En el principio era la palabra
 

 

PROBLEMAS DE COMUNION

Discernimiento

jesus11.  Con realismo, el evangelio aborda los problemas de comunión que se dan en la comunidad y nos indica la forma de afrontarlos: protagonismos, escándalos, pecados graves, ofensas personales. La presente catequesis recoge situaciones muy diversas y aporta una serie de pistas para el adecuado discernimiento de las mismas.

2. De una forma especial, el capítulo 18 de San Mateo nos ayuda a discernir los problemas de comunión que se dan en la comunidad. En primer lugar, los protagonismos, que, con frecuencia, aparecen solapados o encubiertos. Cuando los discípulos discuten sobre quién es el mayor, Jesús llama a un niño, le pone en medio y dice: "Yo os aseguro: si no cambiáis y os hacéis como los niños no entraréis en el reino de los cielos. Así pues, quien se haga pequeño como este niño, ése es el mayor en el reino de los cielos" (Mt 18, 3-4). Los discípulos deben cambiar, hacerse pequeños, renunciar a la pretensión de ser superiores a los demás, apartarse de todo lo que sea ambición y envidia, tener una actitud de servicio: "El que quiera ser el primero entre vosotros sea vuestro servidor" (20,27). 

3. Un problema especialmente grave es el escándalo de los pequeños. Los discípulos no pueden ser piedra de tropiezo para otros: "Al que escandalice a uno de estos pequeños que creen en mi, más vale que le cuelguen una de esas piedras de molino que mueven los asnos, y le hundan en lo profundo del mar" (18, 6). El escándalo de los pequeños es algo tan grave que hay que tomar medidas drásticas para evitarlo: "Si tu mano o tu pie te es ocasión de pecado, córtatelo y arrójalo de ti", "si tu ojo te es ocasión de pecado, córtatelo y arrójalo de ti" (18,8-9), "guardaos de menospreciar a uno de estos pequeños" (18, 10). 

4. El discípulo puede ceder ante el ambiente que le rodea. Tal es el caso de la oveja perdida, es decir, el discípulo que está perdido y puede ser recuperado: "Si un hombre tiene cien ovejas y se le pierde una, ¿no dejará en los montes las noventa y nueve, para ir en busca de la perdida?" (18, 12). 

5. Ante el pecado grave de uno de sus miembros, se aplica la corrección fraterna: "Si tu hermano llega a pecar, vete y repréndele a solas tú con él. Si te escucha, habrás ganado a tu hermano. Si no te escucha, toma todavía contigo uno o dos, para que todo asunto quede zanjado por la palabra de dos o tres testigos. Si les desoye a ellos, díselo a la comunidad. Y si hasta a la comunidad desoye, sea para ti como el gentil o el publicano" (Mt 18, 15-17). La corrección fraterna supone la precaución de no alborotar a toda la comunidad. La corrección debe hacerse primero a solas. En caso de que fracase, la corrección debe repetirse ante uno o dos: "para que todo asunto quede zanjado por la palabra de dos o tres testigos" (ver Dt 19,15). Si la corrección fracasa de nuevo, el asunto pasa a la comunidad. Si el pecador desoye a la comunidad, "sea para ti como el gentil o el publicano", queda fuera de la comunidad. 

6. La decisión de la comunidad sobre la comunión de uno de sus miembros (atar o desatar, retener el perdón o perdonar) es reconocida también por Dios: "Todo lo que atéis en la tierra quedará atado en el cielo, y todo lo que desatéis en la tierra quedará desatado en el cielo" (Mt 18,18). La misión de atar y desatar, asumida en la oración, puede contar con la presencia del Señor, pues "donde están dos o tres reunidos en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos" (18, 20; Jn 20,23). 

7. Pedro plantea a Jesús un caso distinto, que puede suceder con frecuencia, la ofensa personal: "Señor, ¿cuántas veces tengo que perdonar las ofensas que me haga mi hermano? ¿Hasta siete veces?". Le dice Jesús: "No te digo hasta siete veces, sino hasta setenta veces siete" (18, 21-22). La situación parece aludir al antiguo pasaje de la venganza que dice: "Caín será vengado siete veces, mas Lamec lo será setenta y siete" (Gn 4, 24). La respuesta de Jesús a Pedro es contundente: el discípulo ha de perdonar siempre la ofensa personal. En el espíritu del Evangelio, no sólo "no darás falso testimonio contra tu prójimo" (Ex 20,16), sino que además disculparás, perdonarás. Jesús nos invita a dirigirnos al Padre diciendo: "Perdona nuestras ofensas, como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden" (Mt 6,12). 

8. La parábola del siervo sin entrañas inculca con fuerza la necesidad del perdón (18, 23-35). Aquel, a quien Dios ha perdonado una gran deuda, no tiene compasión de su compañero, que le debe una pequeña cantidad y le dice: "Ten paciencia conmigo, que yo te lo pagaré". Pero él no accedió, sino que fue y lo metió en la cárcel hasta que pagara la deuda. Los compañeros, al ver lo sucedido, quedaron desolados y fueron a contárselo a su señor. Este llamó al siervo y le dijo: "¡Miserable! Toda aquella deuda te la perdoné, porque me lo suplicaste. ¿No debías también tú tener compasión de tu compañero, como yo la tuve contigo?". Y el señor, indignado, lo entregó a los verdugos, hasta que pagara toda la deuda. "Así hará también con vosotros mi padre celestial, si no perdonáis de corazón cada uno a su hermano". 

9. El capítulo 5 de San Mateo aborda también problemas de relación, peleas, insultos, pleitos. Dice Jesús a sus discípulos: "Habéis oído que se dijo a los antiguos: No matarás, y el que mate será procesado. Pues yo os digo: Todo aquel que esté peleado contra su hermano, será reo ante el tribunal; y el que llame a su hermano imbécil, será reo ante el Consejo, y el que le llame renegado será reo de la condena de fuego" (5,21-22). La mayor parte de los manuscritos antiguos dice: "Todo aquel que se enoje sin motivo contra su hermano". 

10. De hecho, el hermano ofendido puede manifestarse molesto, enojado: "Si, pues, al presentar tu ofrenda en el altar te acuerdas entonces de que un hermano tuyo tiene algo contra ti, deja tu ofrenda allí, delante del altar, y vete primero a reconciliarte con tu hermano" (5,23-24). Obviamente, según el contexto, el insulto puede variar. Las conflictos son juzgados ante el tribunal o ante el Consejo. Las divisiones y disensiones contaminan la celebración. Como dice San Pablo, "eso ya no es celebrar la cena del Señor" (1 Co 11,20). Dice también: "Os ruego, hermanos, que os guardéis de los que suscitan divisiones y escándalos contra la doctrina que habéis aprendido, apartaos de ellos", "por medio de suaves palabras y lisonjas seducen los corazones de los sencillos" (Rm 16,17-18).

11. El problema de relación puede terminar ante el juez. Es de sentido común, mejor es un acuerdo que un pleito: "Ponte de acuerdo con tu adversario mientras vas con él por el camino, no sea que tu adversario te entregue al juez, y el juez al guardia, y te metan en la cárcel" (Mt 5,25). 

12. El perdón incluye arrepentimiento: "Si tu hermano peca, repréndele y, si se arrepiente, perdónale. Y si peca contra ti siete veces al día, y siete veces se vuelve a ti, diciendo: Me arrepiento, le perdonarás" (Lc 17,3-4). El reconocimiento del pecado obtiene su perdón (Sal 32).

13. Jesús pide a sus discípulos no devolver mal por mal: "No resistáis al mal; antes bien, al que te abofetee en la mejilla derecha ofrécele también la otra; al que quiera pleitear contigo para quitarte la túnica, déjale también el manto, y al que te obligue a andar una milla, vete con él dos. A quien te pida, da, y al que desee que le prestes algo no le vuelvas la espalda... Amad a vuestros enemigos y rogad por los que os persiguen...si no saludáis más que a vuestros hermanos qué hacéis de particular?" (Mt 5,39-47; Rm 12,17; 1 Ts 5,15). El saludo no se le niega a nadie.

14. Jesús pide a sus discípulos no juzgar a los demás: "No juzguéis y no seréis juzgados" (Mt 7,1). Se trata del respeto debido a los demás, no de un caso grave dentro de la comunidad que sí se debe juzgar (1 Co 5,12). El discípulo no debe meter el dedo en el ojo del otro: "Hipócrita, saca primero la viga de tu ojo, y entonces podrás ver para sacar la mota del ojo de tu hermano" (7,5). Jesús rechaza la oración de aquellos que se tienen por justos y desprecian a los demás; en cambio, acoge la oración del publicano (Lc 18,9-14). Es bueno hablar con el corazón en la mano, también lo es vigilar los impulsos del propio corazón, de donde salen las intenciones malas (Mc 7,21-23). El modelo está en Dios que es amor (1 Jn 4,8). Lo dice San Pablo: "Tú ¿por qué juzgas a tu hermano? Y tú ¿por qué desprecias a tu hermano?" (Rm 14,10). Los discípulos deben acogerse mutuamente (Rm 15,7). De una forma especial, debe ser acogido el que es "todavía débil en la fe" (Rm 14,1). El amor fraterno es fundamental (Jn 15,12). Es el producto de la vid, el vino bueno, no el vinagre. La comunidad supone comunión.

15. Una situación permanente de tensión puede requerir separación. Se puede dar en el matrimonio (1 Co 7,10), también en la misión (Hch 15,36-41). En caso de conflicto, está indicada la mediación. Como dice Pablo:"¿No hay entre vosotros alguien sabio que pueda juzgar entre hermanos?" (1 Co 6,5). Y también: "Por la palabra de dos o tres testigos se zanjará todo asunto" (2 Co 13,1). 

16. La invitación al perdón no impide constatar otras situaciones que también suponen problemas de relación: la oposición de familiares y escribas (Mc 4,20-30), la división que se produce por causa del Evangelio (Lc 12,51), el abandono de quienes juzgan duro su lenguaje (Jn 6,60-69), la ociosidad de quien no quiere trabajar (2 Ts 3,10), la cizaña que siembra el adversario (Mt 13,24-30), la traición de uno de los doce (Lc 22,21-23), la cruz que se pone sobre Jesús (23,33-34).

17. Ante un caso inmoral San Pablo da esta orientación: "Al escribiros en mi carta que no os relacionarais con los impuros, no me refería a los impuros de este mundo...De ser así, tendríais que salir del mundo. ¡No! Os escribí que no os relacionarais con quien, llamándose hermano, es impuro, avaro, idólatra, ultrajador, borracho o ladrón. Con esos, ¡ni comer! Pues ¿por qué voy a juzgar a los de fuera?¿No es a los de dentro a quienes vosotros juzgáis? A los de fuera Dios los juzgará. ¡Arrojad de entre vosotros al malvado!" (1 Co 5,9-13).

18. El Evangelio es anunciado como buena noticia: ¡Bienaventurados, dichosos, felices!, dice Jesús. Así, hasta nueve veces (Mt 5,3-11). El Evangelio cumple la ley y los profetas (5,17), supera la justicia de escribas y fariseos (5,20), mantiene esta tensión: "Habéis oído que se dijo, pues yo os digo" (5,21-48). No es para unos pocos que se alejan del mundo, sino para muchos que pueden transformarlo. De una forma especial, es para la comunidad que en el Evangelio encuentra su propia identidad. Y es para el mundo que, con esa sal, necesita ser preservado de la corrupción y, con esa luz, necesita ser liberado de la oscuridad: "Vosotros sois la sal de la tierra", "vosotros sois la luz del mundo" (5,13-14).

19. El Evangelio no sólo asume el Decálogo, lo lleva a su plenitud. No sólo "no tendrás otros dioses" (Ex 20,3), sino que "buscarás por encima de todo el reino de Dios y su justicia" (Mt 6,33). No sólo "no jurarás en falso" (Ex 20,7), sino que "no jurarás en modo alguno" (Mt 5,33-34). No sólo "guardarás el día del sábado" (Ex 20,8), sino que "el sábado se hizo para el hombre" (Mc 2,27), serás alimentado con "el pan de vida" (Jn 6,35-51). No sólo "honrarás a tu padre y tu madre" (Ex 20,12), sino que "aquellos que escuchan la palabra de Dios y la cumplen" serán tu familia (Lc 8,21). No sólo "no matarás" (Ex 20,13), sino que "amarás al enemigo" (Mt 5,43-46). No sólo "no cometerás adulterio" (Ex 20,14; ver Eclo 41,17; Ex 20,17), sino que "serás fiel con todo el corazón" (Mt 5,27-30). No sólo "no robarás" (Ex 20,15), sino que "compartirás tus bienes" (Lc 19,8-10). No sólo "no darás falso testimonio contra tu prójimo" (Ex 20,16; ver Pr 12,22), sino que "disculparás, perdonarás" (Mt 18,21-22). Del amor a Dios y al prójimo penden toda la Ley y los profetas (Mt 22,40).


* Diálogo: ¿Cómo afrontamos los problemas de comunión que se dan en la comunidad?