En el principio era la palabra
 

venecia

El autor es Camilo Bassotto, periodista veneciano, amigo personal de Juan Pablo I y profundo conocedor de los archivos venecianos sobre el Papa Luciani. Camilo pretende dar a conocer su figura, con sus raíces humanas, culturales y religiosas, una figura que ha sido gravemente distorsionada:. Por tanto, quiere hacer justicia a Juan Pablo I. Son muchos los testimonios que Camilo ha ido recogiendo, pero tienen especial importancia aquellos que se refieren al mes que duró el pontificado.
     Por ejemplo, el testimonio de don Germano Pattaro, sacerdote y teólogo veneciano, llamado por Juan Pablo I a Roma como consejero. Le dijo a Camilo: "El Papa Luciani me hablaba con pleno dominio de sus pensamientos. Se veía que los tenía en el corazón. Formaban parte del patrimonio de sabiduría que había heredado del Concilio. Estaba en el camino de la profecía". Y también: "Muchos se maravillarán de mis ideas sobre Albino Luciani, obispo y Papa. Debo decirte en plena conciencia que mis convicciones sobre Luciani han cambiado, especialmente después de los tres diálogos que tuve con él. Es mi intención hablar y dar testimonio de ello, a pesar de que estoy seguro que esto suscitará en muchos, aquí en Venecia y en Roma, profundo estupor. Mi testimonio contrasta, sin duda, con la opinión difundida por acá y por allá de que Luciani fuera un hombre insignificante y no imaginable para aquel puesto".
     Otro testimonio importante es el de la llamada persona de Roma, que -con fecha de 14 de mayo del 89, fiesta de Pentecostés- y firmada a mano, envía a Camilo una carta con unos apuntes, que recogen pensamientos y decisiones que el Papa Luciani llevaba muy en el corazón y que, además, quería que fueran conocidos. Por ejemplo: revisar toda la estructura de la Curia; publicar varias cartas pastorales (sobre la unidad de la Iglesia, la colegialidad de los obispos, la mujer en la Iglesia, la pobreza en el mundo); destituir al presidente del IOR (Instituto para Obras de Religión, Banco del Vaticano); reformar íntegramente al IOR, para que no se repitan experiencias dolorosas del pasado, que el Papa Luciani sufrió ya de obispo y que de ningún modo quiere que ahora se repitan; tomar abierta posición frente a la masonería y la mafia. 
     También es importante el testimonio de sor Vincenza, la religiosa que encontró muerto al Papa Luciani, sobre la forma en que halló el cadáver: "Juan Pablo estaba acomodado sobre el fondo del lecho, apoyado sobre los almohadones, la cabeza ligeramente inclinada hacia delante, los ojos 
cerrados, los labios ligeramente abiertos, los brazos abandonados sobre los flancos. Una leve, levísima sonrisa, se había quedado sobre su rostro. En la mano derecha tenía unos folios, sobre el rostro tenía las gafas. Todo estaba en orden sobre el lecho y la estancia". Camilo recibió este testimonio directamente de sor Vincenza varios años antes de que, en agosto del 88, el obispo irlandés John Magee reconociera públicamente que no fue él, sino una monja quien encontró el cadáver.

 

     Juan Arias, corresponsal de "El País" en Roma (29-1-91), recogió con gran sensibilidad la aportación de Camilo, "persona de gran solvencia que había callado hasta ahora": "Juan Pablo I preparaba una profunda reforma del Vaticano". 
     No en vano buscamos en su momento la línea de amigos fieles a la persona del Papa Luciani. Existía y podía encontrarse. El propio Papa dio la pista al comienzo de su pontificado: "Mi corazón está aún en Venecia".
     Mientras Camilo contemplaba por última vez el cuerpo de Luciani, al ser depositado en el sepulcro, pensaba: "Todo había pasado tan deprisa y todo tan extraordinario. Había estado cerca del Papa Luciani en los momentos de la alegría y de la fiesta...En un relámpago, había terminado todo. Es un misterio profundo. Nadie lo entenderá".
     Metido en estos pensamientos, se abandonó Camilo en la butaca del avión. Confusamente, aquella noche, le nació dentro el profundo deseo de comprender quién era verdaderamente Albino Luciani.
     En aquel viaje de vuelta hacia Venecia, cuando declinaba el día y se enterraba semejante esperanza, emprendía Camilo un largo y difícil camino que ahora hace historia, quizá porque una vez más, camino de Emaús, ardía el corazón

 

Jesús López Sáez
(Ed. Orígenes, Madrid, 1992)