VICARIO PROVINCIAL

En la primavera de 1585 empieza fray Juan una época de extraordinaria actividad, que dura hasta el verano de 1588. Se inicia con un viaje a Lisboa, donde participa en el capítulo convocado por el padre Gracián para la elección de nuevos superiores. El 11 de mayo Fray Juan es elegido definidor junto a Gracián, Antonio de Jesús (que renuncia al cargo) y Gregorio Nacianceno. Como provincial, es elegido el padre Doria, que es prior en Génova y está en Italia. Fray Juan le dice al padre Gracián: "Vuestra reverencia hace provincial a quien le quitará el hábito".

Durante su estancia en Lisboa, fray Juan sale de paseo a la orilla del mar, cerca de las Atarazanas. Lleva la Biblia y allí solo, frente a la inmensidad del océano, lée y se entrega a la contemplación. Allí le sorprende uno de los capitulares. Este le invita a que vaya con él a ver a sor María de la Visitación, una monja cuyos prodigios tienen admirado al mundo. Todos los capitulares ya han ido a verla. Tiene llagas en las manos, pies y costado; dice que siente en su cabeza los dolores de la coronación de espinas al toque vespertino de las oraciones; hasta se cuentan raptos y suspensiones en el aire, mientras su cuerpo queda rodeado de una luz misteriosa. Fray Juan declina la invitación:

"¡Vaya de ahí!, ¿ para qué quiere ir a ver un embuste? Calle, verá cómo lo descubre el Señor".

"Cuando volvió (de Lisboa) a Granada, de donde era prior, estando una tarde con muchos religiosos en la recreación, le hicieron grande instancia para que diese alguna reliquia de aquella monja o dijese lo que sabía o habría visto; respondió, estando yo presente: "Yo no la vi ni quise ver, porque me quejara yo mucho de mi fe si entendiera había de crecer un punto con ver cosas semejantes" (Martín de San José).

Más tarde, se descubrió el engaño. Fray Juan comentó que no fue a verla porque sabía que no era buen espíritu, aunque no quiso decirlo públicamente por no desacreditarla.

Estando aún en Lisboa, recibe una carta de las monjas de Málaga dándole cuenta de un desgraciado accidente que tiene consternada a la comunidad: una hermana ha perdido el juicio y se ha arrojado por una ventana, estrellándose contra el suelo. Fray Juan sale inmediatamente hacia Málaga para consolar a las religiosas. El convento había sido fundado por él en febrero de ese mismo año.

Mientras tanto, el padre Doria, elegido provincial en Lisboa, llega a España y convoca capítulo en Pastrana para el 17 de octubre. El padre Doria, en vista de lo mucho que se han multiplicado los conventos descalzos, cosa que hace difícil el gobierno de un solo provincial, propone la división de la provincia en cuatro distritos, al frente de cada uno de los cuales se ponga un definidor, que sea vicario provincial. Los distritos son: Castilla la Vieja y Navarra, Castilla la Nueva, Andalucía y Portugal. De este modo, fray Juan es nombrado vicario provincial de Andalucía.

El padre Doria expone su programa de gobierno. Levanta bandera de observancia, reaccionando vigorosamente contra la blandura transigente del provincia anterior: "Confío en Dios que, aun después de muerto, mis huesos, dándose unos contra otros en la sepultura, han de clamar: ¡Observancia regular, observancia regular!".

Con esta consigna salen de Pastrana los capitulares y fray Juan regresa a Andalucía, ahora de vicario provincial. Como tal, tiene conventos en Granada, el Calvario, la Peñuela, Málaga, Caravaca, Sevilla y Guadalcázar. Ha de atender también a todos los de monjas, que están también bajo su jurisdicción. Tiene, pues, que recorrer Andalucía y parte de Murcia. Comenta el P. Crisógono:

"Hay, sobre todo en Sevilla, pequeñas irregularidades que corregir. Algunos predicadores jóvenes -conocemos el nombre de dos de ellos, Diego Evangelista y Francisco Crisóstomo- que destacan en el púlpito se pasan temporadas enteras fuera del convento. El padre fray Juan les llama la atención, haciéndoles ver los inconvenientes y obligándolos a una vida de mayor retiro, conforme a las exigencias del espíritu descalzo. Nos consta que no llevan a bien la advertencia del vicario provincial, y quedan resentidos contra él; un resentimiento que les durará años, con esperanza de desquite, que lograrán años más tarde, cada uno a su manera: el padre Diego, iniciando un proceso difamatorio con ánimo de arrojar al padre Juan de la Reforma, y el padre Francisco Crisóstomo, prior de Ubeda en 1591, amargando cruelmente los últimos días del Reformador".

A primeros de mayo de 1586, fray Juan llega a Córdoba para fundar un convento de descalzos. El obispo autoriza la fundación en la ermita de San Roque, que está "en el mejor puesto de la ciudad". Fray Juan compra unas casas colindantes, que han de servir para convento y el día 8 de mayo se inaugura la fundación.

Cinco días después, fray Juan escribe desde Sevilla a la priora de Caravaca:

"Ya estoy en Sevilla, en la traslación de nuestras monjas, que han comprado unas casas principalísimas, que, aunque costaron casi catorce mil ducados, valen más de veinte mil. Ya están en ellas, y el día de San Bernabé pone el cardenal el Santísimo con mucha solemnidad".

En Guadalcázar, pueblo que está antes de llegar a Córdoba yendo desde Sevilla, tienen los descalzos un convento desde el 24 de marzo de 1585. Fundado por Gracián, fray Juan firma las escrituras este año de 1586. Aquí cae enfermo. La enfermedad es grave, pero el enfermo dice que no se preocupen: No es llegada la hora de mi muerte, aunque más digan los médicos; si padeceré mucho en esta enfermedad, pero no moriré de ella, que no está bien labrada la piedra para edificio tan santo".

El padre Doria convoca en Madrid una junta de definidores. La reunión ha de celebrarse el 13 de agosto. Ni Gracián ni Juan de la Cruz llegan a tiempo. La junta comienza por elegir sustitutos de los dos ausentes. El 16 ya asiste fray Juan. Se toman acuerdos importantes: el cambio de rito en la liturgia, la petición de un procurador general de España en Roma y la impresión de los libros de la madre Teresa. Sólo en el primer asunto hay disparidad de opiniones. El padre Doria y fray Gregorio Nacianceno patrocinan la adopción del rito romano. Los demás definidores prefieren seguir con el rito jerosolimitano, seguido hasta entonces en la Orden. Pero se impone el criterio del provincial, que arguye la conveniencia del cambio para segurar más la independencia de la Reforma. El 4 de septiembre termina la junta.

Para esta fecha ya están camino de Madrid las monjas que vienen de Granada a la fundación de un convento. Fray Juan sale a su encuentro. De regreso a Andalucía, fray Juan se detiene en Malagón. Llegado a la Manchuela, no admite las grandes extensiones que se le ofrecen y se contenta con unos olivares próximos a lo que ha de ser convento. Parte para Granada a presidir la elección de priora, vacante por el traslado de Ana de Jesús a la fundación de Madrid. De allí va a Málaga para volver a Granada; luego va a Caravaca, a la fundación de descalzos. De Caravaca, a Beas; de Beas, a Bujalance, donde recibe un aviso del padre Doria para que vaya inmediatamente a Madrid. Es un día de frío y aguas. Desconocemos los asuntos que el padre Doria consulta con fray Juan. El 2de marzo está ya en Caravaca firmando una licencia para que las descalzas "puedan poner demanda ante cualesquier tribunales sobre las casas que los padres de la compañía les han tomado". Seis días después, está en Baeza.

A los pocos días emprende viaje a Valladolid, al capítulo que se celebra el 18 de abril de 1587. Asisten cuarenta y seis capitulares. Fray Juan de la cruz cesa en el cargo de definidor y vicario provincial. Vuelve a ser elegido prior de Granada Es la tercera vez, pero ahora estará sólo un año en el gobierno de esta casa.
   

LA ESCRITURA DE FRAY JUAN

La escritura de San Juan de la Cruz, lenta, precisa, de rica presión y matizada, de formas armoniosamente arqueadas, muestra a una personalidad presente a lo que emprende, atenta a los detalles, pero afincada sobre lo esencial, con una capacidad de amor de amplitud y profundidad conmovedoras. Todas sus facultades, todas sus fuerzas parecen confluir sin premura y sin descuido en un horizonte de plenitud para fundirse en él. Esta escritura demuestra un vivo sentimiento de la excelencia de las cosas sobre los varios planos en los que se manifiesta la vida. La sensibilidad aparece muy impregnable pero muy diferenciada, a la vez humana y desprendida, vibrante, tierna, íntima.

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Los movimientos de la sensibilidad y del corazón descubren armonías tan acentuadas y tan exuberantes que parece que este hombre ha probado todo y ha percibido todo.

Esta apertura total de corazón, que ninguna otra escritura nos ha revelado en tal grado hasta ahora, y los tesoros de dulzura que ella comporta, sintoniza con todos los sentimientos, sin crispación ni amargura.

Tal receptividad en un temperamento menos fuerte anularía la voluntad o desviaría el buen juicio. Ahora bien, a través de la escritura de San Juan de la Cruz aparece una gran vigilancia sobre los posibles elementos de degradación y un gran cuidado para ejecutar hasta el menor detalle en su momento, que es una manera de simple buen sentido que sirve para contrapesar las alocadas efusiones del corazón. Para el grafólogo que se guía por el estudio del rasgo gráfico la percepción de este ardor sin agresividad, de estos arrebatos sin avidez, es un motivo de reflexión, porque nunca hubo tantas llamas juntas y nunca menos riesgo de incendios.

En esta escritura hay también un sentimiento del desarrollo de la vida, donde se confunden el sentido del presente y del infinito, donde se leen la exactitud en los actos y el despojo en los pensamientos. Estas disposiciones pueden conducir a una perseverancia que alguna vez podría tomarse por obstinación, pero la ausencia de toda rutina que se observa a la vez no es compatible con tal apreciación. Si San Juan de la Cruz ha podido ser inflexible en algunas decisiones es porque comprendía que se había llegado al límite de actuar con firmeza.

Sería vano analizar su inteligencia separándola de sus intuiciones y de sus sentimientos. Es fina y puntualizada, sutil sin ser engreida, ávida de verdad y muy pegada al sentido de lo bello. Muy inspirada y colorista con su nota de armonía, no parece que esté tan abierta si no es para ensanchar el campo de la actividad del sentimiento y no para brillar sola con un fulgor tan fascinante como endeble. Lo que impresiona en esta escritura es la fuerza de un amor no atado que ahí se descubre. Ese talante manso, libre y venturoso, esta autoridad serena de un ser sin ambiciones que vive plenamente, sin impurezas, dan una singular y preciosa imagen de la perfección sin afeites.

Suzanne Bressard

 

RETRATO DE SAN JUAN DE LA CRUZ
 

"Fue hombre de mediano cuerpo, de rostro grave y venerable, algo moreno, y de buena fisonomía; su trato y conversación1 apacible, muy espiritual y provechoso para los que oían y comunicaban. Y en esto fue tan singular y proficuo, que los que le trataban, hombres y mujeres, salían espiritualizados, devotos y aficionados a la virtud. Supo y sintió altamente de la oración y trato con Dios, y a todas las dudas que le proponían acerca de estos puntos respondía con lateza de sabiduría, dejando a los que le consultaban muy satisfechos y aprovechados. Fue amigo de recogimiento y de hablar poco; su risa, poca y muy compuesta. Cuando reprendía como superior, que lo fue muchas veces, era con dulce severidad, exhortando con amor paternal, y todo con admirable serenidad y gravedad. Así retrata a fray Juan de la Cruz el padre Eliseo de los Mártires, que comienza su relación con estas palabras: "Conocí al padre fray Juan de la Cruz y le traté y comuniqué muchas y diversas veces".

 

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