En el principio era la palabra
 

- LEVANTARE LA TIENDA

La sacudida del terremoto

 

1.      Veamos el mensaje del profeta Amós que anuncia y denuncia. Su mensaje implica una ruptura con el sistema social, político y religioso vigente: el sistema está corrompido, “la tienda de David está caída”(Am 9,11). ¿Qué supone todo esto para nosotros hoy? ¿Está en ruinas la Iglesia? La vocación de San Francisco (1182-1226) nace de una experiencia semejante. El papa Inocencio III puede ser el emperador de Europa, pero la Iglesia está en ruinas:“Anda y repara mi casa que amenaza ruina”.

2.      Veamos el contexto en el que vive Amós. El reino del norte (Israel), independizado del sur (Judá) a la muerte de Salomón (931), sufre la invasión siria a finales del siglo IX a.C. En el siglo VIII las cosas cambian. Con Jeroboán II (783-743) se alcanza una prosperidad desconocida, pero el contraste entre ricos y pobres es escandaloso. A la corrupción social acompaña la corrupción religiosa. Los grandes santuarios están llenos, pero la religión está paganizada, pervertida, prostituida.

3.      Amós nace en Tecua, al sur de Jerusalén. Es judío, pastor y cultivador de higos.  No es profesional de lo religioso ni tampoco estómago agradecido. Es independiente económicamente, libre. Su misión tiene como punto de partida el monte Sión, es decir, la morada y el templo de Dios. La denuncia se hace desde dentro. La hace el mismo Dios. Dos años antes del terremoto, que tuvo lugar a mediados del siglo VIII, anuncia Amós: “El Señor ruge desde Sión, alza la voz desde Jerusalén”(1,2). Antes de que la escuchen los hombres, la escucha la naturaleza. El terremoto está atestiguado por las excavaciones de Yasol, afluente del Cedrón, en la alta Galilea. A consecuencia del mismo quedó hendido el monte de los olivos (Za 14,4). Se vio en el terremoto una señal que venía a confirmar el mensaje de Amós: “Se estremece la tierra con todos sus habitantes, mas yo sostengo sus columnas” (Sal 75).   

4.      Amós defiende el derecho de los pueblos, denuncia la injusticia allí donde se produce, anunciael juicio de las naciones. Por ejemplo, de Damasco: “Porque trituró a Galaad con trillos de hierro”(Am 1,3); de Gaza y Filistea: “Porque hicieron prisioneros en masa y los vendieron a Edom” (1,6); de Tiro y Fenicia, por lo mismo (1,9); de Edom: “Porque persiguió con la espada a su hermano (Israel), ahogando toda piedad”(1,11); de Amón: “Porque abrieron en canal a las mujeres encinta de Galaad, para ensanchar su territorio”(1,13); de Moab: “Porque consumió con cal los huesos del rey de Edom”(2,1).

5.      También a Judá se le pide cuenta: “Porque despreciaron la ley del Señor y no guardaron sus mandatos” (2,4). Y a Israel, que no se lo espera: Porque venden al justo por dinero y al pobre por un par de sandalias; pisan contra el polvo de la tierra la cabeza de los débiles, y el camino de los humildes tuercen; padre e hijo acuden a la misma mujer, profanando mi santo nombre; sobre ropas empeñadas se acuestan junto a cualquier altar, y el vino de los que han multado beben en la casa de su dios”(2,6-8).

6.      Pero ¿por qué habla Amós? ¿Por qué no se calla? Porque la vocación profética es irresistible, porque es Dios mismo el que habla, porque Dios le ha elegido como confidente y como heraldo: “No, no hace nada el Señor sin revelar su secreto a sus siervos los profetas. Ruge el león ¿quién no temerá? Habla el Señor ¿quién no profetizará?”(3,7-8).

7.      El profeta clama contra los poderosos: “Atesoran violencias y crímenes en sus palacios”(3,10). Conjugan el lujo y la devoción, son ricos y devotos: “Cuando tome cuentas a Israel de sus delitos, le tomaré cuentas de los altares de Betel: los salientes del altar serán arrancados y caerán al suelo; derribaré la casa de invierno y la casa de verano, se perderán las arcas de marfil, se desharán los ricos arcones”(3,13-15). La denuncia alcanza también a las mujeres:“Escuchad esta palabra, vacas de Basán... Oprimís a los indigentes, maltratáis a los pobres, pedís a vuestros maridos: Trae de beber”(4,1). A los ricos les gusta peregrinar a los grandes santuarios, pero esa devoción no es de recibo: “¡Id a Betel a rebelaros, multiplicad en Guilgal vuestras rebeldías, llevad de mañana vuestros sacrificios, cada tres días vuestros diezmos; quemad levadura en acción de gracias y pregonad las ofrendas voluntarias, voceadlas, ya que esto es lo que os gusta, hijos de Israel”(4,4). Los santuarios bendicen la injusticia y se alimentan de ella (Eclo 35), tranquilizan y adormecen la conciencia.  Como se dirá mucho después, la religión es el opio del pueblo.

8.      El Señor pide una relación personal, que se traduce en la práctica de la justicia. Sin embargo, se desprecian los mandamientos de Dios: “los extravían sus mentiras”(Am 2,4); se aplasta a los pobres: “se pisa la cabeza de los débiles”(2,7); los tribunales tuercen el derecho:¡ay de los que cambian en ajenjo el juicio y tiran por tierra la justicia! (5,7); se espera el día del Señor como día de fiesta, cuando será para muchos día de juicio: ¡ay de los que ansían el día del Señor!(5,18);el culto que se le ofrece al Señor es repugnante:“detesto vuestras fiestas”(5,21); la confianza puesta en el templo es falsa: ¡ay de aquellos que se sienten seguros en Sión y confían en el monte de Samaría!(6,1); el lujo es hiriente y sin entrañas:“acostados en camas de marfil, ... beben vino en anchas copas, con los mejores aceites se ungen, mas no se afligen por el desastre de José”(6,4-7).  

9.      El sacerdote de Betel, funcionario del santuario real, no es capaz de acallar al profeta (7,12-13). El error del sacerdote, al intentarlo, está en considerar al profeta como un profesional, que se doblega ante la injusticia establecida para ganar su pan. El santuario es importante lugar de peregrinación:el santuario real y el templo del país(7,13). En él se adora a Dios, pero se le confunde con la teología nacional (el toro) y con el dios de la prosperidad (Baal).El esplendor del culto encubre la injusticia social. El poder y la riqueza lo corrompen todo. Una sociedad así no puede subsistir. Es un “muro abombado”que amenaza ruina (7,7-9), un “cesto de higos”maduros para su final (8,1-3), un templo que no aguanta la “sacudida del terremoto”(9,1).

10.  A pesar de todo, hay esperanza. El futuro se levanta en medio de ruinas: “Aquel día levantaré la tienda de David que está caída, repararé sus brechas y restauraré sus ruinas, la reconstruiré como en los días de antaño” (9,11). La primera comunidad cristiana ve cumplido este pasaje en la experiencia del Evangelio vivido en comunidad,  libre del legalismo judío y anunciado a los gentiles (Hch 15,16). En el concilio de Jerusalén todos, con Pedro y Santiago a la cabeza, reconocen que “Dios ya al principio intervino para procurarse entre los gentiles un pueblo para su nombre”(15,14). Todos saben lo que sucedió en casa de Cornelio (11,1-18).

11.  El problema puede parecer algo lejano a nosotros. Sin embargo, considerando que el derecho canónico tiene 1752 cánones, se imponen estas preguntas: ¿se necesita un concilio semejante en la Iglesia de hoy? ¿se acepta el evangelio libre de la ley? ¿se da hoy un legalismo cristiano? ¿sobran leyes y faltan comunidades vivas? ¿se denuncia la violencia y la injusticia? ¿los gentiles son evangelizados? ¿está amenazada la unidad de la Iglesia?

12.  A pesar de todo, hoy vemos cumplido el pasaje de Amós en la renovación comunitaria de la Iglesia, en la vuelta a la experiencia de las primeras comunidades cristianas, en la liberación del legalismo cristiano, en la denuncia de la violencia y de la injusticia, en la recuperación de la unidad perdida. Para esto fue convocado el Concilio Vaticano II: para “devolver al rostro de la Iglesia de Cristo todo su esplendor, revelando los rasgos más simples y más puros de su origen” (Juan XXIII, Discurso preparatorio, 13-11-1960).

·         Diálogo: ¿Qué supone para nosotros levantar la tienda caída de David?

-          vivir la experiencia de las primeras comunidades

-          denunciar la violencia y la injusticia