En el principio era la palabra
 
3. LOS CIEGOS VEN
De la ceguera a la luz
 
  1. La experiencia del Evangelio entraña un cambio radical: un paso de la ceguera a la luz. La tradición catecumenal y litúrgica de la Iglesia ha visto en el pasaje del ciego de nacimiento (Jn 9) el proceso de todos aquellos que se encuentran con la luz que se llama Cristo. El pasaje del ciego es todo un test que sirve para revisar la experiencia de fe, que irrumpe aquí en una situación concreta: la de un joven que descubre la luz. Es una señal del Evangelio: Los ciegos ven (Mt 11,5). En la foto, piscina octogonal en la que pudo bautizarse San Agustín el año 387 (Cripta de la catedral de Milán).
  2. Contexto. Cuando se escribe el evangelio de San Juan (quizá antes del año 60), su comunidad -a semejanza de Jesús- tiene sobre sí una larga historia de rechazo y expulsión. Pero son muchos los que han llegado a ver, sólo por meterse en ella. Los judíos (religiosos como el que más, de vieja tradición, por herencia biológica) están ciegos, como el mundo que prefiere las tinieblas a la luz. Los cristianos (católicos de toda la vida) pueden estar tan ciegos como aquellos que no pisan la iglesia.
  3. Al pasar. Jesús se encuentra con el ciego -aparentemente- de forma casual. Dicen que la casualidad es el pseudónimo de Dios cuando no firma. Y también: Donde se dijo: Casualidad, se dirá: Señal. Pues bien, "al pasar, vio Jesús a un hombre ciego de nacimiento". Podemos recordar las circunstancias en que nos encontramos con Cristo, si ha sido así. Es Jesús quien nos ve a nosotros. Nosotros no le vemos a él. No lo hemos visto nunca. Somos ciegos de nacimiento.
  4. Curación. Los discípulos preguntan quién tiene la culpa de esa situación, de esa ceguera: “¿Quién pecó, él o sus padres?”. En el fondo ¿habrá una responsabilidad personal o, quizá, familiar? Dice Jesús: "Ni él pecó ni sus padres". Nadie tiene la culpa. Esa ceguera tiene un sentido: “para que se manifiesten en él las obras de Dios”. Es una de las señales esperadas: "Se abrirán los ojos de los ciegos" (Is 35,5), una señal que se cumple en el evangelio de Jesús. Jesús no está en la perspectiva de la culpa sino de la curación, de lo que Dios puede hacer en este caso. Es preciso colaborar con El, "mientras es de día", mientras es posible.
  5. La luz del mundo. Esta es la clave: "Mientras estoy en el mundo, soy luz del mundo". Jesús es la luz. Quien se encuentra con él, encuentra la luz. Quien no se ha encontrado con él, no sabe lo que es la luz. Está ciego, por mucha tradición religiosa que tenga a sus espaldas. Es ciego de nacimiento y su ceguera original debe ser curada. Jesús comparte su misión con los discípulos: “Vosotros sois la luz del mundo” (Mt 5, 14). Estamos llamados a ser luz del mundo. No se trata de la luz del sol, es otra luz: “El Señor es mi luz y mi salvación” (Sal 27).
  6. Otra luz. Se celebraba la fiesta de las Tiendas, una fiesta cargada de fiebre nacionalista. Durante siete días, el pueblo vive en tiendas, como en otro tiempo, y pide la lluvia. Cada mañana, los sacerdotes van en procesión, con ramos, cantando salmos (113-118), a la piscina de Siloé para sacar agua y llevarla al templo; el séptimo día la procesión se repite siete veces. Un rito inútil. Al atardecer, se ilumina el templo con candelabros y antorchas; toda la ciudad queda iluminada. En este contexto, el último día de la fiesta, el más solemne, Jesús anuncia otra agua (Jn 7,37), otra luz (7,12), la que hace falta: “Envía, Señor, tu luz y tu verdad, que ellas me guíen” (Sal 43).
  7. Barro en los ojos. Lo primero que hace Jesús con el ciego es echarle barro en los ojos. Hay que ver lo que (en cada caso) significa este tratamiento que Jesús aplica a nuestro barro (Gn 2, 7). Se dice n la popular quintilla: “Oficio noble y bizarro, de entre todos el primero, pues en la industria del barro, Dios fue el primer alfarero y el hombre el primer cacharro”. Con su saliva Jesús hace barro y nos lo aplica. Con su palabra, completa nuestro barro, nos humaniza. Pero hay un problema: hace en sábado algo que está prohibido: trabaja, cura. Además, lo hace en un momento en que los judíos le buscan para matarlo: “Recorría Jesús Galilea, pues no quería andar por Judea porque los judíos trataban de matarlo” (Jn 7,1). En la foto, ojos de una joven (Con vosotros está).
  8. Comunidad. Jesús le dice al ciego: "Ve a lavarte a la piscina de Siloé (que significa Enviado)”. Con aparente facilidad, se produce lo increíble: "fue, se lavó y volvió con vista". La curación manifiesta quién es, realmente, el Enviado y dónde está la verdadera piscina. La tradición viva de la Iglesia ha encontrado aquí un simbolismo bautismal. El bautismo es el "baño de regeneración" (Tt 3,5), realizado en la "santa piscina" (Cirilo de Jerusalén). El bautismo por inmersión de los primeros siglos lo expresa claramente. La piscina del Enviado es la comunidad de cuyo seno materno nace el hombre nuevo, con luz en los ojos.
  9. El cambio. Los vecinos perciben el cambio. Para ellos es el que “solían verlo pedir limosna”, “el que se sentaba a pedir”, sin propia iniciativa, dependiente de los demás. Otros dicen: “No es él, pero se le parece”. Pero él dice: “Soy yo”. Y comienzan las preguntas que se repiten en diversas instancias: ¿Cómo se te han abierto los ojos? El que había sido ciego responde: “Ese hombre que se llama Jesús hizo barro, me lo untó en los ojos y me dijo que fuese a Siloé y me lavase. Entonces fui, me lavé, y empecé a ver”. Le preguntaron: ¿Dónde está él? Contestó: “No lo sé”. El joven curado sabe poco de Jesús. Sin embargo, ha empezado a ver.
  10. Testimonio. El joven termina en el tribunal fariseo: era sábado el día en que Jesús le curó. El interrogatorio se centra en la trasgresión de la ley, la ley del sábado. Unos dicen: “Este hombre no viene de Dios, porque no guarda el sábado”. Otros, sin embargo, perciben la señal y replican: “¿Cómo puede un pecador hacer semejantes señales?”. En medio de la discusión, el hombre curado es urgido a pronunciarse personalmente. Y así lo hace, da un paso más: “Es un profeta”.
  11. Opción. Los judíos no creen que el joven hubiera sido ciego, no ven el cambio e interrogan a los padres. Estos confirman la identidad de su hijo y su anterior ceguera. Sobre lo demás, no saben, no contestan. Tienen miedo: “los judíos ya habían acordado excluir de la sinagoga a quien reconociera a Jesús como Mesías”. De forma más o menos abierta, se percibe una lucha frontal. Está claro: quien se baña en la piscina, es echado de la sinagoga.
  12. Discípulo de Jesús. En el fondo, el proceso es contra Jesús. Los judíos desprestigian su persona: “Es un pecador”, le dicen al joven curado, pero a él nadie le saca del hecho indiscutible: “Si es un pecador, no lo sé; sólo sé que yo era ciego y ahora veo”. Los judíos vuelven con sus preguntas, pero él los remite a su anterior declaración. Incluso, ironiza: “Os lo he dicho ya y no habéis hecho caso: ¿para qué queréis oírlo otra vez?, ¿también vosotros queréis haceros discípulos suyos?”. En medio de insultos, las posiciones se aclaran: “Discípulo de ese lo serás tú; nosotros somos discípulos de Moisés. Nosotros sabemos que a Moisés le habló Dios, pero ése no sabemos de dónde viene”.
  13. Expulsión. Hay algo extraño en todo esto, dice el joven: “Vosotros no sabéis de dónde viene, y, sin embargo, me ha abierto los ojos. Sabemos que Dios no escucha a los pecadores, sino al que es piadoso y cumple su voluntad. Jamás se oyó decir que nadie le abriera los ojos a un ciego de nacimiento; si este no viniera de Dios, no podría hacer nada”. Le replicaron: “Has nacido entero en pecado, ¿y nos das lecciones a nosotros?”. Y lo expulsaron. La experiencia del Evangelio pasa por esta prueba de autenticidad que es el conflicto por causa de Cristo. Lo dijo Jesús: "¡Ay cuando todos los hombres hablen bien de vosotros!, pues de ese modo trataban sus padres a los falsos profetas" (Lc 6,26). En la foto, jóvenes a contraluz (Con vosotros está).
  14. Creo, Señor. Se enteró Jesús de que le habían echado fuera y, encontrándose con él, le hizo la pregunta que, antes o después, nos hace a todos: “¿Tú crees en el Hijo del hombre?”. Él contestó: “¿Y quién es, Señor, para que crea en él ?” Jesús le dijo: "Lo estás viendo; el que está hablando contigo, ése es". Él dijo: "Creo, Señor". Y se postró ante él. El joven da el último paso en la experiencia del Evangelio: ese hombre, es un profeta, es el Señor. Un juicio está en acción. Dijo Jesús: “Para un juicio he venido yo a este mundo: para que los que no ven, vean; y los que ven, se queden ciegos”. Los fariseos preguntaron: “¿También nosotros estamos ciegos?”. Les contestó: “Si estuvierais ciegos, no tendríais pecado; pero como decís: vemos, vuestro pecado permanece”. Es decir, aquellos que reconocen su ceguera, ven. Y aquellos que, estando ciegos, dicen ver, permanecen en su ceguera.

 

* Diálogo: ¿Cómo nos situamos ante Jesús?

-como ciego de nacimiento

-me vio al pasar

-en la perspectiva de la culpa, en la perspectiva de la curación

-recibiendo su palabra, con barro en los ojos,

-necesitando la luz, no la luz del sol, otra luz

-enviado a la piscina

-lavado en la piscina, con luz en los ojos

-el cambio lo perciben los vecinos

-los padres no saben, no contestan, tienen miedo

-dando testimonio ante el tribunal fariseo

-haciendo una opción: quien se baña en la piscina es expulsado de la sinagoga

-como discípulo de Moisés, como discípulo de Jesús

-expulsado de la sinagoga

-como discípulo que dice: Creo, Señor.

-le veo, está hablando conmigo