En el principio era la palabra
 
LA RENOVACION PERMANENTE

"La Iglesia reformada debe reformarse de forma continua". Esta palabra de Lutero es recordada en todo el mundo, en estos días en los que la Reforma Protestante completa un nuevo aniversario (31 de octubre) y prepara la celebración de sus 500 años (2017). Este año del quincuagésimo aniversario de la apertura del Concilio Vaticano II, también celebramos el 50 aniversario de la primera reunión oficial de los obispos católicos en la  que los cristianos de otras Iglesias fueron invitados en calidad de observadores y participantes. De hecho, en esos años, el Concilio cambió el clima de distancia entre diferentes confesiones y transformó a hermanos separados en iglesias hermanas. Esto tuvo consecuencias importantes no sólo para las propias Iglesias, sino para todo el mundo. Los cristianos se unieron en apoyo y participación en movimientos tales como la lucha contra el apartheid en Sudáfrica y la paz y la justicia en el mundo. En América Latina, la teología de la liberación nació ecuménica y fue exhaustiva en el diálogo entre teólogos/as católicos/as y evangélicos/as. En 1983, al celebrar el 500 aniversario del nacimiento del reformador Martín Lutero, el Papa Juan Pablo II dijo que Lutero es un maestro de la fe para todos los cristianos.

Si el 31 de octubre fue la fecha simbólica de la división de las Iglesias de Occidente, esa misma fecha marca (hoy) un importante gesto de reconciliación y unidad. En este día, en 1999, la Iglesia Católica y la Federación Luterana Mundial firmaron un acuerdo sobre la justificación por la fe, el punto mayor de división en el siglo XVI y, que, en la actualidad, ya no es motivo de división entre las Iglesias. Hace menos de dos años, el Papa Benedicto XVI visitó, en Alemania, el monasterio donde Lutero vivió como monje agustino. En ese lugar, junto con el presidente de la Federación Luterana Mundial, el Papa dijo que Lutero fue un modelo del creyente que busca constantemente a Dios, algo que todos nosotros estamos llamados a hacer. En la actualidad, en muchos lugares del mundo, los estudiosos católicos y evangélicos trabajan y enseñan juntos las Sagradas Escrituras. Teólogos católicos son profesores en universidades de teología luterana y metodista. Al mismo tiempo, los profesores evangélicos son maestros en universidades católicas.

El modelo de unidad que se desea para las Iglesias no es el de la uniformidad, que, de todas ellas haría una Iglesia única y poderosa. Ya en el siglo III, Cipriano, obispo de Cartago, enseñó: "La unidad abole la división, pero respeta las diferencias". El Consejo Mundial de Iglesias, que agrupa a 349 iglesias en una fraternidad congregacional, propone como modelo de unidad una "diversidad reconciliada". En el siglo XVI, al predicar que la renovación de la Iglesia debe ser permanente, Lutero recordó que Jesús nos llama a una conversión continua en nuestras vidas. La conversión personal y comunitaria es el mejor camino hacia la unidad y es el único modo para que las Iglesias se renueven y ejerzan su misión de diálogo con la humanidad. Jesús oró al Padre para que sus discípulos estén unidos, para que el mundo crea (Jn 17, 19-21). Este tema es de interés para toda la humanidad, ya que es cierto lo que dice el teólogo suizo Hans Küng: "El mundo no tendrá paz mientras que las religiones no aprenden a hablar y vivir como hermanas y, por diversas razones culturales y sociales, esto no ocurrirá si las Iglesias cristianas no dieran ejemplo y no reanudaran el camino del diálogo y la unidad".
Marcelo Barros