En el principio era la palabra
 

-EL CREDO ¿PARA QUÉ?
Resumen del Evangelio


1.    Desde el principio, los cristianos sintieron la necesidad de una fórmula apostólica que resumiera la fe de la Iglesia. Así surgen los resúmenes kerygmáticos (por ejemplo, Hch 2,14-39). Mediante el anuncio y la catequesis se aseguraba la confesión de fe: “Un solo Señor, una sola fe, un solo bautismo, un solo Dios y padre de todos” (Ef 4,5-6).
 2.    En el siglo III se introduce la entrega del credo  (traditio symboli) como parte de la preparación de quienes van a ser bautizados. Se hace en cuaresma, etapa final del catecumenado. Cada iglesia tiene su credo. Es la época de los credos locales. La entrega del credo supone una serie de catequesis. Así lo hace San Cirilo de Jerusalén (+386): “Durante estos cuarenta días, comenzando por el Génesis, el obispo recorre todas las Escrituras”, “al cabo de cinco semanas de instrucción reciben el Símbolo, cuya doctrina se les explica” (Egeria, Itinerario, 46). El credo es resumen de la “tradición apostólica”, resumen del Evangelio: “Os transmití lo que a mi vez recibí”, dice Pablo (1 Co 15,3). A la entrega del credo corresponde la profesión de fe (redditio) al ir a ser bautizado (San Agustín, Confesiones, 8,2). El concilio de Nicea (año 325) inaugura la serie de credos conciliares, que introducen “nociones de origen filosófico”. El concilio lo convoca el emperador Constantino, que interviene personalmente en las sesiones. San Cirilo y muchos otros evitan la novedad de Nicea. Con la “conversión” de los emperadores, las masas invaden la Iglesia y el catecumenado va desapareciendo.

3.    En los primeros tiempos los cristianos consideran como lo esencial de su fe la confesión de Cristo. La fe en Dios se daba por supuesto. Era lo que los cristianos tenían en común con los judíos. Cuando se trataba de subrayar la confesión central de la fe cristiana, se proclama la fe en Cristo. Esta confesión se expresa en fórmulas breves: “Jesús es el Señor” (1 Co 12,3), “Jesús es el Cristo, el hijo de Dios” (Jn 20,30), “constituido hijo de Dios con poder…por su resurrección de entre los muertos” (Rm 1,3), “Dios le ha exaltado como Jefe y Salvador” (Hch 5,31). El símbolo del pez es también una breve confesión de fe: la palabra griega ICHTHYS (pez) corresponde a las iniciales de esta confesión: Iesoùs, Christòs, Theoû Yiòs, Sotér (Jesús, Cristo, Hijo de Dios, Salvador).
4.    Junto a la fe en Cristo, se enuncia frecuentemente una confesión de Dios que evoca la fe de Israel: “El Señor nuestro Dios es solamente uno” (Dt 6,4). Esta fe en Dios es fundamental también en Jesús (Jn 17,3; Mt 22,37) y en la Iglesia naciente (Rm 8, 15; Ga 4,6). El Nuevo Testamento presenta confesiones con dos artículos: “Un solo Dios, el padre, del cual proceden todas las cosas…y un solo Señor, Jesucristo, por quien son todas las cosas” (1 Co 8,6; ver Col 1,15-16; Hb 1,3), “hay un solo Dios, y también un solo mediador entre Dios y los hombres, Cristo Jesús, hombre también” (1 Tm 2,5), “la gracia y la paz de Dios nuestro Padre y de Jesucristo el Señor estén con vosotros” (Rm 1,7).
5.    El artículo primero, tal y como se formuló en el siglo II, consistía en esta afirmación escueta: Creo en Dios Padre todopoderoso. Se recoge la confesión de Dios, la fe en el Padre, que remite a la relación especial con Jesús, el Hijo (Mt 11,27), y también con nosotros (23,9). El otro título, todopoderoso, recoge la relación de Dios con toda la creación. Se añadirá después: creador del cielo y de la tierra. En el Nuevo Testamento la palabra “Dios” se refiere al Padre.
6.    En la primera carta a los corintios aparecen las principales afirmaciones que los símbolos posteriores incluyen en el artículo segundo: “que Cristo murió por nuestros pecados, según las Escrituras; que fue sepultado, que resucitó al tercer día, según las Escrituras; que se apareció a Cefas y luego a los Doce; después se apareció a más de quinientos hermanos a la vez” (1 Co 15,3-6). La expresión “descendió a los infiernos”, incluida en el Símbolo de los Apóstoles, ha recibido diversas explicaciones. En el doble movimiento descendente-ascendente del misterio pascual, junto a la muerte y sepultura, el descenso a los infiernos (en latín, inferí) representa el punto más bajo y profundo (inferior) de la humillación de Jesús. Es el reverso de su máxima exaltación (Flp 2,6-11; ver 1 P 3,19). Desde el principio, a Jesús Resucitado se le aplican atributos divinos: subió a los cielos, “fue llevado al cielo” (Lc 24,51), está sentado a la derecha de Dios (Hch 2,31-36; Sal 110,1). Jesús le dijo a Caifás: “Veréis al hijo del hombre sentado a la derecha del Poder y venir sobre las nubes del cielo” (Mc 14,62). Viene a juzgar la historia, es “el que viene” y no sólo “el que vendrá”.
7.    En el artículo segundo se incluyen también los datos evangélicos sobre el origen de Jesús. Mateo y Lucas relatan ampliamente el evangelio de la infancia (Mt 1-2; Lc 1-2). Lucas, por su parte, dice “haberlo investigado todo desde sus orígenes” (Lc 1,3). El misterio de Jesús manifiesta un origen que no es meramente humano: “El espíritu santo vendrá sobre ti y el poder del Altísimo te cubrirá con su sombra; por eso el que ha de nacer será santo y será llamado hijo de Dios” (Lc 1,35; ver Jn 16,28). El Símbolo de los Apóstoles lo dice así: “fue concebido por obra y gracia del Espíritu Santo, nació de Santa María Virgen”.
8.    En el Nuevo Testamento, ¿hay fórmulas de tres artículos? La más clara, pero de un momento posterior, es la que aparece al final de Mateo como mandato del Señor de bautizar "en el nombre del padre y del hijo y del espíritu santo" (Mt 28,19; ver Mc 16,16). Se suele citar también ésta: "La gracia del Señor Jesucristo, el amor de Dios y la comunión del santo espíritu estén con todos vosotros" (2 Co 13,13; ver 1 Co 12,4-6; Hch 19,1-7). Además, se citan los pasajes en los que Jesús anuncia la promesa del espíritu: "el defensor”, “el espíritu de la verdad que procede del padre, él dará testimonio de mí” (Jn 15,26; ver 14,16-17; Lc 24,49).
9.  El teólogo alemán M.Schmaus comenta así la fórmula de Mt 28,19: "Como al principio, según dejan entrever los Hechos de los Apóstoles (2,38; 8,16; 10,48; 19,5) y Pablo (1 Co 1,13;6,11;Ga 3,27;Rm 6,3;Ef 4,5), el bautismo fue administrado en el nombre de Jesús, quedaría por eso mismo demostrado el origen posterior de la fórmula contenida en Mt 28,19". Por tanto, dicha fórmula "no fue configurada por un evangelista particular, sino que procedía de la tradición de la Iglesia". Sobre la fórmula de 2 Co 13,13 dice el mismo autor: "Con relación al Espíritu se usa el genitivo objetivo, mientras con relación a Dios y al Señor se usa el genitivo subjetivo" (M. Schmaus, El Credo de la Iglesia Católica I, Ed. Rialp, Madrid, 1970, 581 y 589).
10.    El artículo tercero se fue formando poco a poco. Primero consistía en una mera alusión al Espíritu. Así aparece en el Símbolo de Nicea: “Y en el Espíritu Santo”, que recuerda la fórmula de Pablo: "Nadie puede decir: ¡Jesús es Señor! sino en espíritu santo" (1 Co 12,3). Lentamente fueron asociándose después esos otros aspectos que resumen la obra del Espíritu: la Iglesia, la comunión de los santos, el perdón de los pecados, la resurrección de los muertos, la vida eterna. La comunión de los santos aparece en las últimas décadas del siglo IV. El perdón de los pecados es parte de la buena noticia del Evangelio (Hch 2,38). También lo es la resurrección de los muertos (1 Co 15,16). En ambiente de polémica se introduce “resurrección de la carne”, aunque el Nuevo Testamento habla de resurrección de los muertos. El credo egipcio de San Macario (+390) cita al apóstol: “se siembra un cuerpo natural, resucita un cuerpo espiritual”. El credo constantinopolitano (año 381) desarrolla más que los precedentes el artículo tercero sobre el Espíritu Santo, llamándole “Señor”, a pesar de lo que dice Pablo: “Un solo Dios, el padre… y un solo Señor, Jesucristo” (1 Co 8,6; Ef 4,5-6).
•    Diálogo: El credo ¿es resumen del Evangelio?, ¿va más allá del anuncio?, ¿no basta la confesión de fe de los apóstoles?, ¿es preciso revisar la tradición a la luz de la Escritura?, ¿confesamos personalmente la fe?, ¿cómo?