En el principio era la palabra
 

- LO DE LOS GALILEOS
Terminaréis igual

1. Es un pasaje difícil el de los galileos que fueron degollados por Pilatos y el de los que murieron aplastados por la torre de Siloé. Veamos: “En aquel mismo momento llegaron algunos que le contaron lo de los galileos, cuya sangre había mezclado Pilatos con la de las víctimas que ofrecían. Les respondió Jesús: ¿Pensáis que esos galileos eran más pecadores que los demás galileos, porque acabaron así? No, os lo aseguro, y si no os convertís, todos pereceréis del mismo modo. Y aquellos dieciocho que murieron aplastados por la torre de Siloé ¿pensáis que eran más culpables que los demás habitantes de Jerusalén? No, os lo aseguro, y si no os convertís, todos pereceréis del mismo modo” (Lc 13,1-5).  

2. Lo de los galileos parece una represalia de Pilatos por algún atentado (o atentados) que hubieran cometido. La represalia se produce en el mismo templo de Jerusalén mientras los galileos ofrecen sacrificios. Quienes se lo plantean a Jesús no son zelotas, partidarios de la resistencia violenta. Si lo fueran, habrían denunciado la represalia de Pilatos y la profanación del templo. Por la respuesta de Jesús, sus interlocutores son otros, vienen a decir: “eran más pecadores que los demás”, “eran sicarios, terroristas”. Seguramente, la respuesta de Jesús les desconcertó: “No son más pecadores que los demás, y si no os convertís, todos pereceréis del mismo modo”.  Además, Jesús añadió lo de los dieciocho que murieron aplastados por la torre de Siloé. Pero ¿qué culpa podían tener?, ¿no fue un accidente?, ¿fue un castigo de Dios? Jesús les dice: “No eran más culpables que los demás, y si no os convertís, todos pereceréis del mismo modo”.

3. Tanto en un caso como en otro, Jesús reclama un cambio en profundidad. Si no os convertís,  terminaréis igual, sacrificados como esos galileos. Si no os convertís, terminaréis igual, aplastados, como esos dieciocho sobre los que cayó la torre de Siloé. Era una torre de la muralla de Jerusalén. Lo que debía proteger a los habitantes de la ciudad, termina aplastándolos.

4. Jesús les pone la parábola de la higuera estéril: “Un hombre tenía plantada una higuera en su viña, y fue a buscar fruto en ella y no lo encontró. Dijo entonces al viñador: Ya ves, tres años llevo viniendo a buscar fruto en esta higuera y no lo encuentro. Córtala. ¿Para qué va a ocupar terreno en balde? Pero el viñador contestó: Señor, déjala todavía este año; yo cavaré alrededor de ella y le echaré estiércol, a ver si da fruto. Si no, la cortas” (13, 6-9). La viña es “la casa de Israel” (Is 5,7) y la higuera estéril el templo (Mc 11,12-14; Jn 8,5-13). El dueño de la viña es Dios y el viñador Cristo. Los tres años son el tiempo de la misión de Jesús. Su mensaje de paz es rechazado. Jerusalén camina hacia su propia destrucción, pero no lo ve. Jesús lo lamenta: “Si conocieras lo que conduce a la paz. Pero no, está oculto a tus ojos” (Lc 19, 41).

5. El texto remite al contexto: “En aquel mismo momento” Jesús estaba hablando de que es preciso discernir las señales del tiempo presente: “Sabéis discernir el tiempo que va a hacer ¿y no sabéis discernir las señales del tiempo presente? ¿Por qué no juzgáis por vosotros mismos lo que es justo? Cuando vas con tu adversario al magistrado, procura en el camino arreglarte con él” (Lc 12,54-59). En ese contexto, el adversario es el imperio romano. Hay que cambiar, hay que buscar vías pacíficas.  Lo de los galileos y lo de la torre son señal de lo que pasará a todos, si no cambian.  

6. De Galilea (en hebreo, galil, el distrito) surgen los movimientos revolucionarios que hostigan a los romanos. Los galileos han "combatido siempre cualquier invasión hostil" y están "desde la infancia acostumbrados a la guerra" (Josefo, GJ III, 41). Zelotas hay por todas partes. El rabino Gamaliel cree que el caso de los discípulos de Jesús puede ser distinto del caso de los jefes zelotas cuyo levantamiento fue ahogado en sangre: “Hace algún tiempo, se levantó Teudas, que pretendía ser alguien y que reunió a su alrededor unos cuatrocientos hombres; fue muerto y todos los que le seguían se disgregaron. Después de éste, en los días del empadronamiento, se levantó Judas el Galileo, que arrastró al pueblo en pos de sí; también éste pereció y todos los que le habían seguido se dispersaron” (Hch 5,34-39). El tribuno de Jerusalén descubre que Pablo no es “el egipcio que estos últimos días ha amotinado y llevado al desierto a 4.000 sicarios” (21,38). Los sicarios van armados con la “sica”, espada corta oculta en las túnicas.

7. Los zelotas no encuentran en Jesús palabras de apoyo, sino (de forma velada) palabras de crítica: entregan a los suyos a ser degollados por los romanos, como les sucedió a aquellos galileos (Lc 13,3); ven venir al lobo y huyen; son asalariados a quienes no importan las ovejas; no entran por la puerta, escalan por otra parte; son ladrones y salteadores, roban, matan y destruyen (Jn 10,1-21; ver Is 11,6; 65,25; Hch 20,29). Jesús, el profeta galileo (Mt 21,11), no quiere que se le confunda con los que han venido delante de él (Jn 10,8).

8. Judas el Galileo funda el movimiento zelota: “una cuarta escuela filosófica”, según Josefo,: “concuerdan con los fariseos en todas las cuestiones, con la única diferencia  de que su amor por la libertad es inconmovible, puesto que no aceptan otro jefe y soberano más que únicamente a Dios” (AJ XVIII, 23). Con motivo del censo de Quirino el año 6 a.C., funda el partido y presenta resistencia armada. La revuelta contra Roma no prospera y el mismo Judas pierde su vida. Los hijos de Judas, Simón y Santiago, continúan la lucha de su padre y son ejecutados como rebeldes durante el mandato del procurador Tiberio Alejandro (46-48 d.C.). Su hijo más joven, Menajem, será uno de los jefes zelotas al comienzo de la guerra judía contra Roma y otro de sus descendientes, Eleazar, dirigirá la defensa de Masada (Josefo, AJ XX, 102; GJ II, 433-448).

9. “A la llegada a Judea de Festo (60-62 d.C.), ocurrió que este país era asolado por los bandidos que incendiaban y saqueaban todas las aldeas. Y en lo que respecta a los sicarios (también estos eran bandidos), fue entonces cuando más abundaban”, “entremezclados en las fiestas con la población que afluía a la ciudad procedente de todas partes para dar culto a Dios, asesinaban con total facilidad a quienes querían” (AJ XX, 185). En la guerra judía, Juan el Esenio es uno de los comandantes rebeldes. Cae en un ataque a la ciudad de Ascalón el año 66 d.C. (GJ III, 9-21).

10. Al principio, los esenios sitúan la llegada del juicio de Dios en el año 70 a.C., “unos cuarenta años” después de la muerte del Maestro de Justicia (CD-B XX, 13-17). Cometiendo un error de época (de 27 años), hacen sus cálculos a partir del destierro (587 a.C.) y de los textos de Ezequiel (Ez 4,5-6) y de Daniel (Dn 9,24). Luego reconocen su error y, en virtud de una nueva interpretación de Daniel, determinan que el juicio de Dios (con la victoria del Mesías) llegaría en el año 70 d.C. Sin embargo, en la guerra judía (en el año 70 d.C.) se cumple la destrucción del templo (Mt 24,2) y la desolación de Jerusalén (24, 21), como había anunciado Jesús. La comunidad cristiana de Jerusalén no hace la guerra, huye a Pella, al otro lado del Jordán.
* Diálogo: Sobre lo que nos parece más importante.