco por el procurador jefe Giuseppe Pignatone” (Peronaci, 178-179).

Por su parte, María Laura Bulanti, la madre de niño José Garramón, dice en su libro Señales: “En abril de 2013 cuando todo esto recomenzó, mi primera reacción fue  contactar en el Vaticano a dos personas que sentía cercanas. Por distintos motivos, no fueron de ayuda”. A través de una persona de su país, con fuertes vínculos con el Vaticano, le llegó un mensaje de la Nunciatura en Uruguay: “Según ellos, no era conveniente continuar pidiendo información. El tema era considerado no grato para la Santa Sede”. Sin embargo, el 21 de mayo de 2013 le escribió al papa Francisco: “Su respuesta no tardó en llegar, se solidarizó conmigo y me prometió hacer lo que estuviera a su alcance para esclarecer los hechos”. María Laura y su marido asistieron a la Misa en Santa Marta. El papa se interesó por su caso y designó una persona de la Secretaria de Estado para ayudarles, pero esta persona “hizo muy poco”.

María Laura recuerda cómo se cerró el caso: “Yo volví a Uruguay cuatro días después trayendo conmigo las cenizas de mi hijo. Y mientras el duelo y mi bebé recién nacido ocupaban todo mi tiempo, el equipo de abogados contratado por el padre del asesino, con el profesor Giuseppe De Luca a la cabeza, se encargó de hacer los 3 juicios necesarios para cerrar el caso rápidamente, convertirlo en “cosa juzgada” y de esta manera no reabrirlo nunca más. El Profesor  Giuseppe De Luca figura en un informe del año 1997 (G. Nuzzi, Vaticano S.p.A., 89) como asesor penal del cuestionado presidente del IOR, Ángelo Caloia, así como también asesor del entonces Cardenal Sodano”, “el padre del responsable de la muerte de mi hijo, Aldo Accetti, integró la logia masónica Accademia Mediterránea, vinculada a Trípoli y Sicilia, cuyo presidente era el príncipe Alliata de  Montereale, quien a su vez fué Gran Maestro de la logia masónica di Piazza del Gesù  e integraba la P2, carnet n. 361” (Bulanti, 32-36, 65-66 y 70-75).

Volviendo al caso de Emanuela, los interrogatorios iban a buen ritmo: trece en tres meses. Sin embargo, coincidiendo con la pausa de verano, algo sucedió. El reloj de la justicia, en la reanudación otoñal, comenzó a pararse: “Las pruebas (vocal, gráfica, dactiloscópica, del DNA) se encasquillaron. Audiciones testimoniales y verificaciones fueron aplazadas sine die. Las peticiones de rogatoria para escuchar a prelados reclamados en causa no se hacían” (Peronaci, 243).

El 5 de mayo de 2015 la Fiscalía de Roma plantea archivar la investigación de los secuestros de Emanuela y Mirella. MFA es descrito como un “sujeto ansioso de protagonismo”. El 30 de septiembre, el procurador Giuseppe Pignatone pide archivar la investigación: “No hay elementos idóneos para pedir el reenvío a juicio de alguno de los investigados”. Los investigados son: Pietro Vergari, Sabrina Minardi, el chófer Sergio Virtú, Angelo Cassano (Ciletto), Gianfranco Cerboni (Giggetto) y MFA.

El mismo día, Pietro Orlandi convoca una manifestación ante la Fiscalía con el lema: Nosotros NO ARCHIVAMOS. La manifestación es apoyada por 80.000 firmas. En desacuerdo con la decisión de archivar la investigación se manifiesta el procurador adjunto Giancarlo Capaldo. Llama la atención. Hace tres años, Giuseppe Pignatone fue nombrado Presidente del Tribunal del Estado Vaticano (3-10-2019).

Gastos del Vaticano con Emanuela

Septiembre de 2017. El documento es una carta de 5  páginas (ver fotos), con fecha 28-3-1998, (supuestamente) enviada por el cardenal Lorenzo Antonetti (+2013), entonces presidente de la APSA (Administración del Patrimonio de la Sede Apostólica), a los monseñores Giovanni Battista Re, Sustituto de la  Secretaría de Estado, y Jean-Louis Tauran, responsable de Relaciones con los Estados. El documento recoge los gastos del Vaticano con Emanuela (unos 250.000 euros actuales) que se producen entre enero de 1983 y julio de 1997. Lo publica el periodista Emiliano Fittipaldi en  su libro Gli impostori (2017).

* Documento-carta. El título: “Informe global de los gastos realizados por el Estado Ciudad del Vaticano en las actividades referidas a la ciudadana Emanuela Orlandi (Roma, 14 enero 1968)”. Aquí figura el lugar y la fecha de nacimiento de Emanuela. Al final del documento figura la fecha del mismo: 28 de marzo de 1998.

Es un mandato: “La prefectura de la Administración del Patrimonio de la Sede Apostólica ha recibido mandato de redactar un documento de síntesis de las prestaciones económicas hechas necesarias para sostener las actividades desarrolladas a partir de alejamiento domiciliario y de las fases sucesivas del mismo de la ciudadana Emanuela Orlandi”. Mandato ¿de quién? En 1998 puede ser del Secretario de Estado, Ángelo Sodano. En consecuencia, “la sección referida, bajo mi supervisión, ha procedido a recoger el material a través de los agentes del Estado que han intervenido en el asunto”.

Es un mandato: “La prefectura de la Administración del Patrimonio de la Sede Apostólica ha recibido mandato de redactar un documento de síntesis de las prestaciones económicas hechas necesarias para sostener las actividades desarrolladas a partir de alejamiento domiciliario y de las fases sucesivas del mismo de la ciudadana Emanuela Orlandi”. Mandato ¿de quién? En 1998 puede ser del Secretario de Estado, Ángelo Sodano. En consecuencia, “la sección referida, bajo mi supervisión, ha procedido a recoger el material a través de los agentes del Estado que han intervenido en el asunto”.

Muchas limitaciones: “Muchísimos límites en la reconstrucción han sido encontrados en la imposibilidad de rastrear documentación relativa a los agentes de apoyo utilizados en suelo italiano, teniendo en cuenta la prohibición a mi impuesta de interrogar a las fuentes, encargando exclusivamente al jefe de la Gendarmería Vaticana en este sentido”.

Recibos y extractos de cuenta: “Los documentos anexos (197 páginas) al presente informe son presentados en original por lo que se refiere a los pagos de los cuales hay recibo, son presentados en forma de extracto de cuenta en las cantidades de dinero utilizadas y retiradas por gastos no facturados”. Veamos el desglose de gastos:

* Enero 1983 - Enero 1985. Fuente Investigadora en Taller de moda Hermanas Fontana (L. 450.000), Fuente Investigadora Informe SIP (L. 400.000), Preparación de la actividad investigadora exterior (L. 450.000), D.B. Prato della Signora - Roma (L. 1.000.000), Adquisición de Cintas Grabadas mediante Fuente (L. 1.000.000), T.P. Suore Ancelle dell’Immacolata de Parma (L. 400.000), Traslado (L. 4.000.000), Pensión, comida y alojamiento en Londres, 176 Chapman Road (L. 8.000.000), Gastos de investigación formal en colaboración con Roma (L. 23.000.000), Actividad de investigación reservada extra Comando 1 dirigida Cardenal Casaroli (L. 50.000.000), Segundo Traslado (L. 900.000).

* Febrero 1985 – Febrero 1988. Traslado y permanencia del jefe de la Vigilancia vaticana Camilo Cibin en Londres, 6 Ellerdale Road NW3 6NB (L. 18.000.000), Anticipo pago mensualidad global (L. 20.000.000), Actividad gestión Prensa coordinada por el doctor Teófilo Benotti (L. 5.000.000), Actividad investigadora sobre las pistas falsas con utilización de agencia de apoyo para el análisis en territorio italiano (L. 9.000.000), A.M. aportación (L. 12.000.000).

* Marzo 1988 – Marzo 1993. Análisis fonográfico agencia externa (L. 35.000.000), Traslado Comendador Camilo Cibin, y doctor Renato Buzzonetti a la sede l. 21 (L. 7.000.000), Gastos médicos en St. Mary Hospital (L. 3.000.000), Facturas de ginecología de la doctora Leasly Regan (en anexo 28), Actividad del cardenal Ugo Poletti (L. 80.000.000), Tercer Traslado (L. 9.000.000).

* Abril 1993 Julio 1997. Gastos sumarios de pensión total periodo de referencia,  detalle mensual y anual en anexo 22 (L. 70.000.000), Gastos sanitarios globales (L. 4.000.000), Actividad general y traslado al Estado Ciudad del Vaticano, con trabajo referido a prácticas finales (L. 21.000.000).

* Comentario. No se publica la documentación adjunta de 197 páginas, facturas  y otros anexos, que deberían ser investigados. Los originales del documento no fueron devueltos tras el robo. El documento no lleva membrete ni sello ni firma. Sorprende el tratamiento dado a los destinatarios: “Sua Riverita Eccellenza”. Eso no lo escribe el cardenal Antonetti. En francés el nombre de Tauran es Jean Louis, no Jean Luis. Parece un borrador de documento que no se firmó, pero se archivó. Es sabido que Antonetti y Marcinkus “nunca   tuvieron buena relación” (Fittipaldi, 30). Si se tratara de un documento falso, irrelevante, ¿por qué se guarda en la caja fuerte junto a otros asuntos “desagradables” (así los califica monseñor Abbondi ante los jueces vaticanos), como el dossier sobre el banquero Michele Sindona, los escándalos del IOR, los gastos de Juan Pablo II con la financiación de  Solidaridad, la correspondencia entre Sindona y Umberto Ortolani?

En la página 2, al comienzo, parece haber un error: en vez de Enero 1983, Junio 1983. El primer gasto está relacionado con el supuesto trabajo de Emanuela (promoción de Avon) durante un desfile de las Hermanas Fontana. El segundo gasto, relativo al Informe SIP, parece buscar información sobre las llamadas del Americano. El tercer gasto, referido a actividad investigadora exterior, puede estar relacionado con el origen de la pista turca. En el cuarto gasto el acrónimo D.B. es desconocido, el “Prato della Signora” es un barrio residencial en la zona norte de Roma. ¿Pudo estar allí Emanuela? ¿Fue devuelta por los secuestradores o fue recuperada por un comando vaticano? Si fue devuelta o si fue recuperada, ¿por qué la oculta el Vaticano? El quinto gasto, adquisición de cintas grabadas, parece referirse al comienzo de la desaparición. En el sexto gasto se desconoce el acrónimo T.P., se cita a las Siervas de la Inmaculada Concepción de Parma. ¿Estuvo un tiempo Emanuela en Parma? Después, hay un traslado. La cifra del traslado es enorme, casi 7000 euros de hoy. A continuación, Emanuela parece residir en Londres en 176 Chapman Road. Esta dirección no existe, pero sí una semejante: “En el 176 Clapham Road, a comienzos de los años ochenta, había (y hay) una       residencia femenina católica, propiedad de los padres scalabrinianos”. El responsable dice no saber nada del asunto Orlandi. Hay gastos de investigación formal en colaboración con Roma, es decir, con las autoridades italianas. Sorprende el gasto relacionado con la actividad del Comando 1, del que se dice en página 1 que no se ha podido incluir su actividad. Después se habla de un segundo traslado, se entiende, dentro de Londres.

En la página 3 el jefe de la Vigilancia vaticana, Camilo Cibin, aparece en Londres, en 6 Ellerdale Road. En esta dirección hay una residencia que dirigen las    monjas de Santa Marcelina. Se anticipa el pago de la mensualidad global. Figura una actividad de Prensa coordinada por el doctor Teófilo Benotti colaborador de LOsservatore Romano, relacionado con   el círculo estrecho de Wojtyla. También figura una investigación sobre pistas falsas con ayuda de agencia para el análisis en territorio italiano.

En la página 4 hay un análisis fonográfico encargado a una agencia externa. Hay gastos por traslado a Londres de Camilo Cibin, jefe de la Vigilancia vaticana, y del doctor Renato Buzzonetti. Hay también gastos médicos de Emanuela y facturas de ginecología. En el hospital no  informan al respecto, pues violaría la  privacidad de los pacientes. No se explica en qué consiste la actividad del cardenal Ugo Poletti. Se habla de un tercer traslado.

En la página 5 figuran gastos sumarios de pensión y gastos globales sanitarios. Es enigmático el último gasto que incluye “traslado al Estado Ciudad del Vaticano” y “trabajo referido a prácticas finales” (Fittipaldi, 60-71). Como dice Laura Sgros, abogada de la familia Orlandi, parece sugerir “la devolución de un cadáver”.

* Archivo del documento. El documento procede del archivo de Lucio Vallejo Balda, secretario de la Prefectura de Asuntos Económicos y secretario de la   Comisión de Economía (COSEA). Según las fuentes    consultadas, escribe Andrea Tornielli, “Balda conservaba el documento”. Tras el extraño robo que  tuvo lugar en la Prefectura en la noche del 29 al 30 de  marzo de 2014 “confió a otras personas que entre el material robado estaba también el dossier sobre Emanuela Orlandi”. Sin embargo, “el dossier no estaba en el paquete de documentos devueltos a la Prefectura tras el robo y puestos en su lugar por Vallejo Balda” (Vatican Insider, 18-9-2017).

Francesca Chaouqui, que fue miembro de la COSEA, escribe en su libro Nel nome di Pietro (2017) que en la mañana del 30 de marzo recibió un mensaje de Vallejo Balda. Con el mensaje iba la foto de la caja fuerte abierta. En la caja   fuerte estaba el dossier sobre el banquero Michele Sindona, sobre los escándalos del IOR, sobre Emanuela Orlandi, “los informes de los gastos ‘políticos’ de Juan Pablo II en los tiempos de la Guerra Fría y de Solidaridad”, “la correspondencia entre el banquero Michele Sindona y el empresario Umberto Ortolani” (Chaouqui, 144-147).

* Verificación en Madrid. A mediados de mayo de 2017, el periodista italiano trae los 5 folios a Madrid: “He de enseñárselos a alguno que pueda verificar el contenido”. Es, sin duda, Vallejo Balda, que ha vuelto a la diócesis de Astorga y ha compartido con el periodista el banquillo de los acusados en el juicio del Vatileaks 2 por la fuga de documentos. El periodista le muestra el documento. El sacerdote “lee los folios, levanta la cabeza y me dice: Sí, son aquellos que estaban en el armario blindado de la Prefectura de Asuntos Económicos del Vaticano. ¿Quién te los ha dado?”. El periodista no responde, pero -afirma- en los dos primeros encuentros la persona excluyó con firmeza  tener los papeles que buscaba: “Los he leído sólo, si los tuviera te los daría, figúrate”. Al  tercer encuentro, la persona admitió tener los documentos: “Te los doy solo porque creo que ha llegado el momento de hacer luz sobre la historia”. Al cuarto encuentro, “tenido en un bar del centro de Roma, me entregó una carpetilla verde” (Fittipaldi, 10-14 y 25-26). En su libro Francesca Chaouqui indica el lugar donde ella suele recibir en el centro de Roma: “en el bar donde he recibido a todos los otros, en la plaza San Lorenzo en Lucina” (Chaouqui, 147 y 62). Francesca parece haber entregado los folios al periodista.

* Fuga de documentos. En el juicio vaticano, Vallejo Balda afirma haber filtrado los documentos del Vatileaks 2 bajo presión de Francesca: “Tras haberlo seducido en una noche de pasión el 27 de diciembre pasado en Florencia”. Por su parte, Francesca alega que la madre de Balda “dormía en su misma habitación” y recuerda las revelaciones que le hizo Balda aquella noche: “su amor”, “el hombre con el que ha convivido nueve meses en el Vaticano”. Francesca presenta “una denuncia por difamación” y afirma: “Sé muy bien que ha sido Balda quien ha pasado información a los periodistas”. En febrero de 2014 se crea la Secretaría para la Economía, presidida por el cardenal Pell. Balda queda Como secretario general, es nombrado Alfred Xuereb, secretario del papa (Chaouqui, 221, 238-242, 131-132).

* Robo y aviso. La carta y la documentación adjunta están en relación con el robo que el 30 de marzo de 2014 se produce en el archivo secreto de la Comisión de Economía vaticana (COSEA). Según afirma el periodista Gianluigi Nuzzi en su libro Via crucis, “los ladrones estaban muy bien informados”, “abrieron algunas puertas con las llaves”, “sabían con precisión qué armario blindado forzar”.

Pero no es sólo el robo. El 10 de abril llega de Londres a la Prefectura de Asuntos Económicos una carta no firmada, que supone un aviso: “No perdonamos, no olvidamos.

¡Esperadnos!”, “los outsiders (los de fuera) están entrando por la parte externa”, “pasad esto al papa y a todos los interesados: el juego se ha terminado”. Al parecer, el robo se convierte en instrumento de presión. El 27 de abril de 2014, día de la canonización de Juan XXIII y Juan Pablo II, aparece en el buzón postal de la Prefectura “un paquete cerrado, sin destinatario ni remitente”: “Es una parte de los documentos robados”. El robo no se hace público: “La historia del paquete debe permanecer secreta” (Nuzzi, 181-188).

* Un enigma más. Ciertamente, no pensaba estar allí. Por diversos motivos, mi proyectado viaje a Roma, que en principio iba a ser en octubre de 1997, se había ido aplazando. El caso es que en junio de 1998 me encontraba allí, un mes después de la masacre, hablando con uno de los primeros testigos. El 4 de mayo, poco después de las nueve de la noche, en el apartamento del nuevo comandante de la Guardia suiza, aparecen tres muertos encharcados en sangre: el comandante Alois Estermann, su mujer Gladys Meza y el vicecabo Cédric Tornay. El macabro hallazgo lo hace una religiosa cuya identidad no se da a conocer (El día de la cuenta, 261-281).

Joaquín Navarro Valls (portavoz vaticano), Giovanni Battista Re (sustituto de la Secretaría de Estado) y Pedro López Quintana (asesor para asuntos generales) aparecen en el lugar del suceso. Llegan también tres dirigentes del Cuerpo de Vigilancia: Camilo Cibin, Raúl Bonarelli, y otro. Antes de que se hiciera la autopsia, el portavoz lo tiene claro. El vicecabo Cédric Tornay “en un momento de locura” ha matado al matrimonio y después se ha suicidado, “el Vaticano tiene la certeza moral de que los hechos se han desarrollado así”: “Los datos de la autopsia no cambiarán esta explicación, que es mucho más que una hipótesis” (ABC, 6-6-1998). El portavoz habla también de una medalla que Estermann le habría negado al vicecabo y de una “carta de despedida” que hacia las 19’30 (hora y media antes del delito) Tornay habría entregado a un compañero.

La madre del guardia suizo, Muguette Baudat, comenta la carta: “La escritura parece la de Cédric, pero hay diferencias. Haré analizar esta carta por la policía científica suiza”, “quizá la carta había sido escrita para algo que debía suceder más tarde el 7 de junio, y la fecha del 4 de mayo ha sido puesta en un segundo momento” (Discepoli di verità, Bugie di sangue in Vaticano, 19-20 y 38-41).

Corrado Augias, en el diario italiano La Repubblica, afirma que la versión del portavoz es “demasiado perfecta”: “Demasiado esmeradas sus respuestas, demasiado rápidas, demasiado completas, demasiado unívoco el cuadro que dejan emerger. Cédric mata a los esposos Estermann y luego, víctima de su propio impulso, vuelve el arma contra sí mismo. Al caer esconde con el cuerpo la pistola; basta girar el cadáver para tener la prueba inatacable de que los hechos se han desarrollado exactamente de ese modo”. Sin embargo, “en tantos suicidios el arma es encontrada incluso a varios metros de distancia del cadáver” (La Repubblica, 6-5-1998).

El antiguo comandante de la Guardia Suiza, coronel Roland Buchs, es llamado urgentemente por el Vaticano y asume interinamente el mando del Cuerpo. El 8 de mayo, el coronel Buchs firma un comunicado (en tres lenguas) en el que expresa implícitas reservas sobre la versión oficial: “El hecho que ha provocado este gran horror sigue siendo misterioso. Sólo Dios conoce la respuesta a nuestras preguntas”. El portavoz vaticano rechaza difundir el comunicado del coronel, lo que es interpretado como una orden precisa de la Secretaría de Estado. En realidad, se libra una lucha de poder por el control de la Guardia pontificia. Estermann era el candidato del Opus para dirigir la Guardia Suiza. El nuevo comandante pretendía, a su vez, “liquidar el enorme poder acumulado en pocos años por el Cuerpo de Vigilancia y acabar con el control que éste ejerce sobre la Guardia Suiza, quitando así a la antigua Gendarmería toda competencia en materia de seguridad” (Discepoli, 34 y 47).

El 8 de febrero de 1999, el Vaticano da a conocer la sentencia del tribunal vaticano,  según la cual “no se debe promover acción penal (contra nadie), habiendo llegado a la conclusión de que los cónyuges Estermann han sido asesinados por el vicecabo Cédric Tornay, el cual a continuación se quitó la vida”.

El mismo día, se hace oficial la promoción de Raúl Bonarelli como subinspector del Cuerpo de Vigilancia: en el fondo, sucesor del inspector Camilo Cibin, ya octogenario: “Un ascenso verdaderamente singular y una doble coincidencia. Bonarelli estuvo y sigue estando implicado en la investigación relativa al secuestro de Emanuela Orlandi: la magistratura italiana le investigó - y aún le investiga - por falso testimonio y desviación de las investigaciones", “en el Vaticano es de sobra conocida la profunda enemistad que existía entre Estermann y Bonarelli” (Discepoli, 100-101).

Un mes después de los hechos tuve la oportunidad de hablar en la farmacia vaticana con José Luis Martinez Gil, hermano de San Juan de Dios. El motivo de mi visita era preguntarle si efectivamente podía confirmar que en la farmacia vaticana no se despachó nada en todo el mes para Juan Pablo I. Me lo confirmó. Al hermano se le veía nervioso: “Aquí se oye todo”, me dio a entender poniendo su dedo índice en el oído. Quedamos para el día siguiente por la tarde en una cafetería cercana. Era el 7 de junio. Teniendo unos amigos comunes, la conversación se desarrolló en un clima cordial. Por supuesto, hablamos de lo que había sucedido un mes antes. Me dijo que había sido uno de los primeros testigos. Estaba todavía impresionado. Mantuvo la versión oficial.

La madre del vicecabo recurrió a un gabinete especializado en causas de resonancia internacional, el estudio Brossolet-Vergès, y encomendó un examen forense alternativo a un especialista de la Universidad de Lausana, Thomas Crompecher. Según el informe, no puede demostrarse que el guardia suizo hubiera utilizado la pistola de trabajo, una Sting 75, para quitarse la vida. El orificio de salida de la bala comprende únicamente 7 milímetros, es decir, 2’41 menos de cuantos requieren los proyectiles que se alojan en la cámara de una Sting 75. Dice el abogado Luc Brossolet: “No se trata de especulaciones, sino de pruebas”,  “tenemos el derecho a confrontar nuestro informe con el del Vaticano. De otro modo, nos sentiremos obligados a pensar que detrás de este crimen se hallan otros misterios a los cuales no se le quiere dar respuesta” (El Mundo, 3-5-2002). 

La abogada italiana Laura Sgrò lo recoge en su libro Sangue in Vaticano (2022). En 2018 el abogado francés Luc Brossolet contactó con ella “por el asunto de Emanuela Orlandi”, porque según él “había en cierto modo un recorrido común tras los grandes eventos funestos vaticanos”.

Desde entonces Laura, abogada de la familia Orlandi, asumió la defensa del guardia suizo Cédric Tornay. La abogada pidió al Secretario de Estado, Pietro Parolin, acceder al fascículo correspondiente al guardia suizo. Dieciocho meses después, el Secretario de Estado mostró empatía por el dolor de la madre y autorizó a ver el fascículo, “con todas las limitaciones impuestas por el Promotor de Justicia”.

Con fecha 20 de mayo de 2021, el dictamen del Promotor de Justicia, Gian Piero Milano, ponía estas limitaciones: “No me daba derecho de copia ni podía grabar, sólo podía tomar apuntes”, “se me prohibía sacar copia del fascículo porque la investigación, en 1998, había sido cerrada por falta de pruebas” Pero, ¿cómo? La abogada quedó atónita. La conclusión obligada era esta: “¡El asesino fue Cèdric por insuficiencia de pruebas!” (Sgrò, 11 y 186-194).  

Sin duda, la misteriosa desaparición de Emanuela remite de cerca a los otros “misterios vaticanos” que marcan el pontificado de Juan Pablo II. Hechos graves que “se suceden unos a otros como las cuentas de un poco recomendable rosario. Hechos que han quedado oscuros también por voluntad de la Santa Sede” (Nicotri, 10).

En el libro del profeta Daniel aparece la “abominación de la desolación” como clave para denunciar una grave profanación del templo. En su tiempo Jesús anuncia la abominación que viene, “anunciada por el profeta Daniel, erigida en el Lugar Santo” ¿Dónde vemos hoy una cosa así? Hay que decirlo claramente. La Iglesia es Comunidad, no Estado. El Estado Vaticano fue un regalo diabólico. El 11 de febrero de 1929, con los Pactos de Letrán, el dictador italiano Benito Mussolini concedió a la Iglesia la constitución del Estado de la Ciudad del Vaticano. Se consideró como un triunfo de la Iglesia, “la gran obra de la reconciliación con   Italia” (Hertling, 493). Sin embargo, el Vaticano se ha convertido (literalmente) en “cueva de bandidos”, como el viejo templo denunciado por Jesús. La desaparición de Emanuela, uno de los grandes enigmas que Wojtyla se llevó a la tumba, lo manifiesta. Este caso es un secreto inconfesable.  Es, a la vez, abominación y desolación.

Jesús López Sáez