En el principio era la palabra
 

14. LA TRADICIÓN DE DANIEL

Sabiduría y revelación

  1. En la época posterior al destierro, que comienza con el edicto de Ciro (538 a.C.), enmudece la profecía y la experiencia religiosa en Israel se manifiesta de forma sapiencial en el género apocalíptico. El género apocalíptico (siglos VI-II a.C.) arraiga en la tradición de Daniel. El profeta Ezequiel, desterrado a Babilonia (597 a. C), cita a Daniel junto a Noé y a Job “por su proceder justo” (Ez 14, 14-20). Apocalipsis significa “revelación”: es un mensaje de esperanza en medio de las dificultades del tiempo presente, con mayor precisión, en medio de un combate entre Dios  y los poderes del mal. La última palabra la tiene Dios. En la foto, mapa de Babilonia (ATLAS DE LA BIBLIA).
  2. Diversas posiciones. Entre los judíos Daniel es considerado el autor del libro bíblico, el cual forma parte de los Escritos, pero no es un profeta. Los judíos dividen la Biblia en tres partes: Ley, Profetas, Escritos. Los cristianos lo incluyen entre los profetas mayores. Sin embargo, según el consenso de los historiadores, aceptado por varios autores confesionales, Daniel es un personaje legendario, bajo cuyo nombre se escribió en el siglo II a. C. un escrito apocalíptico que alude al reinado helenista de Antíoco IV Epífanes (215-163 a.C.); el autor finge ser un ilustre personaje de la Antigüedad, Daniel, “a quien Dios revela el futuro y le ordena sellarlo”, “el autor finge recibir de Dios revelaciones importantes”, “sueños y visiones” (Schökel-Sicre, 1224). Cabe también otra posición: estamos ante una tradición histórica que después (siglo II a.C.) se ha actualizado, pero también complicado y manipulado.
  3. Algunos interrogantes: ¿Es Daniel un personaje histórico?,¿existió realmente?, ¿es un personaje legendario?, ¿finge el autor recibir de Dios revelaciones importantes?, ¿se trata de una tradición histórica?, ¿puede ser considerado Daniel como profeta?, ¿acaso la “revelación” no es una palabra de Dios dicha hoy?, ¿Daniel da origen a una tradición sapiencial (siglo VI a.C.) que es actualizada y manipulada después?, ¿qué supone la figura del hijo del hombre?, ¿es actual la abominación de la desolación?, ¿qué hacer con las partes del libro añadidas en griego?
  4. Algunos datos. Daniel, que significa “juicio de Dios”, es “uno de los deportados de Judea” (Dn 6, 14). Se forma en la corte. El rey ordena al jefe  de los eunucos seleccionar algunos israelitas “de sangre real y de la nobleza, jóvenes, perfectamente sanos, de buen tipo,  bien formados en la sabiduría, cultos e inteligentes y aptos para servir en el palacio real”. Cada día el rey les pasa una ración de comida y de vino de la mesa real. Su educación dura tres años, al cabo de los cuales entran al servicio del rey. Entre ellos hay unos judíos: Daniel, Ananías, Misac y Azarías, a quienes se les cambian los nombres: Baltasar; Sidrac; Misac y Abdénego (1,3-7). En el judaísmo Daniel ha gozado de gran estima: “En Flavio Josefo, quien ofrece una extensa paráfrasis de Daniel en el libro 10 (caps. 10 y 11) de sus Antigüedades Judías; y en Qumrán donde, aparte de textos relacionados con Daniel, se han encontrado numerosas copias del libro, más que de otros textos bíblicos importantes” (Fernando Milán, El libro de Daniel y la tradición del Antiguo Testamento, 336).
  5. Tradición de la sabiduría. El género apocalíptico está enraizado en la tradición de la sabiduría, donde figuran Daniel (siglo VI a. C.) y Esdras (siglo V a.C.) junto a los antiguos Enoc, José y Salomón. El legendario Enoc es descendiente de Set y padre de Matusalén (Gn 5, 6-24): “Enoc aprendió todos los secretos” (4, 21), se dice en el Libro de los Jubileos, un texto apócrifo escrito probablemente en el siglo II a.C. por un fariseo. Hacia el siglo XVIII a.C., le dijo el faraón a José: “No hay nadie tan sabio y prudente como tú” (Gn 41, 39). De una forma especial,   es sabio el rey Salomón (siglo X a.C.): “Invoqué y vino a mí el espíritu de sabiduría”, “Él me concedió la verdadera ciencia de los seres, para conocer la estructura del cosmos y las propiedades de los elementos” (Sb 7, 7-17). La sabiduría de Salomón “superaba la de todos los hijos de Oriente” (1 R 5, 10). Daniel es “hombre dotado de espíritu profético” (Dn 3, 5). Esdras es un ”escriba de la ciencia del Altísimo” (Esd 7, 12).
  6. Revelación. A veces se considera a la apocalíptica como la continuación de la profecía: “la hija de la profecía”. Sin embargo, sus promotores hablan del letargo de la profecía: “Los profetas se han echado a dormir”. A veces, se tiene la impresión de que los autores apocalípticos son un tanto extraños, se percibe en ellos una disposición tétrica y pesimista, pero ¿no se escapa lo más importante? Con el aspecto escatológico (ésjaton, fin), “la apocalíptica se esfuerza por alcanzar una sabiduría universal que alcanza hasta el trono de Dios, es decir, pretende desvelar los últimos secretos del mundo, busca una “interpretación”: “Dios no hace nada sin revelar su secreto a sus siervos los profetas” (Am 3, 7). Esa sabiduría es una “revelación”, una palabra de Dios dicha hoy (1 Co 14,26), que entraña una misión confiada por Dios. Esto va más allá de la sabiduría humana común y reclama la correspondiente acreditación (Von Rad, 381-387).
  7. No es una filosofía. La apocalíptica no es una filosofía, no es una “gnosis”. Como el misterio de Cristo, “trasciende todo conocimiento” (Ef 3, 19). “Gnosis”, que significa “conocimiento”, es un movimiento espiritual fruto de elementos diversos: iraníes, mesopotámicos y judíos. Con el nacimiento del cristianismo, penetra en su seno configurándose como una serie de sectas (valentinianos, docetas, etc.). Aunque difieren entre sí, cuentan con elementos comunes; por ejemplo, niegan que Jesús vino “en carne” (1 Jn 4, 3), desprecian la creación, no aceptan el canon completo de las Escrituras, rechazan la moral.
  8. El libro de Daniel. El libro está escrito en hebreo (Dn 1,1-2,4a y 8,1-12, 13), en arameo (2,4b-7,28), y en griego (3,24-90; 13, 1-14, 42). Lo escrito en griego aparece sólo en la traducción de los LXX. Tiene introducción (Dn 1), primera parte (2-7), segunda parte (8-12) y tercera parte (13-14). En la primera parte los relatos están enmarcados en dos sueños, el de Nabucodonosor (Dn 2) y el de Daniel (Dn 7): reflejan la vida de la diáspora judía y los problemas que surgen. La segunda parte contiene tres visiones. La primera visión (Dn 8) describe la lucha entre el carnero y el macho cabrío, entre Darío  y Alejandro; después, el poderío creciente de Antíoco y su terrible fin ”sin intervención humana”. La segunda visión (Dn 9) presenta el destino de Jerusalén fijado en las setenta semanas. En la tercera visión (Dn 10-12) aparece el hombre vestido de lino: “No temas, Daniel”, “desde el primer día en que intentaste de corazón comprender… fueron oídas tus palabras” (10, 12), “los más sabios del pueblo instruirán a muchos, pero caerán a espada, o por fuego” (11,33), “muchos de los que duermen en el polvo despertarán”, los sabios “brillarán como estrellas por toda la eternidad”. ¿Cuánto durará la prueba? Desde el momento en que sea instalada la “abominación de la desolación”, “mil doscientos noventa días”, “dichoso aquel que sepa esperar y alcance mil trescientos treinta y cinco días” (12,1-12). La tercera parte contiene relatos populares que se han transmitido en lengua griega: Susana y los dos viejos (Dn 13), los sacerdotes y la mentira oficial (14, 1-22), el dragón que revienta (14, 23-32). Ni el judaísmo ni el protestantismo reconocen como auténticas (canónicas) las  partes escritas en griego. Esta es una cuestión que no debe dividir a los cristianos.
  9. José y Daniel. El ascenso de un israelita en una corte extranjera aparece ya en los relatos de José (Gn 37-50). José llega como esclavo a Egipto, Daniel llega a Babilonia como deportado. José supera la prueba de la seducción, Daniel supera diversas pruebas. José triunfa sobre la sabiduría egipcia, Daniel sobre la babilónica. José ocupa un cargo importante, Daniel también. José salva a sus hermanos, Daniel también. La dieta se había convertido en tiempos del último redactor (165 a.C.) en observancia religiosa, en señal de identidad, que provocaba la extrañeza por parte de la cultura griega. Muchos judíos hicieron de tal observancia una cuestión fundamental (2 Mac 6-7). Daniel y sus compañeros hacen de la dieta una señal de su fe. Sin embargo, el rey de Babilonia “sacó de la cárcel” al rey judío Jeconías y “lo hizo comer a su mesa por el resto de sus días” (2 R 25, 27-29). Jeconías no tuvo escrúpulos con la comida real.
  10. La prueba de la dieta. El jefe de los eunucos seleccionó algunos jóvenes judíos para entrar al servicio del rey: “Cada día el rey les pasaba una ración de comida y de vino de la mesa real” (Dn 1, 5). Daniel le pidió que “les dispensase de aquella contaminación” (1,8). El jefe temía que el rey los viera más flacos que a sus compañeros, pero aceptó una prueba de diez días. Después de la prueba, “estaban  más robustos que los jóvenes que comían de la mesa real” (1, 15). El jefe les permitió la dieta judía: “Daniel estuvo en palacio hasta el año primero del reinado de Ciro” (1, 21).  , Jesús dirá que lo que contamina al hombre no es lo que entra por la boca, sino lo que sale del corazón (Mc 7, 15).
  11. La prueba del saber. Los judíos se enfrentan a magos y adivinos, como hizo José (Gn 41), como hicieron Moisés y Aarón (Ex 6-11). La reina de Saba planteó cuestiones a Salomón y el rey las resolvió todas (1 R 10, 1-3). Superada la prueba de l a dieta, se plantea ante el rey la prueba del saber. Dios les concedió a los cuatro jóvenes judíos “inteligencia, comprensión de cualquier escritura y sabiduría”. Además, Daniel sabía interpretar “visiones y sueños”. La visión es menos frecuente; se produce en estado de conciencia y, a veces, antes o después del sueño. En todas las cuestiones y problemas que el rey les propuso, “los encontró diez veces superiores al   resto de los magos y adivinos de todo su reino” (Dn 1, 17-20),
  12. El sueño de la estatua. El año segundo de su reinado, Nabucodonosor tuvo un sueño y no podía dormir. Vio “una estatua enorme”, “tenía la cabeza de oro fino, el pecho y  los brazos de plata, el vientre y los muslos de bronce, las piernas de hierro, y los pies de hierro mezclado con barro”. Mientras estaba mirando, “una piedra se desprendió sin intervención humana, chocó con los pies de hierro y barro de la estatua, y los hizo   pedazos. Se hicieron pedazos a la vez el hierro y el barro, el bronce, la plata y el oro, triturados como tamo de una era en verano, el viento los arrebató y desaparecieron sin  dejar rastro. Y la piedra que había deshecho la estatua creció hasta hacerse una montaña enorme que ocupaba toda la tierra” (Dn 2,31-35).
  13. Interpretación. La estatua muestra una serie de imperios en poderío descendente. Cada imperio muestra su decadencia. La serie concluye con un derrumbamiento instantáneo. Vistos “a posteriori”, los imperios son: babilonio, medo, persa, macedonio, que se divide en dos (tolomeos y seléucidas). Los pies y los dedos de hierro mezclado con barro “representan un reino dividido”, “a la vez poderoso y débil”, “no se puede fundir el hierro con el barro”. La piedra que se desprende del monte “sin intervención humana” y lo pulveriza todo (el hierro, el bronce, la plata y el oro), significa “lo que Dios ha revelado al rey acerca del tiempo futuro”, la piedra se convierte en montaña, “un reino que nunca será destruido” (2, 41-45).
  14. La estatua de oro. El rey Nabucodonosor hizo una estatua de oro, treinta metros de alta, por tres de ancha. El heraldo proclamó: “El que no se postre en adoración será arrojado a un horno encendido”. Todos los pueblos se postraron ante la estatua de oro, pero unos caldeos presentaron al rey la siguiente denuncia: “Hay unos judíos, Sidrac, Misac y Abdénego, -a quienes has encomendado el gobierno de la provincia de Babilonia-, que  no obedecen la orden real, ni veneran a tus dioses, ni adoran la estatua que has erigido”. El rey los llamó y los amenazó. Ellos contestaron: “El Dios a quien veneramos puede librarnos del horno encendido y nos librará de tus manos. Y aunque no lo haga, conste, majestad, que no veneramos a tus dioses ni adoramos la estatua de oro que has erigido”. El rey mandó que los echasen en el horno. Sucedió que las llamas abrasaron a los que lo hicieron, mientras los tres caían atados en el horno (Dn 3, 1-23).
  15. En medio del horno. El texto es griego (3, 24-45): “Paseaban por las llamas alabando y dando gracias a Dios. Azarías se detuvo a orar”. Azarías ora en nombre de toda la comunidad: “Bendito seas, Señor, Dios de nuestros padres”, “lo que has hecho con nosotros está justificado”, “no tenemos ya ni príncipe, ni jefe, ni profeta”, “pero tenemos un corazón quebrantado y un espíritu humillado”, “trátanos según tu piedad y tu gran misericordia, líbranos, como tú lo haces”. El autor griego añade: “Un ángel del Señor bajó donde estaban Azarías y sus compañeros, echó las llamas fuera del horno, metió dentro un viento húmedo que silbaba, y el fuego no los atormentó, ni los hirió, ni siquiera los tocó”, “entonces los tres al unísono, cantaban himnos y bendecían a Dios” (3, 49-51).
  16. Comentario. La opresión de Egipto se compara con un horno de fundición de hierro. Es una imagen: “A vosotros os tomó el Señor y os sacó del horno de hierro de Egipto” (Dt 4, 20), “son tu pueblo y tu heredad, los que sacaste de Egipto, del crisol de hierro” (1 R 8, 51), a vuestros antepasados “los saqué de Egipto, del horno de hierro” (Jr 11, 4). La destrucción de Jerusalén se presenta como un horno de fundición: “Como se funde la plata en el hormo, así seréis fundidos en la ciudad” (Ez 22, 22). El día del Señor se compara a un horno: “He aquí que llega el día ardiente como un horno” (Mal 3, 19). De modo semejante, puede compararse el destierro a un horno: “Los tres jóvenes en el horno pueden representar a la comunidad judía del destierro, fiel al Señor”. Varios siglos después, “frente a la línea macabea, que se apoya en la propia inocencia y proclama la rebelión armada. Azarías proclama la propia culpa y habla como testigo pacífico de su Dios” (Schökel-Sicre, 1242-1249).
  17. El sueño del árbol y la bestia. El rey Nabucodonosor tuvo un sueño que le asustó y se lo contó a Daniel, “hombre dotado de espíritu profético”: “Vi un árbol gigantesco en medio del orbe: el árbol se hacía corpulento, su copa tocaba el cielo”, “de sus frutos copiosos se alimentaban todos, bajo él se guarecían las fieras salvajes y en su ramaje anidaban las aves del cielo”, “vi bajar del cielo un guardián sagrado que gritó con fuerte voz: Derribad el árbol, tronchad su ramaje”, “que huyan de su sombra las fieras y las aves de su ramaje”, “dejad en tierra solo el tocón con las raíces”. Y también: “Encadenado con   hierro y bronce pacerá la hierba; mojado de relente, compartirá con las fieras los pastos del suelo. Perderá el instinto de hombre y adquirirá instintos de fiera y pasará en ese estado siete años. Lo han decretado los guardianes, lo han anunciado los santos”. Por un rato Daniel quedó perplejo, turbado por sus pensamientos. El rey le dijo: “No te asustes de mi sueño ni de su sentido”. Daniel replicó: “Vaya el sueño por  tus enemigos y su interpretación por tus rivales” (Dn 4, 1-16).
  18. Interpretación. El árbol gigantesco “eres tú mismo, majestad”. Lo que dice el guardián sagrado “es el decreto del Altísimo pronunciado contra el rey”, “te apartarán de los hombres, vivirás con las fieras, pacerás hierba como los toros, te mojará el relente, y así pasarás siete años, hasta que reconozcas que el Altísimo es dueño de los reinos humanos y da el poder a quien quiere. Mandaron dejar el tocón con las raíces porque volverás a reinar cuando reconozcas que Dios es soberano. Por tanto, majestad, acepta mi consejo: expía tus pecados con limosnas, tus delitos socorriendo a los pobres, para que dure tu tranquilidad” (4, 17-24). Cundo aparecen las cadenas, cadenas se abandona la imagen del árbol y aparece la figura humana reducida a condición bestial. Se pierde el corazón humano y dominan los instintos bestiales.
  19. La cena de Baltasar. El rey Baltasar ofreció un banquete a mil nobles del reino: “Mandó traer los vasos que su padre, Nabucodonosor, había cogido en el templo de Jerusalén”, “brindaron con ellos el rey y sus nobles, sus mujeres y concubinas”, “alababan a los dioses de oro y plata, de bronce y hierro, de piedra y de madera. De repente aparecieron unos dedos de mano humana escribiendo sobre el muro de palacio, frente al candelabro”. Entonces su rostro palideció. Dijo a los sabios de Babilonia: “El que lea y me interprete ese escrito se vestirá de púrpura”. Acudieron los sabios del reino, pero no pudieron leer lo escrito. La reina dijo al rey: “No te turbes ni palidezcas. En el reino hay un hombre a quien Dios ha concedido espíritu de profecía”. Trajeron a Daniel ante el rey (5, 1- 24).
  20. Interpretación. “Lo que está escrito es: Contado, Pesado, Dividido. La interpretación es esta. Contado: Dios ha contado los días de tu reinado y les ha señalado el límite. Pesado: Te ha pesado en la balanza y te falta peso. Dividido: Tu reino se ha dividido    y se lo entregan a medos y persas”, “Baltasar, rey de los caldeos fue asesinado aquella misma noche, y Darío, el medo, le sucedió en el trono a la edad de sesenta y dos años” (5, 25-6,1). Al parecer, se juega con palabras relacionadas con tres monedas. La primera es mina, de la raíz “mny”, que significa contar. La segunda es teqel (peso), de la raíz “tql”, que significa pesar. La tercera es peres (céntimos), de la raíz “prs”, que significa dividir. “Daniel ve en la pared los nombres o signos de las tres monedas, los lee y los traduce en términos políticos de teología de la historia” (Schökel-Sicre, 1264). Aclaración: Nabonido, casado con una hija de Nabucodonosor II, fue el último rey del imperio babilonio (556-539 a. C.). Su reinado finalizó con la caída de Babilonia ante el rey persa Ciro. El rey estaba ausente del reino en el oasis de Taima, en la actual Arabia, a 400 kilómetros de Medina. Su hijo Belsasar (Baltasar) había quedado como  regente. Darío, el medo, fue rey en Babilonia tras la conquista de la ciudad por los persas. Se le sitúa entre el regente babilonio Belsasar y el persa Ciro, quizá como regente temporal.
  21. En el foso de los leones. Darío nombró sátrapas que gobernaran el reino y, sobre ellos, puso tres ministros. Uno de ellos era Daniel, que sobresalía entre todos. Colegas suyos buscaron algo de qué acusarle y acordaron que se promulgara un decreto real, según el cual, durante treinta días, todo el que hiciera oración a cualquier dios u hombre fuera del rey, sería arrojado al foso de los leones. El rey Darío firmó el decreto. Daniel “rezaba y daba gracias a Dios como solía hacerlo antes”. Sus adversarios dijeron al rey: “Daniel, uno de los deportados de Judea, no te obedece a ti, majestad, ni acata el edicto que has firmado, sino que hace su oración tres veces al día”. Al oírlo el rey, se puso a pensar cómo salvar a Daniel, pero aquellos hombres le urgían: “Todo decreto real es válido e irrevocable”. El rey mandó traer a Daniel y arrojarlo al foso de los leones, pero aquella noche no pudo dormir. Al rayar el día, fue al foso y encontró vivo a Daniel: “Mi Dios envió a su ángel a cerrar las fauces de los leones”. El rey se alegró mucho y mandó que lo sacaran del foso. Mandó traer a sus acusadores y ordenó que los arrojasen al foso. Daniel prosperó “en el reino de Darío y en el de Ciro el persa” (6, 2-29).
  22. El sueño de Daniel. El año primero de Baltasar, rey de Babilonia, Daniel tuvo un sueño: “Al punto escribí lo que había soñado. Tuve una visión nocturna: los cuatro vientos agitaban el océano”. Bestias gigantescas salían del mar: “La primera era como un león con alas de águila, mientras yo miraba, le arrancaron las alas, la alzaron del suelo, la pusieron en pie como un hombre”, “la segunda era como un oso medio erguido, con tres costillas en la boca”, “después vi otra bestia como un leopardo, con cuatro alas y cuatro cabezas. Y le dieron el poder”. Aquí viene otra visión: “Después tuve otra visión nocturna: una cuarta bestia, terrible, espantosa, fortísima; tenía grandes dientes de hierro, con los que comía, descuartizaba, y las sobras las pateaba con las pezuñas”, “durante la visión vi que colocaban unos tronos, y un anciano se sentó”, “su vestido era blanco como la nieve”, “su trono, llamas de fuego; sus ruedas, llamaradas”, “miles y miles le servían, millones estaban a sus órdenes. Comenzó la sesión y se abrieron los libros”, “en la visión nocturna vi venir sobre las nubes del cielo como un hijo de hombre, que se acercó al anciano”, “le dieron poder real y dominio”, “su dominio es eterno, su reino no tendrá fin. Yo, Daniel, quedé muy impresionado en mi espíritu por estas cosas” (Dn 7, 1-15).
  23. Interpretación. De forma sumaria, sin entrar en detalles, Daniel recibe esta interpretación: “Esas cuatro bestias gigantescas representan cuatro reinos que surgirán en el mundo. Pero los santos del Altísimo recibirán el reino y lo poseerán por los siglos de los siglos” (7, 16-18). El león alado es Nabucodonosor, rey de Babilonia. Su humanización concuerda con las actitudes más benévolas del rey. Es una alusión al sueño del árbol y la bestia (Dn 4). El oso medio alzado, dispuesto a atacar en medio de su voracidad, es el imperio medo (Jr 51, 11). El leopardo con cuatro alas y cuatro cabezas es el imperio persa (5,6), atento a las cuatro direcciones y capaz de trasladarse rápidamente. La cuarta bestia es Alejandro y el imperio macedonio. La figura humana, “como un hijo de hombre” se ha aplicado al pueblo elegido (judaísmo). En sentido individual se ha aplicado a Cristo (cristianismo), aunque también dice Pablo: “Los santos juzgarán al mundo” (1 Co 6,2). Jesús es “el hijo del hombre” sacrificado por poderes bestiales, pero “viene sobre las nubes del cielo“ a juzgar la historia (Mc 13, 26). No es un imperio más: “Mi reino no es de este mundo” (Jn 18, 36), dice Jesús.  Quienes se unen a él “recobran su auténtica figura humana, que es semejanza de Dios” (Schökel-Sicre, 1272-1275). El “hijo del hombre” es el hombre soñado por Dios.
  24. Añadido. En principio, el sueño original es más simple. Por ejemplo, en el texto, tal y como nos llega, hay un añadido posterior, aplicado al caso de Antíoco Epífanes: “Yo quise saber lo que significaba la cuarta bestia, diversa de las demás”, “lo que significaban los diez cuernos de su cabeza y el otro cuerno que salía y eliminaba a los otros tres, que tenía ojos y una boca que profería insolencias”, “la cuarta bestia es un cuarto reino que habrá en la tierra, diverso de todos los demás; devorará toda la tierra, la trillará y triturará. Sus diez cuernos son diez reyes que habrá en aquel reino; después vendrá otro, diverso de los precedentes, que destronará a los tres reyes; blasfemará contra el Altísimo, perseguirá a los santos del Altísimo e intentará cambiar el calendario y la ley. Dejarán en su poder a los santos durante un tiempo y tiempos y medio tiempo (tres años y medio). Pero cuando se siente el tribunal para juzgar, le quitará el poder y será destruido” (7, 19-26).
  25. El carnero y el macho cabrío. El año tercero del rey Baltasar Daniel tuvo una visión:  “Me encontraba en Susa, capital de la provincia de Elam”, “alcé la vista y vi junto al río, en pie, un carnero de altos cuernos, uno más alto y detrás del otro. Vi que el carnero embestía a poniente, a norte  y a sur, y no había bestia que le resistiera”, “apareció un macho cabrío, que venía de poniente, atravesando toda la tierra sin tocar el suelo; tenía un cuerno entre los ojos. Se acercó al carnero de los dos cuernos”, “lo derribó en tierra y lo pateó, sin que nadie  librase al carnero de su poder”. Detalles aparte, es un choque de imperios.
  26. 26. Detalles añadidos después: “Al crecer su poderío, se le rompió el cuerno grande y le salieron en su lugar otros cuatro orientados hacia los cuatro puntos De uno de ellos salió otro cuerno pequeño que creció mucho, apuntando hacia el sur, hacia el este, hacia La Perla. Creció hasta alcanzar el ejército del cielo, derribó al suelo algunas estrellas de ese ejército y las pisoteó. Creció hasta alcanzar al general del ejército, le arrebató el sacrificio cotidiano y socavó los cimientos del templo”. Dos santos hablaban entre sí. Uno preguntó: “¿Cuánto tiempo abarca la visión?”. El otro contestó: “Dos mil trescientas tardes y mañanas” (8, 1-14). Es decir 2.300 días, o 1.150, si la expresión se refiere a los dos sacrificios cotidianos suspendidos (BJ).
  27. Interpretación. Gabriel explica a Daniel la visión. El carnero de dos cuernos “representa los reyes de Media y Persia. El macho cabrío es el rey de Grecia”. Interpretación posterior: “El cuerno grande entre sus ojos es el jefe de la dinastía. Los cuatro cuernos son cuatro reyes de su estirpe, pero no de su fuerza”, “en el colmo de sus crímenes se alzará un rey osado, experto en enigmas, de fuerza indomable”, “destruirá a poderosos, a un pueblo de santos”, “se atreverá con el Príncipe de príncipes, pero sin intervención humana fracasará” (Dn 8, 15-25). Los persas ocupan la región oriental.  Alejandro, rey de Grecia, “salió de Macedonia, derrotó  y suplantó a Darío, rey de Persia y Media, entabló numerosos combates, ocupó fortalezas, asesinó a reyes”, “a los doce años de reinado, Alejandro murió, y sus generales se hicieron cargo del gobierno, cada cual en su territorio”. Antíoco Epífanes, hijo del rey Antíoco, “había estado en Roma como rehén y subió al trono” (1 Mac 1, 1-10). Su audacia le llevó a pisotear La Perla, Jerusalén y Judá, “la perla de las naciones” (Jr 3, 19). Atentó contra el “Príncipe de príncipes”, contra Dios: “Los príncipes conspiran contra el Señor” (Sal 2). Murió de “una enfermedad incurable”: “se apoderó de sus entrañas un dolor insufrible” (2 Mac 9, 5; Schökel-Sicre, 1278-1281).
  28. Helenismo. Los sucesores de Alejandro Magno quieren unificar a todos los pueblos del Próximo Oriente con la imposición de un culto único, dado a una divinidad medio siria (Baal) y medio griega (Zeus), de la que el rey es el representante inmediato. Promotor de esta idea es Antioco IV, por sobre nombre Epífanes, que reina desde el 175 al 164 a. C. Hombre culto, pero “loco furioso” (Epímanes le llaman), es un ambicioso que usurpa el reino seléucida. Partiendo de su capital, Antioquía, se propone dominar Egipto. Para ello tiene que apoderarse de Palestina. El proyecto parece fácil, ya que cuenta con la complicidad de sacerdotes judíos seducidos por la cultura dominante. Sin embargo, encuentra resistencia. Su respuesta es la persecución. Al principio, los “Hasidim”, hombres piadosos que se organizan en hermandades, se unen a la resistencia de los Macabeos, pero pronto el movimiento se divide. Los Macabeos buscan la liberación religiosa y política por medio de las armas.  Los Hasidim renuncian a la lucha armada, oponiendo una resistencia pacífica (Bagot, 1335).
  29. Setenta años. Jeremías había dicho: “Toda esta tierra quedará desolada, y las naciones vecinas estarán sometidas al rey de Babilonia durante setenta años” (Jr 25, 12), “cuando se cumplan setenta años, me ocuparé de vosotros y os cumpliré mis promesas  trayéndoos de nuevo a este lugar” (Jr 29, 10). Esto lo mantuvo frente a profetas como  Ananías, que anunciaba una liberación ”antes de dos años” (28, 11). Con relación al edicto de Ciro, el número de setenta es simbólico o aproximado. Las fechas son: primera deportación, año 597; segunda, 586; edicto de Ciro, 538: “Podríamos acercarnos tomando la destrucción del templo, 586, y la nueva dedicación, 515” (Schökel-Sicre, 1252).
  30. Setenta semanas de años. El año primero de Darío, “yo, Daniel, leía atentamente en el libro de las profecías de Jeremías el número de años que Jerusalén había de quedar en ruinas: eran setenta años. Después me dirigí al Señor Dios implorándole”, “actúa sin tardanza, ¡Dios mío, por tu honor! Por tu ciudad y tu pueblo, que llevan tu nombre”. Aún estaba Daniel haciendo esa oración, cuando aquel Gabriel que había visto en la visión vino hacia él “ a la hora de la ofrenda vespertina”. Al llegar le habló así: ”Setenta semanas están decretadas para tu pueblo y tu ciudad santa”, “para traer una justicia perenne… y ungir el lugar santo”. Luego se desglosan las setenta semanas, lo que parece un añadido posterior (9, 1-27). El hecho fundamental es este: la vuelta del destierro no lo solucionó todo. Ni mucho menos. Hace setenta años, el Concilio Vaticano II fue un acontecimiento importante, pero la reforma que vino ha sido superficial.
  31. Comentario. Desde una perspectiva posterior, “la vuelta de Zorobabel y de Esdras no son la liberación esperada, pues continúa el tiempo de los imperios opresores; por tanto, el oráculo de Jeremías tiene que ser interpretado”. No setenta años, sino setenta semanas de años. Se divide esa cifra en tres etapas: “hasta la vuelta de Babilonia, siete semanas de años; dominio persa y griego, sesenta y dos semanas de años; dominio de Antíoco, una semana de años dividida en dos mitades. Pero las cuentas no salen” (Schökel-Sicre, 1285-1288). Con la muerte de Antioco no vino la liberación esperada. Hay que seguir esperando. Jesús se niega a entrar en cronologías exactas. Hay que estar atentos, vigilantes: “Estad atentos y vigilad, porque ignoráis cuando será el momento” (Mc 13,33). En tiempo de Antíoco, la “abominación de la desolación” (1 Mac 1, 54- 59) es la profanación del templo con su dedicación a Zeus Olímpico (2 Mac 6, 2). A Jesús le preocupa el diluvio que viene: “Como en los días de Noé, así será la venida del Hijo del hombre” (Mt 24,37). A Jesús le preocupa la    “abominación de la desolación” que viene: “Cuando veáis la abominación de la desolación, anunciada por el profeta Daniel, erigida en el Lugar Santo”, el que lea que entienda, entonces los que estén en Judea huyan a los montes” (Mt 24, 15-16). ¿Dónde vemos hoy la abominación de la desolación?
  32. El hombre vestido de lino. El año tercero de Ciro, rey de Persia, Daniel estaba cumpliendo “un luto de tres semanas”, “junto al río grande” (el Tigris), alzó la vista y vio aparecer “un hombre vestido de lino con un cinturón de oro; su cuerpo era como crisólito, su rostro como un relámpago, sus ojos como antorchas, sus brazos y piernas como destellos de bronce bruñido, sus palabras resonaban como una multitud. Yo solo veía la visión; la gente que estaba conmigo, quedó sobrecogida de terror y corrió a esconderse”, “al ver aquella magnífica visión me sentí desfallecer”, “una mano me tocó”, “me dijo: No temas, Daniel. Desde el día aquel en que intentaste de corazón comprender,… fueron escuchadas tus palabras y yo he venido a causa de ellas. El príncipe del reino de Persia   me opuso resistencia durante veintiún días; Miguel, uno de los príncipes supremos, vino en mi auxilio”, “vengo a explicarte lo que ha de suceder a tu pueblo en los últimos días”, “nadie me ayuda en  mis luchas, si no es vuestro príncipe Miguel” (Dn 10, 1-21).
  33. La figura de Miguel. Dice el hombre vestido de lino: “Entonces se levantará Miguel”, “serán tiempos difíciles, como no los ha habido desde que hubo naciones hasta ahora. Entonces se salvará tu pueblo: todos los inscritos en el libro. Muchos de los que duermen en el polvo despertarán: unos para vida eterna, otros para ignominia perpetua. Los sabios brillarán como el fulgor del firmamento y los que enseñaron a la multitud la justicia, como las estrellas, por toda la eternidad”. Daniel preguntó al hombre vestido de lino: ¿Cuándo se cumplirán estas maravillas? Le respondió: “Un año y dos años y medio. Cuando acabe la opresión del pueblo santo”. Daniel preguntó: ¿Cuál será la última de estas cosas? Le contestó:  “Estas palabras están guardadas y selladas hasta el momento final. Muchos serán lavados, blanqueados y purificados”, “contando desde el momento en que sea abolido el sacrificio cotidiano e instalada la abominación de la desolación pasarán mil doscientos noventa días (tres años y medio). Dichoso aquel que sepa esperar y alcance mil trescientos treinta y cinco días” (Dn 12, 1-12). La figura de Miguel significa: ¿Quién como Dios? En medio de las dificultades del tiempo presente siempre hay alguien que levanta la voz en nombre de  Dios. Sse anuncia la resurrección de los muertos: “muchos despertarán”, los sabios que enseñaron a muchos la justicia “brillarán como estrellas por toda la eternidad”. Es la constelación de resucitados. Aquí termina propiamente el libro de Daniel. Se añadieron en griego tres relatos populares (Schökel-Sicre, 1297-1300).
  34. Susana y los dos viejos. “Vivía en Babilonia un hombre llamado Joaquín, casado con Susana”, “mujer muy bella y religiosa”. Sus padres la habían educado “según la Ley de Moisés”. La escena sucede en una comunidad israelita, dirigida por sus jefes locales. Según el modelo sinagogal, los ancianos son dirigentes. Pues bien, dos ancianos desean a Susana y solicitan sus favores, pero ella no responde. Entonces recurren a la amenaza. Un día, en el parque de su casa, estaban escondidos y acechándola: “Consiente y acuéstate con nosotros. Si te niegas, daremos testimonio contra ti diciendo que un joven estaba contigo”. Susana dijo: “No tengo salida: si hago eso, seré rea de muerte; si no lo hago, no escaparé de vuestras manos. Pero prefiero no hacerlo y caer en vuestras manos antes que pecar contra Dios”. La acusaron. Como los viejos eran dirigentes, la asamblea les creyó y condenó a muerte a Susana. Entonces intervino Daniel diciendo: “Separadlos lejos uno del otro, que los voy a interrogar”. Llamó a uno y le dijo: “Dime debajo de qué árbol los viste abrazados”. Él respondió: “Debajo de una acacia”. Después preguntó al otro y dijo: “Debajo de una encina”. Toda la asamblea se puso a bendecir a Dios, que salva a los que esperan en Él (Dn 13, 15-60). La adúltera tenía pena de muerte (Lv 20, 10); hacían falta dos testigos (Dt 19, 15).
  35. Los sacerdotes y la mentira oficial. Daniel vivía con el rey Ciro. Tenían los babilonios un ídolo llamado Bel. La gente lo veneraba y le llevaban cada día comida y vino. Pero Daniel no hacía ni lo uno ni lo otro. El rey le preguntó: “¿Por qué no adoras a Bel?, ¿no crees que Bel es un dios vivo?, ¿no ves todo lo que come y bebe a diario?”. Daniel respondió: “No te engañes, majestad. Ese es de barro por dentro y de bronce por fuera y jamás ha comido ni bebido”. El rey se enfadó y llamó a los sacerdotes, que “eran setenta sin contar las mujeres y los niños”. Estos le dijeron al rey: “Nosotros saldremos fuera. Tú, majestad, trae la comida, mezcla el vino y acércalo, después cierra la puerta y séllala con tu anillo. Mañana temprano volverás; si descubres que Bel no ha consumido todo, moriremos nosotros; en caso contrario, morirá Daniel por habernos calumniado”. Cuando salieron ellos, el rey acercó la comida a Bel. Daniel mandó a sus criados que trajeran ceniza y la esparcieran por todo el templo. El rey madrugó y lo mismo hizo Daniel. Al abrir la puerta, el rey miró a la mesa y había desaparecido la comida. Daniel le dijo al rey: “Mira al suelo y averigua de quién son esas huellas”. El rey dijo: “Estoy viendo huellas de hombres, mujeres y niños”. Hizo arrestar a los sacerdotes, que “le enseñaron la puerta secreta por donde entraban a comer lo que había en la mesa. El rey los hizo ajusticiar y entregó Bel a Daniel, el cual lo destruyó con su templo” (Dn 14, 1-22).
  36. El dragón que revienta. Había también un dragón enorme, al que veneraban los babilonios. El rey dijo a Daniel: “No dirás que éste es de bronce; está vivo, come y bebe; no puedes negar que es un dios vivo. Adóralo”. Dijo Daniel: “Yo adoro al Señor, mi Dios, que es el Dios vivo. Dame permiso, majestad, y mataré al dragón”. El rey se lo concedió. Entonces Daniel hizo un preparado indigesto que echó en la boca del dragón y reventó. Los babilonios se amotinaron ante el rey y dijeron: “Un judío se ha hecho rey; ha destrozado a Bel, ha matado al dragón y ha degollado a los sacerdotes. Viendo el rey que lo apremiaban con violencia, les entregó a Daniel a la fuerza. Ellos lo arrojaron al foso de los leones, donde pasó seis días. En Judea vivía el profeta Habacuc. Aquel día había guisado un cocido. El ángel del Señor ordenó a Habacuc: “Ese almuerzo llévaselo a Daniel, que está en Babilonia, en el foso de los leones”. El ángel lo llevó hasta Babilonia y lo puso frente al foso. Habacuc gritó: “Daniel, toma el almuerzo que te envía Dios”. Al séptimo día vino el rey para llorar a Daniel. Se acercó al foso, miró dentro y allí estaba Daniel sentado. Lo hizo sacar y a los culpables los hizo arrojar al foso, y al instante fueron devorados en su presencia (Dn 14, 23-42).
  37.