En el principio era la palabra
 

PRESENTACIÓN

 

La comunidad de Ayala nace en 1973 en la parroquia del Cristo de la Salud (c/ Ayala, 12), de Madrid. En la primera mitad de aquél año, comencé a colaborar con la parroquia. La perspectiva de crear grupos y de formar comunidad, a pesar de las dificultades previsibles, me llevó a aceptar la propuesta de Fernando Salom, sacerdote valenciano que colaboraba en la parroquia y que marchaba a otro destino. Le habían nombrado director del colegio mayor San Juan de Ribera.

La insatisfacción por el cristianismo convencional se hacía sentir por todas partes. Nada más llegar, le planteé al párroco, D. Ignacio Zulueta, la necesidad de un catecumenado, de una comunidad. Me dijo que para el curso siguiente; de momento, él había pensado en unas reuniones en torno a la Biblia y al Concilio: podría ser un primer paso. Acepté. Yo me encargué de las reuniones (quincenales) en torno a la Biblia. De ahí salió el núcleo inicial de la comunidad.

Era un pequeño grupo (8-10 personas), pero estaba abierto a la renovación y al cambio. Y, como sabía a poco, pronto comenzamos las reuniones en casa de Julián y Pilar, los domingos por la tarde. Buscábamosla comunidad perdida de los Hechos de los Apóstoles. Por ahí era posible la renovación profunda de una Iglesia, que -siendo vieja y estéril como Sara (Rm 4,19)- podía volver a ser fecunda.

Con el nuevo curso, en reunión del equipo pastoral de la parroquia (al que se había incorporado Lorenzo Sánchez, de Salamanca) decidimos poner en marcha un catecumenado. El catecumenado siguió, en principio, la orientación neocatecumenal. Tras las primeras catequesis, la comunidad quedó constituida el 8 de diciembre. Comenzamos 42 personas. Inicialmente, la experiencia fue positiva. Suponía un paso hacia adelante. Aunque con algunas reservas, era preciso avanzar. En noviembre, D. Ignacio había sido ingresado en el viejo hospital de San Pedro, por una operación de próstata. "En cuanto pueda, iré a la comunidad", me dijo. Vino, pero de otro modo, en esa dimensión nueva en la que vive el Señor Resucitado. Murió el 25 de enero de 1974.

En el primer trimestre de 1975 fuimos viendo la necesidad de hacer una revisión del sistema adoptado: rechazo total de la orientación neocatecumenal por parte del nuevo párroco, que era consiliario de cursillos de cristiandad; aspiración diocesana por un catecumenado autónomo; inconvenientes de una dirección exterior e inadecuada sobre el grupo catecumenal; cerrazón sistemática que va asfixiando al grupo; disminución progresiva del número de miembros; imposibilidad de incorporarse al grupo nuevos miembros que habían iniciado una relación viva con él; interpretación discutible del catecumenado y de sus etapas (entre ellas, el precatecumenado); carencia de instrumentos catequéticos adecuados; oferta de abrir un centro catecumenal en el colegio mayor de Tagaste...La revisión fue aceptada por mayoría, primero en el equipo responsable, luego en la comunidad.

Desde el 8 de abril, tras un mes de tensiones y algunas rupturas, compensadas con nuevas incorporaciones, comenzamos una nueva etapa, siguiendo orientación propia. La revisión se llevaría a efecto, la comunidad permanecería abierta a la incorporación de nuevos miembros (Hch 2,47) y la orientación pastoral de la comunidad se iría definiendo dentro de ella. Éramos 30 personas. A partir de entonces, la comunidad comenzó a crecer. 

Al propio tiempo, el nuevo párroco fue marcando en la parroquia una orientación, en la que de hecho quedaba excluido todo tipo de catecumenado. Con el horizonte así cerrado, la comunidad quedó separada de la parroquia y vinculada a la vicaría como comunidad autónoma. Durante tres meses nos reunimos en el colegio mayor de Tagaste. Al final, manteniendo la autonomía con respecto a la parroquia, el párroco nos dejó un local en el sótano de la misma. Dicha autonomía nos permitió seguir la experiencia catecumenal y comunitaria con entera libertad, sin estorbo alguno.

A partir de entonces, el rumbo de la comunidad se fue definiendo mediante la escucha asidua de la palabra de Dios en el fondo de los acontecimientos personales, sociales o eclesiales. Ha sido fundamental la propia experiencia de fe de quienes llevábamos el catecumenado, que poco a poco se iba convirtiendo en comunidad. También lo ha sido la revisión continua del camino a seguir, así como el contacto con otros grupos. Disponíamos ya de la síntesis de fe, que posteriormente desembocaría en el proyecto catecumenal, así como de otros instrumentos, comoEl catecumenado”de C. Floristán (PPC, Madrid, 1972), yLa catequesis en los primeros siglos”de Danielou-Du Charlat (Studium, Madrid, 1975).

En 1987 nos constituimos en asociación, reconocida eclesial y civilmente, la Asociación Comunidad de Ayala (c/ Saliente,1). Esto ha dado asentamiento eclesial y civil a la acción evangelizadora que estamos desarrollando. También señala el horizonte en el que desemboca el proceso catecumenal: asociados para evangelizar. En el fondo, las primeras comunidades tienen una estructura asociativa.

Todo proceso de evangelización debe verificar la diferencia existente entre quienes son llamados y quienes, por su respuesta, son finalmente elegidos. En realidad, muchos no responden a la llamada. Lo dice Jesús: “muchos son los llamados y pocos los elegidos” (Mt 22,14).

Actualmente, estamos animando en Madrid unos setenta grupos en parroquias, colegios y casas; la Asociación Comunidad de Ayala tiene también proyección fuera de Madrid. Ahí está la Asociación Comunidad del Puerto (Tenerife), la Asociación Comunidad de la Palabra (Gran Canaria), la Asociación Con vosotros está (Córdoba) y los grupos deÁvila, Albacete,Barcelona, Cuenca, Guadalajara, León, Murcia,Toledo...

El 30 de diciembre de 1994, con el apoyo de la Asociación y como fruto de la dimensión social del Evangelio, se constituye la Fundación Betesda, para el desarrollo integral de personas discapacitadas. La Fundación tiene la Residencia Belisana para discapacitados psíquicos, no gravemente afectados (48 plazas), así como un Centro ocupacional y un Aula taller (c/ Belisana, 22). La Residencia comenzó a funcionar en marzo de 1999. La Fundación tiene también dos pisos tutelados y uno supervisado, con una capacidad de 17 plazas.

La Fundación Betesda ha construido un nuevo centro en la calle Gran Vía de Hortaleza, nº 27, con Residencia (52 plazas), Centro ocupacional (75 plazas) y Centro de Día (39 plazas). Superando dificultades diversas en medio de la crisis, el nuevo centro está funcionando: la Residencia  desde noviembre de 2012 y el Centro ocupacional desde enero de 2013.

 

Jesús López Sáez

Madrid, 19 de marzo de 2019