En el principio era la palabra
 

 MARIA, LA MADRE DE JESUS
La madre del Señor

1. ¿Cómo aparece María en los evangelios? En el evangelio de San Juan "la madre de Jesús", sin decir su nombre, aparece al principio y al final: en la boda de Caná (Jn 2,5) y al pie de la cruz (19,25). En los demás, fuera del evangelio de la infancia, María aparece poco y, cuando aparece, se dice que lo que importa no es la relación familiar, sino la escucha de la palabra de Dios. Una vez, estando hablando Jesús a la gente, alzó la voz una mujer y dijo: "Dichoso el seno que te llevó y los pechos que te criaron". Jesús replicó: "Dichosos más bien los que escuchan la palabra de Dios y la guardan" (Lc 11,27-28).

2. Ciertamente, una etapa crucial en la vida de la mujer es la maternidad. Es la primera relación que establece de forma única y exclusiva con otro ser que está dentro de ella. Pues bien, dice Jesús, lo que verdaderamente importa no es la relación familiar, la relación biológica, la maternidad, sino la relación con Dios, la escucha de su palabra. Pero ¿no es eso lo que ha hecho María? El evangelio de San Lucas la pone como modelo de discípulo: "He aquí la esclava del Señor; hágase en mi según tu palabra" (Lc 1,38). Si no hubiera escuchado la palabra, tampoco hubiera sido la madre de Jesús. Por supuesto, María fue tejiendo en Nazaret el lenguaje humano de Jesús, como cualquier mujer enseña a hablar a su hijo.

3. Cuando Jesús, a los doce años, se desmarca de sus padres para aparecer al cabo de tres días sentado en medio de los doctores, su madre le dice: "¿Por qué nos has hecho esto? Mira, tu padre y yo, angustiados, te andábamos buscando" (Lc 2,48). Es el despertar de su vocación (2,49), pero también el proceso del muchacho que se despega de las faldas de su madre, según la psicología del desarrollo: "Con el paso del tiempo, la formación de la personalidad del niño y de la niña discurre por caminos distintos: la identidad femenina surge de un proceso de identificación con la madre. Los niños, por el contrario, al definirse como varones, separan a las madres de sí mismos. La intimidad y la proximidad de la madre se vive como una especie de retroceso que resulta amenazante" (Carol Gilligan).

4. ¿Tuvo Jesús más hermanos? Otras confesiones cristianas dicen que sí. La tradición de la Iglesia llama a María la "siempre Virgen" (LG 52). "A esto se objeta a veces, dice el Catecismo de la Iglesia Católica, que la Escritura menciona unos hermanos y hermanas de Jesús (cf Mc 3,31-55;6,3;1 Co 9,5;Ga 1,19). La Iglesia siempre ha entendido estos pasajes como no referidos a otros hijos de la Virgen María; en efecto, Santiago y José 'hermanos de Jesús' (Mt 13,55) son los hijos de una María discípula de Cristo (cf Mt 27,56) que se designa de una manera significativa como 'la otra María' (Mt 28,1). Se trata de parientes próximos de Jesús, según una expresión conocida del Antiguo Testamento (cf Gn 13,8;14,16;29,15)" (n.500). Sin embargo, no es ninguna deshonra sino bendición de Dios (Sal 128) ver a Jesús rodeado de hermanos. El Evangelio nos dice que Jesús fue el "primogénito" (Lc 2,7) y sugiere una relación matrimonial normal de María y José, después del nacimiento de Jesús: "Y no la conocía hasta que ella dio a luz un hijo" (Mt 1,25). 

5. Jesús pone la nueva familia de los que escuchan la palabra por encima de las relaciones familiares. Esto repercute en su relación con María y con otros parientes. En cierta ocasión, le dicen: Oye, tu madre y tus hermanos están fuera y te buscan. Responde Jesús: "¿Quién es mi madre y mis hermanos? Y mirando en torno a los que estaban sentados en corro, a su alrededor, dice: Estos son mi madre y mis hermanos. Quien cumpla la voluntad de Dios, ése es mi hermano, mi hermana y mi madre" (Mc 3,33-35).

6. Se ha dicho bellamente: "María supo guardar la palabra (Lc 2,51) y aceptar silenciosamente situaciones que no comprendía (Lc 2,50). Supo retirarse sin decir nada, abriéndose a la novedad de que Jesús consideraba 'madre y hermanos' a todos los que escuchasen su palabra (Lc 8,21) y supo permanecer silenciosa junto a la cruz, porque allí la palabra definitiva era la del amor fiel llevado hasta el fin (Jn 19,25). Pero supo también discernir cuándo era tiempo de preguntar (Lc 1,34; 2,48) y cuándo era tiempo de intervenir y persuadir: "No tienen vino...Haced lo que él os diga" (Jn 2,4-5). Ella, que estuvo más tiempo que nadie cerca de Jesús, asistió en silencio contemplativo al cuajar de su personalidad y a los primeros pasos de aquella vida extrañamente libre. Ella supo perder el miedo a desaparecer y a gastarse, como la sal y como la luz (Mt 5,13-16)" (Dolores Aleixandre).

7. En la misión de Jesús, María desaparece o, al menos, queda en segundo plano. San Mateo y San Lucas suavizan un poco las tensiones entre madre e hijo y, también, con la familia y los parientes. Al fin y al cabo, perciben que María ha acogido la palabra desde el principio. Pero San Marcos es más crítico. Y dice también que los parientes le andan buscando porque piensan que está "fuera de sí" (Mc 3,21). O sea, se perciben problemas de relación con la familia, con los parientes. Los familiares no entienden la misión de Jesús. Su posición está  cerca de los escribas. Los escribas tienen peor intención, dicen que “está endemoniado” (3,22). La familia lleva su guerra contra la misión de Jesús. Se dice en el evangelio de San Juan: "Ni siquiera sus hermanos creían en él" (Jn 7,5).

8. ¿Y en la cruz qué pasa? Dicen los sinópticos que en la cruz, dando cumplimiento al salmo, los familiares (de forma global) a distancia se quedan (Lc 23,49; ver Sal 38,12;Mt 27,55;Mc 15,46). San Juan, sin embargo, presenta a María con el discípulo amado al pie de la cruz. Después, no aparece María en ninguna experiencia de resurrección. Es posible que el dolor de la muerte de Jesús le haya dificultado ver las señales de la resurrección, según el dicho: "Y si lloras por haber perdido el sol, las lágrimas te pueden ocultar la luz de las estrellas" (Tagore). Lo cierto es que aparece María, por ser madre, al pie de la cruz y, por tanto, con el dolor de madre, tan único (Lam 1,12), como espada que atraviesa el alma (Lc 2,35). Le dice Jesús: "Ahí tienes a tu hijo" (Jn 19,26; ver Mc 10,30). Jesús invita a María a vivir otra maternidad en la comunidad del discípulo amado, la invita a dar un paso en la fe, a ser madre de otra forma, en una relación nueva, que no es biológica: acogerá a un hijo que le nacerá no del vientre, sino del corazón.

9. Después aparece María al comienzo de los Hechos de los apóstoles, en oración con los discípulos, en comunidad: "Todos ellos perseveraban en la oración, con un mismo espíritu en compañía de algunas mujeres, de María, la madre de Jesús, y de sus hermanos" (Hch 1,14). Y en el seno de la comunidad, en Pentecostés, se comparten "las maravillas de Dios" (Hch 2,11) y la Iglesia naciente canta la grandeza de Dios. Lo hace en el lenguaje del espíritu, el lenguaje de la experiencia. Como María en el Magnificat, nosotros también cantamos la grandeza de Dios.

10. El dogma de la Inmaculada Concepción fue definido por el papa Pío IX en 1854. María es "llena de gracia" (Lc 1,28), enemiga del mal (Gn 3,15) desde su concepción. El dogma de la Asunción fue definido por Pío XII en 1950: "Terminado el curso de su vida en la tierra, fue llevada a la gloria del cielo" (LG 59). María está ya resucitada y vive en plenitud. Pero, como María, muchos también. Dice el Señor: "Yo soy la resurrección y la vida. El que crea en mí, aunque muera vivirá" (Jn 11,25). Ahora bien, María tiene una dignidad especial: "Todas las generaciones me llamarán dichosa" (Lc 1,48). Su acogida de la palabra repercute en la salvación de muchos. Es "la madre de mi Señor" (Lc 1,43), la madre del Señor, el Cristo, el Mesías, el rey del reino de Dios. En la Iglesia es invocada como Abogada, Auxiliadora, Socorro, Mediadora (LG 62). Su mediación "no disminuye ni oscurece la mediación única de Cristo, antes bien muestra su eficacia" (LG 60). El concilio de Éfeso (año 431) la llama "madre de Dios". Sin embargo, en el Nuevo Testamento la palabra Dios se refiere sólo al Padre. Hay que revisar la tradición a la luz de la Escritura.

 * Diálogo: ¿Cómo aparece María en los evangelios? ¿Cómo aparece hoy? ¿Hay que revisar la tradición a la luz de la Escritura?