En el principio era la palabra
 

3. LA CRISIS DEL ESTADO

Lecciones de la historia

1. La transformación de la antigua coalición de tribus en un Estado se llevó a cabo en breve espacio de tiempo. Sin embargo, tuvo que pasar tiempo para que se tomara conciencia de las consecuencias del cambio. El cambio que suponía pasar de los jueces a los reyes suscitó cierta oposición y también una verdadera crisis. Ahora bien, ¿por qué motivos la constitución de Israel como Estado pudo suponer una crisis?, ¿qué consecuencias tuvo? Son lecciones de la historia. El 11 de febrero de 1929, con los Pactos de Letrán, el dictador italiano Benito Mussolini hizo un regalo envenenado a la Iglesia: la constitución del Estado Ciudad del Vaticano, que -según la denuncia de Jesús- se ha convertido en “cueva de bandidos” (Mc 11,17). En el mapa, las doce tribus.
 
2. Mal asunto. Se reunieron todos los ancianos de Israel, se fueron donde Samuel a Ramá y le dijeron:“Mira, tú te has hecho viejo y tus hijos no siguen tu camino. Pues bien, danos un rey para que nos juzgue, como todas las naciones”. Esto disgustó a Samuel e invocó al Señor. El Señor dijo a Samuel: “Haz caso a todo lo que el pueblo te pide. Porque no te han rechazado a ti, me han rechazado a mí, para que no reine sobre ellos. Todo lo que ellos me han hecho desde el día que los saqué de Egipto hasta hoy, abandonándome y sirviendo a otros dioses, te han hecho también a ti. Escucha, sin embargo, su petición. Pero les advertirás claramente y les enseñarás el fuero del rey que va a reinar sobre ellos” (1 Sam 8, 4-9)
 
3. El fuero del rey. Samuel enseñó al pueblo el fuero del rey. Fue un aviso en toda regla: “Tomará vuestros hijos y los destinará a sus carros y a sus caballos y tendrán que correr delante de su carro. Los empleará como jefes de mil y jefes de cincuenta; les hará labrar sus campos, segar su cosecha, fabricar sus armas de guerra y los arreos de sus carros. Tomará vuestras hijas para perfumistas, cocineras y panaderas. Tomará vuestros campos, vuestras viñas y vuestros mejores olivares y se los dará a sus servidores. Tomará el diezmo de vuestros cultivos y vuestras viñas para dárselos a sus eunucos y a sus servidores. Tomará vuestros criados y criadas, y vuestros mejores bueyes y asnos y les hará trabajar para él. Sacará el diezmo de vuestros rebaños y vosotros mismos seréis sus esclavos. En ese día os lamentaréis a causa del rey que os habéis elegido, pero entonces el Señor no os responderá” (8,11-18). El pueblo le dijo a Samuel: “Tendremos un rey y nosotros seremos también como los demás pueblos: nuestro rey nos juzgará, irá al frente de nosotros y combatirá nuestros combates”. Samuel repitió estas palabras ante el Señor y el Señor le dijo: “Hazles caso y ponles un rey” (8,19-22).
 
4. El rey Saúl. Empieza a reinar hacia el año 1030 a.C. Es de la tribu de Benjamín, muy relacionada con la tribu de Efraím. Ambas tribus están situadas en la región montañosa al norte de Jerusalén. Se extraviaron unas burras que pertenecían a su padre y éste le dijo a Saúl: ”Toma contigo uno de los criados y vete a buscar las burras”. No encontrándolas por ningún lado, dijo el criado: “Cabalmente hay en esta ciudad un hombre de Dios. Es hombre acreditado: todo lo que dice se cumple con seguridad. Vamos, pues, allá y acaso nos oriente acerca del viaje que hemos emprendido”. Subieron a la ciudad y se encontraron con Samuel, el hombre de Dios. Precisamente, la víspera de la venida de Saúl había hecho el Señor esta revelación a Samuel: “Mañana, a esta misma hora, te enviaré un hombre de la tribu de Benjamín, le ungirás como jefe de mi pueblo Israel y él librará a mi pueblo de la mano de los filisteos, porque he visto la aflicción de mi pueblo y su clamor ha llegado hasta mí” (1 Sam 9,1-17). Algunos dijeron acerca de Saúl: “¡Qué nos va a salvar ése!” (10,27). Sin embargo, fue todo el pueblo a Guilgal y allí le proclamaron rey (11,14).
 
5. Campañas de Saúl. Los habitantes de la región montañosa eran vulnerables a las incursiones enemigas. Los amonitas atacaron la ciudad de Jabes de Galaad (1 Sam 11,1-11), sus habitantes fueron a Gabaa a pedir ayuda a Saúl. Éste organizó un ejército y derrotó a los amonitas. Los filisteos atacaron la ciudad de Gabaa, acamparon en Micmas y empezaron a arrasar el país (1 Sam 13,16-18); Saúl los derrotó en la batalla de Micmas. Derrotó también a los amalecitas, pueblo seminómada del Negueb (1 Sam 30,1-3). Sin embargo, en la batalla de Gelboé “apretaron de cerca los filisteos a Saúl y a sus hijos y mataron los filisteos a Jonatán, Abinadab y Malki, hijos de Saúl”. Éste quedó herido y le pidió a su escudero que le traspasase con la espada. El escudero no quiso y entonces Saúl tomó la espada y se arrojó sobre ella (1 Sam 31, 1-7). En el mapa, batalla de Saúl contra los amonitas (Atlas de la Biblia).
 
6. El rey David. Reina entre los años 1010-966 a.C. Es de la tribu de Judá, el menor de ocho hermanos (1 Sam 16,11 y 17,12). Tres de sus hermanos fueron soldados del rey Saúl. Dios envió a Samuel en busca de un nuevo rey para Israel. Una vez en Belén, en casa de Jesé, Samuel conoció a siete de sus hijos. Cuando preguntó si faltaba alguno, Jesé llamó al más pequeño, a David. Y allí mismo le ungió como futuro rey de Israel. David fue músico y paje de Saúl, lo que compaginó con su trabajo de pastor. Israel estaba en guerra con los filisteos. Un gigante llamado Goliat desafió al mejor israelita que hubiera (17,4-9). David, cuyo padre le había enviado al campamento para saber cómo estaban sus hermanos, aceptó el desafío, derribó a Goliat de una pedrada en la frente, con su honda, y le cortó la cabeza (17,23 y 46-47). David obtuvo la amistad de Jonatán y el amor de Mical, ambos hijos de Saúl, lo que provocó los celos del rey, que ordenó capturarle. Entonces huyó al desierto con 200 soldados. Allí aceptó la protección del rey filisteo Aquis de Gat. Cuando éste combatió contra el rey Saúl, David no participó en la batalla, pues los filisteos no confiaban en él. En esa batalla murió Saúl.
 
7. El reino de Israel. Cerca del estanque de Gabaón, David vence a los hombres de Is- Boses, hijo de Saúl (2 Sam 2,12-32). Luego conquista la ciudad de Jerusalén (2 Sam 5,6- 10). Además de ofrecer una posición de defensa con un buen abastecimiento de agua, era un territorio neutral entre los israelitas y judíos. Cuando David asumió el reinado de Israel y Judá, los filisteos fueron dos veces en su busca, pero David los derrotó en el valle de Refaim (2 Sam 5,17). David llevó el arca de la alianza a Jerusalén y adoptó el nombre de Israel para su reino. “David, después de ser sucesivamente favorito y enemigo de Saúl que veía en él un rival, llegó al poder, primero en la tribu de Judá y luego en todas las tribus de Israel. Afirmó la unidad del reino en torno a una nueva capital, Jerusalén, y centralizó en ella su culto”. Se le considera autor de muchos salmos. Fue un hombre de fe, pero se precipitó en el adulterio y el asesinato. Se lo reprocha el profeta Natán (2 Sam 12,7). Fue capaz de arrepentirse con profunda humildad. A pesar de sus grandes pecados, “será por siempre el símbolo del hombre elegido de Dios, el rey por quien Dios bendice a su pueblo. El que venga un día a restaurar la gloria de Israel tendrá que ser un nuevo David” (BJ, edición pastoral). En el mapa, batalla de David contra los filisteos.
 
8. Campañas de David. Con sus campañas David fue ensanchando las fronteras mucho más allá del territorio ocupado tradicionalmente por la antigua coalición tribal. Más aún, siguiendo la política de los imperios, se anexionó una serie de estados vasallos. La defensa de este reino exigía la formación de un ejército regular; en las antiguas ciudades cananeas surgieron pronto guarniciones para las unidades de caballería; una nueva división en distritos estaba al servicio de la administración estatal (1 R 4,1-19), un equipo de empleados llevaba el peso de la administración.
 
9. Gastos de Estado. El pueblo tenía que contribuir con tasas o impuestos a pagar los gastos de todo este aparato burocrático y el consumo de una corte que alcanzó con Salomón su mayor fastuosidad. En el campo el rey poseía fincas cuyos arrendatarios debían suministrar sus productos al palacio. David escogió una antigua ciudad cananea como emplazamiento de la corte y él mismo, por ser un antiguo cabecilla de soldados asalariados, era un hombre desprovisto de dignidad sagrada para tomar posesión de la corona. La expansión filistea hacia el interior presionaba sobre Israel y tuvo, sin duda, una función impulsora para conseguir mantener en movimiento la vida política en el reinado de Saúl y más tarde en el de David (Von Rad, 63-64).
 
10. De los jueces a los reyes. En tiempo de los jueces, Israel se encontraba a un nivel puramente patriarcal en su vida religiosa y cultural. La vida individual se insertaba en las asociaciones superiores (clan, tribu) y estos grupos humanos tenían, a su vez, conciencia de su unidad con las leyes naturales de su medio ambiente: “Toda la existencia se hallaba al amparo de ritos y disposiciones sagradas; santificada y sostenida por fiestas y costumbres de una validez inconmovible”, “con el comienzo de la monarquía Israel empezó a liberarse de los profundos lazos de esta credulidad arcaica”. Estamos en una nueva época. Por lo demás, en Silo, la antigua capital de Israel, había una grave degeneración de las costumbres y descontento en el culto durante los últimos años de la anfictionía (1 Sam 1-3). La palabra del Señor escaseaba en el país e incluso el sacerdote había perdido la familiaridad con la palabra de Dios: “La palabra del Señor era rara en aquel tiempo y no abundaban las visiones” (1 Sm 3,1)..
 
11. La soberanía de Dios. Los primeros años del reinado de David dan realmente la impresión de que Israel se ha sustraído a la soberanía de Yahvé, pues el mismo David era un antiguo soldado del séquito de Saúl y carecía, por tanto, de cualquier legitimación sagrada: “Su proclamación como rey de Judá y luego de la confederación de las tribus de Israel y Judá (2 Sam 5,1-3) son presentados como actos de razón política. La conquista de Jerusalén fue toda ella una empresa privada de David para procurarse una residencia entre los dos grandes grupos tribales. De esta manera Jerusalén poseía un estatuto jurídico particular junto a Judá e Israel: era la ciudad de David” (Von Rad, 65-68).
 
12. Profecía de Natán. Cuando el rey se estableció en su casa, dijo el rey al profeta Natán: “Mira, yo habito en una casa de cedro mientras que el arca de Dios habita bajo pieles”. Respondió Natán: “Anda, haz todo lo que te dicte tu corazón, porque el Señor está contigo”. Sin embargo, aquella noche Natán recibió esta palabra del Señor: “Ve y dile a mi siervo David… ¿Me vas a edificar tú una casa para que yo habite? No he habitado en una casa desde el día en que hice subir a los israelitas de Egipto hasta el día de hoy, sino que he ido de un lado para otro en una tienda, en un refugio”, “di esto a mi siervo David…. Yo te he tomado del pastizal, de detrás del rebaño para que seas jefe de mi pueblo Israel. He estado contigo dondequiera que has ido, he eliminado de delante de ti a todos tus enemigos y voy a hacerte un nombre grande…el Señor te anuncia que el Señor te edificará una casa. Y cuando tus días se hayan cumplido y te acuestes con tus padres, afirmaré después de ti tu descendencia”, “él construirá una casa para mi nombre y yo consolidaré el trono de su realeza para siempre”, “yo seré para él un padre y él será para mí un hijo”. Y también: “Tu casa y tu reino permanecerán para siempre ante mí, tu trono estará firme eternamente” (2 Sam 7,1-17).
 
13. El traslado del arca. Cuando David fundó su reino lo unió a la antigua anfictionía, a la antigua confederación de tribus: él no fue nunca a Silo, pero lo que suponía Silo lo trajo a Jerusalén. Realizó el traslado del arca, santuario común de todas las tribus. Acarició la idea de construir un templo, pero sólo Salomón pudo realizarlo. El templo tuvo una especial situación jurídica: “se erigía sobre un terreno de propiedad real (2 Sam 24,24-25), el rey era quien ordenaba su construcción y disponía las reparaciones necesarias. La subvención del templo era para él un honroso deber y tenía el derecho de reformar el
culto en caso de necesidad: los mismos sacerdotes eran funcionarios reales”. En la foto, pintura del arca de la alianza, de una sinagoga de Cafarnaúm, siglo III (Atlas de la Biblia).
 
14. La historia del arca (1 Sam 4-6; 2 Sam 6) narra las aventuras del mismo desde el día en que la llevaron a la batalla contra los filisteos hasta que David la trasladó solemnemente al monte Sión. El salmo 132 celebra la solemnidad anual del traslado del arca. Considera también la elección de Sión como el acto de instauración y ratificación de la monarquía davídica, es decir, la alianza de Yahvé con David, la “lámpara” que le había prometido. En el marco de la gran solemnidad anual del séptimo mes (1 R 8,2) se celebraba una “fiesta real de Sión”, que era al mismo tiempo la fiesta de la fundación del templo y de la monarquía. Yahvé había elegido a Sión como lugar de su reposo, pero en Sión se encontraba también el trono del Ungido. El trono de Yahvé y el de David no podían separarse, más aún, era una misma cosa: “Dijo el Señor a mi señor: Siéntate a mi derecha” (Sal 110).
 
15. Una vela a Dios y otra al diablo. El reconocimiento de los dioses de los grandes imperios era una consecuencia de exigencias políticas a las que debían someterse los pueblos vasallos (2 R 16,10-11; 21,4-5). Con ello se lesionaba gravemente el derecho de Yahvé a una veneración exclusiva. No hemos de olvidar que todo cuanto ocurría en el templo nacional merecía consideración aparte, pues se encontraba en una situación distinta del culto practicado en el resto del país. Así pues, el templo de Salomón era entonces lo que Betel sería más tarde: el santuario real y el templo nacional (Am 7,1); era el santuario del Estado, donde se ofrecían los sacrificios privados del rey, pero, sobre todo, los sacrificios del Estado”, “como santuario real era el lugar del culto oficial, pero, como morada del arca, era el santuario central de Israel”.
 
16. Una anfictionía sin tribus. ¿Qué clase de anfictionía era ésa, cuyos miembros -las tribus- perdían cada día mayor libertad de acción al deshacerse su constitución tribal bajo el peso del creciente poder del Estado? El Deuteronomio intenta restaurar “la antigua institución anfictiónica”, pero en realidad promueve “una anfictionía sin tribus, porque políticamente no era posible contar con ellas, ni siquiera como grupo de una cierta autonomía”. Además, Jerusalén debió despertar sospechas entre la población rural, más adicta al yahvismo, por haber sido una antigua ciudad cananea con santuarios cananeos” (Von Rad, 71-73).
 
17. La construcción del templo. Los constructores fenicios, a los que Salomón encargó la edificación del templo, no sabían nada acerca de Yahvé; ellos conocían sólo el modo como se construía un templo en todas partes y desde tiempos inmemoriales. Por esto siguieron el modelo de un templo muy extendido en Siria y Palestina, cuya estructura fundamental (separación del “santísimo” mediante una antecámara) provenía probablemente de Mesopotamia y en cuyo interior se encontrarían reunidos símbolos sagrados de proveniencias muy diversas. En la foto, esquema del templo de Salomón (Atlas de la Biblia).
 
18. Esplendor cultural. El primer periodo de la monarquía trajo un esplendor cultural que debió suponer una profunda conmoción interior: “El reino de David, después de la unión del norte con el sur, era un Estado con grandes posibilidades expansivas; en el campo político exterior estaba relativamente consolidado, mientras le abrumaban múltiples problemas de política interna; la vida del culto giraba en torno a un nuevo centro y tomaba nuevas formas; una corte brillante se mantenía a la altura de su tiempo”. En esta época aparecen tres  obras históricas: la subida de David al trono (1 Sam 16,14-2 Sam 5,12), la sucesión de David (2 Sam 6,12 y 20-21-1 R 2) y la obra del yahvista. En realidad, “todas nuestras informaciones sobre la historia antigua de Israel son el fruto del trabajo de conservación y adaptación del yahvista” (Von Rad, 78-79).
 
19. Crisis del culto. Con la formación del Estado el culto a Yahvé entró en una crisis, en la que se ponía en juego su existencia: fue un cambio de estructuras que comportaba un nuevo centro de gravedad y nuevas relaciones de las partes con el todo. Es inútil añadir que el yahvismo penetró así en un sector de peligros y tentaciones completamente nuevos, frente a los cuales debía armarse y, sobre todo, debía primero conocerlos. Esto requería por sí mismo un cierto espacio de tiempo. La crisis debida a la constitución del Estado fue todavía más grave, porque se entrelazó con la crisis del establecimiento en el país, una crisis todavía sin resolver. El choque de Yahvé con Baal no terminó con la transformación de Israel en Estado; al contrario, se hizo más agudo, pues la convivencia con los cananeos fue más intensa y se intensificó también la influencia de los cultos extranjeros a través de un contacto político más estrecho con los países vecinos.
 
20. Separación entre culto y vida: “En una sociedad desacralizada que se había acostumbrado a observar al hombre con ojos profanos, el culto se convirtió en algo extrañamente aislado. Continuaba siendo el centro sagrado de la existencia, el punto donde tenían lugar los contactos del hombre con Yahvé, pero ambos sectores se divorciaron”. Los profetas lo denuncian: “Sus diatribas se dirigen contra el desprecio de los mandamientos de Yahvé, de los cuales se había ido alejando la vida cultural, política y social”.
 
21. Influencia cananea y movimientos de oposición. Las condiciones políticas y religiosas de Canaán prepararon, en líneas generales, la evolución de Israel en este periodo: “La mayoría de los israelitas fueron arrastrados inconscientemente por el curso de los acontecimientos”. No obstante, una minoría tomó una postura crítica. Surgen así los movimientos de oposición. Las fuentes son escasas. El historiador deuteronomista coloca la historia de esta época bajo una sola perspectiva:  ¿cuál fue la actitud de los monarcas (a los que identifica cada vez con sus reinos y con su generación respectiva) frente al único santuario legítimo de Israel? Los reyes estaban completamente con Yahvé si se consideraban obligados a adorarlo en Jerusalén. En la foto, altar de piedra, de unos 60 cm de altura, Meguido, siglo X a.C. (Atlas de la Biblia).
 
22. Dos santuarios nacionales. En el primer libro de los Reyes se describen “con profundo horror” las medidas que Jeroboán tomó para construir dos santuarios nacionales: “Si el pueblo continúa subiendo para ofrecer sacrificios en el templo del Señor en Jerusalén, el corazón del pueblo se volverá a su señor, a Roboán, rey de Judá, y me matarán”. El rey fundió dos becerros de oro y dijo al pueblo: “Basta ya de subir a Jerusalén. Este es tu dios, Israel, el que te hizo subir de la tierra de Egipto”, e instaló uno en Betel y otro en Dan (1 R 12,26-29): “En cuanto a la elección de los santuarios, el rey podía recurrir a dos lugares de culto consagrados por una tradición muy antigua y así evitaba la osadía de elevar al rango de lugar sagrado una ciudad que no había tenido ninguna importancia en la vida cultual de Israel” (Von Rad, 87-89).
 
23. Oposición campesina La elección de Saúl como rey (1 Sam 10,27; 11,12-13) encontró oposición: “La población rural, ligada a las tradiciones patriarcales, no debió aceptar sin reservas la gran innovación de la monarquía. Dejando aparte los reparos de tipo religioso, la monarquía comporta un notable gravamen económico sobre los campesinos libres y una sensible reducción de sus derechos”. En realidad, el fuero del rey que Samuel leyó al pueblo (1 Sam 8,11-17) lo avisaba: “El rey tomó la juventud rural para meterla en sus guarniciones como soldados regulares; se apoderó de posesiones rurales para crear sus propias fincas en diversos puntos del país y reclutó los trabajadores para estas fincas entre la población del campo. Confiscó otras tierras para premiar a los seguidores más fieles (1 Sam 22,7). Gravó con impuestos a toda la población agrícola para costear con sus tributos la economía de la corte (1 R 4,7; 20,14); la misma población femenina no se encontraba al reparo de su mano, pues necesitaba las mujeres como mezcladoras de perfumes, cocineras y panaderas”. Es fácil suponer cuánto hirieron estas acciones del rey a los campesinos que aún vivían con un “sentimiento nómada de la libertad”.
 
24. El censo de David. La narración sobre el censo de David (2 Sam 21) conserva el recuerdo de una rebelión contra la organización del ejército que hizo David: “David deseaba conocer su potencial bélico, quería disponer de números concretos. Pero el reclutamiento de los hombres obligados al servicio militar contradecía la esencia más profunda de las guerras santas, en las que Yahvé mismo se había reservado la protección de Israel. Con todo, la narración informa de que el rey no hizo caso de las objeciones”. El relato de la reprobación de Saúl (1 Sam 15) recoge el conflicto del rey con la antigua institución del anatema: “La transgresión de Saúl fue muy grave: había rechazado hacer una profesión de fe en Yahvé, negándole cuanto caía bajo la luz del anatema”. Saúl quiso disponer del botín “según su arbitrio”. Era algo así como la “razón de Estado” la que se rebelaba y no estaba dispuesta a recibir de Yahvé las normas de actuación.
 
25. El conflicto de fondo. Las peregrinaciones, las grandes fiestas del yahvismo seguían existiendo y el rey había dejado intacto “el derecho divino”, pero “la protección de Israel contra sus enemigos, que en otro tiempo fue competencia exclusiva de Yahvé, pasa ahora bajo la dirección del rey. De esta manera se creó un conflicto insanable. La brecha alcanzó proporciones gigantescas en los ataques de los profetas mayores contra las alianzas y contra la política de armamentos”.
 
26. La construcción del templo también encontró oposición interna. En la protesta que Natán comunica a David en nombre de Yahvé se adivina esa oposición. Le pregunta a David si Yahvé habitó jamás una casa desde la liberación del pueblo en Egipto. La respuesta es clara: él anduvo errante con Israel “en una tienda”, pero nunca dio instrucciones para que le construyeran “una casa de cedro” (2 Sam 7,4-8). Obviamente, Natán se hacía portavoz de la antigua tradición sobre la “tienda del encuentro”, tradición que, por este tiempo, podía estar a punto de desaparecer.
 
27. Aumento de población cananea. Con sus victorias sobre los pueblos vecinos David ensanchó las fronteras de Israel. Así se anexionó las grandes llanuras, la región de los cananeos y filisteos. Sin embargo, este gran aumento de población cananea tuvo una repercusión negativa sobre el culto: “La confrontación de dos cultos opuestos, el de Yahvé y el de Baal, se convertía ahora en un problema interno de Israel. De esta manera, la penetración de concepciones cananeas en el culto de Yahvé entró en una fase completamente nueva y mucho más peligrosa”, “la constante simbiosis con la población indígena de Canaán exponía las antiguas tradiciones a un sincretismo creciente a olas arrinconaba en una posición de aislamiento defensivo” (Von Rad, 90-94).
 
28. Los nazireos. Se oponen al proceso de degeneración del culto yahvista con su voto de “persona consagrada a Dios” (Jue 13,5-7; 14,24; 16,17). Como dice el profesor belga Van Imschoot, “a juzgar por los únicos ejemplos con que contamos, los de Sansón y Samuel, parece que primitivamente esta consagración era de por vida”. Sin embargo, “la legislación sacerdotal (Nm 6) no tiene en consideración más que un nazireato temporal, y así era como se practicaba en el judaísmo hasta la época neotestamentaria (Hch 21,23s; 1 Sam 1,11 y 28; 2,20). Para el fin del nazireato prescribe (Nm 6,13-20) diversos sacrificios, ofrendas de tortas, de libaciones, en cuyo transcurso el nazireo se corta los cabellos y los quema en el fuego”. Según Nm 6, “el nazireo debía abstenerse de vino y de todos los productos derivados de la viña, dejar crecer sus cabellos sin que los tocara navaja, y evitar todo contacto con un cadáver”. De estas tres obligaciones, “en el caso de Sansón sólo aparece la de no rasurarse la cabeza (Jue 3,5), y lo propio acontece en el caso de Samuel (1 Sam 1,11; Van Imschoot, 524-525). De Jesús se dice: “Será llamado nazireo” (Mt 2,23).
 
29. Los recabitas. Son partidarios de un yahvismo radical. Forman una asociación de tipo tribal que, por motivos religiosos, siguen llevando una vida nómada dentro del país agrícola. No habitan en casas, no cultivan la tierra, no plantan viñas ni beben vino. En tiendas pasan toda la vida para vivir muchos años en la tierra, donde son “forasteros” (Jr 35, 6-7). Provienen de la antigua tradición yahvista (Ex 20,12; Lv 25,23) Su antepasado es Yonadab ben Recab, a quien Jehú hizo subir a su carro, porque se sentía unido con él en el “celo por Yahvé” (2 R 10,15-16). Al parecer, están relacionados con los kenitas (1 Cr 2,55) que “eran adoradores de Yahvé y perseveraban en una vida seminómada, cuando ya hacía tiempo que Israel se había vuelto sedentario”.
 
30. Los profetas. Con gran fuerza los profetas reaccionan ante estos hechos: la degeneración sincretista de la religión yahvista, la emancipación de Israel con relación a Yahvé, los grandes desequilibrios y graves abusos sociales, la ascensión de Asiria a la cumbre de su poder y la consiguiente amenaza sobre Palestina a partir del siglo VIII. Bajo el reinado de Teglatfalasar III (745-727), la política expansionista de Asiria se dirigió contra Palestina; eran los tiempos de Oseas, Amós e Isaías. A partir de este momento termina la autonomía nacional de Israel y Judá. En el 721 cae Samaría y en los años 597 y 587 cae Judá. Son los años de los profetas Sofonías, Habacuc, Jeremías y Ezequiel. Los profetas proclaman la permanente validez de unos preceptos que han sido abandonados hace tiempo. En segundo lugar, los profetas se dirigen hacia el futuro. Ante la amenaza de los asirios, babilonios y persas, en el horizonte de Palestina, ellos anuncian “la cercanía de una nueva actividad histórica de Yahvé con Israel y Judá”, una nueva acción de Dios, un “nuevo David”, una “nueva alianza”, un “nuevo éxodo” (Von Rad, 94-100).
 
* Diálogo: ¿Qué consecuencias tuvo la constitución de Israel como Estado?, ¿qué lecciones de la historia podemos sacar?, ¿qué elementos del antiguo culto permanecen en la actualidad?, ¿la crisis de la configuración del pueblo de Dios como Estado es actual en la Iglesia?