En el principio era la palabra
 

2. LA CRISIS DEL ESTABLECIMIENTO

La tentación cananea

 
1. Hacia 1210 a.C., tras la muerte de Moisés, su ayudante Josué recibió esta palabra del Señor sobre la entrada en la tierra de Canaán: “Moisés, mi siervo, ha muerto; arriba, pues, pasa el Jordán con todo tu pueblo hacia la tierra que yo les doy” (Jos 1,2). La fidelidad a la Ley es fundamental: “Sé valiente y firme, teniendo cuidado de cumplir toda la Ley que te dio mi siervo Moisés. No te apartes de ella ni a la derecha ni a la izquierda para que te vaya bien dondequiera que vayas” (1,7) En el mapa, campañas de Josué.
 
2. Dos teorías. Según la teoría más antigua, la entrada en la tierra de Canaán fue una conquista rápida de todo el país: “En el siglo XIII a.C. los israelitas invadieron Canaán desde Cisjordania. Las doce tribus de Israel unidas en la invasión conquistaron rápidamente Canaán mediante tres batallas en el centro, el sur y el norte. Se creía que todos los cananeos habían sido eliminados durante estas batallas”. Una segunda teoría afirma que pudo darse una emigración gradual: “Parece cierto que, con excepción de algunos conflictos locales, la ocupación fue bastante pacífica. En la era de los patriarcas leemos que los hebreos vivían, en su mayoría, en paz con la gente del lugar. En la familia de Judá incluso se menciona una boda con mujeres cananeas. Las referencias a los ataques de ciudades cananeas son muy limitadas, aunque las ciudades-estado cananeas continuaron existiendo durante un periodo de tiempo considerable” (Atlas de la Biblia).
 
3. Toma de Jericó. Se recoge en el libro de Josué. En cierto modo, la toma de Jericó parece una procesión. La ciudad estaba cerrada a cal y canto. Yahvé dijo a Josué: “Así harás durante seis días: Siete sacerdotes llevarán las siete trompetas de cuerno de carnero delante del arca. El séptimo día daréis la vuelta a la ciudad siete veces y los sacerdotes tocarán las trompetas”, “todo el pueblo prorrumpirá en un gran clamoreo y el muro de la ciudad se vendrá abajo. Y el pueblo se lanzará al asalto”. Así se hizo: “la gente escaló la ciudad”, que fue consagrada al anatema y pasada “a filo de espada” (Jos 6,1-21).
 
4. Campañas de Josué. Josué hizo una campaña en el sur. Cinco reyes escondidos en la cueva de Maqueda (el de Jerusalén, el de Hebrón y otros tres) fueron muertos y colgados: “El mismo día Josué tomó Maqueda y la pasó a filo de espada”. Hizo lo mismo con otras ciudades (Jos 10, 16-42). En el norte varios reyes se juntaron para luchar contra Israel: “Josué, con toda su gente de guerra, los alcanzó junto a las aguas de Merom y cayó sobre ellos”, “se apoderó de todas las ciudades de aquellos reyes”, “se apoderó de toda la tierra tal y como Yahvé le había dicho a Moisés” (11,1-23).
 
5. Aquí surge un problema de fondo: ¿Qué Dios es éste, tan sanguinario, que llama a su pueblo a una “guerra santa” de exterminio?, ¿tiene algo que ver con el Dios clemente y compasivo en el que creemos?, ¿fue realmente así? En realidad, Josué fue sólo el jefe de la tribu de Efraím: “En la epopeya es el sucesor de Moisés al frente de todo el pueblo, simbolizando una unidad que de hecho estaba muy lejos de haberse realizado. Igualmente, un determinado episodio de la conquista que en un principio sólo concernía a una pequeña parte de Israel se atribuye luego a todo el pueblo”, “si un remoto poema narraba que Dios detuvo el sol (Jos 10,13) para que la victoria sobre el enemigo fuera completa, eso no difiere mucho del título que un autor da al desembarco aliado del 6 de junio de 1944, el día más largo” (BJ, edición pastoral).
 
6. Perspectiva distinta. En el libro de los Jueces encontramos una perspectiva distinta de la que nos presenta el libro de Josué: “Después de la muerte de Josué, los israelitas hicieron esta consulta a Yahvé: ¿Quién de nosotros subirá el primero a combatir con los cananeos? Yahvé respondió: Subirá Judá, he puesto el país en sus manos. Judá dijo a su hermano Simeón: Sube conmigo al territorio que me ha tocado, atacaremos al cananeo; y luego yo también iré contigo a tu territorio” (Jue 1,1-3). Aquí vemos campañas que se llevaron a cabo por tribus o grupos individuales. Además, Yahvé le dijo a Josué: “Eres viejo y entrado en años, y queda todavía muchísima tierra por conquistar” (Jos 13,1). Manasés, hijo de José, “no se apoderó de Bet Seán y sus filiales”, ni de otras ciudades: “Los cananeos siguieron ocupando el territorio. Sin embargo, cuando Israel cobró más fuerza, sometió a los cananeos a tributo, aunque no llegó a expulsarlos”. Tampoco lo hizo su hermano Efraím, ni Zabulón, ni Aser, ni Neftalí (Jue 1,27-36).
 
7. Asamblea de Siquem. En esta gran asamblea se muestra claramente que en una hora crítica la tribu de José, por boca de su representante Josué, apremió a las otras tribus a tomar una decisión a favor o en contra de Yahvé: “Ahora, pues, temed a Yahvé y servidle perfectamente con fidelidad; apartaos de dioses a los que sirvieron vuestros padres más allá del Río y en Egipto y servid a Yahvé, elegid hoy a quién habéis de servir”, “yo y mi familia serviremos a Yahvé. El pueblo respondió: Lejos de nosotros abandonar a Yahvé para servir a otros dioses” (Jos 24, 14-16).
 
8. Anfictionía israelita. Este relato recuerda una decisión fundamental de las tribus de Israel, ya establecidas en Palestina: “Recuerda también, dice Von Rad, un suceso de importancia trascendental para el culto: la institución de la antigua anfictionía israelita. No es nueva la hipótesis de que el culto a Yahvé practicado por las tribus israelitas tenía cierta analogía con las asociaciones culturales de la antigua Grecia o de la Italia prerromana, pero sólo en tiempos recientes ha sido desarrollada metódicamente hasta alcanzar el mayor grado de certeza posible en este terreno”. Se entiende por anfictionía ”la confederación de las antiguas ciudades griegas para asuntos de interés general”.
 
9. Las peregrinaciones regulares de los miembros de la anfictionía al santuario común donde se hallaba el arca, jugaron un papel decisivo: “Estas romerías, en especial la organizada para la gran fiesta de otoño, junto con los sacrificios y el compromiso de la alianza, constituían los momentos culminantes de la vida de la confederación tribal. Una larga serie de textos revelan la existencia de una fiesta cultual de la anfictionía, e incluso nos dan algunas informaciones fundamentales sobre la sucesión litúrgica de sus partes. Parece cierto que su contenido principal consistía en un compromiso solemne de observar las leyes de Yahvé que tenía el carácter de una renovación periódica de la alianza”.
 
10. La unión de las tribus en torno al culto a Yahvé no condujo desde el principio a una unidad perfecta. En los primeros tiempos, la situación debió ser muy compleja, pues en la asamblea de Siquem Josué planteó tajantemente la alternativa: culto a Yahvé o culto a los ídolos: “Era además inevitable que las tribus ya instaladas en el país entraran en contacto con algunos de los santuarios cananeos más famosos. También estos eran centros de peregrinación a donde afluían grandes muchedumbres en los días de las festividades principales. Junto a las celebraciones cultuales, estas fiestas ofrecían a los oriundos de los países más lejanos la feliz oportunidad de organizar mercados anuales; se vendía y se compraba, se solicitaba la mano de la futura esposa o se celebraban los esponsales y se resolvían los litigios. La fiesta se convertía en una feria”.
 
11. Todo el pueblo de Israel se dirigía cada año en peregrinación al santuario central donde un sacerdote velaba por la pureza de las tradiciones. Sin embargo, Yahvé tenía, al principio, una importancia relativa en la vida cotidiana del campesino israelita. La Biblia nos habla de un sacrificio anual al que acudía toda la familia (1 Sam 20,6 y 29). Al parecer, cada ciudad poseía un lugar de culto, donde se podía ofrecer sacrificio a Yahvé. Betel fue más tarde el santuario central de la confederación de tribus (Jue 20,18 y 26-27), luego Silo (1 Sam 1,3) y, después de su destrucción, lo debió sustituir por algún tiempo Guilgal, junto a Jericó.
 
12. Numerosas agrupaciones cultuales existieron simultáneamente. Las tribus de Isacar y Zabulón “invitan a los pueblos hacia la montaña” (Dt 33,19; Os 5,1). La montaña es el Tabor, en la Baja Galilea, donde había un célebre santuario. Según Von Rad, “el dios venerado en el Tabor no fue originariamente Yahvé, como tampoco lo era en el santuario de Betel. En estos lugares se veneraba una divinidad, “El”, uno de los muchos dioses de la fecundidad y de los fenómenos meteorológicos cuyo culto estaba extendido en Canaán. Otro tanto puede decirse del santuario situado en el monte Carmelo. En Siquem se veneraba a “Baal de la alianza” (Jue 9,4) y en Berseba a “El Olam” (Gn 21, 33). Del mismo modo, en el extremo sur se veneraba a “El Roi” (Gn 16,13; Von Rad, 41-47).
 
13. Sin embargo, el profesor belga Paul Van Imschoot comenta en su libro Teología del Antiguo Testamento: “EL designa la divinidad entre todos los semitas, excepción hecha de los etíopes”, “se emplea como nombre propio de un dios determinado entre los arameos y los árabes, los fenicios, los habitantes de Ugarit (Ras Shamra), quizá entre los acadios y en el Antiguo testamento donde frecuentemente designa al Dios único”, “El es frecuentemente acompañado de un determinativo que forma con él un nombre compuesto: El’Olam (Gn 21,33) es el Dios antiguo o el Dios eterno, adorado en Berseba; El-Roi es el Dios que aparece o el Dios que me ve, es decir, me mira con benevolencia (Gn 16,13); El Bethel (Gn 35,7) es el Dios que se ha manifestado en Bethel (Gn 28,12ss; 31,13”, “El Elyon es el Dios Altísimo. Según Gn 14,18-20, el rey cananeo de Salem, Melquisedec, era sacerdote de El Elyon, el Dios Altísimo que ha creado el sol y la tierra”, “Baal es un epíteto divino común a todos los semitas. En el lenguaje profano, baal significa señor o amo (Van Imschoot, 39-41 y 56).
 
14. En Canaán existían los famosos altozanos, lugares de culto de carácter local que los profetas denunciaron con fuerza. Estos cultos eran cultos de fecundidad. Baal era el propietario de una colina, oasis o de otro lugar cualquiera. Baal tenía con la tierra una relación de “matrimonio sagrado”: “Él es la misma potencia generativa que fecunda la tierra con el esperma de la lluvia. Los hombres participaban de su poder bienhechor penetrando en su misterio e imitándolo”.
 
15. La tentación cananea. Con diversas imágenes, el relato de Gn 3 describe la tentación radical. Esta presenta los rasgos que para los israelitas tenían los cultos cananeos de Palestina: un proyecto de vida sin el Dios de Israel. La serpiente es símbolo de vida, sabiduría, fertilidad, eterna juventud. Primero hipnotiza con su mirar y después capta. No se la puede mirar de frente. Así sucede con la tentación. El "árbol prohibido" es sólo uno (3,3), pero lo parecen
todos (3,1). Es el límite que, según la palabra de Dios, no se debe pasar (PC III, El origen del mal). En la foto superior, sello de los años 800-700 a.C. que muestra a un adorador de pie delante de un árbol. En la foto inferior, amuleto sello de los siglos X-VIII a.C. en que aparecen dos personas de pie a cada lado de un árbol sagrado en acto de adoración (Atlas de la Biblia). ¡Es el árbol del capítulo tercero del Génesis!
 
16. La prostitución cultual era una característica esencial de la religión cananea. En los santuarios vivían prostitutas sagradas y los objetos característicos del culto eran las estelas, columnas de piedra mal talladas y postes fálicos. Junto a Baal estaba Astarté (Aserá), la diosa de la fecundidad por antonomasia (Von Rad, 47). El rey Jeroboam (+910 a.C.) “expulsó de la tierra a los consagrados a la prostitución y quitó todos los ídolos que sus padres habían hecho” (1 R 15,12), “derribó las casas de los consagrados a la prostitución que estaban en la casa de Yahvé y donde las mujeres hacían velos a Aserá” (2 R 23,7). Se dice en la Ley: “No te mostrarás ante sus dioses, ni les darás culto, ni imitarás su conducta; al contrario, los destruirás por completo y romperás sus estelas” (Ex 23,24), “no te erigirás estelas, cosa que detesta Yahvé tu Dios” (Dt 16,22), “no habrá hieródula entre las israelitas, ni hieródulo entre los israelitas” (Dt 23,18)
 
17. Israel tomó prácticas del culto cananeo en particular los sacrificios y sus ritos. Comienza a utilizar en este momento el “efod”, un vestido usado por el sacerdote (1 Sam 2,28;14,3) cuando se convierte en la boca de la divinidad pronunciando el oráculo. Es parte de los ornamentos sacerdotales (Ex 28,6s), vestido de lino fino, corto y sin mangas, más o menos lujoso que se ponen los sacerdotes del judaísmo sobre todos los otros y les cubre especialmente las espaldas. El culto yahvista tomó de la población cananea el ciclo de las fiestas agrarias y campesinas. Más tarde, en el ámbito de la teología del Deuteronomio, Israel consideró la aceptación o el simple uso de las prácticas del culto cananeo como la mayor apostasía.
 
18. La fe en Yahvé no tenía en su origen ninguna relación con las tierras de cultivo, el fenómeno de la tierra fértil en oposición a la tierra de barbecho, la estepa (Jr 2,2). Las tierras de cultivo no fueron para los antiguos algo indiferente sino algo sagrado y no era una ocupación profana el despertar sus ocultos poderes. Se tenía miedo del misterio telúrico: “arar la tierra y utilizar sus energías era una osadía; por eso extraños ritos protegían el cultivo del campo; más aún se atribuía a una revelación especial el conocimiento de su poder bienhechor y los medios para disfrutarlo” (Von Rad, 50-51).
 
19. El primer mandamiento. ¿Qué podía responder Yahvé a esta cuestión vital para los antiguos campesinos? No podía callar ni permanecer indiferente. Y Yahvé no se quedó mudo: “La tierra es mía, ya que vosotros sois para mí como forasteros y huéspedes” (Lv 25,23). Cada batalla con el culto a Baal fue para Israel un duelo a vida o muerte. El proceso comenzó cuando el primer grupo yahvista pisó el suelo fértil de Palestina. Desde el primer momento el culto a Yahvé chocó con el culto a otros dioses. Estaba en juego el primer mandamiento. El rito de abjuración celebrado en Siquem lo manifiesta.
 
20. La fe en Yahvé experimentó graves reveses en esa lucha contra Baal. Por ejemplo, en el santuario de Baal Peor, al nordeste del mar Muerto: “Israel se estableció en Sittim. Y el pueblo se puso a fornicar con las hijas de Moab. Estas invitaron al pueblo a los sacrificios de sus dioses y el pueblo comió y se postró ante sus dioses. Israel se adhirió así al Baal de Peor, y se encendió la ira de Yahvé contra Israel” (Nm 25,3).
 
21. El libro de la alianza. Es el cuerpo jurídico más antiguo de Israel (Ex 21-23) y muestra la rapidez con que Israel se adaptó a las nuevas condiciones de vida. Proviene del periodo intermedio entre la conquista de Canaán y la creación del Estado. Los israelitas recogieron una legislación ya vigente y conforme con la situación cultural de Canaán. En la primera parte del libro de la alianza, donde predominan las leyes en estilo condicional, se percibe un código ciudadano que Israel tomó de los cananeos: “Contiene asuntos en su mayoría profanos: leyes sobre las deudas, fianzas, indemnizaciones, depósitos, embargos, la venganza de sangre, el derecho de asilo, etc., en una palabra, todo cuanto debatían los tribunales en la puerta de la ciudad”. Cuando se comparan los distintos códigos israelitas con los de otros países vecinos, aparecen en su conjunto como la cristalización de “una vasta cultura jurídica común a todo el Oriente”. Sin embargo, “al comparar las diferencias notorias de sus decisiones, conviene examinar con mucho cuidado las condiciones sociológicas y jurídicas donde se sitúan ambas legislaciones” (Von Rad, 57-58).
 
22. Los jueces. Tras el establecimiento, Israel tenía una institución encargada de velar por el ejercicio del derecho: los jueces de Israel. Las listas de “jueces menores” (Jue 10,1-5; 12,7-15) nos presentan una sucesión de hombres de las tribus más diversas, que juzgaron al pueblo. Estos eran muy distintos de los “jueces mayores”, que eran jueces guerreros. Los jueces eran una instancia a la que se acudía en busca de justicia. Es el caso de Débora, que se sentaba bajo la palmera entre Ramá y Betel (Jue 4,4-5), y el caso de Samuel, que año tras año hacía el recorrido entre Betel, Guilgal y Mispá (1 Sam 7,15-16). Esta institución perduró después de la constitución del estado (Miq 4,14 y Dt 17,8-9).
 
23. Las tradiciones conservadas en el libro de los Jueces ofrecen una visión de algunos aspectos de la historia de Israel antes de la monarquía. Las tribus y los clanes raramente actuaban juntos, lo hacían por separado o en grupos pequeños. El ataque de Gedeón a los madianitas probablemente sólo afectó a su propio clan, el de Abiezer, y tal vez a Efraím (Jue 7). El juez Jefté venció a los amonitas en Galaad (Jue 10-11). El juez Sansón luchó contra los filisteos (Jue 13-16). Una alianza tribal dirigida por Débora y Barac, en la que se mencionan diez tribus (Jue 5,11-17), logró vencer a los cananeos. Débora era profetisa y juez. Mandó llamar al gobernante Baraq: “Vete, y en el monte Tabor recluta y toma contigo diez mil hombres de los hijos de Neftalí y de los hijos de Zabulón”, “subieron con él diez mil hombres, y Débora subió con él” (4,4-10).
 
24. El sistema de tribus israelita surgió en principio en las regiones montañosas centrales de Palestina, mientras que la ciudad-estado cananea seguía dominando las llanuras costeras (Jue 1,27-35). Con la excepción de la victoria de Débora y Baraq, los hechos del tiempo de los jueces están situados en las zonas menos accesibles que escapaban al dominio de las ciudades-estado. La victoria sobre el cananeo Sísara (4,22) marca la primera aparición de tribus israelitas en las llanuras costeras (Atlas de la Biblia). El establecimiento de Israel en Canaán fue un proceso gradual y, con excepción de algunos conflictos locales, fue bastante pacífico.
 
Diálogo: ¿Qué problemas presenta el establecimiento de Israel en la tierra de Canaán? ¿En qué consiste la crisis del establecimiento? ¿Qué supone la tentación cananea? ¿Está identificado culturalmente el árbol de la tentación? ¿Es actual la tentación radical? ¿Qué supone la institución de los jueces?