En el principio era la palabra
 

3. EL MENSAJE DE AMÓS

La sacudida del terremoto

1. Dentro de la serie de catequesis sobre tradiciones proféticas, abordamos el mensaje de Amós. Corre el siglo VIII a.C. Amós es pastor de Técoa, al sur de Jerusalén, que profetizó sobre Israel en los días de Ozías, rey de Judá, y en los de Jeroboán, rey de Israel, “dos años antes del terremoto” (Am 1,1). Grita el profeta: “El Señor ruge desde Sión y desde Jerusalén alza su voz, se enlutan los pastizales de los pastores y se seca la cumbre del Carmelo” (1,2). La palabra de Dios se dirige a un campesino, “pastor y cultivador de higos” (7,14), creyente y libre.

2. Algunos interrogantes: ¿Cuál es el mensaje de Amós?, ¿en qué contexto vive?, ¿cómo son sus visiones?, ¿el sistema social y religioso está corrompido?, ¿pudo servir de señal un fenómeno natural como la sacudida del terremoto?, ¿qué se desmoronaba entonces?, ¿qué había que levantar?, ¿qué había que levantar en la Iglesia naciente?, ¿qué se desmorona ahora?, ¿qué hay que levantar hoy?, ¿una comunidad viva que promueva la reforma pendiente?

3. Contexto en el que vive Amós. El reino del norte (Israel) se independiza del sur (Judá) a la muerte de Salomón (931). Con Jeroboán II (783-743) el reino de Israel alcanza una prosperidad desconocida, pero el contraste entre ricos y pobres es escandaloso. A la corrupción social acompaña la corrupción religiosa. Los grandes santuarios están llenos, pero la religión está paganizada, pervertida, prostituida. El reino de Israel sufre la invasión asiria el 721 a. C.

4. La vocación de Amós nace en medio de cinco visiones. En la visión de las langostas (las tropas asirias) y en la del fuego (la sequía) el profeta ve alejarse el desastre. Cuando las langostas devoran la hierba de la tierra, dice el profeta: “¡Señor, por favor, perdónalo!, ¿cómo va a resistir Jacob, si es tan pequeño?”. Y se arrepintió el Señor (Am 7,1-3). Cuando el Señor convoca a juicio por el fuego y este devora la campiña, dice el profeta: ”¡Cesa, Señor, por favor!, ¿cómo va a resistir Jacob, que es tan pequeño?”. Y se arrepintió el Señor (7,4-6).

5. Sin embargo, en la visión de la plomada el profeta contempla que ya no hay remedio, no hay solución, no hay dilación: “He aquí que el Señor estaba junto a una pared con una plomada en la mano”. Le dijo a Amós: ”¡Voy a poner una plomada en medio de mi pueblo Israel, ni una más le volveré a pasar! Serán devastados los altos de Isaac, asolados los santuarios de Israel, y yo me alzaré con espada contra la casa de Jeroboán” (7,7-9). En la visión del cesto de fruta madura, el Señor le dice a Amós: “¡Ha llegado la madurez para mi pueblo Israel, ni una más le volveré a pasar! Los cantos de palacio serán lamentos aquel día, serán muchos los cadáveres, en todo lugar se arrojarán” (Am 8,1-3). El lenguaje es muy duro, pero la realidad también lo es. En realidad, el profeta es centinela de la espada que viene: tiene la responsabilidad de avisar (Ez 33). Las grandes diferencias sociales son una injusticia y, además, generan violencia. Mientras “muchedumbres inmensas carecen de lo estrictamente necesario”, otros “viven en la opulencia” (GS 63).

6. El destierro de Israel. En la visión del terremoto, que sacude los cimientos, se anuncia la catástrofe que se avecina: “Vi al Señor en pie sobre el altar y dijo: ¡Sacude el capitel y que se desplomen los umbrales! ¡Hazlos trizas en la cabeza de todos ellos, y lo que de ellos quede lo mataré yo a espada, no huirá entre ellos ni un solo fugitivo ni un evadido escapará!” (Am 9,1). En las visiones vemos la comunicación que se da entre el Señor y el profeta, el camino íntimo que este recorre hasta que finalmente tiene conciencia clara de lo inevitable: no es posible impedir la catástrofe, el destierro de Israel.

7. El mensaje de Amós implica una ruptura con el sistema social, político y religioso vigente. El sistema está corrompido: “La tienda de David está caída” (Am 9,11). ¿Qué supone todo esto para nosotros hoy? ¿Está en ruinas la Iglesia? La vocación de San Francisco (1182-1226) nace de una experiencia semejante. El papa Inocencio III puede ser el emperador de Europa, pero la Iglesia está en ruinas:“Anda y repara mi casa que amenaza ruina”. ¿Están en ruina las Iglesias cristianas?

8. Algunos datos. Amós es un campesino judío.  No es profesional de lo religioso ni tampoco estómago agradecido. Es independiente económicamente, libre. Su misión tiene como punto de partida el monte Sión, es decir, la morada y el templo de Dios. La denuncia se hace desde dentro. La hace el mismo Dios. Dos años antes del terremoto, que tuvo lugar a mediados del siglo VIII, anuncia Amós: “El Señor ruge desde Sión, alza la voz desde Jerusalén” (1,2). Antes de que la escuchen los hombres, la escucha la naturaleza. El terremoto está atestiguado por las excavaciones de Yasol, afluente del Cedrón, en la alta Galilea. A consecuencia del mismo quedó hendido el monte de los olivos (Za 14,4). Se vio en el terremoto una señal que venía a confirmar el mensaje de Amós. Fue el terremoto del siglo. 

9. Fenómenos naturales. Una pregunta: ¿puede hablar Dios a través de fenómenos naturales? La “pertinaz sequía” es algo que nos suena. Forma parte del discurso franquista en la década de los cuarenta. En 1949 hubo dos años seguidos extraordinariamente secos. La “pertinaz sequía” vino tras una “guerra fratricida” que se llamó “cruzada”. Lo sucedido en los dos últimos años no lo habíamos visto nunca. En primer lugar, la pandemia del coronavirus: en el mundo ha habido 243 millones de casos y casi 5 millones de muertos. Ha sido un diluvio universal. En pleno diluvio, llegó la nevada del siglo con sus secuelas. Y ahora, el volcán de La Palma. Si estamos atentos, en todas las cosas, en las buenas y en las malas, “interviene Dios para bien” (Rm 8,28). Podemos discernir si en el contexto del hecho Dios está haciendo señas. En realidad, la pandemia nos ha cambiado las agendas. En marzo de 2020, teníamos programada una catequesis sobre la Reforma Católica. No la pudimos tener, pero luego hemos tenido quince, lo que estaba fuera de nuestro proyecto. Han supuesto un juicio al concilio de Trento.

10. El volcán de La Palma. Comenzó el 19 de septiembre en un paraje cercano a la localidad de El Paraíso, del municipio de El Paso. Es la primera erupción en la isla desde la del Teneguía en octubre de 1971. Hace justo medio siglo, el Teneguía, llamado así porque surgió próximo al roque del mismo nombre, no hizo daño, explotó junto al mar: fue un espectáculo admirable, “una pirotecnia fluorescente y naranja muy diferente a la crueldad pompeyana de estas semanas”, dice Ángel Ortiz en Vida Nueva (30-10-2021). Nos remite a los primeros tiempos cristianos, donde se produjo algo semejante: la erupción del Vesubio que causó miles de muertos y que supuso el fin de Pompeya el año 79 d.C. Antes hubo otro, el de San Juan: “era una época de miseria y agravó mucho más la situación de la isla”, fue “una tragedia, esta sí, de 1949”, que hasta ahora era “el año del volcán”. Sin embargo, “este está haciendo mucho más daño y es mucho más imprevisible”. El número de personas desalojadas son más de 7.000. Han perdido sus viviendas, negocios y cultivos. No hay víctimas mortales. El párroco de Todoque ha visto desaparecer una de sus iglesias, otra está a punto de ser sepultada y otras dos están cerradas. Hay desastres naturales y desastres humanos. A finales de agosto de 2021, el Proyecto Migrantes Desaparecidos de la OIM (Organización Internacional de Migraciones) ha registrado 785 personas muertas o desaparecidas en el mar que une África y Canarias. Este desastre humano no ocupa la debida atención en los medios de comunicación. Si hubiera sólo desastres naturales, este mundo sería muy distinto.

11. La casa común. La temporada 2020 de huracanes en el Atlántico ha sido un récord y una tragedia para Centroamérica (17-11-2020). Para 2030, la mitad de la población mundial vivirá en áreas propensas a tsunamis. La ONU pide fortalecer los sistemas de preparación, evaluación de riesgos y alertas para salvar la vida de millones de personas en el futuro (5-11-2020). Además, como dice el teólogo Leonardo Boff, “el modo de producción capitalista mantiene la ilusión de que los recursos de la Tierra son ilimitados. ¿Tenemos tiempo y sabiduría para evitar la catástrofe climática?” (10-11-2021). Hay que cuidar de la casa común, que es también como una hermana: “Esta hermana clama por el daño que le provocamos a causa del uso irresponsable y del abuso de los bienes que Dios ha puesto en ella. Hemos crecido pensando que éramos sus propietarios y dominadores, autorizados a expoliarla” (Papa Francisco, Laudato si’, 1-2).

12. Rayos y truenos. De Elías se dice que “hizo caer fuego tres veces” (Eclo 48, 3). “Yendo de camino, cerca ya de Damasco, hacia el mediodía, una gran luz venida del cielo” le derriba a Pablo (Hch 22,6-7). En el concilio Vaticano I, el 18 de julio de 1870, “durante la proclamación del nuevo dogma de la infalibilidad papal hubo sobre San Pedro una gran tormenta. Los truenos resonaban estruendosamente, y la claridad cárdena de los relámpagos proyectaba una luz espectral entre las tinieblas que se habían abatido repentinamente sobre la basílica: para unos fue el signo del agrado divino; para otros, expresión de su ira” (Hasler, 138; ver El día de la cuenta, 432-433). El día de la renuncia de Benedicto XVI, el 11 de febrero de 2013, cayó un rayo en la basílica de San Pedro. La oficina de prensa del Vaticano dijo que “por el momento no atribuye el evento a la intervención divina”.

13. Iglesia de San Antonio. En la madrugada del 26 de junio de 1990, un rayo convirtió la cúpula de la iglesia abulense de San Antonio en “una gran antorcha” (Diario de Ávila, 27-6-1990). No era una iglesia cualquiera: fue erigida en parroquia por el obispo de Ávila, Felipe Fernández, el día del entierro de Juan Pablo I. El hecho coincidió con la carta al obispo que había negado la licencia de publicación del libro Se pedirá cuenta. La carta decía que el libro seguiría adelante: “Hay que obedecer a Dios antes que a los hombres”. Comentando el 29 de abril la negativa del obispo (y de siete peritos) que se nos dio con fecha 21 de abril, leímos un salmo (el 144) que decía: “Fulmina el rayo y desconciértalos”. Claro, no podíamos pensar que se cumpliera literalmente.  Pero así fue. Además, el obispo tenía desde el 10 de mayo la catequesis que me había pedido sobre San Juan de la Cruz. En ella se dice que, yendo a fundar un convento de carmelitas en Granada, el arzobispo se niega obstinadamente a darles la licencia. Van siete monjas, fray Juan y otro fraile. En ese contexto, el 18 de enero de 1582, se produjo una tormenta terrible: “un rayo, cayendo en casa del arzobispo, le quemó parte de su librería, y bajando a la caballeriza le mató algunas mulas, y a él le aterrorizó, de manera que cayó en la cama”. Después, tras la mediación de la noble señora Ana de Peñalosa, hubo “respuesta benévola por parte del prelado”. En nuestro caso, el obispo rechazó el libro y la catequesis.

14. El juicio de las naciones. Amós defiende el derecho de los pueblos, denuncia la injusticia allí donde se produce, anunciael juicio de las naciones. Por ejemplo, de Damasco: “Porque trituró a Galaad con trillos de hierro” (Am 1,3); de Gaza y Filistea: “Porque hicieron prisioneros en masa y los vendieron a Edom” (1,6); de Tiro y Fenicia, por lo mismo (1,9); de Edom: “Porque persiguió con la espada a su hermano (Israel), ahogando toda piedad” (1,11); de Amón: “Porque abrieron en canal a las mujeres encinta de Galaad, para ensanchar su territorio” (1,13); de Moab: “Porque consumió con cal los huesos del rey de Edom” (2,1).

15. El juicio de Judá y de Israel. También a Judá se le pide cuenta: “Porque despreciaron la ley del Señor y no guardaron sus mandatos” (2,4). Y a Israel, que no se lo espera: “Porque venden al justo por dinero y al pobre por un par de sandalias; pisan contra el polvo de la tierra la cabeza de los débiles, y el camino de los humildes tuercen; padre e hijo acuden a la misma mujer, profanando mi santo nombre; sobre ropas empeñadas se acuestan junto a cualquier altar, y el vino de los que han multado beben en la casa de su Dios” (2,6-8).

16. La vocación profética. Pero ¿por qué habla Amós? ¿Por qué no se calla? Porque la vocación profética es irresistible, porque es Dios mismo el que habla, porque Dios le ha elegido como confidente y como heraldo: “No, no hace nada el Señor sin revelar su secreto a sus siervos los profetas. Ruge el león ¿quién no temerá? Habla el Señor ¿quién no profetizará?” (3,7-8).

17. Ricos y devotos. El profeta clama contra los poderosos: “Atesoran violencias y crímenes en sus palacios” (3,10). Conjugan el lujo y la devoción, son ricos y devotos: “Cuando tome cuentas a Israel de sus delitos, le tomaré cuentas de los altares de Betel: los salientes del altar serán arrancados y caerán al suelo; derribaré la casa de invierno y la casa de verano, se perderán las arcas de marfil, se desharán los ricos arcones” (3,13-15). La denuncia alcanza también a las mujeres: “Oprimís a los indigentes, maltratáis a los pobres, pedís a vuestros maridos: Trae de beber” (4,1). A los ricos les gusta peregrinar a los grandes santuarios, pero esa devoción no es de recibo: “Id a Betel a rebelaros, multiplicad en Guilgal vuestras rebeldías, llevad de mañana vuestros sacrificios” (4,4). Los santuarios bendicen la injusticia, se alimentan de ella, tranquilizan y adormecen la conciencia: “No se complace el Altísimo en ofrendas de impíos” (Eclo 34,19). 

18. Falsa confianza El Señor pide una relación personal, que se traduce en la práctica de la justicia. Sin embargo, se desprecian los mandamientos de Dios: “los extravían sus mentiras” (Am 2,4); se aplasta a los pobres: “se pisa la cabeza de los débiles” (2,7); los tribunales tuercen el derecho:¡ay de los que cambian en ajenjo el juicio y tiran por tierra la justicia!(5,7); se espera el día del Señor como día de fiesta, cuando será para muchos un día de juicio: ¡ay de los que ansían el día del Señor! (5,18);el culto que se le ofrece al Señor es repugnante:“detesto vuestras fiestas” (5,21); la confianza puesta en el templo es falsa: ¡ay de aquellos que se sienten seguros en Sión y confían en el monte de Samaría! (6,1); el lujo es hiriente y sin entrañas:“acostados en camas de marfil, ... beben vino en anchas copas, con los mejores aceites se ungen, mas no se afligen por el desastre de José” (6,4-7). 

19. El sacerdote de Betel, funcionario del santuario real, no es capaz de acallar al profeta. Le dice: “Vete, vidente, huye a la tierra de Judá; come allí tu pan y profetiza allí”. Responde Amós: “Yo no soy profeta ni hijo de profeta, yo soy pastor y cultivador de higos. Pero el Señor me tomó de detrás del rebaño y me dijo: Ve y profetiza a mi pueblo Israel” (7,12-15). El error del sacerdote, al intentarlo, está en considerar al profeta como un profesional que se doblega ante la injusticia establecida para ganar su pan. El santuario es importante lugar de peregrinación: el santuario real y el templo del país (7,13). En él se adora a Dios, pero se le confunde con la teología nacional (el toro) y con el dios de la prosperidad (Baal). El esplendor del culto encubre la injusticia social. El poder y la riqueza lo corrompen todo. Una sociedad así no puede subsistir. Es un “muro abombado” que amenaza ruina (7,7-9), un “cesto de fruta madura” para su final (8,1-3), un templo que no aguanta la “sacudida del terremoto” (9,1).

20. Levantaré la tienda caída. A pesar de todo, hay esperanza. El futuro se levanta en medio de ruinas: “Aquel día levantaré la tiendade David que está caída, repararé sus brechas y restauraré sus ruinas, la reconstruiré como en los días de antaño” (9,11). El Señor no va a aniquilar lo que “había edificado” en otro tiempo. La primera comunidad cristiana ve cumplido este mensaje en la experiencia del Evangelio vivido en comunidad, libre del legalismo judío y anunciado a los gentiles (Hch 15,16). En el concilio de Jerusalén todos, con Pedro y Santiago a la cabeza, reconocen que “Dios ya al principio intervino para procurarse entre los gentiles un pueblo para su nombre”(15,14). Todos saben lo que sucedió en casa de Cornelio (11,1-18).

21. La reforma pendiente. El problema puede parecer algo lejano a nosotros. Sin embargo, a pesar de todo, hoy vemos cumplido el pasaje de Amós en la reforma pendiente, en la renovación comunitaria de la Iglesia, en la vuelta a la experiencia de las primeras comunidades cristianas, en la liberación del legalismo cristiano, en la denuncia de la violencia y de la injusticia, en la recuperación de la unidad perdida. Para esto fue convocado el Concilio Vaticano II: para “devolver al rostro de la Iglesia de Cristo todo su esplendor, revelando los rasgos más simples y más puros de su origen” (Juan XXIII, Discurso preparatorio, 13-11-1960).

Diálogo: ¿Cuál es el mensaje de Amós?, ¿en qué contexto vive?, ¿el sistema social y religioso está corrompido?, ¿qué supone la sacudida del terremoto?, ¿qué es lo que se desmorona?, ¿qué es lo que hay que levantar?, ¿qué había que levantar en la Iglesia naciente?, ¿qué se desmorona ahora?, ¿qué hay que levantar hoy?