En el principio era la palabra
 

BEATIFICACION, ESCANDALO, APOTEOSIS  

 

firma cdig copiaLa beatificación de Juan Pablo II suscita en muchos, creyentes y no creyentes, perplejidad y escándalo. A nuestro modo de ver, no faltan motivos y son de dominio público. He aquí algunos. Al Papa Wojtyla se le pidió cuenta de la causa de Juan Pablo I y de otros enigmas vaticanos. No respondió. Enrocado en un Estado absoluto y soberano, no manifestó voluntad real de esclarecer los hechos, ni siquiera los que había detrás del atentado que pudo costarle la vida. ¿Es un modelo a seguir?
La reciente Carta de Benedicto XVI sobre "prevención y lucha contra las actividades ilegales en los terrenos financiero y monetario" y la ley vaticana sobre "prevención y lucha contra el lavado de dinero procedente de actividades criminales y contra la financiación del terrorismo" sugieren lo que debería haber hecho Juan Pablo II ante los oscuros negocios del IOR, el banco vaticano. No lo hizo. Durante años mantuvo al frente del IOR a Marcinkus, que negoció con banqueros de la logia P-2 y de la mafia. ¿Es un ejemplo a imitar?
El apogeo papal, que empieza con Pío IX y culmina con Pío XII, retorna con Juan Pablo II. La renovación conciliar, volviendo a las fuentes, cuestionó esa forma de ejercer el pontificado. La vuelta al Evangelio implica una revisión de lo que significa ser Papa. Al Papa se le pide una forma de ejercer su función, realmente evangélica y ecuménica: proclamar la palabra de Dios, sin imponerla por la fuerza. Mientas tanto, dos grandes objetivos del Concilio siguen realmente pendientes: la renovación eclesial y la reconstrucción de la unidad entre los cristianos. ¿No ha llegado todavía el momento?
Es una lección de la historia. Cuando el pontificado pierde su poder temporal, desarrolla su poder espiritual. El Papa se vuelve "infalible". La infalibilidad es un "atributo divino" y, por tanto, no es aplicable a ningún ser humano. Los papas son humanos. Lo que tienen que hacer es procurar no fallar. Sin embargo, prospera el "culto a la personalidad", el "culto papal", el papismo, la obediencia al Papa por encima de todo, incluso de la palabra de Dios. ¿Ha de ser así entre los discípulos de Jesús?, ¿no hay que obedecer a Dios antes que a los hombres?
Para cumplir su misión, Jesús supera la tentación del poder. Según Richard Allen, que fue consejero de seguridad del presidente Reagan, el Papa Wojtyla establece en abril de 1984 "una de las más grandes alianzas secretas de todos los tiempos", la alianza con la política americana de Ronald Reagan. Las víctimas de esa política ¿pueden celebrar esta beatificación?, ¿ha de ponerse el Evangelio al servicio del Imperio?
El fundador de los Legionarios, Marcial Maciel, con su escandalosa vida podría haber terminado en los altares de haber muerto antes que el Papa Wojtyla. Durante años y años, víctimas de sus abusos sexuales vieron cómo el Papa, en lugar de hacerles justicia, protegía al pederasta y le alababa como "padre espiritual y guía eficaz de la juventud" (5-12-1994). La foto de Juan Pablo II celebrando el sesenta aniversario de la ordenación de Maciel dio la vuelta al mundo (30-11-2004). El postulador de la causa alega "la falta de conocimiento del Papa" de esos abusos. Pero ¿acaso no le dijo nada el cardenal Ratzinger?, ¿hubo encubrimiento eclesiástico durante sesenta años?, ¿hay que comulgar con piedras de molino?, ¿se olvidan las duras palabras de Jesús contra el escándalo de los pequeños?
Contra viento y marea, el apogeo papal avanza con la beatificación y la canonización de los papas. No hay problema. La "fábrica de los santos" está en casa. Es cuestión de ponerla a funcionar. Sin embargo, debería analizarse con cuidado. En cierto modo, recuerda la divinización pagana de los emperadores romanos y de los faraones.
Lo denunciamos en el libro "Juan Pablo I. Caso abierto". El apogeo papal que contemplamos es una idolatría incompatible con el Evangelio (papismo), un obstáculo en el camino de la unidad (problema ecuménico), una piedra de tropiezo (escándalo) en el camino de la renovación eclesial. Ahora, tras los petardos de la pederastia, llega lo que faltaba, la traca final, la apoteosis de la próxima beatificación.   

 

Jesús López Sáez