En el principio era la palabra
 

-         EL DIA DEL JUICIO

  1. El día del juicio es el día del Señor. En la Iglesia naciente, una Iglesia perseguida, es un día esperado y, además, pronto: Ven, Señor Jesús (Ap 22,20). Sin embargo, en la Iglesia medieval, una Iglesia poderosa, es un día tremendo, el día de la ira, y se deja para el más allá. En el fondo, es un test que indica dónde estamos.
  2. En la Biblia, es una experiencia fundamental: Dios actúa en la historia, Dios juzga.  En el éxodo Dios juzga a Egipto y libera a los oprimidos. El juicio es la victoria de Dios y de su pueblo. El creyente no teme ese día. Al contrario, para él es un día de gloria: Cantad al Señor un cántico nuevo, ... a los ojos de las naciones ha revelado su justicia (Sal 98, 1-2). En los salmos se apela a Dios como instancia de los oprimidos: Levántate, juez de la tierra, da su merecido a los soberbios (Sal 94,2). El universo entero se alegra ante el Señor que viene a juzgar la tierra (Sal 98, 9), el Señor llevará el juicio de los pobres (Sal 140, 13-14). El pueblo creyente se siente privilegiado: No hizo tal con ninguna nación, ni una sola sus juicios conoció (Sal 147, 20).
  3. Cuando el insensato dice que no hay Dios (Sal 14,1;53,2), no niega (en teoría) la existencia de Dios, sino (en la práctica) su acción en el mundo. Cree que Dios no se ocupa de los hombres, que no hace ni bien ni mal (Sof 1,12), es decir, no hace nada, no interviene en la existencia humana. Piensa: No lo ve el Señor, el Dios de Jacob no se entera (Sal 94,7). Sin embargo, el Señor sondea los corazones (Jr 11,20).
  4. En una situación límite para la fe, aparece Elías en la gran asamblea del Carmelo (1 Re 18,17-40). No todo vale. El culto de Baal es incompatible con el culto del Señor. En total desproporción, ante 450 profetas falsos, Elías plantea la cuestión de quién es realmente el Dios verdadero. Baal permanece mudo, pero no el Dios de Abraham, de Isaac y de Jacob: El Señor envió un rayo que abrasó la víctima, la leña, las piedras y el polvo (18,38).
  5. Isaías ve al Señor sentado en su trono. La visión le purifica de su propia impureza. Cuando escucha la llamada de Dios, el profeta se pone a su disposición: Heme aquí, envíame (Is 6,8). Isaías recibe una misión difícil: hacer que su pueblo se obstine hasta la catástrofe, hasta que del árbol sólo quede un tocón. Pero habrá un resto (6,13). Ezequiel ve también al Señor sentado en su trono. Le entrega un rollo, que el profeta asimila. Dios le envía a un pueblo de dura cerviz y le prepara para el fracaso: La casa de Israel no quiere escucharte a ti porque no quiere escucharme a mi (Ez 3,7).
  6. En tiempo de Ajaz (736-716), a pesar de la advertencia, Ajaz abre las puertas de su país a Asiria y Judá queda sometida. El imperio asirio es para el profeta el soberbio enemigo de Dios. La advertencia del Señor es ésta: Si no os afirmáis en mi, no seréis firmes (Is 7,9). Como en otro tiempo el Señor vino a defender a su pueblo (Jue 5,4s), así vendrá, cuando marchen los ejércitos sobre el monte Sión: bajo la tormenta, el huracán y el granizo (Is 30,30). Vendrá con truenos, temblores de tierra y espantosos sonidos, con tormenta y huracán (Is 29,5), como hizo caer piedras del cielo contra los cananeos (Jos 10,11), como tronó con poderosos estruendos (1 Sam 7,10) y la tierra tembló (1 Sam 14,15) contra los filisteos. En realidad, todo dependía de que Ajaz  y los notables de Jerusalén dejaran sitio a la acción de Dios, pero no miraron hacia el que lo dispone todo desde lejos (Is 22,11).
  7. Por medio de Baruc, Jeremías pone por escrito su mensaje (Jr 36), que procede de la palabra del Señor. Hay una triple lectura del escrito: la primera, ante el pueblo con ocasión de un ayuno; la segunda, en la cancillería del secretario de Estado; la tercera, ante el rey. El rey está en el palacio de invierno, sentado junto al brasero: va rompiendo el rollo y lo arroja al fuego. Jeremías dicta de nuevo su mensaje y el segundo escrito es mayor que el primero. La palabra de Dios no está encadenada.
  8. Los profetas son libres frente al templo. Sus fuertes denuncias no se conciben en el ámbito del culto oficial, que somete cualquier palabra divina o humana a un convencionalismo ritual. Además, un juicio del Señor contra su pueblo no tenía cabida dentro del culto oficial. Sin embargo, Jeremías recibe esta palabra de Dios: Ponte en la puerta de la casa del Señor y proclamarás allí esta palabra: ... ¿En cueva de bandidos se ha convertido a vuestros ojos esta casa que se llama por mi nombre? ¡Qué bien visto lo tengo! (Jr 7,1-11). La función de juzgar exige del profeta una tensa vigilancia: Te he puesto en mi pueblo como examinador, para que conozcas y juzgues su conducta (Jr 6,27).
  9. El juicio universal alcanzará al mundo entero y a los enemigos de Dios y de su pueblo. Entonces será la siega y la vendimia (Jl 4,12-13), símbolos del juicio. El juicio se le entrega al hijo del hombre (Dn 7,9-12). El final desemboca más allá de la historia. Sin embargo, se dice en el Apocalipsis: Mete tu hoz y siega, pues ha llegado la hora de segar (Ap 14, 15.
  10. La llamada de Juan Bautista es apremiante. El reino de Dios no es cuestión de herencia familiar, requiere frutos de conversión: Ya está el hacha puesta a la raíz de los árboles, y todo árbol que no dé buen fruto será cortado y arrojado al fuego. Yo os bautizo con agua para conversión, pero aquel que viene detrás de mí es más fuerte que yo... El os bautizará en espíritu santo y fuego. En su mano tiene el bieldo y va a limpiar su era, recogerá su trigo en el granero, pero la paja la quemará con fuego que no se apaga (Mt 3, 10-12).
  11. En el Evangelio no sólo se siembra, también se siega. Se recogen los frutos y se separa el trigo de la paja. Dice Jesús: Alzad vuestros ojos y ved los campos, que blanquean ya para la siega. Ya el segador recibe el salario, y recoge fruto para vida eterna, de modo que el sembrador se alegra igual que el segador. Porque en esto resulta verdadero el refrán de que uno es el que siembra y otro el que siega; yo os he enviado a segar donde vosotros no os habéis fatigado. Otros se fatigaron y vosotros os aprovecháis de su trabajo (Jn 4, 35-38). 
  12. Es fundamental el juicio, el día del juicio, aquel día, al que se remite a las ciudades que rechazan las señales del evangelio: Habrá menos rigor en el juicio para Tiro y para Sidón que para vosotras (Mt 11,21-22; Lc 10,13-14), habrá menos rigor el día del juicio para Sodoma y Gomorra que para aquella ciudad (Mt 10,15). Los ninivitas que escucharon la predicación de  Jonás y la reina del sur, que admiró la sabiduría de Salomón, se levantarán en el juicio contra esta generación y la condenarán (Mt 12, 41-42).
  13. Una gran sesión judicial más allá de la historia es la imagen tradicional (apocalíptica) del juicio final, con el hijo del hombre como juez (Mt 25): cuando venga el hijo del hombre enviará a sus ángeles y reunirá a los elegidos desde los cuatro vientos (Mc 13,27). La expresión hijo del hombre aparece siempre en labios de Jesús. La medida según la cual serán juzgadas las naciones es ésta: Tuve hambre, tuve sed, estaba desnudo, estaba enfermo, estaba en la cárcel... cuanto hicisteis a uno de estos hermanos míos más pequeños, a mí me lo hicisteis.
  14. El día del juicio, el día del hijo del hombre, es como el diluvio que vino repentinamente sobre un pueblo entregado a las ocupaciones de la vida diaria (Mt 24,37-39). Es como el fuego y azufre que cayó en los días de Lot (Lc 17,26-27). Es como el relámpago que cruza toda la bóveda del cielo (Mt 24,27;Lc 17,24) y es percibido desde cualquier parte. Es algo que acontece en la vida diaria de los hombres: Entonces estarán dos en el campo, uno es tomado y otro dejado. Estarán dos mujeres moliendo en el molino, una es tomada y la otra dejada (Mt 24,37-40;Lc 17,23-25). Sobre la cuestión del dónde se dice: Donde esté el cadáver se reunirán los buitres (Mt 24,28;Lc 17,37).
  15. Entonces ¿es un acontecimiento histórico? Un acontecimiento histórico, como tal, tiene lugar aquí o allí. El día del hijo del hombre, no. Está en otro plano, en otra dimensión. Llega como el reino de Dios que, eso sí, irrumpe en la historia: Viene sin dejarse sentir, y no dirán: Vedlo aquí o allí. Porque el reino de Dios está dentro de vosotros (Lc 17,20-21). Y también: Días vendrán en que desearéis ver uno solo de los días del hijo del hombre, y no lo veréis. Y os dirán: Vedlo aquí, vedlo allí. No vayáis ni corráis detrás. Porque, como relámpago fulgurante que brilla de un extremo a otro del cielo, así será el hijo del hombre en su día (17,22-24).
  16. Las construcciones del templo, recién terminado, impresionan a los discípulos. Pero Jesús los saca de ese plano superficial y corta los comentarios con una palabra crucial: No quedará piedra sobre piedra (Mt 24,2; ver Lc 19, 42-44; 13, 34-35). Los discípulos le preguntan cuándo sucederá eso y cuál será la señal de su venida y del fin del mundo. A diferente nivel, todo está relacionado: la destrucción del templo (al filo de la historia en curso), la vuelta de Jesús (tras ser rechazado por esta generación), el fin de este mundo que pasa (dimensión del tiempo presente).
  17. Mas ¡cuidado!, dice Jesús: No os dejéis engañar. Porque vendrán muchos usurpando mi nombre y diciendo: Yo soy el Cristo, y engañarán a muchos (Mt 24, 4-5). Es preciso estar atentos y saber discernir. Vosotros mismos podéis encontrar la respuesta. De la misma manera que, observando la higuera, caéis en la cuenta de que el verano está cerca, así también vosotros: Cuando veáis todo esto, sabed que El está cerca, a las puertas. Yo os aseguro que no pasará esta generación sin que todo esto suceda (Mt 24, 33-34; Lc 21,31).
  18. En la primera carta a los Tesalonicenses se utiliza la imagen del ladrón en la noche: Vosotros mismos sabéis perfectamente que el día del Señor vendrá como un ladrón en la noche...  Pero vosotros, hermanos, no estáis en tinieblas de modo que ese día os sorprenda como ladrón (1 Ts 5,1-5). En la carta de Santiago se dice que el juez está ya a la puerta (St 5, 9). En el evangelio de Lucas se utiliza la imagen del lazo que se esconde y acecha: Cuidad que vuestros corazones no se hagan pesados con orgías, borracheras y cuidados mundanos, y el día os llegue como un lazo; porque vendrá sobre todos los que moran en la faz de la tierra. Estad en vela, pues, orando en todo tiempo para que tengáis fuerza y escapéis a todo lo que está por venir y podáis estar en pie delante del hijo del hombre (Lc 21,34-36).
  19. Las primeras comunidades cristianas están entre dos crisis: una pertenece al pasado, la otra al futuro. Hay que estar atentos ante la seriedad de la hora. Cristo vuelve, pero de otra forma: como resucitado, como Señor de la historia (Jn 14,18-19). Diversas parábolas nos invitan a estar vigilantes para no ser sorprendidos.  
  20. Si tenemos la impresión de que el Señor tarda en llegar, la parábola de los siervos fieles e infieles nos invita a permanecer vigilantes: ¿Quién es, pues el siervo fiel y prudente, a quien el señor puso al frente de su servidumbre para darles la comida a su tiempo? Dichoso aquel siervo a quien su señor, al llegar, encuentre haciéndolo así. Yo os aseguro que le pondrá al frente de toda su hacienda. Pero si el siervo malvado dice en su corazón: Mi señor tarda en llegar, y se dedica a golpear a sus compañeros y a comer y beber con los borrachos, vendrá el señor de aquel siervo el día que no espera y en el momento que no sabe, y le separará y le señalará su suerte entre los infieles; allí será el llanto y el rechinar de dientes (Mt 24,45-51; Lc 12,42-46).
  21. Porque no sabemos cuándo es el momento, porque puede estar cerca, la parábola de los siervos vigilantes nos avisa: Estad atentos y vigilad porque ignoráis cuándo será el momento; como un hombre que se ausenta: deja su casa, da atribuciones a sus siervos, a cada uno su trabajo, y ordena al portero que vele; velad, por tanto, ya que no sabéis cuándo viene el dueño de la casa, si al atardecer, o a media noche, o al canto del gallo, o de madrugada. No sea que llegue de improviso y os encuentre dormidos. Lo que a vosotros digo, a todos lo digo: ¡Velad! (Mc 13, 33-37; Lc 12, 35-38).
  22. Porque no sabemos el día, la parábola del ladrón en la noche nos invita a velar, a estar preparados: Velad, pues, porque no sabéis qué día vendrá vuestro señor. Entendedlo bien: si el dueño de la casa supiese a qué hora de la noche iba a venir el ladrón, estaría en vela y no permitiría que le horadasen su casa. Por eso, también vosotros estad preparados, porque en el momento que no penséis, vendrá el hijo del hombre (Mt 24,43-44; Lc 12,39-40).
  23. Porque no sabemos tampoco la hora, la parábola de las diez doncellas nos invita a ser prudentes. Cinco de ellas eran necias y cinco prudentes (Mt 25, 2). El momento crítico es la aparición del novio: Llegó el novio, y las que estaban preparadas entraron con él al banquete de boda, y se cerró la puerta. Más tarde llegaron las otras doncellas diciendo: ¡Señor, señor, ábrenos! Pero él respondió: En verdad os digo que no os conozco. Velad, pues, porque no sabéis el día ni la hora (25,10-12; Lc 12,35-38).
  24. El mundo vive de espaldas a lo que se le viene encima. Hay que estar  preparados para una situación crítica. No es sólo un acontecimiento puntual, sino una situación progresiva. Se la ve venir. Es la llamada de Jesús en Getsemaní: Vigilad y orad, para que no caigáis en tentación (Mc 14,38). La tentación, el tiempo de prueba, es el ataque que va a sufrir la comunidad de discípulos. Es preciso abrir los ojos a las señales del fin: la guerra, el hambre, la conmoción de los cimientos, la muerte, la persecución de los creyentes, el anuncio de la Buena Nueva (Mt 24,6-14). Son dolores de parto: un mundo nuevo está naciendo, el mundo viejo pasa.
  25. El reino de Dios, que se le ha entregado a Jesús, está ya presente en el mundo. Sin embargo, el creyente espera aún la plenitud de ese reino en el futuro (LG 48). Se da una cierta tensión: ya y, sin embargo, todavía no. Ya, porque Cristo viene: actúa, juzga y está presente como el Señor. Todavía no, porque Cristo vendrá. En realidad, lo que nos separa de ese día no es mucho: Un poquito de tiempo todavía y el que viene llegará sin retraso (Hb 10, 37).
    • Para la reflexión personal o de grupo. El día del juicio, el día del Señor:

    §       ¿Es un día temido o un día esperado?

    §       ¿Es para ahora o para más adelante?

    §       ¿Es para el más allá o también para el más acá?