En el principio era la palabra
 

- EL EVANGELIO DE LUCAS

Hechos y dichos de Jesús

    1. Volviendo a las fuentes, nos acercamos al evangelio de Lucas, el evangelio de los gentiles, que recoge hechos y dichos de Jesús. Como dice el autor en los Hechos, “en mi primer libro escribí sobre todo lo que Jesús hizo y enseñó” (Hch 1,1). Es su primer libro. Además, nos indica el resumen del mismo, su contenido. En la foto, papiro 75, códice que contiene casi la mitad del evangelio de Lucas, a comienzos del siglo III.
    2. Algunos interrogantes. Para la mayoría de los comentaristas el evangelio se escribe “en los años 80” y el autor “pertenece a la segunda o a la tercera generación de la Iglesia” (Bovon, 39), pero ¿es esto así?, ¿quién es Lucas?, ¿dónde y cuándo escribe su evangelio?, ¿para quienes lo escribe?, ¿es el evangelio de Pablo?, ¿en qué se nota?, ¿qué añade Lucas al evangelio de Marcos?, ¿cuándo muere Lucas?
    3. Datos de Lucas. Lucas es gentil (Col 4,11), compañero de Pablo que le llama “médico querido” (4,14). Hacia el año 57, desde la cárcel de Éfeso, Pablo escribe la carta a Filemón: Marcos y Lucas mandan saludos (Flm 24). El uso de la primera persona del plural en los Hechos (Hch 16,10-17; 20,5-15; 21,1-18; 27,1-44; 28,1-16) supone que el autor (Lucas) acompaña a Pablo. De una forma especial, las comunidades paulinas reciben el evangelio de Lucas, que es el evangelio predicado por Pablo: “mi evangelio” (Rm 16,25; 2 Tm 2,8), “el evangelio que proclamo entre los gentiles” (Ga 2,2). En la segunda carta a los corintios, escrita entre los años 54 y 57, Pablo dice: “Con él (con Tito) enviamos al hermano que se ha hecho célebre en todas las iglesias a causa del evangelio” (2 Co 8,18), es decir, a Lucas. En la segunda carta a Timoteo, escrita en Roma en la primavera del 63, Pablo afirma: “El único que está conmigo es Lucas” (2 Tm 4,11). El evangelio de Lucas es el evangelio de los gentiles.
    4. Antigua tradición. La tradición cristiana atribuye a Lucas el evangelio que lleva su nombre. El testimonio más antiguo es de Papías, obispo de Hierápolis (hacia 69-150). El presbítero (Juan) decía esto: “Marcos, intérprete que fue de Pedro, puso cuidadosamente por escrito, aunque no con orden, cuanto recordaba de lo que el Señor había dicho y hecho”, “Mateo ordenó las sentencias en lengua hebrea, pero luego cada uno las traducía como mejor podía” (Eusebio, HE, III, 39). Ireneo (hacia 140-202) escribe que “Lucas, seguidor de Pablo, puso también en un libro el evangelio que había sido predicado por este” (Contra las herejías III, 1,1). Clemente de Alejandría (hacia 150-215) elogia a aquellos “hombres, que conservaban la verdadera tradición de la enseñanza bendita proveniente en línea recta de los santos apóstoles, de Pedro y de Santiago, de Juan y de Pablo” (Eusebio, HE, V, 11,5), “por lo que hace a Lucas, también él, al comenzar su escrito, expone de antemano el motivo por el cual lo ha compuesto. Debido a que muchos otros se ocuparon con demasiada precipitación a hacerse una narración de los hechos de los que él mismo estaba bien enterado, él se sintió obligado a apartarnos de las dudosas suposiciones de los otros y nos ha transmitido por medio de su evangelio el relato seguro de todo aquello cuya verdad ha captado suficientemente aprovechando la convivencia y el trato con Pablo, así como la conversación con los demás apóstoles” (HE III, 24, 7.15). Eusebio (+339) escribe sobre Lucas: “Oriundo de Antioquía de Siria por su linaje y médico de profesión, fue la mayor parte del tiempo compañero de Pablo” (HE III, 4,6). Según el Prólogo Antimarcionita (hacia el 180), Lucas muere a los 84 años en Beocia, antigua Grecia. Según el Prólogo Monarquiano (hacia el 200), Lucas muere a los 74 años en Bitinia, actual Turquía (Bovon, 41). Ahora bien, si Lucas sobrevive a la persecución de Nerón, ¿por qué no completa los Hechos con el martirio de Pedro y de Pablo?
    5. Una gran muchedumbre. Dice Clemente Romano en su Primera Carta a los Corintios a finales del siglo I: “Por emulación y envidia fueron perseguidos los que eran las mayores y justas columnas de la Iglesia y sostuvieron combate hasta la muerte. Pongamos ante nuestros ojos a los santos apóstoles”, a Pedro y a Pablo, “a éstos vino a agregarse una gran muchedumbre de escogidos” (V-VI). Lo mismo dice el historiador romano Tácito (55-120): “Una gran muchedumbre quedaron convictos, no tanto del crimen de incendio, cuando de odio al género humano. Su ejecución fue acompañada de escarnios, y así unos, cubiertos de pieles de animales, eran desgarrados por los dientes de los perros; otros, clavados en cruces, eran quemados al caer el día, a guisa de luminarias nocturnas” (Anales, XV,44).
    6. Dos libros, una historia. En su primer libro, Lucas escribe “lo que Jesús hizo y enseñó”. En el segundo escribe los “hechos de los apóstoles”. Ambos libros narran “una historia continua”, “los acontecimientos que se han cumplido entre nosotros”, “el desarrollo del plan de Dios que trae la salvación en toda su plenitud a todo el mundo”, “hasta lograr una comunidad igualitaria compuesta de judíos, samaritanos y gentiles”. Los autores antiguos dividían sus obras extensas en “libros”. Cada uno de ellos se adaptaba a un rollo de papiro: “La longitud máxima de un rollo de papiro alcanzaba algo más de diez metros y medio, y los dos volúmenes de Lucas, los libros más largos del Nuevo Testamento, habrían requerido un rollo de papiro”. El evangelio tiene “unas 19.400 palabras” y los Hechos “más o menos 18.400”, ”el periodo de tiempo que ocupa cada libro es de treinta años, aproximadamente” (Green, 74-78). Ahora bien, el libro de los Hechos tiene unas 1.000 palabras menos. Parece incompleto. Sorprende que no incluya la muerte de los apóstoles Pedro y Pablo. Eso quiere decir que el libro de los Hechos se compuso antes.
    7. Evangelio de Lucas. Tal y como nos llega, tiene tres grandes bloques: el evangelio de la infancia (Lc 1-2), lo que dijo e hizo Jesús (3,1-19,28), el misterio pascual (19,29-24,53). Lucas recoge las sentencias o palabras de Jesús que “Mateo recopiló en lengua hebrea” (Papías) y asume gran parte del evangelio de Marcos. Lucas recoge la actividad de Jesús en Galilea y en Jerusalén, destacando la subida a Jerusalén, que ocupa casi la mitad del evangelio (desde 9,51). De una fuente propia proceden diversos pasajes: el episodio de la sinagoga de Nazaret (4,16-30), las parábolas del samaritano (10,29-37), de la herencia (12,13-21), del hijo pródigo (15,11-32), del dinero injusto (16,1-13), de Lázaro y el rico (16,19-31), el llanto sobre Jerusalén (19,41-44), la experiencia de los caminantes de Emaús (24,13-35), de los once (24,36-39), la resurrección y la ascensión “el primer día de la semana” (24,1 y 50-53).
    8. Lugar, fecha, destinatarios. Según el Prólogo Antimarcionita, Lucas escribió el evangelio en Acaya (Grecia). Pudo ser hacia los años 50-52. El evangelio de la infancia (Lc 1 y 2) pudo añadirse después, durante la prisión de Pablo en Cesarea (años 58-60). Ni el evangelio de Lucas ni los Hechos de los Apóstoles mencionan la destrucción del templo, que suponía el cumplimiento de la palabra de Jesús: “No quedará piedra sobre piedra” (Lc 21,6). Esto indica que Lucas escribió antes. En general, los destinatarios del evangelio son de mentalidad griega, gentiles, miembros de las comunidades paulinas. Lucas explica costumbres judías (22,1.7) y evita la identificación entre gentiles y pecadores que aparece en otras partes (Lc 6,32-35; Mt 5,47; 18,17).
    9. Relato ordenado. En el prólogo, Lucas presenta su libro como “relato ordenado”, todavía no se habla de “evangelio”: “Puesto que muchos han intentado narrar ordenadamente las cosas que se han verificado entre nosotros, tal como nos las han transmitido los que desde el principio fueron testigos oculares y servidores de la Palabra, he decidido yo también, después de haber investigado todo desde los orígenes, escribírtelo por su orden, ilustre Teófilo, para que conozcas la solidez de las enseñanzas que has recibido” (Lc 1,1-4). Lucas recoge las cosas que se han verificado entre nosotros, es decir, los acontecimientos que dan cumplimiento al proyecto de Dios. Lucas habla de “testigos oculares y servidores de la palabra”, a quienes también ha tenido acceso. La “palabra” se entiende en sentido absoluto, “la palabra de Dios”, “el mensaje cristiano, el Evangelio”. El destinatario es una persona con tratamiento reconocido: “ilustre Teófilo” (Green, 109-114).
    10. La palabra “evangelio”. Marcos comienza su evangelio con estas palabras: “Comienzo del evangelio de Jesús el Cristo”. Utiliza la palabra “evangelio” siete veces (Mc 1,1;1,14-15;8,35;10,29;13,10;16,15). Mateo la usa sólo cuatro (Mt 4,23;9,35;24,14;26,13). Lucas y Juan no la usan. Lucas emplea diez veces el verbo “evangelizar”; por ejemplo, “evangelizar a los pobres” (Lc 4,18). Pablo emplea la palabra “evangelio” setenta veces; por ejemplo, “evangelio de Dios” (Rm 1,1;15,16;2 Co 11,7), “evangelio de Cristo” (Rm 1,9;15,19;1 Co 9,12), “el evangelio anunciado por mí no es de origen humano” (Ga 1,11). Se cumple la esperanza profética, se anuncia la “buena noticia”, ¡Ya reina tu Dios! (Is 52,7), “el espíritu del Señor sobre mí”, “me ha enviado para dar la buena noticia a los pobres” (61,1). Con Marcos se hace la transición de “evangelio” como buena noticia, como mensaje, a “libro que contiene el mensaje” (Dunn, 216-224).
    11. Genealogía de Jesús. Pablo es muy sobrio al hablar del origen de Jesús: “Del linaje de David según la carne” (Rm 1,3), “nacido de mujer” (Ga 4,4). Desde Macedonia, en el otoño del año 57, escribe a Timoteo, que se ha quedado en Éfeso y le previene frente a “fábulas y genealogías interminables, que son más a propósito para promover disputas que para realizar el plan de Dios, fundado en la fe” (1 Tm 1,3-4). A Tito, que se ha quedado en Creta, le dice lo mismo: “fábulas judaicas” (Tt 1,14), “evita discusiones necias, genealogías, contiendas y disputas sobre la Ley, que son inútiles y vanas” (3,9). En el mismo contexto Pablo escribe a los corintios sobre la organización de la colecta que quiere llevar a Jerusalén: “Con él (con Tito) enviamos al hermano que se ha hecho célebre en todas las iglesias a causa del evangelio” (2 Co 8, 18). Se trata de Lucas, conocido en todas las iglesias “a causa del evangelio”. Por tanto, en otoño del 57, el evangelio de Lucas está difundido. Ahora bien, Pablo está preocupado por “fábulas y genealogías interminables”, que considera “inútiles y vanas” y que “sólo sirven para promover disputas”. Al parecer, se estaba preparando el “libro de la genealogía de Jesús” (Mt 1,1-17; Lc 3,23-38). Un añadido posterior. Ver la catequesis Magníficat. Guardado en el corazón.
    12. Evangelio de la infancia. Lucas recoge lo que María llevaba en el corazón (Lc 2,51). Recoge las señales que acompañan el nacimiento de Juan Bautista y el nacimiento de Jesús. Dios pone los acontecimientos de la historia al servicio de la manifestación de Jesús. El emperador Augusto ordenó que se hiciera un censo, el primero que se hacía entre los judíos. José por ser de la casa y de la familia de David fue de Nazaret a Belén, la ciudad de David, para empadronarse con María, su esposa (Lc 2,4-5). Por este motivo, nació Jesús en Belén, donde -como estaba anunciado- nacería el Mesías (Miq 5,1). Según el Monumentum Ancyranum, Augusto ordenó hacer 3 veces el censo de ciudadanos. Mientras estaban en Belén, María "dio a luz a su hijo primogénito y le acostó en un pesebre, porque no tenían sitio en la casa" (Lc 2,7). Desde el principio, la luz de Jesús irradia en el mundo y los creyentes (atentos, vigilantes) la ven: María (1,38), Isabel (Lc 1,41), los pastores (2,9), Simeón (2,30), Ana (2,38). Jesús es Mesías, Hijo de David, Salvador y Señor desde su nacimiento. Sus raíces alcanzan a toda la humanidad (3,23-38).
    13. La misión de Juan. El momento es solemne: “En el año quince del imperio de Tiberio César, siendo Poncio Pilato procurador de Judea, y Herodes tetrarca de Galilea, …en el pontificado de Anás y Caifás, fue dirigida la palabra de Dios a Juan, hijo de Zacarías en el desierto. Y se fue por toda la región del Jordán, proclamando un bautismo de conversión para perdón de los pecados”, “yo os bautizo con agua, pero viene el que es más fuerte que yo…él os bautizará con viento y con fuego. En su mano tiene el bieldo para limpiar su era y recoger el trigo en su granero; pero la paja la quemará con fuego que no se apaga” (3,1-2 y 16-17).
    14. La misión de Jesús. La misión de Jesús se manifiesta en la experiencia del bautismo: “Cuando todo el pueblo estaba bautizándose, bautizado también Jesús y puesto en oración, se abrió el cielo y bajó sobre él el espíritu santo en forma corporal, como una paloma; y vino una voz del cielo: Tú eres mi hijo; yo hoy te he engendrado" (Lc 3,21-22). Se evoca, superándola, la figura del siervo: "Mirad a mi siervo..., mi elegido, a quien prefiero" (Is 42,1). Se cumple el salmo mesiánico: “Ya tengo consagrado a mi rey en mi monte santo”, “tú eres mi hijo, yo te he engendrado hoy” (Sal 2). Jesús es tentado contra su propia misión (Lc 4,1-13). A la tentación del pan, responde Jesús: “No sólo de pan vive el hombre” (Dt 8,3). A la tentación del poder, responde: “Al Señor, tu Dios, adorarás y a él sólo darás culto” (Dt 6,13). A la tentación de una señal espectacular, responde: “No tentarás al Señor, tu Dios” (Dt 6,16).
    15. Los comienzos. La misión de Jesús comienza en Galilea: “Jesús volvió a Galilea con la fuerza del Espíritu, y su fama se extendió por toda la comarca. Enseñaba en las sinagogas y todos lo alababan” (Lc 4,14). En la sinagoga de Nazaret le entregaron el volumen del profeta Isaías y, desenrollándolo, halló el pasaje donde estaba escrito: “El espíritu del Señor sobre mí, porque me ha ungido para anunciar a los pobres la buena nueva. Me ha enviado a proclamar la liberación a los cautivos y la vista a los ciegos, para dar la libertad a los oprimidos” (4,18-19).
    16. El muro religioso. Todo iba bien hasta que Jesús tocó el tema de los extranjeros: “En Israel había muchas viudas en los días de Elías, cuando hubo una gran hambre en todo el país; sin embargo, a ninguna de ellas fue enviado Elías sino a una viuda de Sarepta, en el territorio de Sidón. Y muchos leprosos había en Israel en tiempos del profeta Eliseo; sin embargo, ninguno de ellos fue curado sino Naamán, el sirio. Al oír esto, todos en la sinagoga se pusieron furiosos y, levantándose, lo echaron fuera del pueblo”. En realidad, ”ningún profeta es bien recibido en su tierra” (4,24). Lucas destaca el alcance universal de la buena nueva. Cristo es de todos. La salvación de Dios llega también a los gentiles. Se supera el muro religioso entre judíos y gentiles. La parábola del samaritano (10,29-37) manifiesta que cualquier persona puede cumplir el evangelio. Dice Pablo: “No me avergüenzo del evangelio que es una fuerza de Dios para la salvación de todo el que cree: del judío primeramente y también del griego” (Rm 1,16).
    17. La salvación de Dios, hoy. No hay que esperar más: “Esta Escritura, que acabáis de oír, se ha cumplido hoy” (Lc 4,21), dice Jesús en la sinagoga de Nazaret. El “hoy” de la salvación es una característica del evangelio de Lucas: “os ha nacido hoy un salvador” (2,11), “tú eres mi hijo, yo te he engendrado hoy” (3,22), “hoy hemos visto cosas increíbles” (5,26), “realizo curaciones hoy y mañana” (13,32), “hoy ha llegado la salvación a esta casa” (19,9), “hoy estarás conmigo en el paraíso” (23,43). El reino de Dios “viene sin dejarse sentir”, “ya está entre vosotros” (17,21). Como dice Pablo, se hace posible lo que parece increíble: “En vuestros días voy a realizar una obra que no creeréis aunque os la cuenten” (Hch 13,41), lo que proclama Pablo “no ha sucedido en un rincón” (26,26).
    18. Dichos de Jesús. Veamos los dichos de Jesús que Lucas comparte con Mateo. Bienaventuranzas (Lc 6, 20-23). Hay una diferencia: “Bienaventurados los pobres, porque vuestro es el reino de Dios” (6,20). Mateo dice: “pobres en el espíritu” (Mt 5,3). Además, Lucas añade malaventuranzas; por ejemplo: “¡Ay de vosotros, los ricos, porque ya recibisteis vuestro consuelo! (Lc 6,24-26). Amor a los enemigos (6,27), la regla de oro (6,31), hacer el bien sin esperar nada a cambio, ser hijos del Altísimo, que es bueno con los malvados y desagradecidos (6,35), sed misericordiosos como vuestro padre es misericordioso (6,36), no juzguéis y no seréis juzgados, no condenéis y no seréis condenados, perdonad y seréis perdonados, dad y se os dará (6,37-38), un ciego no puede guiar a otro ciego (6,39), el discípulo y el maestro (6,40), la mota en el ojo ajeno y la viga en el propio (6,41-42), cada árbol se conoce por su fruto (6,43-44), de lo que rebosa el corazón habla la boca (6,45), no basta decir: Señor, Señor (6,46), edificar la casa sobre roca (6,47-49), como corderos en medio de lobos (10,3), no llevéis bolsa ni alforja ni sandalias (10,4), quedaos en la casa que os acoja, el obrero merece su sustento (10,5-9), donde no os reciban bien (10,10-11), el día del juicio (10,12), quien a vosotros escucha, a mi me escucha (10,16), cuando oréis (11,2-4), pedid, buscad, llamad (11,9-13), la luz sobre el candelero (11,33), el ojo sano (11,34-36).
    19. Nada hay cubierto que no llegue a descubrirse (12-2-3), no tengáis miedo a los que matan el cuerpo (12,4-5), los pájaros y vosotros (12,6-7), la confesión de Jesús (12,8-9), la blasfemia contra el Espíritu (12,10), cuando os entreguen a los tribunales, el espíritu os enseñará lo que tenéis que decir (12,11-12), confianza en la procidencia (12,22-31), traer fuego a la tierra (12,49), no paz, sino división (12,51-53), más vale un acuerdo (12,58-59), la puerta estrecha, primeros y últimos (13,23-30), odio a los padres (14,26), cargar con la cruz (14,27), renuncia a los bienes (14,28-33), si la sal se vuelve sosa (14,34-35), Dios y el dinero (16,13), adulterio (16,18), el escándalo de los pequeños (17,1-3), corrección y perdón (17,3-4), fe como un grano de mostaza (17,5-6), el reino de Dios en medio de vosotros (17,20-21), como el relámpago, como en los días de Noé (17,22-37), salvar o perder la vida (17,33), orar sin desfallecer (18,1-8), Jesús los niños (18,15-17), el joven rico (18,18-30).
    20. El Cristo de Dios. Lucas recoge la confesión de Pedro de este modo: Jesús es “el Cristo de Dios” (9,20), el ungido de Dios, el rey esperado; “él les prohibió terminantemente decírselo a nadie”, “el Hijo del hombre tiene que padecer mucho, y ser reprobado por los ancianos, los sumos sacerdotes y los escribas, ser matado y resucitar al tercer día” (9,21-22). Lucas suaviza la versión de Marcos e ignora el primado de Pedro que (añadido posterior) aparece en Mateo. Jesús entra en Jerusalén como el rey que viene: “Bendito el rey que viene en el nombre del Señor” (19,38). Se pondrá en el letrero de la cruz: “Este es el rey de los judíos” (23,38). Como dice Pablo, “anunciamos a un Cristo crucificado” (1 Co 1,23).
    21. Parábolas de la misericordia. Están en el centro del evangelio de Lucas. Tres parábolas ponen de relieve el amor de Dios: la oveja perdida, la dracma perdida, el hijo pródigo (Lc 15). Los publicanos y los pecadores se acercaban a Jesús para oírle. Sin embargo, los fariseos y escribas murmuraban diciendo: “Este acoge a los pecadores y come con ellos” (15,2). Los fariseos y escribas son como el hijo mayor de la parábola, no entienden: “Este hermano tuyo estaba muerto y ha vuelto a la vida, estaba perdido y lo hemos encontrado” (15,32).
    22. El muro social. Las parábolas del dinero injusto (16,1-13) y la de Lázaro y el rico (16,19-31) denuncian el muro social entre ricos y pobres: “No podéis servir a Dios y al dinero” (16,13). El pasaje del joven rico (18,18-27) manifiesta lo que importan los mandamientos referidos al prójimo: “No cometas adulterio, no mates, no robes, no levantes falso testimonio, honra a tu padre y a tu madre”. Importa también compartir los bienes. Esto revela lo difícil que es para un rico entrar en el reino de Dios. Los que lo oyeron dijeron: ¿Y quién se podrá salvar? Respondió Jesús: “Lo imposible para los hombres es posible para Dios” (18,27). El amor al prójimo se expresa en la comunicación de bienes. Zaqueo, jefe de publicanos y rico, recibe con gozo a Jesús y, al compartir la mitad de sus bienes, da una señal de que su dios no es el dinero: “Hoy ha llegado la salvación a esta casa” (19,1-10).
    23. El muro de género. La experiencia del Evangelio supera el muro religioso, el muro social y el muro de género: “No hay judío ni griego, ni esclavo ni libre, ni hombre ni mujer” (Ga 3,28). Lucas destaca la presencia de la mujer: María, que acoge la palabra y nos la entrega (Lc 1,38); Isabel, que vive la fecundidad de la estéril (1,36); Ana, la anciana profetisa (2,36); la viuda de Naín, que recupera a su hijo resucitado (7,12); la pecadora perdonada (7,37); las mujeres que acompañan a Jesús y comparten su misión (8,2); la hemorroisa que es curada (8,43); la hija de Jairo que vuelve a la vida (8,42); Marta y María (10,38-42); la verdadera dicha (11,27-28); la mujer encorvada (13,10-17); la viuda que comparte aquello que necesita (21,2); las mujeres que permanecen al pie de la cruz (23,28); las mujeres que le siguen hasta la tumba (23,55); las mujeres que anuncian la resurrección, María Magdalena, María la de Santiago y las demás (24,9).
    24. Matrimonio y repudio. Lucas presenta la posición de Jesús sobre el matrimonio. No se puede decir de forma más breve: “Todo el que repudia a su mujer y se casa con otra comete adulterio; y el que se casa con una repudiada por su marido, comete adulterio” (16,18); Pablo resume así la posición de Jesús: “En cuanto a los casados, les ordeno, no yo sino el Señor: que la mujer no se separe del marido, mas en el caso de separarse, que no vuelva a casarse, o que se reconcilie con su marido, y que el marido no despida a su mujer” (1 Co 7,10-11).
    25. Problemas de relación. El escándalo de los pequeños: “¡Ay de aquel por quien viene!! Más le vale que le pongan al cuello una piedra de molino y lo arrojen al mar” (17,2). La corrección fraterna: “Si tu hermano peca, repréndele; y si se arrepiente, perdónale. Y si peca contra ti siete veces al día, y siete veces se vuelve a ti, diciendo: Me arrepiento, le perdonarás” (17,3-10). Servir con humildad: “Cuando hayáis hecho todo lo que os fue mandado, decid: Somos pobres siervos, hemos hecho lo que teníamos que hacer” (17,10).
    26. Los muertos resucitan. Los muertos resucitan, en presente, “son como ángeles”, “son hijos de Dios, siendo hijos de la resurrección”, Dios “no es un Dios de muertos, sino de vivos, pues para él todos viven” (20, 36-38). Dice Pablo a los corintios: “Si se anuncia que Cristo ha resucitado de entre los muertos, ¿cómo andan diciendo algunos entre vosotros que no hay resurrección de muertos?, …si los muertos no resucitan, tampoco Cristo resucitó. Y si Cristo no resucitó, vuestra fe es vana ” (1 Co 15, 12-17).
    27. La señal de Jonás. Jerusalén es una ciudad monstruo, “mata a los profetas y apedrea a los que le son enviados” (Lc 13,34). Es símbolo de esta generación: “Una generación perversa; pide una señal y no se le dará otra señal que la señal de Jonás. Como Jonás fue una señal para los ninivitas, así lo será el hijo del hombre para esta generación”, “los ninivitas se levantarán en el juicio contra esta generación y la condenarán; porque ellos se convirtieron por la predicación de Jonás, y aquí hay algo más que Jonás” (11,29-30; ver Mt 12,38-45). Jonás había dado a Nínive una señal, la predicación de su propia ruina: “Dentro de cuarenta días, Nínive será destruida” (Jon 3,4;ver 2 R 14.25). También Jesús anuncia la ruina de Jerusalén: “Vendrán días sobre ti en que tus enemigos te rodearán de empalizadas, te cercarán y te apretarán por todas partes, y te estrellarán contra el suelo a ti y a tus hijos que estén dentro de ti, y no dejarán en ti piedra sobre piedra” (Lc 19,42-44), “no pasará esta generación sin que todo esto suceda” (21,32). Cuando llegan algunos y le cuentan lo de los galileos, cuya sangre había mezclado Pilato con la de sus sacrificios, responde Jesús: “Si no os convertís, todos pereceréis del mismo modo” (13,1-3).
    28. Subida a Jerusalén. Es parte de la misión de Jesús. Entrada mesiánica (19,29-40), lamentación sobre Jerusalén (19,41-44), denuncia del templo (19,46), la autoridad de Jesús (20,1-8), parábola de los viñadores homicidas (20,9-19), el tributo al César (20,20-26), los muertos resucitan (20,27-40), la cuestión del mesías (20,41-44), denuncia de los escribas (20,45-4), el óbolo de la viuda (21,1-4), no quedará piedra sobre piedra (21,5-7), que nadie os engañe (21,8-9), señales del fin (21,10-11), os perseguirán, os daré sabiduría (21,12-19), cuando veáis a Jerusalén sitiada por ejércitos (21,20-24), conmoción de los cimientos (21,25-28), parábola de la higuera (21,29-32), estad despiertos (21,34-36). Pablo también sube a Jerusalén: “Mirad que ahora yo, encadenado en el espíritu, me dirijo a Jerusalén, sin saber lo que allí me sucederá; solamente sé que en cada ciudad el espíritu santo me testifica que me aguardan prisiones y tribulaciones” (Hch 20, 22-23).
    29. Un Cristo crucificado. Traición de Judas (22,1-6), preparación de la cena (22,7-13), cena pascual (22,14-20), anuncio de la traición (22,21-23), el mayor (22,24-30), anuncio de las negaciones de Pedro (22,31-34), ha llegado la hora (22,35-38), oración en el huerto (22,39-46), detención de Jesús (22,46-53), negaciones de Pedro (22,54-62), burlas e insultos (22,63-65), Jesús ante el sanedrín (22,66-71), Jesús ante Pilatos (23,1-7), Jesús ante Herodes (23,8-12), condenado a muerte (23,13-25), camino del calvario (23, 26-32), crucifixión (23,33-38), los dos ladrones (23,39-43), muerte de Jesús (23,44-49), sepultura (23,50-56). Recordamos lo que dice Pablo: “Anunciamos a un Cristo crucificado”, pero “un Cristo que es fuerza de Dios y sabiduría de Dios” (1 Co 1,23-24).
    30. Un Cristo resucitado. Las mujeres reciben el mensaje de la resurrección: “¿Por qué buscáis entre los muertos al que vive? No está aquí, ha resucitado” (Lc 24,5-6). Los discípulos tardan en reconocerle. Le reconocen por medio de señales (Mc 16,20). Los caminantes de Emaús descubren que camina con ellos, come y bebe con ellos (Lc 24,13-32). En su nombre se anuncia “la conversión y el perdón de los pecados a todas las naciones, empezando desde Jerusalén” (24,47). En el evangelio de Lucas, resurrección y ascensión suceden el mismo día, “el día primero de la semana” (24,1). Son dos aspectos del misterio pascual. Se cumple el salmo 110: “Dijo el Señor (Dios) a mi Señor (Cristo): Siéntate a mi derecha” (Lc 20,41-44). Como dice Pablo, anunciamos a un Cristo resucitado, “constituido Hijo de Dios con poder … por su resurrección de entre los muertos” (Rm 1,4). No es un resucitado más, es el rey del reino de Dios, es el Señor. Es reconocido como tal en la dinámica del Espíritu: “Nadie puede decir: Jesús es Señor, sino en el espíritu santo” (1 Co 12,3).

       

      * Diálogo: ¿Quién es Lucas?, ¿dónde y cuándo escribe su evangelio?, ¿para quienes lo escribe?, ¿es el evangelio de Pablo?, ¿en qué se nota?, ¿qué añade Lucas al evangelio de Marcos?, ¿cuándo muere Lucas?