No quisiste sacrificios ni holocaustos, heme aquí que vengo para hacer tu voluntad (Sal 40). El invitado del Papa. Parábola ecuménica. Hoy hemos visto cosas increibles (Lc 5,17-26). Habla, Señor, que tu siervo escucha (1 Sm 3,1-20). Entrevista a Miguel Arranz.

Encuentro con el grupo de Delicias. Voy a abrir mi boca con parábolas, para que broten los enigmas del pasado (Sal 78). El invitado del Papa. Parábola ecuménica. Hoy se cumple esta Escritura que acabáis de oir (Lc 4,14-22).

El invitado del Papa. Diariamente examinaban las Escrituras para ver si las cosas eran así (Hch 17,10-34).

Bautismo de Jesús. Oid, sedientos todos, acudid por agua. Que el malvado abandone su camino y el criminal sus planes. La palabra que sale de mi boca no volverá a mi vacía (Is 55,1-11). Sacaréis agua con gozo de las fuentes de la salvación (Is 12). Todo el que cree que Jesús es el Cristo ha nacido de Dios (1 Jn 5,1-9). Tú eres mi hijo amado, mi preferido (Mc 1,6-11). Vino de Montejo.

Epifanía del Señor. Tus hijos llegan de lejos, a tus hijas las traen en brazos (Is 60,1-6). Que se postren ante él todos los reyes de la tierra (Sal 72). También los gentiles son coherederos (Ef 3,2-6). Hemos visto su estrella. De señal en señal y preguntando (Mt 2,1-12).

Nosotros hemos pasado de la muerte a la vida: lo sabemos porque amamos a los hermanos (1 Jn 3,11-21). Sabed que el Señor es Dios: que él nos hizo y somos suyos, su pueblo y ovejas de su rebaño (Sal 100). Has de ver cosas mayores. Veréis el cielo abierto y a los ángeles de Dios subir y bajar sobre el hijo del hombre (Jn 1,43-51). El invitado del Papa, de Vladimir Volkoff (1932-2005).

Un año después. Que el Señor te bendiga y te guarde, ilumine su rostro sobre ti y te conceda su favor; el Señor se fije en ti y te conceda la paz. Hemos encontrado lo que buscábamos (Jn 1,35-42).

Cantad al Señor un cántico nuevo, porque ha hecho maravillas (Sal 98).

Los confines de la tierra han contemplado la victoria de nuestro Dios (Sal 98).

Fórmula de bendición (Nm 6,22-27). Que el Señor tenga piedad y nos bendiga, que ilumine su rostro entre nosotros (Sal 67). Cuando se cumplió el tiempo, Dios envió a su hijo, nacido de una mujer (Ga 4,4-7). María guardaba todas estas cosas en el corazón (Lc 2,16-21).