En el principio era la palabra
 

 6. LA TRADICIÓN DE MIQUEAS

Y tú, Belén

  1. El profeta Miqueas nació en Moréset, probablemente Moréset Gat (Mi 1, 14), aldea de Judá, 35 km al suroeste de Jerusalén. Su acción profética se sitúa entre los años 727-701, en tiempos de Ezequías, rey de Judá (1,1). Cien años después, durante el proceso que se le hace a Jeremías por decir: “este templo acabará como el de Silo” y “esta ciudad quedará en ruinas”, algunos ancianos de Jerusalén recuerdan que Miqueas dijo algo semejante: “Sión será un campo que se ara” y “Jerusalén, un montón de ruinas”; sin embargo, Ezequías y su gente “no le dieron muerte”, “sintieron temor del Señor” (Jr 26, 9 y 18-19). Setecientos años después, cuando los magos preguntan en Jerusalén dónde ha de nacer el mesías, los sumos sacerdotes y escribas responden: “En Belén de Judá, porque así está escrito por el profeta: Y tú Belén, tierra de Judá, no eres la menor entre las aldeas de Judá, pues de ti saldrá un jefe que será el pastor de mi pueblo Israel" (Mt 2,5-6). Estamos ante una tradición viva.
  2. Algunos interrogantes. ¿Es obra de un solo autor el libro de Miqueas?, ¿cuál es su mensaje?, ¿es el juicio de una época?, ¿tiene alcance actual?, ¿para qué sirve el culto, si encubre injusticias y crímenes?, ¿es utópico el desarme universal?, ¿es necesario?, ¿la esperanza está en Belén y la desolación en Jerusalén?, ¿la desolación está en Roma, en Moscú, en Ginebra, en Londres?, ¿la esperanza está en una comunidad viva que vuelva a la experiencia original?, ¿nos ayuda a entender a Jesús que se acepta como profeta y se sitúa en la línea de los grandes profetas?, ¿es el profeta esperado?
  3. La tradición de Miqueas. Muchos expertos afirman que el libro de Miqueas “no es obra de un solo profeta” (Schökel-Sicre, 1033). Probablemente, dentro de la comunidad de profetas, otros fueron añadiendo sus palabras al núcleo original, que se sitúa en los tres primeros capítulos. En cualquier caso, de un modo u otro, el libro recoge la tradición de Miqueas.
  4. El juicio de una época. Es el juicio una época. Para Samaría el fin es inminente; para Judá, se acerca: “Aunque el juicio tiene como acusado o parte ofensora al pueblo escogido, su escenario es universal y cósmico: todas las naciones y la misma naturaleza han de contemplar y sancionar con su presencia el proceso”. Todos los pueblos de la tierra están convocados: “Escuchad, pueblos todos” (Mi 1,2). La llegada del Señor al juicio incluye “elementos de erupción volcánica y de terremoto” (Schökel-Sicre, 1042-1043). En efecto, ante el Señor que viene a juzgar “se derriten los montes y los valles se resquebrajan, como cera junto al fuego, como agua precipitada por la torrentera” (1,3-4).
  5. Idolatría y prostitución. Antes de la caída de Samaría (721), el profeta Miqueas denuncia la corrupción religiosa, la idolatría y la prostitución en Samaría y en Jerusalén: "¿Cuál es el delito de Jacob? ¿No es Samaría? ¿Cuál es el altozano de Judá? ¿No es Jerusalén? Convertiré a Samaría en ruinas de campo, en terreno para plantar viñas, haré que sus piedras rueden por el valle, dejaré al descubierto sus cimientos. Todos sus ídolos serán triturados y sus ofrendas quemadas, arrasaré todas sus imágenes; las reunió como precio de prostitución, otra vez serán precio de prostitución” (Mi 1,5-7). El monte del templo se ha convertido en “altozano”, en uno de tantos altozanos idolátricos, donde el pueblo se prostituye. El templo está profanado. El profeta conoció probablemente el asedio de Jerusalén (701). Por ello se lamenta: “Su herida es incurable, llega hasta Judá, alcanza hasta la puerta de mi pueblo, llega a Jerusalén”, tus hijos adorados “te los han desterrado” (1, 8-16).
  6. Cueva de ladrones. Miqueas denuncia la injusticia social que se realiza a la luz del día: "¡Ay de aquellos que planean injusticias, que traman maldades en sus lechos y al despuntar el día las ejecutan, porque acaparan el poder! Codician campos y los roban, casas y las usurpan; atropellan al hombre y a su casa, al individuo y a su heredad" (2,1-2). “Los ladrones nocturnos se retiran cuando sobreviene la luz: es que son ladrones sin poder. En cambio, los poderosos pueden robar a plena luz” (Schökel-Sicre, 1048). Siguiendo a Jeremías, Jesús denunciará el templo como “cueva de ladrones” (Mt 21, 13; Jr 7, 11).
  7. Fuerte oposición. La denuncia del profeta provoca una fuerte oposición. Sus adversarios creen que no hay nada que temer: "¿Acaso está maldita la casa de Jacob? ¿Ha perdido el Señor la paciencia? ¿Es ese su proceder? ¿No son propicias sus palabras para quien actúa correctamente?" (2,7). Consideran al profeta como enemigo del pueblo. Sin embargo, responde Miqueas: "Sois vosotros los que os levantáis como enemigos contra mi pueblo. Al irreprochable le arrancáis el manto”, “si llegase un profeta diciendo mentiras y pronunciando brindis ese sería un profeta digno de este pueblo" (2,8-11). El profeta que este pueblo quiere es uno que sustituya la denuncia por el brindis.
  8. Jerusalén, un montón de ruinas. La denuncia se dirige a los jefes de Israel: "Escuchadme, jefes de Jacob, príncipes de Israel ¿No os toca a vosotros ocuparos del derecho, vosotros que odiáis el bien y amáis el mal? Arrancáis la piel del cuerpo, la carne de los huesos, os coméis la carne de mi pueblo, lo despellejáis” (3,1-3), “detestáis la justicia y torcéis el derecho, edificáis con sangre a Sión, a Jerusalén con crímenes”, “sus jefes juzgan por soborno, sus sacerdotes enseñan a sueldo, sus profetas vaticinan por dinero, y se apoyan en el Señor diciendo: ¿No está el Señor en medio de nosotros? ¡No nos alcanzará ningún mal! Por eso, por culpa vuestra, Sión será un campo que se ara, Jerusalén será un montón de ruinas, y el monte del templo un otero salvaje" (3,9-12).
  9. Los falsos profetas. Los falsos profetas reaccionan sólo a la comida que reciben: "Así dice el Señor a los profetas que extravían a mi pueblo: Cuando tienen algo que morder, anuncian paz, y declaran guerra santa a quien no les llena la boca. Por eso tendréis noche sin visión, oscuridad sin oráculo”, “los videntes se avergonzarán, los adivinos se confundirán y se taparán la boca, porque Dios no responde" (3,5-7). Para los falsos profetas el rey esperado es nacionalista y guerrero: “Él será la paz. Si Asur invade nuestra tierra y huella nuestro suelo, suscitaremos contra él siete pastores y ocho guerreros. Ellos pastorearán el país de Asur con espada”, “él nos librará de Asur, si invade nuestra tierra” (5,4-5).
  10. Desarme universal. Está entre los papeles de Miqueas. ¿Qué se entiende por restauración y liberación?, ¿cuándo será? La verdadera restauración vendrá en el futuro: "En aquel tiempo estará firme el monte de la casa del Señor”, “hacia él confluirán las naciones, caminarán pueblos numerosos; dirán: Venid, subamos al monte del Señor”, “él nos instruirá en sus caminos y marcharemos por sus sendas; porque de Sión saldrá la ley, de Jerusalén la palabra del Señor. Será el árbitro de muchas naciones, el juez de pueblos numerosos. De las espadas forjarán arados; de las lanzas, podaderas. No alzará la espada pueblo contra pueblo, no se adiestrarán para la guerra”, “aquel día yo recogeré a la oveja coja, reuniré a la perseguida y a la que yo había maltratado. De las cojas haré un resto, de las alejadas una nación fuerte. Entonces reinará el Señor sobre ellos en el monte Sión" (4,1-7). Miqueas vive en tiempos de Isaías, que anuncia el mismo mensaje, el desarme universal. En medio de un mundo que se arma hasta los dientes, hay que armarse menos y compartir más: “de las espadas harán arados; de las lanzas podaderas” (Is 2,1-5). Se dice a Jerusalén: “Irás a Babilonia y allí serás liberada” (4,10). La mención de Babilonia, como lugar de destierro, no encaja en la perspectiva de Miqueas, para quien el enemigo es Asur, es decir, Asiria.
  11. Belén, no Jerusalén. ¿De dónde vendrá la restauración?, Vendrá de Belén, no de Jerusalén. Hay que volver a los orígenes: "Y tú Belén, tierra de Judá, no eres la menor entre las aldeas de Judá, pues de ti saldrá un jefe que será el pastor de mi pueblo Israel" (Mi 5,1). ¿Cómo será la restauración? No se impondrá por la fuerza, vendrá sin violencia: "El resto de Jacob estará en medio de naciones numerosas como rocío que viene del Señor, como lluvia sobre el césped" (5,6). El resto de Israel, el resto convertido, anunciará la paz a las naciones: “Aquel día -oráculo del Señor- arrancaré tus caballos, echaré a perder tus carros, arrancaré las ciudades de tu país, suprimiré todas tus plazas fuertes, arrancaré tus hechicerías, ya no tendrás adivinos, arrancaré tus ídolos y estelas” (5, 9-12). La esperanza nacionalista está metida en el corazón de los discípulos, que le preguntan al Señor resucitado: “¿Es ahora cuando vas a restaurar el reino de Israel?” (Hch 1, 6).
  12. El juicio de Dios. Algunas cosas se repiten. La naturaleza es convocada para que asista al juicio de Dios con su pueblo: "Escuchad, montes”, “prestad oído, cimientos de la tierra”, “pueblo mío, ¿qué te he hecho? ¿En qué te he ofendido? Respóndeme" (6,2-3). La gente se pregunta cómo agradar al Señor: "¿Con qué me presentaré ante el Señor?”, “¿me presentaré con holocaustos?" (6, 6). El camino es la justicia: "Se te ha hecho saber, hombre, lo que es bueno, lo que el Señor quiere de ti; tan sólo respetar el derecho, amar la lealtad y proceder humildemente delante de tu Dios" (6,8-9). Pero eso es precisamente lo que falta: "Sus ricos rezuman violencia, mentiras sus habitantes, lo que dicen puro engaño" (6,12). Se practican los mandatos de reyes que hicieron el mal a los ojos del Señor (6, 16; 1 R 16,25.30)
  13. El día de la cuenta. El profeta lamenta la situación general. Nadie puede fiarse de nadie: "Han desaparecido del país los hombres leales, no queda un hombre honrado; todos acechan para matar, se tienden redes unos a otros; sus manos son buenas para la maldad: el príncipe exige, el juez actúa por soborno, el poderoso declara su propia codicia”. Un dato importante: “El día que anuncian tus centinelas, el día de la cuenta, ha llegado". Nueva advertencia: “No os fieis del compañero, no confiéis en amigo, guarda las puertas de tu boca de la que duerme en tus brazos, porque el hijo deshonra al padre, la hija se alza contra su madre, la nuera contra la suegra y los enemigos de cada cual son los de su casa" (7,2-6). Jesús recoge este pasaje ante la división producida por causa del Evangelio: "He venido a enfrentar al hombre con su padre, a la hija con su madre, a la nuera con su suegra; los enemigos de cada uno serán los de su propia casa” (Mt 10,35). En esa situación, el profeta espera en el Señor: “Yo, en cambio, aguardaré al Señor, esperaré en el Dios que me salva. Mi Dios me escuchará" (Mi 7,7).
  14. Conversión y restauración. El reconocimiento del pecado obtiene su perdón (Sal 32). Puede ser sólo un resto. Si Jerusalén reconoce su pecado, el Señor estará por ella: "No cantes victoria, mi enemiga: si caí, me alzaré; si me siento en tinieblas, el Señor es mi luz”, “mi enemiga al verlo se cubrirá de vergüenza, la que me decía: ¿Dónde está tu Dios?” (Mi 7,8-10). Entonces es posible la restauración y el retorno de los dispersos: “Es el día de reconstruir tu cerca, es el día de ensanchar tus lindes, el día en que vendrán a ti desde Asiria hasta Egipto, del Nilo al Éufrates, de mar a mar, de monte a monte" (7,11-12).
  15. Renueva tus señales. Está entre los papeles de Miqueas. Es preciso orar: “Pastorea a tu pueblo con tu cayado, el rebaño de tu heredad, que vive solitario en el bosque”, “como cuando saliste de Egipto, renueva tus señales. Que los pueblos al verlo se avergüencen de toda su prepotencia; que se lleven la mano a la boca y se tapen los oídos; que muerdan el polvo como la serpiente, como los reptiles de la tierra” (7,14-18; ver Eclo 36,5). Jesús nos invita a orar así: “Padre, santificado sea tu nombre, venga tu reino” (Lc 11, 2).
  16. No quedará piedra sobre piedra. Está entre los papeles de Jesús. Al acercarse y ver la ciudad, Jesús lloró sobre ella, mientras decía: “¡Si reconocieras tú también en este día lo que conduce a la paz! Pero ahora está oculto a tus ojos”. El nacionalismo ciega a Jerusalén como el imperialismo ciega a la Iglesia. “Vendrán días sobre ti en que tus enemigos te rodearán de trincheras, te sitiarán”, “no dejarán piedra sobre piedra” (Lc 19, 41-44). Y también: "Jerusalén, Jerusalén, la que mata a los profetas y apedrea a los que le son enviados ¡Cuántas veces he querido reunir a tus hijos como una gallina reúne a sus pollos bajo las alas, y no habéis querido! Pues bien, se os va a dejar desierta vuestra casa" (Mt 23,37-38). Jerusalén será abandonada, otros pueblos la sustituirán. San Pablo ve cumplida en los gentiles la profecía de Oseas:  "En el lugar mismo en que se les dijo: No sois mi pueblo, serán llamados: hijos de Dios vivo" (Rm 9,26).
  17. El profeta esperado. Jesús se acepta como profeta: “Ningún profeta es bien recibido en su tierra” (4, 24). La gente le sitúa en la línea de los grandes profetas: “Unos dicen que Juan el Bautista, otros que Elías, otros que Jeremías o uno de los profetas” (Mt 16, 14). Los caminantes de Emaús afirman que “fue un profeta poderoso en obras y palabras, ante Dios y ante todo el pueblo” (Lc 24, 19). Es el profeta esperado, tal y como el Señor anunció a Moisés: “Suscitaré un profeta de entre tus hermanos, como tú. Pondré mis palabras en su boca y les dirá lo que yo le mande. A quien no escuche las palabras que pronuncie en mi nombre, yo le pediré cuentas” (Dt 18,18-19).
  • Diálogo: ¿Es obra de un solo autor el libro de Miqueas?, ¿cuál es su mensaje?, ¿es el juicio de una época?, ¿tiene alcance actual?, ¿para qué sirve el culto, si encubre injusticias y crímenes?, ¿es utópico el desarme universal?, ¿es necesario?, ¿la esperanza está en Belén y la desolación, en Jerusalén?, ¿la desolación está en Roma, en Moscú, en Ginebra, en Londres?, ¿la esperanza está en una comunidad viva que vuelva a la experiencia original?, ¿nos ayuda a entender a Jesús que se acepta como profeta y se sitúa en la línea de los grandes profetas?, ¿es el profeta esperado?