En el principio era la palabra
 

 

La misión de Jesús había comenzado por Galilea (Mt 4,15), pero su destino era Judea, Jerusalén y el templo, un destino comprometido y peligroso: “Ha devorado vuestra espada a los profetas, como el león cuando estraga” (Jr 2, 30; Mt 23,37). Jesús sube a Jerusalén (Lc 19,28), entra en ella humilde y pacíficamente (Za 9,9-10), purifica el templo (Jn 2,16). El templo está manchado: debía ser “casa de oración para todos los pueblos” y se ha convertido en “cueva de bandidos” (Mc 11,17; Jr 7, 11). El templo debe ser purificado; más aún, el templo debe ser sustituido (Jn 2,21). La marcha sobre el templo determina el proceso que se sigue contra Jesús (Mc 11,18). Jesús no se impone por la fuerza. No hay por qué temer: No temas, Sion (Jn 12, 15)



 

NO TEMAS, SION,
HOSANNA, JERUSALEN,
NO TEMAS, SION,
HOSANNA, JERUSALEN,
NO TEMAS A AQUEL QUE VIENE
HUMILDEMENTE A TUS PIES,
NO TEMAS A AQUEL QUE VIENE
HUMILDEMENTE A TUS PIES.

Ha devorado
vuestra espada a los profetas,
como el león
cuando estraga.

Han convertido
¡ay! la Casa de mi Padre
en un lugar
de bandidos.