En el principio era la palabra
 
LA MUJER EN LA SOCIEDAD Y EN LA IGLESIA

 

1.- Abordamos el problema de la mujer en la sociedad y en la Iglesia. Ambos ámbitos están mutuamente relacionados. Presentan rasgos comunes y también rasgos diferentes. Una cosa es cierta: el mundo antiguo es el mundo de la sumisión de la mujer. Nos preguntamos: ¿la sociedad está cambiando? ¿asume la Iglesia la sumisión propia del mundo antiguo? ¿es reducida la mujer a los estereotipos de esposa y madre? ¿se reconoce su dignidad, su identidad, su derecho, su papel? ¿favorece la comunidad la liberación de la mujer?

2.- Consideramos lo que está pasando en nuestra sociedad, sin olvidar que existen otras sociedades: donde cada familia sólo puede tener un hijo y el nacimiento de una niña se recibe como maldición; donde las niñas sufren mutilación genital; donde se considera a las mujeres propiedad de los hombres (padres, hermanos, maridos); donde muchos hombres y mujeres han de emigrar en busca de una tierra prometida. Recogemos también otros datos: la violencia de género causa la muerte de un gran número de mujeres en todos los países del mundo; cada año, aproximadamente 600.000 mujeres mueren al dar a luz; una de cada cinco mujeres tiene probabilidades de ser víctima de una violación o un intento de violación a la largo de su vida (El País, 15-3-2006).

3.- Pues bien, este año se cumple el 75 aniversario de la aprobación del voto femenino en España. El 1 de diciembre de 1931 las Cortes Constituyentes de la II República derriban el muro que impide a las españolas ejercer ese derecho, que es puesto en práctica dos años después. En 1948 la Declaración Universal de los Derechos Humanos establece la igualdad entre marido y mujer: “el hombre y la mujer tienen los mismos derechos antes, durante y después del matrimonio” (artículo 16).

4.- Con el desarrollo de la medicina moderna la mujer puede asumir responsablemente los tiempos de sus embarazos y, en ese sentido, delimitar su papel como madre. Así consigue una participación en los procesos de la vida social, sobre todo, gracias a la posibilidad de elegir su propia profesión. La distribución de tareas familiares en el mantenimiento de la casa y en la educación se somete a revisión.

5.- Hace 40 años, el Concilio Vaticano II vio así la situación de la mujer: “Las mujeres reivindican, allí donde aún no lo han conseguido, la igualdad de derecho y de hecho con los hombres” (GS 9), “es lamentable que los derechos fundamentales de la persona no estén todavía protegidos en la forma debida por todas partes. Es lo que sucede cuando se niega a la mujer el derecho de escoger libremente esposo y de abrazar el estado de vida que prefiera o se le impide tener acceso a una educación y una cultura iguales a las que se conceden al hombre” (GS 29), “la activa presencia del padre contribuye sobremanera a la formación de los hijos; pero también debe asegurarse el cuidado de la madre en el hogar que necesitan principalmente los niños menores, sin dejar por eso a un lado la legítima promoción social de la mujer” (GS 52), “las mujeres actúan ya en casi todos los campos de la vida, pero es conveniente que puedan asumir plenamente su propio papel según su propia índole. Todos deberán reconocer a la mujer la participación propia y necesaria en la vida cultural y promoverla” (GS 60).

6.- En su mensaje final afirma el Concilio: “Llega la hora, ha llegado la hora en que la vocación de la mujer se cumple en plenitud, la hora en que la mujer adquiere en el mundo una influencia, un peso, un poder jamás alcanzados hasta ahora. Por eso, en este momento en que la humanidad conoce un cambio tan profundo, las mujeres pueden ayudar mucho a que la mujer no decaiga” (8-12-1965).

7.- Sin embargo, a pesar de todos los avances, la mujer sigue siendo discriminada. Según una Encuesta sobre Estructura Salarial, del Instituto Nacional de Estadística, el salario promedio anual femenino en España es el 71’1% del masculino, aunque esta diferencia debe matizarse en función de otras variables laborales (tipo de contrato, de jornada, ocupación, antigüedad); se constata la falta de reparto equitativo de las tareas domésticas y de cuidado; cada año, 380.000 mujeres abandonan su trabajo para ocuparse de su familia o por motivos personales, mientras sólo 14.500 varones dan el mismo paso; a la Inspección de Trabajo llegaron el año pasado 250 denuncias por discriminación en sus distintas variantes: por maternidad, mayor dificultad para acceder a un trabajo o acoso sexual; los momentos más difíciles son los embarazos y la crianza de los hijos; falla la conciliación de la vida laboral y familiar.

8.-  Según el anteproyecto de Ley de Igualdad entre Hombres y Mujeres, aprobado por el Gobierno (3-3-2006), las mujeres ocuparán al menos el 40% de las candidaturas en todas las listas electorales. Las empresas con más de 250 empleados tendrán que negociar planes de igualdad y se promoverá que aumenten la presencia femenina en sus consejos de administración. Pero ¿hasta qué punto la mitad de la población (un 50’6% son mujeres) tiene acceso a la toma de decisiones? La paridad sólo existe en el Consejo de Ministros y en siete Ejecutivos autónomos. Sólo el 15% de los secretarios de Estado son mujeres. Otros foros de poder económico y académico siguen controlados mayoritariamente por hombres.

9.- Desde el punto de vista religioso, la sociedad española es mayoritariamente católica, pero poco practicante: un 30% del total. Un hecho sobresaliente es que las mujeres son más religiosas que los varones (38/22 en 1993). Los jóvenes están más alejados que el resto de la población, lo están más los varones que las mujeres. Las personas, cuanto más a la derecha, tienden a considerarse más probablemente como católicos practicantes. Lo contrario ocurre con la proporción de alejados. La Iglesia Católica queda como la gran organización religiosa exclusivamente masculina. En cuanto a la posibilidad de que las mujeres sean ordenadas sacerdotes, la opinión pública española se manifiesta así: un 51% acepta ese posible cambio, un 32% se muestra indiferente y un 17% opina en contra  (A. de Miguel, La sociedad española 1994-1995, Ed. Complutense).

10.- ¿Qué está pasando en la Iglesia? La igualdad fundamental de todos es una señal de nuestro tiempo asumida por el Concilio Vaticano II como acción del espíritu de Dios: “Toda forma de discriminación en los derechos fundamentales de la persona, ya sea social o cultural, por motivos de sexo, raza, color, condición social, lengua o religión, debe ser vencida y eliminada por ser contraria al plan de Dios” (GS 29), “como en nuestros días las mujeres participan cada vez más en toda la vida de la sociedad, es importante que crezca igualmente su participación en los distintos campos del apostolado de la Iglesia” (AA 9).

11.- En su momento, la Comisión Pontificia, al ser interrogada al respecto por el papa Pablo VI, respondió que, en su opinión, no existía ninguna base bíblica para oponerse a la ordenación de la mujer al sacerdocio. De modo semejante, en el diálogo ecuménico se afirma cada vez más que no hay razón teológica alguna para continuar excluyendo a la mujer del ministerio ordenado, desde la dignidad humana y cristiana común: en Cristo ya no hay judío ni griego, ni esclavo ni libre, ni hombre ni mujer (Ga 3,29).

12.- El primer relato de la creación (s. V a.C.) presenta al ser humano, diferenciado desde el punto de vista sexual. Ambos, hombre y mujer, son imagen de Dios, no sólo el hombre: Dios creó al ser humano a imagen suya, a imagen de Dios lo creó, hombre y mujer los creó (Gn 1,27).

El segundo relato de la creación (s. X a.C.) proclama la unidad e igualdad de marido y mujer: Serán los dos una sola carne (2,24). El dominio del varón sobre la mujer no responde al proyecto de Dios, es consecuencia del pecado humano (3,16).

13.- El Evangelio asume el plan original de Dios sobre marido y mujer: una sola carne (Mc 10,8). Entre los muchos discípulos que le siguen, Jesús escoge a doce  (Mc 3,14-15) y comparte con ellos su propia misión (Mt 10,8), pero no son ellos los únicos. Están también los setenta y dos (Lc 10,1-20) y las mujeres que acompañan a Jesús (8,2-3). El verdadero parentesco de Jesús no es de tipo biológico: Mi madre y mis hermanos son aquellos que oyen la palabra de Dios y la cumplen (Lc 8,21). Muchas mujeres descubren la liberación del Evangelio: la mujer encorvada (Lc 13,11), la hemorroísa (Mc 5,27), la viuda de Naím (Lc 7,13), la mujer cananea (Mt 15,28), la samaritana (Jn 4,39), la pecadora (Lc 7,50), la mujer sorprendida en adulterio (Jn 8,11). Betania es lugar de descanso para Jesús: Jesús amaba a Marta, a su hermana María y a Lázaro (Jn 11,5). Son mujeres quienes anuncian a los demás la resurrección de Jesús: María Magdalena, Juana, María la de Santiago y las demás que estaban con ellas (Lc 24,10). María Magdalena es considerada apóstola de los apóstoles (Jn 20, 18).

14.- En la primera comunidad cristiana el don del espíritu se derrama sin distinción de género, de edad, de condición social. Se cumple lo que estaba anunciado: Profetizarán vuestros hijos y vuestras hijas (Hch 2,17). La comunidad de Filipos nace en un grupo de mujeres (16,13), se reúne en casa de Lidia (16,40). Febe es diaconisa (Rm 16,1); Aquila y Priscila (Hch 18,2;1 Co 16,19), o bien, Priscila y Aquila (Hch 18,18.26;Rm 16,3;2 Tm 4,19) son colaboradores de Pablo; Andrónico y Junia son ilustres entre los apóstoles (Rm 16,7). La lista de saludos que figura al final de la carta a los romanos parece pertenecer a una copia de la misma enviada a la comunidad de Efeso. Allí se citan 26 personas, hombres y mujeres, que comparten con Pablo el servicio del EvangeliolimpoO (16,1-15).

15.- Juan Pablo I pensaba escribir una carta sobre la mujer en la sociedad civil y en la vida eclesial. Se lo dijo a la persona de Roma: “Es hora de que el Papa diga a los cristianos y al mundo una palabra clara, firme y autorizada sobre la dignidad, los méritos, el valor y la misión de la mujer. Demasiado desprecio, demasiados prejuicios y demasiadas marginaciones se han acumulado en los siglos. Nadie podrá jamás medir el dolor, la humillación y la ofensa hecha a la mujer por parte del hombre durante milenios”, “he sabido que los tutores de la ortodoxia del Papa han gritado de escándalo cuando manifesté el concepto de que Dios, además de ser Padre, es también Madre, según las palabras del profeta Isaías. Alguno incluso ha exclamado: El Papa blasfema. Esta gente olvida que toda la Biblia, desde el principio hasta el fin, está cruzada por el grito del amor de Dios que busca al hombre, fruto de su amor y obra de sus manos”. En un momento de gran serenidad le dijo también: “Me encuentro en el espíritu de las palabras del Papa Juan cuando reveló su estado de ánimo de cara a aquella inmensa empresa que fue el Concilio”. “quizá el buen Dios tenía necesidad de un pobre hombre para hacer aquello que quizá habría resultado difícil a un gran teólogo”.

16.- Sin embargo, durante el último pontificado se constata una fuerte involución. Se reprime, conscientemente o no, la doble inspiración conciliar: vuelta a las fuentes y diálogo evangelizador con el mundo de hoy. Según el Derecho Canónico (1983), “sólo el varón bautizado recibe válidamente la sagrada ordenación” (c.1024). El Catecismo de la Iglesia Católica (1992) lo explica así: “El Señor Jesús eligió a hombres para formar el colegio de los doce apóstoles y los apóstoles hicieron lo mismo cuando eligieron a sus colaboradores” (n.1577). El género masculino se sigue considerando atributo teológico determinante.

17.- Juan Pablo II es absolutamente contrario a la ordenación de mujeres. Dice en su carta sobre la dignidad de la mujer (1988): “Cristo, llamando como apóstoles suyos sólo a hombres, lo hizo de un modo libre y soberano. Y lo hizo con la misma libertad con que en todo su comportamiento puso en evidencia la dignidad y la vocación de la mujer, sin amoldarse al uso dominante y a la tradición avalada por la legislación de su tiempo” (MD 26).

18.- El papa Wojtyla cita muy de pasada los textos del Concilio sobre la mujer y omite dos importantes: GS 29 y 52 (ver MD 1). Comenta la monja inglesa Lavinia Byrne en su libro Mujeres en el altar: “Están presentes (en la carta) los mejores temas acerca de la dignidad y los derechos de las mujeres. Pero también lo están los menos agradables acerca de los estereotipos sexuales, es decir, el papel propio de las mujeres; e incluso otros más perjudiciales que éstos, a saber, la verdadera naturaleza de la mujer. Ahora ha quedado, por tanto, muy claro que la verdadera cuestión es de carácter teológico: el tema de la justicia apenas cuenta”.

19.- Cuando en todos los ámbitos de la vida humana se avanza en la promoción de la mujer, Juan Pablo II en su carta sobre la ordenación sacerdotal (1994) zanja el tema de la ordenación de la misma y prohíbe oficialmente que sea objeto de debate dentro de la Iglesia: “Declaro que la Iglesia no tiene en modo alguno la facultad de conferir la ordenación sacerdotal a las mujeres, y que este dictamen debe ser considerado como definitivo por todos los fieles de la Iglesia” (OS 4).

20.- Ciertamente, se trata de una prohibición sin precedentes en la historia moderna. Lavinia Byrne  lo denuncia con valentía: “Si se parte de la base de que las mujeres no pueden representar a Cristo, de que no podemos presentarnos in persona Christi, se repudia y se desautoriza a las mujeres al más profundo nivel: el nivel de nuestra misma existencia”.  El Concilio define al sacerdote con la capacidad de actuar “como en persona de Cristo cabeza” (PO 2) del cuerpo que es la Iglesia.

21.- En 1992 la Iglesia Anglicana aprueba la ordenación de las mujeres. Los presbiterianos lo hacen en los años cincuenta y los luteranos en los setenta. Ciertamente, supone un avance histórico, que manifiesta en las Iglesias la igualdad fundamental del hombre y de la mujer. Sin embargo, se plantea una cuestión: ¿se está produciendo una clericalización de la mujer? En las primeras comunidades cristianas hay diversidad de servicios, entre ellos el de dirección (1Ts 5,12), pero jamás se llaman sacerdotes sus dirigentes. En cierto sentido, sacerdotes son todos los cristianos (1 P 2,5.9). Jesús de Nazaret es sacerdote según el orden de Melquisedec (Hb 10,5-7), pero no es sacerdote levítico. Aparece en la sociedad de su tiempo como profeta laico (Lc 24,19), vestido normal (Jn 19,23).

* Diálogo: sobre la mujer en la sociedad y en la Iglesia

-         ¿la sociedad está cambiando?

-         ¿sigue siendo discriminada la mujer?

-         ¿es reducida la mujer a los estereotipos de esposa y madre?

-         ¿se reconoce su dignidad, su identidad, su derecho, su papel?

-         ¿asume la Iglesia la sumisión de la mujer propia del mundo antiguo?

-         ¿favorece la comunidad la liberación de la mujer?

-         ¿se está produciendo una clericalización de la mujer?

-         ¿qué estructuras de la Iglesia permiten que hombres y mujeres se escuchen mutuamente y colaboren en situación de igualdad?