En el principio era la palabra
 

LA MISERICORDIA
Ni legalismo ni laxitud

Según  informa Irene Hernández en El Mundo (17-9-204), "cinco cardenales se rebelan abiertamente contra Francisco", "los cinco cardenales acaban de escribir un libro en el que dejan muy claro su rechazo absoluto y total a la posibilidad de que se permita a los divorciados comulgar después de emprender un camino de penitencia, tal y como había planteado en febrero pasado el cardenal alemán Walter Kasper, considerado progresista y cercano al Papa".
Los cinco cardenales son: Gerhard Müller, prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe; Walter Brandmuller, presidente emérito del Pontificio Comité de Ciencias históricas; Raymond Leo Burke, prefecto de la Signatura Apostólica; Carlo Caffarra, arzobispo de Bolonia, y Velasio de Paolis, presidente emérito de la Prefectura de Asuntos Económicos.
Invitado por el Papa, el pasado 20 de febrero el cardenal Kasper tuvo la ponencia introductoria en el consistorio extraordinario convocado para abordar la cuestión de la familia. El Vaticano prefirió no difundir el texto por considerarlo material de trabajo interno de los cardenales. El Papa le habría dicho al cardenal: “Debes plantear preguntas, preguntas que hagan pensar”. La ponencia de Kasper plantea, entre otras, esta pregunta: ¿Cómo puede la Iglesia responder en su acción pastoral a los divorciados vueltos a casar civilmente?
En cuanto a la información que aparece en El Mundo, hay que precisar. No se trata de los divorciados sin más, sino de los divorciados vueltos a casar, puesto que esta es la situación que choca con la posición de Jesús en el Evangelio.
Sobre el acceso a los sacramentos de los divorciados vueltos a casar, el cardenal Kasper había manifestado el día anterior a su ponencia: “Para mí no es concebible que si uno cae en un agujero, no haya salida para él. Esta imagen no es compatible con la misericordia. Hay una salida para los que se arrepienten y se convierten. Sin embargo, un agujero sin salida es imposible de entender para mí”. Por lo tanto,   ”hay una segunda oportunidad si la persona está abierta a ello” (Religión Digital, 19-2-2014).
Si hemos entendido bien, lo que el Papa pide en febrero al cardenal Kasper son “preguntas que hagan pensar” en el consistorio de cardenales. El Papa aplaude públicamente el día después la ponencia de Kasper: “He releído el trabajo del cardenal Kasper y quisiera darle las gracias”, “me ha hecho bien”, “esto se llama hacer teología de rodillas”. En su primer Angelus, el Papa elogió el libro del cardenal que lleva por título "La misericordia" (Sal Terrae, 2014). En el libro leemos lo siguiente:
"¡Nada de una misericordia de laissez faire!", "que todo lo tolera y consiente". Eso es una forma de "seudomisericordia" (pp. 143-144), es "una gracia barata", es "convertir la gracia en una ganga", es la "justificación del pecado, no del pecador", "es el anuncio del perdón sin penitencia” (p. 169), “la considerable relajación de la disciplina eclesial es una de las debilidades de la Iglesia actual y una forma errónea de entender lo que significa la misericordia", "el desmantelamiento de una rígida praxis legalista sin la simultánea constitución de una nueva praxis de disciplina eclesiástica en consonancia con el Evangelio ha llevado a un vacío que posibilita los escándalos que están en el origen de la grave crisis actual de la Iglesia. Solo recientemente, en conexión con los terribles casos de abusos sexuales, parece que vuelve a cobrarse conciencia de la necesidad de la disciplina eclesiástica".
Dice también: "Según el Evangelio de Mateo, Jesús otorgó a Pedro el poder de las llaves y a él, como a todos los apóstoles, la autoridad para atar y desatar, esto es, para excluir de la comunidad y reintegrar en ella; y el propio Mateo establece una clara regla para el ejercicio de tal autoridad (cf. Mt 16,19; 18,18)", "la eucaristía es el bien supremo de la Iglesia y no puede convertirse en una ganga que se ofrece de modo indiscriminado a todo el mundo y a la que todo el mundo cree tener derecho. Pablo juzga aquí con mucha severidad: quien come y bebe indignamente es reo del cuerpo y de la sangre del Señor, se come y bebe su condena (cf. 1 Co 11,27.29)".
Ahora bien, dice el cardenal, "si el pecador se arrepiente y se convierte, la comunidad debe actuar de nuevo con clemencia (cf. 2 Co 2,5-12)", "semejante comprensión de la disciplina eclesiástica como amarga -pero necesaria- medicina de la misericordia no es legalismo ni laxitud" (pp. 169-171).
En su libro el cardenal Kasper denuncia el legalismo y el liberalismo. Pone el dedo en la llaga de la grave crisis actual de la Iglesia y vuelve a las fuentes. Denuncia también el desmantelamiento de la vieja praxis legalista que conduce al vacío y promueve una nueva praxis de disciplina eclesial en consonancia con el Evangelio. Si se trata de eso, estamos de acuerdo. Y, por supuesto, si hay arrepentimiento y conversión, ya no hay agujero.
La ponencia del cardenal Kasper ha sido publicada en el libro que lleva por título “El Evangelio de la familia” (Sal Terrae, 2014). Su propuesta es la siguiente:
Si un divorciado, que se ha vuelto a casar civilmente, cumple estas condiciones: “se arrepiente de su fracaso en el primer matrimonio”, “ha cumplido con las obligaciones del primer matrimonio y ha excluido definitivamente la vuelta atrás”, “no puede abandonar sin culpabilizarse aún más los compromisos asumidos con el nuevo matrimonio civil”, “se esfuerza, sin embargo, por vivir del mejor modo posible su segundo matrimonio a partir de la fe y educar en ella a sus hijos”, “siente deseo de los sacramentos como fuente de fuerza en su situación”, “¿debemos o podemos negarle, después de un tiempo de nueva orientación (metanoia), el sacramento de la penitencia y, más tarde, el de la comunión?” (pp. 70-71).
En su ponencia, el cardenal Kasper dice que “sería erróneo buscar la solución del problema exclusivamente en una generosa ampliación del proceso de nulidad matrimonial. De ese modo se crearía la peligrosa impresión de que la Iglesia procede de un modo deshonesto al conceder dicha nulidad en casos en los que se trata en realidad de auténticos divorcios. Muchos divorciados no desean tal declaración de nulidad, pues dicen: hemos vivido juntos, hemos tenido hijos, y eso era una realidad que no puede declararse nula, a menudo únicamente por un defecto de forma del primer matrimonio desde un punto de vista canónico. Por tanto, debemos tomar también en consideración la cuestión, bastante más difícil, de la situación del matrimonio rato y consumado entre bautizados, donde la comunión de vida se ha roto irremediablemente, y uno o ambos cónyuges han contraído matrimonio civil” (p. 65).
Señor cardenal, la peligrosa impresión de que muchas nulidades son auténticos divorcios se está dando ya y la solución que usted propone sobre los divorciados vueltos a casar civilmente (o como sea) choca con la posición de Jesús en el Evangelio: "Si uno se divorcia de su mujer y se casa con otra, comete adulterio contra la primera. Y si ella se divorcia de su marido y se casa con otro, comete adulterio" (Mc 10, 11). Usted mismo dice que la Iglesia “no puede proponer una solución diferente o contraria a las palabras de Jesús” (p. 59), pero su propuesta no es consecuente.   
Si la había previamente, ahora la ambigüedad se resuelve, y de mala manera. Parecía que sí, pero resulta que no, como en la parábola del Evangelio (Mt 21, 30). Ciertamente, “no todos entienden este lenguaje” (19,11). “La palabra de Jesús, dice Kasper, debe interpretarse en el contexto de toda la tradición de la Iglesia”, que “no es en absoluto tan unilineal como se ha afirmado con frecuencia” (p.89). Sin embargo, debe ser al revés. La tradición de la Iglesia debe revisarse a la luz del Evangelio: “No puede fallar la Escritura”, dice Jesús (Jn 10, 35). Esperamos que la respuesta del Sínodo esté en sintonía con el Evangelio.
 


Jesús López Sáez